08 ⇉ during; part two
ੈ✩‧₊ 08 — durante; parte dos ₊‧✩ੈ
Eda se fue sin mirar atrás, dejando al hombre que había querido por tanto tiempo en manos de Phastos, sin darle al menos una ojeada, pues el enojo la controlaba, y con razón. Ikaris había asesinado a dos de sus personas más importantes, lastimado, algo que no creía poder olvidar.
—¿Thena...? —preguntó, entrando a la oscura cueva—. ¡Thena! —gritó al ver como el Desviante la sostenía, absorbiendo su esencia.
Todo lo demás dejó de importarle, sólo se enfocó en Thena, la mujer que por tanto tiempo había amado, y amaba. Sus memorias juntas llegaron como un destructor meteorito a la estrepitosa tierra de su mente.
La primera vez que se habían visto, ambas tan espléndidas a los ojos de la otra.
Thena declarándole sus sentimientos, haciendo que se sintiera volando entre nubes.
Cuando se declararon amor eterno entre besos y delicadas, pero intensas caricias.
El momento en el que se separaron, rompiéndose la una a la otra, haciendo que cayeran sin paracaídas del sueño en el que volaban.
Y cuando se volvieron a ver, la sorpresa de Eda y los nervios de Thena. En ese instante, la castaña se había sentido tan confundida, pero, oh, agradecía tanto haberla vuelto a ver.
Con todo eso en la mente, corría rápidamente hasta ellos, sintiendo el latido de su corazón demasiado fuerte. La preocupación había llegado, haciendo que pensará en lo peor, que su pecho se oprimiera y el aire saliera de su cuerpo. La imagen de Thena muerta era lo necesario para matarla por completo, la simple idea la carcomía, no podía permitirlo. Eda no volvería a permitirse perder a alguien amado.
Su grito desesperado había hecho reaccionar a Thena, pues mientras Eda cortaba la cabeza del Desviantes, ella le hacía largos cortes en todo el cuerpo con dos de sus espadas. Las ataduras que el Desviante había creado, habían sido cortadas, y él había sido vencido, desmoronándose al segundo y dejando caer a Thena.
—T —la llamó Eda, arrodillándose frente a ella. Tomó de su rostro con delicadeza, quería confirmar que lo que ocurría era cierto, que su amada Thena estaba bien, y que no la había perdido también—, estás bien —dijo uniendo sus frentes mientras soltaba unas cuantas lágrimas.
Se sentía tan dichosa por tenerla ahí, junto a ella y a salvo. Feliz por saber que los recuerdos no eran lo único que tendría de Thena, pues ella estaba viva y podrían crear más, podrían compartir más sonrisas, risas, llantos, abrazos, caricias y buenos momentos.
—No se me olvida —masculló Thena al reaccionar, uniéndolas en un abrazo. Hundió su nariz en el cabello de la castaña, oliendo aquel aroma que siempre podía tener a su lado cuando aún eran pareja, recordando.
Eda se unió a Thena lo más que pudo, teniendo miedo de que en cualquier momento volviera a irse, dejándola rota sin lugar a cualquier tipo de pegamento que intentará unirla una vez más.
—Te amo —le recordó, tomando sus hombros para poder mirarla bien.
—También te amo —correspondió Thena, colocando los mechones rebeldes de Eda detrás de sus orejas, haciéndola vibrar con su simple toque—, y más de lo que puedes llegar a creer.
Sus rostros lentamente se iban acercando, sin prisas, olvidando que afuera de la fortaleza de amor que habían creado, se vivía una guerra. Sus narices rozaron, al igual que sus labios, pero no fueron capaces, Eda no lo fue. Amaba a Thena, pero adoraba de igual manera a Druig, y aunque a él se le creía muerto, los sentimientos no se habían ido, seguían intactos, sintiéndose ahora tan dolorosos para Eda.
—Está bien —le aseguró Thena mientras acariciaba su mejilla, haciendo que intentará refugiarse en la palma de su mano.
El momento se vio interrumpido por el fuerte sonido de las olas chocando contra la orilla. Ambas miraron la salida. Thena fue la primera en levantarse, ofreciéndole su mano. Eda la aceptó y ambas salieron a ver lo que ocurría con las manos unidas.
—¿Por qué Sersi aún no inicia? —preguntó al ver la cabeza de Tiamut emerger del mar—. ¿Ocurrirá algo malo?
—Podemos ver el rostro de un Celestial, creo que sí —contestó Thena cuando empezaron a caminar hasta Phastos e Ikaris.
A los segundos, vieron como el más alto se soltaba de su prisión, causando una leve explosión.
—Oh, no —murmuró Eda cuando Ikaris fue con dirección a Sersi—. Debo ir.
—Prométeme que vas a cuidarte —pidió Thena sin soltar su mano. Al asentimiento de Eda con la cabeza, no controló sus impulsos y le dio un beso, lento, pero no pasional, más bien con miedo de que ese pudiera ser el último.
La vidente, un poco perpleja por el acto, se fue, convirtiéndose en una versión femenina de Ikaris, teniendo sus rasgos y poderes, pero no sus convicciones.
Al llegar, lo vio frente a Sersi. Quiso ir lo más rápido posible hasta ellos, pero se detuvo al ver que Ikaris no hacía nada, y que Sersi cerraba los ojos, confiando en que estaría a salvo, y así fue.
Ikaris la había amado desde el momento en el que la había visto, y era incapaz de lastimarla, no a ella, no a quien había jurado cuidar al momento de su boda. Eda entendió entonces que su ex amigo no podría matar a la Suprema Eterna por el simple hecho de sentir. Dio media vuelta, alejándose de ahí. Antes de lograr hacerlo, fue levitada, perdiendo el conocimiento.
La Uni-Mente volvía a activarse, dándole el poder necesario a Sersi para congelar en su totalidad a Tiamut, matándolo.
Cuando ello fue terminado, todos los demás fueron regresados al suelo con lentitud. Al abrir los ojos, Eda pudo ver a Sersi acercarse a Ikaris, por lo que decidió irse de una buena vez, con una pequeña sonrisa. Lo que no esperó fue lo que ocurrió segundos después, Ikaris abandonaba la Tierra, y menos esperó ser tan impulsiva como para seguirlo.
—¡Ikaris...! —llamó, haciendo que se detuviera—. No puedes solamente huir.
—Pedirme que no me vaya, luego de haberme deseado ser olvidado, parece hipocresía —comentó él, volteando su cuerpo para verla.
—No te lo estoy pidiendo, sólo te aconsejo —rectificó, acercándose un poco—. Afronta con la cara en alto todo lo que causaste.
—No soy capaz, Eda —informó sin poder mirarla. Se sentía tan avergonzado y culpable—. Perdóname, por todo el daño que te hice.
Ella no supo como sentirse ante sus palabras. ¿Ello cambiaba su odio? Aunque en realidad, ¿había podido llegar a odiarlo?
Ambos pares de ojos comenzaron a indicar que las ganas de llorar habían llegado, y todo a causa de recordar el pasado, comparándolo con el cruel presente. Ambos habían pasado tanto que casi parecía irreal el haberse peleado de forma tan dura.
Eda recordó los momentos buenos, queriendo perdonarlo, pero justo al abrir la boca los recuerdos de la muerte Druig le explotan en la cara, doliéndole. —No puedo perdonarte... —anunció con voz triste y lenta, causando el asentimiento de Ikaris. Este se acercó un poco al ver que no se movería—. Pero no es cierto, lo que te dije antes... yo voy recordarte.
—Te quiero, Eda —murmuró Ikaris tomándola de la mano, y dejando algo en ella al soltarla—. Espero seas muy feliz.
La Eterna sólo pudo mantenerse ahí, en medio del espacio, viendo como él iba hacia el sol sin poder enfrentar las consecuencias de sus errores y dar la cara, creyendo que la muerte es la mejor solución. Soltó un par de sollozos al ya no verlo más. Había respetado su decisión, no había ido por él para llevárselo a la Tierra, ya que los errores que se cometen deben ser pagados de una manera u otra, siempre.
Se obligó a calmarse y dejar de lamentarse, volvió a la Tierra.
Todo había acabado, el Surgimiento, al igual que algunas relaciones. Eda lo tuvo presente entonces, sacrificar a sus personas valiosas volvería a ser parte de su día a día, pero no podía quejarse, era una Eterna. Y esa era su misión; proteger sin importarle el precio que había que pagar. Sin importarle perder a la familia que juró proteger, amigos con convicciones complicadas, y amantes de ojos azules.
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