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Capítulo 27: Estrategia política

Cuando entré en el Despacho Principal de mis padres, ni siquiera se molestó en pararse para saludarme como era debido. Sé que las demostraciones de respeto me disgustan, pero me hubiese encantado que ella lo hiciera.

—Zalander... ¿A qué se debe tu visita?— le pregunté exageradamente amable mientras me sentaba en el sillón real,

—Tengo que discutir algunos temas contigo acerca de la dirección de Mundú— me contestó políticamente correcta,

—Con usted, no me tutees. ¿Y tú me vas a hablar sobre cómo dirigir mi aldea?— mi tono comenzó a perderse,

—De hecho sí, a eso vine—.

Su semblante no se modificaba ni un ápice al desafiarme, como si para ella fuese natural.

—¿Y quién te dio el mando de la situación?—,

—El General Marcus—.

Y tras esas palabras mi corazón se detuvo, sólo por ese momento mi odio hacia ella se desvaneció y la esperanza recorrió todo mi cuerpo.

—¿El General Marcus? ¿Se encuentra mejor?— pregunté asombrada,

—Está siendo reasignado a su puesto nuevamente, el Coronel Gregory lo está poniendo al corriente de las últimas noticias—,

—¿Cuándo sucedió? ¿Cómo es que no fui avisada?—,

—Hay muchos problemas actualmente en la aldea que tanto reclama como suya, por si no estaba enterada. No hubo tiempo para avisarle. Pero no es por eso mi visita—,

—¿Y a qué se debe?—,

—Vine a informarle de la nueva estrategia política que estuvimos discutiendo con el General Marcus acerca de la dirección de su aldea—,

—¿Tú estuviste discutiendo eso?—,

—Sí, junto a Embrace—.

Pronunciaba su nombre como si fuera un trofeo adquirido luego de una aguerrida pelea, como si se lo mereciera.

—Siendo la Reina de Mundú, creo que sería pertinente que yo haya estado también en esa conversación— reproché vanamente,

—Disculpe, Reina, pero usted ha decidido abandonar Mundú, por si no lo recuerda. Lo ha decidido cuando está atravesando la peor crisis en la historia de nuestra especie—,

—¡No la abandoné! —Y mi tono finalmente se perdió. —No te vuelvas a atrever a decir una cosa semejante, Mundú me importa y mucho. Estoy aquí para buscar a mi hijo—,

—Podría haber dirigido el grupo de rescate desde Mundú, pero ha optado nuevamente por volver al lugar de su Demonio—,

—No voy a discutir estos temas contigo, eres nada más que una extraña en mi entorno. Viniste a comentarme la estrategia política, cuéntamela entonces—,

—No, Reina, vine a transmitirle que se ha tomado una decisión, pero el General prefiere decírsela personalmente—.

Zalander se levantó de su asiento en señal de querer abandonar la habitación y no por sí sola sino conmigo acompañándola. Me molestaba mucho que hayan discutido temas reales sin mi presencia. Entendía perfectamente la situación que por el momento Embrace era el Rey oficial de Mundú, pero aun así yo no dejaba de ser su Reina, y me parecía una total falta de respeto que me hayan dejado afuera de todo eso, y que Zalander haya sido parte, me molestaba aún más. Llamé a Zenón.

—Tengo que irme a Mundú— le dije,

—Pero, Princesa...— me contestó con sorpresa,

—Ya sé lo que dijo mi padre, pero mi aldea me necesita. Será sólo unos momentos. Tú y Kairos quedarán al frente del Castillo. Logan los ayudará—,

—Muy bien, Princesa, como usted diga—.

Finalmente, seguí a Zalander. Tenía que averiguar qué era esa estrategia política de la que habían hablado en mi ausencia.

Llegamos a mi aldea rápidamente, el carruaje no realizó ninguna parada de inspeccionamiento y estacionó directamente en el Jardín Real. Zalander permaneció quieta en su lugar, ante su falta de reacción, estiré mi mano para abrir la puerta, pero de un rápido movimiento, me detuvo.

—¿No pensamos salir?— pregunté incrédula,

—No hasta que cierren las puertas del Palacio. Corremos riesgo si alguno de los rebeldes te ven bajar del carruaje y las rejas no están cerradas— me contestó sin quitar la mirada de la ventanilla,

—¿De qué estás hablando?—,

—Shilana, por favor, asúmelo de una vez y deja de creerte algo que no eres, o que por lo menos dejaste de ser. La Reina Shilana Drake no es más bienvenida en Mundú, todos acá te ven como la traidora a su especie, a su mismísimo pueblo. Te uniste frente a todos con Embrace, un Ángel muy respetado y querido, sin embargo diste a luz a un Heredero Híbrido, nacido por una cruza con nuestra especie enemiga. Y todos lo vieron, todos fueron testigos de la transformación de su Heredero en un Demonio y no quieren que alguien así los gobierne. Ya no les importa tu linaje, ellos quieren a alguien que los proteja y no les vaya con un doble discurso. Y para tu información, Shilana, tú eres esa criatura que desprecian y que no quieren ver más. Así que sí, corremos riesgo y hasta que las puertas no estén perfectamente cerradas, no podemos salir del carruaje—.

Todo mi mundo se estaba colapsando en ese mismo instante. La verdad cruda que me había dicho Zalander era más que un puñal en el corazón. Mi aldea, el lugar que me vio nacer, el sitio que albergó a todos mis ancestros, el que me correspondía, ya no me quería, y no sólo eso, me despreciaba. Ahora yo también era su enemiga, enemiga de mi propio pueblo, enemiga de mi propia aldea...

Petra.

El nombre surgió en mi mente espontáneamente. A Petra le pasó algo similar luego de la llegada de mis padres a su aldea, le quitaron lo que era de ella, lo que debía ser de ella. El reinado de Das Dunkel era suyo por naturaleza hasta que mi padre tomó el mando, y allí vio cómo su propia especie cambiaba su forma de ser ante su nuevo líder. Eso debió haberla afectado mucho porque vio caer a su raza delante de sus ojos sin poder hacer nada. La impotencia que sintió probablemente hizo que planeara su vuelta y para ello necesitaba de la ayuda de alguien que estuviera de su lado, creyó que con Demetrius se le haría más fácil, hasta que aparecí yo y también se lo quité.

Petra se quedó sin nada.

Nuevamente la fuente de todos los males que me rodeaban, encontraban su vértice en el mismo lugar de siempre.

Mi amor por Demetrius.

—¡Shilana! —Me gritó Zalander. —¿No piensas bajar?— me preguntó de mala manera.

Zalander ya se encontraba fuera del carruaje sosteniendo la puerta para que yo pudiera salir del coche. Me apresuré a bajar y las dos corrimos hasta dentro del Palacio. Me dolía enormemente que me tuviera que comportar como una fugitiva en mi propia tierra.

En el Despacho Principal se encontraban Embrace y el General Marcus hablando. No pude contener las ganas de correr y abrazarlo, aunque nada de ello fuese protocolar. Me alegraba enormemente verlo tan bien y ocupando de nuevo el lugar que era suyo por naturaleza. El General me sonrió tiernamente y me devolvió el abrazo con la misma intensidad que se lo di.

—Yo le dije, Reina, había General para rato— me dijo con alegría,

—Y me alegro de que así haya sido— le contesté.

Tuve las mismas ganas de ir corriendo y abrazar a Embrace pero esta vez el impulso fue controlado por la razón. No debía, esa era la verdad. A pesar de su preocupación por mí y el amor que aún me seguía demostrando, él y yo ya no estábamos más juntos, por más que me doliera en el alma. Y no sólo eso, él ya no estaba solo...

Zalander ingresó en la habitación y se paró al lado del sillón del Rey, con su mano sobre su hombro, en clara señal de que aún seguían juntos.

—Me dijo Zalander que querían discutir conmigo una estrategia política— dije seriamente para intentar pensar en algo más que en Embrace y Zalander juntos,

—Discutir, no, Reina. —Intervino la Teniente. —Yo le dije que querían transmitírsela— y esbozó una pequeña sonrisa,

—Lo que sea. —Contesté mirándola de mala manera, y volví mi mirada al General. —¿Qué fue lo que decidieron?—.

El General dejó de mirarme a los ojos para mirarlo a Embrace a los suyos, claramente deseaba que fuera él quien me dijera lo que sea que habían decidido en mi ausencia.

—Se trata de una estrategia política que creemos que dará resultado, y lo necesitamos— me dijo Embrace mirándome a los ojos.

Podía notar en su mirada que había algo turbio detrás, algo que no me quería decir pero que estaba siendo obligado; o algo que no quería hacer pero que debía... Sea lo que sea era algo que a mí no me iba a gustar.

—Deja de dar vueltas, Embrace. —Me aparté del General y di la vuelta al escritorio para ponerme delante de él y mirarlo a los ojos más de cerca. —¿Qué fue lo que decidieron?— le pregunté,

—Creemos que lo mejor es la separación pública de nuestra relación—.

Y tras esas palabras, lo único que siguió después fue el silencio.

No pude esbozar ninguna palabra ante semejante declaración, sólo me quedé mirándolo a los ojos. Sentía como las lágrimas se me acumulaban y empezaba a verlo nublado a causa de ellas. Estábamos separados, era una realidad, que aunque me costaba horrores sobrellevar, era una realidad al fin; pero el hecho de hacerlo público lo hacía aún más real y mucho más irreversible.

Si tenía alguna esperanza de que volviéramos, se había muerto en ese mismo instante.

—Los aldeanos te desprecian, es lo mejor que puede hacerse— intervino Zalander nuevamente,

—¿Puedes no meterte? —Le dije de mala manera y mirándola iracundamente a los ojos. —¿No te das cuenta de que este es un tema real y que no tienes por qué estar aquí? —Lo único que hizo fue devolverme la mirada, no tenía nada más para decirme. —¿Te puedes retirar del Despacho? Gracias—.

Lo noté en su mirada, no le gustó para nada que la echara de la habitación pero tenía mis fundamentos. Sea lo que sea para Embrace, a ojos de todos los demás, ella no era nada y como nada no tenía por qué presenciar la discusión de un tema real.

Tras irse del Despacho, me separé de Embrace y me senté en una de las sillas que estaban frente al escritorio. El Rey de Mundú no me podía mirar a los ojos siquiera.

—Reina. —Habló el General. —Necesitamos el apoyo del pueblo en este momento. Los rebeldes están cada día más incontrolables y los pocos que están de nuestro lado empiezan a tenerles miedo, y por ende, terminan siguiendo su ideología. Al realizar este anuncio, estamos declarando a Embrace como único Rey, ya que usted se encuentra fuera de Mundú. Los aldeanos lo respetan, y de esta manera, podemos lograr de nuevo la unión entre nuestras criaturas—,

—Con ese anuncio, General, —le contesté sin fuerzas en mis palabras —también está erradicándome de mi propia tierra. Me está llamando oficialmente traidora, está declarando públicamente que ya no tengo nada que hacer en Mundú. ¿Cómo se vuelve de eso?— y una lágrima recorrió mi rostro,

—No llores, por favor— dijo la voz entrecortada de Embrace.

En ese momento me di cuenta que en realidad sí me estaba viendo y que estaba tan dolido como yo de tener que dar ese anuncio.

—De esto no hay vuelta, y lo sabes— le dije mirándolo a los ojos.

Embrace estiró sus manos para tomar las mías por sobre el escritorio.

El ruido de una radio rompió el ambiente que se había creado en la habitación. El General tomó el aparato y habló por él.

—¿Sí?—,

—Está todo preparado, General— era la voz de Zalander nuevamente,

—En un momento estamos— le contestó,

—Los esperamos—.

El General Marcus miró a Embrace y segundos después se retiró de la habitación.

—¿Qué sucede?— le pregunté a Embrace,

—Tenemos que hacer el anuncio— me contestó.

No me podía mover del asiento y tampoco era capaz de pronunciar palabra. La estrategia que me estaban proponiendo realizar implicaba muchas más cosas que lograr la unión de mi pueblo. Consecuencias que repercutían pura y exclusivamente en mi vida personal con Embrace.

Todo se estaba terminando, definitivamente. Por más que el tiempo demostrara a mi aldea que yo no era una traidora, nunca más podría unirme nuevamente a Embrace. Los Ángeles sólo pueden realizar esta ceremonia una vez con la criatura elegida, una vez.

No pude contener el llanto. La angustia se había esparcido por todo mi pecho, comprimiendo mis pulmones. Con mis manos tapé mi boca aunque se logró escuchar un quejido. Embrace corrió a mi lado y me abrazó fuertemente.

¡Cuánto extrañaba sentirme en sus brazos! ¡Cuánto deseaba volver a sentir el contacto de su piel! Me perdí en él y estiré mis extremidades para asirlo fuertemente, él no rechazó mi contacto, al contrario. Todo su cuerpo hablaba por sí solo, él también me había extrañado a mí...

—Esto es momentáneo. ¿Puedes confiar en mí?—.

Su voz era apenas perceptible. Podía sentir su esfuerzo por no llorar delante de mí pero los vestigios de su voluntad se estaban quebrando. Su dolor era tan palpable que te llegaba a lo más profundo del alma. Ese era Embrace, esa criatura pura y sincera.

Con todo el esfuerzo del mundo, me aparté de él, aunque no demasiado. Necesitaba mirarlo a los ojos, quería que su mirada hablara...

—No me preocupa que me vean como una traidora. Yo sé que con el tiempo entenderán. Mi hijo nos va a salvar a todos, eso lo sé. Esto tiene que ver con nosotros, Embrace. Tú sabes lo que significa esto— y no pude continuar hablando porque sus cálidos dedos se apoyaron sobre mi boca, impidiéndome hablar,

—No hace falta que lo digas— me contestó con dureza en la voz, pero su mirada era un mar vacío y triste, con delicadeza quité sus dedos de mi boca.

El silencio nos inundó a los dos. Sólo existían miradas y llantos imperceptibles de dolor. Los dos estábamos sufriendo por la separación pública, porque los dos sabíamos que no había vuelta atrás. Y me era tan inconcebible estar sin él que no podía hacerme a la idea. Y no lo pensé, lo besé.

Sus labios dulces se alegraron de recibir los míos, a pesar de que al principio demostraron recelo. Pero no había lugar a dudas, los dos sentíamos el deseo de volver a experimentar el roce de nuestros labios, de volver a disfrutar el sabor de nuestros besos. Las manos de Embrace sujetaron delicadamente mi rostro, como aprisionándome dulcemente. Yo estaba rendida a él, lo extrañaba demasiado. Mi corazón vibraba desesperado y todo mi cuerpo temblaba. Los besos de mi esposo me estaban haciendo perder la noción del tiempo y el espacio.

Éramos solo nosotros dos. Y en ese momento comprendí que mi corazón sólo tenía un dueño...

Con lentitud y delicadeza se apartó de mí, no abrió los ojos inmediatamente, fue como si se tomara el tiempo para recomponerse. Yo también lo necesitaba, mi respiración iba a mil por hora.

—Tenemos que hacer el anuncio— volvió a repetir pero no pudo mirarme a los ojos mientras me lo decía.

Comenzó a caminar hacia la puerta del Despacho pero me apresuré para detenerlo. Ese iba a ser, probablemente, el último momento que iba a poder estar con mi esposo y quería aprovecharlo.

Se sorprendió al ver mi reacción pero su mirada me pedía a gritos que continuara. Lo volví a abrazar y él me respondió al abrazo tiernamente. Podía sentir su dolor...

—Te amo, Embrace— le dije con mi rostro en su pecho,

—Te amo, Shilana— me contestó dándome un beso en la frente.

Permanecimos así unos minutos más, sin necesidad de decir más nada. El silencio era nuestra verdad.

Salimos del Despacho sin decir una sola palabra, y así continuamos todo el trayecto desde el salón hasta el balcón. Cuando Embrace hizo contacto visual con Natasha, la vocera real, le hizo un ademán con su cabeza, y acto seguido salió al balcón. En ese momento, Embrace me tomó de las manos y me miró directamente a los ojos.

—Yo nunca quise que nuestra relación acabara en esto— me dijo con la voz quebrada,

—No te sientas culpable por algo que no ocasionaste. Si me hubiese podido controlar, ahora todo sería distinto y yo podría ser feliz a tu lado— le contesté,

—¿Podrías sinceramente? Tu amor por ese Demonio es mucho más grande de lo que yo pueda controlar, jamás podría superarlo—,

—Nunca se trató de eso, Embrace. ¿En serio pensabas que yo pretendía que fueras mejor?—,

—Tenía que ser mejor para que me eligieras pero no lo hiciste—.

Embrace me soltó las manos y bajó la mirada. Me partió el corazón ese gesto, y no sólo eso, lo conocía y podía sentirlo destrozado. Yo fui la arquitecta de su dolor.

—Ése fue mi mayor error— le confesé.

La puerta del balcón se abrió en señal para que salgamos. Mi corazón latía desenfrenadamente y todo mi cuerpo rechazaba cada movimiento que le exigía, no se quería enfrentar a la realidad. El anuncio ya se había hecho y sólo quedaba dar la cara. Cuando salimos pude ver como la Plaza Central estaba repleta de criaturas, en sus rostros se veían las ansias por presenciar el anuncio. Se notaban aún las banderas de los grupos de la resistencia aclamando el regreso de Calandra, su antigua Reina. Aún me costaba creer que la quisieran de vuelta, ella perjudicó a nuestra aldea sólo para su propio bienestar.

Embrace dio un paso al frente y yo me quedé unos centímetros detrás de él. Algunos aldeanos me miraron con recelo pero no dijeron nada, al menos en voz alta, porque se notaba como cuchicheaban entre ellos.

—Buenos días aldeanos. —Pronunció a viva voz Embrace. —Como ya les adelantó nuestra vocera, los he reunido hoy para darles un anuncio muy importante tanto para ustedes como para nuestra aldea. Esta noticia cambiará el curso de nuestra historia y necesito contar con su apoyo. —Los aplausos se dejaron escuchar por toda la plaza, era cierto que las criaturas apreciaban mucho a Embrace. —Como ustedes fueron testigos de mi unión con Shilana Drake, —mi corazón tembló al oír los fuertes abucheos que generó la mención de mi nombre, en ese momento Embrace me aferró la mano y me llevó al frente —la descendiente del linaje real, hoy serán testigos de nuestra separación. —Levantó nuestras manos a la altura de los hombros y la soltó. El grito de alegría que copó la Plaza fue impresionante, jamás hubiese pensado que los aldeanos que tanto defendía, ahora me odiaran. —Por favor, señores, les pido silencio. —Los aldeanos acataron las órdenes de su Rey. —Este anuncio implica un cambio fundamental en la organización de nuestra aldea, porque Shilana Drake ha optado por abandonar Mundú por la búsqueda de su hijo, —se escuchó un grito entre los aldeanos que dijo "traidora" —lo cual me deja a mí como Rey de nuestra aldea—.

Todos volvieron a gritar de alegría y se escuchó a viva voz:

—¡Viva el Rey Embrace!—.

Todos estaban contentos, todos menos yo.

Yo no pude continuar en ese anuncio, estaba de más en ese lugar. Así que salí del balcón y al entrar al Castillo me encontré con la sonrisa de Zalander.

—Por fin Embrace es libre— me dijo airosa.

Ni le contesté.

Al salir del Castillo me encontré con Noah, quien al verme corrió para abrazarme. El abrazo fue prolongado, necesitaba contención. Por mi cabeza no paraban de circular pensamientos desenfrenados. Entendía perfectamente la estrategia política que querían lograr, y lo más probable era que tuvieran éxito, pero devastaba todo lo que había construido hasta ese momento. Mi relación, aunque trunca con Embrace, finalmente llegó a su fin o como había dicho Zalander, lo liberó. Mi camino como Reina se terminó en ese momento y de manera oficial. Confiaba en que Embrace devolviera mi imagen pero no confiaba en los demás aldeanos...

¿Y si éste era mi fin en Mundú?

¿Me iba a tener que mudar de aldea?

—Siento mucho que las cosas se hayan tenido que dar de esta manera— me dijo,

—Yo también pero es mi culpa, no puedo quejarme— le contesté debilitada,

—No digas eso—,

—No intentes defenderme, los dos sabemos que es mi culpa. Los aldeanos aceptaron la tregua con los Demonios para su defensa pero estaban recelosos todo el tiempo, sabían que no podían confiar plenamente en ellos. Y mi unión con Demetrius, que como consecuencia hizo nacer a su Heredero al Trono, terminó su sometimiento a esa tregua. Se sintieron amenazados ante ese hecho porque unía de por vida a dos especies enemigas desde antaño, y ellos no quieren eso. Es mejor que Embrace se haga cargo e intente controlar los focos de disturbio—,

—¿Y cómo van las cosas con Demetrius?— me preguntó en un obvio intento de cambiar de tema, aunque no eligió el mejor,

—La verdad es que no quiero hablar de eso por el momento. Él también quiere saber qué es lo que me pasa y no puedo explicarle—,

—¿No lo amas más?— me preguntó sorprendido,

—Ése es el tema, la verdad es que no sé—.

El carruaje se detuvo a unos pasos de nosotros y el chofer me abrió la puerta para que ingresara.

—¿A Das Dunkel, señora?— me preguntó,

—No, vamos al Hospital. Quiero ver cómo está mi madre—.

El chofer hizo un ademán afirmativo con la cabeza y se subió a su sillón del cual dirigía a los Jacos y esperó a mi señal para arrancar.

—¿Alguna noticia sobre mi hermano?—,

—Ninguna. Estuvimos buscando sobre la información que nos diste, Coral Doneckeer, pero no se la encuentra por ningún lado. Sabemos que tiene que estar acá en Mundú pero no podemos dar con ella. Como si se la hubiese tragado la tierra...—,

—Cualquier cosa...—,

—Por supuesto, Shilana. Vas a ser la primera en saberlo—.

Me subí al carruaje y mi amigo me cerró la puerta. Tras esa señal, el chofer se dirigió hasta el Hospital.

El camino fue seguro porque toda la gente se encontraba aún en la Plaza Central, enterándose de otros temas reales, ahora, ajenos a mí. Así que tenía que aprovechar ese momento para saber cómo se encontraba de salud mi madre.

Cuando llegamos al Hospital, salí prácticamente corriendo del carruaje y me apresuré a encontrarla. Tuve que preguntar en recepción dónde se encontraba, la recepcionista me recibió de mala manera pero hice caso omiso a ella, lo que más me importaba era mi madre. Supe que se encontraba en el primer piso, así que hacia allí me dirigí.

Mi padre estaba sentado en uno de los sillones de la sala de espera del pasillo y al verme se sorprendió.

—¿Qué haces aquí, hija? —Se levantó para fundirse conmigo en un profundo abrazo. —No podemos dejar solo al Castillo en estos momentos—,

—No lo dejé solo, está Zenón y Kairos a cargo. ¿Cómo está mamá?— le pregunté ansiosa,

—Está mejor. Le han dado unos calmantes y ahora está descansando. —Se separó de mí para poder verme a los ojos. —Pero, ¿qué haces aquí?—,

—Embrace anunció la separación de nuestra unión— contesté con la voz quebrada.

Acto seguido, mi padre volvió a abrazarme y pude sentir como sujetaba los pedazos de mi corazón roto. Decidí contarle, ya que sabía que no iba a preguntar nada a menos que yo decidiera explicarle.

—Fue una decisión tomada junto al General Marcus, es una estrategia política—,

—Sé lo doloroso que es esto para ti pero creo que es lo mejor que pudieron hacer. Nunca vi a Mundú de esta manera. No podía creerlo cuando ingresé para traerla aquí a tu madre. Las calles desoladas, únicamente ocupadas por los grupos rebeldes manifestando, otros haciendo fogatas... Los aldeanos fieles a la corona están asustados y se siente en el ambiente, temen porque cada vez son menos y sienten que su Reina no los protege. Esta separación que hoy te duele, es lo mejor para Mundú. Creo que Embrace logrará reunir a todos los aldeanos y que todos apoyen la misma causa—,

—Yo los dividí— dije con pesar,

—Ellos no entienden el amor que te une a Demetrius, nunca lo entenderán. Hay algunas cosas que son difíciles para la comprensión general de las criaturas, y esta es una de ellas. Ellos ven a Demetrius como Demonio y para todos Demonio es sinónimo de enemigo. La tregua fue eso, una tregua, nunca se olvidaron de lo que verdaderamente son—,

—Vi banderas que reclamaban el regreso de Calandra. ¡Eso sí es una locura!—,

—No tanto, hija. Nosotros sabemos lo que fue esa criatura pero muchos no. Los que siempre la siguieron, no pudieron creer su detención. Terminaron aceptándola por una cuestión de realidad y por respeto a tu linaje, pero todo lo que sucedió luego hace que la quieran de vuelta. Al menos para ellos, vivían en paz cuando ella estaba al mando—,

—Pero ella mató a todos mis ancestros para obtener la corona, desterró al Rey y mintió a todos los aldeanos con su muerte, encerró a nuestra aldea para que nadie supiera nada de sus movimientos... ¡No entiendo!—,

—Eso lo sabemos nosotros y algunos pocos, pero los fielmente seguidores de Calandra jamás lo creerán—.

En ese momento un doctor se acercó a nosotros e inmediatamente cortamos nuestra conversación.

—La señora Drake se encuentra estable. Le hemos administrado unos calmantes extras y sería conveniente que ustedes se lo suministren cada ocho horas, o seis si fuera necesario. Ya le hemos dado el alta, así que puede volver a su casa—,

—Muchas gracias, Doctor— le dijo mi padre.

Ambos se dieron la mano y acto seguido el doctor se fue.

—Es hora de que volvamos a casa— me dijo mi progenitor,

—Mi casa... Ahora Das Dunkel es mi hogar—.

Caía en la cuenta que a partir de este momento, el lugar oscuro y tenebroso que lideraban mis padres, aunque en decadencia, era mi único hogar. Mundú dejó de existir para mí, porque para que resultara la estrategia política, yo no tenía que aparecer por ella por un tiempo.

Mi padre ingresó en la habitación y yo fui detrás de él. Mi madre estaba despierta pero su mirada estaba perdida en el ambiente, como si no supiera dónde se encontrara o como si sabiendo, tampoco le importara.

—Es hora de irnos, mi amor— le dijo tiernamente mi padre.

El silencio fue su única respuesta.

Mi padre exhaló fuertemente y la alzó en sus brazos para sacarla de la habitación. No pude decirle nada porque en realidad, no había palabras para contenerlo. A ambos nos dolía en el alma el estado de mi madre y temíamos que cada día se volviera peor.

El viaje de vuelta a Das Dunkel fue silencioso. Nadie pronunció una sola palabra en todo el trayecto, sea por cansancio, impotencia o dolor.

Una vez dentro del predio real, Zenón fue a nuestro encuentro. Se notaba que conocía mucho a mis padres porque no pronunció una palabra, sólo se limitó a ayudar a mi progenitor a sacar a mi madre del vehículo. Los tres caminaron lentamente hacia la entrada, fue en ese momento cuando me percaté de la presencia de Demetrius. Me llamó la atención que ni mi corazón o mi cuerpo me hayan avisado...

—¿Por qué fuiste a Mundú?— me preguntó sin moverse del umbral de la puerta del Palacio,

—¡Qué raro que no hayas penetrado en mi mente para verlo!— le dije acercándome a la puerta,

—No me gusta el tono en el que me hablas—,

—Lo lamento, es el único que me sale—.

Entramos los dos al Castillo y esperé la inevitable pregunta por parte de mi Demonio respecto a qué me estaba pasando, pero en lugar de ello, salió con otro tema totalmente distinto.

—¿Quieres ir a visitar al Historiador de nuestra aldea?—,

—¡¿Cómo?!— le pregunté sorprendida.

Recordé la charla que tuvo con su madre, el deseo de Zenón de poder contar con su ayuda y la falta de esperanza por Kairos de conseguirla...

—Conseguí que hablara con nosotros, podemos ir ahora si quieres—,

—¿Y cómo hiciste?—,

—Tuve que husmear entre las cosas de mi madre... Pero lo importante es que le conté todos los hechos. Incluso, le dije que nuestro hijo fue secuestrado, y a partir de ahí se volvió mucho más amable. Me dijo que podía ir a charlar de vuelta con él cuando quisiera, incluso me pidió que fuera contigo—,

—¿Conmigo? ¿Expresamente te pidió que fuera yo?—,

—Así es, me dijo que sería más conveniente que tú estuvieras presente al momento de charlar sobre la historia de King Shadow—,

—¿Cómo es que tú no sabes la historia de tu aldea?— me costaba entender que Demetrius tampoco conociera su propia historia,

—Das Dunkel es un lugar oscuro y antiquísimo. Muchos de nosotros no conocemos nuestro árbol genealógico porque se remonta a muchísimos años atrás. Nuestra especie es una de las más poderosas que existe sobre esta tierra y mucho de los nuestros han abandonado este lugar para conquistar otros y crear nuevas aldeas—,

—¿Cómo? ¿Hay más Demonios de los que existen en Das Dunkel?— pregunté sorprendida,

—Muchos y más peligrosos. No toda nuestra especie tiene el deseo de liderar o la ambición de conquistar tierras, pero aquellos que sí la tienen, son extremadamente peligrosos, incluso para su mismo entorno. Los Demonios se vuelven ciegos y sedientos por el poder. Nada los detiene—,

—Ese tipo de descripción me hace acordar de Petra...—,

—Petra es una de las primeras en nuestra larga cadena de existencia, no sería extraño que muchos Demonios sean similares a ella—,

—¿Me estás diciendo que esta criatura sabe toda la historia de Das Dunkel?—,

—Verdon es una criatura muy solitaria y misteriosa. Poseer la información que posee es sinónimo de mucho poder para nosotros, y como te imaginarás, no es bien recibido que alguien lo esparza de forma adrede—,

—No perdamos más tiempo,entonces. Vamos— le dije sin dudar.

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