extra ⇉ alternate universe: you are my purpose
ੈ✩‧₊ extra — universo alternativo: eres mi propósito ₊‧✩ੈ
Druig y Eda son parte de los Vengadores. Ellos se aman, y aprecian a la humanidad, tanto que arriesgan sus vidas yendo a Vormir para obtener la gema del Alma.
—Que buen sermón —comentó el ser con apariencia de mapache luego del emotivo discurso de Steve Rogers.
—¿Verdad? —preguntó Eda, sintiendo lo mismo. Su amigo Steve sí que sabía motivar.
Eda y él se conocían hace una buena cantidad de años, cuando la Eterna decidió ir a visitar el museo en honor al Capitán América, y no pudo evitar hablar con el misterioso hombre de gorra.
—¿Prometen devolvérmela en una pieza? —preguntó Rocket al entregarles su nave en miniatura gracias a las partículas PYM.
—Sí, ya, ya —dijo Druig, tomando el pequeño objeto entre sus dedos, midiendo su fuerza para no romperlo—. Nos vamos a esforzar.
—Como promesa es muy mala —aseguró, ladeando la cabeza. Eda le sonrió, intentando tranquilizarlo, algo que funcionó. "Esa carita angelical no podía provocar mucho caos", pensó el Guardián de la Galaxia.
Todos los Vengadores que habían quedado luego del devastador chasquido de Thanos, se encontraban ahí, en el túnel cuántico que habían ideado los genios para poder dar un paseo por el tiempo, tomar las gemas del infinito y así regresar a todos los que habían perdido.
—Ya los veo —dijo Eda con una sonrisa—. Procuren tener buenas historias para contar cuando regresemos.
El aparato fue encendido y los trajes colocados en su totalidad, indicándoles que la misión comenzaba. Eda suspiró, tomando la mano Druig para sentirse segura de lo que hacía. Él le dedicó una sonrisa.
Los Eternos, James Rhodes y Nebula habían viajado al 2014, Morag como primer destino. Ahí se bajarían los dos últimos en busca de la gema del Poder.
Druig ahuyentó a un desagradable animal cuando estuvieron en tierra.
—¿Ya terminan? El lugar es desagradable —comentó Druig.
—¿Qué esperan? Vámonos —aceleró Eda, apoyando a su enamorado.
—Sí, gracias, que gran apoyo —dijo Rhodes de forma irónica.
Minutos después el humano y la hija de Thanos ya habían tomado la nave más pequeña y estaban listos para empezar su misión, dejándoles a los otros la nave más amplía para que pudieran llegar al planeta que les habían delegado.
Eda se despidió con un abrazo, deseándoles suerte. Druig sólo les dedicó un asentimiento de cabeza, si bien conocía a Rodhey desde que había intervenido en la Guerra Civil, no se sentía en mucho confianza. Y menos con Nebula, pues apenas la conocía.
—Cuídense mucho entre ustedes —les aconsejó el moreno cuando empezaron a subir a la nave.
Eda dio su última despedida, moviendo su mano de un lado a otro.
—El viaje es agradable, ¿no lo crees? —comentó cuando la nave se puso en marcha, llevándolos a lo largo del espacio con un destino ya fijado— . Hermosa vista —dijo, refiriéndose a las luces, constelaciones y estrellas que el universo les mostraba.
—No tanto como la mía —aseguró Druig, haciendo que Eda volteara y notará que él solamente la miraba a ella—. El mío sí es hermoso, pues te tiene a ti.
Eda acercó su cabeza, intentando llegar a los labios del ojiazul. Él se la complicó, apartando su rostro. Al final no pudo contenerse y le robó un beso, lento y especial, dejándola con una sonrisa.
Al detenerse la nave, se quitaron los cinturones de seguridad y empezaron a deleitarse con el planeta que tenían en frente.
—Si no estuviéramos en la situación en la que estamos, sería aún más lindo —opinó Eda, acercando la nave para aterrizarla.
Cuando bajaron, empezaron a subir escaleras de roca para llegar al punto más alto.
Su plática, sobre lo que les había tocado a los otros Vengadores, se vio interrumpida por una misteriosa voz que les dio la bienvenida. Ellos inmediatamente se pusieron alerta.
Druig se colocó frente a Eda, mientras que esta sacó un arma regalada por Natasha Romanoff.
—Druig, creación de Arishem. Eda, creación de Celestiales.
Al mirar hacia la dirección de aquella voz, vieron la silueta de un hombre flotante cubierta por una oscura capa.
—No somos creación de Celestiales —aclaró Eda sin dejar de apuntarle, un poco confundida por aquel comentario. Se acercaba al ser oscuro junto a Druig—. ¿Y quién eres tú?
—Considérame un guía, para ti, y para todo el que busque la gema del Alma.
—Muy bien. Dinos dónde está y ya no te molestaremos —anunció Druig, intentando controlar la mente de alguien que parecía no tenerla.
El "guía" mostró su rostro, que era escarlata y tenebroso: —Oh, que pena que no sea tan sencillo —habló, dirigiéndose al borde del acantilado, siendo seguido por ambos Eternos que ya habían bajado un poco la guardia—. Lo que buscan yace frente a ustedes, al igual que lo que temen.
—¿La gema está allá abajo? —preguntó Eda para terminar de entender, viendo que la caída desde esa altura no sería nada leve, y dolería, vaya dolería.
—Para uno, para el otro.... —no terminó, dejando las palabras en el aire. Eda volteó a mirarlo con el ceño fruncido. Él continuó, diciendo: —Si desean tomar la gema, deben perder aquello que aman. Un intercambio eterno. Un alma por un alma.
Eda miró inevitablemente a Druig, que seguía observando lo que se encontraba al final del acantilado. Él también había entendido, y sentía mucho miedo.
—Druig —murmuró, caminando hacia él. Al no ver algún movimiento de su parte, o palabra alguna salida de sus labios, se colocó detrás de él, enredando sus brazos con los de él y uniendo sus manos—. Druig, quizás nos miente.
—¿Eso crees? —cuestionó sin atreverse a mirarla.
—No puede ser cierto —negó la posibilidad, dejando su cabeza sobre el hombro del pelinegro.
—¿Y si lo es, Eda? ¿Entiendes lo que ello significa?
—No quiero —contestó, aferrándose a él al abrazarlo por la cintura.
—Haremos lo que sea —citó las palabras del Capitán Rogers, tomando las manos de Eda.
Ellos estaban cerca al borde de la montaña, un empujón y ambos caerían, por lo que Druig los alejó, dando unos pasos atrás en sincronía con Eda.
—Y eso significa que, uno de los tendrá que morir —mencionó la castaña, con notorio pánico en su voz—. Druig, no-
—Sabemos quien lo hará —comentó, girando levemente la cabeza para mirarla—, ¿verdad?
Eda tenía una respuesta: sí. Ella sabía quién tendría que morir, que tendría que ofrecer su vida por un bien mayor, por el bien de todos y la vida de él, de su amado Druig. Eda no sería capaz de dejarlo morir, pero lo que no sabía aún era que él tampoco era capaz de dejarla ir.
Estos eternos amantes tendrían un conflicto por ver quién estaría muerto en vida, y quién moriría.
—Sí, lo sabemos —confirmó Eda, soltándolo y viendo como volteaba a mirarla. Tomo con ambas manos la del pelinegro, que estaba helada.
—Empiezo a creer que no —comentó al ver como Eda lo miraba atentamente, analizando cada detalle de su rostro como si fuera la última vez que podría hacerlo. Aunque quizás sí lo era.
—He querido, desde que conocí a la gente de este planeta, protegerlos sin importar el costo. Druig, nuestra misión es cuidar de ellos, mi propósito.
—Eda, tú eres mi propósito —anunció, acariciando con lentitud su mejilla—. Eres mi vida y mi única misión es asegurar que estés a salvo, sin importar qué tengo que sacrificar.
—Druig, no puedo dejarte —comunicó Eda, tomándolo de la mejilla también—. No lo haré.
—Si tú lo haces me matarás. Eda, si te pierdo me pierdo a mí, no lo soportaría.
—¿Y crees que yo sí lo soportaría? ¿Que quiero? Busco salvarte, guapo —comunicó, uniendo sus frentes y cerrando los ojos al sentir las lágrimas deslizarse por su rostro.
—No quiero, no quiero que me salves —dijo, limpiándole las lágrimas—. Quiero que tengas un futuro, aunque no sea a mi lado.
—Eso sería muy complicado —dijo Eda, sin apartarse, sintiendo la acelerada respiración de Druig y sus rápidos latidos.
Entonces lo vio, vio lo que ocurriría, vio el final que esa situación tendría, y sonrió, porque lo vio sonreír, aunque no fuera por ella, o con ella.
—Te amo, Druig.
—Yo también te amo, Eda.
Y con lágrimas nublando sus ojos, la Eterna lo derribó, barriendo sus piernas para hacerlo caer.
—No lo hagas —ordenó Druig cuando lo aprisionó al tomarlo por los hombros—. No me obligues.
—No me obligues tú —dijo al ser ahora la atrapada. Druig la mantenía bajo su cuerpo, intentando más que nunca lograr controlar la poderosa mente de un Eterno, de su Eterna—. Detente, sólo pierdes tiempo.
—Lo estoy compartiendo contigo, no es tiempo perdido —dijo Druig cuando volvió a resultar en el piso.
Y Eda sintió tanto tener que dejarlo, saber que no volvería a escuchar comentarios de ese tipo salir de sus labios. Seguía sintiendo las lágrimas saladas llegar a sus labios, y caer, pero igual lo hizo. Con los ojos nublados y la mente llena de recuerdos, y no solo recuerdos con él, le dio un golpe en el pecho y golpeó su cabeza contra el suelo para distraerlo el mayor tiempo posible.
Eda se puso totalmente de pie y corrió los pocos metros que le faltaban para poder saltar, pero sin esperarlo, alguien la tomó del antebrazo, evitando su caída.
—No te atrevas —advirtió Druig, tomándola con todas sus fuerzas—. Espera.
—El coqueto, pero discreto, controlador de mentes —rememoró Eda con una pequeña sonrisa, aferrándose al brazo de Druig por unos segundos—. Mi adorado amante.
—Déjame subirte —pidió, intentando jalar de ella para que estuviera a salvo.
—Déjame ir —pidió a la vez, soltándose y dejándole a Druig aún más difícil la tarea de no soltar a la mujer de su vida—. Y diles, recuerda, que he pensando en ustedes hasta mi última sonrisa.
—No, no me hagas esto —rogó, sintiendo su brazo doler por el esfuerzo que hacía—. Por favor.
Eda, con una triste sonrisa en el rostro, se impulsó en la pared rocosa con las piernas para lograr zafarse del agarre de Druig, cayendo y escuchando como último sonido el grito desgarrador del pelinegro, que logró destruir su corazón y convertirlo en pedazos.
Él miró cada segundo de la caída de Eda, considerando la opción de irse con ella, odiando saber que no debía ser así, pues solo la decepcionaría si hiciera eso, ya que ella lo hacía por él, por mantenerlo con vida. Por amor.
—¡EDA! —le gritó al reaccionar una vez más, al ver su imagen muerta y rodeada de sangre. Le dolió tanto, tanto que quiso quitarse el corazón para dejar de sentir.
No entendió que pasó luego, sólo supo estar sentado en un lago con un objeto en la palma de su mano. Al verlo, no pudo hacer más que odiarlo, querer triturarlo en un intento de que regresaran a su Eda. Se permitió llorar, sintiéndose incompleto al solamente poder recordarla en ese desolado y solitario lugar. Pensó en lo que la vidente diría del espacio en el que estaba, que era muy bello y que hasta podrían tomarse una foto si hubiera traído una cámara. Golpeó el suelo con sus puños al buscarla y no verla a sonreír.
Eda estaba muerta y jamás lograría recuperarla, algo que lo destruyó por completo.
La llamó fuertemente, intentando quitarse de encima el gran peso que oprimía su corazón—. Vuelve por favor... Por favor.
⚔️🥀⚔️
—No —negó, sintiendo que su mundo se pausaba y el aire le faltaba horriblemente—. Ella no puede estar muerta. ¡No! —siguió a toda prisa, sin poder siquiera concebir la idea. Lo que Druig le decía no podía ser verdad, no quería que fuera verdad.
—Lo siento, Thena —pidió él sin poder mirarla, queriendo regresar a su habitación y nunca más salir de ahí. Sí, quizás porque así se aislaba del mundo, pero también porque estando ahí podía sentir a su amada un poco más cerca, podía sentirla a su lado, pese a que estaba muerta.
—¡¿Por qué no la detuviste?! —cuestionó luego de unos segundos de silencio en los que su mente no paró de pensar en todos los escenarios posibles, en Eda muerta al final de casi todos—. ¡¿POR QUÉ?!
—¡No...! me lo permitió —respondió, sintiéndose inútil al recordar lo que había pasado hace un par de días—. Lo intenté...
—Druig, está bien —consoló Ajak al ver como lágrimas de frustración volvían a visitar al Eterno.
—No lo está —dijo, robándole las palabras a todos sus compañeros.
Todos estaban ahí, todos los Eternos, los diez, recibiendo y acatando el mensaje de Druig, que pedía urgentemente verlos. Estaban en el Amazonas.
Desilusionados, mal, enojados con si mismos por no poder ver a Eda junto a ellos en aquella reunión tan espontánea, por no poder escuchar sus comentarios que siempre intentaban romper el hielo para que todos estuvieran más cómodos, bien.
Afectados y consternados, queriendo creer todavía que todo era una mala broma, queriendo engañarse, porque Eda estaba muerta y no había manera de cambiarlo, era lo que era e iban a tener que aceptarlo. Thena tenía.
—Está viva —dijo ella de repente, haciendo que Druig se sintiera peor, creía que todo era su culpa, que el sufrimiento que sus compañeros experimentaban era totalmente su culpa—. O lo estará, podemos regresar en el tiempo como lo hicieron esos héroes. Evitaremos su muerte, y estará con nosotros. Podemos, ¿no es así, Ajak?
La mencionada no dijo nada, dándole una forzada sonrisa de boca cerrada, sin poder negarle la posibilidad.
—Thena —llamó Ikaris, expresándose por primera vez luego de la noticia que lo había dejado absolutamente callado, perplejo y lastimado—. Ella está muerta, ¿entiendes...? Y no hay manera de revertirlo. Mi mejor amiga, Eda, está muer... —su voz se quebró, vio doble a causa de las lágrimas que sus ojos acogían y se negaban a soltar para no mostrarse débil—. Está muerta —dijo con más firmeza.
Thena entonces se quedó nuevamente callada, y se acercó, lentamente, intentando no caer al sentirse tan débil y pérdida. Ikaris creyó que lo golpearía, por lo que estuvo alerta, pero lo que ocurrió fue algo totalmente distinto.
—Tiene que haber una manera, porque no puedo vivir si ella no lo está... —anunció, limpiando bruscamente sus lágrimas, en vano, pues estas nuevamente llegaron—. No soy capaz, Ikaris.
Y se acercó más a él para recibir alguna acción reconfortante, un abrazo que se le brindó.
Thena lloró, pues empezó a asumir que no volvería a ver a su Eda nunca más. Le quedó claro que a la única mujer que había amado más que nada, que siempre había buscado proteger y querer, se le había sido cruelmente arrebatada por toda la eternidad, que si antes ya no la tenía entre sus brazos, ahora no la tendría que ver en brazos de otros nunca más, pero eso le dolió, porque a ella no le importaba la infelicidad que podía sentir por verla junto a otras personas, sino la felicidad de Eda gracias a esas "otras" personas. La alegría de la castaña la alegraba, y ahora que no estaba, se sentía muerta.
—Eso es, en resumen todo —comunicó Druig con voz neutra, con la mirada desorientada y el rostro pálido—. Y otra vez, lo siento mucho.
Y huyó de ahí. Makkari dio unos pasos hacia él cuando lo vio moverse, pero fue detenida al querer seguirlo por el mismo ojiazul.
—Voy yo —le dijo Thena, recibiendo su dudoso asentimiento.
Makkari creía que ella no estaba en condiciones para consolar a Druig, pero también recordó que ambos podían sentir algo parecido, y que ese sentir podía ayudarlos a consolarse mutuamente, eso espero ya que el dolor que ambos sentían también le causaba pena a ella, añadiéndole más pesar y tristeza a su pila de sentimientos.
—Creo que fue un error venir —le confesó Thena a Druig, al encontrarlo a las orillas del mar—. ¿Sabes...? Yo jamás esperé esto. Esperé hasta una boda, pero no esto.
—Si fuera una boda no te hubiéramos invitado —dijo con sinceridad, haciendo que ella pensará en que eso sería lo más probable—. Aunque Eda... —decir el nombre de su ex pareja le dolía, le quemaba desde el interior, dejándolo con un gran vacío—, a ella le hubiera gustado decirte... Te amaba mucho.
Thena volvió a llorar, a soltar lágrimas. Druig solamente la vio parada detrás de él, abrazándose a si misma al sentirse tan vulnerable y desprotegida. Pero no lloró como lo hacía ella, por una variedad de razones que en ese momento a él no le importaba explicar. Se le podía considerar cruel por no soltar ni una lágrima ante la idea de que su compañera de vida se había ido a un viaje sin retorno, ese que muchos llamaban muerte.
—¿Ella qué te dijo? —le cuestionó Thena al notar que la miraba en absoluto silencio—. Antes de, morir.
—Que había pensando en ustedes hasta su última sonrisa —dijo, recordando el dolor y apartando la mirada.
—Lo siento.
Las palabras de Thena sorprendieron a Druig. ¿Por qué lo sentía ella, si yo la había matado?, se cuestionaba.
—La maté, Thena —aseguró de repente, con la voz un tanto alterada y lágrimas llegando lentamente a sus tristes ojos azules—. Yo la maté —repitió, levantándose y teniendo intención de irse.
—No fue así como lo contaste —dijo, apareciendo un arma y apuntándole con esta en la espada, haciendo que sintiera su filosa punta para que así se detuviera—. Y a menos de que hayas mentido, algo que no creo posible, no la mataste.
—Ella no está aquí —dijo, sin voltear, considerando la idea de que Thena lo matará para dejar de sufrir.
—Ella quiso ser la maldita protectora que siempre había sido —comentó, recordando las tantas veces que Eda le había repetido lo importante que era para ella cuidar de quienes amaba, sin importar cómo—, y no puedes culparte por no haberla detenido, porque, la conocíamos, Druig, nada la hubiera detenido.
—¡La vi morir! —gritó, dando vuelta. Thena vio las lágrimas en sus mejillas, la desesperación en sus ojos—. Y no pude hacer nada.
—Sé que te duele —habló, desapareciendo su arma—. Me duele también. Y no sé de dónde, estoy sacando las fuerzas para hacerte sentir bien, pero lo intento, por ella, por lo que fue, por su propósito, por todo lo que ella significaba para mí.
—Yo no soy capaz de eso —dijo inmediatamente—. No soy igual de fuerte para lograr continuar, o siquiera aceptar que no la veré nunca más al despertar.
Y eso, no aceptar la realidad, lo estaba consumiendo. No dormir, comer, o sonreír, lo apagaba lenta y dolorosamente, y lo peor era que no sabía como dispersar la densa neblina que lo rodeaba, como hacer que el sol regresara y las estrellas alumbrarán su camino.
—Pues tienes qué, o sólo vas a decepcionarla —dijo Thena con más dureza, dando unos pasos hacia él—. Y no quieres decepcionarla.
Druig miró sus iris azules, que en ese instante estaban mayormente rojos, y se vio en ellos, vio su reflejo demacrado y sin vida. Y lo odió, porque supo que Eda no hubiera querido eso, que Eda hubiera sido la primera en odiar ello, así que asintió, confirmando lo dicho por Thena.
Se abrazaron, necesitándose entre sí al ya no tenerla a ella.
Continuar sería difícil para ambos, pero iban a intentarlo, por todos los Celestiales que lo intentarían. Buscarían consuelo al mirar al cielo por las noches y creer a Eda una estrella, sonriéndole para darle a conocer que su sacrificio no había sido un error, que si bien les había prácticamente matado, habían podido salir adelante, por ella.
AUTHOR'S NOTE 🎠:
Sinceramente no creo que los Eternos tengan un alma, pero la idea vino a mi mente y no pude evitar tomarla, así que -manos de jazz- espero el capítulo les haya agrado y hecho sufrir, jeje.
Es un pequeño regalo por los 10K. Muchas, muchas, gracias por el apoyo, los votos y comentarios. Me suben el ánimo increíblemente. 💖
¡Hasta la próxima!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro