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Capítulo 18 ☾

Bryony

Pedimos algo de cenar para no tener que preparar nada, además del hecho que no llevábamos nada para preparar algo decente. Así que tomamos la vía más rápida y mejor pedimos algo para no complicarnos la existencia. La comida no sabía tan mal, era carne con puré de papas, una cena muy ligera.

—Esto sabe muy rico —dijo Caden con una gran sonrisa en los labios.

—Solo es carne —le dije pero negó con la cabeza.

—En la casa no hacemos nada así. El puré sabe muy rico —sus ojos se iluminaron tanto, me conmovió ver sus orbes llenos de ilusión.

—¿Hace cuánto que no tienes una cena decente? —le pregunté con curiosidad.

—No sé, ¿hace mucho? La verdad no nos preocupamos por esto. Solo cazamos y ya. Además a Camille no le gusta estar detrás de la estufa y Bastian se la pasa más tiempo fuera que en la casa.

—¿Cazar? ¿Así le llaman? —levanté una ceja.

—Se escuchó muy cruel y frío.

—Un poco —se encogió de hombros —. Pero no te juzgo, Caden, esto eres tú.

Una tierna sonrisa adornó sus labios. Me hizo sentir tan bien que supiera que yo no lo juzgaba, al contrario, quería entenderlo y comprender también. Él era una rara especie, particular e impresionante.

—¿No me juzgas?

—Claro que no, tú no lo has hecho conmigo, ni siquiera cuando me viste matar a un hombre, ni cuando he perdido el control. No me has señalado ni juzgado, no lo haré contigo —le dije serena.

—Por eso me encantas, pequeña bruja —me señaló con el tenedor que sostenía en su mano —. Te adoro —sonreí.

—Te puedo preparar una rica cena, también sé cocinar.

—¿Qué más sabes hacer? Eres una cajita de sorpresas.

—Mamá me enseñó a tejer, sé hacer algunas manualidades y no olvides que soy un demonio y tengo un poco de ángel, eh —subía y bajaba las cejas.

—Me encendí cuando dijiste que eres un demonio. Ya quiero ver ese lado salvaje tuyo —levantó una ceja de manera pícara.

—Oh, cállate, travieso —le di un manotazo en el hombro.

—¿Entonces tenemos una cita para cenar juntos? —afirmé con la cabeza —. ¿Cuándo y donde?

—El día que quieras en donde sea.

—En mi casa, recuerda que Camille y Bastian se van unos días, así que podremos aprovechar para estar solitos.

—No me tientes, demonio —cogió mi mano y le dio un apretón.

—Tú me tientas cada día con tan solo existir —sentí mis mejillas calentarse.

Siempre tenía las palabras correctas para hacerme sentir incómoda de la manera correcta. Dentro de mí se encendía una hoguera que solo él podía mantenerla viva, era una sensación extraña que me gustaba en demasía y me hacía sentir bien. Caden sabía como enamorarme y tenerme boba por él.

—Entonces...—me aclaré la garganta —. El lunes en tu casa.

—Sí —soltó mi mano y siguió cenando tranquilo.

No podía dejar de mirarlo, era como una extraña obra de arte que te atrapa y que por más que apartas los ojos regresas la vista para apreciarla y apreciarla hasta que tus ojos se cierran por inercia, pero si pudieras quedarte horas y horas ahí lo harías sin dudarlo. Era guapo, sin duda alguna, su cabello era lacio y corto, recortado un poco de los costados. Sus cejas eran un poco rectas del mismo color que su cabello, sus orbes eran de un azul electrizante que me atrapaba. Cada que sonreía lo primero que veía eran las dos paletas que eran sus dientes, más allá se asomaban sus colmillos, puntiagudos y filosos. Mandíbula un poco cuadrada con una barbilla partida por la mitad y un poco más arriba esos labios carnosos que ya había probado y me dejaron con ganas de más. Tenía un perfil hermoso, por donde lo vieras era perfecto, con su piel tersa, sin imperfecciones, lisa, suave. La palabra hermoso era un insulto para lo perfecto que él era. No era hermoso, era atractivo, sexy y caliente.

—Me siento acosado —dijo mirándome. Sonreí un poco y suspiré.

—Lo siento —me encogí de hombros picando un poco el puré.

—No dejes de hacerlo, me gusta. Me gusta que me observes, pequeña bruja.

—Vampirito —éramos dos par de tontos que estaban locos el uno por el otro, quizá él esperaba esto desde hace mucho pero para mí era algo nuevo, algo que jamás había sentido en mi vida, esta atracción, esta sensación de vacío que sentía cada que estaba con él, cada que me tocaba o con el simple roce de sus dedos con mi piel. Su tierna mirada a veces con lascividad, a veces con descaro y otras más con ganas de quitarme la ropa.

—Me tienes como un loco por ti, pequeña bruja —suspiré ante sus palabras.

—Me encantas —admití sin pensarlo demasiado.

Estaba desarrollando una necesidad insana por él, quizá era algo enfermo pero lo quería a mi lado para siempre cada noche.

Seguimos cenando en silencio, pero no era algo incomodo, al contrario, era agradable no decir nada pero poder escuchar todos sus pensamientos y con la mirada saber lo que sentía y lo que quería decir.

Me di un baño antes de ir a la cama, cuando salí fue el turno de Caden de entrar y ducharse también. Me trencé el cabello y miraba por la puerta que daba al lago, los árboles alrededor de este dejaban una gran sombra que a lo lejos podía parecer tétrica, pero no eran más que árboles llenos de ramas y hojas, muchos de ellos.

Escuché la puerta del baño, cerré las cortinas y al darme la vuelta me encontré a un Caden desnudo de la parte de arriba con solo una toalla rodeando sus caderas. Su cabello estaba húmedo, caía a un lado de su frente dejando ver sus costados un poco más cortos. Sus hombros eran anchos, con brazos largos y bien definidos, no tenía demasiados músculos pero sí los suficientes para que me llamaran la atención. Su torso estaba bien formado, nada exagerado para mi gusto.

—Si me sigues mirando así siento que me vas a violar cuando duerma —parpadeé y tragué saliva.

—No es que no haya visto a otro chico desnudo —musité.

—Eso debería molestarme —masculló —. Pero no estoy molesto, mucho menos contigo, pequeña bruja.

Sonreí y me metí bajo los cobertores que ya estaban acomodados para dormir.

Caden jaló la mochila que había traído con ropa y se deshizo de la toalla. Al ver lo que estaba haciendo pegué un chillido, escandalizada. Alcancé a ver su trasero.

—¡Caden! —me cubrí la cabeza con los cobertores y cerré los ojos.

—Como si nunca hubieras visto a un hombre desnudo.

—¡Por Dios!

—No metas a tu creador en estas cosas —se rio de mí.

Escuché como se movía de un lado de la habitación al otro, era sigiloso pero yo puse mucha atención para poder escuchar todo, su respiración, como subía la tela de su pijama por sus piernas y el roce de estas con su piel. El momento en que se puso la camiseta y como sus dedos tocaban la tela. Todo era tan claro para mí en estos momentos. Quizá sí había algo bueno de ser parte demonio.

Sentí la cama hundirse cuando se acostó a mi lado y fue el momento para quitarme los cobertores de la cabeza.

—Mojigata —las luces estaban apagadas pero entre aquella oscuridad podía ver sus orbes claros y electrizantes.

—Descarado —sonrió cogiendo mi mano para subirla a la altura de sus labios y besar mis nudillos —. Ven aquí —palmeó el lugar a su lado, lo miré desconfiada y entorné los ojos —. No te voy a hacer nada mientras duermes, tú solita me vas a pedir que lo haga —subía y bajaba las cejas.

—¿Lo juras? —rodó los ojos.

—Lo juro, pequeña bruja, no tocar sin ti consentimiento —le sonreí ya más tranquila.

Me deslicé cerca de él, apoyando mi cabeza en su pecho, deslizó su brazo bajo mi cuello atrayéndome a su cuerpo. Mis manos quedaron encima de su estómago, enlazándolas con la suya.

—Hasta mañana, pequeña bruja —dejó un casto beso sobre mis labios.

—Hasta mañana, vampirito.

****

Desperté con la garganta seca y la frente perlada en sudor, parecía que me había duchado apenas y me metí a la cama así. Me senté sobre el colchón mirando mi entorno, el pecho me subía y bajaba agitado.

—Caden —palmeé su lado de la cama pero él no estaba ahí. Me deslicé a un lado de la mesita para encender la lámpara que iluminó un poco la habitación —. ¿Caden? ¿Estás en el baño? —me pasé la mano por la frente para quitar el exceso de sudor.

Había tenido una pesadilla y mi padre era el protagonista, un monstruo alado con un par de cuernos en los costados de su cabeza, garras en lugar de dedos, orbes llenos de malicia. Con dientes filosos que lo podían rasgar todo y una lengua como la de las serpientes. Cruel, sádico, lleno de pecados y malicia.

Me puse de pie yendo al baño, toqué la puerta con los nudillos esperando una respuesta del otro lado pero nadie respondió. Empujé la puerta y ahí tampoco estaba él.

—¿Don estás, Caden? —miré mi entorno y me di cuenta que las cortinas se movían por la brisa que entraba por la puerta que llevaba al lago. Fruncí el ceño y miré la habitación.

Me puse las zapatillas y cogí una lámpara de mano que había a un lado de la puerta. Salí por la parte de atrás de la casa y encendí la lámpara, miré a mi alrededor pero no se veía nada, ni siquiera las luces de las otras cabañas estaban encendidas, solo podía escuchar el ruido que el aire provocaba cuando se metía entre las ramas de los árboles, las copas se movían dejando caer algunas hojas a su paso. No sabía donde ir, donde podía estar él.

—Demonios —cerré los ojos —. Tú puedes hacerlo, Bryony, tú puedes.

Saqué de mi cabeza todo lo que me atormentaba en ese momento, dejándola en blanco, no pensando en nada más. Solo tenía que seguir el rastro que su aroma dejaba, él olía a madera seca, olía a paz y a muerte a la vez. Abrí los ojos y seguí el rastro que iba dejando, me guiaba por mi olfato, por los sonidos que eran cada vez más agudos.

Todo se escuchaba tan claro, tan cerca, tan agudo, es como si tuviera a las aves a mi lado cantando, como si el agua del lago pasara por debajo de mis pies, como si estuviera caminando bajo los árboles y las hojas cayeran a mi lado.

Escuché un ruido extraño pero peculiar, como si un animal estuviera devorando a otro. Me detuve y con la lámpara iluminé todo el lugar, hasta que lo vi, era él: Caden. Estaba de rodillas dándome la espalda. Di un paso atrás, pisando una rama que yacía en el suelo llamando así su atención. Primero se detuvo y dejó de hacer lo que estaba haciendo tan solo segundos atrás, su espalda se irguió y giró la cabeza. Se empezó a poner de pie lentamente mientras gotas de sangre caían de sus manos al pasto debajo de él.

—¿Caden? —parpadeé para tenerlo frente a mí. La lámpara cayó al suelo rodando a mis pies —. Caden —suspiré al verlo así.

Tenía la boca cubierta de sangre, al igual que sus manos y su ropa, detrás de él el cuerpo de aquel hombre yacía inmóvil, desangrándose. Levanté mis manos para tocarlo pero el movimiento lo asustó un poco. Con mis dedos quité los cabellos que caían en su frente. Sus ojos eran de un profundo rojo sangre y lo que debía ser blanco ahora era negruzco cómo el carbón, debajo de estos se notaban sus venas. Este no era mi Caden, no era él.

—Vamos a la cabaña, ¿sí? —puse mis manos en sus mejillas en un toque suave y delicado, cerré los ojos para ver más allá de sí. Apoyé mi frente con la suya, quería ver que había dentro de él, que era esto que estaba ahora mismo frente a mí, porque estaba segura que Caden no era.

Busqué dentro su mente, en lo más profundo de su ser y ahí estaba él, asustado, lleno de miedo y pavor, aterrado en un esquina de su mente.

—Ven conmigo, por favor —le pedí tranquila —. Vamos a estar bien, solo ven conmigo.

Dentro de él había muchos demonios que lo atormentaban, eran su infierno personal.

—¿Bryony? —abrí los ojos de golpe y los suyos ya no eran de ese color que a cualquiera podía darle miedo, pero a mí no, yo no tenía miedo de él, ni verlo así cubierto de sangre —. ¿Brujita? —estaba confundido. La bruma en sus orbes empezó a disiparse, poco a poco.

—Soy yo —le sonreí. Mis manos seguían en sus mejillas. Al levantar sus manos y verlas cubiertas de carmín abrió los ojos con sorpresa.

—Yo...—enroscó sus dedos —. No sé que pasó —lucía confundido y aterrorizado —. No sé...

—Shhh —siseo llevando mi dedo a sus labios —. No pasa nada —quiso mirar sobre su hombro pero no dejé que lo hiciera —. Vamos a que te des un baño.

Asintió con la cabeza.

—Ven —cogí su mano y lo llevé conmigo hacia la cabaña. Cerré la puerta y encendí la luz. Al verlo así cubierto de sangre y pasto parecía tan diferente al Caden con el que había estado tan solo horas atrás.

—¿Qué pasó? —estaba de pie a un lado del baño.

—No sé —me encogí de hombros —. Pero necesitas un buen baño —asintió con la cabeza.

Entré al baño y él lo hizo detrás de mí. Abrí la llave de la regadera y le ayudé a quitarse la ropa, en este momento ni siquiera me importaba tenerlo desnudo frente a mí, solo quería quitarle todo rastro de sangre de su cuerpo y limpiar su piel. Me senté en el borde que había en la puerta de la ducha y Caden se dejó caer en el suelo. Pasé mis manos por su rostro para limpiarlo y quitar la sangre seca que tenía en la boca. Quería hacerle tantas preguntas pero a la vez no quería abrumarlo mucho más de lo que ya estaba. Con dos dedos aparté los mechones mojados de su frente, al verlo me sonrió tan dulcemente que no podía entender como es que había dejado a un hombre destrozado y sin una gota de sangre. Se veía tan inocente pero hasta los ángeles más puros llevaban dentro a los demonios más crueles.

—¿No me tienes miedo? —negué con la cabeza —. ¿Por qué?

—¿Debería tenerte miedo? —ahora él negó con la cabeza.

—Nunca te haría daño, brujita, a ti no —cogió mi mano y la puso en su mejilla que estaba tibia.

—Entonces no te tengo miedo —le dije.

—Gracias —murmuró.

—¿Por qué?

—Por todo —se quedó mirando la nada, ensimismado en sus pensamientos.

Después de darse un baño se cambió de ropa y lo llevé a la cama para que durmiera un poco más. Cuando su respiración era acompasada pude salir de nuevo para borrar todo rastro de lo que Caden había hecho, no quería que nadie lo culpara por lo que había pasado y aunque él era el culpable no iba a dejar que alguien lo supiera. Fue un trabajo arduo que me llevó toda la madrugada y parte de la mañana, pero al final del día nada había pasado, al menos para nosotros.

Entré a la habitación en el momento que Caden estaba abriendo los ojos.

Caden

Abrí los ojos en el momento que mi pequeña bruja estaba entrando a la habitación. Al verme se detuvo y apoyó la espalda en la puerta. Me erguí y estiré los brazos. Al observarla me di cuenta que tenía la ropa manchada de sangre al igual que pasto y lodo. En ese momento recordé todo lo que había pasado la noche anterior y toda sonrisa se borró de mis labios.

Me dejé llevar una vez y las cosas salieron mal. Me volví salvaje, estaba sediento, lo dejé salir y no medí las consecuencias de lo que podía pasar. Me sentía un asco, no me sentía digno de ella, era una aberración para su persona, para lo pura que ella podía llegar a ser.

—No pienses esas cosas —dijo apartándose de la puerta y acercándose a mí —. No eras tú —ahora ni siquiera quería verla a la cara. Me daba tanta vergüenza verla después de como me vio en ese estado.

Se sentó a mi lado en la cama cogiendo mis manos.

—Tú me viste matar a un hombre a sangre fría —su voz era dulce —. Y yo no te puedo juzgar por esto —levanté la cabeza para verla a los ojos —. No lo haré.

—¿Cómo me puedes decir esto después de lo de anoche? Me viste devorarlo, cubierto de sangre, su sangre y no me tienes miedo, ¿Por qué?

—Porque al final no somos tan diferentes, vampirito —me gustaba cuando me decía así —. Ese no eras tú.

—¿Y no te da miedo que este monstruo te lastime? —negó con la cabeza de manera altiva.

—Soy una diosa, vampirito, nada me puede hacer daño.

La amaba, amaba la manera en la que se expresaba de ella misma, amaba como se estaba enfrentando al hecho de que era tan poderosa como magnífica. Amaba que no se dejaba caer y mantenía la cabeza en alto ante cualquier cosa. Y me odiaba por no ser lo suficiente para ella. Era un asesino, un monstruo que no se merecía a una mujer cómo ella.

—¿Algún día me vas a decir que es lo que te atormenta? —su voz me sacó de mi ensimismamiento.

—Lo haré.

—Bien —se puso de pie, pero no solté su mano —. Me voy a dar un baño.

—Espera.

—Dime —me miró hacia abajo.

—¿Qué hiciste con el cuerpo?

—Por eso no te preocupes, he descubierto que también puedo convertir todo en cenizas —chasqueó los dedos y una llama se encendió en estos. De nuevo los chasqueó y esta flama desapareció.

—Tú sí que eres una cajita de sorpresas.

—Lo sé —se jactó de sus palabras —. Tremenda sorpresa se va a llevar mi padre cuando se dé cuenta de lo poderosa que es su bastarda.

—No digas que eres una bastarda —la reñí —. Eres la más poderosa de sus hijos, con la capacidad de sanar y dar vida pero también de quitarla, eres una diosa al lado de todos estos mortales, una reina entre plebeyos.

—Tú sabes que palabras decir cuando me siento como una basura.

—Es que fui hecho para ti, pequeña bruja —le di un toquecito en la nariz con mi dedo índice —. Siempre que me necesites voy a estar para ti —subí sus manos a la altura de mis labios y dejé besos en estas —. Ahora ve a darte un baño que hueles muy mal.

Me frunció el ceño y me dio un golpe en el brazo.

—Tonto —me reí.

Se quiso poner de pie pero antes de que hiciera cualquier movimiento la atraje a mí cayendo encima de mi cuerpo. Su nariz rozaba con la mía, tenía sus labios tentadores a solo milímetros de los míos, a nada de devorarlos una vez más y saciarme de ella, aunque fuera solo así. Antes de que rechistara apreté mis labios a los suyos, fue un beso tierno, dulce y lento que me trajo a la vida en unos segundos nada más, era lo único que necesitaba para volver a la vida. Su lengua era suave, caliente, se movía dentro de mi boca provocándome solo un poco más, llegaría el momento en que no iba a poder aguantar más y se iba a arrepentir de aquellas palabras que ella misma me dijo en esta habitación. No iba a tener piedad de ella, no sería piadoso ni mucho menos delicado.

—Caden —murmuró sobre mis labios sin separarse demasiado.

Al abrir los ojos los suyos tenían aquella chispa de fuego, algo que me ponía caliente al instante.

—Eres perfecta —sus labios dibujaron una tierna sonrisa —. No me canso de observarte, de apreciar tu belleza —con dos dedos hice a un lado un mechón de su cabello —. Eres la cosita más linda, tierna y peligrosa que he conocido.

—Estas son las palabras más lindas que alguien me ha dicho nunca.

—Me tienes cómo un idiota, te bajaré las estrellas de ser necesario —pase mi dedo pulgar por su hinchado labio inferior.

—No necesito las estrellas, Caden, solo te necesito a ti, a mi lado.

Cómo no amarla si tenía las palabras correctas para cada ocasión. Me había visto mal, en uno de los peores momentos de mi vida y seguía a mi lado, sin temer que le pudiera hacer daño y es que no lo haría, primero me cortaba las manos antes de dejar que este monstruo que yacía dentro de mí le pusiera un dedo encima. Prefería mil veces la muerte antes de hacerle daño.

—Me voy a dar un baño y podemos ir a caminar por el lago, ¿te parece? —me mordí el labio. Ella notó como me tenía, así que puso un dedo sobre mis labios —. Calma, vampirito, te aseguro que cuando ese día llegue seré tuya en cuerpo y alma.

Quitó su dedo de mis labios para dejar un casto beso sobre estos.

Se puso de pie y fue hacia el baño. Me dejé caer en las almohadas y cerré los ojos suspirando. Esta mujer me estaba volviendo loco, si antes de conocerla estaba encantado con todo lo que ella representaba ahora que ya la conocía no podía estar más perdido por todos y cada uno de sus encantos. Era como un tornado que había llegado a mi vida. La necesitaba tanto y no me había dado cuenta de ello. Quise alargar este momento, dejar que las cosas pasaran aquí sin mí, no conocerla, no saber nada más de lo que ya sabía pero al final no pude.

Lo que estaba escrito estaba sucediendo y no daría un paso atrás ya, dejaría que todo se diera cómo se tenía que dar. Daría todo de mí para protegerla, para amarla y estar con ella. No detendría al destino nunca más. Aprovecharía cada momento a su lado y cuando la guerra contra su padre llegara yo estaría ahí. 


🌸🌸🌸🌸

¿Ustedes pensaban que Caden era solo amor y palabras bonitas? Pues no mis cielas, mi bebé es más letal que la propia Bryony. Se supone que esta historia tendría solo veinte capítulos pero ahora me doy cuenta que faltan muchas cosas por pasar, mi imaginación con esta historia crece cada día más, así que tendremos Caden y Bryony por mucho tiempo más.

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