Miré el cielo por unos largos minutos desde mi ventana, deseando que el día no comenzara todavía, el sol apenas se asomaba en el horizonte. Escuché en las habitaciones cercanas a la mía como mi familia despertaba y sus respectivas rutinas daban inicio a una de las últimas semanas de invierno.

Había estado esperando con ansias el fin de clases para disfrutar tiempo con mis amigos, para dormir más tal vez. Estos días había sufrido de insomnio debido al estrés, aunque la verdad era que pensaba demasiado sobre el futuro. Estaba a punto de terminar la preparatoria e iniciaría la universidad.

No me sentía seguro de la decisión, ¿a cuál universidad iría?, ¿aprobaría el examen? ¿debía seguir los pasos de mi padre como abogado o de mi madre como doctora? Ninguna de las dos carreras me llamaba la atención, a decir verdad, nada lo hacía. Esperaban tanto de mí, de mi futuro...

Sabía que estarían sobre mi hasta que decidiera algo, aunque no he podido aclarar mis pensamientos al respecto. No podía darles una respuesta. Estos meses me había sentido tan desmotivado, con miedo a no ser lo suficiente. No conseguía que algo fuera atrayente, ni siquiera la idea de ganar dinero me preocupaba como a mis amigos con sus trabajos de medio tiempo, desviviéndose por ahorrar para sus respectivos gastos.

No sentía pasión por algo, no tenía pasatiempos o algo en lo que fuera bueno. No tenía nada. ¿Cómo podría elegir entonces algo a lo que dedicarme si no había algo para lo que fuera bueno?

Era un fracasado como tanto lo decía mi familia y gente cercana.

— Levi, baja a desayunar. — mi hermana se asomaba por la puerta, percatándose de que me encontraba mirando fijamente por la ventana. — ¿qué haces?

— Ya voy. — me limité a contestar mientras contemplaba un último vistazo del cielo preguntándome cuánto más tendría que lidiar con esta pesadez y ansiedad debido a mi miserable vida.

Observé por el reflejo del cristal de la ventana como mi hermana cerraba nuevamente la puerta y me dejaba solo. No estaba preparado para levantarme de la silla y comenzar el día. Quería quedarme aquí a mirar el cielo y pensar hasta quedarme dormido nuevamente.

Pero lo hice.

Me levanté para ir a ducharme y bajar a desayunar sin saber que esa sería la última vez que vería el cielo siendo yo, disfrutando de la calidez de mi habitación.

...

— Hoy no llegaré, así que les dejé dinero para que pidan algo de cenar. — explicaba mi madre mientras tomaba de su café y leía en su teléfono. — No tienes permiso de salir ni de traer a tus amigos a casa.

— Okey. — repetí por milésima vez tras las múltiples y variadas órdenes de mi madre.

— Tu padre llegará en dos días de su viaje, viene muy cansado del trabajo así que sé un hijo bueno y lava el auto. De seguro llegará a descansar y luego ira a la oficina.

— ¿Quieres que te lo escriba en una lista? — se burlaba mi hermana. — Con tanto que recordar tu diminuto cerebro puede explotar.

— Megan deja a tu hermano. — le reprendió mamá, saliendo disparada a la puerta. — Les llamó más tarde.

Continúe en mis pensamientos mientras devoraba el desayuno, escuchando la televisión. No deseaba ir a la escuela pues era raro que hiciéramos algo. Tanto maestros como alumnos deseaban con ansias que fuera fin de semana para dar inicio a las vacaciones de invierno.

— Hoy no llegaré a casa. — anunció Meg. — Iré con Dan a una fiesta.

— ¿Hablas de la fiesta de Ericka? — pregunto mirándole a los ojos.

Ella inmediatamente deja de maquillarse y se acerca furiosa a mí, sé que está a punto de prohibirme ir. Le avergüenzo como a todos los demás y tenerme cerca arruinaría su reputación ante la escuela. Sus manos hacen un mohín al apartar su cabello de su rostro antes de dirigirme la más helada y arrogante de sus miradas.

— Llevo días esperando esta noche. — inicia y aleja mi plato para que le preste total atención. — No puedes ir a esa fiesta.

— Los chicos y yo iremos. — le advierto. — Solo ignórame como lo haces siempre y ya está.

— No hagas nada estúpido o que arruine mis planes. — exige molesta, mirándome fijamente a los ojos. — ¿puedes intentar ser normal sólo por hoy?

— ¿Tus planes son acostarte con tu noviecito Dante? Porque muchos creen que es gay. — le sonrío sabiendo que eso la pone furiosa. — Suerte con eso, espero que puedas callar los rumores.

— Sólo son eso, rumores de gente envidiosa y mediocre. Le tienen envidia porque es un chico guapo, con mucho dinero y que es perfecto en muchos sentidos. Así que sí, yo sé que no es gay. Solo que él no pierde su tiempo acostándose con todas las que se le atraviesen como los idiotas de tus amigos.

— Como digas. — asiento retomando el desayuno.

La veo regresar a lo que hacía, pero se nota que la he dejado pensando. No es un secreto que Dante fue la novedad del pueblo cuando él y su familia se mudaron hace ya casi un año. Desde ese entonces todas las chicas habían intentado coquetearle y él había permanecido alejado de todos, hasta que un día de la nada, decidió hacerse novio de mi hermana.

No llevaban más de tres meses, pero ella estaba casi segura de que se casarían apenas acabara la universidad. Mis padres lo adoraban y solían compararme con él para hacerme sentir mal diciendo que un chico de mi edad si podía ser así de perfecto como Dan aparentaba ser. No había podido interactuar casi con él ya que Megan solía ocultarme o evitarme casi siempre. Por lo poco que sabía de él, eran rumores sobre su sexualidad o su poca asistencia a las fiestas.

Odiaba que me compararan, pero aún más con él. Estaba seguro de que no era lo que decía ser. De todas formas, según mis padres, todos eran mejor que yo. Hasta cierto punto podía darles la razón, no tenía un propósito de vida, no era bueno para nada en particular, no tenía un don ni era agraciado físicamente. Era mucho menos que un chico promedio, incluso me llamaban "raro" o "mediocre" en la escuela y en general.

No se podía esperar nada de mí y eso me agradaba. Tal vez así no podía decepcionarlos.