eight
doble actualización.
Raquel llegó a casa, con la preocupación incrementado a cada paso que daba.
Al abrir la puerta, se encontró con la mirada aniquiladora de su madre y Laura a su lado. Tragó saliva y caminó con lentitud. Sus manos se aferraban a las cuerdas de su mochila, hasta que sus nudillos se tornaron pálidos.
Su hermana llevaba la mitad de la cabeza vendada.
—Siéntate —espetó Mariví. Raquel obedeció, sin sacarse la mochila.
—Mamá, perd—
—Ya Laura me contó todo, no necesito tu explicación —interrumpió la mujer, notablemente molesta—. No comprendo cómo puedes tener tanto odio dentro de ti, mira que dejar a tu hermana así; que no hace nada más que cuidarte en la academia, ahí; donde hay un montón de hijas de puta jodiéndote la vida. —La castaña entornó los ojos, la indignación crecía dentro de sí. No obstante, era incapaz de defenderse frente a su madre—. Seis puntos en su frente, ¿y no pudiste visitarla en enfermería? ¡¿Qué hostias tienes, pringada?! —Raquel había comenzado a llorar, mientras que Laura se regocijaba con la escena que veía; estaba en silencio y con un dolor de cabeza muy agudo—. Eres tan malagradecida, Raquel Murillo; me lástima tu actitud; y lo sabes, pero no haces nada por mejorar. Que decepción.
Luego de que María Victoria soltara aquel sermón, lo único que se escuchó en la estancia fue el llanto atropellado de Raquel. Con los ojos clavados en la cerámica del suelo, aferrada al bolso; sintiendo la humillación de su familia.
—Lo siento —sollozó—. De verdad, perdón. —Le costaba dejar a un lado las lágrimas, y de esa forma observó a Laura a los ojos y se disculpó.
—Márchate, Raquel —habló Mariví. Laura seguía sin palabras—. Estás castigada.
Corrió por las escaleras y se encerró en su habitación.
(***)
Con el pasar de los días, la relación entre Raquel y su hermana empeoraba en casa. Si bien Laura no convivía mucho en su hogar; últimamente lo estaba haciendo por el incidente en la frente. Mariví, ignoraba en su totalidad a Raquel. Dejaba notas pegadas al refrigerador, anunciando sobre la comida en el microondas para ella, más no preguntaba si dormía bien, o si realmente tenía hambre.
De llegada a la academia, solo esperaba la hora de salida para estar con Alicia. Ya no sentía miedo de acercarse, ahora conocía mucho más de la pelirroja, puesto que conversaban todo el rato. Algunas veces, compartían chuches que Alicia guardaba en la mochila, le confesó que era muy fanática.
Eran más cercanas, Alicia sabía que era posible enamorarse de Raquel. Sabía que la castaña lo estaba de ella, y la idea de algo juntas le parecía interesante. Quedaba muy prendada de Raquel, cada vez que la chica le contaba alguna historia que memorizaba de los libros. Que pedazo de inteligencia, pensaba.
Una tarde, después del servicio comunitario; Alicia propuso ir a tomar algo. Raquel aceptó sin rechistar, su alma ya se había acostumbrado a la calidez de aquella pelirroja, y no quería zafarse de esa amistad, era su lugar seguro.
—Aquí sirven muy buenos chocolates —comentó Alicia, entre tanto arrojaba la colilla de un cigarrillo al piso—. ¿Quieres entrar?
—Vale, sí —accedió, agarrada al delgado brazo de Alicia—. Hace mucho frío.
—Falta un mes para diciembre, y ya parece que estamos en temporadas de nieve —dijo, mientras exploraban el sitio.
Tomaron la mesa más alejada del bullicio, donde un ventanal les hacía compañía y el sol ocultándose era su mejor panorama.
—Dos tazas de chocolate con queso —ordenaron, en cuanto el mesero se acercó a ellas—, también unas rosquillas.
La luz naranja pegaba en el rostro de Alicia, contrastando con el color de su cabello que era casi igual. La imagen que Raquel tenía en frente, era algo etéreo; sumamente delicado. Parecía fuera de este mundo.
—Tan preciosa, Alicia —musitó, apenada.
—Mírame a los ojos, y dímelo —exigió.
—Que...que eres muy preciosa —titubeó, pero lo soltó. Alicia le regaló una sonrisa de boca cerrada. Raquel quiso saber que se sentía besar a alguien, una chica, a ella.
—No creo serlo más que tú —halagó, agregándole un guiño de ojo. Las piernas de Raquel temblaron.
—¿Me dirás por qué estabas en la coordinación? —se animó a preguntar, ahora que ya tenían más confianza—. Quiero la verdad.
—¿Ángel no se pone celoso? —cambió el tema.
—¿Por qué?
—Porque ahora estás más conmigo que con él —explicó, tratando de evadir la pregunta principal—. Tía, que...que los hombres son rencorosos.
—Ángel no lo es. Es el ser más tierno que conozco —defendió—. Además, se ha puesto contento por mí.
—¿Y Agatha? ¿Qué hay con ella? —demandó, de pronto curiosa.
—Somos amigas, pero nada más.
El mesero llegó, y dejó la bandeja sobre la mesa. Alicia sacó algunos billetes, y le pagó de inmediato al hombre.
—Podía pagar yo —intervino Raquel.
—Puedes darle propina —propuso, mordisqueando una rosquilla.
Raquel revoleó los ojos, y le entregó un billete al mesero.
—¿No te emociona la inauguración de los dormitorios? —Alicia dejaba pregunta tras otra, con el fin de que Raquel no continuara interrogándola—. Porque, a mí sí.
—¡Sí! —expresó—. Es lo que estoy esperando.
—Prueba el chocolate, Murillo —pidió, haciendo lo mismo con el suyo.
Raquel obedeció, sorbió con cuidado de no quemarse. Mantuvo el líquido en sus paredes bucales, solo para degustarlo. Acto seguido, tragó y volvió a ingerir mucho más. Sonrió satisfecha, contagiando a Alicia.
—Es lo mejor que has podido brindarme —confesó, comiendo una rosquilla—. Muchas gracias, Alicia.
—Soy la mejor persona, lo sé —fingió superioridad. Raquel rio, y Alicia se sonrojó—. Es broma.
La castaña quería gritarle que sí, que era lo mejor que pudo haberle pasado, que agradecía haber quedado con ella para el servicio comunitario, que no le importaba si llevaban poco tiempo conversando, que ya quería amarla. Sin embargo, atinó nada más a seguirle la corriente.
—¿Aún hablas con mi hermana?
—A veces —contestó, dejando salir un suspiro—. Laura es una persona terrible, le gusta jugar con los demás sin importarle las consecuencias. En fin, ya no es lo mismo de antes.
Qué bueno que se dio cuenta.
Habló su vocecita.
—¿Por qué no es lo mismo?
—Porque te descubrí.
N/A:
principalmente sería un maratón de tres capítulos, pero ocurrió algo y perdí muchísimos documentos de mi computadora, cosas de la universidad y escritos que guardaba para mí. Logré salvar algunos que tenía en el correo, lastimosamente no recuperé este, porque nunca hice una copia de seguridad. Estoy reescribiendo, y por hoy solo publicaré dos capítulos.
una disculpa de ante mano para ti, ella sabe quién es.
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