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04 ⇉ children

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—No creo que le agrade mucho que vayamos a visitarlo —comenté mientras revisaba los cajones de mi armario, en búsqueda de algo para ponerme.

La mayor parte de la cabaña que compartía con Druig estaba destruida, aunque, por suerte, nuestra ropa no se había visto afectada. No quería andar desnuda, o sucia, por ahí.

—Si vas a decirle todo lo que vinieron a decirnos, estoy de acuerdo —opinó Druig parado en la puerta. No se había movido de ahí desde que habíamos decidido ir a nuestra destruida casa.

Ya habíamos dejado ir a absolutamente todos los humanos que habían conformado nuestra comunidad por muchos años, aunque eso nos causará nostalgia y pena.

—¿Tú has hablado con Phastos? No he sabido de él y su familia desde que nos encontramos a Ben en el supermercado.

—Quizás ya no quiere saber más de nosotros.

Suspiré, dejando la ropa tranquila para ir por mi pareja.

—¿Qué ocurre? —pregunté tomando su cuello con ambas manos, pero sin ejercer presión.

—Nada —contestó en un murmullo.

—Druig, si se trata de Thena y lo que viste allá, no es lo que parece.

—Que uses esa frase me hace sentir más desconfiado.

—T está mal, acaba de perder a Gilgamesh, la única persona que estuvo junto a ella por mucho tiempo, es como si yo muriera y Makkari vendría a consolarte.

—Por favor no pongas tu muerte como ejemplo —pidió tomando mis manos con la intención de inmovilizarlas—. E igual, Makkari y yo nunca fuimos pareja, en cambio ustedes...

—Te lo dije la primera vez que llegué, desde que Thena evitó mi muerte, nuestra relación amoroso acabó.

—Dijiste que la amabas aún.

—Eso pasó hace mucho tiempo, tú y yo sólo éramos amigos en ese entonces, pero ahora es distinto. Druig, tú eres mi pareja —le recordé empezando a acariciar sus mejillas con mis pulgares—, ahora es contigo con quien imagino una vida —dudé mucho al momento de elegir mis palabras, pero al final sólo me basto con ver una pequeña sonrisa emerger de su rostro para saber qué hacer—. Nos veo en un futuro teniendo muchos, muchos... gatitos. —Reí al ver como su cara caía en el abismo de la desilusión.

—No es como si me gustará n, ¿pero no preferirías cambiar los gatos por esos seres pequeñitos, tiernos y llorones?

Supe que se refería a los bebés, por lo que pensé en su pregunta de manera seria. No veía niños en nuestro futuro. Los pequeños me caían bien, el hijo de Phastos, mi casi-ahijado, era muy lindo, pero no me imaginaba siendo madre, no podría, y no porque no me sintiera capaz, sino porque en algún momento tendría que verlos morir, y eso me destruiria por completo.

—Prefiero... perros.

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Sersi, Ikaris y yo llegamos a la casa de nuestro querido amigo Phastos que, de seguro, nos odiaría por ir a verlo.

Vi como Ben y Jack jugaban fútbol americano. El más pequeño pedía que lo observarán al hacer su tiro, reclamándole a su padre cuando lo hizo.

—Pero yo sí te veo, lindo Jack —dije acercándome a los humanos más que mis dos acompañantes.

Él rápidamente corrió hacia mí dirección. Lo cargué, dándole unas cuentas vueltas antes de regresarlo al piso. Por suerte me había decido por unos jeans azules y suéter negro, produciéndome más comodidad y movilidad.

—Tía Eda, te ves muy bien —me halagó con una sonrisa de oreja a oreja—. Druig no te merece, no, no.

Reí ante su actitud, dejando un beso en su frente.

—Eda, que bueno es verte —dijo Ben antes de fundirnos en un corto abrazo. Nos separamos e inmediatamente miró a los otros Eternos, confundido—. ¿Los podemos ayudar?

Fue ahí que Phastos intercedió, alejándome de su marido al llevarme del brazo junto a los demás.

—Son amigos míos —le dijo a Ben dejándome al lado izquierdo de Ikaris. Supe que Ben no era tonto, y no se creía nada—, de la escuela. Ya conoces a Eda, obviamente, y esta es, es Sylvia —dijo mientras nos señalaba—, y él es... Isaac. Es Isaac.

—Buen nombre —molesté a Ikaris sin voltear a verlo.

—Papá, es Superman —aseguró el pequeño llegando junto a Phastos y señalando a Ikaris. Para ese momento ya estaba intentando con todas mis fuerzas no reírme—, que el es Superman.

—Isaac, ¿tú eres Superman? —le pregunté fingiendo incredulidad, él casi me mata con la mirada—. Jack, no te confíes. Isaac ni se parece a Superman, te lo aseguro.

Él siguió insistiendo en que Ikaris era aquel superheroe de capa roja y nombre tonto. —Sí es Superman, lo vi en la televisión, estuvo en Londres, peleando con un, monstruo. Y tú, tú usabas una capa, y tus ojos disparaban rayos láser.

—Nunca he usado capa —informó Ikaris de inmediato, al parecer ese era el detalle que más le molestaba. Sersi y yo luchábamos por mantener la seriedad.

—Ah, mejor —dijo Jack antes de ser interrumpido por su padre, que nos invitó a pasar.

—¿Te digo Clark? ¿Ese es tu nombre ahora? —cuestionó Phastos al ver a Ikaris pasar—. Porque no sé...

—Dejémoslo así —respondió Isaac, digo, Ikaris, yendo a la casa.

—Amo a tu familia —le informé al inventor con una gran sonrisa, él asintió, acompañándome adentro.

Luego la situación se volvió más seria. Ya le habíamos contado todo a Phastos, pero antes de poder escuchar su opinión, Jack llegó, pidiéndole a su padre que le acompañará a lavarse los dientes. Dijo que también estaba invitada, por lo que no pude evitar acompañarlos.

—Eres un maestro en esto de cepillarse los dientes, Jack —le aseguré viendo como movía la mano que sostenía su cepillo en círculos gracias a las indicaciones de Phastos—. Círculos, círculos, círculos.

Me gané unas cuantas risas de su parte, sintiéndome satisfecha. Agradecía mucho haber seguido el consejo de Ajak con respecto a mantener la comunicación con Phastos. Había visto crecer al niño, me había enterado de los sucesos importantes de su vida. Si bien sólo había logrado ser madrina en la boda de Phastos, y no madrina de Jack, era muy unida a él, y lo quería mucho.

Volteé un segundo la cabeza, notando que dos chismosos asomaban la mitad de su cuerpo para poder ver lo que hacíamos. Cuando Phastos notó ello, se esfumaron.

—¿Te encargas? —me pidió.

—Por supuesto.

Y se fue, no sin antes despeinar el cabello de su hijo.

—Mmm, a ver esos dientes —dije al ver como Jack terminaba de arrojar el agua que había usado para enjuagarse la boca, al lavabo—. Necesito que me enseñes a lavarme los dientes, eh, los tuyos brillan y todo.

Le pasé una toalla para que pudiera secarse la parte inferior del rostro, viendo como no paraba de mostrarme su sonrisa.

—Muy bien, vamos —tomé su mano y lo dirigí hasta la puerta, notando que Ben había estado escuchando todo. Ambos llevamos a Jack a su habitación, y que bueno, pues cuando ambos ya estuvieron dentro, vi como un rayo de energía cruzaba la sala de Phastos—. Ya regreso...

Fui hasta la sala, dispuesta a golpear, si era necesario, al culpable.

—¿Qué demonios te pasa? —intenté no alzar la voz para no asustar al niño que estaba a unos metros de la sala.

—¡Mi hijo está al fondo del pasillo! —reclamó Phastos también.

—Creo que alguien sí ha estado usando sus poderes —fruncí el ceño, sin creérmelo—. La perfecta casa de seguridad, ¿verdad? ¿De qué está hecha la mesa? ¿De Vibranium?

Phastos negó en un grito, intentando detenerlo, pero fue muy tarde, Ikaris ya había destruido la mesa, causando que todo lo que había en ella cayera y causará más ruido.

—Ya tengo mi repuesta. No te volviste idiota, o te hiciste idiota, Arishem ya te creó como un idiota —anuncié yendo hacia él con enfado, viendo su cara de perplejidad—. Escúchame, Ikaris, mi casi ahijado está en su habitación, muy tranquilo con la idea de que Superman no es un idiota que intenta romper una ventana con sus ojos, o destruir una mesa con su puño, así que cálmate y compórtate como un buen Superman, ¿me entendiste?

Él alzó sus brazos en rendición, escuchando a Phastos preguntarle a Sersi cómo lo había aguantado, siendo tan bruto, por más de cinco mil años.

—Si te quedas aquí invitarás a los Desviantes a cenar —avisó Ikaris dejando caer sus brazos. Noté que Ben llegaba—. No llegarás ni al fin del mundo.

—Sí, tiene un punto —dijo Sersi, y odié estar de acuerdo con ella, porque sí, la copia barata de Superman tenía razón.

—No, no pueden llegar a interrumpir mi vida y pedirme que los acompañe. No lo voy a hacer.

Lo pude entender, pues Druig y yo habíamos tenido que tomar la misma decisión. Tuvimos que dejar lo que habíamos logrado construir por un bien mayor, aunque fuera difícil.

La negación de Phastos se vio interrumpida por Ben, que dijo: —Ve, habibi.

Phastos y él empezaron a discutir sobre el tema. Al final Ben pudo convencer a nuestro compañero, pero no supe si era algo bueno o malo, puesto que jamás me perdonaría la muerte de Phastos por acompañarnos.

Luego de despedidas y un beso demasiado tierno que ambos compartieron, nos fuimos. Mientras caminábamos por la pista, tomé del brazo a Phastos, dejando caer mi cabeza en su hombro.

—Verlos a todos nuevamente será mi peor castigo —comunicó, fingiendo enojo—, que todos los dioses existentes nos ayuden.

Sonreí, sabiendo que mentía. Él, como los demás, también estaba feliz de saber que volvería a reunirse con su disfuncional familia.

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