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Capítulo 7 ☾

Bryony

Sentía a Eamon cerca de nosotros, revolotear a nuestro alrededor mientras nos dirigíamos a mi casa, donde seguro mi madre estaba molesta, la conocía mejor que nadie y estaba más que segura que al dar el primer paso dentro me iba a empezar a regañar. No me importaba en ese momento, estaba demasiado molesta por todas las mentiras que me estaba diciendo y por todos los secretos que se estaba guardando para ella.

Caden iba a mi lado con las manos metidas en las bolsas de su sudadera. Se había duchado mientras yo me ponía mi ropa aunque él insistió en dejarme su camisa ya que por alguna extraña razón mi ropa estaba llena de tierra y algunas hojas pegadas a esta. Caden dijo que resbalé y por eso tenía la ropa sucia al igual que mis botines. Seguro bebí tanto que no recordaba mucho de aquella noche.

Que vergüenza que Caden me viera así de ebria, esperaba no haber dicho alguna bobada o hacer alguna tontería. No podía ser más estúpida.

—¿En qué tanto piensas? —parpadeé para enfocarme en él. Me miraba con curiosidad. Era alto, al menos un metro ochenta y me sacaba unos diez centímetros.

—No recuerdo mucho de anoche, solo tengo algunas imágenes en mi cabeza.

—Debe ser porque bebiste casi una botella de alcohol, no eres muy resistente, Bry —me gustaba como me decía Bry.

—Que pena —quería meter la cabeza en la tierra.

—No debes sentir vergüenza, todos hemos bebido demás y alguna que otra vez nos hemos olvidado de lo que hicimos.

—Tú te ves muy bien para haber bebido tanto —le entorné los ojos pero su respuesta fue rápida.

—Tuve que vomitar para sacar todo el alcohol.

Se escuchó tan convencido que me creí sus palabras, quizá con el paso de los días iba a recordar todo lo que hice.

—Dime que no hice nada vergonzoso.

—Para nada, te comportaste a la altura de la situación.

—Menos mal —suspiré ya un poco más aliviada.

Caminamos algunos minutos más hasta que llegamos a la puerta de mi casa, menos mal que mi madre no estaba en la puerta esperando alguna explicación del porqué no llegué a dormir, no era una costumbre mía no llegar a la casa, bueno, será porque no frecuentaba las fiestas que hacía Jareth. Jareth. Maldito imbécil. Y cuando no llegaba a dormir era porque me quedaba en la casa de Thea y no en la de un chico al cual acababa de conocer hace poco. Pero había una extraña familiaridad con Caden y no me daba miedo estar con él, al contrario, me hacía sentir segura y bien.

—Gracias por acompañarme —le dije subiendo los escalones que llevaban a la puerta. Me di la vuelta y él estaba sonriendo —. No era necesario.

—Sí lo era. Y no es nada, lo hago con gusto.

—¿Nos vemos mañana en la universidad? —asintió con la cabeza.

—Hasta mañana entonces —se acercó y sentí un nudo en el estómago cuando quedó a escasos centímetros de mí. No dejaba de mirarme a los ojos y sentía una extraña sensación recorrer mi piel. Sus labios se posaron en la piel de mi mejilla izquierda y tuve la necesidad de cerrar los ojos y embriagarme de su dulce colina. Al cerrar los ojos miles de imágenes llegaron a mí de golpe, fue como si por un momento todo lo que había olvidado estuviera regresando a mí de golpe. Había árboles frente a mí, sentía una energía oscura emanar de alguna parte de mí, gritos de dolor, gritos desgarradores, huesos rompiéndose.

Di un paso hacia atrás, me sentía mareada, la nariz me picaba, en el aire había un olor putrefacto. Quería vomitar.

—¿Estás bien? —Caden cogió mi mano y la otra la puso en mi espalda baja. Al verlo se notaba preocupado por mí.

—Sí, solo fue un mareo.

—Creo que debes descansar —asentí con la cabeza.

—Eso haré —sonrió y dejó un suave beso en mi frente. Se sintió tan bien la cercanía.

—Nos vemos mañana —dio un paso atrás y me dijo adiós con la mano, hice el mismo gesto y me di la vuelta para abrir la puerta. Cuando cerré dejé escapar todo el aire caliente que había estado reteniendo. Di un paso y ella salió de la sala con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido.

—Hasta que apareces —me miró de arriba abajo —. ¿Por qué vienes así de sucia? ¿Donde estuviste toda la noche? ¿Por qué no llegaste a dormir?

—Mamá son muchas preguntas —sentía que la cabeza me iba a explotar.

—Responde, Bryony —se acercó pero empecé a subir las escaleras.

—¿Quién es ese chico que te trajo?

—Mamá, basta —seguí subiendo y ella detrás de mí —. Tengo veinte años, mamá, ya no soy una niña.

—No importa cuantos años tengas, mientras vivas en esta casa vas a respetar las reglas. En ningún momento me dijiste que no ibas a llegar ¿Y por qué no respondes mis llamadas? —terminé de subir las escaleras, ella venía detrás de mí.

—Me quedé sin pila —ni quiera sabía si traía el móvil conmigo o lo había perdido.

—¡Bryony, responde a mis malditas preguntas! —me di la vuelta y empuñé mis manos. La furia empezó a crecer dentro de mí, eran como las ramas de un árbol que se van enredando en lo primero que tocan, pero estas eran más fuertes, llenas de maldad.

—¡Maldita sea! ¡No sé que es lo que quieres de mí! —abrió los ojos, nunca le había gritado de esta manera.

Vi sus intenciones antes de que diera el primer paso. No sé cómo es que me desplacé desde donde estaba hasta estar dentro de mi habitación, la puerta estaba abierta.

—¡Déjame en paz! —grité fuerte, desgarrando mi garganta, apretando mis puños con fuerza y cerrando la puerta de un solo movimiento. Sentí una ráfaga rodearme. De un momento al otro hacía frío.

—¡Abre esa puerta, Bryony! —empezó a aporrear la puerta. Desde donde estaba podía ver como el picaporte se movía. Abrí mis manos y me acerqué a la puerta, puse una mano en el picaporte, la puerta tenía seguro ya —. Bryony, abre.

Su voz se escuchaba serena, más tranquila.

—Vete mamá —apoye la frente en la madera y deje salir un suspiro.

—Hija, por favor.

—Tú tienes tus secretos, mamá, déjame tener los míos.

—No es eso...—Antes de que dijera nada la detuve.

—Por favor, tengo sueño y quiero descansar —por alguna extraña razón me sentía cansada, como si hubiera trabajado mucho, sentía los músculos adoloridos y una extraña sensación en el estómago que no me dejaba en paz.

El picaporte se dejó de mover y di un paso atrás, alejándome de la puerta.

—Está bien, Bry —pase mis manos por mis brazos al escucharla tan triste pero no abrí la puerta sino que me deshice de mi ropa y me metí al baño para darme una rica ducha que necesitaba con urgencia. Tenía los músculos de mis hombros tan rígidos y al sentir el agua caliente caer por mi piel cada rastro de molestia se fue.

El agua caliente seguía cayendo por mi piel desnuda, cerré los ojos y en ese momento todo vino a mí como una ola de emociones y culpa que me hizo caer de culo al suelo. En mi cabeza se empezó a reproducir una y otra vez ese maldito momento. Jareth estaba frente a mí, suplicando por su vida, me había enfrascado en una especie de burbuja que me mantenía protegida de todos los peligros que había afuera. Jareth gritaba mientras sus tímpanos se rompían y sus huesos crujían de dolor y yo lo disfrutaba, disfrutaba tanto verlo llorar y sangrar, pedir que parara.

—Bryony —Caden estaba frente a mí. Con esa dulce mirada, no me juzgaba, no me miraba raro como si yo no fuera un monstruo que estaba acabando con la vida de un hombre. Su boca se movía pero poco entendía aquellas palabras, estaba más concentrada en romper los huesos de Jareth que en lo que sea que Caden me estaba diciendo. Una ola de emociones negativas se apoderaron de mí y fue cuando explote. Todo ese poder tenía que salir de una u otra manera. Estrellaba el cuerpo de Jareth contra los árboles como sino fuera más que un muñeco de trapo. Me regocijé cuando los latidos de su corazón empezaron a bajar y este se empezó a apagar. Sentí su esencia perderse en la inmensa oscuridad que nos rodeaba y antes de que Caden me pudiera detener, Jareth ya había muerto.

Abrí los ojos de golpe, tenía las piernas abrazadas contra mi cuerpo desnudo y el agua seguía cayendo sobre este. Empecé a temblar y llorar al saber la barbaridad que había cometido. Era una asesina, un monstruo. Un ser horrible.

Caden

Miré mi móvil esperando alguna respuesta de su parte pero ni siquiera había leído mis mensajes, o es que quizá había perdido el móvil y ni cuenta nos dimos.

—Mierda —espeté bajando las escaleras. Camilla me interceptó antes de salir, tenía los brazos cruzados y su cara era de pocos amigos.

—¿Ahora que te pasa a ti? —levantó una ceja.

—Bryony —al decir su nombre esta rodó los ojos y bufó con hastío —. ¿Puedes disimular un poco que ella no te agrada?

—Te va a terminar haciendo daño, es demasiado inestable y sus poderes son tan...oscuros.

—¿Y eso a ti en qué te molesta? Si muero será decisión mía, Camille —quise pasar a su lado pero me cogió del brazo deteniendo mi andar.

—Es una chiquilla tonta, Caden. No sabe nada de esta maldita vida y lo mejor que puedes hacer por ti es alejarte de ella. Haz que te olvide que no se acuerde de tu mísera existencia —sus ojos estaban encendidos en furia.

—Deja de querer controlar lo que hago —me zafe de su agarre —. Que seas más vieja que yo no te da el derecho a tratarme como un estúpido —escupí —. No soy tan idiota, Camille, sé tomar mis propias decisiones y estar con ella es lo que más quiero ahora mismo.

No dejé que hablara porque me apresure a la puerta y abrí. Al salir y cerrar recibí un mensaje de Bryony.

"Te veo detrás de tu casa"

Solté un suspiro al ver su mensaje.

"Ya estoy aquí"

No lo pensé tanto y rodeé la propiedad para ir hacia donde ella. Se me hacía raro que no me haya avisado que iba a venir, mucho más que me citara detrás de la casa, pero tampoco le tomé mucha importancia y fui hacia ella. Su olor estaba tan metido en mi sistema que este por si solo me guio hasta donde se encontraba. Oteaba el lugar hasta que mis ojos dieron con su pequeña y delgada figura. Apoyaba la espalda contra un gran árbol y sus brazos estaban cruzados a la altura de sus senos.

—Bry —miré el lugar —. ¿Qué hacemos aquí?

—¿Cuándo me ibas a decir lo que hice anoche? ¿¡Por qué demonios quisiste borrar esos recuerdos?! —se apartó del árbol.

No me sorprendió que me dijera esto, lo que sí me sorprendió fue que recobrara sus recuerdos tan rápido. Solo había pasado un día.

—Déjame explicarte —quise acercarme a ella —. Todo tiene una explicación.

—Dime que demonios eres —levantó la mano derecha y con ello una fuerza desconocida se apoderó de mí. Crepitaba mis huesos y ardía como el mismo infierno. Era feroz, aterradora, poderosa y me estaba dejando sin poder respirar. Llevé mis manos a mi cuello a la vez que caía al suelo de rodillas.

—Bry —le supliqué con los ojos a nada de salirse de mis cuencas.

¿Cómo tenía tanta fuerza? Estaba de rodillas frente a ella, suplicando por mi vida.

—Te vi, tú hiciste algo en mi cabeza para que no recordara nada —seguía con la mano en alto, haciéndome daño —. Estabas ahí cuando maté a Jareth y no te pasó nada ¡Nada! —gritó tan fuerte que por un momento me sentí morir.

—¡Basta, basta! —se sentía cómo aquella noche, el dolor recorriendo mi cuerpo, me retorcía de dolor, era algo incomparable.

—¡Yo lo maté! Soy una asesina —mantenía mis manos a cada lado de mi cabeza, intentando frenar un poco el dolor que se instalaba en mi carne.

En un parpadeo todo se detuvo, fue una pausa que llegó a mí en el momento indicado, no sé cuánto más hubiera podido soportar si ella seguía haciéndome daño.

—Calma pequeña bruja —esa era Camille. Al incorporarme con las rodillas en el suelo la vi detrás de Bryony. Sostenía su cabeza con una mano mientras que con la otra apretaba su delgado cuello, la tenía de rodillas frente a ella —. Cálmate o no dudaré en romperte el cuello.

—Déjala —levanté la mano en su dirección. Miró en mi dirección con el ceño fruncido.

—¿Qué? —preguntó incrédula mientras sus dedos se apretaban más al delgado cuello de Bryony.

—Ella no tiene la culpa.

—¿Me estás jodiendo? —ladeó la cabeza. Estaba molesta.

—Déjala —repetí, esta vez ya me encontraba un poco mejor. Apoye las palmas de mis manos en mis piernas —. Déjala y vete.

—¡Casi te mata! —refutó.

—¡Pero no lo hizo! —le grité de vuelta —. Tengo que hablar con ella —levanté la cabeza y soltó el cuello de Bryony, esta pudo respirar con tranquilidad. Sus dedos dejaron de enroscarse en las hebras largas de sus cabellos y le dio un empujón.

—Puedes irte a la mierda —escupió mirando con desprecio a Bryony —. Pueden irse a la mierda los dos.

Desapareció entre la oscuridad dejando a su paso solo una corriente de aire helado.

Miré a Bry, se hizo pequeña en su lugar y empezó a llorar llevandose ambas manos al rostro intentando ocultar el dolor que le estaba haciendo daño en este momento. No sabía cómo empezar o qué decirle para que no sintiera de esta manera. Yo me sentí así cuando cobré mi primera víctima. La culpa no te deja en paz.

—Bry —me quedé en mi lugar —. No fue tu culpa —hablé bajo —. Tú no quisiste hacerlo, no fue intencional.

—Una parte de mí quiso verlo muerto muchas veces —musitó llorando —. Pero no pensé que fuera capaz de hacerlo. Yo lo maté, Caden, con mis manos. Soy una asesina.

—No lo pudiste controlar. No tienes control sobre tus poderes.

—Esto no es normal —bajó sus manos dejándome ver su bonito rostro —. No sé que es esto —miraba sus manos como si estas fueran una aberración —. Soy un monstruo, Caden, un monstruo.

—No digas eso —me puse de pie y me arrodillé frente a ella —. No eres un monstruo, Bry, yo sí lo soy —tenía los ojos llorosos.

—¿Qué eres, Caden?

—Creo que sabes la respuesta —sus labios formaron una delgada línea —. No te haré daño, solo quiero ayudarte a entender esto. Quiero saber que está pasando contigo.

—¿Qué voy a hacer? Todos sabrán que yo fui quien mató a Jareth, la chica que estaba con él va a hablar y...

—Ella estaba inconsciente y Camille me ayudó a borrar su memoria, no recuerda nada sino ya hubiera hablado.

—¿Por qué me borraste la memoria?

—No quería que recordaras lo que hiciste. Yo sé lo que es matar a alguien y después la culpa no te deja en paz, ni un maldito día de tu jodida vida. Yo sé lo que es vivir en la oscuridad, yo sé lo que es tener las manos manchadas con sangre inocente y yo más que nadie te entiende en este momento. Por eso quiero ayudarte.

—¿Eres un...vampiro? —esto último lo dijo en su cabeza, ni siquiera se atrevía a decirlo en voz alta. Asentí con la cabeza —. ¿Cuántos años tienes?

—Cientos —arrugó la nariz —. ¿Algún problema?

—Eres mucho mayor que yo, Caden, mucho más mayor.

—Nunca he tenido ningún problema con salir con chicas de tu edad.

—Eres un idiota —sonrió. Se pasó los dedos debajo de sus ojos para quitar los restos de lágrimas —. ¿Tú sabes que soy?

—No tengo idea. Es algo raro.

—¿Raro? —levantó una ceja. No podía decirle todo de una vez, antes tenía que averiguar cosas porque yo estaba igual de confundido cómo ella.

—No había visto un caso como el tuyo.

—¿Eh? —sacudió la cabeza —. Lo siento pero me duele la cabeza y estoy cansada.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

Nos pusimos de pie, sacudió un poco su ropa.

—Por favor —cogí sus manos —. No sé que voy a hacer mañana que regresemos a la universidad.

—Nada, no harás nada. Vas a fingir que nada de esto pasó.

—No voy a poder con la culpa, Caden. Yo lo maté y quizá él se merecía un castigo pero no la muerte, no tenían que ser mis manos las que se mancharan de sangre. No así.

—No es tu culpa —repetí —. No tienes porque sentirte culpable.

—Pero lo maté.

—No lo podías controlar —dos lágrimas rodaron por sus mejillas pero las limpié con mis pulgares —. Después te vas a olvidar de esto y será solo un vago recuerdo.

—No sé si pueda —musitó.

—Eres muy fuerte, vas a poder con esto y más.

—Tú tienes mucha confianza en mí, más de la que tengo yo en mí misma —sonreí.

—Es inevitable —le di un toquecito en la nariz —. Vamos, te llevo a tu casa.

Asintió con la cabeza nada más.

—Supongo que Bastian y Camille son vampiros también —asentí con la cabeza —. Sino ya estuvieran muertos, ¿no?

—Que manera tan despectiva para decirme que soy un asesino.

—Lo siento —se encogió de hombros —. Es que yo...

—Es broma, Bry —sonrió un poco, apenada.

—Ahora sé porqué mi madre no me quiere decir nada acerca de mi padre —cambió de tema —. Siento que todo esto tiene que ver con él.

—¿No conoces a tu padre? —negó con la cabeza —. ¿Qué sabes de él?

—Solo sé su nombre, pero no su apellido.

—¿Y cuál es? —pregunté curioso.

—Divel.

—¿Divel? —ella asintió con la cabeza —. ¿Y nada más?

—Sí, no sé nada de él. Ella me oculta mucho.

—Quizá tiene motivos muy poderosos como para no decirte nada.

—Pero yo necesito saber, Caden. Tengo miedo de hacerle daño a ella, a Thea, a ti —bufó.

—A mí no me haces daño —me detuve, ella dio unos cuantos pasos pero al ver que no iba a su lado se detuvo y se giró a verme.

—Te he hecho daño hace rato —me quedé en mi lugar y fue ella la que se acercó —. No puedes decir que no te hago daño porque mientes —quedó frente a mí.

—Soy inmortal, Bry, de una u otra manera no puedo morir. Solo si...

—¿Solo si qué? —cogí su mano derecha y la puse a la altura de donde estaba mi corazón.

—Hay una daga dorada, solo la tiene quien me convirtió en esto. Si esa daga es clavada en mi corazón mi alma irá al infierno.

—¿Qué?

—Pero dudo mucho que ese malnacido aparezca por aquí. Hace siglos que dejé de verlo y no creo que tú me quieras ver muerto ¿O sí? —negó con la cabeza.

—Por ahora no.

—¿Por ahora?

—Es broma —me dio un golpe en el brazo.

Nos miramos a los ojos por algunos segundos antes de que hablara.

—¿Quieres que te lleve? —solté sus manos.

—¿Caminando?

—En mis brazos —me miró extrañada —. Anda, así llegamos más rápido a tu casa.

—No sé —parecía desconfiada.

—No te va a pasar nada, además me debes una ya que me reventaste los tímpanos.

—Lo siento —di un largo paso para quedar frente a ella, me agaché para levantarla en mis brazos y con los suyos rodeó mi cuello.

—Agárrate fuerte y cierra los ojos.

Corrí tan rápido como pude hacerlo, se aferró a mi cuello y atravesamos las calles en una ráfaga que no se podía ver a simple vista. Mantenía los ojos cerrados y sentía su corazón latir a toda velocidad. Me detuve justo bajo su ventana.

—Llegamos —abrió primero un ojo y al asegurarse que estábamos en su casa abrió el otro.

—¿Tan rápido?

—Servicio express —se quiso bajar pero no la deje —. El recorrido todavía no termina señorita Doomster.

—¿Qué quieres decir? —tomé impulso y salté justo a su ventana, pegó un chillido y se aferró más a mí. Deslicé la ventana y nos escabullimos dentro de su habitación sin hacer ruido. La dejé en el suelo y solo así pudo respirar tranquila.

—Es hora de que me vaya.

—Espera —me detuve antes de dar la vuelta —. Quédate conmigo —dijo apenada —. No sé si esta noche pueda dormir sabiendo lo que he hecho.

—¿Y si tu madre entra? —señalé la puerta.

—No lo hará, estamos enojadas. Por favor Caden —estiró su mano hacia mí y no dudé en cogerla.

No dije nada, solo la abracé a mi cuerpo y dormí a su lado para calmar las pesadillas que atormentan su pobre conciencia. Fue una noche dura para ella, la culpa se hacía presente a cada segundo y no se iba. Temía que se fuera a enfermar. Teníamos que descubrir todo de ella antes de que otra cosa peor pudiera pasar.

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