Capítulo 38: El pacto
Todo era demasiado extraño. Mi mente ya había asimilado la terrible realidad de la muerte de Shilana y ahora se abría un interrogante que no sabía si iba a poder manejar. Me costaba creer que fuera cierto pero no porque no quisiera sino porque no podría soportar caer en la misma realidad nuevamente. ¿Y si todo esto fuera por otra cosa? ¿Qué pasaría si la Eterna Debilidad de Embrace no fue Shilana?
¿Los Ángeles se pueden equivocar con eso?
—¿Y si Shilana no era la Eterna Debilidad de Embrace?— pregunté,
—Lo era, Demetrius, aunque te cueste creerlo— me contestó Marcus,
—Pudo haberse equivocado, ¿o no?—,
—Las sensaciones que experimentamos con nuestra Eterna Debilidad son muy intensas, no pasan desapercibidas. Si Embrace hubiese sentido algo muy fuerte por alguien, podría llegar a confundirse, pero sólo existió Shilana en su vida—.
Y eso era lo más me molestaba.
La unión entre Embrace y Shilana era mucho más poderosa que la mía con ella. Si bien ella estaba unida a mí de por vida por ser yo su Eterna Debilidad, él dependía de ella de una manera mucho superior a la mía.
Embrace estaba ligado a la vida de Shilana.
Yo dependía de ella para ser fuerte. Sin ella a mi lado solo me debilitaría, aunque de manera peligrosa, pero no moriría. Su ausencia solo crearía una consecuencia nefasta para mi existencia porque me expondría a la muerte por cualquier otra criatura pero no por su ausencia.
Envidiaba poderosamente a Embrace por aquella unión. Él no moría si ella no lo hacía. Respiraba porque ella lo hacía. Tan fuerte era ese lazo que ni la muerte lo quebró.
O la supuesta muerte.
—Yo cargué el cuerpo de Shilana cuando salimos del Averno. Estaba muerta, Marcus— le dije,
—¿Qué pasó después de que salieron?— me preguntó,
No quería recordar aquellos momentos.
No quería porque me llevaban al lugar dónde su vida se apagó y todo cambió. Decidí bloquear los recuerdos y sólo dejar a la luz los últimos minutos cerca de ella. De su cuerpo, en realidad.
—Llegamos a la salida, —intervino mi hijo, él había comprendido mi malestar por la situación —y sentimos que nos estaban siguiendo. Mi padre me pidió que me fuera lejos y que no intentara buscarlo ni contactarlo. Me escapé aunque no le hice caso. Uní nuestras mentes y vi cómo el séquito de Petra se llevaba el cuerpo de mi madre y apresaban a mi padre—,
—Agradezco tu aporte, Demian, —le dijo Marcus —pero eso ya nos lo contaste. Hay algo que no estamos viendo y puede que tú, Demetrius, puedas decírnoslo—.
Se me quedó mirando esperando una respuesta pero simplemente no pude dársela.
—No puede, General. —Le contestó mi hijo. —Es más fuerte que él—,
—Será mejor que vuelvas, Demetrius. Puedes levantar sospechas— agregó el General,
—Lo siento, Marcus, me cuesta mucho hablar de ese momento—,
—Quería que estuvieras en la reunión y vieras a Embrace por un motivo en especial. —Me dijo Marcus hablando pausadamente. —Necesito que averigües algo, que es la clave de nuestra duda—,
—¿Qué?— pregunté aún sorprendido,
—Sabemos por tu hijo los últimos momentos que pasaste con Shilana pero no sabemos qué sucedió cuando el séquito de Petra se llevó su cuerpo—,
—¿Quieres que la encuentre?—,
—Sí. Petra tuvo el cuerpo de Shilana por un tiempo oculto en la Guardia pero luego desapareció—,
—¿Sabían dónde tenía su cuerpo y no lo rescataron?— pregunté exaltado,
—No era seguro rescatarla, padre, sino lo hubiéramos hecho— me contestó mi hijo tratando de que me calmara,
—Pensamos que Petra sospechó que sabíamos de su ubicación y lo trasladó a otro lugar. —Me explicó Marcus. —Debe haber alguna razón para que ella lo cuide con tanta vehemencia y esa tiene que ser la clave para nuestra duda—,
—Entonces creen que no murió— dije pausadamente, no quería ilusionarme ante ese hecho.
Marcus no me respondió.
Salí del cuartel oculto de la Guardia y me dirigí nuevamente para el Spiel. La noticia que me había dado Marcus me dejó shockeado e inhabilitado para pensar. No quería hondar demasiado en el tema porque no deseaba sacar conclusiones, temía que la respuesta fuera aquella que Marcus no me había dado.
Que Shilana aún seguía con vida.
Estaba claro que ella no era un ser normal, más bien una criatura especial. Su origen tenía mucho que ver con esta particularidad: era hija de la línea real creadora de Mundú y de uno de los descendientes del clan Omen, fundador de Das Dunkel. Desde el comienzo su vida implicó una dualidad, dualidad que se exteriorizó cuando Embrace y yo aparecimos en su vida.
Embrace era como Petra en nuestra historia, esa criatura tercera en discordia, sólo que ella quería tenerlo a él cerca y yo no deseaba que Petra lo estuviese.
Mis recuerdos antiguos brotaron en mi mente, viajaron a aquel momento en que Brian Omen llegó a Das Dunkel para reclamar su lugar...
Estábamos con mi hermano Espartaco disfrutando de la tranquilidad de nuestro bosque. Hablábamos de la realeza de Das Dunkel, nadie había reclamado dicho puesto. Nuestro Rey Christian nos había dicho que buscaba un heredero, mi madre intentaba persuadir a mi hermano para que tomara el reino pero él no quería.
—¿Qué es lo que te disgusta de gobernar?— le pregunté,
—Nuestra especie— me dijo directamente,
—¿Cómo?— le pregunté aminorando la marcha para ir a la par,
—Nuestra especie es impredecible, Demetrius, ¿aún no te has dado cuenta? Somos seres que nunca se conforman con nada. Siempre habrá un grupo que querrá más y ése será el problema, porque también somos seres muy influenciables. Mi gobierno no duraría mucho y la verdad es que no quiero sumarle problemas a mi vida— me confesó y supe que hablaba de Cristel, su esposa,
—¿Por qué no la dejas, Espartaco? Te está trayendo más problemas que soluciones—,
—Porque no es tan fácil, la necesito en mi vida de una manera que no puedo ni sabría explicarla—,
—Son compañeros nada más, unidos por una conexión— le dije sin comprender,
—Las parejas no son eso, Demetrius, sé que algún día lo entenderás—.
Las charlas con Espartaco siempre me dejaban esa sensación que él podía ver más allá. Algo así como una especie de don que poseía y no quería revelar, si es que estaba al tanto de ello.
—Por si no sabías, yo también tengo una pareja y se llama Petra. Estoy familiarizado con las reacciones que provocan las uniones— le dije ya perdiendo la paciencia,
—Con ella no lo vas a entender—,
—Me molesta mucho que siempre hables tan misteriosamente, hermano. Si sabes algo, compártelo conmigo, sobre todo si es acerca de mí—,
—Son mejores las cosas cuando las experimentas Demetrius, y no seas ansioso—.
Nuestra conversación se vio interrumpida. Ambos percibimos una extraña energía por todo el bosque. Debía de ser algunas de las especies linderas al Bosque Oscuro, no había otra explicación. Pero debía de ser una que no tuviera noción donde estaba, porque el aura que expandía era calma. Mi hermano y yo nos miramos alertados y nos pusimos en posición de combate.
—¿Qué crees que sea?— le pregunté a mi hermano,
—La verdad que no lo sé— me dijo él.
Los dos estábamos de espaldas, el uno contra el otro. Nuestra pierna izquierda estaba erguida fuertemente, el brazo del mismo lado estirado en forma recta a la altura de los hombros, el derecho estaba doblado a la misma altura preparado para el golpe mientras que la pierna de ese lado permanecía doblada también.
—Se está acercando— me dijo mi hermano,
—También puedo percibirlo— le dije.
Un Ángel apareció en nuestra visión. Tenía una altura prodigiosa y un caminar seguro; su pelo oscuro delgado bailaba velozmente por el viento frío que surcaba en los árboles, su cabeza estaba en alto y su mirada devolvía un color azulado. Estábamos a punto de atacarlo, nuestro instinto era mucho más fuerte y rápido que el pensamiento pero justo cuando habíamos desarmado nuestra posición de combate y ya nos lanzábamos sobre él, el Ángel levantó su mano para mostrarnos que llevaba una insignia...
—No puede ser— dijo mi hermano con la boca abierta,
—La insignia de los Omen— dije yo con el mismo asombro.
Solo había una sola razón, la única, para que alguien tuviera la insignia de nuestros antepasados. Ese Ángel que estaba allí parado delante nuestro, que con razón no mostraba miedo, era un descendiente de la misma realeza. Pero, ¿cómo era posible que fuera un Ángel?
—Relajen, Demonios— nos dijo con voz tranquila.
Los dos quedamos parados sin entender a esa criatura que teníamos en frente. Nos miramos con mi hermano tratando de encontrar las respuestas en la mirada del otro, pero ninguno de los dos tenía la mínima idea de lo que aquello significaba. Mi hermano mayor tomó la palabra.
—¿Qué significa esto, descendiente Omen?—.
El Ángel se acercó aún más a nosotros, sentimos nuevamente su energía tranquila...
—Mi nombre es Brian Omen, descendiente de primera línea de dicha familia. El que solía ser mi hogar dejó de serlo, vine a reclamar un lugar en mi hogar de antaño— nos dijo,
—Pero es un Ángel... ¿Cómo es eso posible?— le pregunté,
—Yo desciendo del linaje de Nathaniel Omen, quien se unió a Shiny Drake, Princesa de Mundú de aquél entonces... Yo estaba unido a la Reina de Mundú, Calandra. Es una mujer peligrosa, supe que mi lugar no estaba al lado de ella—,
—¿Y qué lugar quiere ocupar en esta aldea?— le preguntó mi hermano seriamente,
—El de Rey— contestó seguro de sí mismo.
Era una idea descabellada. Por más que su linaje se remontara hasta los mismísimos creadores de nuestra aldea, pretender ser Rey era algo sumamente diferente. ¿Cómo un extraño podría llegar a dominarnos? No recibiría demasiados adeptos a su causa, porque la gran mayoría de los Demonios de la Noche ven a la especie de los Ángeles como vulnerables. Jamás querrían ser gobernados por una especie inferior.
—Eso es imposible— le contesté,
—Es descendiente de los Omen, Demetrius, su lugar es en la realeza... Realeza que necesitamos. ¿Usted estaría dispuesto?— le dijo mi hermano,
—Fui Rey en Mundú, puedo asumir ese reto si me dan el lugar— contestó tranquilamente,
—Pero Mundú no es Das Dunkel, somos Demonios ¿lo olvida?— le dije pero parecía que ya nadie me escuchaba,
—Yo voy a apoyarlo, nuestra aldea necesita un nuevo orden, de lo contrario nos enfrentaremos a nuestra destrucción—.
Todo tenía una razón de ser, sólo que no era capaz de verla en aquel entonces. La unión con Petra fue solo el comienzo. Ella la forjó porque necesitaba de un compañero fuerte para retomar el poder de Das Dunkel naturalmente, no por ser la hija del amo del mal. Pero la sensación de que nuestra especie iba a terminar pronto por la escasez de alimento, se esparció entre la mayoría de los aldeanos y terminaron aceptando el mandato de Brian Omen, un Ángel a pesar de todo.
Después solo era cuestión de tiempo, Shilana entraría en mi vida y cambiaría todo.
Todo.
Mi hermano y yo escoltamos a Brian Omen hasta la plaza delantera del Palacio Real. Muchos Demonios empezaron a acercarse rápidamente al percibir la energía de una criatura diferente y de a poco casi toda nuestra aldea se había reunido frente al Castillo, miraban con recelo a mi hermano y al Ángel que estaba detrás de él. Cuando mi madre apareció se notó en la expresión de su rostro la ira que la atacaba.
—¿Qué significa esto, Espartaco?— preguntó a viva voz mientras se hacía paso entre la multitud y se acercaba a mi hermano.
Espartaco levantó su rostro, se paró erguidamente y se corrió a un costado. Todos los Demonios pudieron ver mejor al Ángel que estaba detrás de él. Ninguno de ellos se abalanzó sobre él porque de su cuello colgaba la insignia de los Omen. La cara de mi madre fue peor aún, sabía que nada podía hacer con aquello, y conociéndolo, seguramente estuviera pensando en la derrota de su plan, de querer tener a su hijo en el poder y no en cómo era posible que un Ángel tuviera la insignia de los Omen.
—Él es Brian Omen, descendiente de primera línea de nuestros ancestros. Antiguamente ocupaba su lugar en la aldea Mundú, como Rey de dicha aldea—.
Se podía sentir el murmullo entre todos los presentes. Como nosotros, estaban pensando cómo era posible que nuestra especie se mezclara con los vulnerables, pero parecía que todos en un punto nos olvidábamos que fueron los mismos Omen los que se unieron con los Drake...
—¿Qué es lo que quiere aquí?— preguntó seriamente mi madre una vez que llegó al lugar en el que estaban parados,
—Es descendiente de nuestros antepasados, la realeza de Das Dunkel le pertenece— le contestó mi hermano.
Y fue suficiente. Los gritos estremecieron el cielo que estaba sobre nosotros. Nadie aceptaría semejante ultraje.
—Ese lugar es nuestro, reclámalo— sentí la voz de Petra en mi cabeza.
Cerré los ojos para concentrarme y buscarla entre el gentío: vi por sus ojos, debía de estar en las primeras filas. Comencé a caminar para acercarme y finalmente la vi, en el lado izquierdo, con furia en sus ojos.
—¿Qué está haciendo tu hermano?— me preguntó cegada por la bronca, aunque comprendí que se trataba de una pregunta retórica,
—Yo tampoco estoy de acuerdo, Petra, pero tiene razón, le corresponde la realeza—,
—¡Ese lugar nos pertenece, Demetrius!—,
—En realidad no lo sabemos, Petra. Por algo llegó Brian Omen aquí—,
—¿Brian Omen? ¿Desde cuándo los vulnerables tienen nombres para nosotros? Son simples criaturas inferiores, no les des importancia que no merecen— sus ojos rojos estaban completamente enajenados,
—Debes tranquilizarte— le dije cuando sentí que su cuerpo comenzaba a temblar,
—¡No puedo tranquilizarme! Esto es un ultraje perpetrado por tu hermano junto a esa cosa... ¡No voy a aceptarlo!— dijo en voz alta.
Otros Demonios se unieron a su grito. Uno se le acercó, era alto, de cabello rojo y ojos naranja, lo reconocí como Xerxes, un Demonio de las filas de Petra.
—Estoy contigo, Petra, esto no puede aceptarse— le dijo con su mirada enajenada también,
—¡Claro que no!— le contestó mi compañera.
Ella dio un paso al frente y se paró casi al lado de mi hermano. Su hermosura brillaba como la ira en sus ojos, sus alas estaban bien abiertas en señal de defensa. Todos los Demonios se callaron enseguida, me sorprendió como todos reconocieron la figura de Petra...
—¡Esto no puede tolerarse! ¡¡¿Un Ángel como nuestro rey?!! ¡¡Eso es un ultraje!! Queridos Demonios, no podemos dejar que esto nos pase. Él no puede gobernarnos. Debe ser alguien de nuestra especie— y el grito de todos se escuchó.
Realmente me generaba rechazo verla en ese lugar, Petra quería gobernar Das Dunkel y estaba dispuesta a lograrlo, la ambición se veía en sus ojos y la voluntad en sus acciones. Mi hermano la miraba sorprendido también, en realidad, no podía comprender mucho esa mirada, ¿y si era miedo? Espartaco podía ver más allá sin lugar a dudas... ¿Qué había visto?
—Sabes cuál es la ley, Petra— le dijo muy serio mi hermano, elevando la voz por encima de los gritos,
—No sé cómo se te permite hablar... Traidor— le espetó con toda su furia.
El ambiente estaba demasiado tenso. Todos ya se habían callado y estaban pendientes de esa discusión, mi madre era la principal interesada. Podía percibir sus ganas internas porque fuera Petra su hija en lugar de Espartaco...
—La ley es la ley, te guste o no, Petra. La realeza pertenece a los Omen y él es descendiente de ellos—,
—Si vamos al caso todos acá somos descendientes de los Omen, Espartaco—,
—Pero no de primera línea como él, somos de tercera para tu información. Es indiscutible su poder—.
En ese momento, Espartaco dejó de mirarla a los ojos y dirigió su mirada a toda la aldea expectante de esa pelea. Todos estaban atentos y esperando cuales serían las palabras de mi hermano, yo también.
—Lo he dicho en reiteradas oportunidades, nuestra especie enfrenta la extinción. Las aldeas son cada vez menos, diezmamos una por semana, no les damos el tiempo a recuperarse. Nuestro alimento es finito y cuando no tengamos más fuente... ¿Qué haremos? ¿Perecer? Demonios, tenemos ante nosotros la solución a dicho problema. Brian Omen, el Rey Brian, nos dirigirá a todos de manera racional, algo que no supimos aprender con el tiempo. No lo vean como un ultraje, véanlo como una respuesta a nuestras plegarias milenarias. Nuestro Rey actual está pidiendo por un heredero, hoy uno verdadero vino a reclamar su lugar. Yo pienso apoyarlo en cada decisión, seré su mano derecha si es necesario—.
El silencio casi me sorprendió. Por un momento pensé que todos se abalanzarían sobre él para repudiarlo pero vi en varios rostros el convencimiento y, para mi asombro, el mío también. Mi hermano mayor tenía razón, enfrentábamos la extinción y necesitábamos una guía para evitarlo. Brian Omen llegó a la aldea Das Dunkel para recuperar su hogar y se ganó un lugar en la realeza.
—Yo también voy a apoyarlo— dije en voz alta.
Mi hermano me sonrió y me hizo un gesto con su cabeza en forma de agradecimiento pero la ira en Petra sólo creció más.
—Gracias por su apoyo. —Dijo Brian. —Les demostraré que puedo gobernarlos y que no sentirán esto como un ultraje sino como bien dijo mi mano derecha, seré la solución para su problema—.
Un par de Demonios empezaron a aplaudirlo y luego la gran mayoría lo siguió. Había un pequeño grupo que mantenía sus rostros llenos de bronca, entre ellos Petra y el de mi madre.
Todos empezaron a retirarse de la plaza central y fue el momento cuando Petra se me acercó.
—No quiero más peleas, por favor— le imploré, no me hacía bien pelearme con ella,
—Si tú no piensas hacer nada para recuperar el lugar que nos pertenece, yo sí— me dijo.
Se dio media vuelta y empezó a alejarse de mí cada vez más rápido, pude notar como un grupo de cuatro Demonios la seguían.
Aquel momento fue el inicio del plan de Petra para recuperar el lugar que pensaba tener y se lo "arrebataron".
Lamentablemente, mi hermano no duró mucho como mano derecha de Brian Omen. Su esposa, Cristel, no aceptó su lugar en la realeza y lo abandonó. Espartaco se volvió un ser demasiado frágil y en un enfrentamiento con un grupo de rebeldes murió. Mi padre asumió su lugar.
Una explosión me sacó de los recuerdos violentamente. El sonido provenía del Spiel. Abrí mis alas y volé lo más rápido que pude. Cuando llegué, sobrevolé el área y me detuve sobre una de las últimas gradas.
Calandra y Ulises se encontraban en el centro del estadio.
—¡Sáquenlos inmediatamente!— ordenó a viva voz Petra.
No comprendía lo que estaba sucediendo. Ella misma los había traído e incluso habían hecho un pacto.
Unos Demonios se acercaron a la pareja pero ella elevó sus manos en alto.
—Vine para hablar contigo, Petra— dijo a viva voz Calandra,
—No tengo nada que hablar contigo, Bruja— le contestó de mala manera Petra,
—Tengo una propuesta que hacerte— le dijo segura de sí misma,
—¿Qué podrías ofrecerme a cambio? No hay nada que pueda interesarme— le contestó despectivamente,
—Hay algo que sí puedo ofrecerte. Mi aldea está dispuesta a servirte para recuperar tu mando en Das Dunkel. Sé que necesitas apoyo y yo puedo dártelo—.
Petra guardó silencio como si estuviera pensando en aquella posibilidad.
¿Cómo era posible? Ella ya tenía una alianza con las Brujas, de hecho tenía su Centro de Operaciones en Jenko. ¿Qué era todo ese show?
Entonces comprendí.
—¿Qué quieres a cambio, Bruja?— le preguntó Petra seriamente,
—Mundú. La realeza de Mundú. Libera a todos los Ángeles y déjalos que los gobierne—.
Vi la expresión en los Ángeles que se encontraba en las primeras filas. Estaban todos expectantes y hasta ilusionados. La energía que brotaba de sus cuerpos fue apagando la desesperanza que minutos antes sentían. Estaban deseando que Calandra volviera al mando para rescatarlos.
Ese era el pacto.
Petra ordenó a sus Demonios que se alejaran de ella, abrió sus alas y se unió a Calandra.
—Si no cumples con tu parte, voy a exterminar a esta especie— le dijo,
—Eso no sucederá—.
Las dos se dieron las manos. Los Ángeles empezaron a gritar de la alegría, mientras que el público presente y el séquito de Petra, se retiraban del edificio. El Spiel quedó vacío, sólo lo ocupaban todos los Ángeles que corrieron a agradecerle a su salvadora.
Todos estaban a su alrededor, excepto uno. Noah elevó su mirada para encontrarse con la mía, había perdido la posibilidad de reclutar gente para la resistencia. Tanto él como yo sabíamos que el hecho de que Calandra asumiera el poder no iba a erradicar a Petra de Mundú, y que la especie de los Ángeles continuaba en peligro de extinción.
Solo era cuestión de tiempo.
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