Capítulo 10: El comienzo del fin
Cuando me desperté, Demetrius ya se encontraba con sus ojos grises abiertos, observándome desde el costado de la cama. Le saqué la mirada y me levanté deprisa, debía volver a Mundú cuanto antes, no sabía cuánto tiempo había pasado en mi aldea desde que me encontré con Demetrius.
—Tengo que irme, deben de estar preocupados por mí— le dije mientras me acomodaba el pelo,
—Me cuesta dejarte ir, Shilana— me contestó acercándose lentamente a mí,
—Lo prometiste— le dije mirándolo a los ojos, que ya se encontraban a escasos centímetros de los míos,
—Es que de solo pensar que te vas con...— y no fue capaz de pronunciar su nombre, una expresión de dolor mezclada con bronca se formó en su rostro,
—No lo pienses de esa manera, Demetrius. Mi pueblo me necesita, no puedo estar aquí contigo cuando la seguridad de Mundú se encuentra amenazada— le contesté.
Demetrius se acercó el poco espacio que nos distanciaba y me besó nuevamente. No pude resistirme a ese beso, a esos labios, a ese calor que me provocaba el roce de su boca con la mía... Pero volví a acordarme de mis responsabilidades, de mi esposo, tenía que detenerme ya. Así que me alejé de él y volví a pedirle que me llevara para el lugar de mi carruaje.
—Será mejor que te lleve a la puerta del Bosque Oscuro, no pienso dejarte en bandeja para que cualquier Demonio te ataque— me dijo mientras me alzaba en sus brazos,
—Donde sea, pero llévame a mi aldea— desplegó sus alas negras y tomó vuelo.
Me dejó en la puerta del Bosque Oscuro, como me había dicho. Demetrius no era la criatura que yo recordaba, de ninguna manera. Estaba controlando sus impulsos posesivos y lo más importante de todo, me amaba. Aún me costaba creerlo, fue lo que siempre añoré, aquello por lo que luché tanto tiempo...
Pero ahora era tarde.
Yo era Reina de Mundú, estaba casada con Embrace y estaba por tener... ¿A su hijo? Era un pensamiento que estaba intentado reprimir pero que en lo más profundo de mí ser gritaba para ser escuchado. ¿Y si lo fuera? ¿Qué pasaría con la familia correcta que intenté armar con mi esposo?
Todo colapsaría.
Todo.
—Vamos a volvernos a ver— me dijo mirándome a los ojos,
—No voy a volver a Das Dunkel— le contesté, tenía que tomar la distancia prudencial, tanto del peligro como de él,
—No me importa, te voy a buscar— me contestó decidido,
—No son tiempos para que entres a Mundú, estamos muy alerta de cualquier visita indeseada—,
—Nadie sabrá que yo voy a verte, nadie me verá— y se acercó a mí para abrazarme,
—Es peligroso, Demetrius, no lo hagas— le contesté apoyando mi rostro contra su frío pecho,
—Más peligroso es estar lejos tuyo— tomó mi rostro entre sus manos y se despidió con un beso.
Lo vi alejarse entre las copas de los árboles y pude sentir como mi corazón se debilitaba con su partida. Saqué todos esos pensamientos de mi cabeza y me dirigí hacia mi castillo.
Los guardias de la entrada me recibieron alegres y vi como usaban sus radios para comunicarse, tenía que haber pasado un tiempo considerable, de lo contrario no estarían tan preocupados, y si así estaban ellos, no me quería imaginar el resto de mi familia... Y Embrace.
Apenas crucé la puerta principal, dos brazos me alcanzaron y me abrazaron con fuerza. Era Ramsés, mi mano derecha y mi gran amigo dentro de la realeza.
—¿Dónde te habías metido?— me dijo nervioso y exaltado,
—Lo importante es que estoy acá, no hay de qué preocuparse— le contesté.
Pude ver por sobre el hombro de él, cómo mis padres bajaban rápidamente las escaleras, desesperados también. Mi madre fue la primera en alcanzarme, quien también me abrazó fuertemente; luego llegó mi padre, quien hizo lo mismo.
—Sabíamos que estabas bien. —Mi madre hizo una pausa, seguramente no quería pronunciar el nombre de Demetrius demasiado alto. —Temíamos tu camino de regreso— dijo finalmente,
—Estoy bien, no se preocupen. ¿Dónde está Embrace?— pregunté y un nudo se me formó en la garganta,
—Está en el despacho— me dijo Ramsés,
—Voy a verlo— les dije.
Dejé a los tres que me recibieron con tanto calor detrás de mí para enfrentarme a una pelea inevitable. Si Embrace no había venido a recibirme de esa manera, significaba que algo andaba mal, demasiado mal, y a juzgar por el lugar donde ocurrió mi "desaparición" ya me imaginaba los planteos.
Iba a tener que ser fuerte, tratar de calmarlo y hacerle entender que era él a quien yo amaba y había elegido. Trataba de albergar la esperanza de que realmente estuviera preocupado y no pensara que mi ausencia tuvo que ver con Demetrius.
Llegué al picaporte del despacho y entré lentamente. Mi esposo estaba sentado detrás del escritorio, sosteniéndose la cabeza entre sus manos, mirando hacia abajo.
—Llegaste— dijo con tono sombrío,
—Sí, no me pasó nada, estoy bien— le contesté acercándome cautelosamente,
—¿Sabes cuánto tiempo pasó?— me preguntó y por primera vez levantó la mirada, era fría y enrojecida, había estado llorando,
—No— le contesté con miedo,
—Dos días pasaron— me dijo con el mismo tono,
—Me perdí en el bosque— le mentí y un nudo se formó en mi garganta.
Embrace se levantó bruscamente de la silla y con una fuerza que jamás vi, levantó el escritorio hacia un costado con una sola mano, todos los papeles, los adornos, la lámpara, se hicieron trizas contra el suelo. El ruido fue aterrador pero más fue verlo en ese estado, con esa mirada inyectada en sangre.
—¡Estuviste con él! ¡No me mientas! — me gritó a fuerza de pulmón,
—Tranquilízate, mi amor— le dije mientras extendía mi mano para tocarlo pero la sacó dándole un golpe con la suya,
—Ni te atrevas a tocarme después de haber tocado a esa lacra. No puedo creer que me sigas haciendo esto, incluso con nuestro hijo en tu vientre— me contestó bajando el tono aunque aún sonaba iracundo,
—Por favor, mi amor— le dije nuevamente,
—Dime que estuviste con él, dime la verdad. ¿Te atreviste a pasar un rato con él cuando tu pueblo se está despedazando y se encuentra en peligro inminente? Atrévete a decirme que pasaste estos días con él—,
—Me encontró en el Bosque, quería hablar conmigo— me sinceré,
—¿Te encontró? ¿Pretendes que te crea eso?—,
—Estaba por subir al carruaje pero no estaba el chofer. Me asusté verdaderamente, siempre salgo con Ramsés pero...— no pude terminar la frase,
—¿Ramsés? ¿Te das cuenta no? ¡Una coincidencia perfecta!— exclamó volviendo a perder el control,
—¿Darme cuenta de qué? Ramsés es mi mano derecha, Embrace, creí que había quedado claro eso cuando tuvimos aquella discusión—,
—Y me parece que te olvidaste cual fue el motivo de aquella discusión—,
—La recuerdo perfectamente—,
—No me gusta para nada esa criatura, no me gusta—,
—No empieces con tus paranoias, Embrace. ¿Siempre va a haber alguien que no quieras que tenga cerca? ¿Vas a pedirme que tome otra pócima que me haga olvidarlo?— le contesté enojada, fuera de mí.
No me di cuenta. No eran esas las palabras justas para decir en ese momento. Debí haberme callado.
—¿Te arrepientes de haberla tomado?— me preguntó con tono sombrío y mirada penetrante,
—Por favor, Embrace. —Le dije bajando el tono de mi voz. —Siempre estamos peleándonos, no éramos así antes, éramos felices—,
—¿Lo éramos? Dime un solo recuerdo que tengas de los dos siendo felices completamente, sin ninguna criatura en el medio—.
Y por más que me doliera, tenía razón. Siempre fue una relación triangular, nunca hubo un "los dos". La presencia de Demetrius siempre existió entre nosotros, sea estando bien o no.
Ese Demonio permaneció en mí más de lo que pude haber querido y más de lo que pude llegar a controlarlo. Tenía que aceptarlo aunque no quisiera, yo hice cualquier cosa a mi mano para arrancarlo de mi vida, pero no pude. Elegí a Embrace, no funcionó. Tomé la pócima, tampoco surtió efecto. Demetrius seguía tan presente como siempre, incluso más amenazante ahora que podía sentir lo mismo que yo sentía por él.
—Tu silencio grita por sí mismo la respuesta. Nunca hubo un nosotros, siempre estuvo él metido en el medio, siempre—,
—Incluso así, te elegí a ti—,
—No me alcanza—,
—Nunca nada te va a alcanzar mientras Demetrius exista, y es una realidad, Embrace. No puedo hacer que desaparezca, él va a estar siempre. Ojala entendieras mi deseo de estar contigo porque él no es para mí—,
—Y ojala tú entendieras lo difícil que es para mí ser quien elijas y no quien quieras—,
—¡Es lo mismo, Embrace! Por favor...—,
—No es lo mismo. Amas a Demetrius de una manera inexplicable, yo sólo soy aquello que necesitas para alejarlo de tu mente, y no me mientas. No te atrevas a hacerlo. Para ti es fácil, tú no compartes mi amor con nadie—,
—Siempre vamos a discutir por lo mismo, esto no tendrá fin jamás— dije con dolor,
—Por eso mismo me voy a ir— dijo dirigiéndose a la puerta, lo detuve como pude,
—¿De qué estás hablando?— le pregunté temerosa,
—Esta relación no está siendo lo que quería que sea y no quiero que todas estas peleas perjudiquen a nuestro hijo. Prefiero volver al Cuartel de la Guardia y seguir mi entrenamiento desde ahí, de paso puedo hacer una selección y elegir mejor al sustituto del General— me contestó mirándome tristemente,
—No quiero que te vayas— le dije con un nudo en la garganta,
—Yo quiero irme, Shilana— y se soltó, yéndose de la habitación, alejándose de mí.
¿Podría aquello significar que mi relación con Embrace estaba llegando a su fin?
Si Embrace se iba, mi salud mental pendía de un hilo.
Si Embrace se alejaba, mi estabilidad perdería equilibrio.
Si Embrace me dejaba, mi corazón se sentiría libre.
Si esto ocurría, no habría lugar para la culpa y volvería con Demetrius, no iba a poder resistirlo. Pero no debía hacerlo, no podía olvidarme de todo el sufrimiento que padecí mientras estuve a su lado; para nada cambiaba que ahora me amara.
Ahora era tarde.
Ya sufrí, ya lloré, ya agonicé, ya me desestabilicé, ya me traicioné, ya me ilusioné, ya me desilusioné, ya creí, ya dejé de creer, ya amé... pero no dejé de amar. Ese era el gran problema y mi gigante obstáculo. Porque aún lo amaba estaba así, pensando en volver...
¿Podía volver a hacerme sufrir?
La pregunta correcta no era si podía, era si quería. Tranquilamente podía volver con Demetrius e intentar armar una pareja, estar juntos. ¿Pero quería eso realmente?
De pronto la puerta de mi Despacho se abrió de par en par y me encontré con la mirada aunque vacía, iracunda de mi hermano Pedro, siendo sostenido por Ramsés, tratando de calmarlo.
—Suéltame, Ramsés, tengo que hablar con mi hermana— exclamó seriamente.
Pedro estaba fuera de sí. Su cuerpo temblaba y su respiración era rápida y fuerte.
—Déjalo, Ramsés. Vete— le ordené.
Mi mano derecha nos dejó solos. Observaba a mi hermano presa del asombro. Nunca vi a Pedro de esa manera, tan enojado. Recordaba el día que le conté que Demetrius era mi Eterna Debilidad, pero reaccionó de esa manera porque estaba preocupado. Ahora, se lo veía diferente. Parecía ofuscado.
—Me hubieses avisado que vendrías, así te íbamos a buscar a Shayn...— mencioné calmada,
—¿Por qué no me dijiste nada del secuestro de mi madre?— me preguntó obviando mi pregunta, iracundo con la mirada como ausente.
Pedro tenía toda la razón de encontrarse en ese estado. Ella también era su madre, y el hecho de vivir en otra aldea, estar alejado del tema de la realeza, hacía que cada vez compartiéramos menos cosas. Pero el tema de mi madre era preocupante. Además de ser quien es, ella era su Eterna Debilidad. Había obrado mal, muy mal.
—Surgió todo tan de repente... No pude— le contesté, sabía que mis disculpas eran vanas,
—¡Es mi madre también!— me gritó más fuerte aún.
Y lo sabía. Me inundó un sentimiento horrible de culpa. Estaba pensando demasiado en mí este tiempo. En cómo era yo como Reina, si servía o no para el puesto; en mi culpa por el ataque del General, de no estar al tanto de muchas cosas que pasaban con la seguridad de mi aldea; en mi visión del Hada Zaphiro y la premonición sobre mi hijo. Estaba siendo muy egoísta últimamente y me olvidé por completo de mi hermano y sus sentimientos.
—Lo siento, de corazón. —Le dije con la voz quebrada. —Sé que de nada sirven mis palabras, pero de verdad lo siento—,
—¡Lo que me falta es que te sientas culpable!— reprochó en voz alta,
—Entiendo tu enojo, Pedro, pero... Nunca me hablaste así— le dije contrariada, esa criatura que estaba delante de mí no era el hermano que yo conocía,
—Tienes que entenderme, Shilana. —Me dijo más calmado. —Es mi madre también y me entero por comentarios de otros lo que le sucedió. Necesito que me mantengas al tanto—,
—Lo sé, perdóname. No va a volver a pasar— pronuncié extendiéndole mi mano para que la asiera.
Nos unimos en un fuerte abrazo, aunque dificultado por mi grande panza. Al separarnos, me llevó hacia el sillón que se encontraba al costado de la habitación.
—Debí haberme controlado, me olvidé de tu estado— me dijo,
—Es increíble, ¿no? Ya pasaron ocho meses, casi entro en el noveno. En cualquier momento lo daré a luz— contesté.
No le había contado a mi hermano de mi duda sobre el verdadero padre de mi hijo y mucho menos de la visión que había tenido... No sé por qué, pero decidí hacerle caso a mi padre y guardarme el relato de la visión. Aun así, el consejo de mi hermano siempre me sirvió en varias ocasiones, y deseaba contarle mi duda sobre la paternidad de mi futuro hijo.
—Es increíble cómo pasa el tiempo— me dijo al tiempo que acariciaba mi panza,
—Hay algo que necesito contarte— le dije tomando una profunda bocanada de aire.
Los ojos de mi hermano se abrieron de par en par, como entusiasmados, ansiosos.
—¿Qué pasa, Shilana?— me preguntó finalmente.
Y tenía que decirlo sin anestesia, incluso para mí, para irme familiarizando con la posible idea.
—Es muy probable que este hijo sea de Demetrius—.
Mi hermano se levantó abruptamente del sillón y con una mirada iracunda me gritó:
—¡¿QUÉ?!—,
—No te pongas así, no estoy segura...—,
—¿Cómo podes no estarlo?—,
—La realidad es que prefiero que no lo sea, lastimaría muchísimo a Embrace y es lo que menos quiero—,
—Pero estas esperando un hijo... de un Demonio de la Noche... vos, un Ángel—,
—Es raro, lo sé, pero sucedió. Y no sé qué hacer. ¿Cómo voy a hacer para decirle a Embrace de esta duda?—,
—El hijo de un Demonio de la Noche y un Ángel— repitió como ido mi hermano,
—Sí, Pedro... No me gusta cómo lo estás diciendo—,
—Es que no puedo creerlo... Me estás diciendo que llevas la descendencia de un Demonio en tu vientre. ¿Cómo esperas que reaccione?—,
—Sé que es extraño e increíble pero es una posibilidad, Pedro. No es algo seguro—,
—Con la posibilidad me basta—,
—¿Crees que se lo tengo que decir a Embrace?—,
—Creo que tienes que esperar, uno no sabe lo que puede depararnos el destino—,
—Sí, lo sé, pero la culpa me está matando—,
—Debo irme, Shilana— me contestó,
—¿Tan pronto? No me contaste nada de Alison y tu estadía en Shayn— le reproché de buena manera,
—Es que por eso debo irme, no quiero dejarla mucho tiempo sola— me contestó con una sonrisa,
—Está bien pero la próxima vez que quieras verme, avísame así te vamos a buscar. Son tiempos difíciles—.
Mi hermano me devolvió una extraña sonrisa y me dio un fuerte abrazo. Salió muy apresurado de mi despacho. Pedro estaba demasiado raro, actuaba de una manera que nunca antes lo había visto. Podía entender su enojo por mantenerlo fuera de las noticias, sobre todo en lo que concernía a nuestra madre, pero jamás me hubiese gritado de esa manera.
¿Qué era lo que pasaba realmente?
Ramsés ingresó a la habitación muy preocupado, la expresión en su rostro no podía ocultarse.
—¿Qué le pasaba a tu hermano?—,
—No sé, estaba demasiado raro— le contesté,
—¿Cómo se puso al verte embarazada?— me preguntó casi asustado,
—Mi hermano ya sabía que yo estaba embarazada, ¿qué dices, Ramsés?—,
—Quiero decir, hace mucho que no te ve y tu panza ha crecido considerablemente mucho en este tiempo...—,
—Sí, tampoco podía creer el paso del tiempo. Aunque se puso muy mal cuando le conté de mi duda sobre su padre...— y me callé.
Había olvidado que a Ramsés nada le había contado sobre mi duda. Con el enojo de mi hermano y el odio de quien solía ser mi mejor amiga, Coral, necesitaba apoyarme en alguien más...
—¿De qué estás hablando, Shilana?— me preguntó sorprendido y cambiando el tono de voz,
—Es muy largo de contar, ¿quieres sentarte?— le dije.
Ramsés se sentó en la silla enfrente de mi escritorio, con la mirada absorta, completamente asombrado por el hecho de mi duda hacia la paternidad de mi hijo.
—No puedo creerlo— dijo casi con la boca abierta.
Ramsés estaba a mi lado pero era como si no lo estuviese.
La noticia lo habíaimpactado.
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