2|El Recuerdo
Connor
12 de Septiembre del 2006
Teníamos quince años y éramos muy extrovertidos. Siempre queríamos intentar algo nuevo todos los días. Yo estaba obsesionado con los laboratorios y los experimentos científicos; Cati pretendía convertirse en una arquitecta y siempre nos hacía construir hogares para los animales callejeros; y Arley actuaba como un rockstar, hablando solo y tratándonos como sus asistentes cuando las chicas lo veían tocando algún instrumento.
Entre los tres, él era el único que podía tocar diversos instrumentos. Y debido a él, yo y Cati aprendimos a tocar la guitarra y el teclado. Tocábamos juntos alguna ocasiones frente a nuestros padres.
Hasta que un día, tras pensarlo un largo rato, Arley nos llamó a la casa del árbol que se situaba en la casa de Cati. Había estado tan callado ese día. Cuando estábamos los tres reunidos, él simplemente colocó una hoja con garabatos en el centro y nos acercamos para descifrar lo que tenía escrito.
—¿Qué se supone que es? —Pregunté inocentemente.
Arley me miró sorprendido.
—Es la letra de una canción que se me ocurrió —dijo.
—¿Esas son letras? ¿Estás seguro de que no son los dibujos de un niño de dos años? —Puntualizó Cati con su resplandeciente cabello castaño.
Yo hice una mueca disgustado por lo que había visto en la hoja. Los garabatos eran un tema tremendo para alguien como Arley.
—Sí, son letras. Yo la escribí, genios —prosiguió el chico de piel caoba.
Cati y yo nos observamos un segundo, y comprendimos que habíamos metido la pata, para aliviar la sorprendida indignación de nuestro amigo, fingimos sorpresa.
—¡Ah! ¡Es una letra increíble! —Dijimos al mismo tiempo.
Arley levantó una ceja y cruzó los brazos, en plan de enojado, pero eso solo le duró un segundo.
—¿Verdad que sí?
—Sí, sí. Es genial —acotó Cati.
Tomé la hoja e intenté leer lo que decía. Aunque la caligrafía de Arley era realmente apestosa, comprendí algunas palabras. Decía cosas como pastel y estrella, chicas y mamás.
—¿Y esto para qué es? —Cuestioné, pasándole la hoja a Cati para que le echara un vistazo.
Entonces Arley soltó todo lo que había estado guardando en el día. Su emoción era evidente en ese momento, y su entusiasmo era irreversible.
—¡Tendremos una banda!
Cati dejó de adivinar lo que decía la hoja y prestó atención.
Sabía perfectamente que formar parte de una banda jamás se asomó a mis planes en ningún momento hasta esa tarde. Incluso Cati jamás llegó a imaginarse como la tecladista de una banda de rock.
El ambiente se había quedado silencioso, y lo único que se podía oír eran las mil razones de porque teníamos que hacer una banda de rock, según Arley. Sus ideas eran brillantes, pero daban cierta incomodidad. Era un proyecto grande. Aunque fueran disparates de un adolescente de quince años, sabíamos muy bien que hablaba enserio. Y no se rendiría hasta convencernos.
Justo en ese momento alguien llegó a dar su opinión y animó a Arley a continuar con su alocado plan. Mi mejor amiga, la niña de mis ojos, a quien conocí a los nueve años. Una chiquilla de once años, que moría por ser adulta cuanto antes, y muy hermosa, se subió a la casa del árbol con una caja de galletas.
—Traje golosinas —acotó—. ¿De qué hablan?
A Arley no le parecía grato tener a una chica menor juntándose con nosotros, pero Cati siempre estaba entusiasmada cuando ella se unía a nosotros. Eran chicas y se llevaban muy bien a pesar de la diferencia de edad.
—Arley quiere hacer una banda —respondo.
Los ojos azules de Jane se abrieron a la par y noté lo redondos que eran cuando se impresionaba. Era hermosa, y su cabello rubio era más asombroso que el de Cati. Por eso había sido mi persona favorita durante un largo tiempo, hasta que un día desapareció junto a su familia.
—Eso es fabuloso, Arley —acotó con su singular educación que la hacía más irreal de lo que ya era—. Vas a triunfar. Tenlo por seguro. Sabes tocar muy bien cualquier instrumento.
Los ojos oscuros de Arley se iluminaron y sonrió ante la presencia de la chica.
—¿Verdad qué sí?
—Por supuesto —afirma la chica—. Toma, come una galleta.
Arley había aceptado la golosina y explicó porqué demonios se le había ocurrido una idea tan brillante y loca. En conclusión, soñó que su abuela muerta le gritó varias veces que formara una banda y el comprara una costosa mansión.
Nos pareció ridículo, pero no podíamos decir nada, ya que el tema de su abuela era muy delicado. Ese día terminamos aceptando la locura de nuestro amigo. Y Jane nos dio tantas galletas hasta empalagarnos.
—Entonces todo será así. Yo el bajo electrónico, Connor la guitarra y la voz principal y Cati el teclado —sentenció el moreno.
Miró un segundo a Jane, y tras muecas de disgusto y tristeza finalizó con un comentario muy grato y real.
—Es una lastima que tu familia sea muy sofisticada y recta, de lo contrario podrías cantar con nosotros.
—Es cierto, tienes una voz impresionante —le comenté a Jane.
—Siempre puedo animarlos —acotó ella con una sonrisa—. Seré su fan número uno.
—Genial, ya tenemos una fanática y ni siquiera hemos empezado. Ya siento la fama entrando por la ventana.
—Un baterista —añadió de la nada la rubia de ojos azules—. Les hace falta un baterista.
—Cierto. No podremos tocar sin un baterista —acotó Arley.
—Bueno, eso lo discutiremos en la escuela mañana. Ya es tarde —sentenció, tomó la caja de galletas de Jane y le extiendo una mano—. Vamos, te dejaré tu caso de paso.
Jane tomó mi mano y se despidió de todos con un saludo.
La ventaja de vivir en un mismo vecindario es que podíamos reunirnos a cualquier hora del día. Pero teníamos estrictas reglas en casa que no nos permitía estar a altas horas en la calle. Además, Jane no podía estar demasiado tiempo fuera de casa o de lo contrario tendría un severo regaño. Me gustaba llevarla a casa, estar con ella era muy pacifico, tranquilo y agradable.
Me hacía sentir las ganas de tener una hermana pequeña para protegerla.
—¿Qué harás mañana? —Me preguntó mientras caminábamos.
—Pues creo que nada. Mi hermano viajará con mamá para ver el departamento en donde se quedará ahora que es un adulto graduado.
—Ah —acotó.
—¿Por qué?
—Nada más.
—Dime, ¿Qué pasa?
—¿Y si vamos al parque de diversiones?
Presente
De haber sabido que sería la última vez que la vería, hubiera asistido a ese encuentro sin retraso alguno. Jane me esperó, y yo jamás llegué. Desde entonces nuestra amistad se perdió y no volví a verla.
Han pasado cinco años desde entonces. No recuerdo con claridad su rostro, pero sí el brillante color de su cabello y sus hipnotizadores ojos azules. Es todo lo que puedo recordar de Jane, mi amiga de la infancia.
Su recuerdo había sido borrado cuando conocí a la chica de mis sueños. Y ahora tampoco la tenía.
—¿Sucede algo, viejo? —El llamado de Adrik me trae a la realidad y me doy cuenta que la sala está vacía.
Debí firmar autógrafos mientras mi subconsciente estaba recordando el pasado. Muevo la cabeza de arriba hacia abajo, dejando en claro que estoy bien. Me pongo de pie y sigo a Adrik hasta la camioneta.
—Bueno, prepárate que es momento de irnos de fiesta —canturreó emocionado.
Está era la clase de vida que muchos deseaban, fiesta, alcohol, chicas, fama y dinero. Era la vida que tenía a mis pies, pero que perdió sentido hace un par de años tras el trágico accidente que arruinó mi vida. Nunca fui amante de las fiestas, pero aprendí a convivir en ellas luego de un tiempo. Además tenía a los maestros de las fiestas: Adrik y Cati.
Podían discutir todo el tiempo, pero tenían tantas cosas en común, que su enojo disminuye cuando hablaban de algo que conocían los dos. Esa era la amistad de esos dos. En cuanto a mí, la pereza era mi mayor reto.
Nuestro guardaespaldas nos llevó hasta el aeropuerto, donde nos esperaba el piloto del jet privado que nos conduciría hasta Nueva York.
Yo siempre he estado cómodo con la compañía de mis tres amigos. Son todo lo que necesito, y aunque casi nunca me dejan solo, a veces parece que lo estoy. Antes éramos seis, antes todo era más divertido y real.
Ahora siento que soy un robot maquinado por mis responsabilidades.
Escribir una canción es todo un reto. A veces me descubro a mi mismo rompiéndome la cabeza por no tener ni una sola idea. Cantar se ha transformado en una debilidad, me cuesta relucir mis emociones cuando interpretó algunas canciones. Sé que me estoy hundiendo, y los chicos intentaban ponerse de pie, pero es algo que llevará un poco más de tiempo.
Y tendré que conformarme con lo que soy ahora por ellos. Quienes se negaron a abandonarme. Yo tampoco deseo abandonarlos después de lo que hicieron por mí. Sé que todos lloramos por esos años complicados, y estoy al tanto de que soy muy egoísta al sentirme más deprimido que todos.
El problema conmigo es que cuando me enamoro, lo hago con intensidad y todo se derrumba si algo sale mal.
—¡Chicos! —Vocifera Cati—. ¡Janesse Garnier va a participar en el próximo evento internacional de gimnasia rítmica! ¡Y es en Nueva York!
Cati tiene una fascinación con la gimnasia rítmica desde pequeña, todo gracias a la infante que conocimos de pequeños. Jane solía practicar ese deporte casi todo el tiempo. Poco sabíamos sobre su familia, en realidad, nunca los conocimos, excepto al mayordomo que era muy agradable. Pero sabíamos que sus padres eran muy estrictos y tenían una peculiar forma de ver a los demás.
Se sentían especiales, y nunca convivieron con los vecinos, apartaban a sus hijos de los otros niños con excusas de que no éramos aptos para jugar con ellos. Debido a eso, Jane siempre se escapaba para salir conmigo y los chicos. Éramos como los reyes magos para ella.
Miré el vídeo que Cati reprodujo en la pantalla del avión. Pero no alcancé a ver mucho, salvo a una chica extremadamente delgada con un brillante cabello rubio.
—Es una adolescente todavía, pero tiene tanto potencial. A este paso terminará superando a su hermana mayor —acotó con energía la chica de pelo verde.
—¡Qué asco, Cati! Tienes baba en la boca -sarcástico o no-, Adrik no resistió mucho para decir un comentario molesto.
—Maldito, ojos de gato —chilló la chica y le lanzó una almohada—. Sí la vieras en persona te realizarías, imbécil.
—¿Es más linda qué tu? Espera, tú estás fea —acotó—. ¡Cualquiera sería más hermosa que tú, cara de ogro!
—Engendro de los mil demonios, ¿Cómo te atreves a llamarme así? Sí yo estoy fea, déjame decirte que tu pareces un payaso con esa combinación de atributos —bramó.
—¿Payaso? ¿No se te ocurrió algo mejor?
Definitivamente algo iba tan mal cuando noté el silencio hace unas horas. Los chicos nunca dejan pasar un perfecto momento para joderse así mismos. Arley me traicionó, y descansaba con tranquilidad mientras sus oídos estaban cubiertos por dos grandes auriculares. Y yo era el único que tendría que lidiar con esa pelea.
Antes de ponerme a ver la obra, me percaté de algo increíble. En la pantalla pasaron una fotografía de Janesse Garnier, la gimnasta que mencionó Cati, y noté el gran parecido que tenía con cierta infante de mi pasado. Pero no eran la misma persona. No podían serlo.
Jane solía comer mucho y odiaba la gimnasia. A comparación de está gimnasta, quien era extremadamente delgada y tenía los ojos oscuros. No podían ser la misma persona.
Mi atención volvió a ponerse en los dos tipos que ya volvían a arrancarse los cabellos.
—¡Basta, chicos! ¡Se van a quedar calvos! —Aclamé.
Sólo espero que no me arranquen el cabello también. Me gustan mis rulos a pesar de ser desordenados.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro