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Capítulo 23 ☾

Belial

Me mantenía alejado del resto de mis hermanos. Solo observándolos y escuchando lo que decían. Tenían una reunión de quien sabe qué pero poco me importaba lo que ellos tenían que decir, me tenía sin cuidado lo que hacían.

Escuché los pasos acercarse hasta donde yo estaba. Me mantenía con las manos en la espalda y una postura erguida.

—Dime que ha pasado —le ordene y se detuvo justo detrás de mí.

—Lamento darle estas noticias, pero su hija ha mantenido relaciones sexuales con ese vampiro —gruñí —. ¿Señor?

—Dime.

—¿No hará nada? Si su hija llega a tener un bastardo será nuestra ruina, lo sabe.

—Eso no va a pasar —dije despreocupado —. Él no puede tener hijos y si por alguna extraña razón se llegara a dar tal barbaridad yo me haré cargo de ese problema.

—¿Entonces qué hago, señor?

—Nada, solo vigila y me traes noticias cómo siempre.

—Entiendo —se alejó. A lo lejos Lucifer me echó una mirada de reojo, al verlo irse por aquel pasillo.

Mi hermano mayor le dijo algo a los demás y desapareció para aparecer frente a mí. Me mantuve impasible en mi lugar, bajo su atenta mirada.

—¿Qué estás tramando ahora? —me rodeó para observarme con una mano bajo la barbilla.

—¿De qué hablas?

—Sé que has enviado dos demonios a la tierra —se detuvo frente a mí.

Cuando adopta su figura humana podía ser más arrogante de lo que era de por sí.

—Y sé que tramas algo —entornó los ojos.

—Los he enviado para cuidar de mi hija —aquellas palabras le hicieron reír, explotando en una carcajada.

—¿Desde cuándo te preocupa tu vástaga? Si el día que su madre te dijo que estaba embarazada huiste cómo el cobarde que eres —sus palabras no tenían ningún efecto en mí.

—Siempre he cuidado de ella sin que lo sepa y lo sabes —espeté.

—No me creo el cuento de que te preocupas por ella —se llevó una mano a la barbilla —. No sé que es lo que estás tramando pero más te vale que esto no tenga que ver con nuestro padre porque te vas a meter en muchos problemas, hermanito —puso una mano en mi hombro pero la aparté con furia.

—Desde que Lilith se fue estás muy paranoico, hermanito —le dije en el mismo tono de voz.

—Ella no me dejó, yo la eché que es diferente —solo decía eso para convencerse de algo que era totalmente falso. Lilith se había ido para tener una vida lejos de él y su asfixiante presencia.

—Es mi hija —le recordé.

—¿Y eso qué? Nunca te ha importado.

—¿No puedo cuidar de ella?

—No —se cruzó de brazos —. No eres tan bueno, Belial. Siempre quieres más, siempre acomodas las cosas a tu conveniencia y beneficio y temo que esta vez lo estés haciendo de nuevo. No interfieras en sus planes, no te metas en lo que ya está escrito. Nuestro padre sabe lo que hace.

—¿Lo estás defendiendo? —no podía creer que el mismísimo Lucifer me estuviera diciendo esto —. ¿Después de lo que nos hizo todavía lo defiendes? —mis manos se volvieron puños.

—Esto me lo hizo a mí, si tú y mis hermanos me siguieron fue por su cuenta porque yo nunca les pedí que se rebelen y me sigan —espetó. Una de las venas de su sien estaba hinchada.

—¡Y ese es el maldito problema! —le grité molesto —. Que tú no tuviste que pedirnos nada porque lo hicimos por ti, por revelarnos en su contra y estamos aquí, Lucifer —extendí los brazos señalando este maldito lugar —. En este infierno.

—Eres uno de los reyes de este maldito lugar —dijo serio pero con el ceño fruncido —. ¿Qué más quieres?

—Quiero más, hermano, este lugar me queda chico —quise pasar a su lado pero me detuvo cogiendo mi brazo, enrollando sus dedos alrededor de este.

—No puedes hacerlo —gruñó, lleno de rabia.

—Solo necesito una reina que esté a mi altura.

—Tu hija no es esa reina —espetó —. Esta no es la vida que merece tener.

—¿Y quien dijo que le daré la vida que se merece? —lo miré fijamente —. Junto a ella y su poder podremos gobernar el mismo cielo si me lo propongo, hasta tú estarás a mis pies —una de las comisuras de mis labios se elevó en una sonrisa macabra.

—Si intentas eso vas a desencadenar una guerra ¿Crees que nuestro padre no hará nada para detenerte? ¿Crees que yo no haré nada para detenerte?

—Nunca dejaste de ser el débil y asustadizo Samael, el que se escondía bajo las faldas de nuestra madre Asherah —con un jalón me solté de su agarre.

—Si te atreves a siquiera intentarlo no voy a tener piedad de ti y te voy a condenar a sufrir mil años en este lugar hasta que tú mismo decidas terminar con tal sufrimiento y te conviertas en nada más que polvo.

—¿Me harías eso, a mí? —mi mirada era fría al igual que la suya.

—No me conoces aún, Belial. No voy a permitir que provoques una guerra. Si tengo que ir en tu contra, lo haré sin pensarlo ¡Y también de quien se atreva a desafiar mi maldita autoridad! —gruñó desapareciendo.

Nuestros hermanos miraban la escena a lo lejos sin atreverse a meterse en esta pelea. Era bien sabido que de todos siempre fui el que menos congeniaba con nuestro hermano mayor. Siempre había peleas y discusiones entre los dos, algunas llegaron a terminar en sangrientas batallas donde solo uno era el vencedor. Puedo decir con orgullo que más de una vez lo dejé tirado en el suelo, débil y sin la energía para que se pudiera levantar. Pero esta vez mi pelea iba más allá de puños y golpes, quería más poder del que ya tenía y el cielo era mi objetivo. Si tenía que usar a la única hija digna que tenía para poder lograr mi cometido lo iba a hacer, no iba a tener piedad ni compasión para nada ni por nadie.

Caden

Al abrir los ojos lo primero que me encontré fue con su hermoso rostro a tan solo centímetros del mío. Era hermosa. Su cabello castaño se esparcía en toda la almohada, su rostro estaba impasible, sus pestañas estaban limpias y sus mejillas tenían un bonito color rosado.

Pasé mis nudillos por su mejilla y dejé un tierno beso en su frente. La vi arrugar la nariz.

—Buenos días —musité.

—Buenos días —abrió los ojos con pereza.

—Tenemos que ir a la universidad —bufó y se acurrucó de nuevo en mis brazos.

—No quiero ir, me quiero quedar contigo así —no pude evitar sonreír al escucharle decir estas palabras. Podía llegar a ser tan inocente.

—¿Estás segura? El día de mañana no quiero que te arrepientas.

—Me podré arrepentir de todo, menos de pasar todo un día contigo metidos en la cama —murmuró. Sus brazos rodeaban mi torso.

—Tienes que convencerme de no ir.

—Eres un pesado —arrugó la frente —. Podemos ir más tarde ¿Te parece? —asentí con la cabeza.

—En lo que te despiertas del todo voy a preparar el desayuno.

—Si sigues consintiéndome me voy a acostumbrar y no voy a querer salir de esta casa.

—Por mí no hay problema, será un gusto despertar a tu lado cada día —abrió los ojos lentamente.

—Tenemos la eternidad para eso —se acercó para dejar un beso sobre mis labios.

Sonreí y me separé de ella para salir de la cama. Se cubrió la cabeza con los cobertores para seguir durmiendo.

—Cuando suba quiero tu trasero fuera de esa cama —se empezó a reír.

—Déjame a mí y mi trasero en paz —bostezó.

Salí de la habitación para preparar algo de desayunar. Al llegar al comedor me di cuenta del desastre que habíamos dejado la noche anterior donde ni siquiera probamos la cena. Recogí todo y empecé a preparar algo para desayunar, ella no podía quedarse sin comer algo, todavía era humana y necesitaba de la comida tanto cómo respirar. No demoré tanto y a los pocos minutos subí hacia mi habitación. Me detuve antes de entrar cuando escuché la voz de Bryony. Al avanzar y quedarme bajo el umbral de la puerta vi a un cuervo en mi cama y ella arrodillada frente a él.

—¿Qué me perdí? —el pajarraco ladeó la cabeza, como si estuviera analizandome.

Bryony volteo y sonrió.

—Eamon solo vino a saludar —se giró hacia él e hizo un movimiento con la mano —. Ya te puedes ir —este extendió sus alas y se echó a volar saliendo por la ventana.

Quizá yo era un paranoico pero había algo en ese pajarraco que no me gustaba del todo. Era algo extraño.

Me acerqué a ella dejando la bandeja con el desayuno encima de la cama. Bryony se puso de pie y pude apreciar mucho mejor el atuendo que traía puesto. El pequeño short dejaba ver sus piernas delgadas y pálidas. La blusa de tirantes le quedaba un poco holgada pero me permitía apreciar mucho más sus pequeños senos, los pezones se transparentaban a través de la tela.

—Tú no conoces el significado de la palabra disimular, ¿verdad? —negué con la cabeza para cruzarme de brazos.

—Me voy a permitir apreciar tu hermosa anatomía todo lo que pueda —me acerqué con pasos lentos. Era una cosita hermosa. Quería devorarla por completo.

Al estar frente a ella puse mis manos en su delgada cintura atrayéndola a mí. Quería tenerla cerca todo el tiempo.

—Anoche fue cómo tocar el cielo —sus brazos rodearon mi cuello y se puso de puntitas —. Nunca me había sentido así de vivo. Tú eres una cosita traviesa, me gusta cuando dejas salir tu lado salvaje y pervertido.

—Nunca me imaginé que yo pudiera ser así. Pensé que era una mojigata, santurrona —sonreí.

—Nada de eso. Me gustas en todas tus facetas pero cuando eres así de atrevida me pones cómo loco.

—Me haces sonrojar. Me siento halagada que me digas estas cosas —se puso de puntitas para dejar un casto beso sobre mis labios —. Me haces sentir única —sus ojos tenían un brillo especial.

—Tú ya eras única antes de conocerme —con dos dedos aparté un mechón de su cabello para dejarlo detrás de su oreja.

—Contigo me siento segura, Caden, me siento bien, en paz y amada —la abracé a mi cuerpo. No pude resistir el tenerla en mis brazos y apretarla con cuidado. Quería meterla en una cajita para que nadie le hiciera daño. Era mi brujita y quería protegerla de todos los males que la acechaban.

No quería que nadie la tocara, que nadie pusiera sus ojos en ella para hacerle daño. Ella era mi ancla a esta vida y sin ella yo estaba perdido.

—Desayuna antes de que se enfríe, tenemos que estudiar —la separé unos centímetros e hizo un mohín —. Y no me hagas muecas —ahora se cruzó de brazos —. Y tampoco te cruces de brazos.

—Molesto —se apartó y se sentó en la cama para empezar a desayunar. Al mirar por la ventana pude ver a Eamon rondar la casa y posarse en la rama de un árbol frente a la casa. Insistía en que había algo en él que no me gustaba del todo.

Desayunamos en paz y aprovechamos para que ella se duchara, cogí la ropa que tenía Camille en la cama —la que iba a regalar— porque su idea era llenar su closet con ropa nueva que traería de la ciudad. Salimos de la casa un poco tarde ya, era seguro que no llegábamos a las primeras clases, pero eso no importaba, lo que pasé con ella aquella mañana nadie me lo iba a quitar.

—Tu móvil está sonando —dijo señalando el móvil encima del tablero.

—¿Puedes responder? Debe ser Camille o Bastian —cogió el móvil.

—Es una videollamada de Camille —la miré de reojo.

—Responde —asintió con la cabeza y deslizó el dedo sobre la pantalla.

Me detuve en el estacionamiento de la universidad para poder hablar con ella.

—¡Hola! —frunció el ceño y ladeó la cabeza al ver que era Bryony quien respondió —. ¿Tú...? —se llevó las manos a la boca —. ¡Oh por Dios! —empezó a gritar y chillar de emoción.

—No empieces —le advertí —. No lo hagas —la señalé con un dedo, serio.

—Pensé que iban a tardar mucho más en saciar su apetitos voraces —subía y bajaba las cejas. Miré a Bryony y sus mejillas ahora estaban coloradas —. Pero ya me di cuenta que son más calientes que el sol en verano.

—Ay Dios —musitó Bryony y me entregó el móvil.

—Cierra la boca.

—No me calles —estaba sentada en una cama porque detrás de ella se veían las almohadas y los cobertores hechos bola —. ¿Qué quieres?

—Solo quiero saber cómo están las cosas allá.

—Aquí todo está bien ¿Ustedes cómo están? —bufó.

—Bien, no hemos podido contactar con la persona que nos ayudará, pero Bastian está agotando todos los recursos para encontrar algo que nos lleve a su paradero.

—Bien, me avisan lo que sea que pase.

—Estamos en contacto entonces, y otra cosa —Bryony se mantenía impasible a mi lado —. No quiero restos de fluidos en mi cama.

—¡Camille! —chilló Bryony y mi prima se echó a reír en una carcajada.

Camille terminó la videollamada, bufé y miré a Bryony que ahora mismo tenía las manos en el rostro. Guardé el móvil y me quité el cinturón.

—¿Qué pasa? —con cuidado le quité las manos para poder apreciarla mejor.

—Ahora ella sabe que tú y yo estuvimos juntos —me reí un poco.

—Eso era de esperarse y no será la última vez que estemos juntos —me miró de reojo con pena.

—Eso ya lo sé —musitó.

—Entonces no te preocupes por lo que diga Camille o los demás. Además ella no es de las personas que anda por ahí diciendo lo que uno hace o deja de hacer, es muy discreta.

—¿En serio? —asentí con la cabeza y sonrió con ternura —. ¿Entonces no debo preocuparme?

—Para nada —le dije sonriendo.

—Menos mal —suspiró.

—Ahora vamos que es muy tarde —se quitó el cinturón y me acerqué a los asientos para coger las mochilas. Cuando salí ella ya estaba afuera, le fruncí el ceño y ella pudo notar mi inconformidad.

—La próxima vez espero que me abras la puerta, ¿verdad?

—Por favor —cerré la puerta y juntos caminamos hacia la entrada del edificio.

—Me ha mandado un mensaje mi madre —cogí su mano y enlazamos nuestros dedos —. Dice que esta noche habrá una reunión del aquelarre.

—¿Algo importante? —la miré y se encogió de hombros.

—No tengo ni idea, solo dijo que era importante.

—¿Entonces no nos vamos a ver? —sonrió dulcemente.

—Me puedes esperar en mi cama como el niño bueno que eres —me detuve a medio pasillo, me pude frente a ella y con pasos lentos la acorralé entre la pared que estaba detrás de ella y mi cuerpo. Pasó saliva y sus bonitos ojos estaban fijos en los míos.

—Yo no soy un niño bueno y lo sabes. Creo que anoche te demostré que me puedo portar muy mal —apretó los labios en una fina línea.

—Me gusta que te portes mal —admitió.

—Y a mí me gusta cuando te dejas llevar por el deseo que sientes por mí.

—Me tienes hechizada, vampirito.

—Y tú me tienes encantado, brujita —me acerqué a ella y apreté mis labios a los suyos en un beso salvaje que me estremecía de pies a cabeza.

—No sigas así sino voy a tener que llevarte a mi cama —murmuró sobre mis labios.

—Tú, en definitiva me fascinas —dejé un casto beso sobre sus labios y nos separamos.

La llevé hasta su aula, esperé que entrara y se sentara al lado de Anthea.

Regresé por el pasillo para ir a mi clase cuando a lo lejos vi a Aluca venir hacia mí. Maldije la hora en la que ella y su hermano habían llegado a Bibury.

—Caden Edevane —me detuve en medio del pasillo y ella quedó frente a mí.

—Aluca —escupí su nombre con asco. Tenía ganas de romperle la boca de un puñetazo.

—Debo aceptar que te ves muy bien de vampiro —me miró de arriba abajo. Subió su mano a la altura del cuello de mi sudadera y lo deslizó hasta los cordones que caían en mi torso.

—No me toques demonio —di un paso atrás.

—Vamos, Caden, agradece que te convertí en esto y no te maté —dijo orgullosa.

—No tengo nada que agradecerte, mucho menos a ti —cogí su mano, enroscando mis dedos en su muñeca. Miré la cruz demoníaca en esta y observé la marca que Bryony dejó en ella —. Bryony te dejó un recuerdito, ¿no? —se soltó y se sobó la zona lastimada.

—Esa maldita perra —gruñó. Sentí la ira enervar en mi cuerpo y no dudé en estampar su cuerpo contra la pared más cercana. Mi brazo fue a su cuello de inmediato.

—Cuidado con lo que dices y cómo te refieres a ella. Más te vale que tú y tu hermano se larguen de aquí sino quieres que esa marca en tu muñeca no se compare con todo lo que Bryony te puede llegar a hacer.

Una de las comisuras de sus labios se elevó, con una sonrisa siniestra.

—¿Crees que le tengo miedo a esa brujita?

—Pues deberías tenerlo, es más poderosa que tú y que todos los demonios que has conocido.

Le dije seguro de mis palabras. Yo mejor que nadie sabía del potencial que ella tenía, no nada más era muerte, también era vida y eso la hacía mucho mejor que el cobarde de su padre.

—Ya veremos eso, Caden —espetó apartándome de ella. Quise golpearla en ese momento, quise romper su cuello y arrancar cada una de sus extremidades pero no lo iba a hacer ya que no servía de nada si podía ocupar el cuerpo de cualquier habitante de este pueblo.

—Cuida tus palabras, porque un día de estos te puedes llevar una desagradable sorpresa.

Me di la vuelta dejándola en medio del pasillo.

Esperaba que Bastian y Camille encontraran a la persona que nos iba a ayudar en esto. Sacar todo el potencial de Bryony sería la clave para terminar con esta guerra en contra de su padre.

Bryony

—Se nota que Caden te ama —miré a mi amiga y contuve una sonrisa ante la mención de mi vampirito —. ¿Bryony? —puso una mano en mi brazo y le dio un ligero apretón.

—¿Qué? —la miré y me observó atenta.

—Oh-por-Dios —musitó.

Miré hacia enfrente, el profesor explicaba el tema pero mi mente no estaba en este lugar ahora mismo, sino en la noche anterior, cuando estuve en los brazos de Caden. El calor que sentí esa noche todavía me recorría la piel.

—Bryony —me dio un toquecito en el brazo —. ¿Acaso tú y Caden...? —me giré por completo para verla.

—Sí —musité ante su pregunta. Sus luceros se abrieron grandes ante mi confesión —. Ayer después de que se fueron nosotros quisimos tener una cena decente pero una cosa nos llevó a otra y terminamos en la cama —le dije bajo.

—Dios —se echó aire con la mano —. ¿Y qué más pasó?

—Ya sabes qué pasó —le dije obvia —. Él se portó tan bien conmigo, me dejó tomar el control de todo y fue un caballero conmigo —mi amiga estaba interesada en la platica pero fuimos interrumpidas por el profesor.

—Señorita Zuckerberg, señorita Doomster —mi amiga y yo nos reímos.

—Lo siento —dijo ella y nos encogimos de hombros —. Me tienes que decir todo.

—Lo haré —musité.

Anthea no se iba a quedar con la duda así que me miraba de manera curiosa en toda la clase. Ella era mi mejor amiga así que le dije todo mientras íbamos a nuestra siguiente clase, que para mi fortuna nos tocaba juntas.

—Entonces ustedes dos ya hicieron el frutifantastico —iba enganchada de mi brazo.

—Lo puedes llamar por su nombre —ella me miró.

—Buuueno, tuvieron sexo, duro contra el muro, te dio cómo cajón que no cierra —se echó a reír.

—¡Thea! Tampoco lo digas así.

—Mojigata —masculló. Me dio un empujón con sus caderas —. ¿Y ya son novios?

—Supongo que lo somos, es más que obvio, ¿No? —ella asintió con la cabeza.

—Por cierto, ¿Ya te avisó tu madre que esta noche hay reunión en la casa de los Davies?

—Sí, ¿Sabes de qué quiere hablar?

—No tengo ni idea pero me imagino que será una reunión cómo todas las demás.

Quizá ella tenía razón y sería cómo las otras juntas a las que íbamos. Más que nada para asegurar el aquelarre y que nada malo le pasara a cada una de sus integrantes.

—¿Cómo está Curtis? —sentí un nudo en la garganta tan solo al hacer esta pregunta.

—Él está bien, anoche fuimos a cenar y platicamos un poco.

—Me odia, ¿verdad? Él me odia —me quejé —. Claro que debe odiarme, lo que hice es imperdonable y...

—Oye —se detuvo a un lado del pasillo —. Curtis no te odia, solo le tomó por sorpresa tu confesión, nada más eso.

—Es que yo...tenía que decírselo, así cómo se lo tengo que decir a mi madre.

—¿Ella no lo sabe? —negué con la cabeza huyendo de su mirada —. ¿Y cuando se lo vas a decir?

—En estos días, quiero que lo sepa por mí y no por otros.

—¿Te refieres a Aluca?

—Esa maldita es capaz de hacer cualquier cosa para joderme.

—Eso sí —frunció los labios —. No creo que tu madre se enoje o te señale, es tu mamá y lo va a entender.

—¿Tú crees?

—No lo creo, estoy segura —la abracé fuerte.

—Eres mi mejor amiga, mi hermana —me devolvió el abrazo.

—Y tú la mía, Bry —sonreí feliz.

Sabía que entre las personas con las que siempre podía contar Thea era una de ellas. Siempre tenía las palabras correctas para hacerme sentir menos mierda, o para decirme que todo iba a estar bien a pesar de que las cosas no lucían bien en ese momento.

****

Al salir de la universidad Caden me llevó a mi casa. Nos quedamos platicando un rato dentro del auto pero al caer el sol tuve que entrar y despedirme de él.

—Voy a la casa a dejar el auto y te espero aquí —asentí con la cabeza.

—En mi cama si se puede —subía y bajaba las cejas.

—Traviesa —me dio un toquecito en la nariz con su dedo índice.

—Tú me haces ser así —me quité el cinturón y me entregó la mochila —. Y no me arrepiento de nada —finalicé y salí del auto.

—Te veo al rato, entonces.

—Nos vemos al rato —cerré la puerta y me despedí de él.

Lo vi alejarse y caminé dentro de la casa. Al cerrar la puerta detrás de mí mi madre iba bajando las escaleras poniéndose un suéter. Al verme sonrió.

—Qué milagro —me ruborizo cuando dice esto.

—Yo...lo siento. Te dije que iba a venir y...pasaron cosas —pasé saliva —. No pretendía no venir a dormir —me miró de arriba abajo.

—Esa ropa no es tuya —señaló mi atuendo.

No había venido a dormir la noche anterior y ella por lo único que se preocupaba era por la ropa, ¿en serio?

—¿Qué? —parpadeé.

—Esa ropa.

—¡Ah! Es de Camille —dejé la mochila al lado de las escaleras.

—¿Nos vamos? —esto sí que era raro.

—Eh...sí —sonrió —. Vamos.

Se acercó a la puerta y esperó que yo estuviera afuera para salir ella y cerrar la puerta. Me enganché de su brazo para ir a la casa de la señora Davies.

—¿Tú sabes de qué quiere hablar la señora Davies? —la miré. Lucía tranquila, apacible.

—No, solo dijo que hay temas que debemos tratar —fruncí los labios.

—Por cierto, hay algo que debo decirte —mis palabras llamaron su atención.

—¿Algo importante? —enarcó una ceja.

—Algo delicado, más que nada.

—Cuando lleguemos a casa me dices ¿Sí? —asentí con la cabeza sonriendo.

—Claro —apoyé mi cabeza en su hombro.

No tardamos en llegar a la casa de la señora Davies, una bruja de unos ochenta años de edad pero que lucía de cuarenta, ella y su esposo eran brujos y sus antepasados fueron los que fundaron este pueblo.

Al entrar la mayoría de las brujas ya habían llegado, algunas solas y otras más con sus hijos o hijas. La señora Davies tenía una sala especial para estas reuniones, era un espacio grande con una entarimado al frente y sillas en medio. En la entrada había una mesa con bocadillos y bebidas. Mamá y yo nos sentamos al lado de Thea y su madre.

—Buenas noches —musitamos. Me senté al lado de Thea.

—Buenas noches —dijeron las dos.

—¿Cómo estás Margaret? —le preguntó mi madre a la madre de Thea.

—Yo estoy bien, Adele ¿Y tú cómo estás? Hace días que no te veo, debes ir a casa a tomar té.

Mi madre asintió feliz.

—Lo haré este fin de semana.

La señora Davies junto a su esposa aparecieron arriba del entarimado. Ella era una mujer alta de cabello negro, se vestía de una manera elegante, con el cabello negro recogido en un moño. El señor Davies era un hombre un poco más mayor, se le notaban algunas canas en los costados, para tener la edad que tenían se veían muy bien.

Los murmullos se convirtieron en silencio cuando los dos quedaron frente al resto de las brujas.

—Buenas noches hermanas y hermanos —dijo ella.

—¡Buenas noches, hermanos! —dijimos todos.

—Lamentamos que esta reunión haya sido así de improvisada pero hay temas a tratar que son algo delicados —hablaba la mujer con tal seguridad —. Cómo saben han desaparecido dos habitantes de este pueblo —Thea cogió mi mano de inmediato, apretándola —. Además de que han llegado algunos habitantes un poco...curiosos.

—¿Se refiere a los vampiros? —preguntó un hombre más atrás. El silencio que reinaba en ese momento pasó a murmullos por parte de los asistentes.

—¡Calma! —expresó el señor Davies.

—Sí, sé que hace mucho no hemos lidiado con ellos pero no nada más me refiero a los tres vampiros dueños de la mansión —la mujer miró a su esposo —. También a los dos demonios que acaban de llegar a este pueblo.

Thea y yo nos miramos.

—No sabemos qué es lo qué quieren pero nada bueno ha de ser.

—¿Qué vamos a hacer entonces? —el mismo hombre que había preguntado con anterioridad se puso de pie esta vez —. No nos podemos quedar de brazos cruzados.

—Y no lo vamos a hacer —habló el señor Davies —. Pero tampoco podemos atacar cuando ellos no han hecho nada...

—Todavía —musitó Thea.

—...y si llegaran a hacer algo malo actuaremos conforme a las reglas establecidas. No vamos a permitir que nadie venga a irrumpir la paz que juntos hemos construido a través de los años. No vamos a permitir que nos quiten la tranquilidad que junto a nuestros ancestros hemos traído a Bibury.

—No entremos en pánico —habló de nuevo la señora Davies —. Juntos podemos combatir todo mal que quiera acechar nuestra comunidad.

Todos aplaudimos cuando la señora Davies terminó.

Después de aquella charla motivacional nos invitaron a comer un poco. Los señores Davies eran una pareja agradable, eran amables y siempre se habían preocupado por la comunidad de las brujas en este lugar.

—Ni se imaginan que el enemigo es uno de los siete reyes del infierno —musitó Thea, mientras las dos mirábamos a los señores Davies platicar con nuestras madres y otras brujas.

—Ni me digas —suspiré.

—Pero tenemos nuestra arma —se giró para verme y me dio un codazo —. La pequeña caja de sorpresas.

—Tengo mucho que aprender, soy un cero a comparación del rey de las mentiras y los pecados.

—Pero vas a aprender y le vas a patear el trasero a ese sucio bastardo.

Le sonreí a Thea. ¿Cómo podía ella confiar tanto en mí?

—Si sabes que le estás confiando tu vida a un desastre, ¿verdad?

—Sí, lo sé y estoy segura que todo va a salir bien.

Yo no estaba tan segura de eso.

Mi madre y Margaret se acercaron a nosotras.

—Nosotras nos tenemos que ir —Thea frunció el ceño.

—¿Por qué? —le cuestionó a su madre.

—Porque ya es tarde —mi amiga bufó.

—Bien —dejó el plato que sostenía encima de la mesa y se giró a mí —. Te veo mañana.

—Nos vemos mañana —nos despedimos de ellas y las vimos salir de la casa.

Cuando llegamos a la casa lo primero que hice fue quitarme el suéter que llevaba encima. Al dar el primer paso pude sentir la presencia de Caden en mi habitación. Él era tan lindo y yo era afortunada por tenerlo a mi lado.

—Ahora sí podemos hablar más tranquilamente —mi madre colgó su suéter en el perchero al lado de la puerta —. Te he notado algo rara estos días.

Fui detrás de ella hacia la sala.

—No sé cómo decirte esto —me empecé a rascar el brazo, con nerviosismo.

—¿Qué pasa, Bryony? —se sentó en el sofá más pequeño y yo lo hice a su lado.

—Hice algo malo —le dije apenada, aterrada de cómo iba a reaccionar.

—¿Qué tan malo?

—Muy malo, va en contra de todas las reglas que me has enseñado a lo largo de estos años.

Suspiró.

—Hija, me preocupas —sus cejas se hundieron —. Dime que está pasando.

—Yo maté a alguien.


🌸🌸🌸🌸

¡Hola! Les dejo este capítulo y quiero agradecer todo el apoyo que le están dando a esta historia, jamás me hubiera imaginado el gran recibimiento que iba a tener. Mil gracias. En multimedia he dejado un gif de como me imagino a Lucifer, ustedes lo pueden imaginar como quieran, son libres de hacerlo.

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