Con el tiempo comprendí que todo pasa por algo. Me costó aceptarlo, pero no me quedó otro remedio. Porque años después descubrí cuál había sido el verdadero motivo por el que mi mejor amiga, aquella a la que había llegado a querer como algo más, había desaparecido sin dejar ningún rastro. No había sido agradable descubrir la verdad. Y mucho menos al darme cuenta de que mis mayores miedos se habían convertido en realidad: nunca más volvería a escuchar su voz, ni tampoco volvería a ver su sonrisa, ni sus ojos azules siempre tan vivaces, ni ese cabello rojo intenso que siempre lograba atraer todas las miradas.

Simplemente, todos aquellos rasgos que en su momento me encandilaron, habían dejado de existir.

Sólo permanecían vivos en mis recuerdos y cada vez con menos intensidad.

Temía olvidarme de ella.

Y aunque sabía que lo realmente importante siempre sería recordar los momentos bonitos que habíamos vivido juntas, también me habría gustado conservar en mente sus rasgos. Ahora más que nunca me arrepiento de haber borrado en un arranque de ira todas las fotografías en las que aparecíamos juntas. Tal vez de esa manera su imagen se habría quedado mucho más nítida en mi mente. Pero ya no se podía hacer nada. El daño ya estaba hecho y no había manera de revertirlo.

Dejé el ramo de rosas blancas (sus favoritas) sobre la fría lápida y sonreí mientras los ojos se me llenaban de lágrimas. Tal vez mi amiga ya no podría volver a mi lado como había hecho desde que éramos pequeñas, pero ya no había nadie que pudiera evitar que yo fuera a visitarla siempre que pudiese. Se lo debía. Por todas esas veces en las que ella había estado ahí para mí sin esperar nada a cambio. Y aunque ya no podía verla, la sentía cerca. Muchas veces me gustaba pensar que a pesar de todo seguía a mi lado y que nunca nos habíamos separado.

Era como si ella se negara a abandonarme.

Y entonces lo entendí. Comprendí que pasara el tiempo que pasase ella nunca dejaría de ser importante para mí. Podría conocer a cientos de personas. Tal vez incluso podría volver a enamorarme de la misma forma (o de una manera aún más intensa) en la que me enamoré de ella. Sin embargo, aquella joven que una vez fue mi mejor amiga y mi primer amor nunca dejaría de tener un lugar especial en mi corazón.

Ella permanecería ahí por siempre.

Para toda la eternidad.

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Futuro proyecto en el que se basa este relato:

In aeternum