Capítulo 31 ☾
Bryony
Miré por última vez a Thea antes de salir de la habitación con Al y Aluca detrás de mí, pisándome los talones. Salimos de la casa sin hacer mucho ruido para no alertar a mi amiga o a sus padres. El frío de la noche me golpeó el rostro y tuve que abrazarme para calmar un poco el estremecimiento que me calaba los huesos.
Al cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido mientras su hermana me daba un empujón para avanzar hacia la calle donde un lujoso auto negro esperaba con las puertas traseras abiertas y las luces encendidas.
—Mueve tu delgaducho cuerpo, bruja —cogió mi brazo, enroscando sus dedos en mi delgado brazo y me llevó hacia el auto para hacerme entrar en la parte de atrás. Cuando estuve dentro del lujoso auto miré el interior y me centré en el conductor que mantenía la vista fija al frente.
Aluca se sentó a mi lado mientras que Al lo hizo en el asiento del copiloto, al cerrar la puerta el auto se puso en marcha.
—¿Con quien me llevan? —pregunté a quien sea que me quisiera responder —. Al menos necesito saber eso, ¿No?
—No —respondió Aluca. Al no decía nada solo miraba al frente al igual que el conductor a su lado —. No vas a saber nada hasta que estemos frente a esta persona.
No insistí más, mucho menos lo hice cuando miré a Aluca y me regreso la mirada con ganas de querer ahorcarme. El trayecto fue en silencio, un silencio sepulcral que me erizaba la piel. Solo escuchaba el sutil sonido del motor y miraba por la ventanilla intentando descifrar por donde estábamos, pero al ser de noche poco podía apreciar.
El auto se detuvo frente a un reja y esperamos por algunos segundos en los que esta se abría y entramos a una gran mansión, mucho más grande que donde vivía Caden y su familia. No me sorprendió ver una enorme piscina en uno de los costados. Cuando el auto se detuvo el chofer salió y me abrió la puerta, Aluca y Al salieron del otro lado. Le eché una mirada al chofer pero por más que hice memoria no logré reconocerlo, además de que parecía estar en algún tipo de trance ya que lucía algo demacrado. Quizá era algún demonio cómo los hermanos demonios.
—Vamos —Aluca me cogió del brazo de nuevo y me empujó dentro del enorme complejo de dos pisos de alto. Empujó la puerta y me sorprendió ver lo hermoso que era todo por dentro. Arriba de mi cabeza había una gran lámpara de telaraña que iluminaba todo el lobby, las escaleras eran anchas y llevaban al piso de arriba donde se veían algunas puertas de madera.
Me guio por un largo y ancho pasillo donde en las paredes había muchos cuadros tétricos y escalofriantes. Eran demonios, algunos de ellos eran tan explícitos que decidí mirar a otro lado y enfocarme en la hermosa alfombra bajo mis pies. Al final del pasillo había una puerta de madera, grande, con hermosos adornos alrededor. Nos detuvimos y Aluca empujó la puerta, al voltear, era Al quien estaba cerrando. Me giré de nuevo y me encontré con un enorme despacho. Todo aquí gritaba dinero, desde la alfombra hasta los cuadros en las paredes.
—Ya está aquí, padre —dijo Aluca, soltándome y dando un paso atrás.
¿Padre?
—Muy bien —aquella voz era demandante, fuerte y me estremeció de pies a cabeza, pero no de una manera agradable. Al contrario, sentí miedo y quería salir corriendo de este lugar.
Frente a mí había un sofá rojo de piel.
—Siéntate, por favor —indicó.
Sentí un tirón por parte de Aluca que me hizo sentarme en un sofá, ella se quedó detrás de pie, igual que Al.
—¿Quién eres y qué quieres? —le pregunté. No recibí respuesta alguna de su parte, pero el sofá empezó a girar y así desvelar la figura de esa imponente y tétrica voz.
Aquel hombre tenía el cabello negro, negro cómo el carbón. Una barba tupida cubría sus mejillas y alrededor de la boca. Cejas negras y espesas. Nariz delgada pero un poco alargada, labios delgados y unos orbes azules, estaban llenos de maldad, de perversión, podía ver el infierno en ellos.
—Tú debes ser el demonio que me engendró —sonrió de lado. Fue una sonrisa burlona. En la mano derecha sostenía un vaso con un liquido de color ámbar.
—Soy tu padre, cariño, tu padre —dijo serio.
—Tú no eres mi padre, solo pusiste el espermatozoide que originó mi existencia pero nada más —ladeó un poco la cabeza, apoyando su pierna derecha en la izquierda.
Sus movimientos eran elegantes, delicados y distinguidos.
—Soy tu padre, Bryony, lo soy y lo sabes.
—No —zanjé —. Nunca estuviste aquí para mí, no te conozco. No te mereces ser nombrado padre —escupí, molesta.
—Siempre he visto por ti, Bryony. Desde que naciste he velado por ti, mandé a alguien para cuidarte.
—Mi madre ha sabido hacer ese trabajo, pero gracias —me crucé de brazos mientras llevaba el vaso a sus labios sin dejar de mirarme.
—Me gusta tu sentido del humor —levantó un dedo y bebió de su vaso —. Que bueno que no saliste a tu madre, por cierto —hizo una pausa —. ¿Cómo está ella?
—Bien desde que la dejaste embarazada, lo demás no te importa.
—Bryony, quiero que entiendas que tener un hijo no era algo que quisiera en ese momento, soy un demonio ocupado y velar por la estabilidad de una criatura no era una prioridad para mí.
—Sino querías tener un hijo te hubieras cuidado y asunto arreglado. Pero por ser tú se te debe perdonar todo, hasta el hecho de dejar hijos regados por todo el mundo.
Esta conversación me estaba haciendo enojar a niveles insuperables.—
—Yo no tengo más hijos cómo tú, todos han sido creados con mis manos.
—Gracias entonces por decirme esto, pero no te quita la culpa de nada —espeté.
—Yo le dije a tu madre que viniera conmigo, que fuera mi reina en el infierno, pero ella se negó y yo no la iba a obligar a nada. Tenía que mantener mi lugar en el averno y tu madre me dejó libre, así que no me puedes culpar por querer mantener mi lugar al lado de mis hermanos y no quedarme a cuidar de un ser llorón y moja pañales.
—¡Y tú no la puedes culpar por no querer ir contigo al infierno! —me puse de pie y lo señalé con un dedo, pero Aluca me hizo regresar a mi lugar poniendo sus manos en mis hombros —. Nadie en su sano juicio querría ir al infierno, mucho menos para torturar almas y hacerles pagar sus pecados.
—Lo pudo hacer bien —escupió con el ceño serio —. Era la más poderosa de todas, le pude dar inmortalidad, el poder necesario para gobernar cómo una reina, pero no quiso.
Me crucé de brazos bufando.
—Pero ahora tú estás aquí —me señaló de arriba abajo —. Eres impresionante, tienes todos los poderes de un demonio y...—entornó los ojos, era como si estuviera viendo dentro de mí —. Puedes matar con tan solo un toque, puedes sanar y traer a la vida, puedes quemar cualquier cosa con tan solo un chasquido de dedos. Y no sé cómo es que mi padre te dio el poder de los arcángeles —se rio —. Ese viejo siempre jodiendo mis planes —aquello lo dijo más para él que para mí.
—¿Y qué quieres conmigo? ¿Qué pretendes que haga?
—Quiero que gobiernes conmigo los nueve círculos del infierno, contigo a mi lado tendremos más poder que mis hermanos y podremos...—lo detuve antes de que continuara con esto.
—No haré nada de lo que tú me pidas o me digas. No quiero gobernar el infierno, mucho menos contigo —se puso de pie dejando a un lado el vaso que sostenía en la mano. Me estremecí de miedo cuando se acercó para quedar detrás de mí, puso sus manos en mis hombros y les dio un apretón.
—No solo podremos gobernar el infierno, hija, los arcángeles estarán a nuestros pies también —escuché un chasquido en mi oreja derecha y frente a mí se desplegó una especie de espejismo. Era como una película que se reproducía en mis ojos.
Había arcángeles arrodillados frente a un enorme trono de color dorado, todos alabando y repitiendo las mismas palabras.
—Salve a nuestra única reina. Salve a la hija de Belial.
Yo estaba sentada en ese trono, con las manos a cada lado. Era una verdadera reina con esas ropas elegantes y hermosas que parecían ser hechas por los mismos dioses.
Yo era su reina, ellos me alababan a mí, solo a mí.
—¿Esa soy yo? —le pregunté.
—Sí, esa serás tú si decides unirte a mí. Te van a alabar cómo a Dios, serás su reina y se impondrán tus reglas, tendrán que obedecerte o morirán por desacato. Serás venerada tanto en el cielo cómo en el infierno, arcángeles y demonios a tus pies, bajo tu sujeción.
La oferta era tentadora, ¿No? Ser la reina del infierno y el cielo. Cualquiera hubiera aceptado.
—Hasta mi padre va a pasar a segundo lugar cuando decidas ascender. Tú pondrás tus mandamientos y obedecerán cómo una oveja a su pastor. Solo tienes que dejar que la oscuridad se apodere de estos sentimientos tan puros. La pureza no te va a llevar a ningún lado, hija. Deja que la maldad que yace en ti salga a flote, deja que se apodere de todo lo bueno que hay en ti, deja que tu lado siniestro salga.
En ese momento las palabras de River hicieron eco en mi cabeza. No tenía que confiar en él ni en ninguna de sus palabras. Belial era un demonio mentiroso, que me podía envolver en cada una de las mentiras que decía. No debía confiar en él, era capaz de darme una puñada en la espalda, aún siendo su propia hija.
—Y cuando ascienda me darás una puñalada en la espalda —se separó y quitó sus manos de mis hombros.
—No haría eso —dijo riendo —. Eres mi hija, eres mi descendencia, nunca te haría eso.
Me reí y negué con la cabeza.
—No te creo, eres el más mentiroso de todos tus hermanos, hasta Lucifer es más honesto que tú.
Aquello lo hizo rabiar porque al estar frente a mí cogió el vaso que apretó entre sus dedos e hizo explotar en su mano. Me sorprendí al ver que los vidrios se incrustaron en su mano y ni siquiera se inmutó cuando los empezó a quitar con sus dedos.
—Nunca me compares con el idiota de mi hermano —pude notar la tensión el Belial al mencionarle a Lucifer.
—No me importa lo que digas, nunca me voy a unir a ti ni a tu plan para gobernar el cielo y el infierno, no está en mis planes a futuro ser la reina de nada. Mucho menos a tu lado, padre —dije de manera irónica.
Hizo una seña con la mano. No entendí que quería así que lo ignoré.
—Tengo una vida aquí, una madre que me ama, amigos que confían en mí y un novio que me ama y al que amo, así que gracias por tu oferta pero no la quiero —espeté —. No puedes venir después de veinte años y fingir que somos padre e hija, no quieras que te dé un abrazo y te diga te amo. No pretendas que te diga que sí a este maquiavélico plan solo para complacerte y quedar bien contigo.
—Hablando de eso —Aluca se acercó a él con una pila de papeles en las manos que le entregó a Belial y este aceptó. Aluca regreso a su lugar detrás de mí —. No confíes en Caden, no es bueno.
—Ya sé que no es bueno, no tienes que recordármelo. Mandar a tus hijos demonios no funcionó para alejarme de él y nada de lo que tú digas va a funcionar —me crucé de brazos y se acercó a mí para dejar la pila de papeles a un lado.
—Después de que leas esto no vas a decir lo mismo —se apartó y regresó a su lugar.
—¿Qué es esto? —señalé la pila de papeles.
—Son las noticias de las aterradoras muertes que dejó tu amado novio a su paso, a cada ciudad que iba, mató a muchas personas, de una manera muy cruel y retorcida. ¿Por qué crees que huyeron de Suecia? Ahí también mató a una considerable cantidad de personas, Bryony. No se me haría raro que las desapariciones en este pueblo sean su culpa.
Lo miré y una de sus comisuras se elevó.
—Eso no es cierto, Caden no sería capaz de hacer algo así.
—Claro que lo es, claro que es capaz de matar a sangre fría y dejar un cuerpo sin una gota de sangre. Es un vampiro, hija —dijo con obviedad —. Además agrégale que dentro de él hay un demonio que busca saciar su hambre. Caden es un ser cruel, sádico y despreciable.
—¡Caden no es nada de eso! —le grité.
—Claro que lo es, solo que contigo se retrae, se comporta y su lado demoníaco se inhibe un poco, pero es malo, es un asesino. Es un vampiro —dijo lo obvio, lo que yo sabía de antemano.
—Por tu culpa —escupí —. Fuiste tú quien lo transformó en esto que es hoy. Él no quería esta vida, tú lo condenaste a vivir así, tú condenaste su alma al infierno.
—Tampoco he visto que se queje mucho.
Negué con la cabeza ante sus palabras llenas de burla.
Cogí uno de los papeles, era el recorte de un periódico, la fecha era de hace muchos años, al menos unos cien años. En la ciudad de Nueva York hubo algunas desapariciones, algunas se dieron de manera extraña pero no se logró dar con el responsable. Al final se descubrió una fosa llena de huesos nada más. Otro de los recortes era de Alemania, lo mismo que se relataba en el primer recorte estaba escrito en este: muchas desapariciones y al final solo encontraron los huesos de los desaparecidos. El recorte de atrás era igual, solo que esta vez era otra ciudad. Cada uno de ellos era lo mismo, revisé cada uno de ellos y en todos era la misma noticia, hasta había un retrato de la persona que se creía era el asesino, la foto era muy parecida a Caden, pero no podía ser él.
—Es él —dijo Belial mientras sostenía el recorte entre mis dedos —. Él ha asesinado a muchas personas durante todos estos años. Desde que se convirtió ha matado tanto a hombres como a mujeres, no es una buena persona.
—Yo tampoco lo soy —le dije dejando el recorte a un lado —. Maté a un hombre.
—Es diferente —dijo serio —. Tú no sabías lo que estabas haciendo y él sí, siempre sabe lo que hace.
—¡Tiene un maldito demonio dentro de él! —de nuevo me puse de pie —. Caden no sabe lo que hace, no se puede controlar, no lo puede controlar —dije molesta —. El único culpable de lo que le pasa eres tú.
—Yo no les pedí a esas brujas que me trajeran a Caden.
—No, pero sí pides almas puras para los sacrificios.
—Es mi trabajo —se escuchó tan despreocupado que hasta miedo me dio.
Sentí un horrible escalofrío recorrerme la espina dorsal. Él era cruel, sádico y enfermo. Era un demonio, que más podía esperarse de él. Era un rey, tenía una corona que demostraba el porqué era uno de los gobernantes del infierno.
—No pienso hacer tratos contigo —zanjé —. Eres capaz de darme una puñalada por la espalda cuando ya no me necesites.
—¿Crees que soy capaz de darte la espalda?
—Sí —no dudé en responder —. Te creo capaz de eso y de más. Contigo es mejor estar alerta, siempre —entorné los ojos.
Belial solo sonrió, lo hizo de una manera seca y escalofriante.
—Eres mi única hija, Bryony, nunca te haría eso.
—No te creo —fuimos interrumpidos cuando por la ventana entró un cuervo, al que reconocí de inmediato. Al quedar al lado de Belial empezó a cobrar su forma humana, revelando a un joven alto, delgado, de cabello castaño oscuro y unos orbes de color añil. Me miró por largos segundos en los que nuestras miradas se enfrentaban.
—¿Eamon? —mi voz salió en un jadeo lleno de horror.
Era él, yo sabía que era él y no lo podía negar.
—E-eres tú.
—Señorita, Doomster —por primera vez en todos estos años lo escuchaba hablar.
—Hijo de...¡Maldito seas! —lo señalé de manera despectiva —. ¡Malditos sean los dos! —me dirigí a Belial.
—Yo le puedo explicar —Eamon intentó acercarse pero lo detuve antes de que diera otro paso más, fui yo quien retrocedió, lejos de él.
—No necesito que me expliques nada, no quiero saber nada —Aluca me cogió del brazo pero me aparté de ella con rabia —. No me toques —espeté.
—Tenemos muchas cosas de qué hablar —expresó Belial.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —di un paso atrás.
—Bryony —de nuevo Eamon se quiso acercar pero lo detuve.
—¡Bryony nada! Yo confié en ti, pensé que estabas para cuidarme, para protegerme, pero ya me di cuenta que solo eres el mensajero de Belial. Nunca debí confiar en ti, eres un traidor —tal parece que mis palabras fueron como un golpe para él porque se quedó en su lugar con la boca abierta y los ojos cristalinos.
—Eamon solo cumplía con lo que yo le pedí —arrastré la mirada hasta Belial.
—No me busques más, no quiero saber nada de ti. No pienso unirme a ti ni cumplir con nada de lo que tengas pensado. No cuentes conmigo para nada de lo que quieres hacer —zanjé y me acerqué al sofá para coger los pedazos de periódico que había encima.
—Bryony, por favor —me pidió Belial.
—Por favor nada. No quiero verte más, hubiese sido mejor si te quedaras en el lugar al que perteneces —les di la espalda y caminé hacia la puerta.
Pensé que alguno de ellos me iba a detener pero no fue así, pude abrir la puerta pero antes de salir escuché la voz de Belial resonar por todo el despacho.
—El día que te dejes envolver por la oscuridad que yace dentro de ti, serás tú la que me busque, hija —ignoré cada una de sus palabras y salí de ese lugar recorriéndolo tal y cómo habíamos entrado.
Salí de la gran mansión y empecé a caminar sin saber bien a donde iba. Tenía la cabeza llena de demasiada información, era mucho por procesar y sentía que el cerebro me iba a explotar en cualquier momento.
Saqué mi móvil y le mandé un mensaje a mi madre.
"Mamá, estoy bien. ¿Puedes venir por mi? No le digas a nadie que soy yo quien te ha mandado mensaje"
Su respuesta no tardó en llegar.
"Claro que sí, hija, solo dime donde estás y voy por ti"
Le mandé la dirección de donde me encontraba en ese momento. El lugar estaba solo, no había ni un alma en la calle, me encontraba sola y tan confundida. Me quedé sentada en la acera, con los recortes de periódicos abrazados a mí. Miraba a mi alrededor, alerta, atenta a cualquier sonido raro que escuchaba cerca o lejos.
Pasaron algunos minutos cuando a lo lejos vi las luces de un auto que estaba bajando la velocidad. Me puse de pie cuando el coche quedó a mi altura y la puerta del copiloto se abrió, mi madre salió apresurada, mirándome de arriba abajo.
—¡Bryony! —se acercó para revisarme de pies a cabeza —. ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? —sus ojos estaban llorosos. Escuché que la puerta del piloto se abrió y del auto salió Bastian, al verlo miré a mi madre pero ella se veía tranquila —. Él no va a decir nada.
—No podía dejar que tu madre saliera sola a estas horas —caminó hasta llegar a nosotros —. Me pidió que no dijera nada y eso haré. No le voy a decir nada a nadie.
Asentí con la cabeza. Bastian miró a su alrededor también, extrañado por el lugar donde nos encontrábamos.
—¿Nos vamos? —en sus manos sostenía las llaves que sonaron cuando bajó las manos y puso una de ellas en la espalda de mi madre.
—Vámonos ya —dijo ella y Bastian la guio hasta la puerta del copiloto, cerró la puerta cuando estaba adentro. No esperé que me abriera la puerta, solo entré y él cerró. Rodeó el auto y entró del otro lado.
Encendió el motor y arranco para ir a la casa. Ni uno de los dos me hizo preguntas, se mantuvieron en silencio todo el tiempo que duró el trayecto hasta que llegamos a nuestra casa. Apagó el auto y antes de poder salir su voz me detuvo.
—Creo que lo mejor es que le mandes un mensaje a Caden, está desesperado, piensa lo peor y está muy preocupado por ti —dijo sereno.
—Lo haré, y gracias —abrí la puerta pero mi madre se quedó dentro unos segundos. Me acerqué a la puerta y esperé dentro hasta que ella salió del auto y Bastian se fue.
—¿Me vas a decir por qué huiste y qué hacías en ese lugar?
Cerró la puerta detrás de ella. Se quitó el abrigo y puso demasiada atención a los papeles que sostenía en mis manos.
—Me dio miedo lo que hice —dije trémula —. Le hice daño a Caden, a él, a quien prometí no lastimar.
—Pero le estás haciendo más daño ahora que no sabe nada de ti —puso sus manos en mis brazos y empezó a acariciar —. Tiene más miedo él de que algo te pase a ti que de lo que hiciste, hija —mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Pero le hice daño y es algo que no me puedo perdonar —musité.
—Tienes que hablar con él.
—No puedo hacerlo, no ahora —mi madre solo sonrió —. ¿Qué hacías ahí, en ese lugar?
—Belial está aquí, vive cerca de donde me encontraron.
—¿Qué él qué? —estaba estupefacta —. ¿Belial?
—Sí, está aquí y me quiere a mí.
—No vamos a dejar que te lleve con él. Lo quiso intentar conmigo pero no pudo y ahora te quiere a ti para gobernar el infierno —dijo con molestia.
—Ahora no solo quiere el infierno.
—¿Ah no? —levantó una ceja.
—Su idea es gobernar el cielo usándome a mí. Le dije que no, no pienso hacer nada de lo que él me pida. No confío en él.
—Y no debes hacerlo, él no es de confiar —asentí.
—Lo sé, tengo más que claro que no debo confiar en él ni en nada de lo que diga. Pero tengo miedo, ¿sabes? Es capaz de hacer cualquier cosa para hacerme caer. Además...—me quedé callada al recordar a Eamon.
—¿Además qué?
—Eamon es un mensajero de Belial, ¿sabes lo que eso significa? Ese pajarraco ha estado vigilando todo para ir y decírselo a ese demonio —espeté. El ceño de mi madre era de enfado, claramente.
—Ese hijo de puta —espetó mi madre —. Debí imaginarme que podía llegar a hacer eso —me soltó y suspiró.
—Tenemos que estar alerta a cualquier cosa, más que nada ahora que ya sabemos que está aquí —mi madre asintió con la cabeza.
—Vamos a tener mucho cuidado hija. Ahora ve a dormir, ya esta tarde y te ves cansada —asentí y le di un beso en la mejilla.
—Hasta mañana y gracias por todo.
Me dio una palmada en el hombro y me di la vuelta para subir las escaleras. Al entrar a mi habitación cerré la puerta, encendí la luz y me dejé caer en la cama. Los papeles se regaron por todo el colchón y miré atenta lo que había escrito ahí.
De antemano sabía que Caden no era bueno, sabía que él era esto. Sabía que era cazador, pero esto de lo que me había enterado era...sorprendente. No podía entender, no quería entender, mejor dicho. Me negaba a creer que Caden era este asesino, este ser tan cruel y sádico. Tenía las pruebas en las manos y aún así no quería creer nada. Quería escucharlo a él decir que había hecho estas cosas y solo así me creería todo lo que Belial dijo.
Me quité el abrigo y saqué el móvil, el cual miré algunos segundos, sopesando si marcarle o no. Sería difícil hablar con él en este momento. Me armé de valor y marqué su número, ni siquiera se escuchó el segundo tono de llamada cuando él respondió.
—Brujita, ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —se escuchaba desesperado.
—Estoy bien, Caden —dije seria —. Estoy en mi casa.
—¿Por qué te fuiste así? Te quiero ver, necesito saber que estás bien —lo detuve antes de que dijera nada más.
—No vengas, por favor. Hay cosas que necesito procesar y...No quiero verte —aquello fue un golpe en el estómago —. No me malentiendas, pero...—ahora fue su turno de interrumpirme a mí.
—Está bien, Bryony, entiendo.
—No es lo que tú piensas.
—Tú no sabes lo que yo pienso —se escuchó decepcionado.
—Creo que piensas que ya no quiero verte, pero no es eso.
—¿Entonces que es? Dime, porque no entiendo por qué no quieres tenerme cerca de ti —un agujero se formó en mi pecho. Sus palabras eran crudas.
—No es que no te quiera tener cerca.
—Es que así parece, Bryony, y está bien. Sé que necesitas tu espacio, lo entiendo...
—No necesito espacio de ti, Caden, nunca voy a querer que estés lejos pero...
—No tienes que decir nada —su voz era un hilo.
—Caden.
—Está bien, Bryony —se hizo una larga pausa entre los dos, esta vez sí era incomodo. Lo era al menos para mí —. Te dejo descansar.
—Caden, por favor.
—Nos vemos después —colgó y derramé un par de lágrimas.
Me sentía tan mal por esto, pero en gran parte tenía tanto miedo de hacerle daño de nuevo y ahora con esto que sabía, no tenía idea de cómo comportarme con él, cómo decirle lo que sabía. No tenía ni idea que hacer con esto que estaba pasando. Me dolía tanto actuar así porque era una estupidez.
🌸🌸🌸🌸
¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo. Solo les puedo decir que las cosas se van a poner más interesantes desde ahora. Espero no me odien ni a los personajes por hacer lo que hacen.
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