🍀Algo especial🍀
Sabía que tarde o temprano acabaría arrepintiéndome de lo que estaba ocurriendo entre nosotros, pero no me importaba. Me encontraba en una especie de burbuja de la cual me negaba a salir, sobre todo porque ya llevaba varios meses fantaseando con este momento y al fin se estaba haciendo realidad. Así que simplemente puse mi mente en blanco y me dejé llevar mientras mi mejor amigo seguía besándome y sentía como sus manos recorrían sin pudor alguno cada centímetro de mi piel expuesta.
Si he de ser sincera, no sé en qué momento dejé de verlo solo como a un amigo y comencé a sentir algo más por él, pero viéndolo ahora en retrospectiva no es de extrañar que otros sentimientos comenzaran a aflorar entre nosotros. Éramos prácticamente inseparables. Nos conocíamos desde antes de que aprendiésemos a andar. Lo sabíamos todo el uno del otro. Habíamos compartido muchas vivencias y aprendido de ellas. Muchos incluso decían que éramos muy parecidos en todos los aspectos de la palabra. Y, sobre todo, en los momentos más relevantes o incómodos no nos hacían falta las palabras. Nuestras miradas eran nuestro mejor medio de comunicación. Teníamos una conexión especial que muchos envidiaban. Y para qué mentir, hacía tiempo que abusaba de este vínculo solo para poder admirar más a gusto sus bonitos ojos azules. Y parecía que a él no le importaba. Al contrario, se mostraba más que satisfecho. Tal vez por eso aquella tarde me atreví a dar el primer paso y besarle en la intimidad de su habitación. Y ahí seguíamos: él sentado en la cama y yo a horcajadas sobre él.
Sin embargo, nada es eterno y tampoco lo fue aquel beso.
No tengo ni idea de cuánto tiempo había pasado cuando al fin nos separamos. Lo más seguro es que no pasara más de un minuto, pero a mí me pareció que habían pasado horas. No lo sé. Lo único que tengo claro es que con aquel beso había sentido más emociones que nunca. Y entonces lo supe: nada ni nadie podría igualar nunca aquellos escasos segundos. Habían sido mágicos, casi irreales. Pero los dos sabíamos que sí habían tenido lugar. Y había llegado la hora de aclarar lo que sentíamos el uno por el otro.
No sé de dónde saqué el valor para mirarle a los ojos. No sabía qué podría encontrarme al mirarle. No obstante, mis dudas se evaporaron del mismo modo como llegaron. Él me estaba adorando con la mirada de una manera tan intensa que no pude evitar que un escalofrío me recorriese todo el cuerpo. Porque así era él: siempre tan expresivo y tan intenso aun sin pretenderlo.
***
Futuro proyecto en el que se basa este relato:
Los secretos de la familia Sidorov
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