Capítulo 39: El cuerpo de Shilana
De vuelta en el Palacio Real, Petra guardaba todas sus cosas: armas, planos y decenas de papeles en grandes maletas. Había mucho movimiento en el Castillo ya que su séquito también estaba empacando.
—Impresionante— le dije entrando a su dormitorio,
—¿Has visto? —Me contestó sin detenerse a mirarme. —Era mejor la sorpresa—,
—¿Qué fue lo que Calandra te dio para que le dieras semejante lugar?—,
—La oscuridad. Realizó un hechizo perdurable. El manto de oscuridad que cubre Leiden jamás se irá— y giró sobre sí para sonreírme. Se acercó a mí para abrazarme aunque mantuvo una cierta distancia para poder mirarme a los ojos,
—Con eso te aseguras que los Demonios puedan volver en algún momento— le dije al comprender su plan,
—En efecto. La oscuridad de Leiden es mi marca personal y la clave para volver en un tiempo. Mundú ya no existe más, yo te lo dije—,
—Eres sorprendente— le dije.
Apoyó sus labios sobre los míos y me besó salvajemente. Había algo extraño en toda la situación. Yo recordaba perfectamente lo que eran los besos de Petra hace un tiempo, incluso aún después de conocer a Shilana. Eran adictivos, casi tanto como los de ella, en cambio ahora, eran vacíos.
No era capaz de experimentar ningún cambio en mi cuerpo, permanecía estático, insensible. ¿Qué era lo que estaba pasando? Aunque nuestro lazo fuera forzado, mi cuerpo de alguna manera lo experimentaba y la necesitaba cerca para poder ser fuerte; pero algo había cambiado.
Y todo surgió a partir de la ausencia de Shilana.
Cuando se separó de mí, tomó una de las valijas y me dio otra para que la cargara.
—¿Adónde vamos ahora?— le pregunté,
—A Jenko. —Me contestó. —Tenemos que preparar el ataque a Das Dunkel—.
Llevé las maletas al carruaje que nos esperaba a la salida del Castillo. Todo su séquito cargaba sus cosas en otro vehículo, aunque no tan vistoso como el de Petra. Cada uno en lo suyo, concentrados en el viaje, aproveché para hacerme una escapada final. Sentí la necesidad de estar cerca de Shilana, aunque sea un espacio que había ocupado un tiempo atrás.
Me escabullí y me dirigí al Cuartel de la Guardia. No sabía bien en qué lugar habían dejado su cuerpo pero confiaba que el mío lo percibiría cerca.
Caminé por los amplios pasillos y revisé cuanta habitación se cruzaba a mi paso, pero nada. Estaba por darme por vencido cuando sentí una leve diferencia en el suelo del cuarto del General. Debajo de la alfombra había una puerta secreta.
El ruido detrás de mí hizo que me asustara.
—¿Qué haces aquí?— me preguntó seriamente Petra.
La miré directamente a los ojos sin saber qué decirle y no me daba cuenta que el silencio era más sospechoso aún.
—Estaba buscando el arsenal para llevarnos más armas— le contesté lo más convencido que pude.
Ella se acercó a mí y con su mano derecha tomó mi cabeza. La fuerza con la que empezó a apretarla hizo que mis piernas no contuvieran el peso de mi cuerpo. Arrodillado frente a Petra y experimentando un profundo dolor, le pedía que se detuviera, aunque era en vano.
—¿Te crees que soy idiota, Demetrius? Sé perfectamente qué estás haciendo aquí, o mejor dicho, lo que estabas intentando hacer aquí—.
Continuaba presionando la parte superior mi cabeza, sentía que en cualquier momento perdería el conocimiento.
—¡Por... fa...vor!— le pedí dificultosamente,
—¡¿Dónde tienen el cuerpo de Shilana?!— me preguntó en un grito desesperado,
—No... sé... Petra... Por... favor...—,
—¡¿Dónde lo tienen?!— me volvió a gritar.
Pero perdí el conocimiento.
Cuando abrí mis ojos me encontré en una habitación gris con ventanas, aunque cubiertas por unas cortinas negras. Me senté en la cama y observé a mí alrededor. No había más que un sillón a los pies del lecho y un gran ropero enfrente. Una tenue luminosidad invadía el cuarto.
Ya no estábamos en Mundú.
Y recordé que nos estábamos yendo con Petra a Jenko cuando me atacó en el despacho del General. También recordé que había encontrado el lugar dónde había estado el cuerpo de Shilana previo a su desaparición.
Y recordé también que Petra no sabía dónde estaba.
El General Marcus estaba convencido que lo habían movido porque sospechaban que ellos conocían su ubicación, no que ni Petra sabía dónde se encontraba. ¿Cómo era posible que un cuerpo desapareciera de la nada?
Me dispuse a salir de la cama pero me di cuenta que unos grilletes me sujetaban a ella. Estaba más que claro que Petra no confiaba en mí y sólo me había querido hacer creer aquello para sacarme información que pensaba que poseía. Estaba desesperada por saber la ubicación del cuerpo de Shilana, cada vez creía más que eso precisamente era la clave de la extrañeza de su muerte.
La puerta de la habitación se abrió lentamente. La figura de Petra se asomó por el umbral pero no llegó a cruzarlo.
—¡Hasta que al fin despertaste!— me dijo irónicamente,
—Así que ni tú sabes dónde está el cuerpo de Shilana— le contesté sonriéndole.
Ella se acercó a mí violentamente y volvió a presionar la parte superior de mi cabeza con su poderosa mano. Quise no demostrarle mi dolor pero fue en vano.
—Ella ya está muerta. Lo que quieran hacer con ese cuerpo ya no me interesa— me contestó y luego me soltó,
—Si no te interesara no estarías tan preocupada—.
Se fue de la habitación dando un fuerte portazo.
¿Pero por qué su preocupación?
No quería pero era indispensable que recordara los últimos momentos de Shilana y cómo se sucedieron el resto de las cosas. Tenía que haber alguna clave por algún lado...
El tercer y último nivel del Averno fue el más difícil. Los otros fuimos capaces de sortearlos porque contábamos con la ayuda de Powel pero el último era la puerta final al hogar de nuestro Amo del Mal.
Llegué a escuchar a Petra que la llamaba a Shilana y ella respondía ante aquel llamado. Era capaz de percibir la ira que rondaba a Petra aunque luego fue disipada. Alguien se sumó a nosotros, porque pude experimentar una energía distinta, pero no pude descifrar de qué especie se trataba. De lo único que tenía certeza, era que aquella criatura que se nos había sumado, infundía en Petra la más grande de las alegrías.
Y si era bueno para ella, no era bueno para Shilana.
Voces y más voces pude percibir en el ambiente pero no era capaz de tener ninguna imagen. Petra se había encargado de bloquearme algunos sentidos y muchos músculos. En un momento sentí que su mano dejaba de tocarme el cabello y se alejaba de mí pero aun así no era capaz de moverme.
Unos minutos después, la alegría dentro de Petra se extendió aún más. Algo había hecho o algo había sucedido. Escuché claramente como ella llamaba a su mano derecha y le ordenaba que la matara de una vez... Y sólo podía referirse a una sola criatura.
Quería moverme desesperadamente y ayudarla pero no podía. Trataba de enviarle mensajes a mi mente para que respondiera, pero estaba bloqueada por los poderes de Petra. La unión que estaba forjando nuevamente entre nosotros era mucho más poderosa que antes porque esta vez fue capaz de manipularme a su antojo, como si fuera su muñeco.
Fue desesperante hasta que escuché el sonido de un disparo. Mi cuerpo entero recibió como un shock eléctrico y mi mente se reavivó. Pude escapar así del poder de Petra y ver la imagen que se presentaba ante mis ojos.
La mano derecha de Petra, Xerxes, yacía en el suelo del Averno cubierto de sangre. Petra se encontraba arrodillada a su lado inundada en ira. Era capaz de percibir aquella emoción, nuestras mentes estaban ligadas aunque no lo quisiera. Xerxes había sido una criatura muy especial para ella desde que guardo memoria, siempre a su lado, incluso antes de que sepamos quien verdaderamente era ella. Sabía que no era capaz de confiar en nadie pero en él lo hacía y ahora estaba muerto. La pregunta era, ¿quién lo había matado?
Observé más allá de esa escena y me encontré con Embrace sosteniéndole la mano a Shilana. No podía salir de mi asombro. Yo había visto a Shilana llorar y sufrir por su muerte y ahora había sido capaz de llegar al corazón del Averno y rescatarla.
Luces intermitentes se prendían y apagaban en mi cerebro mandando información a todo mi cuerpo, el que sucumbía de a ratos. Odiaba profundamente a esa criatura porque no era capaz de separarlo de Shilana. Siempre estando en el medio, listo para protegerla de cualquier mal e incluso para cuidarla de mí, como aquella vez que peleé con ella en su dormitorio y la lastimé sin querer.
—¡La vas a pagar caro, Shilana Drake!— había esbozado furiosamente Petra.
Acto seguido despegó vuelo y desapareció unos metros más detrás, justo en el lugar donde estaba una pequeña abertura en el suelo.
Comprendí inmediatamente que se trataba de la entrada final al corazón del Averno.
De pronto el ambiente cambió y unas criaturas oscuras cubiertas de manto y sin forma, aparecieron dando vueltas. Recordé que Powel los había llamado Darken y que si éramos tocados por sus estelas, nos debilitarían. Así que comencé a moverme para no entrar en su estela debilitadora. Escuchaba como Embrace les disparaba aunque no veía a ninguna de aquellas criaturas caer al suelo. Mi sobrevuelo sobre la zona me permitió ver con claridad como Shilana le soltaba la mano a Embrace y salía corriendo hacia el agujero en el suelo, por el mismo que antes había desaparecido Petra. Él se dio cuenta y le gritó que se detuviera.
Yo la llamé pero no escuchó.
Segundos después Shilana había desaparecido.
Las criaturas que previamente nos intentaban atacar desaparecieron, fue de un momento a otro. Tanto Embrace como yo quedamos estupefactos ante esa situación. Yo descendí y me uní al Ángel que intentaba en vano abrir la compuerta que llevaba al corazón del Averno.
—Es inútil. —Le dije desesperanzado. —Todas las anteriores compuertas permanecían abiertas, si la cerraron será porque no quieren que nadie las abra—,
—Al menos estoy intentando algo. —Reprochó poniéndose de pie y mirándome furiosamente. —¿Por qué no la ayudaste? Si hubieras intervenido, ahora no estaríamos en esta posición—,
—¿Por qué tengo que darte explicaciones a ti? Además no entiendo qué es lo que haces aquí... Nosotros tuvimos que tener la compañía de Powel para llegar... ¿Cómo hiciste para lograrlo?— le pregunté en tono despectivo para intentar ocultar la envidia que me sofocaba,
—Porque cuando el amor de tu existencia se encuentra en peligro, haces cualquier cosa con tal de ayudarlo. ¡Pero qué te vengo a hablar a ti de amor si no entiendes nada!—.
Estiré mi brazo y con mi mano derecha sostuve su delgado cuello entre mis dedos. Embrace empezó a luchar para poder obtener algo de aire, yo hacía caso omiso a sus pedidos.
Hasta que el ambiente cambió drásticamente.
Una línea resquebrajó la tierra sobre nuestros pies, solté a Embrace para poder observar de qué se trataba. Él recuperó el aire y acto seguido se unió a mi lado para poder ver qué estaba causando aquello.
Una criatura alada brotó de la tierra.
Demian.
Corrí a buscarlo y lo abracé fuertemente. Finalmente lo tenía entre mis brazos, a salvo. Mi cuerpo empezó a experimentar cómo una energía positiva recorría todo mi cuerpo hasta que me di cuenta de una ausencia.
Shilana no estaba con él.
—¡Padre!— gritó mi hijo señalando hacia mi espalda.
Giré sobre mí rápidamente para ver cómo Embrace caía pesadamente contra el suelo. Demian me llevó a rastras hacia él y comprobé que estaba muerto. Me tomó unos segundos hilvanar los hechos.
Shilana era su Eterna Debilidad. Él había muerto sin que nadie lo atacara. Sólo había una solución.
—Dio su vida por su especie, padre. Me pidió que los ayudara, que únicamente yo podría ayudarles. Tenemos que salir cuanto antes de aquí—.
Demian sostuvo el cuerpo de Embrace y abrió sus alas, yo tenía que hacer algo antes. Ubiqué la grieta y descendí al corazón del Averno. Estaba bloqueado por reacciones negativas en todo mi cuerpo y sucumbí al verla tirada en el suelo, sin vida.
Me apresuré para poder sostenerla entre mis manos. Mi cuerpo entero temblaba ante aquella fatalidad. Mi pareja, la criatura que había sido puesta en mi camino por obra del destino, aquella con la cual había generado un poderoso y extraño lazo, ahora yacía muerta en mis manos.
La levanté y la llevé conmigo hasta la entrada del Averno. Allí se encontraba mi hijo sosteniendo a Embrace entre sus brazos.
—Petra no va a tardar en venir. Tienes que irte, hijo— le pedí desesperadamente,
—Vamos— me incitó, pero sabía que tenía que quedarme, escaparme solo empeoraría las cosas,
—No intentes buscarme o contactarme. Vete ahora—.
Demian me hizo caso y se fue volando del lugar. Yo me quedé sentado en el suelo con el cuerpo de Shilana entre mis brazos. Su muerte no tenía que ser en vano, yo iba a ayudar a mi hijo a salvar a la especie de los Ángeles.
Unos minutos después, sentí poderosos aleteos a mi espalda, señal que Petra y su séquito me habían encontrado. Descendieron a mí alrededor y me arrancaron el cuerpo de Shilana de mis manos.
—Arréstenlo— dijo Petra con clara ira.
Percibía su enojo porque se daba cuenta que aunque generó nuevamente en mí el lazo especial de pareja, ya no era suficiente. Nada lo era desde que Shilana había aparecido en mi vida.
Y ya nada lo sería...
Trataba de comprender los hechos y entender por qué el cuerpo de Shilana era tan importante para Petra, pero no llegaba a ninguna conclusión. Los grilletes de mis manos no hacían más que aumentar mis nervios pero el sonido leve de la puerta me puso en alerta.
Alguien ingresó en la habitación de manera sigilosa. Su pelo era corto de color castaño claro y sus ojos marrones me miraron directamente. La reconocí en un instante.
Era Xoa.
—¿Cómo estás?— me preguntó tras cerrar delicadamente la puerta,
—Bien, ahora bien. ¿Por qué tanto sigilo?— le pregunté,
—Nadie debe acercarse a ti, pero en este momento los Demonios que te custodiaban están despidiendo a Petra y su séquito—,
—¿Cómo? —Pregunté sorprendido —¿Adónde se van?—,
—Se dirigen a Das Dunkel, Petra va a derrocar al Rey Brian—,
—¡Tengo que ir a detenerla!— exclamé exaltado,
—Es inútil, Demetrius, pero sí hay algo que puedes hacer—,
—Con estos grilletes dudo que pueda hacer mucho—.
Xoa se acercó a mí y sacó del bolsillo de su vestido una pequeña botellita. No podía ver su contenido pero confiaba en que me ayudaría. Tras verter el líquido sobre los grilletes, estos se desintegraron sin dañarme las muñecas.
—¡Impresionante!— le dije,
—¿Ahora sí estás dispuesto a colaborar?—,
—Por supuesto—,
—Es cuestión de horas para que Petra ataque nuevamente Mundú. Una vez que tenga bajo su mando a Das Dunkel, dirigirá parte de sus tropas hacia allí. Con esto afianzará la confianza de los Ángeles en su nueva Reina Calandra porque ella los volverá a proteger, aunque a cambio de un trueque, lo cual sellará las próximas relaciones externas entre estas dos aldeas: van a intercambiar Ángeles. —Por un momento se me fue la respiración del cuerpo. —Y solo será cuestión de días hasta que la especie de los Ángeles enfrente la extinción. Conoces a Petra y nunca sacia sus deseos. Tenemos que alertar a los Ángeles ahora para que puedan luchar—,
—Podemos alertar al General Marcus pero los aldeanos están contentos con el regreso de Calandra, lo vi en sus ojos—,
—No pelearán solos esta lucha—,
—¿Quiénes nos van a ayudar?—,
—No puedo decírtelo pero confía que todo va a salir bien—.
Estaba insatisfecho con los misterios de Xoa pero teníamos que apresurarnos para llegar a Mundú antes que Petra lo hiciera. Abrí la puerta para que saliéramos de la habitación pero me encontré con Coral. Su expresión de sorpresa y alerta se mezclaron, tuve que reaccionar antes que ella. Me apresuré a sujetarla entre mis brazos y con una de mis manos bloqueé su boca para que no emitiera ningún tipo de sonido.
Xoa me mostró una ventana próxima. Me dijo que me vaya solo, que ella encontraría la manera de salir del edificio en el que me encontraba. Le hice caso y me dirigí a Mundú.
Había una guerra que pelear.
El viaje se volvió dificultoso con la carga que estaba llevando. Coral no paraba de moverse y de intentar emitir sonido. Yo tenía que estar atento al camino que estaba marcando y también de no perder el control sobre ella, sea para evitar que gritara o que cayera.
La nueva Mundú seguía bajo el manto de la oscuridad y la desesperanza. A pesar de que los aldeanos estaban más tranquilos con la vuelta de Calandra, el ambiente no había cambiado en lo absoluto. El aura que rodeaba a Mundú estaba infectada con ambición y poder, además de la traición que estaba por ocurrir en pocos minutos.
Descendí y miré a los ojos a Coral para poder comprender en su mirada sus intenciones.
—Petra no es lo que tú piensas— le dije. Ella seguía moviéndose frenéticamente intentando escapar de mis garras. —Shilana alguna vez fue tu amiga. Mundú fue tu aldea durante mucho tiempo. Estos aldeanos fueron tus vecinos. ¿Cómo es posible que les des la espalda de esta manera?—.
Se dejó de mover pero su mirada estaba inyectada en sangre. Furiosa. Decidí arriesgarme y soltarla.
—Nadie habló de la muerte de mi hermano. —Dijo finalmente. Su voz estaba opacada por la ira aunque trataba de mantenerla por lo bajo, lo cual me confundió. —Fue uno de los tantos que cayó ese día. Culparon a los Demonios pero nunca nadie dijo que uno de los soldados de la Guardia estuvo en lugares que no debía de estar. Esa parte de Mundú estaba prohibida para cualquier aldeano y Shilana sabía eso. Era el límite con la aldea Shayn y sólo era transitable por los soldados y la negociadora oficial. Nadie más. Esa noche Shilana se llevó a mi hermano a ese preciso lugar. Y esa misma noche lo mataron. Si él se hubiese quedado conmigo...—,
—No sabes. —La interrumpí. —No sabes qué pudo haber pasado—,
—Hoy estaría aquí conmigo y es lo único que me importa. No pretendo que nadie me entienda, tampoco quiero. Esta es mi lucha—,
—¿Y cuál es el objetivo?—,
—Hacer sufrir a Shilana de la misma manera que me hizo sufrir a mí—.
Luego de sus palabras, dio la vuelta sobre sí y se fue corriendo hacia el Bosque Oscuro.
Caminé hacia la entrada secreta de la Guardia de la Aldea con la idea de hablar con el General Marcus. Debía haber alguna forma de poder luchar contra el ataque que se avecinaba. La Hechicera Xoa me había dicho que no iban a pelear solos, desconocía aún su significado.
Observé con cuidado a mí alrededor y abrí la puerta secreta del suelo. Descendí los angostos escalones y caminé por el oscuro pasillo hasta la puerta final. Se podían escuchar gritos en el interior, voces enfurecidas y cargadas de temor al mismo tiempo. Me apresuré a entrar y cuando lo hice, todos giraron sobre sí con sus armas en mano dispuestos para el ataque. Cuando comprendieron que se trataba de mí, las bajaron y el General Marcus dio un paso frente a todos para poder venir a saludarme.
—¿Qué pasa?— me preguntó con voz seria y calma,
—Petra está tomando Das Dunkel en este momento y es cuestión de horas para que ataque Mundú—.
Todos quedaron sorprendidos ante la noticia. Más que sorprendidos, abrumados.
—¿Qué más sabes?— me volvió a preguntar Marcus,
—Petra tampoco sabe dónde se encuentra el cuerpo de Shilana—,
—¡¿Cómo?!— preguntaron los presentes casi al unísono,
—Fui al lugar donde me dijeron que la tuvieron y me encontré con Petra. Supo enseguida que mí supuesta lealtad hacia ella era eso, supuesta, yo creo que siempre lo supo, y me preguntó dónde tenían el cuerpo—,
—Pero eso es imposible— exclamó Noah,
—No pudo haber desaparecido— agregó Logan,
—Sé que es importante aunque no sé bien por qué— le dije,
—Nosotros creemos lo mismo. —Me comentó el General. —Petra se empecinó mucho en mantenerlo sumamente protegido, aunque vemos que de nada sirvió. Alguien tuvo que llevárselo, ¿pero quién?—.
Una de las puertas del recinto se abrió violentamente y mi hijo apareció detrás de ella. Su cuerpo estaba experimentando temor, sus ojos lo transmitían.
—Algo sucede con Embrace— dijo.
El General Marcus salió corriendo hacia mi hijo y yo lo seguí detrás. Cuando entramos a la habitación que aquél ocupaba, los aparatos que estaban conectados a él hacían ruidos extraños y todos a la vez. Marcus observaba con cuidado cada uno de los artefactos tratando de descifrar la fuente de todo aquel alboroto.
—¿Y?— preguntó Demian,
—No lo sé. —Dijo el General. —Pero parecería que su cuerpo está recuperando la vida—.
Una gran explosión nos tomó a todos por sorpresa.
Claramente había provenido del exterior pero movió el yeso que nos cubría haciendo que pequeñas partes de él cayeran sobre nosotros.
—Tienen que protegerlo— nos dijo y luego salió corriendo.
Mi hijo le fue desenchufando los cables que se encontraban en el cuerpo de Embrace para poder moverlo.
—¿Por qué es tan importante que se mantenga con vida?— pregunté despectivamente,
—Él era el Rey de Mundú, padre, no te olvides de eso— me contestó.
Demian levantó en sus brazos a Embrace y lo cargó fuera de la habitación. Yo lo seguí por detrás.
Cuando llegamos al centro del recinto, todos los presentes estaban cargando sus armas y chequeando que nada les faltara a sus equipos. Las explosiones seguían resonando en el ambiente exterior y movilizaban la guardia secreta.
—No puedes salir así nada más— le dije a Marcus,
—No tenemos otra alternativa. —Me contestó. —Tal vez ante esta situación, criaturas de nuestra fuerza comprenda que la llegada de Calandra tiene que ver con esto y se nos una a la lucha—,
—¿Y si no?— le pregunté,
—Haremos lo posible—.
Él salió primero y todo el resto del grupo lo siguió. Demian me miró a los ojos y salió del recinto.
El calor que emanaban las explosiones era casi insoportable. El grupo de Marcus se esparcía por el lugar tratando de rescatar a aldeanos que se encontraban atrapados en sus propias casas. Mundú volvía a arder por mano de Petra y temía que de esta no saliera con vida como había hecho antes.
O en realidad como no lo hizo.
Mundú había dejado de existir desde que Shilana había desaparecido. Tras su muerte y la de Embrace con ella, Mundú se vio desolado y la desesperanza no tardó en ocupar lugar. Los aldeanos se encontraron perdidos ante una situación desfavorable para cualquier criatura débil. En ese mar de confusión Petra sacó provecho. Los sometió, los torturó, los usó e incluso manipuló con el arribo de Calandra. Hizo que todos los Ángeles creyeran que su salvadora había llegado e hizo crear en ellos esperanza, esperanza que luego sería quitada para poder, tanto ella como su séquito, alimentarse.
Era cierto que Mundú ya no existía.
Leiden era su nueva cara.
El grupo reducido de Marcus intentaba atacar los tanques de guerra que provenían del Bosque Oscuro. No recordaba haber visto esos en mi aldea así que debían de ser de Jenko. Podía ver cómo algunos soldados extras se sumaban al grupo de Marcus, aun así seguían siendo demasiado pocos.
Demian corría delante de mí sosteniendo a Embrace, quien seguía retorciéndose de una manera demasiado extraña, de hecho tuvo que parar porque se le hacía imposible continuar la caminata. Me acerqué a los dos para poder observar el estado del Ángel.
—No sé qué hacer— dijo asustado mi hijo,
—Tenemos que llevarlo al hospital— le dije,
—No vamos a llegar y en el caso que lleguemos, probablemente ya esté tomado—.
De repente dejó de moverse. Los dos nos quedamos sorprendidos ante el cambio y no le quitamos la mirada de encima. O se había muerto o algo estaba a punto de suceder.
Y sucedió.
Pude experimentar el cambio de ambiente, a pesar de ser desolador y aterrador e incluso con los grupos de Petra avanzando sobre Leiden y atacando las casas de los aldeanos, algo cambio el aura de la aldea.
Y entonces, de la oscuridad se hizo la luz.
El cielo se partió en dos y un rayo de luz empezó a inundar Leiden. Los Demonios que estaban atacando las casas salieron volando rápidamente, la luz afectaba sus ojos débiles que no se habían acostumbrado nunca a la luz. Pero esa luminosidad no pudo hacer nada con los tanques que seguían avanzando de manera amenazadora. Aun así podía ver alegría en los rostros del grupo de Marcus, definitivamente algo había cambiado.
Y luego sentí un aleteo.
Pero no fue cualquier sonido, tampoco se parecía al ruido que provocaban nuestras alas al moverse, aun así era un aleteo sin lugar a dudas. Tanto mi hijo como yo levantamos la mirada para encontrarnos con una especie que nunca antes habíamos visto. Si bien la conocía por mitos, nunca antes me había topado con ella.
Haken.
Cuatro Haken sobrevolaban el cielo de Leiden. Estas criaturas inmortales de innumerables poderes y dos pares de alas, predominantemente blancas y otras negras, habían arribado a la aldea en clara ayuda para los soldados. Como me había dicho Xoa, esta guerra no la pelearían solos.
Algo sucedió en mi hijo. Pude experimentar una corriente de energía positiva y alegre por cada parte de su cuerpo. Yo también me encontraba de esa manera aunque no tan intensamente como él, pero luego comprendí que no era por la situación sino porque uno de los Haken había descendido y se estaba acercando a nosotros.
Un sonido nos distrajo a ambos.
Embrace.
Sus ojos se abrieron al mismo tiempo que inhaló una profunda bocanada de aire.
El Ángel había vuelto a la vida.
Y eso podía significar una sola cosa.
Cosa que comprendí cuando vi al Haken que se estaba acercando a nosotros.
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