Capítulo 33: El Averno
Bajé del carruaje y me encontré con mi padre yendo y viniendo por la entrada del Castillo. Su rostro reflejó cómo el alma le volvió al cuerpo cuando me vio. Me reprendió nuevamente por haberme ido sin haberle avisado pero no le hice caso, llamé a Demetrius y a Powel a viva voz, los dos se sumaron al lugar.
—¿Vamos?— les dije.
Mi padre se vio afectado por mi actitud pero esta vez no la dejó pasar. Con su mano sujetó mi brazo y me detuvo. Yo estaba atacada por mis sentimientos, abrumada por las sensaciones que habían surgido cuando escuché hablar a Zalander. La odiaba profundamente pero sabía que tenía razón...
—Sé que te abruman muchas cosas, —me dijo muy seriamente mi padre —pero eso no te da derecho a tratarnos de esta manera—,
—Lo siento, padre. Necesito hacer esto cuanto antes, la ansiedad me gana— le contesté,
—Esa misma ansiedad puede ser la que te lleve a la muerte—,
—¿Alguna noticia de mamá?— le pregunté para cambiar el eje de la conversación,
—Nada por ahora, hija—,
—Cuando la encuentren, tienen que irse de este lugar, no es seguro para ninguno de los dos... Piénsalo, por favor—,
—Lo haré. Cuídate mucho, por favor—.
Me dio un fuerte abrazo y se fue inmediatamente para el Castillo, supongo que no quería quebrarse delante de mí. Había sido egoísta, la situación de mi padre tampoco era favorable. Su aldea estaba a punto de quebrarse, su esposa había desaparecido y su hija se encaminaba a una misión casi suicida.
—Traje un par de armas que creo que pueden servirnos en el Averno— les dije,
—Más que armas van a necesitar coraje para atravesarlo— nos dijo Powel,
—Todo sea por nuestro hijo— le contestó Demetrius.
Los tres nos pusimos en marcha, Powel nos guiaba en el camino. Era una criatura bastante reservada, hablaba lo justo y necesario. Con tanto silencio fue inevitable que mi mente viajara hacia las últimas palabras de Zalander, hacia la cierta acusación de culpa sobre la muerte de Embrace... Y mi corazón se sumió en la tristeza.
—Puedo notar que algo te pasa— me dijo Demetrius,
—Quiero que todo esto acabe de una vez— le contesté sin quitar la mirada del camino,
—¿Pasó algo en Mundú?—,
—No quiero hablar en este momento, ¿puede ser?—.
Mi Demonio guardó silencio y aprecié su actitud. Me estaba dando el espacio que necesitaba, ya era la segunda vez que lo hacía. Powel continuó con la caminata sin pronunciar palabra pero yo necesitaba saber del Averno.
—No es un lugar para las criaturas inferiores— me contestó sin apartarse del camino,
—¿Puedes darme más información?— le pregunté de buena manera.
Powel se detuvo de repente, casi lo chocamos con Demetrius. Giró sobre sí y me miró directamente a los ojos.
—El Averno de mi padre es un lugar muy hostil, mucho más que esta aldea. Cuando digo que no es para las criaturas inferiores, lo digo en serio. No es una cuestión de superioridad, tiene que ver con el ambiente, con las criaturas que lo habitan... Para todos aquellos ajenos es un lugar del que no se vuelve—.
Yo me quedé en silencio, sin palabras. Fue muy directo. Él continuó la caminata y nosotros dos lo seguimos detrás. Las preguntas seguían surgiendo y las ganas de obtener respuesta iban acrecentando con cada paso que daba.
—¿Qué criaturas nos esperan?— pregunté,
—Mi padre tiene muchas creaciones suyas bajo su mando y otros que han optado por servirle desinteresadamente. Los primeros son los más peligrosos porque reflejan muchos aspectos de mi padre. Están las Infernas, que a estas alturas me imagino que las conocen porque son las únicas a las que les permiten salir del Averno—,
—¿Es posible que las descubran? Digo, cuando hacen esa especie de manto que te cubren y se vuelven invisibles—,
—Es muy difícil percibirlas, ese es su gran poder. Las criaturas que tienen un poder especial lo hacen—.
¿Yo tenía un poder especial? ¿Se debía a la dichosa profecía que me unía a Demetrius?
—¿Qué otras criaturas hay?— preguntó Demetrius,
—Los Darken. Son criaturas masculinas que debilitan a cualquiera que roce sus estelas. No tienen forma, son solo mantos. Y los más peligrosos son los Shadows, criaturas mixtas que asumen formas para las mentes que atacan, pero sólo para ellas. Son una especie mucho más elaborada que los Demonios, porque estos solo actúan dentro de tu mente, los Shadows personifican la escena. Con ellos es más difícil de saber cuál es la realidad. Están casi en el corazón del Averno, así que cuando demos con ellos será porque nos estamos acercando. Después hay otras criaturas en los diferentes niveles. En el primero se encuentran las Arpías, son una mezcla de Humana con Buitre, horrendas criaturas y te infectan al herirte con sus garras. ¿Trajeron algo para primeros auxilios?—,
—No, no pensamos en eso— le contesté,
—Mal hecho, va a ser mejor que se cuiden de que nadie los toque— nos dijo,
—Eso ya estaba en nuestras mentes— le contestó Demetrius.
La caminata seguía y no veía hacia dónde. La oscuridad del pueblo era cada vez más espesa y el frío intenso.
—Y en el segundo nivel están los Cíclopes. Son criaturas de gran tamaño con un solo ojo que desintegran a su oponente con una sola mirada. Vamos a tener que ser muy cautos porque todos ellos van a saber que estamos ahí. Mi padre percibe todo y mucho más cuando ingresan en su hogar. Ese conocimiento pasa a todas sus criaturas para poder protegerlo. En años anteriores han intentado entrar y atacarlo pero no han podido, nadie logró llegar al corazón porque perecieron en alguno de los dos niveles previos. Existen libros y más libros que cuentan algunas de estas cosas. Fueron escritos por aquellas pocas personas que lograron salir con vida, y lo hicieron porque no se atrevieron a llegar al final del Averno. Sólo una persona con mucho coraje, inteligencia e información puede llegar por sus propios medios. Es un suicidio lo que están haciendo, pero con mi ayuda se reducen sus posibilidades de muerte— y esbozó una pequeña sonrisa socarrona,
—Está nuestro hijo en ese lugar— le dijo Demetrius,
—El Híbrido... Mi padre debe estar hecho una furia— contestó.
Powel se detuvo de repente en el medio de la nada, habíamos llegado a un pequeño claro donde el rayo de luz de la luna inundaba el lugar, aunque era extraño, sólo en ese pequeño espacio circular llegaba la luminiscencia, detrás nuestro el oscuro del bosque permanecía intacto.
—Hemos llegado— dijo Powel.
Mi corazón empezó a vibrar desesperadamente, Demetrius tomó mi mano con fuerza y se acercó a mí. Powel nos dirigió una mirada y luego se agachó. Había un ligero cambio de color en el suelo del bosque, con su mano removió la tierra y dejó ver una puerta circular de acero con un extraño símbolo impreso en ella. Demetrius me susurró al oído que se trataba del blasón de la familia Shadow. Se trataba de unas llamas ardientes envueltas por dos guadañas de doble hoja, una cruzada sobre la otra.
Powel presionó y la puerta se abrió. Una bocanada de aire caliente nos inundó y un olor putrefacto penetró en nuestras narices. No pude evitar fruncir el rostro, era demasiado nauseabundo. Powel volvió en sí y nos miró:
—Bienvenidos al Averno— nos dijo.
Él fue el primero en dar el paso e ingresó, Demetrius fue segundo, aunque no me soltó la mano en todo el trayecto. Las escaleras que descendían a las profundidades del infierno eran de piedra y muy angostas, fácilmente se perdía el equilibrio en ellas, de hecho mi Demonio tuvo que sujetarme más de una vez. De tan reducido que era el espacio, no podía ver nada más allá que las alas comprimidas sobre la espalda de Demetrius.
Seguimos descendiendo otro tanto más. Giré apenas mi cabeza para no perder de vista los escalones que tenía que bajar pero con la intención de mirar cuanto había descendido. Fácil, habré bajado mil escalones.
Demetrius sostuvo mi mano fuertemente y supe que algo se avecinaba. Había un puente que cruzaba el mar de lava hirviendo, pero un puente desvencijado poniendo en duda nuestro traspaso. Pero cuando Powel se acercó a él, éste cambió su forma y se convirtió en uno de mármol negro, bordeado en sus puntas por una delicada reja blanca.
—El puente reconoció mi energía. —Nos dijo Powel. —Cuando pasa cualquier otra criatura, sólo soporta un determinado peso y por una escasa cantidad de tiempo—,
—Para asegurar que nadie cruce— dijo Demetrius,
—O que sólo los valientes lo hagan— agregué.
A medida que lo cruzamos pudimos escuchar los ecos de los aullidos y siseos de las criaturas que seguían a continuación. Sin lugar a dudas, habíamos llegado al primer nivel.
El aire no entraba en mis pulmones, ante ese hecho trataba de respirar más deprisa pero era peor. No había oxígeno o era escaso. Le apreté la mano a Demetrius porque no era capaz de pronunciar palabra.
Me estaba ahogando.
Demetrius se dio vuelta y me miró, a él también le estaba pasando lo mismo. Nos empezamos a encorvar en un intento de encontrar algo de aire pero fue en vano. Pude ver cómo Powel se acercaba rápidamente a nosotros.
—Es un truco para debilitarlos, en esta parte no hay oxígeno pero tienen que seguir moviéndose, más adelante lo hay. Resistan— nos dijo.
Las fuerzas estaban abandonando mi cuerpo, al igual que el aire. No sé cómo ni de dónde, pero mi Demonio sacó fuerzas y me alzó en sus fuertes brazos, abrió sus alas en esplendor y voló. No era capaz de notar la velocidad porque tuve que cerrar los ojos, la falta de oxígeno ya estaba afectando mi cerebro.
—Cuando la tonalidad de la tierra cambie habrá oxígeno— nos gritó Powel.
Quería pensar en mi hijo, en que tenía que salvarlo pero no era capaz de juntar fuerzas, la falta de aire me estaba ganando.
De pronto, un golpe invisible a mis pulmones recargó mis energías, que se vieron estrelladas contra el suelo. Tardé poco en reaccionar y abrí mis ojos para encontrarme con Demetrius lejos de mí, tirado en el suelo. Recordé lo que nos dijo Powel y me imaginé lo que había hecho mi Demonio: al ver el cambio de color en el suelo, me tiró para que lo alcanzara más rápido, tal vez ya no podía seguir y decidió que yo...
Corrí deprisa, mi corazón no iba a soportar otra pérdida tan grande. Tomé una profunda bocanada de aire y crucé la línea. Comencé a arrastrarlo con toda la fuerza que tenía, y más aún, tal vez la adrenalina me estaba ayudando. Eran sólo unos metros, tenía que resistir.
Cuando llegué del otro lado me arrodillé junto a él y empecé a gritar su nombre. Las lágrimas se juntaron en mis ojos pero no hizo falta descargarlas, Demetrius se despertó abruptamente por el cambio de ambiente. Lo abracé y él me devolvió el gesto.
—Te dije que jamás te iba a abandonar— me dijo.
Sonreí feliz, Demetrius podía ser muchas cosas pero el lazo que nos unía era demasiado fuerte, mucho más allá de nuestra conexión especial como pareja o esa profecía. Lo volví a abrazar, sentí la necesidad de hacerlo. Él era una criatura muy importante para mí.
¿Amaba a Demetrius, entonces?
Yo creo que una parte de mí lo hace, y nunca dejará de hacerlo.
—¿Están bien?— nos preguntó Powel.
Apareció de repente cerca de nosotros. Le contestamos con un ademán y nos levantamos del suelo.
—Ese truco del comienzo habrá persuadido a muchos de no avanzar, ¿no?— le pregunté,
—Nadie sabe lo que le espera aquí abajo. —Me contestó. —Si el comienzo del trayecto es un lugar sin oxígeno, probablemente el resto lo sea. Algunos creyeron que era un truco y que el aire reaparecería, otros volvieron con máscaras de oxígeno, aun así, lo que les esperaba más adelante era peor, y no pasaron—,
—Lo que nos espera a nosotros ahora— le dije,
—Exactamente— me contestó.
Powel tomó la delantera y Demetrius y yo lo seguimos detrás. Mi corazón vibraba de miedo, la estructura del lugar no ayudaba a relajarse y las palabras de Powel te ponían los nervios de punta.
—Prepárense— nos dijo Powel.
Yo me apresuré a abrir la mochila y saqué dos armas de fuego, una de ellas se la entregué a Demetrius. Y de pronto sentimos un leve siseo.
Mis oídos se pusieron en alerta para poder captar de qué lugar provenía aquel sonido. Lo que comenzó por algo leve y en singular terminó convirtiéndose en algo fuerte y plural. Los siseos inundaron el espacio en el que nos encontrábamos, y no sólo ellos sino también sus ecos. Tan fuerte se volvieron que tuve que taparme los oídos para opacarlos.
—Esta es su forma de ataque. —Nos gritó Powel, el sonido de su voz era bastante fuerte aunque luchaba por sobreponerse al de las arpías. —En cuanto se acerquen, será imposible comunicarnos. Son vengativas, así que procuren eliminar de a muchas por vez—.
Alcé mi arma, me fijé que estuviera bien cargada y que el seguro no se encontrara puesto. Demetrius hizo lo mismo que yo y los dos nos pusimos en posición de ataque.
El sonido se hizo cada vez más fuerte y finalmente las vi, el adjetivo horrendo quedaba minúsculo al lado de ellas: su pelo era negro y grueso, completamente enredado; poseían dos patas peludas y un par de alas marrones; su rostro se asemejaba al de los Humanos con una sonrisa perversa y dientes podridos; sus ojos eran chicos y no se encontraban a la misma altura; y si algo más podía agregárseles era el olor fétido que desprendían.
Si bien las alas eran una desventaja para mí, no eran tan rápidas. Demetrius tomó vuelo y comenzó a dispararles. Parecía que por cada una que alcanzaba, diez más aparecían buscando el origen de la bala. No tenía mucha práctica con las armas de fuego pero iba a confiar en mis impulsos e intuición. Apunté hacia arriba y comencé a dispararles. Logré darle a cinco que estaban muy cerca de mi Demonio. Cuando se percataron que alguien más las estaba atacando, se dividieron y un par de ellas comenzaron a volar hacia mi lugar.
Observé que Demetrius se distanciaba de mí e iba avanzando hacia lo desconocido. Busqué con la mirada a Powel y se encontraba aún más adelante que Demetrius. Me hizo señas con ambas manos, y por lo que comprendí, me estaba diciendo que corriera hacia él pero detrás suyo había una enorme pared escalonada, no comprendía cómo allí podía haber una salida... hasta que me di cuenta que la misma no era hacia arriba sino hacia abajo.
Tomé una fuerte bocanada de aire y comencé a correr lo más rápido que pude. Los siseos eran cada vez más fuertes, incluso eran capaces de volver el disparo de un arma de fuego un sonido leve. Tuve que zigzaguear varias veces para intentar esquivar el ataque de las arpías e intercalar mi corrida y mis esquives con disparos hacia arriba y hacia los costados. Observé cómo Demetrius empezó a descender y se unía a Powel, continuaba disparando para que ninguna de las horrendas criaturas se les acercara y al mismo tiempo ayudarme a despejarme el camino.
Estaba cada vez más cerca, mi corazón empezaba a relajarse hasta que una de ellas se detuvo justo delante de mí. Su rostro elaboró una espeluznante sonrisa e hizo un ademán para que otras se le unieran. No reaccioné. Mi cuerpo se volvió de piedra y no pude hacer nada más que ver cómo varias arpías me rodeaban.
¿Qué iba a hacer ahora?
Los disparos surgieron de arriba y el fuerte agarre de mi Demonio me sacó del círculo mortal que me habían hecho las arpías. Con uno de sus brazos me sostenía mientras que con el otro continuaba disparando. Descendimos al suelo y me arrojó por la escalera, él continuó disparando otro rato más. Yo quise hacer equilibrio pero fue en vano, así que caí rodando por las mismas. Powel me ayudó a levantar, mi cuerpo entero sufría un dolor intenso, yo creía que era más por la tensión que había vivido que por la caída. Elevé mi mirada esperando que mi Demonio bajara y sólo cuando vi sus pies desnudos pude respirar.
—¿No bajan?— preguntó mi Demonio,
—No, —le contestó Powel —ellas pertenecen al primer nivel, no se les permite ir a ningún otro lugar—,
—¿Y ahora?— le pregunté,
—El segundo nivel— nos contestó.
Esperé a que Demetrius llegara al final de la escalera y comencé a caminar detrás de Powel pero me detuve de repente y con mi mano lo detuve. Éste giro sobre sí y me miró a los ojos detenidamente.
—¿Hay algo que debamos saber antes de entrar?— le pregunté,
—Este nivel cuenta con mucha más luz de la que están acostumbrados en Das Dunkel, por lo que Demetrius se verá severamente afectado en la vista— me contestó,
—¿No voy a poder ver?— preguntó sorprendido,
—Como poder vas a poder, el tema es que la luz va a quemarte los ojos y si permites que demasiada luz te afecte, puedes quedar ciego—.
Demetrius había sido infalible en el primer nivel, si él no iba a ser capaz de ver, yo iba a tener que velar por la vida de ambos.
—¿Podrás ayudarnos?— le pregunté,
—Sólo los estoy ayudando porque no quiero que esta situación llegue a Hollow Stone. Conozco a mi hermana y siempre me envidió, no dudaría ni un segundo en atacar ese pueblo y herir a Ámbar y a mi hija. Suficiente lo que estoy haciendo por ustedes—.
Powel comenzó a caminar y Demetrius y yo lo seguimos. El miedo invadía cada célula de mi cuerpo hasta volverla minúscula, insignificante. Tenía que encontrar valor en algún lado, mi hijo dependía de mí.
Luego de atravesar el manto de oscuridad, una potente luz nos inundó a todos los presentes. A mí me costó acostumbrar la vista, ya que estaba bastante mimetizada con Das Dunkel, pero unos minutos después pude ver normalmente, de hecho me sentía feliz de encontrar algo de luz en ese horrendo lugar. Demetrius permaneció con los ojos cerrados desde que Powel nos advirtió lo que podía pasarle, tenía cerrados sus ojos y sostenía mi mano para que le sirviera de guía.
—Llegamos, ¿no?— me preguntó,
—Sí, estamos en el segundo nivel— le contesté.
Powel comenzó a adelantarse nuevamente pero continuó hablándome:
—Los Cíclopes actúan en singular, a diferencia de las Arpías. Son mucho más vanidosos que ellas y quieren saborear el gusto de la gloria solos. La luz que nos inunda es debido a ellos, sin la luz no son capaces de ver. El único problema que tienen ustedes es que son demasiados silenciosos, les van a aparecer de la nada—.
Tenía que haber alguna forma de chequear el terreno. Si Demetrius pudiera ver, el sobrevolaría la zona teniendo la ventaja de sus alas por sobre los cíclopes, pero estaba incapacitado para hacerlo. Iba a tener que hacer algo yo.
Entonces recordé.
Había quedado guardado en algún lugar de mi memoria, con tantas cosas que pasaron luego, no me detuve a pensar por qué me había sucedido aquello. Cuando me desmayé por la muerte de... Luego de lo que sucedió con Embrace, colapsé y desperté en mi habitación, pero por alguna razón pude presenciar una charla entre mi padre y Demetrius sin que ellos se percataran de mí... y despertando luego en mi habitación como si nunca me hubiese ido. ¿Sería capaz de hacerlo de nuevo?
Me detuve y Demetrius se sorprendió cuando lo hice, Powel, en cambio, continuó viaje.
—¿Qué pasa?— me preguntó asustado,
—Quiero intentar algo pero debo concentrarme, así que no digas ni hagas nada, ¿sí?—.
Demetrius se quedó en silencio y yo cerré mis ojos. Sabía que era peligroso porque si los Cíclopes eran silenciosos, no los iba a escuchar venir, y mucho menos ver si permanecía mucho tiempo con los ojos cerrados, pero tenía que arriesgarme.
Respiré hondo, me concentré sólo en el sonido de mi respiración y en el deseo de despegar mi percepción mucho más allá de lo que antes había logrado alcanzar. Inhalar, exhalar, una y otra vez. Comencé a sentir un leve despegue, como si mi cuerpo de a poco empezara a dividirse en dos pero siendo completa y totalmente consciente de ambas partes. Y abrí mis ojos pero me encontré con dos realidades: giré sobre mí y me vi parada, tomada de la mano de mi Demonio con los ojos cerrados, y por el otro, siendo capaz de percibir la potente luz del lugar.
Comencé a caminar, alejándome de mí. Los primeros metros fueron calmos hasta que me encontré con especies pequeñas elevaciones del suelo de roca, con bordes sumamente peligrosos. Justo detrás de ellos estaba el primer Cíclope, atento al primer movimiento. Estaba agazapado, preparado para atacar. Continué mi caminata y unos metros más adelante se encontraba el segundo. Éste estaba con un mazo en su mano, parado detrás de una columna de piedra blanca, también, esperando a atacar.
Continué otro tanto más y vi a lo lejos la pared alta y rugosa como la del primer nivel, allí a sus pies estaba el agujero que nos llevaba al tercer y último nivel. Y justo allí, en la puerta, se encontraba el tercer Cíclope, por delante de Powel que nos estaba esperando para continuar. Volví el camino y memoricé el lugar de cada uno de los Cíclopes, iba a tener que ser certera y rápida. No eran muchos, pero un solo error podía significar mi muerte, y no sólo la mía, la de Demetrius también.
Cuando volví a mi cuerpo, abrí mis ojos y me di un tiempo para asentarme.
—Necesito que confíes en mí— le dije a mi Demonio,
—Por supuesto— me contestó,
—Vamos a correr, muy rápidamente, tú sólo corre. Yo sé lo que tengo que hacer—,
—Ten mucho cuidado—.
Apreté su mano y me dispuse a correr.
La adrenalina corrió por todo mi cuerpo y me ayudó a alcanzar una velocidad que nunca antes había alcanzado. Cuando vi la roca levanté el arma y ante el primer movimiento disparé, la bala atravesó el ojo del Cíclope, sin error. Aquello me inundó de alegría y confianza, la que iba a necesitar para continuar el trayecto.
Otro tanto más, tomé aire nuevamente y me preparé para el segundo Cíclope. Cuando vi la columna de piedra blanca volví a levantar el arma de fuego y me preparé. El movimiento fue mi señal y un nuevo disparo salió del instrumento que sostenía en mi mano, el segundo Cíclope cayó al suelo.
Estaba feliz, el plan que había elaborado estaba saliendo a la perfección, sólo me quedaba un obstáculo más, el tercer y último Cíclope.
—Ya llegamos Demetrius— le dije contenta mirándolo a su rostro de ojos cerrados.
Y ese fue mi error.
Un golpe en el brazo me desestabilizó y perdí el equilibrio. Tuve que soltarle la mano a Demetrius y caí al suelo.
—¡Corre derecho!— le grité a mi Demonio.
El Cíclope no me quitaba los ojos de encima y empecé a sentir la debilidad de mi cuerpo. Powel nos había dicho que estas criaturas te desintegraban con la mirada, tenía que ser certera. Busqué el arma de fuego, pero se encontraba lejos de mí, a la altura de Demetrius. El Cíclope continuó avanzando hacia mí, y presentí mi final, algo en mi cuerpo se movió, algo malo iba a suceder...
El grito de dolor de Demetrius me sacó de mí, mi Demonio había abierto sus ojos y corrió hacia el Cíclope. Lo empujó fuertemente y lo arrojó lejos. Yo me levanté del suelo y corrí hacia él. Apenas tomé su mano le dije que cerrara sus ojos y lo llevé hacia el agujero de salida.
Powel empezó a descender por las angostas escaleras y yo lo seguí detrás, sin soltar la mano de Demetrius. En cuanto los dos estuvimos a salvo, me senté en las escaleras y mi Demonio abrió sus ojos nuevamente. Sus glóbulos oculares estaban rojos, parecía que se habían lesionado severamente.
—¿Por qué lo hiciste?— le pregunté mientras acariciaba su rostro a la altura de sus ojos,
—Aún no entiendes lo que significas para mí. —Contestó mirándome. —No puedo permitir que algo malo te pase, es algo mucho más fuerte que yo—.
Lo abracé fuertemente y permanecimos así por un tiempo. Necesitábamos ese tacto, teníamos que calmarnos.
—Tomen aire y prepárense. —Nos dijo Powel. —El tercer nivel es el peor de todos—.
Estaba asustada, por todo lo que habíamos pasado, y nerviosa, por lo que nos esperaba más adelante, pero a la vez estaba contenta porque tenía la certeza en mi interior que mi hijo se encontraba en el corazón del Averno y sabía que lo iba a rescatar como sea.
Powel volvió a tomar la guía y Demetrius y yo lo seguimos. Él abría y cerraba los ojos, imaginaba que le ardían tanto que intentaba irrigar lágrimas para calmar el ardor.
—Voy a decirte esto mientras tengamos tiempo. —Me dijo Demetrius y me tomó de la mano mientras continuábamos la caminata. —Sé que nunca comprendiste lo que me une a ti, y lo sé con tanta seguridad porque ni yo creo esto que nos pasa. Tuvimos una conexión especial producto de esa profecía que nos unió. Hay un destino para nosotros, para esta unión... Te necesito demasiado, Shilana, mucho más de lo que te puedes imaginar. Sé que soy posesivo y celoso pero tengo terror a perderte y no controlo mis límites. Perdóname, mi intención nunca fue herirte. Quiero que sepas que lo que me une a ti va más allá de ser mi pareja. Yo te amo—.
Apreté delicadamente la mano de Demetrius y le sonreí. Él tenía esas cosas, por momentos te llevaba al más hermoso de los paraísos y te hacía creer la criatura más feliz sobre este mundo; pero por otro lado, siempre emergía el ser oscuro que habitaba en él, tarde o temprano siempre aparecía, y era esa dualidad la que era difícil y dolorosa de llevar.
A medida que caminábamos empecé a sentir a Demetrius cada vez más raro. El agarre de su mano se volvía más débil por cada paso que dábamos y su mirada estaba perdida en el aire, como si él no se encontrara en el mismo lugar que yo. Y así, de la nada, me soltó, y también, de la nada, se detuvo.
—¿Qué pasa?— le pregunté.
No obtuve ninguna respuesta, sólo su alejamiento. Demetrius empezó a caminar hacia el otro costado, el opuesto a mí. Su mirada continuaba perdida y su accionar cada vez más extraño. Y así, de la nada, dejé de verlo, desapareció.
Comencé a gritar su nombre desesperadamente pero no escuchaba nada, el silencio absoluto ocupó cada espacio del Averno. Mi corazón vibraba intensamente, algo estaba mal. Busqué con mi mirada a Powel pero tampoco pude dar con él. Los nervios empezaban a afectarme y el miedo a paralizarme, tenía que pensar en algo urgente.
Entonces recordé.
Tenía que concentrarme, ya lo había hecho en otras ocasiones, lo iba a poder hacer nuevamente. Traté de percibir mí alrededor buscando algo y noté que la energía en el ambiente era increíblemente pesada y negativa hacia mi derecha. Instintivamente me fui moviendo hacia ese lugar y tanteé con mi mano para ver si encontraba algo.
Un tul.
Acto inmediato, una Inferna apareció enfurecida por mi descubrimiento. Y al mismo tiempo, el ambiente cambió de forma drástica y me encontré con Petra. Allí estaba tan perversamente hermosa y cautivadora, nuevamente con sus alas negras y su aspecto de Demonio. Me miraba sorprendida aunque feliz, su sonrisa me quería demostrar algo.
Y luego comprendí.
A su lado estaba Demetrius, con la mirada hacia el suelo, con las alas caídas y casi sin energía. Ella le acariciaba el pelo y él ni se movía un ápice, permanecía inmóvil, como si no estuviera presente o como si no quisiera estarlo...
—Nos volvemos a encontrar, Shilana Drake— me dijo con su voz gutural.
Yo permanecí en el mismo lugar y me limité a mirarla. No sabía cómo reaccionar, no había manera de derrotarla, ella era inmortal como su padre...
—¿Qué le estás haciendo?— le pregunté,
—Lo estoy controlando— me contestó esbozando una amplia sonrisa,
—Esa es la única manera que él esté junto a ti—.
La cara de Petra se contrajo y pude ver el inmenso intento de control. Supe que hubiese querido atacarme sin más pero algo la detuvo.
—Yo no me jactaría tanto— me dijo ella,
—¿Por qué lo dices?— le pregunté temiendo lo que pudiera ocurrir a continuación.
Junto a ella apareció una figura oscura y cuando empezó a adquirir forma, mi corazón sucumbió en el terror. Era mi madre. Estaba llorando y con sus manos atadas a la altura de la cabeza, como si algo la estuviera jalando hacia arriba. No sabía qué hacer, si correr hacia ella o ser cauta, podía ser una ilusión.
Los Shadows.
—No voy a caer en tu trampa, Petra— le dije.
Aunque le quería demostrar seguridad, en mi interior estaba la duda y ésta carcomía cada célula de mi cuerpo. Si realmente era mi madre, la estaba dejando en manos de Petra y eso me daba fuertes escalofríos en la espalda; pero si no era, le estaba ganando... ¿Pero cuál era la verdad?
—Me agrada cómo crees que puedes vencerme, es simpático, la verdad— me dijo airosa,
—Es en vano lo que haces, no voy a creerte. Lo único que quieres lograr es persuadirme para volverme débil y atacarme, pero no te voy a dar el gusto— le contesté intentando demostrar seguridad y fortaleza,
—¿Tú sabes que las criaturas que habitan este nivel son inmortales?—.
Su mirada era penetrante y su sonrisa malévola. ¿Debía creerle? No podía buscar ayuda en la mirada de Demetrius porque no existía y Powel no aparecía por ningún lado...
—Eso es mentira. —Le contesté al recordar el episodio del bosque. —Una vez matamos a una Inferna, así que no pueden ser inmortales—, estaba contenta, había esquivado el intento de embaucamiento de Petra.
—Eso es porque ellas salieron del Averno. —Me contestó con esa mirada airosa tan frustrante. —Mientras estén en este lugar, lo son, como otras criaturas que habitan este suelo—.
Era una posibilidad, una peligrosa posibilidad.
—¿De qué me sirve esa información?— le pregunté intentado derrotarla con la indiferencia.
Petra dejó de acariciar el pelo de Demetrius y se acercó a la figura de mi madre. Una de sus manos se acercó a la cintura y sacó de ella una daga plateada. La Demonio elevó su brazo a la altura del cuello de mi madre y me sonrió perversamente.
—Si crees que tu madre es una Shadow, no debería morir—.
Mi corazón se comprimió y mi respiración se aceleró. No sabía qué hacer.
—¡Esa carita de consternación me encanta! —Dijo contenta Petra. —De todas maneras, Shilana, no te traje a tu madre para que la salvaras, sino simplemente para que veas como muere...—.
La mano de Petra se acercó al cuello de mi madre y lo cruzó de lado a lado. No me dio tiempo a correr, a atacarla, a hacer nada... La sangre comenzó a brotar y a bañar toda su parte delantera. Mis piernas no me contuvieron y caí al suelo.
No podía ser cierto... Un Shadow se materializaría en ese instante... Por supuesto. Pero nada sucedía. La que estaba suspendida en el aire era mi madre, mi verdadera madre. La misma que había encontrado hace poco, la que pude disfrutar apenas unos meses... Ella acababa de morir. No había otra realidad.
Y entonces, mi corazón se comprimió aún más al comprender toda la escena por completo. No sólo mi madre había muerto. Pedro, donde fuera que se encontraba, él también había muerto. En ese momento dos vidas se extinguieron...
Aún consciente recordé cada momento vivido con mi madre. No fueron muchos porque ella había abandonado Mundú para proteger nuestro linaje, pero los pocos fueron hermosos. Mi existencia cambió el día que decidí buscarla...
Mi mente no podía comprender lo que acababa de suceder, no asimilaba los hechos como reales, más bien como una historia de terror. Mi hermano también había muerto, en algún lugar de este mundo, él también se había ido...
—¡Xerxes!— llamó a viva voz Petra.
Mi mente empezó a abandonarme. Como si la cordura que anidaba en mi cabeza de a poco empezaba a desvanecerse. La única imagen que era capaz de mirar era el cuerpo fallecido de mi madre sobre el suelo del Averno. No tenía fuerzas para pelear, muchas menos para levantarme. Sabía que tenía que pensar en mi hijo, que él me estaba esperando, que sólo yo iba a poder rescatarlo... Pero no podía levantarme, no podía respirar, y ya casi no podía ver.
Entre una imagen borrosa apareció la figura de un Demonio con sus alas abiertas. No fui capaz de verle el rostro con detalle pero supe que era Xerxes porque su ama lo había llamado previamente.
¿Era ese mi final?
¿Tanto había recorrido para llegar a esto?
—Mátala de una vez— escuché decir a Petra.
Y lo supe, ese era mi final. ¿Qué iba a pasar con mi hijo? ¿Demetrius iba a ser capaz de rescatarlo cuando saliera del encanto de Petra? ¿O mi hijo iba a morir también? Un escalofrío recorrió mi cuerpo, uno suficientemente fuerte para devolverme la fuerza que necesitaba. Sentí como mis piernas recuperaban la energía necesaria para levantarse y mis brazos la justa para atacar. Mi vista volvió a ser nítida y corroboré lo que antes había pensado, era Xerxes quien me estaba apuntando con un arma de fuego directamente a la cabeza.
Había recuperado la fuerza pero ya era tarde.
Xerxes quitó el seguro del arma y un disparo de fuego retumbó por todo el Averno. Me habían matado, había muerto...
Pero el sonido seco de un cuerpo caer me sacó del pensamiento.
El disparo no había impactado mi cuerpo sino el de otra criatura más y era el de Xerxes. ¿Pero cómo era posible? Las únicas criaturas que estábamos en ese lugar éramos Petra, Demetrius, mi madre, Xerxes y yo... Ninguno de ellos iba a ser capaz de salvarme.
Busqué con la mirada a mí alrededor y lo vi.
Mi corazón vibró de desesperación.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.
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