thirteen
Raquel arribaba la comisaría con una sonrisa que le llegaba a los ojos.
Eso solo significaba una cosa.
Tenía mucho trabajo.
—¡Buenos días! —exclamó la mar de contenta, mientras caminaba y su cabello se movía al compás de sus caderas.
Los presentes en aquella sala respondieron a su saludo con amabilidad.
La castaña fue citada en la oficina del coronel Prieto, que además de haber sido su profesor en la academia, es ahora su jefe.
—Hola, Murillo —dijo y se acercó, con el fin de estrecharle la mano. Raquel le correspondió al saludo, y tomó asiento frente a él—. Aquí está el informe del nuevo caso que hay que resolver. No es algo para partirse la cabeza, pero necesitas apoyo.
¿Puedo elegir yo a mi equipo? —Raquel abrió una carpeta que Prieto le ampliaba, donde se encontraba la información necesaria, que le facilitaba un poco su trabajo. Había reportes, expedientes, varios informes y documentos con nombres de personas importantes. Prieto asintiendo—. Creo que con veinte policías cubrimos todo.
—Con más cantidad, Raquel —indicó el hombre, cruzando las manos por encima del escritorio. La castaña cogió la carpeta y la situó sobre su regazo—. Estarás al mando tú, pero necesitas a alguien que te segundo.
—Ángel —dijo sin vacilar.
—Es una opción, pero no estoy muy seguro. No tiene tanta perspicacia.
—Avíseme lo que sea entonces, por favor —pidió, y se incorporó con la carpeta en las manos.
—Estudia el problema y está pendiente al móvil —ordenó, abriéndole la puerta—. Nos vemos.
Raquel ascendió y se marchó a su despacho.
Entre esas cuatro paredes yacía en una esquina una máquina de café. La castaña cogió su taza y sirvió el líquido caliente hasta llenar la mitad.
Tomó asiento detrás de su escritorio y se acomodó en la silla, abrió la carpeta y comenzó a leer entre susurros.
Se trataba de un narcotraficante al que desde hace varios días habían comenzado a seguirle la pista. Con anterioridad la policía estuvo negociando con el jefe de la banda; sin embargo, no llegaron a ningún acuerdo y tiempo después intentaron atraparlos y, en consecuencia, obtuvieron diez oficiales muertos. Si bien en el otro bando también hubo heridos y muertos, el daño al cuerpo policial ya estaba hecho.
Nunca más volvieron a seguirle la pista, parecía que se hubieran evaporado. No obstante, llegó información muy valiosa a la comisaria y desde ese momento están en el objetivo principal para atraparlos o aniquilarlos.
Raquel leía detenidamente, y lo que no entendía volvía a revisarlo. La idea le emocionaba, pero más allá de eso; le causaba una punzada de preocupación con un toque de miedo. No compartía el gusto por la adrenalina, o al menos no tanto como otros inspectores. Amaba su trabajo y siempre lo había hecho excelente, aunque muchas veces dudó de si podía lograrlo a mitad del caso, pero prefería mantener una distancia prudencial del riesgo extremo.
En la comisaria, los compañeros de Raquel planeaban para ella un agasajo sorpresa, aunque cada año le festejaban su cumpleaños allí. Ángel era quién lideraba la idea, ya que sabía a la perfección que la castaña no celebraba esa fecha que era tan importante.
—Quizás si llamas a Agatha ella se ponga feliz, Rubio —le comentó Prieto, que conoció la amistad de ambas desde muy jóvenes—. Está en la sede de Sevilla, pero puede venir ese día.
—Crees que sí? —inquirió no muy convencido. Él sabía que Raquel necesitaba una otra persona. Prieto asintiendo—. Aún estoy pensando en algo más.
Prieto se encogió de hombros y luego de un rato, Ángel se retiró a su oficina.
Por su parte, Raquel Murillo estudiaba con más profundidad el caso. Tomó el computador y comenzó a investigar por internet sobre la banda de narcos. Le costaba demasiado conseguir información real, pero logró obtener lo que hasta ahora necesitaba.
—Ostras, que hambre tengo —musitó y se sobó el estómago. Revisa la hora en el móvil—. Las doce.
Apartó el material a un lado y salió a almorzar con Ángel.
(***)
—Alicia, ¿estás lista para volver? —Tamayo, jefe de la sede de la policía en Galicia, intentaba convencer a su mejor inspectora que regresar de sus vacaciones.
—Ya te dije que no sé —farfulló, sentándose en la cama de golpe. Necesitaba llorar, y con aquel hombre al móvil le era bastante difícil—. Te llamaré al rato y te aviso, ¿vale? Aparte, me queda algo de tiempo libre.
—Quiero que vengas, hay mucho por hacer —insistió sin soltar demasiada información. Tamayo conocía a medias, la relación entre Raquel y la pelirroja y ese día por la tarde Prieto le había marcado para comunicarle su solicitud. Él no podía abogar por nadie, la orden ya estaba hecha.
Alicia resopló y contestó: —Pff, ya que insistes... Nos vemos mañana, Tamayo.
El hombre respiró aliviado y luego de una despedida muy acaramelada, cerró la llamada.
—Jo... —Alicia lanzó el móvil a un lado de la cama, y se colocó una almohada sobre la cabeza.
A los pocos minutos su celular vuelve a vibrar, destapa su rostro y revisa el teléfono. En la pantalla se aprecia un nombre que la hace refunfuñar: Germán
Deslizó para responderle con sumo pesar.
—Hola, guapa...
—Antes de que digas algo, me hallas en un momento muy liado. Luego te marco. —Y colgó.
Suspiró y se largó a llorar.
Odiaba los días rojos.
(***)
Prieto era conocedor de la aceptación de Alicia Sierra para regresar, la mujer ignoraba la realidad, sin embargo; estaba seguro que ella no rechazaría un trabajo así.
La tarde pintaba el cielo en tonos naranjas y destellos amarillos, era momento de marcharse a casa. Raquel recogía sus cosas, y ordenaba su oficina para regresar al apartamento solitario que habitaba.
Sentía una extraña calma dentro de sí, quizás era por su pronto cumpleaños, la mayoría de los días cercanos a él percibía esas sensaciones.
Alguien tocó a su puerta, de inmediato permitió el paso.
Su jefe asomó gran parte de su cuerpo por el umbral y le irritaba.
—Tenemos buenas noticias —anunció con tacto—. Ya tienes compañía para el caso.
—Ah, qué bueno. ¿De quién se trata?
—De Alicia Sierra.
N / A:
volvió. <3
Edité el final del capítulo anterior, por favor eche un vistazo.
gracias por leer, y por la paciencia.
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