🍀Dibujando constelaciones en su piel🍀
Sonreí al verla desnuda una vez más en mi cama. Tenía los ojos cerrados mientras permanecía acurrucada plácidamente contra mi pecho. Parecía un sueño, pero me convencí de que era real después de sentir como ella se abrazaba más fuerte contra mí. Había veces en las que aún me costaba hacerme a la idea de que aquella joven hermosa y risueña se había fijado en mí. ¿Qué era lo que había llamado su atención para que me considerase digno de su tiempo y su cariño? No lograba entenderlo y mucho menos después de haber sido sincero con ella al decirle que estaba lejos de ser una buena persona. Porque no lo era. Había manchado mis manos con sangre en infinidad de ocasiones. Era un monstruo al igual que mi padre. Pero ella no se amedrentó ante mi confesión. Supongo que vivir rodeada de otras personas iguales o peores a mí había tenido mucho que ver. Y, aún así, había muchas otras cosas que no me había atrevido a contarle. Sin embargo, era lo mejor para los dos. O eso pensaba. Me había acostumbrado a su presencia y no quería perderla. Me negaba completamente a hacerlo. Porque ella se había convertido en mi todo y vivir sin mi amada ya no era una opción. Nunca volvería a serlo.
Comencé a trazar pequeños círculos sobre los lunares que adornaban su espalda con la yema de mis dedos. Muchas veces trazaba un recorrido, en el que interconectaba todos sus lunares mientras seguía un mismo patrón. Conocía el lugar exacto en el que se encontraba cada uno de ellos porque llevaba meses haciéndolo. Amaba acariciar su piel. Solía hacerlo cuando las dudas amenazaban con comerme vivo; tal vez era una forma más de demostrarme a mí mismo de que todo era real y no se trataba de un espejismo. O simplemente lo hacía porque era la mejor forma que tenía para no pensar en nada. Sea como fuere, siempre funcionaba. Y sabía que a mi novia también le encantaban mis caricias inesperadas; los suspiros que se le escapaban me lo confirmaban. Y su hermosa sonrisa al mirarme a los ojos con nada más que amor cuando era ella la que me pedía que lo hiciera. Aquella vez no fue la excepción, pues al sentir que dejaba de hacerlo, me alentó a que siguiera. Y yo con mucho gusto lo hice. Podía pedirme cualquier cosa que ella quisiera y yo se la daría sin rechistar. Porque me tenía completamente a sus pies desde la primera vez que la vi.
Sin embargo, en aquella ocasión no pude evitar sentir cierta desazón al mirarla a los ojos y ver su sonrisa. Presentía que todo acabaría destruyéndose en cualquier momento. Y, por primera vez en mucho tiempo, tuve miedo.
Porque sabía que una vez que ella conociera todos mis secretos nada volvería a ser igual que antes.
***
Futuro proyecto en el que se basa este relato:
Dibujando constelaciones en su piel
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