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Capítulo 2 ☾

Caden

Bastian nos acompañó hasta la puerta de la universidad, para asegurarse de que entraramos y complieramos con lo que le dijimos de estudiar y sacar buenas notas.

—No tenías que hacer esto —se quejó Camille al llegar y ver que afuera los alumnos llegaban solos y sin sus padres o tutores.

—Cierra la boca —me quejé yo.

—Cierra la boca tú primero, Caden —me mostró el dedo medio y se giró para verme por encima de su hombro y el asiento del auto.

—¿Se pueden callar? —pidió Bastian, mirándonos uno a uno —. Solo les pido que hagan esto y nada más. ¿Es mucho pedir?

—¡Sí! —expresamos Camille y yo.

—Bien —bufó y se pellizcó el puente de la nariz con el dedo pulgar y el dedo índice —. Solo no llamen la atención y todo va a estar bien.

—¿Cómo la última vez? —le recordé a Bastian, asomandome entre los asientos —. En Alemania.

—¿Recuerdas los cuerpos, Bastian? —Camille miró a su tío —. Toda esa sangre —sus colmillos salieron lentamente, mostrandose filosos, peligrosos y letales.

—Basta —espetó —. Ya no hablen de eso —suspiró —, y por favor, Caden, intenta controlarte, ¿sí?

Me miró con sus fanales llenos de suplica y temor.

—Lo voy a intentar —una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios.

—Bien, es todo lo que quería escuchar.

Camille abrió la puerta del copiloto y yo lo hice con la puerta de atrás. Antes de cerrar le dijimos adiós a Bastian y caminamos hacia el recinto donde íbamos a fingir que éramos dos chicos universitarios normales.

—¿Ves eso? —sus ojos añil miraban con voracidad a cada una de las personas que transitaban por todo el lugar.

—¿Qué se supone que tengo que ver? —alcé una de mis cejas.

—Carne fresca —se pasó la lengua por los labios y al levantar una de sus comisuras uno de sus colmillos se dejó ver —. Voy a disfrutar tanto esto —chilló como una niña pequeña lo haría al recibir un juguete.

—Solo ten cuidado —puse una mano en su hombro, sus colmillos regresaron a su lugar y rodó los ojos con hastío.

—No arruines esto, Caden —sus ojos tomaron un tono rojizo, al mismo tiempo que debajo de estos las venas tomaban un color negro, eran como las raíces del árbol que se enredaban en lo que sea que hubiera en su camino.

—¿Arruinar qué? —pregunté con sorna —. ¿Arruinar esta mentira?

Resoplé. Caminábamos dentro del edificio, bajo la mirada atenta de muchos de los alumnos, podía escuchar sus pensamientos y todo lo que decían de Camille y yo, no eran nada disimulados y tampoco les importaba mucho no serlo.

¿Ya viste a esa chica y cómo se viste? Miralo a él, se nota que no son de aquí. Él es sexy y ella parece una perra. Zorra.

—Será la primera a la que le drene la sangre —espetó Camille, refiriéndose a la chica rubia que iba en compañía de una castaña y otra de cabello negro afro.

Nos detuvimos al llegar a las escaleras, todavía había muchos alumnos fuera de sus aulas.

—Te veo en la casa, entonces —Camille se detuvo a mi lado —. No hagas nada malo, Caden —me señaló con un dedo que agitaba en al aire.

—Tú no hagas nada malo —una chica pasó a nuestro lado, chocando su hombro con el de Camille, quien siguió cada uno de sus movimientos, levantó su mano y movió sus dedos en forma de saludo.

—Es linda.

—Ya vamos —rodé los ojos.

—No empieces —frunció el ceño —. Sabes que me gustan vírgenes y puras.

—Adiós, Camille —se dio la vuelta al mismo tiempo que lo hacía yo para subir las escaleras.

—Adiós, Caden.

Subí las escaleras con pasos lentos y calmados, no tenía prisa por llegar a mi primera clase y mucho menos rodearme de pubertos, los cuales tenían litros y litros de sangre que eran solo una tentación para mí y cualquier vampiro. Eran las presas y yo el cazador.

Al llegar al aula me detuve al ver que una mujer mayor se detenía y me miraba con algo de curiosidad.

—Tú debes Caden Edevane —en sus brazos sostenía algunos libros.

—Y usted debe ser la profesora Aurore —asintió.

—Deja que entre yo primero y te presento a tus compañeros —asentí con la cabeza y empujó la puerta con el brazo, donde sostenía un termo.

—Buenos días, alumnos —dijo la mujer tan solo al entrar al aula.

—Buenos días, profesora, Anderson.

—Hoy tenemos la visita de un nuevo alumno.

La mujer dejó todas sus cosas encima del escritorio.

—Él viene de Suecia, ha estado viviendo ahí por un poco menos de un año. Su nombre es Caden Edevane y es sobrino de Bastian Mellark.

—Pasa, Caden —cuando la puerta se abrió los murmullos cesaron pero las miradas curiosas se hicieron presente en todos y cada uno de los ahí presentes.

Un olor peculiar golpeó mi nariz y pude ubicar al dueño de ese olor de inmediato. Di un paso dentro y miré fijamente al lobo sentado en una de las sillas al frente de todo. A su lado y detrás había más cómo él.

Empezamos bien.

Varios olores se mezclaban a mi alrededor pero el que más llamó mi atención fue el de una bruja al final del aula. Pretendía pasar desapercibida pero ella era...especial, lo podía oler y saborear, su sangre era única, una mezcla de bruja y...Mierda.

Su cabello era castaño y le llegaba poco más abajo de los hombros, su piel blanca hacia el perfecto contraste con esos fanales de color azul. Cejas gruesas y bien definidas, delgada, alta, bonita. Tenía algunas pecas en la nariz, delgada y bien perfilada.

Su aura no era del todo blanca, había algo oscuro creciendo a su alrededor, era poderoso, tenebroso pero más que nada oscuro, muy oscuro.

—Toma asiento, Caden —la voz adormilada de la mujer me sacó de mi letargo.

Parpadeé un par de veces y asentí con la cabeza para proceder a buscar un lugar libre. Al final, en la misma hilera donde estaba sentada la brujita, había un asiento libre. Pude sentir algunas miradas encima de mí. Se tensó, cada uno de los músculos de su cuerpo se contrajeron cuando la miré y no le quité los ojos de encima.

No te voy a comer, bruja, aún no.

Una sonrisa burlona se formó en mis labios cuando su ceño se frunció y maldijo para sí, lo que no sabía era que yo podía escuchar cada uno de sus pensamientos, desde el más insignificante hasta el más sucio de ellos. Tenía una linda cara, pero sus pensamientos eran...algunos de ellos no eran tan puros como ella lo fingía ser.

Fingí prestar atención a lo que la mujer decía, pero ese tema yo ya lo había visto como veinte veces en cuatro idiomas diferentes. Esto era aburrido, lo mejor hubiera sido quedarme fuera y no entrar, pero no me podía quejar, la brujita a mi lado era interesante.

Cuando la clase terminó agradecí poder salir de esa tortura y busqué a Camille pero no la encontré en ningún lado. Fui al patio central de la universidad, donde había un gran espacio verde, donde los alumnos pasaban el rato entre clases, platicaban y estudiaban. Ahí tampoco estaba Camille.

«Será la primera a la que le drene la sangre»

Las palabras de Camille no me dejaron en paz en todo el día, hasta que por fin salí de la universidad y caminé de regreso a casa.

El pueblo de Bibury era tranquilo y quedaba a media hora a pie de la Universidad. Las casas eran de piedras de color gris con techos inclinados, ubicado junto al río Coln. Carreteras estrechas con árboles y arbustos a cada lado. Extensos patios llenos de verde y flores de muchos colores, riachuelos en medio de las calles que hacían ver el paisaje mucho más bonito de lo que ya era. Un pueblo de ensueño repleto de monstruos.

No tenía prisa por llegar a mi casa, desde hacía mucho había dejado de correr, tenía una eternidad para hacerlo y ya me había acostumbrado a esto. Disfrute de aquel día, de las personas, de las calles de Bibury, del olor a humedad, el sol en lo más alto iluminando todo.

Al llegar a la colina donde se encontraba la mansión pude percibir un aroma femenino y no era precisamente el de Camille. Gruñí y negué con la cabeza.

—No entiendes, Camille —masculle al mismo tiempo que abría la reja de la mansión y miraba a mis alrededores, asegurandome que no hubiera algún fisgón por ahí.

Al entrar crucé veloz el patio delantero, entré a la casa y subí a mi habitación para dejar la mochila e ir a la habitación de Camille, de donde emanaba aquel olor. Cada paso hacia aquella puerta era una tortura, el olor metálico de la sangre se penetraba en cada pared y cada centímetro de la casa. Era poderoso y me estaba volviendo loco. Mis colmillos se asomaban, mis ojos ardían y quemaban.

Empuje la puerta y no me sorprendí cuando la vi acostada de lado bebiendo la sangre de aquella chica rubia, que ahora había entrado en un trance del cual Camille era responsable. En sus fanales no había nada, solo eran dos canicas sin vida y sin brillo. De su cuello escurría sangre fresca y tibia, su vena palpitaba mientras Camille estaba pegada a su lado izquierdo con sus colmillos bien enterrados en su piel y su carne, succionando todo con lo que podía arrasar.

—Camille —se despegó lentamente del cuello de la chica.

Un hilo de sangre escurría por su lado izquierdo, pero su lengua serpenteó rápidamente para quitar todo rastro de carmín. Apoye mi hombro derecho en el marco de la puerta esperando que dijera algo o hiciera algo más que dejar sin una gota de sangre a esa pobre chica.

—¿Qué? —pasó el pulgar por la herida abierta del cuello y lo metió a su boca, para proceder a chuparlo.

—¿Qué dijo Bastian? —dije calmado, ella resopló molesta.

—No sé, algo de no hacer cosas.

—Cosas como estás, Camille —señalé a la chica.

Camille ladeó la cabeza.

—No te hagas la victima que sé que quieres esto —cogió la barbilla de la joven y le dio la vuelta dejando ver los dos orificios, frescos y sangrando.

Mentiría si digo que aquello no me provocó en demasía, el olor a metálico, la tibieza de esta y su color. Sí, aquello era la tentación pura y yo quería beber ya, necesitaba quitarme esta sed que me estaba quemando la garganta y que crepitaba por cada uno de mis huesos y la sentía arder como brasas al rojo vivo.

—Vamos, Caden, ella no dirá nada —sus dedos en la piel de la chica hicieron presión y la obligó a verla a los ojos —. ¿Verdad que no vas a decir nada, querida? —por inercia ella negó con la cabeza.

Y cómo se iba a negar si Camille había usado sus poderes de hipnotismo con ella y estaba vulnerable a cada una de sus palabras y órdenes. Así que su respuesta fue eso, solo un asentimiento de cabeza.

—Ves, ella no va a hablar.

—Creo que no debemos arriesgarnos mucho, no somos los únicos monstruos en este pueblo, Camille —me rasque la nuca.

—Eso ya lo sé, vi a un par de lobos, unas brujas y más fenómenos por ahí —hizo un movimiento con la mano, restándole importancia al tema —. ¿Entonces?

Se puso de pie, dejándome espacio al lado de aquella joven. Medite esto algunos segundos en los que sopesaba lo que iba a hacer, pero el hambre y la sed siempre podían más que yo, más que todo lo que Bastian me había enseñado a lo largo de los años y que yo mismo le prometí. Así que me metí entre sus piernas y bebí de su sangre, no era tan dulce, pero a mi sed eso no le importaba y quizá era enfermo pero Camille bebía de su lado izquierdo mientras que yo lo hacía del lado derecho. Sus muñecas, su cuello y sus piernas quedaron marcadas por nuestros colmillos que se enterraban una y otra vez en su piel, provocando que gimiera de dolor mientras que nosotros disfrutamos tanto de aquel momento.

—Te vas a ir a tu casa, vas a olvidar todo esto y no nos conoces —le ordenó a la chica, sostenía sus hombros con ambas manos y la miraba fijamente a los ojos —. Procura no mostrar esas marcas, no se ven muy bien en una chica como tú —se acercó a ella para dejar un beso sobre sus labios y la soltó —. Anda ve.

Le dio una nalgada cuando pasó a su lado.

—¿Te la follaste? —inquirí mirando el rostro de Camille.

—¿Pues tú que crees? No solo la iba a querer para beber de su sangre, también para pasar un buen rato —ladeó la cabeza y frunció los labios —. No está mal pero le hace falta experiencia.

Se dio la vuelta y se subió a la cama.

—Ya te puedes ir —no tenía que ser un genio para entenderlo, así que me di la vuelta, salí de habitación y me asegure que aquella chica saliera de la casa sin tener idea de lo que hacía ahí.

Estuve en mi habitación un buen rato sin hacer nada ya que lo que nos habían enseñado en la universidad yo ya lo había visto varias veces y me sabía el tema al derecho y al revés. Así que solo esperé a Bastian ya que tenía muchas dudas rondando mi cabeza y no me dejaban en paz, más que nada con respecto a esa brujita.

—¿Puedo pasar? —toqué a la puerta de su despacho y sin levantar la cabeza asintió.

—Pasa —di un paso dentro y me acerqué a su escritorio, para sentarme en uno de los sillones frente a este. Bastian revisaba algunos papeles que hojeaba y firmaba —. ¿Cómo te fue?

—Bien, pero no es eso de lo que quiero hablar —dejó los papeles que tenía entre las manos y los dejó a un lado, suspiró y se pellizcó el puente de la nariz con dos dedos —. ¿Qué pasa?

—No sé que clase de lugar es este, Bastian, pero creo que no te fijaste bien cuando decidiste traernos aquí.

—¿Por qué lo dices?

—Pues me encontré con la sorpresa de que hay lobos en la universidad, succubus, brujas y...un ser muy especial también —Bastian resopló y se dejó caer en el respaldo de su sofá.

—Carajo —resopló —. ¿Qué más?

—¿Qué hay de la posibilidad de una bruja mitad demonio? ¿Habías escuchado hablar de algo así?

Los fanales de Bastian se abrieron con sorpresa, deslizando su cuerpo más cerca de la madera del escritorio.

—¿La has visto? —asentí con la cabeza, agrandando más su sorpresa.

—Sí, tiene un algo oscuro, es como si dentro de ella hubiese solo maldad.

—Vaya —se pasó una mano por el cabello, deslizando sus dedos entre las hebras.

—¿En todos estos años de vida habías escuchado de algún caso así?

—He escuchado de hijos procreados por humanos y demonios, pero no de una bruja y un demonio. ¿Recuerdas en los ochentas, cuando descubrimos esa secta?

—Buscando alguna explicación acerca de mi marca —Bastian asintió.

En ese momento sentí un cosquilleo en la espalda, era la misma sensación cada vez que hablaba de ello.

—Pues uno de los súbditos era hijo de un demonio, un demonio de clase baja.

—Creeme que ella no es hija de un demonio de clase baja, lo sentí, Bastian —me acerqué a él —. Dentro de ella hay algo poderoso, oscuro, maligno. Es fuerte y arrasador.

—Tienes que averiguar eso —me señaló con un dedo.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—¿Y yo por qué? —me dejé caer en el respaldo del sillón.

—Porque tú vas a esa universidad y no se lo puedo pedir a Camille, es seguro que en lugar de vigilarla hace una cena con la chica y le drena cada gota de sangre.

Si tú supieras.

Pensé.

—Bien —bufe —. Pero que sea por poco tiempo, no quiero que me mate con sus poderes sobrenaturales.

Una sonrisa burlona se deslizó en sus labios.

—¿Tienes miedo, Caden?

—No es miedo, es precaución.

—Eres inmortal.

—Y ella es un demonio, me puede matar con un chasquido de dedos, Bastian —me puse de pie —. Y no te burles —ahora yo lo señalaba con un dedo.

Di unos pasos al lado del escritorio pero su voz me detuvo.

—Por cierto —me di la vuelta hacia él, metí mis manos a los bolsillos de mi sudadera —. La próxima vez que traigan a una chica a la casa, asegurense de no dejar nada que los incrimine, no quiero tener a la maldita policía aquí —aseveró con voz dura.

No hice ni un movimiento, no parpadeé solo pase saliva.

—¿Cómo lo...?

Se adelantó a mis palabras.

—No soy estúpido, Caden, la entrada de la casa tiene su olor y que decir de la habitación de Camille —me miraba fijamente —. No les digo que no se alimenten, porque es como pedirle a un río que deje de correr, pero al menos tengan un poco de prudencia y no lo hagan tan descaradamente —entornó los ojos —. ¿Es mucho pedir?

Negué con la cabeza.

—Bien, pues espero no traigan problemas —levantó un dedo al aire y siguió revisando los papeles.

—Entendido.

Me di la vuelta y salí de su despacho.

Bastian era un vampiro viejo, de unos cientos de años, estaba acostumbrado a aquellos años mozos donde podía controlar a su sobrina y donde las reglas importaban más, se regía por códigos que ahora Camille se los pasaba por los pies y pisoteaba, aunque yo también lo desobedecía y muchas de las veces era mi culpa tener que huir y ahora estábamos aquí, tan cerca de donde viví años atrás y donde todo empezó.

Llevaba la marca de la bestia y no sabía bien que significaba, solo sabía que había sido parte de un sacrificio y que pronto mi creador iba a reclamar mi obediencia y no sabía si estaba preparado para eso. No tenía idea de quien era, que sería de mí o que habitaba dentro de mi ser, solo sabía que era un ser salvaje que cada vez tenía mucha más fuerza y poder, era peligroso y cruel, pero por más que lo mantenía a raya este iba a salir un día de estos y todo iba a terminar muy mal. 

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