🍀Decisiones difíciles🍀
Podría decir que no me dolió saber que ella estaba ahí sentada, pero ni siquiera yo era capaz de mentirme de una manera tan ruin a mí mismo. Porque sí que me dolió. Y más aún después de cómo terminó nuestra historia juntos.
No sé de dónde había sacado el valor para mirarla a los ojos y decirle todas esas palabras hirientes y denigrantes. Sin embargo, lo hice. Y fue el acto más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo, pero no me quedaba otro remedio. Era eso o verla morir a manos de personas que no tendrían ningún tipo de piedad con ella. La simple idea me ponía los pelos de punta. Así que preferí romperle el corazón y ver la decepción en su mirada cada vez que nuestros caminos se volvían a cruzar a no volver a verla nunca más.
Recuerdo que en más de una ocasión me pidió que nos fuéramos juntos a algún lugar lejano en el que no pudieran encontrarnos y pudiéramos vivir tranquilos y sin obstáculos de por medio. Sin embargo, para mí nunca fue una opción. Sabía que por más que huyéramos siempre acabarían encontrándonos y las consecuencias serían desastrosas para los dos, pero sobre todo para ella. Porque nuestros padres no querían que estuviéramos juntos y harían cualquier cosa para impedirlo. Nuestra relación era, simple y llanamente, imposible. Una quimera que los dos habíamos creado con el paso del tiempo mientras nos íbamos llenando de falsas ilusiones y esperanzas. Y por ello preferí cortar por lo sano antes de que fuera demasiado tarde. Fui cruel y ruin con la única persona que se preocupaba por mi bienestar y que realmente me quería y no me pedía nunca nada a cambio. Pero lo hice por ella; por su bien. Y ella no lo entendía. Tampoco podía culparla.
Suspiré. Me sentía el ser más despreciable mientras esperaba en frente del altar a una mujer completamente diferente a la que ocupaba mis pensamientos a todas horas y que sabía que en esos momentos me estaba mirando con pesar desde uno de los banquillos. No me atreví a mirarla de vuelta. Temí ver el dolor en sus ojos marrones porque sabía que acabaría derrumbándome yo también y era lo que menos quería. No con mi familia y todos los invitados ahí delante. Así que ocupé mi tiempo en juguetear impacientemente con los anillos que adornaban mis manos mientras fingía que ella no existía hasta que apareció la que sería mi futura esposa. No pude evitar mirarla con detenimiento. Miré su cabello castaño recogido en un moño perfecto y cubierto por el velo blanco. Miré sus ojos color azul y sus labios carnosos pintados de color rosa. Y miré su sonrisa discreta, y no pude evitar sentir lástima, pero no solo por ella, sino también por mí. Porque aquella jovencita era realmente hermosa, pero no era la mujer a la que yo amaba. Y nunca lo sería.
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Futuro proyecto en el que se basa este relato:
El engaño de la familia Tarasov
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