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CAPÍTULO 9

¿De verdad dijo que había visto la luz?

Lo gritó delante de todos.

Pero no es una hechicera. Tiene que ser ella. Habrá que vigilarla, si nos equivocamos... Sanderson se enteraría de lo que queremos hacer y no nos interesa que se meta en esto. 

Déjalo en mis manos.

*******

—Anna. Anna. Respóndeme, por favor.

Escuchaba la voz de una chica. Lejana. Como si tuviese los oídos taponados después de pasar por un largo túnel en el coche. O de bajar desde la montaña tras un día de excursión. No sabía dónde estábamos y mi cabeza estaba tan saturada que no podía pensar. Me encontraba sentada, con las rodillas flexionadas y los pies en el suelo. Notaba el frescor de la hierba pasando por mis finos pantalones y mojando mis muslos. Esa sensación me anclaba a la realidad. Una realidad que se estaba distorsionando por momentos. No sabía cuanto tiempo llevaba allí, ni me importaba. Lo único que tenía claro era que una gran bola de luz morada se había estrellado contra la hoguera. Y parecía ser la única que se había dado cuenta.

—¡Anna!

Una pequeña mano me golpeó fuerte en la cara. Me llevé la mano a la mejilla, la tenía dolorida. Al fin pude enfocar la vista. Era la chica rubia a la que había atacado Sonia. Nos habíamos ido juntas cuando empezó la locura. 

—¡Auch! —Fue la única palabra que conseguí articular mientras me masajeaba la mandíbula. 

—Lo siento —contestó con una sonrisa—. No sabía que hacer. Llevabas así más de una hora. Al principio quise dejarte tu espacio, estabas claramente en shock, pero ya me estaba asustando.

—Está bien —dije más relajada, aunque continué mirando a un punto del infinito.

—¿Quieres hablar de lo qué ha pasado? —preguntó con una voz suave—. Por cierto, soy Lily Sanderson. Creo que no nos han presentado.

—Encantada, Lily. Yo soy Anna Ludwig. —Me puse las manos en la cabeza mientras la agachaba—. Y creo que me estoy volviendo loca.

—No... No te estás volviendo loca —contestó mirando su reloj verde manzana—. No tienen que tardar mucho, pero en seguida comprenderás lo que pasa. O bueno, al menos un poco.

Levanté la cabeza y la miré sonriendo. Volví mis ojos hacia el frente y noté como se levantaba. Pobre chica, habría llamado a algún hospital o a la policía para que viniesen a por mí. No la culpaba, yo también habría hecho lo mismo con una desconocida que dice ver bolas de luz de colores. Encima era amiga de Peter y Kevin, seguramente los dos le habrían contado mi conversación con ellos. 

—¡Lily! ¿Dónde estás?

—Estamos aquí, al lado de... —Empezó a mirar alrededor—. Unos abetos. Creo que hay un banco cerca. Es igual. ¡Sigue mi voz!

Escuché varios quejidos que acompañaron a unas pisadas detrás de nosotras. No me giré, continué en la misma posición en la que estaba, pero Lily sí se acercó a ayudar a quien quiera que viniese.

—¿Qué hacéis tan dentro del bosque? —gruñó mientras se acercaba—. No sé cómo habéis conseguido llegar hasta aquí sin coger el tétano. ¡Ay!

—Deja de quejarte, Kev —contestó Lily—. Es tu culpa por venir por el sitio más difícil. ¿No ves que hay un camino al lado?

—Sabes que no me gusta coger los caminos. En los caminos emboscan a la gente.

—Qué dramático eres —dijo otra voz.

Reconocí al chico que hablaba al instante. Abrí los ojos y me di la vuelta viendo como la figura de Peter aparecía levemente iluminada. Llevaba una sudadera negra que le estaba bastante ancha, sus vaqueros y la cabeza cubierta por la capucha. No sabía por qué, pero en ese momento sentí que él podría ayudarme. La familiaridad de su voz que tantas veces había escuchado en mis sueños me impulsaron a levantarme y correr hacia donde estaba. Vi su cara de sorpresa mientras me acercaba y noté su tensión cuando lo abracé, pero en pocos segundos estaba rodeándome con sus largos brazos. 

Justo en ese momento me rompí, comencé a temblar mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. No sabía que estaba pasando y necesitaba que alguien me lo explicase. Que me dijese que no estaba loca, que todo iba a ir bien. Noté las manos de Peter acariciando mi espalda, reconfortándome. Mi cabeza llegaba a la mitad de su pecho y sentí como apoyaba en ella su barbilla. 

Todo estaba en silencio. Durante unos minutos solo se podía escuchar mis suspiros mientras intentaba recuperar la compostura.

—Bueno, si ya habéis terminado con la escena...

—¡Kev! —gritó Lily a la vez que golpeaba su hombro—. Dale unos segundos.

Cuando noté que estaba mucho más calmada me separé de Peter, alejándome un poco de él. Me senté en el suelo abrazando mis piernas. Lo único que quería era dormir y despertarme para ver que todo había sido un sueño.

—¿Por qué la has traído aquí, Lily? —preguntó Peter.

—No sabía que hacer —contestó la rubia con una sonrisa nerviosa—. Todo fue una locura, con el fuego y eso. Entonces comenzó a gritar sobre la luz morada. Había mucha gente, Peter. No podía dejarla allí. 

—¿Tú viste la luz, Lily? —intervino Kevin con nerviosismo—. ¿Era morada?

—Sí.

—Entonces, ¿por qué lo haría? ¿Por qué usaría para eso su magia?

—No lo sé —contestó Peter mientras Lily encogía sus hombros—. Eso tendremos que preguntárselo mañana. 

—¿M-magia? —pregunté en un susurro.

Los tres me miraron como si fuese un fantasma. Parecía que no se habían dado cuenta de que seguía allí. Lily se acercó y se sentó a mi lado, pasando su brazo por encima de mis hombros y acariciándome el pelo. Consiguió relajarme un poco, pero seguía teniendo miles de preguntas.

—¿Me podéis decir que narices está pasando? O, en caso de que me haya vuelto loca, llevadme donde puedan darme algo para tranquilizarme. No entendéis lo jodido que es no saber lo que está sucediendo y...

Peter se acercó a donde estábamos, agachándose para que pudiese mirarle. Tomó mi mano con dulzura y miró a Lily, que asintió comprensiva. 

—Kevin —dijo la rubia tomándole de la mano—. Deberíamos ir a ver si esta todo bien y solucionado. Los chicos necesitarán ayuda con todo el jaleo. 

—Pero... 

—¿No dejarás que vaya sola a estas horas por el bosque? Además, mi padre volverá mañana y tienes que recoger el estropicio que hiciste con la guillotina. 

Sus voces, discutiendo animadamente, se fueron apagando a medida que se alejaban. Peter se sentó a mi lado y nos quedamos solos en el bosque, acompañados de el silencio y de la brisa que cada vez era más fría. Mi piel se puso de gallina y comencé a frotar mis piernas para entrar en calor.

—Toma.

Se había quitado la sudadera y me la ofrecía mientras miraba hacia el frente. Me la puse sin rechistar, agradeciendo su gesto y sintiendo un poco de paz al oler su aroma mientras me la ponía. Era dulce y suave. Me preocupé por si él pasaba frío, pero llevaba una camiseta de manga larga. 

—Peter, ¿qué me está pasando? ¿Qué son esas luces que he estado viendo?

Carraspeó cogiendo una piedra del suelo. La lanzó hacia delante sin ninguna finalidad aparente, aunque creo que estaba ganando tiempo para pensar en la respuesta que podía darme.

—¿Puedo pedirte un favor?

—Depende —contesté extrañada, no esperaba esa respuesta.

—Creo que no soy la persona más indicada para contártelo, pero si esperas a mañana tendrás todas las respuestas.

—Pero...

—Por favor, solo unas horas y te prometo que sabrás lo que está pasando. Bueno, al menos lo que nosotros sabemos.

Sabía que no iba a conseguir nada más de él por esa noche y no quería ponerme histérica de nuevo. Al menos la promesa me hacía poder agarrarme a algo y ese algo era qué podía existir una explicación a las luces y la voz en mis sueños. Una explicación que no implicase meterme en un manicomio.

—De acuerdo —contesté mientras me levantaba.

—Gracias —dijo a la vez que se incorporaba— ¿Quieres que te acompañe a tu residencia?

—No —contesté mientras cogía mi móvil para enviar un mensaje a Lucille—. Voy a dormir contigo.

Levantó las cejas en señal de sorpresa. Cuando me di cuenta de como había sonado eso el rubor subió hasta mis mejillas sin que pudiese impedirlo, lo que hizo que Peter sonriese, satisfecho.

—No pienses mal —dije mientras comenzaba a andar—. No pienso dejar que me evitéis más. Dormiré en tu sofá o en el suelo, pero mañana necesito las explicaciones que me has prometido.

—Vale —contestó mientras me seguía—, pero vas por el camino equivocado.

—Voy por el camino equivocado, sí. Ya lo sabía.

Di la vuelta cruzándome con él, que seguía con esa estúpida sonrisa en la cara que me estaba empezando a molestar. Tardamos bastante en llegar a su residencia, yo iba todo el rato delante y Peter me seguía a una distancia prudente. Cuando llegamos a la habitación me aparté para que abriese la puerta. Estaba totalmente agotada y la sensación de vacío volvió a mí en cuanto crucé el umbral. 

Me tumbé en el sofá, pero Peter, sin mediar palabra, me cogió en volandas. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y me posó suavemente en su cama. Me arropó con la manta, susurrándome al oído: "Buenas noches, Anna"

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