01 ⇉ chocolate
ੈ✩‧₊ 01 — chocolate ₊‧✩ੈ
2023, Amazonas
—Druig, Druig —lo llamaba. Estaba parada a un costado de la cama en la que él estaba acostado, causándole cosquillas en la nariz con una pluma—. ¡Druig, despierta! —tuve que recurrir a los gritos al no ver avances en mi tarea.
—¿Qué demonios...? —preguntó abriendo los ojos apenas—. ¿Qué pasa, Eda?
Decidir entre mentir o decir la verdad, era difícil, aunque no cuando una de los dos opciones podía solucionar tus problemas, ¿verdad?
—Estoy embarazada —engañé fingiendo arrepentimiento.
Druig se despertó al instante, tomando mi rostro entre sus manos.
—No te voy a dejar, ¿está claro? Aunque lo que hicimos es una estupidez, no estás sola. Te lo juro.
Su reacción me causo mucha ternura, si bien la sorpresa que su rostro demostraba era grande, no había dudado al momento de jurarme su compañía. Como siempre.
Druig y yo llevábamos mucho tiempo viviendo en un pequeño prado que habíamos convertido en nuestro hogar.
—Hermoso Druig... —dije haciendo que él asintiera—, te mentí, sólo quería que me acompañaras a comprar chocolate.
—¡Pero, Eda! —me reprochó al instante, soltándome para luego darse la vuelta en la cama, dándome la espalda.
Me lancé en su encima, recibiendo más quejas. Al final Druig terminó acostado boca arriba, conmigo sobre él.
—Lo siento —murmuré luego de dejar un casto beso en sus labios.
—Bien —lo aceptó nada contento, apartando algunos de mis mechones castaños de su rostro—. Pero no iré a la ciudad, te aviso desde ya.
—Druig, no quiero ir sola.
—Entonces no vayas.
—Tampoco quiero esperar a que el árbol de cacao de frutos para hacer mi propio chocolate.
—Te saldría muy rico —me aseguró con una sonrisa que en ese instante, sólo me fastidiaba.
—Bien, iré sola, pero si muero, te juro que será tu... —él me interrumpió, alejando mi rostro con una de sus manos para luego tomar mi cintura y dejarme a un costado—. ¡Oye!, que poco delicado y romántico eres.
—¿Quieres ir por chocolate, no? Pues eso haremos.
No sabía si levantar quejas o dejar que se cambiará para poder irnos lo más rápido. Al final terminé eligiendo ambas. Pero antes de poder partir, el suelo empezó a moverse, haciendo que absolutamente todo empezará a sacudirse. Era un terremoto.
—Que no se asusten —le pedí a Druig señalando a los humanos que conformaban nuestra comunidad, mientras me aferraba a él para no caerme.
El terremoto fue intenso, causando que algunas de las casas se destruyeran. A los segundos, se calmó.
—¿Previste esto y no me dijiste? —me preguntó Druig luego de darle una ojeada a toda la aldea.
—Sabes que ya no utilizo mis poderes. Hace siglos.
—Bien —me creyó, tomándome de la mano—. ¿Entonces qué es lo que te preocupa?
—Me conoces muy bien... —dije, mirando nuestras manos unidas—. No utilizo mi poder de ver acontecimientos futuros, pero a veces él actúa solo.
—¿De qué hablas?
—Creo que... Algo malo está pasando, algo que nos incluye.
Nos quedamos en silencio por un rato, viendo como algunos humanos se abrazaban, aliviados de que todo estuviera nuevamente bien.
—¿Aún quieres ir por chocolate? —me preguntó en un murmullo.
—De seguro está en muy mal estado, vayamos a casa.
Entramos a nuestro hogar, que por suerte no se había destruido, viendo que algunas cosas se habían caído. Empezamos a acomodar. En todo el proceso, mi mente no dejó de jugarme en contra, siempre mostrándome fragmentos de situaciones que jamás había vivido, dándome a entender que sería lo que ocurriría pronto. Veía a todos mis compañeros Eternos juntos, bueno, casi a todos, veía también Desviantes, lo que más me confundió, pues se suponía que los habíamos extinto.
Mi poder no actuaba solo en mucho tiempo, mi cabeza descansaba y visiones ya no se aparecían por las noches. O al menos no hasta hace siete días.
—¡Eda! —me llamó mi acompañante, haciendo que me sobresaltara. Realmente parecía estar demasiado inmersa en mis pensamientos—. Por Arishem, ¿qué es lo que te ocurre?
—Nada —contesté de inmediato, mintiendo.
—Me has dicho "nada" más de cien veces, ¿realmente es nada?
—Sólo estoy, recordando...
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—Eda —me llamó Druig con suavidad.
—Dime —murmuré demasiado concentrada en ver la televisión.
Ambos estábamos acostados en la cama, pasando un rato tranquilo. Druig rodeaba mis hombros mientras que yo recostaba mi cabeza en su pecho.
—Tenemos visita —me informó, atento a mi reacción.
—Si es Makkari dile que entre.
—Son nuestros viejos compañeros —corrigió el pelinegro, y me tense todavía en sus brazos.
—Pues esto se pondrá interesante...
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