seven
—Sierra. —La secretaria de dirección anunció a la chica—. Puedes pasar.
Alicia le guiñó el ojo a Raquel, y entró sin más.
Las mejillas de la castaña se tornaron carmesí. De su bolso, sacó la cartuchera y buscó un bolígrafo, con el delgado objeto se ató el cabello en un moño.
Empezó a llevar el tiempo en su mente, necesitaba continuar en la academia; o su madre la mataría si no.
—Bueno, con el puñetazo que le di a Laura ya me jodí con mi mamá —murmuró para ella misma.
Pasaron más de veinte minutos, Raquel comenzaba a sudar debido a la ansiedad que le daba esperar.
—Murillo, tu turno —dijo Alicia, una vez salió con un semblante triunfante.
Quiso preguntarle de que iba todo eso, porqué estaba ahí. Sin embargo, solo asintió con la cabeza gacha y entró a la oficina con la mochila colgándole del hombro.
Después de todo, no era su problema.
—¿Quieres contarme lo que sucedió? —La directora revisaba algunos documentos. Raquel tomó asiento frente a ella, y se quedó en absoluto silencio—. Estoy escuchándote, Murillo.
—Vale... Ohm, bueno —titubeó—. Laura difamó algunas cosillas sobre mí. Me cegué y...le pegué la cabeza contra la mesa.
—¡Hostias, Raquel! —exclamó, arrojando el lápiz a un lado—. Pudiste haberla matado.
—Lo sé, yo... —sollozó. A veces se sentía estúpida por llorar demasiado—. Estoy arrepentida —musitó, cubriéndose el rostro con la palma de sus manos.
—¿Ya sabes si despertó? —Raquel negó—. Llamaré a enfermería en un momento.
—Sé que esto conlleva a la expulsión, así que-
—Yo no te voy a expulsar —interrumpió la directora, mirándola con fijeza. La caja torácica de la castaña se contrajo—. Déjame hacerte una pregunta —Raquel asintió—. ¿Por qué no os lleváis bien?, son hermanas después de todo.
—No lo sé, directora —masculló—. Quisiera conocer la respuesta también.
—Harás servicio comunitario durante dos semanas, luego de las clases —sentenció—. Así no tendré que suspenderte tampoco.
—Muchas gracias, directora.
—¡Olé! ¡Anda! —la corrió de su oficina.
Raquel bajó los hombros, y expulsó el aire que contuvo debido a la tensión y el miedo que sentía.
Creyó que vería a Alicia a las afueras de la coordinación, pero falló.
Se fue a clases más calmada, no quería por ningún motivo visitar a Laura. Aunque se le estrujara el corazón, pensando que algo más grave podía pasarle.
—¿Qué te ha dicho la directora? —inquirió Ángel.
Yacían en el salón, esperando que la profesora que dictaba la clase de disparos los buscara.
—Tengo que hacer servicio comunitario —explicó—. Es mejor eso, a ser expulsada.
—Puedo quedarme contigo, si quieres. —Raquel negó—. Vale.
—Gracias, Ángel.
—El fin de semana es el concierto de Jarabe de Palo, Raquel.
—¡Sí! ¡Algo que me emociona!
—¿Crees que te dejen ir? —Ángel conocía a Mariví, y lo más seguro es que no le diera permiso luego de haberle pegado a Laura.
—No lo consideré —farfulló, hundiendo la cabeza entre sus manos—. Estoy jodida.
—Tranquila, yo puedo hablar co—
—¡No! ¡Ya lo vi todo! —gritó, atrayendo la mirada de algunos de sus compañeros. Se sintió pequeña, y trató de ocultarse detrás de Ángel con las mejillas encendidas—. Laura me destruirá.
—Solo si tú lo permites, Raquel —dijo, y se retiró al sanitario.
La castaña estuvo pensando la situación, el arrepentimiento iba creciendo en demasía; junto con el miedo de enfrentar la realidad con su madre quien era capaz de molerla a puños, simplemente por Laura Murillo.
Raquel entró a clases de disparos, y pudo drenar la preocupación que cargaba en cada tiro que lanzaba. Se sintió mejor luego de ello.
Por la tarde, sintió mucho cansancio y moría por acostarse. Sin embargo, volver a casa estaba descartado. Ni siquiera había ido a visitar a Laura, escuchó que una de las porristas informó que se despertó e iba recuperándose. No había fractura nasal, y eso le quitó un peso de los hombros. Ahora su conciencia no la molestaba tanto.
—Nos vemos, Raquel —Ángel y Agatha, se despidieron de ella y con pesar se marcharon al hogar.
Básicamente, las actividades de Murillo era desinfectar los sanitarios, barrer la cancha deportiva y recoger la basura. Después de realizarlo, podía ir tranquila a casa.
Raquel fue a su taquilla, y dejó su mochila resguardada. Acto seguido, acomodó su cabello y se dirigió al cuarto de limpieza; en donde se almacenan las escobas, productos para el aseo y las bolsas plásticas negras para los desperdicios.
El pecho de Raquel se exaltó, debido a una cabellera rojiza a la lejanía.
—Ostras —musitó, con la boca seca.
Sacó lo que necesitaba, con las manos temblorosas y sudorosas.
Caminó a pasos largos, hasta llegar a Alicia.
—Hola —saludó, con una sonrisa abierta—. ¿Qué haces aquí?
—Servicio comunitario —respondió a medias—. ¿Y tú?
—También.
—¿Por qué? —sintió curiosidad.
—He hecho cosas malas —dijo, y aunque la castaña esperaba que continuara, determinó que Alicia no hablaría más. Así que, asintió y comenzó a barrer de un lado, entre tanto ella lo hacía del otro.
De todos los escenarios que su cabeza creó con Alicia, ninguno se trató de hacer el servicio comunitario juntas. Tampoco era que estaba mal, todo lo contrario. Lo que sea, pero con ella.
¿Qué dices, Raquel?
La voz interior le susurraba, no podía olvidar las crueles palabras en casa de Ángel. Sin embargo, mucho menos podía odiarla por eso.
—¿Sabes si Laura está bien? —Raquel expresó su preocupación. Dejó de barrer, solo para mirarla contestarle la pregunta.
—Tiene fracturada la nariz.
—Yo creo q—
—Lo merece por ser bocaza —le dijo Alicia, encogiéndose de hombros.
—Mi madre va a matarme —murmuró con un nudo en subiéndole a la garganta.
Continuó con la actividad, sentía el verdadero terror con el pasar de las horas. Imploraba poder quedarse a dormir en otro lado, no volver a casa de nuevo.
De vez en cuando, se detenía para admirar a la pelirroja. Alicia, por su lado; sabía que Raquel la observaba y eso ocasionaba una cálida sensación en el pecho. Ni siquiera fue consciente de lo que le dijo en casa de Ángel, no hubo necesidad. Sin embargo, no podía redimirse, o simplemente no quería.
Concluido el día, Raquel guardó los utensilios y fue a su taquilla por la mochila. Pasó por la enfermería, pero ya no había nadie ahí. Suspiró, percibiendo como acrecentaba el miedo. A la salida de la academia, se topó con Alicia que terminaba de fumarse un cigarrillo.
—¿Lista? —le preguntó, tomándola desprevenida. Raquel se estremeció, y le asintió.
—¿Me estabas esperando? —cuestionó incrédula.
—Sí, Murillo. Venga, vamos. —Con absoluta confianza, entrelazó su brazo con el de la castaña y emprendieron camino a casa—. Por cierto, Raquel; todo estará bien en casa. No tengas miedo.
Raquel le sonrió, incapaz de ocultar la felicidad que esa frase le transmitió. El brillo en sus ojos, le dio a entender a Alicia que con esa chica viviría grandes momentos.
A partir de ahí, comenzó la aventura para ambas.
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twitter: njwalkabout
gracias por leer <3
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