Narrado por Bella

23 de diciembre 2011

Las luces parpadeantes adornaban cada rincón de la casa, llenando el ambiente de calidez y magia. Era nuestra primera Navidad juntos, y el aire estaba impregnado del aroma de galletas recién horneadas y de un pino fresco que habíamos decorado juntos. La emoción se reflejaba en los ojos de Liam mientras colgaba una estrella en la parte superior del árbol, sus manos temblorosas y su sonrisa radiante me hicieron sentir como si estuviéramos creando nuestro propio pequeño mundo.

—¿Te gusta? —preguntó, girándose hacia mí y admirando su trabajo. La estrella brillaba intensamente en medio de las luces, y no pude evitar sentir que capturaba perfectamente su esencia: un poco deslumbrante, un poco atrevida, y completamente única.

—Es perfecto —respondí, sin poder contener la risa. La forma en que la estrella se inclinaba le daba un toque cómico, y eso solo hacía que la Navidad fuera aún más especial.

Después de una tarde llena de risas y juegos, nos sentamos en el sofá, con un tazón de palomitas entre nosotros y una película clásica de Navidad encendida en la televisión. Liam había insistido en que teníamos que ver Home Alone , y aunque ya lo había visto mil veces, disfruté de su risa mientras el pequeño Kevin hacía de las suyas.

—¿Cuál es tu parte favorita? —me preguntó, girando su cabeza hacia mí, sus ojos brillando con curiosidad.

—Hmm, creo que cuando él le da la cara a los ladrones. No sé, me hace sentir empoderada, como si pudiera hacer lo que quisiera sin que nadie me detuviera —respondí, sonriendo mientras me acurrucaba en el sofá.

Él se río, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Era solo nosotros dos, riendo, compartiendo un momento tan sencillo y hermoso que no podía imaginar quererlo de ninguna otra manera. Era en esos momentos que me daba cuenta de lo afortunada que era.

La Navidad era algo nuevo para mí. Había crecido en un hogar donde las festividades eran más bien una formalidad, y no tenía muchas memorias de tiempos felices. Pero con Liam, todo era diferente. Cada pequeño detalle tenía un significado, cada tradición que comenzábamos juntos parecía profundizar nuestra conexión.

—Quiero que esta Navidad sea especial para ti —dijo, su voz suave pero llena de determinación—. Vamos a hacer todo lo que puedas imaginar.

Y lo cumplió. Esa mañana, cuando nos despertamos, el salón estaba lleno de regalos envueltos con esmero. La emoción en su rostro era contagiosa mientras me pasaba un pequeño paquete que parecía tener una forma extraña.

—Ábrelo —invitó, sus ojos llenos de expectativa.

Lo desenvuelvo lentamente, revelando una pequeña caja de música con un grabado de un árbol de Navidad. Cuando giré la llave, una suave melodía comenzó a sonar, llenando el aire con una dulzura nostálgica.

—Es hermosa —dije, mis ojos llenándose de lágrimas—. No puedo creer que hayas pensado en esto.

Liam sonriente, su mirada iluminada por el amor que sentía por mí. Era en esos momentos que comprendía que lo nuestro era más que solo una relación; era un viaje, un compromiso de construir una vida juntos, de compartir experiencias que jamás olvidaremos.

—Y tengo una sorpresa más —añadió, con una chispa traviesa en sus ojos—. Vamos a hacer una cena para todos esta noche. Quiero que estés rodeada de gente que te quiere.

A pesar de mi sorpresa, la idea me llenó de alegría. Pasamos la tarde cocinando juntos, con Liam cantando a todo pulmón mientras yo intentaba seguir su ritmo. El desastre que creamos en la cocina sólo intensificó la risa que compartimos. Era un caos, pero un caos lleno de amor.

Esa noche, amigos y familiares se reunieron en nuestra casa. La risa y el sonido de la música llenaron el aire mientras todos disfrutaban de la cena que habíamos preparado. Me sentí feliz al ver a Liam tan animado, hablando y riendo con nuestros amigos, pero lo que más me conmovió fue cómo se aseguraba de que yo estaba incluido en cada conversación, presentándome como si fuera un tesoro que quería mostrar al mundo.

La Navidad continuó con juegos, historias y un brindis que Liam hizo para todos, agradeciendo por los momentos compartidos y por lo que estaba por venir. Nunca me había sentido tan querida, tan viva.

Después de que todos se fueron, nos sentamos juntos en el sofá, el árbol brillando tenuemente en la oscuridad.

—¿Te divertiste? —me preguntó, acariciando suavemente mi mano.

—Mucho. Gracias por hacer que mi primera Navidad sea inolvidable.

—No hay nada que desee más que verte feliz —susurró, mirándome con una intensidad que me hizo sentir como si estuviéramos solos en el mundo.

Y en ese momento, supe que lo que teníamos era algo especial . Era más que una historia de amor; era la promesa de un futuro compartido. La calidez en mi corazón y la conexión que sentimos en ese momento resonaron en lo más profundo de mi ser. Lo que sentíamos el uno por el otro era auténtico, puro y absolutamente mágico.

Esa Navidad, mientras el año llegaba a su fin, nos prometemos a nosotros mismos que nunca dejaríamos de luchar por nuestra felicidad, por el amor que habíamos encontrado el uno en el otro.