nine
La confianza de Raquel y Alicia, aumentaba cada vez más.
El servicio comunitario había concluido, y la directora hizo que ambas chicas firmaran un acta, donde se exigía un buen comportamiento.
Alberto Vicuña, mantuvo la guardia baja luego de lo ocurrido con Laura Murillo. Si bien no le tenía miedo a Raquel, no quería que su rostro sufriera alguna desfiguración por su culpa. A veces, cuando la miraba pasar con Alicia, le gustaba molestarlas con algún comentario innecesario o morboso. Más de una vez, Alicia le contestaba bastante disgustada. No obstante, Raquel la tomaba de la mano y con palabras tranquilizadoras, lograba que el problema no pasara a mayores.
Por su parte, Laura y Alicia no volvieron a conversar, al menos no como anteriormente lo hacían. La pelirroja juró denfender a Raquel por encima de quién sea, después de haberse enterado con profundidad acerca de la situación que la castaña vivía en su casa con su madre y hermana.
—¿Qué ha dicho tu madre, Raquel? —inquirió Ángel, yendo a la cafetería por el almuerzo.
Las primeras clases dieron el cierre por aquel día, entonces el par de amigos se encaminaban a llenar su estómago, a fin de estar preparados para educación física por la tarde.
—Nada —dijo, buscando una mesa vacía—. Cuando me habla, es para insultarme. Aún no supera lo de Laura.
—¿Y Laura? ¿Te molesta en casa?
Ambos tomaron asiento casi al final del lugar, Ángel propuso ir él por las bandejas de almuerzo.
—Ya no está ahí —contestó, encogiéndose de hombros—. Una vez que mejoró, se marchó a casa de su novio. Mi mamá me culpa por ello.
—Menudo lío, tía. —Suspiró, tomándole la mano—. Tienes mi apoyo, Raquel.
—Gracias, Rubio.
Durante el tiempo en el que Ángel consiguió la comida, Raquel repasaba las lecciones de matemáticas que su amigo le estuvo enseñando. Alicia se unía en algunas ocasiones, entre los tres realizaban ejercicios con un nivel de dificultad bastante elevado, las dos chicas consiguieron entender las clases con un mejor manejo.
—Esta noche es el concierto en el nuevo bar —recordó Ángel, entregándole a Raquel su bandeja. Acto seguido, tomó la suya y regresó de nueva cuenta a la mesa—. ¿Irás?
—Seguro. No me perdería a Jarabe de Palo, ni en un millón de años.
—¿Te vas a escapar de la señora María Victoria? —preguntó el chico, temiendo la respuesta.
—Sí. Me ayudarás a hacerlo. ¿Puedes?
—Claro que sí. ¿Qué tengo que hacer?
—Invitarme a salir. Aparecerás con tu coche por mi casa, y tocarás el timbre. Luego, hablas con mi madre, dile que cenaremos cerca allí.
Ángel empezó a sudar frío. Jamás mentía, y decirlas le costaba demasiado. Se ponía nervioso, y las mejillas se le enrojecían.
—Está bien.
Raquel le sonrió, y continuaron la conversación con un tema diferente.
Llegada la hora de salida, Raquel buscó a Alicia. Sin embargo, no la encontró. Se sintió decepcionada, creyendo que esa chica no la esperó esta vez.
Tampoco determinó el momento exacto en el que perdió de vista a Ángel. De pronto, frunció el ceño y paseó la vista por el espacio, pero no los divisó.
Esperó unos minutos que se volvieron eternos, y cuando estaba a punto de marchar, los admiró llegar a hacia ella.
—¿Dónde estaban? —demandó furiosa—. ¡Me iba a largar!
—Resolviendo un asunto, Murillo —contestó Alicia, entrelazando su mano con la de Raquel.
—Vámonos.
—¿Qué asunto? —Alicia calló—. ¿Ángel?
—No puedo hablar, Raquel —titubeó, con el rostro color carmesí.
Raquel bufó, y procuró olvidar el tema durante el trayecto a su casa.
(***)
Alicia terminaba con su atuendo, observó su vestimenta al espejo. Sonrió.
Se enfundó en una chaqueta azul, unos vaqueros desgastados y una franela sin mangas. Alisó su cabello y pintó sus labios color carmín. Escogió unas botas negras y un bolso de mano a juego.
La bocina del auto de Ángel sonó, dándole a entender que debía partir ya. La noche se hizo presente hacía dos horas, Jarabe de Palo entraría a las nueve al bar, el sitio estaba a reventar, era lo que su padre la había contado.
—Te quiero, papá —se despidió del hombre con un beso en la mejilla, salió de su casa dejando la estela de su perfume por todos lados.
A paso apurado llegó al coche de Ángel y se sentó en el copiloto.
—Don Pim Pom —saludó la pelirroja, propinándole un manotazo en el hombro—. Gracias por ayudarme, te debo una.
—Que no me debes nada, tía —insistió él.
—Ya veré yo como te pago —masculló, y rodó un manubrio a fin de que la ventana bajara. Sacó un cigarrillo y lo encendió con un mechero. Largó una calada y expulsó el humo por el espacio libre—. ¿Qué crees que diga Raquel, eh?
—De la emoción no va a poder ni hablar, te lo garantizo —bromeó. Alicia rio nerviosa—. Le va a encantar, Sierra. Es un buen detalle.
Alicia asintió, y no volvió a hablar. Se dedicaba a fumar, y comer goma de mascar sabor uva. Meneaba de un lado a otro sus piernas, no dejaba de sentir nervios por esa cita. Ella convertiría el concierto de Jarabe de Palo, en una cita con la chica que sin duda alguna le gustaba.
Ángel se encargó de contarle acerca de Raquel, lo necesario, lo que él sabía que debía decir. Alicia la emoción la embargó, cuando cayó en cuenta de que a Raquel Murillo le gustaba la misma banda que a ella. Ángel determinó ese brillo de felicidad en las esmeraldas de Alicia, entonces le obsequió las entradas. Al principio, Alicia se negó en su totalidad. Sin embargo, con el pasar de los días lo sobre pensó y terminó accediendo al regalo.
—¿Es aquí? —interrogó la chica, puesto que Ángel se detuvo de repente.
—Sí. Quédate acá, iré a ejecutar mi parte del plan.
—Suerte.
Después de que Ángel la dejó sola, aprovechó de mirar su reflejo en el retrovisor. Retocó su labial, y volvió a mascar goma, esta vez de menta. Mordía el interior de sus paredes bucales, rompiendo los cueros que le colgaban, los nervios la hacían hacer eso.
Raquel, esperaba que todo saliera bien. Aunque, su madre se fijaría que había mentido. Pero, no le hacía ruido en lo más mínimo, juró disfrutar ese concierto sin reparar en las consecuencias.
Dio un último vistazo a su atuendo. Un vestido ajustado a su medida en color blanco, con girasoles de estampado, y mangas arruchadas, una chaqueta negra encima y unas deportivas blancas. Enruló su cabello, y luego lo ató en una coleta alta. Delineó sus ojos y pintó sus labios de brillitos.
El timbre sonó, Raquel tensó su cuerpo. Mariví, quién ojeaba un libro de recetas mediterráneas, alzó la cabeza y advirtió a su hija llegar a abrir. La observó un rato.
—Hola, Ángel, pasa.
—Buenas noches, ¿qué tal?
—Hola. —Mariví, continuó con el libro.
—Señora, quería saber... —pausó, respiró y continuó—, saber si puedo salir a cenar con Raquel.
—Haced lo que queráis, me tiene sin cuidado —escupió, causándole un pinchazo a Raquel en el pecho. ¿Tanto así le afectó lo de Laura?, no dejaba de preguntarse lo mismo, una y otra vez.
Oh, mamá, si supieras todo lo que ella me hizo a mí.
Negó con la cabeza, para apartar aquellos pensamientos.
—La cuidaré, lo prometo.
Ángel no obtuvo respuesta. Así que, ambos amigos evacuaron la casa de Raquel triunfantes.
—Mi madre ya no me quiere.
—Si te quiere. Venga, Raquel, ya estás fuera.
—Tienes razón. No voy a fastidiarme la noche.
—Qué bonita te ves.
—Gracias.
Rodearon el auto de Ángel, Alicia salió de él y dibujó una sonrisa que le llegó a los ojos.
—Sorpresa, Raquel —musitó Ángel.
—Pero, ¿qu—
La castaña quedó muda, lo que comenzó a sentir en su pecho no lo pudo describir. La respiración se le iba, sus piernas fallaban y en su estómago se instaló un nervio incontrolable.
—Hola, Murillo.
tw: njwalkabout
gracias por leer<3
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