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Las piernas de Raquel no dejaban de temblar, se aferró al brazo de Ángel mientras recorría a Alicia Sierra con una mirada lobuna y enamorada. ¿Se trataba de un espejismo? Lo comprobó una vez que tomó la valentía de llegar hasta la pelirroja con pasos temblorosos, y al sentir la piel de Alicia supo que todo era real. La atrajo contra sí y la abrazó, cerrando los ojos para apreciar mejor el contacto físico.

—¿Cómo? —inquirió, al pie de su oído—. ¿Por qué estás aquí?

Alicia le correspondía con la misma fuerza el abrazo, inhaló su aroma y procuró grabarlo lo más posible. Su corazón brincaba de alegría, nunca se imaginó teniendo una cita con la hermana de Laura Murillo, porque según lo que Laura le contaba—que descubrió que era mentira—, le dejaban muy pocas ganas de conversar con ella. Sin embargo, todo terminó siendo mejor para ambas.

—Porque sí, porque no podía ir al concierto de Jarabe de Palo sin ti. —Aún permanecían aferradas, no pretendían zafarse de ese abrazo que sintieron tan cálido, tan propio, tan hogareño—. Raquel, mírame —pidió la pelirroja alejándose un poco, pero sin soltarle la cintura.

La castaña obedeció, y le dedicó una sonrisa torcida a Alicia, quién bajó la mirada un instante y luego volvió a verle los orbes color miel a la chica del frente.

—¿Qué pasa? —cuestionó, frunciendo el ceño y conservando la sonrisa.

Acto seguido, Alicia acunó el rostro de Raquel entre la palma de sus manos y cerró la corta distancia que había en ellas. Los ojos de la castaña se expandieron de sorpresa, para luego soltar un jadeo y colocar sus manos en las hebras rojas de la chica. Cerraron los ojos, y se dejaron llevar por el cúmulo de sensaciones que su cuerpo y alma experimentaban en ese choque de labios.

Ángel observaba la escena nervioso y enternecido al mismo tiempo, puesto que estaban besándose afuera de la casa de Raquel, la madre de Murillo era homofóbica, y en cualquier momento podría mirar por la ventana. No quería separarlas, entonces no tuvo más remedio que darse la vuelta y comenzar a vigilar—y a rezar—, para que la señora no asomara la cabeza.

Se despegaron luego de un largo rato, y unieron sus frentes.

—Vamos. —Alicia tomó la mano de Raquel y juntas llegaron rodearon el auto.

Ángel, por su parte exhaló el aire contenido con absoluto alivio. Echó un último vistazo, y alcanzó a las chicas en su coche. Se subió a los asientos traseros, y las encontró concentradas en otro beso un poco entonado. Carraspeó, con las mejillas encendidas.

—Gilipollas —expresó Alicia por lo bajo.

Raquel sonrió, y pasó la lengua por su labio inferior. Se acomodó en el asiento, con una expresión reconfortante, mientras se acariciaba la boca. Alicia en cambio, comenzó a manejar, y colocó un poco de música.

Después de haber dejado a Ángel en casa, las chicas dieron rumbo a la que sería su mejor cita.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Alicia, con un deje de dulzura. Posó su mano libre en el muslo de Raquel, dejando a la castaña sumamente nerviosa.

—Feliz —confesó una nerviosa Raquel—. Nunca me imaginé que, —suspiró, conteniendo las lágrimas. Alicia volteó a mirarla y le acarició la mejilla con el dorso de su mano—. Estaríamos juntas aquí, yendo a mi sueño hecho realidad.

—Te quiero, Murillo —musitó, doblando a una esquina; ya casi llegaban al sitio—. Que te adoro, y también estoy feliz de estar aquí.

Durante el trayecto, estuvieron conversando acerca de ellas y los planes que tenían luego de la universidad. Raquel giró una minúscula palanca que ocasionó que la ventanilla bajara. El viento sopló entre las hebras castañas de Raquel, quién disfrutaba el aire dándole en el rostro. Cerró los ojos, y se permitió sonreír por los momentos tan buenos que estaba compartiendo con Alicia Sierra.

Aún no se hacía oficial, pretendía preguntarle durante el concierto y con dos o tres copas de más. La sobriedad le impediría pedirle ser novias.

Con suerte, consiguieron aparcar en un buen sitio el coche. El bar estaba a reventar, algunas personas descansaban afuera del lugar, la mayoría de ellos reposando sus cuerpos sobre la puerta de sus respectivos automóviles.

Alicia acomodaba su chaqueta, y se peinaba el cabello con sus manos. Raquel la observó, sentada sobre el capó del coche y con las piernas ligeramente abiertas.

—¿Qué? —preguntó la pelirroja, mientras esbozaba una sonrisa en su semblante.

—Nada. —Raquel no dejaba de sonreírle.

Un sujeto musculoso, yacía de pie en la entrada. Llevaba un esmoquin con pajarita negra, unos lentes oscuros y bajo el hombro una tabla que guardaba una lista de personas.

—Buenas noches —habló Alicia, y de su pantalón sacó dos entradas—. Jarabe de Palo.

—Sala cinco —indicó el hombre, rompiendo a la mitad el cartón—. Piso dos.

Ambas jóvenes se adentraron entre la multitud que movía el cuerpo de un lado a otro, o al ritmo de la canción que estaba sonando. Había luces de colores, humo y el olor a tragos, sudor y marihuana. Caminaban tomadas de la mano, mientras intentaban conseguir la dirección que el hombre de seguridad les había dicho.

Luego varios minutos estresantes, lograron salir del barullo y subieron unas escaleras en forma de caracol, a fin de tomar sus puestos para la presentación.

—¿Cómo convenciste a Ángel para que te dejara su entrada? —inquirió Raquel, buscando sus números de asientos.

—Se lo pedí —contestó, encogiéndose de hombros—. No fue difícil.

—No me lo creo, tía —expresó, una vez tomaron los asientos—. No sé cómo explicarte.

—No me expliques nada, Murillo. Que te creo, y también me emociona estar aquí.

Las butacas empezaron a llenarse con velocidad, algunas personas comían dulces y Raquel determinó que Alicia no dejaba de ver bolsas de chuches a cualquiera que pasara frente a ellas.

—¿Pasa algo? —La pelirroja negó con la cabeza, y trató de serenarse.

Ella adoraba las chuches, y no pensó en comprar fuera e ir comiendo durante la velada. Cargaba dinero encima, pero ya era tarde para salir y volver a entrar.

—Quiero gominolas, Raquel —pidió, muerta de la ansiedad—. Joder, quiero mis chuches.

—¿A poco te gustan? —Alicia asintió.

—Ya vuelvo.

—¿A dónde irás? —Sin embargo, Raquel ya se había marchado.

Al cabo de unos minutos la castaña regresó, y para la sorpresa de Alicia; tenía una bolsa de gominolas, chupa-chups, regaliz y goma de mascar en sabor de uva.

—¿¡Qué es esto?! —gritó, debido al barullo. Raquel volvió a su sitio, y le entregó la bolsa—. Jo— —Alicia calló, ahogando un "te amo". Ese sencillo gesto que la castaña tuvo con ella, le enterneció el alma que creía que no tenía.

—Anda, come —pidió, solo para disfrutar ver la felicidad de la pelirroja mientras probaba cada dulce.

Media hora después, Jarabe de Palo hacía su aparición y las personas presentes comenzaron a gritar.

—¡Joder, que es Pau Donés! ¡Joder, joder! —exclamaba Alicia, entre tanto Raquel lloraba de la emoción—. ¿Qué pasa, tía?

—Estoy muy feliz, Alicia. Muchas gracias —sollozó, abrazándola—. Te quiero. —Imprimió un beso sobre el cuello de la pelirroja.

—Quiero agradeces a vosotros por estar aquí, es un placer como siempre; hacer este tipo de presentaciones y estamos contentos de veros muy emocionados por nuestra presencia.

Las personas gritaban aún más fuerte, como respuesta a esas palabras del vocalista de la banda.

—Esta pieza la compuse para una mujer que conocí en una tasca. Confieso que estaba borracho, que casi fastidio mi futuro por ella, por La Flaca.

—¡Joder, mi canción! —gritó Alicia—. ¡Te adoro, Pau!

El instrumental comenzó, ocasionando un vitoreo por parte del público.

En la vida conocí, mujer igual a la flaca. —Todos cantaban a coro con la vocalista—. Coral negro de la Habana, tremendísima mulata. Cien libras de piel y hueso, cuarenta kilos de salsa y en la cara dos soles...que sin palabras hablan.

Que sin palabras hablan —Cantaban al unísono Raquel y Alicia, mirándose con fijeza, dedicándose la canción. De pie, junto a los demás. Sin embargo, ellas estaban sumergidas en su mundo, como si nada más estuvieran con la banda y ellas solas—. La flaca duerme de día, dice que así el hambre engaña y cuando cae la noche baja a bailar a la tasca; y bailar y bailar y tomar, y tomar.

Una cerveza tras otra, pero ella nunca engorda —canturreó Alicia al oído de la castaña, pasándole los brazos por los hombros, quedando frente a frente—. Pero, ella nunca engorda.

Por un beso de la flaca daría lo que fuera; por un beso de ella, aunque solo uno fuera. —Raquel situó sus manos en la cintura de Alicia y comenzaron a bailar con sus cuerpos pegados y al movimiento de la batería y el bajo de la canción—. Por un beso de la flaca daría lo que fuera, por un beso de ella, aunque solo uno fuera...aunque solo uno fuera.

Y así la banda musical continuó tocando sus mejores canciones, lo que estaba siendo un éxito en la radio y las estaciones musicales. Alicia y Raquel compartían besos, chuches, gritos de emoción y se unían a coro con las demás personas a cantar las letras increíbles de tan excelente grupo.

A mitad de la madrugada, ya las chicas tenían varias cervezas encima y la bolsa de las chuches permanecía esparcida por los asientos de ambas. Todo iba de viento en popa, no podían sentir más plenitud en ningún lado.

—¿Cómo la estáis pasando? —Pau cuestionó a su público. Los presentes gritaron, llenos de energía y euforia—. La siguiente canción se titula Agua. —Por inercia, Raquel y Alicia chocaron miradas. Había sido una conexión inmediata, ambas lo sintieron dentro de sí, y se sorprendieron al caer en cuenta que no fue cosa de una sola, que las dos tuvieron ese sentimiento a flor de piel, al momento que el hombre soltó la frase. Porque, aunque ninguna se había atrevido a confesarlo, cuando escuchaban esa canción pensaban en la otra, y era algo que no podían evitar—. No tiene una historia de fondo, pero se la dedico a todos. Especialmente, a aquellos que ocultan sus verdaderos sentimientos hacia la persona que os gusta.

¿Cómo quieres ser mi amiga?, si por ti daría la vida —retomaron el canto, esta vez con más seriedad. Ya no era adrenalina, era amor y percibían demasiada calma con su mirada—. Si confundo tu sonrisa, por camelo si me miras.

Razón y piel, difícil mezcla. —Raquel acariciaba las mejillas de Alicia—. Agua y sed, serio problema. ¿Cómo quieres ser mi amiga?, si por ti me perdería. Si confundo tus caricias, por camelo si me mimas.

Pasión y ley, difícil mezcla. —Alicia cogió la barbilla de Raquel, y la acercó a su rostro. La castaña se tensó—. Agua y sed, serio problema.

Cuando uno tiene sed, pero el agua no está cerca. Cuando uno quiere beber, pero el agua no está cerca.

¿Qué hacer?

Tú lo sabes

Conservar

La distancia.

Y entonces, la pregunta se deslizó por los labios de Alicia Sierra:

—¿Quieres ser mi novia?

El rostro de Raquel se contrajo, no esperó que tantas cosas buenas, cosas que solo vio reales en su imaginación estuvieran ocurriendo en una sola noche, y con ella. No quiso permanecer en silencio por mucho tiempo, no quería asustar a la pelirroja, y entre la canción favorita de ambas, un par de cervezas y olor a regaliz, le dio una respuesta: 

—Que sí, Alicia.

Veinte años más tarde...


N/A: buenas, aparezco

espero les guste el capítulo, me sentí muy bien escribiéndolo. 

escuchen la canción Agua completa, también les recomiendo el disco Depende y La Flaca

te amo, celina. 

gracias por leer, y por su paciencia. 

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