
Doce.
Capítulo doce: Hablemos.
—Sus helados —habló una chica entregándonos aquel manjar hecho de amor y agradecimos.
—¿Te pido uno?
—No, gracias prima. Esperaré a... Ahí viene —habló mirando como pasaba por el cristal y entraba.
—Ay, ya llegó el escándalo.
—¡Hola! —gritó Gina y me abrazó— gracias por dejarme en casa.
—Gina, tenemos que hablar —suspiré tocando su brazo.
—¿Estás terminando conmigo? —Yo la miré confundida y se rió— Ya, dime.
—No voy a salir más de fiesta.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque... No. Ya no quiero salir más así.
—Pero...
—Podemos seguir siendo amigas, pero no voy a salir más, no podemos seguir siendo compañeras de fiesta.
—¿Esto es normal? —susurró Zeke.
—Está bien, no comprendo tu decisión, pero la acepto —asintió tomando mi mano.
—Bien.
—Vamos Lex, tenemos clases —se despidió con la mano y salió. Mi prima me quedó mirando.
—Locas —negó con la cabeza y se fue siguiendo a Gina.
—¿Qué fue eso? —preguntó Zeke algo confundido.
—Acabo de despedirme de las fiestas, Zeke, oficialmente estoy retirada —entonces el chico infló el pecho y me miró asombrado.
—¿Por qué?
—Porque quiero estar tranquila —miré de reojo a Joseph y empecé a tomar de mi helado.
—Pero... Oh. No lo hiciste —habló Zeke mirando a su amigo, yo los miré confundida.
—¿Qué hizo?
—¿Qué hice?
—La manipulaste para que deje de ir a divertirse —Lo señaló.
—¿Qué? —El chico miró a su amigo confundido.
—Eh, él no hizo nada... Fui yo quien decidió eso, ¿a qué te refieres?
—Es que a este no le gusta salir de fiesta y siempre debo obligarlo. Pensé que quería unirte a su club.
—Mi... ¿Qué?
—El club de los anti—fiesta.
—Eres tan original —reí y volví a mi helado— pues me uno al club.
Pasó al menos un mes de eso. Frecuentaba más a Zeke y Joseph por el hecho de que debía ayudar a Grace con sus tareas, podía atreverme a decir que era de los pocos momentos en el día que me divertían si no estaba hablando con Mia.
Me sentía sola.
Lo peor es que no tenía a quién decirle, a Mia... Claro, pero sólo serviría para hacerla sentir mal.
Iba de mi casa a la universidad, de la universidad a mi casa, y de mi casa a trabajar, volvía, limpiaba y hacía mis deberes... y luego a dormir. Parecía un robot.
Estaba aburrida de todo y no quería saber nada de nadie, ¿en qué momento había sucedido todo eso?
Caminé por el lugar y me senté sobre el jardín.
―Te extraño, ¿sabes? Te extraño mucho. No sé qué rayos me está pasando, Má. Necesito tus consejos, tus llamados de atención, tus llamadas perdidas, que me castigues y me digas que ordene mi habitación. Necesito que me grites por dejar la toalla mojada en la cama, necesito que no me dejes salir con mis «amigos». Necesito que estés aquí conmigo, pero sé que no volverá a pasar y eso es muy triste. Estoy aquí, sentada en un cementerio hablando con una lápida ―negué con la cabeza y me limpié las lágrimas. Toqué el cuadro de cemento y lloré cabizbaja. Con libertad, sabiendo que muchas de las personas que estaban a mi alrededor sentían lo mismo que yo― Te extraño mucho, no sé cuántas veces lo he dicho, pero no puedo parar de hacerlo, no supe valorar todo lo que hacías porque pensé que estabas exagerando. Ahora lo entiendo, sé que no dejarme salir de fiesta a los catorce años fue lo mejor... Pero si tan sólo me hubieras dicho que la vida es totalmente injusta con la gente que no lo merece...
Con una voz quebrantada y muchas ganas de llorar, sólo apoyé la cabeza en su lápida y abracé un recuerdo que jamás volvería a ver en persona.
―No sé qué estoy haciendo, pero creo que necesitaba decir todo esto y pensé en ti. Porque eres en la primera persona que pienso por la mañana, tal vez sea por esa alarma de trompeta que nunca cambié, ¿verdad? O tal vez porque tengo una foto tuya en la puerta y lo primero que veo al levantarme... es a ti ―Tomé mucho aire y me acomodé―, estoy aquí respondiéndome todo lo que te pregunto, pero no importa. Sé lo que responderías: «deja de llorar, lávate la cara y dame un abrazo. Vamos a tomar engordar en ese sillón con un par de helados» ―reí al recordar―. De todos modos creo que no soy la única, Derek está mal por lo de la chica, al parecer ya no tiene oportunidad. Y papá sigue en el teatro, creo que está feliz, o al menos se mantiene distraído por el show. Creo que la última vez que vine todo iba mejorando, ¿por qué las cosas cambian de un momento a otro? Creo que nada está bien y a la vez sí que lo está. Estamos sanos... No tenemos lujos, pero está lo necesario, ¿no? Creemos tener una vida mala, pero al final siempre hay alguien que sufre más y aun así nos quejamos ―Acosté mi cabeza en el piso y bufé― Somos unos malagradecidos en un mundo lleno de problemas. ¿Por qué buscar más lio si podemos solucionarlo? Sí, definitivamente no sabemos vivir, pero, ¿quién sí? No hay manual de vida, nacemos para aprender. Aunque algunos aprenden más que otros, supongo.
―Señorita, ¿con quién habla? ¿Por qué está en el piso? ―Me preguntó el vigilante del cementerio y me levanté limpiándome el pantalón de la tierra que seguro había quedado.
―Eh... con mi mamá.
―Y... ¿Dónde está su mamá?
―Está muerta, señor. Estoy teniendo una conversación con ella y nos está interrumpiendo.
―Loca ―susurró y se fue.
Bien, ahora estoy loca.
―¿Loca? ¿Me llamaste loca? ¡Ven y dime eso a la cara, zarrapastroso! ―Grité y alguien tocó mi hombro.
―¿Con quién estás peleando?
―Con... el vigilante.
―¿Quieres que también te prohíban entrar aquí o qué? ―rió mi hermano abrazándome.
―¿Qué haces aquí?
―Bueno, creo que tuvimos la misma idea. ¿Estuviste sudando por los ojos de nuevo?
―Estaba llorando, sí ―Expulsé el aire exageradamente imitando a un caballo y me senté en el piso― la extraño.
―Y yo, muchísimo.
―¿En qué problema te metiste ahora?
―En ninguno, solo me siento un poco mal.
―Déjala ir, Derek. Si no es para ti, ya llegará alguien más. Alta, friki, medio tonta, que cuente chistes malos, que vea anime, bastante torpe...
―Ya entendí ―rió mi hermano empujándome un poco la cabeza― Pero... imaginemos que llega Mia, ¿relación a distancia?
―Nosotras tenemos una relación a distancia, tú eres el otro ―Fingí limpiarme el hombro y el soltó una carcajada.
―Gracias hermana, justo lo que necesitaba.
―No hay de qué, tú sabes que estoy aquí para lo que necesites. Tonto, pero es en serio, sabes que si necesitas a alguien, aquí estoy.
―Lo sé, sé que puedo contar contigo, fea.
―Ah, ahí está. Extrañaba ese apodo ―rodeé su hombro y caminamos hacia la salida.
―¿Es el día de extrañar personas y cosas o qué?
―O qué.
―Ay, cállate ―Lo despeiné y salimos corriendo.
―Traje el auto.
―Bien, he decidido que voy a recuperar mi licencia de conducir.
―Ay, no.
―Ya hice los trámites, bobo. Sólo voy a recogerla.
―¿En qué momento?
―Hace unas semanas.
―¡Que alguien haga algo! Mae Griffin al volante ―dramatizó mi hermano encendiendo el auto.
―Sólo llévame al lugar, será la última vez que te lo pida. Derek, estás despedido, ya no serás más mi chofer personal.
―Nunca me pagaste.
―Pero te alimento.
―Ah, cierto. Te amo.
Sonreí y encendí el reproductor de música.
Bueno, tal vez no estaba tan sola, Derek estaba. Siempre estaba.
Finalmente conseguí mi licencia y limpié mi historial haciendo servicio comunitario.
Una semana después, la tristeza volvió. No podía hacer mucho al respecto, estaba bien cuando hablaba con mi hermano y Mia, incluso con Max; pero luego llegaba la soledad y todo se iba al tacho.
―Mae, necesito que ordenes esta lista de productos en el almacén de la cocina ―Habló Joseph entregándome una hoja yo asentí sin rechistar― Espera.
―¿Qué pasa?
―Eso mismo pregunto yo, ¿todo bien?
―Nada bien, voy a hacer esto de una vez ―Hablé caminando hacia el almacén empujando las cosas en el carrito.
―Espera ―Volvió a decir parado en la puerta del lugar.
―Joseph, no puedo hacer mi trabajo si estás deteniéndome cada cinco segundos.
―Pero... Es decir, ¿no vas a quejarte por darte trabajo que no deberías hacer?
―No, si puedo hacerlo, lo haré. A alguien le estaré ahorrando el trabajo.
―Pero es a la nueva que te odia.
―Bien, espero que tenga un buen día ―Me encogí de hombros y lo empujé un poco para entrar junto al carrito y empecé a organizar los productos.
―Mae, así no funcionan las cosas.
―No lo sé, sólo quiero terminar con esto ―hablé levantando las zanahorias y rellenando el envase.
―¿Peleaste con alguien?
―No, Joseph, no peleé con nadie. De hecho todo ha estado muy tranquilo.
―Pero es que estás seria, es muy extraño verte seria, me haces reír incluso cuando no quiero hacerlo.
―Perdón por no ser tu payaso personal el día de hoy.
―No quise decir eso...
―Está bien, tal vez soy sólo yo.
―¿Quieres hablar?
―Estamos en el almacén de uno de los restaurantes más importantes del país, déjame organizar las zanahorias, por favor.
―Bien, vamos a hablar ―Me alejó del carrito y me quitó la lista de las manos.
―¿Por qué?
―Porque lo necesitas.
―¿Y desde cuando te importa?
―Desde empezaste a caerme bien.
―Oh vaya, que halago de la vida ―bromeé y él rió de lado.
―Hablemos.
―Bien, pero cuando salgamos de trabajar. Sabes que no me gusta perder el tiempo laboral.
―Bueno, salgamos luego.
―Sí.
Asentí y salió, pero rápidamente volvió.
―No es necesario que hagas eso.
―Pero ya me lo dijiste, copain. Lo haré.
―Te veo a la salida.
Dicho esto, salió del lugar.
-----
Copain: Compañero.
MARATÓN 3/3.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro