Capítulo 32: Mundú de luto
Ámbar y yo nos pusimos en marcha hacia la parte norte del bosque. No podía entender cómo Powel iba a ayudarme sin Ámbar presente, ella era su canal hacia nosotros, pero si se iba junto a su hija, ¿cómo íbamos a comunicarnos? Y esa misma pregunta atormentaba a Ámbar, podía notarlo en sus ojos. Sentía el miedo en ellos, como si se estuviera preparando para una despedida.
Mientras caminábamos por el oscuro bosque, Sofía me preguntó:
—¿Por qué salimos a escondidas del Castillo?—,
—No quiero que nadie más se entrometa. —Le contesté. —Están todos demasiado preocupados por cosas que para mí no tienen sentido—,
—A Powel tampoco le gustó que saliéramos así. —Intervino Ámbar. —Además, tu vida tiene sentido, Shilana—,
—Para mí no lo tiene, yo solo quiero encontrar a mi hijo y a mi hermano—,
—¿Cómo es que se llegó a esto?— me preguntó Ámbar,
—Es una antigua lucha de poderes sumada a un triángulo amoroso. La líder de todo este movimiento solía ser pareja de Demetrius y también la hija del Amo del Mal, la hermana de Powel—,
—¿Hermana?— preguntó Sofía sorprendida,
—Powel nunca se llevó bien con ella— me dijo Ámbar,
—Petra es una criatura sumamente ambiciosa y peligrosa, hace cualquier cosa con tal de obtener lo que desea. Ella quiere recuperar el liderazgo de este pueblo, el que actualmente tienen mis padres—,
—¿Y qué tiene que ver el triángulo amoroso?— inquirió Ámbar,
—Que intensificó todo más. Demetrius es pareja mía en este momento y eso desquicia a Petra. Piensa que se lo robé—,
—¿Pareja? ¿Tú no estabas junto a ese chico que murió?— preguntó Sofía,
—Es todo demasiado complejo. —Le dije. —Pareja es una unión entre Demonios que increíblemente se formó entre uno de ellos y un Ángel, Embrace solía ser mi esposo—,
—Este es el lugar— dijo de repente Ámbar.
Las tres nos detuvimos en el medio de un claro. Yo observé a mi alrededor esperando encontrar algo que me diera la pauta de cómo Powel iba a comunicarse conmigo pero lo único que nos rodeaban eran árboles. La miré detenidamente a Ámbar y noté como sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, Sofía la sostuvo de la mano en un claro acto de contención. ¿Qué sería lo que Powel le estaba diciendo en ese momento? ¿Acaso se estaba despidiendo?
De a poco Ámbar empezó a debilitarse, su hija la sostuvo y yo me sumé a dicho acto para poder contenerla. Aun así, sus rodillas tocaron el suelo y las lágrimas empezaron a correr por su rostro. Su respiración era agitada, casi desesperada; todo su cuerpo temblaba continuamente y de su boca escapaban pequeños gemidos en busca de aire. La alegría que antes reflejaban sus ojos, su tono de voz, la misma que irradiaba su cuerpo, ahora parecía haberse evaporado...
Como si algo le hubieran arrancado.
Y comprendí. Quité mi mirada de Ámbar y la dirigí hacia el bosque, justo enfrente nuestro, una lluvia de luz azulada y rojiza se formó en el ambiente, pequeñas estrellas chocaban entre sí y una pequeña brisa nos envolvió. De a poco, una forma empezó a delimitarse entre las líneas azuladas y rojizas: una cabeza cubierta de pelo negro, torso fornido, piernas largas y fuertes, una pequeña luz irradió en la parte de los ojos verdes esmeralda que poseía dicha figura, una boca pequeña, una nariz del mismo tamaño...
Powel estaba apareciendo en cuerpo y forma delante de nosotras.
La lluvia de colores se fue desvaneciendo de a poco y la brisa desapareció. Me quedé sin habla y paralizada, estaba tan sorprendida por su aparición que no sabía qué decir ni qué hacer. Ámbar, en cambio, tomó fuerzas de algún lugar y se levantó del suelo desesperadamente y corrió a su encuentro. Los dos se fundieron en un abrazo profundo y sincero.
Podía notar en el ambiente el deseo de Powel de tocarla nuevamente, como el de ella también. Se miraron a los ojos un rato, no hacían falta las palabras, sus miradas decían todo lo que necesitaban saber, y finalmente se besaron, tan tiernamente que me generaron ganas de llorar. Podía ser que nadie entendiera su lazo pero tenían que comprender la pureza de su amor, sin importar nada de lo que sucedió entre ellos, para esas dos criaturas lo único que les importaba era el profundo amor que se tenían, más allá de todo.
—Esto es necesario— dijo Powel.
Su voz era tremendamente cautivadora, como toda su imagen lo era.
—No quiero que me abandones— dijo entre sollozos Ámbar,
—Siempre tuve una sensación rara cuando se hablaba del bosque, —dijo Sofía, que permanecía a mi lado —como si yo perteneciera a él de alguna manera. Eras tú la voz que me hablaba en sueños, que siempre me aconsejaba y me guiaba—,
—No quise que supieras toda la verdad. —Le contestó Powel. —Tu madre siempre lo supo. Yo borré de tu memoria tu tiempo en mi mansión, en la secta y el hecho de por qué viniste a este mundo. Quería que tuvieras una vida normal pero no me contuve, después de todo eras mi hija, y no cualquiera. Naciste del amor que comencé a tener hacia tu madre. Tú eras distinta y necesitaba protegerte. Siento que todo esto resulte extraño para ti—,
—Había algo raro en el ambiente cuando estaba con mamá, y eras tú, tu presencia, la que siempre nos protegió— le dijo Sofía,
—Son los dos amores de mi vida, ¿cómo no iba a protegerlas?—.
Sofía corrió hacia su padre y se unió al abrazo junto a su madre. Esa era la familia perfecta, el amor más puro que en mi vida había visto, iba contra todo lo que cualquiera pudiera entender, pero para ellos era puro. ¿Por qué esa clase de sentimientos no podía durar? Estaba claro que Powel estaba abandonando a Ámbar, que nunca más estaría como presencia o como voz en sus sueños, así como tampoco lo estaría en la vida de su hija. Ámbar nunca pudo tener una relación normal con él porque él no era normal para ella, una Humana enamorada del hijo del mal era imposible...
Como un Ángel enamorado de un Demonio, imposible...
—Tienen que irse— les dijo Powel,
—¿No vas a volver?— le preguntó su hija.
Ámbar se aferró aún más a Powel y Sofía comprendió la respuesta sin necesidad de ser contestada.
—Por este camino derecho encontrarán la mansión de nuestra parte del Bosque Oscuro. —Les indicó Powel. —Necesito que se queden en ella por un tiempo. Temo que si algo sale mal puedan ir a buscarlas a su casa—,
—No puedo dejarte— le susurró Ámbar,
—Hazlo por nuestra hija— y la besó nuevamente.
Ámbar se separó de su cuerpo y tomó a su hija de la mano. Powel besó a Sofía en la frente y las vio partir. Recién cuando sus cuerpos se perdieron en la espesura del bosque, Powel rompió en llanto.
—Perdón— fue lo único que me animé a decirle,
—No tienes por qué— me contestó y con una fortaleza envidiable se repuso,
—Sí, tengo por qué. Me siento culpable por haberte hecho separar de los amores de tu vida. Si yo no te hubiese ido a buscar...—,
—Tendría que haber venido por mi cuenta. —Me interrumpió. —La situación aquí está empeorando considerablemente. Era cuestión de días para que atacaran Hollow Stone buscándome... Mi hermana no puede gobernar nada, va a hacer desaparecer Das Dunkel en cuestión de días. Su ambición la ciega y cree que va a poder, cuando lo único que va a lograr es extinguir la especie que nuestro padre creó—,
—¿Y qué piensas hacer?—,
—Tenemos que ir al Averno, tengo que hablar con mi padre e intentar hacerlo entrar en razón—,
—Tu padre apoya a Petra y quieren eliminar a mi hijo para que no haya nada que lo debilite—,
—De algún lugar mi hermana tenía que sacar su ambición y ceguera, ¿no?—,
—¿Cómo hacemos, entonces?—,
—¿Estás lista?—,
—Necesito arreglar unas cosas antes. Vamos para el Castillo—.
Comenzamos a caminar hacia el Palacio Real de Das Dunkel, tenía que avisarle a Demetrius de este encuentro porque él iba a venir conmigo al Averno. Estaba entusiasmada por el hecho de que finalmente esta misión acabaría, tenía la certeza que mi hijo se encontraría en ese lugar y que lo iba a rescatar, pero había otro sentimiento que me golpeaba el alma y opacaba el momento que estaba viviendo.
Embrace.
Él había muerto y de eso no había vuelta atrás. Él se fue de nuestro mundo y ya nunca volvería a estar junto a mí. Me desestabilizaba por completo pensar de esa manera y más todavía cuando pensaba en Mundú, mi antiguo hogar. En este momento debía de estar acéfala, desconsolada... Tenía que visitarla, tenía que dar la cara. Por él, por Embrace.
Cuando llegamos al Castillo y atravesamos la puerta principal, mi padre salió corriendo y, a juzgar por la expresión en su rostro, estaba sumamente preocupado.
—¿Dónde estabas?— me preguntó al mismo tiempo que me daba un fuerte abrazo,
—Tenía algo que hacer...— le contesté y le señalé a Powel.
Él no esbozó palabra alguna y sólo hizo un ademán afirmativo con su cabeza. Sospechaba que aún estaba afectado por la ida de Ámbar y Sofía.
—Nos hubieses avisado, hija—,
—¿Alguna noticia de mamá?—,
—No. He mandado a tres soldados a recorrer la aldea, volvieron para decirme que no encontraron nada pero que van a seguir buscando. El problema es que Das Dunkel es muy grande, sin contar el Bosque Oscuro. Con tres soldados no podemos hacer nada—,
—Mamá tiene que aparecer. Si es necesario, manda a todos los soldados—,
—No podemos dejar el Castillo desprotegido, hija. Mira si algo te sucede a ti...—,
—Tengo que hacer algo antes de irme. No voy a estar en el Palacio, padre. Tú podrías irte a algún lado con Zenón y Kairos... No es seguro el Castillo—,
—Jamás lo abandonaré, hija. Estaré aquí hasta las últimas consecuencias—,
—Entonces tendrás que cuidarte mucho. ¿Dónde está Demetrius?—,
—Está en el Jardín Real, bastante preocupado también—.
Lo dejé a mi padre atrás y fui hacia el Jardín. Me resultaba extraño que Demetrius no haya usado la conexión que teníamos para saber dónde me encontraba. ¿Podía ser que estaba queriendo respetar mi privacidad?
Estaba sentado sobre uno de los asientos de mármol observando la fuente de agua. Cuando me miró su expresión cambió rotundamente y corrió hacia mí. Su abrazo fue desesperado, fuerte y al mismo tiempo alegre. Estaba preocupado, no había lugar a dudas.
—Tenía que ir a encontrarme con Powel— le dije cuando me soltó,
—Avisa la próxima vez— fue lo único que me dijo,
—Así que tú eres la criatura que tiene loca a mi hermana— pronunció Powel.
Yo giré sobre mí y lo miré asombrado, él no tenía manera de saber aquella información... Al menos por métodos normales. La expresión en mi rostro no era nada comparada a la que tenía Demetrius, pero la suya no era de asombro sino de miedo. ¿A qué le tenía miedo?
—¿Cuándo salimos?— preguntó mi Demonio en un claro intento por desviar el tema de conversación,
—Tengo que hacer unas cosas antes. Tengo que ir a Mundú— contesté,
—Estás loca... No puedes volver y mucho menos ahora— me dijo Demetrius,
—Tengo que ver al General, es mi deber—,
—No, ya no lo es. ¿O te olvidas que ya no eres la Reina?—,
—Gracias por recordármelo— y me fui.
No tenía que pedirle permiso para visitar Mundú, iba a ir a toda costa.
A pesar de llevar razón, Demetrius no iba a detenerme. No voy a vivir con miedo y resguardada del mundo exterior porque eso significaría darle el gusto a Petra, y es lo último que deseo hacer.
No pasaba un día sin que recuerde la alegría que vivía en Mundú, la luz y los sueños de todos sus habitantes. A ellos les debo eso, aquello que siempre les perteneció y que mi retorcida historia con Demetrius les arrebató. Petra es nuestro enemigo y mi castigo por los errores de mi pasado.
El carruaje se detuvo y la voz del chofer me anunció nuestra llegada a la aldea. Estiré mi mano para poder abrir la puerta, y al hacerlo, un profundo sentimiento de tristeza inundó mi alma.
Mundú estaba muriendo.
El silencio y el ambiente devastador estaban en cada esquina y parte de la que solía ser mi aldea. Apenas una pequeña brisa soplaba por el aire. Era desolador, abrumador y desesperante. Yo era la culpable de ello, por mí culpa Embrace murió, yo lo llevé al lugar de su muerte.
—¿Shilana?— escuché una voz que me sacó de mis tortuosos pensamientos.
Era Noah, quien estaba entre sorprendido y feliz. Salí rápidamente del carruaje y corrí a sus brazos. Mi amigo me encerró en ellos, buscando también refugio en los míos. Ambos habíamos perdido a una criatura sumamente importante para nuestras vidas: él perdió a su amigo y yo al amor de mi existencia.
—¿Qué haces aquí?— me preguntó al recuperarse,
—Tenía que venir— le contesté conteniendo el llanto,
—Vamos, es peligroso que estés a la vista de todos—.
Noah me tomó de la mano y caminamos muy cerca del límite con el Bosque Oscuro, ningún aldeano deambulaba por esa zona y accedimos al Castillo por la entrada que se encontraba en la parte trasera. La sensación de exclusión y rechazo azotaba mi cuerpo de una manera inexplicable.
—El General está en reunión ahora— me comentó mi amigo mientras pasábamos por el Jardín Real,
—Me imagino... ¿Cómo es la situación de Mundú en este momento?— le pregunté,
—La reunión que está teniendo no es por ese motivo precisamente—,
—¿Y por qué es?— pregunté curiosa,
—La Reina Hada Zaphiro pidió hablar con él—,
—¿Cómo? —Mi sorpresa sonó muy desesperada, aún permanecía el recuerdo de su última visita, así como también la amenaza del ataque brutal que presagió a Mundú... Su visita no podía deparar nada bueno. —Llévame al Despacho Principal— le dije muy segura de mis palabras,
—Shilana, no quiero... Tú sabes que no se puede— me contestó con pesar,
—Es Zaphiro, Noah, tengo que estar ahí. Te acuerdas cuando fue la última vez que vino... Por favor— le pedí,
—Me van a castigar por esto...—.
No pronunciamos palabra en todo el trayecto, no queríamos que nadie más en el Castillo nos escuchara. Apreciaba mucho la ayuda de Noah, hay criaturas que nunca te abandonan.
—Yo voy a ir al estudio. —Me dijo en un susurro. —Si nadie sabe que te hice entrar, puede que logre escapar del castigo— y se rio por lo bajo.
Le di las gracias y lo dejé ir. Me acerqué a la puerta y arrimé mi oído a ella para poder captar algo de la conversación.
—Estamos haciendo todo lo posible, Zaphiro, créame— dijo la voz del General,
—Yo entiendo, Marcus, pero debe entender nuestro temor. Esto pudo haberse evitado, yo hablé personalmente con quien solía ser la Reina de este lugar— le contestó la Reina de las Hadas con esa voz tan cautivante.
—Usted sabe que lo que le pidió era imposible. Estaba hablando de su hijo, ella no iba a perderlo—,
—Fue un terrible error, Marcus, créame. Ahora se vienen tiempos mucho más oscuros que antes—,
—¿A qué vino, Reina? Sea directa—,
—Alison está muy preocupada, dice que no están haciendo nada para encontrar a su esposo. Yo tengo que intervenir, después de todo esto también está afectando a uno de mis aldeanos. Necesito saber que están haciendo hasta lo imposible por encontrarlo—,
—Zaphiro, usted lo sabe, no tengo por qué decírselo. Incluso debe saber el sacrificio que está haciendo Shilana en este momento. Ella abandonó Mundú para dejar que toda la dotación de soldados busque exclusivamente a su hermano... Dígame, ¿qué es lo que verdaderamente ha venido a hacer?—,
—He tenido otra de mis visiones que me ha dejado aturdida. No hay manera suave de decirlo... Así que se lo diré de una vez. Su raza se enfrentará a la extinción—,
—¡¿Qué dice?!—.
En las palabras del General se escucharon el asombro y miedo. Las repercusiones del anuncio de la Reina Hada alcanzó a mis pulmones, agitando mi pecho y dificultando mi respiración.
¿Mi especie iba a enfrentar la extinción?
Salí del pasillo corriendo para que nadie me viera. Tenía que ir al Cuartel de la Guardia y hacerme de provisiones para mi viaje al Averno, no podía postergar más mi destino.
El silencio de Mundú era mi aliado, cualquier movimiento iba a poder ser captado por mi oído y así darme la posibilidad de escabullirme, esconderme o escapar.
El Cuartel de la Guardia estaba vacío, lo cual llamó poderosamente mi atención. Me acerqué a la Mesa Principal y estaba todo ordenado, nadie ocupaba ese lugar. ¿Qué estaba pasando? Tomé el ascensor para descender al subsuelo y dar así con el arsenal de armas. No tenía ningún conocimiento acerca de los tipos de calibre o armamento, tomaría aquellas que más me llamaran la atención.
Llegué y abrí la puerta metálica, la habitación se encendió en el momento que crucé el umbral, seguramente habría un sensor allí. El cuarto era bastante sencillo: unos estantes bordeaban el espacio que me rodeaba y sobre las paredes que lo seguían colgaban distintos tamaños de armas de fuego, debajo de cada una de ellas había una etiqueta indicando el calibre de las mismas.
Tomé una de las bolsas que se encontraban en el suelo y la cargué con cinco armas: dos de pequeño tamaño y tres pesadas y grandes. En los estantes estaban las municiones, procuré fijarme el calibre y compararlo con las armas que había tomado. Provista de lo necesario, me calcé el bolso al hombro y me fui.
Cuando llegué a la planta principal escuché el primer sonido desde que había llegado a Mundú. Provenía del campo de entrenamiento, el que se encontraba por detrás de la guardia. Aquella voz era inconfundible... Zalander.
—Estamos todos aquí reunidos para darle el último adiós a una criatura que supo enfrentar la vida siempre que pudo—.
Mi corazón se comprimió ante semejantes palabras porque sabía perfectamente a quién se refería.
Corrí hacia uno de los pasillos que te llevaban al Archivo, sabía que en ese cuarto había una ventana que daba al jardín trasero de la Guardia. Las palabras de Zalander seguían retumbando por el recinto:
—Embrace Cleinn empezó estudiando en este mismo lugar, le faltaba apenas un par de pruebas para subir de grado pero la muerte le ganó. Se fue un gran compañero, una gran criatura y un excelente Rey. Yo fui enormemente afortunada de haber podido compartir muchos años con él y sobre todo sus últimos—.
El llanto no pudo aguantar más y las lágrimas barrieron mi rostro desesperadamente. Abrí la puerta en forma brusca y me acerqué a la ventana, procurando que nadie se percatara de mi presencia.
Sobre una pila de piedras habían armado un lecho, el cual estaba vacío. La culpa azotó mi alma una vez más. Ni siquiera pudieron darle el entierro correcto porque el cuerpo de Embrace había quedado en el pueblo de los Humanos.
Alrededor del lecho había varios soldados uniformados y algunos miembros de la Junta de Jerarquía Mayor de la Guardia, y detrás de una valla estaba el pueblo de Mundú, compungido y aturdido. Se escuchan claros sollozos y llantos debido al silencio que inundaba el ambiente.
—Muchos de ustedes ya sabían de mi relación con él, estábamos por dar el anuncio a la aldea cuando él regresara de su viaje a Hollow Stone, pero este evento se lo impidió. —La voz de Zalander temblaba desesperadamente pero estaba haciendo un esfuerzo enorme por contener la postura. —Quiero que todos lo recordemos de la mejor manera. Sólo hay un culpable de su muerte, si no fuera por esa criatura, él no se habría ido a ese pueblo. Sé que algunos no quieren que la culpe porque piensan que su muerte sólo se debió a una desafortunada circunstancia, pero yo estoy segura que nada le hubiera pasado si él no se hubiera ido a Hollow Stone con Shilana Drake. Al menos me queda el consuelo que ella no regresará jamás a estas tierras—.
Las lágrimas corrían por mi rostro como dos cascadas enfurecidas, mi corazón se resquebrajaba ante cada sollozo y mis pulmones se peleaban por conseguir aire. Ella tenía razón, de no haber sido por mí hoy Embrace seguiría con vida.
No tenía más nada quehacer en ese lugar. Ahora tenía que pensar en mi hijo y en salvar a la especiede los Ángeles. Después de todo, yo misma fui la que los metió en este peligroe iba a ser yo quien los salvara.
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