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Capítulo 4: La visión de Zaphiro

Un nuevo día y seguía siendo gris. La lluvia seguía acechando el suelo de Mundú, opacando el ambiente de tal manera que la tristeza brotaba de cada lágrima que caía del cielo y que al llegar al suelo, se convertía en una semilla que germinaba sobre la tierra, haciendo crecer el dolor en cada espacio de nuestra aldea.

¿Qué estaba sucediendo?

Nadie era capaz de articular una razón por la cual nuestros Ángeles Supremos nos habían abandonado de tal manera, dejándonos a la merced del tiempo, permitiendo que el dolor fuera moneda corriente en Mundú, dando paso a la tristeza en cada rostro de los aldeanos.

El sonido sobre mi puerta me despertó de mi perturbado sueño. No había podido cerrar los ojos en toda la noche, mi corazón no paraba de temblar y el dolor de cabeza era cada día más intenso.

—Perdón. Shilana, tienes visitas— me dijo Ramsés,

—¿Qué hora es?— pregunté con mucha dificultad,

—Es de madrugada— me contestó,

—¿Quién me viene a visitar a estas horas?—,

—Es la Reina Hada Zaphiro— me dijo seriamente y extendiéndome la bata.

Mi sorpresa fue tal que salí desesperada de la cama y tomé la bata que mi mano derecha me estaba extendiendo. Aunque muy rápido no podía moverme, debido a mi embarazo de siete meses, hice lo posible por no demorarme demasiado.

Cuando salí al pasillo, solo dos de mis custodios personales estaban haciendo guardia. Apenas me vieron salir, comenzaron a caminar detrás de mí. Mientras me dirigía hacia mi despacho, me iba poniendo la bata, entonces Ramsés me dijo:

—Dijo que sólo contigo podía hablar del tema. Intenté preguntarle pero no me quiso contestar—,

—Zaphiro no sale de su aldea sin una buena razón, y mucho menos ella en persona— le contesté mientras me acomodaba el pelo a instinto,

—¿Crees que viene por esta lluvia incesante?— me preguntó intrigado,

—Ojala y esperemos que haya venido con una respuesta—.

Las Hadas son criaturas conocidas por su dulzura y belleza. En ellas no puede existir la maldad y siempre son fieles a su Reina. Mi hermano me había contado, en alguna de las clases que casi a diario me daba sobre la cultura de las demás aldeas, que Zaphiro no tiene precedente. No existe otra criatura ni Diosa que la anteceda, ella fue quien creó la aldea Shayn, quien le dio vida a su pueblo. Es la máxima representación en esa aldea y reconocida por ese mismo motivo. La creen inmortal o con poderes especiales, algunos consideran que es la mismísima Diosa de las Hadas, pero ella nada ha dicho al respecto. Todas las aldeas circundantes la respetamos por eso, por su tremendo y misterioso poder.

Nunca la había visto en persona. Siempre que manejé asuntos con esa aldea lo hacía a través de Pedro que se había asentado en la aldea Shayn o incluso por su asistente o mano derecha, pero nunca antes la había tenido cara a cara. ¿Cómo sería?

Ramsés me abrió la puerta del Despacho Principal y dejó que entrara, hizo la reverencia correspondiente y nos dejó a solas. Su belleza me impactó apenas crucé el umbral del estudio. Parecía muy joven a pesar de ser tan eterna. De altura prodigiosa y cuerpo acorde a su altura, facciones muy bellas: sus ojos de un increíble color rosado, una nariz pequeña y labios carnosos con un ligero tono colorado natural; su cabellera tiene rulos de distintos largos y colores, algunos de tonalidad verde claro y otros de amarillo fuerte, aunque la gran mayoría del pelo es azul luminoso. Su piel despide destellos brillosos como si pequeños diamantes estuvieran incrustados en su piel. Llevaba un vestido blanco con tules del mismo color de manera despareja sobre su vestimenta. Lo que tenía de belleza, su rostro lo mostraba en señales de preocupación y consternación.

—Es un honor tenerla en mi Despacho, Zaphiro— le dije y me acerqué a mi sillón,

—Lamento haber venido a esta hora, Shilana, pero no podía demorar más este asunto— me dijo sentándose sobre la silla que rezaba frente de mi escritorio,

—No se preocupe por la hora. ¿Qué es lo que sucede?— le pregunté preocupada,

—No saldría de mi aldea si no fuera por algo sumamente importante, y voy a entender si esto le resulta difícil de asimilar— me dijo con delicadeza,

—¿De qué está hablando, Zaphiro? No me asuste—,

—Es sobre su futuro hijo—.

Sus ojos brillaban aún en la tenue oscuridad de mi despacho, podía notar que lo que estaba a punto de decirme hasta a ella le dolía y eso me generaba mucho más intriga aún.

—¿Qué sucede con él?— le pregunté en un tono más severo,

—Su nacimiento traerá la esclavitud a tu pueblo—,

—¿De qué está hablando? Discúlpeme, pero es una ridiculez lo que me está diciendo...—,

—Entiendo lo difícil que esto significa para usted— me contestó dolida,

—¿Cómo puede ser eso posible? ¡Mi hijo ni siquiera nació! Además, si hubiera algo malo con él, lo hubiese visto. No se olvide, Zaphiro, que soy descendiente de la familia Drake y tengo dones naturales y uno de ellos es la habilidad de ver el futuro—,

—Ve el futuro que conoce y lo que yo vi fue más allá de su inconsciente conocimiento incluso—,

—¿Por qué mi hijo traería la esclavitud sobre mi pueblo? Será una simple criatura infante— le dije con un tono mezclado entre nervios y dolor,

—No su hijo en sí sino las consecuencias por su nacimiento—,

—¿Consecuencias?—,

—No es un buen presagio para algunos...—,

—¿Me quiere decir que hay alguien que no quiere a mi hijo vivo?— le pregunté con temor,

—Alguien muy peligroso—.

No era posible lo que Zaphiro me estaba diciendo. No conocía a nadie que quisiera que mi hijo no naciera, más allá del tiempo nefasto en Mundú, nuestra vida con Embrace no había podido ser mejor. Los dos unidos y ayudándonos a enfrentar el nuevo reto que teníamos en la vida como reyes. Gobernar la aldea fue complicado, pero entre los dos y con consejos de muchos ayudantes, salimos adelante. ¿Habíamos hecho algo tan malo que no quisieran nuestra felicidad?

—¿Sabe quién?— le pregunté intrigada,

—Es una criatura muy inteligente y peligrosa, con muchísimo poder. Nosotros somos las aldeas débiles y que por más que quisiéramos unirnos para defendernos, jamás alcanzaríamos su poder. Esta criatura en cambio, tiene influencias en muchas otras aldeas y sobre otras criaturas que ningún ojo aldeano nuestro ha visto jamás. Tenemos que ser cautas y lamento traerle esta noticia, pero la verdad debe ser dicha—,

—¿Y qué propone que haga, Zaphiro? Mi hijo va a nacer—,

—Su nacimiento traerá la esclavitud no sólo de su pueblo sino que también influirá en el mío—,

—¿Qué está queriendo decir? ¡Atrévase a decirlo!— le dije con tono de enfado, sabía perfectamente a lo que estaba aludiendo y me costaba de sólo pensarlo, quería que ella lo dijese, que se atreviera a decir semejante atrocidad,

—Él no puede continuar con vida— me contestó con lágrimas en sus ojos rosados.

Le dolía su visión, al igual que a mí. No podía ser verdad...

—Mi hijo va a nacer— le dije y me levanté de mi sillón acercándome a la puerta,

—Entiendo que esta noticia no es la mejor que pude haber traído, pero lo que se avista en el futuro es muchísimo peor. Lo he visto con mis propios ojos, me ha partido el corazón de sólo pensar que esa posibilidad se aproxima a una velocidad impresionante. Sé que el sacrificio que le estoy pidiendo es enorme y muy difícil, pero prométame que va a pensarlo— me dijo levantándose y acercándose a mí,

—No voy a pensar nada, Zaphiro. Me está pidiendo que mate a mi propio hijo por algo que aun no comprendo. Mi aldea siempre estuvo en alerta desde que Petra revivió y rescató a su séquito de la Prisión de Das Dunkel. El peligro es moneda corriente en estos lugares, créame que estoy acostumbrada y me encantaría que fuera distinto, pero no lo es. No voy a asesinar a mi hijo. Si una invasión nos ataca, ya veremos la manera de solucionarlo—,

—Tenía que decírselo, era importante que lo supiera— me dijo atravesando el umbral de la puerta,

—Usted sabe quién es, ¿por qué se rehúsa a decírmelo?— le pregunté con mi mano sobre la manija de la puerta,

—Yo vine hacia usted para contarle lo que no sabe, lo demás, es de conocimiento para usted— y la Reina Hada Zaphiro se alejó en el pasillo.

¿Yo sabía quién quería que mi hijo no naciera?

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