17- Erah
Russ abrió los ojos lentamente pero con sus sentidos en alerta, totalmente descansado. Miró a su alrededor algo confundido y empezaron a llegarle los recuerdos de lo sucedido. Alarmado, se incorporó de golpe encontrándose frente a él con una pantera. Un felino enorme de pelaje negro y ojos azules, los mismos que recordaba de aquel rugido. Se espantó por un segundo pero no quiso moverse para no verse perseguido. Los ojos de aquel majestuoso animal lo hipnotizaban, era un color muy inusual, incluso para un animal. Ese azul tan encendido, nunca lo había visto más que en los maquillajes y ropas de mujeres ricas. Nunca en unos ojos.
La pantera se acercó lentamente sin despegarle la mirada y Russ sin entender como o por qué, no se sintió intimidado. No dejaba de verlo, su pelaje, su cola que se movía con gracia. Estando frente a él, con ambos mirándose, el chico sintió algo extraño, una especie de vínculo, algo que sin hablar entendía y lo llenaba de calma.
El animal peludo se inclinó para luego dar media vuelta y salir a un corredor no sin antes darle una última mirada. Russell de alguna manera sentía que debía seguirlo y no tenía miedo de hacerlo. Hasta que no comenzó a caminar, no se percató del lugar que le rodeaba. No era oscuro, húmedo y frío como el alcantarillado de la ciudad donde recordaba haber estado.
Era una especie de túnel de piedra, seco y con un poco de luz, algo tenue pero suficiente para ver por donde caminaba. Las paredes a causa de la luz se tornaban doradas, algo peculiar pero lindo. El pelinegro caminaba algunos pasos detrás de la pantera, al parecer aquel lugar era una especie de laberinto pues dieron varias vueltas en diversos pasillos y ahora que lo pensaba ¿como es que estaba confiando en un animal para salir de ahí? Quizá ya estaba loco o la desesperación lo guiaba... Incluso puede que con mucha suerte, el felino y su instinto si lo guiaran a la salida. De alguna manera inexplicable y sin palabras entendía a donde dirigirse con el animal y se sentía bien con eso.
Unos momentos después, al llegar a la entrada del pasillo de donde salía, tuvo que cubrirse los ojos pues la luz era tanta que lo encegueció un instante. Al lograr enfocar no pudo creer lo que había ante él.
Un cielo azul despejado con un sol brillante y alguna que otra nube blanca. Varias aves de colores surcaban el cielo sin formación, al parecer solo se divertían y silbaban. Frente a él, una extensión de hierba verde, flores y árboles; algunos más altos que la fábrica Maxon. Otros cuantos un poco más bajos aunque igualmente majestuosos, arbustos aquí y allá por donde correteaban ardillas, conejos, corderos y ciervos. Era un sueño o alguna alucinación. Miró a la pantera quien lo veía de alguna manera divertida para después seguir su camino hacia el frente. Ninguno de los animales se asustaba por el depredador ni por el niño. Todo parecía estar en paz.
Más adelante otra maravilla había ante él, una mansión mucho más grande de las que había visto en la zona residencial. Todo en blanco marfil y acabados en oro pues brillaba como tal. Plantas, cascadas, múltiples ventanales y balcones la realzaban, y le daban un aspecto espectacular. Russ no cabía en su asombro. La pantera subió unos amplios peldaños laterales con naturalidad y el chico al seguirla tuvo miedo de ensuciar aquel lugar después de haber estado con las ratas en las aguas negras pero al observar sus pies notó algo de lo que no se había dado cuenta. No traía zapatos.
Sin embargo, su pantaloncillo color café estaba limpio, la playera azul que siempre traía llena de manchas también lo estaba y ambos no se encontraban rasgados, gastados o rotos como siempre, era extraño.
El animal cruzó la puerta que se encontraba abierta y el chico lo siguió sin poder salir de la maravilla que estaba viviendo. La pantera sin previo aviso saltó hacia una esquina en la que había muchos cojines de diversos tamaños y colores en telas que lucían sumamente delicadas Todo dentro de un espacio circular rodeado de telas transparentes que caían en cascada desde un punto en el alto techo. Alrededor de ésto había estantes de piedra blanca, altos como las paredes, llenos de libros. En otra esquina de aquel amplio salón, un piano de cola blanco sobre el que descansaban algunas fotografías, cada una en un marco distinto, de diseños diversos pero que se lograban ver muy caros.
Cerca de un ventanal, que daba al lugar del cual venían y desde el que entraba toda la luz, se hallaba un caballete con un lienzo en blanco, varios botes de pintura y pinceles de diferentes tamaños y grosores, trapos manchados de colores y algunos materiales que el niño no supo identificar. Al centro del lugar una mesa circular con dos sillas. En ésta un contenedor de vidrio con textura y muchas frutas en él. Un plato con humeante sopa, panes en una canastilla, zumo de naranja y algo que no supo identificar que era en un plato más allá. Un trozo triangular, esponjoso y cubierto de algo que parecía pegajoso pero delicioso, todo en color negro y algunos matices café. Olía todo tan exquisito que Russ no pudo controlar el ruido que empezó a emitir su estómago.
Un poco sonrojado miró a la pantera que descansaba al otro lado en los cojines y ésta solo inclinó su cabeza, lo que Russ interpretó como un asentimiento y siguió con la tarea de lamer su pelaje mientras el pelinegro se acercaba a la mesa con cierta precaución.
Al parecer todo era un sueño, no habría problema si se comía aquellos manjares ¿cierto? si algo salía mal, siempre podría despertar ¿no?
Al primer sorbo de aquella sopa. Una lágrima resbaló por su mejilla, ese sabor tan característico. Podría diferenciarlo entre miles de comidas. Era igual a la que hacía su abuelita... o más bien la que creyó su abuela. El hambre no lo dejó sumirse en sus negros pensamientos por más tiempo y siguió disfrutando de la comida hasta que se sació. Una pera fue su elección y antes de morderla una voz lo interrumpió.
-¿Por que no pruebas el pastel?
Una mujer de cabellos negros como la noche sin luna, largos, lacios y brillosos como el sol sobre el rocío estaba frente a él. Debía ser la dueña de aquel lugar y Russ se cohibió al darse cuenta de que estaría molesta por haber tomado su comida. Pero la mujer, que se veía joven y muy hermosa, solo sonrió con ternura y diversión. Por ello el niño se relajó.
-No te sientas mal chico. Todo esto lo preparé para ti, te estaba esperando.
-¿A mi?
-Si, toma- acercándole el pastel.
-¿Que es?- preguntó el pelinegro pero con la curiosidad de preguntarle quien era ella, aunque se calló para no ser grosero.
-Es chocolate pequeño Russ. Y yo... yo soy Erah.
***************************************************************************************Maw!!!!! Ya apareció otro personaje y un lugar muy extraño...¿Que tal eh?
Les gustó el capitulo? Quieren más?
(La multitud grita a coro: Siii)XD.... ok, no.
Bien chicos como siempre no se olviden de dejarme sus comentarios que me inspiran y motivan siempre, sus lindos votitos y de recomendarla para que más personas la conozcan. Los quiero y les dejo un super mega hiper empalagoso abrazo de oso!! maw!
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