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━━━Capítulo Dos | Tahoe

Agudizó su oído al escuchar pasos rápidos acercándose a la sala de reuniones de la corte. Sonrió levemente y alzó la mano para detener las palabras del Gran Maestre.

La puerta se abrió y un omega de cabellos celestes entró portando una sonrisa apenada.

—Buen día, perdón por interrumpir—dijo algo avergonzado, y sujetando sus ropajes con una mano caminó mientras llevaba una bandeja en la otra, para acercarse rápidamente al rey—. No desayuno, mi rey, así que le traje la comida—habló Enosi dejando la bandeja en una esquina del escritorio de JungKook que sonrió para acariciar el cabello del omega.

—Lo lamento, no tuve tiempo.

Los miembros de la corte sonrieron enternecidos, el Rey Consorte era adorable y siempre velaba por el bienestar del rey, que se mostraba en calma cada que el Zhou estaba presente.

—Es momento de que me retire, tengo clases—habló haciendo una leve reverencia ante el Jeon para girarse y mirar a los miembros de la corte—. Perdón otra vez por interrumpir.

—No se preocupe, Rey Consorte, es libre de entrar a las reuniones cuando deseé.

—Muchas gracias, Gran Maestre, pero no quisiera abusar de ese derecho—y sonrió antes de salir de la sala de reuniones, dejando el leve aroma de durazno que tenían sus feromonas.

JungKook sonrió mirando la puerta durante al menos dos minutos, antes de mirar al Gran Maestre.

—Puede continuar.

—Su Majestad, mientras los demás hablamos, usted debería comer, o el Rey Consorte no estará feliz—y el Jeon asintió sonriendo.

—Ya llegué—avisó el omega Zhou entrando a la biblioteca, lugar donde su profesor de economía se encontraba.

—Me alegra que llegue el rey Consorte—habló el erudito señalando el escritorio para que el omega pudiera tomar asiento. Al hacerlo tomó su pluma para mancharla de tinta y mirar el pergamino que el erudito le daba.

—Puede comenzar desarrollando estos problemas. Tómese el tiempo necesario, no hay prisa.

—Está bien.

El omega empezó a desarrollar cada problema. Comparaba con los libros que estaban en el escritorio.

Alrededor de una hora después apartó la pluma y sonrió.

—Terminé—exclamó un sonriente Enosi dejando su pluma a un lado.

El erudito tomó el pergamino, y empezó a revisar cada problema de forma detallada. El omega era muy estudioso. Enosi daba cada día lo mejor de sí mismo, para poder demostrar que era un buen estudiante, y de esa forma que no le quitaran sus clases. Amaba aprender.

—Está muy bien todo rey consorte, usted es muy hábil para tener 14 años—felicitó el erudito provocando una sonrisa en el omeguita.

Dos años tenía ya viviendo en Etare y todo iba de maravilla. Todos le apoyaban, a pesar de que era un omega. El pueblo le apreciaba, y JungKook siempre le consentía, haciéndolo sentir especial. El rey le había permitido tener tutores de diferentes materias, algunas que solamente se le permitían a los alfas de alcurnia. Enosi estaba contento de vivir en Etare.

—Rey Consorte, le traigo la merienda—anunció la doncella Wendy entrando a la biblioteca, acompañada de dos criadas, una de ellas siendo una niña de alrededor de 15 años.

—Gracias—dijo antes de fijar su vista en la niña—. ¿Qué tienes ahí, Rioyi?—preguntó al notar un animal en brazos de la beta.

—Es un gato, rey consorte—y le mostró al felino. Los ojos de Enosi brillaron, jamás había visto un gato antes, ya que en Alok no existían.

—Que bonito—acercó su manito y acarició la cabeza del felino—. Es tan lindo.

—¿Le gusta?—preguntó Wendy a lo que el chiquillo asintió—. Son animales muy buenos como acompañantes. Dice que protegen a los dueños de las fuerzas del mal.

—Interesante—comentó mientras seguía acariciando al animal—. Me gustaría tener uno.

—Podría decirle al rey, él estaría encantado de regalarle una mascota para que le acompañe.

—Le diré—exclamó feliz levantándose para apresurarse, y a pequeños pasos ir hacía la salida, pero se detuvo y giró a ver a Wendy algo apenado—. Perdón, no recordé que JungKook está en una reunión—sus labios se convirtieron en un puchero y se volvió a sentar en la silla—. Esa reunión demora mucho, si sigue no podremos ir a pasear.

—No se preocupe, rey consorte, el rey JungKook saldrá brevemente, eso esperamos y podrán ir a dar su paseo vespertino. El rey jamás permitiría faltar a ese paseo.

—Muy cierto—concordó, para tomar uno de los cubiertos, y empezar a comer la merienda bajo la atenta mirada de las sirvientas y el erudito.

—Cuando termine su merienda, ¿desea hacer otra actividad?—una negativa—. Entonces cuando termine le llevaremos al palacio interior para que descanse y espere a Su Majestad.

—Está bien—suguió comiendo de la fruta picada hasta que terminó, y miró a su profesor que había dejado un libro en el escritorio.

—La única tarea que le dejaré es que lea de la página 107 a la 435 para la siguiente clase, ¿está de acuerdo?—un asentimiento—. Si no comprende algo mande a llamarme inmediatamente.

—Sí erudito Kim—y el hombre beta hizo una reverencia para retirarse. El omega miró a Wendy—. Ya mi apetito está saciado, ¿puedo retirarme ya?

La mujer inspeccionó que tanto había comido el chiquillo, y al ver qué era una buena cantidad asintió, permitiendo que el niño se levantara.

Cómo todos los días, pronto fue escoltado por Wendy y Rioyi, —ya que la otra sirvienta llevó a la cocina los restos de la merienda del omega— para ir al palacio interior.

El largo pasillo hasta el centro del palacio, era algo que siempre captaba la atención de Enosi debido a los vitrales. Cada parte del lugar era excepcional.

El palacio de Etare tenía forma hexagonal, elevándose en grandes estructuras adornadas con los más espectaculares tallados en las paredes, torres con puntas que podían rozar las nubes bajas. Estatuas de oro se alzaban en cada esquina custodiando los secretos del pasado, y vigilando las acciones de los descendientes futuros de la monarquía Jeon. Sumándole a eso que en el interior del palacio fluía un río que entraba desde el área este y encontraba su libertad por el edificio oeste.

No obstante lo que todos conocían, pero en el que nadie más que ciertos sirvientes podían entrar era al palacio interior, una confección de las más soberbias y esplendorosas. Estaba completamente confeccionado de mármol blanco, con vitrales que tenían los colores del más brillante arcoíris. En el centro del palacio interior, un curioso invernadero se encontraba, se accedía a este gracias a uno de los dos puentes que lo conectaban con la demás estructura del lugar; puentes necesarios debido a que el río rodeaba todo el invernadero, causando que las paredes de cristal junto al techo confeccionados del mismo material, brillen ante el reflejo del agua. Era lo suficientemente grande para albergar a por lo menos 60 personas, pero nadie que no fuera el rey o el consorte podían entrar sin contar con el permiso de los antes mencionados. 

En las noches la luz de la luna le brindaba un aspecto encantado, incluyendo también las flores seleccionadas específicamente para ese lugar.

—¿No desea que me quedé?—preguntó Wendy desde la puerta del palacio interior.

Enosi tomó el libro de los brazos de la doncella y negó con una sonrisa.

—Estoy bien, leeré la tarea que me dejó el erudito Kim, y luego veré que hacer. Sí necesito algo le llamaré—exclamó tranquilo.

Wendy asintió e hizo una reverencia para cerrar las puertas, dejando a Enosi totalmente solo.

El chico tomó asiento en uno de los sofá, para abrir el libro y empezar su lectura.

Una caricia en su cabello le hizo abrir los ojos. Pestañeó repetidamente hasta que despertó por completo. Giró la cabeza y se encontró con la sonrisa de JungKook.

—¿Kookie?—inquirió con voz algo adormilada, antes de frotar su ojo derecho—. ¿Qué hora es?

—Ya es de noche—exclamó el alfa ayudando al niño a incorporarse. Ambos se sentaron en el sofá y el omega apoyó su cabeza en el hombro del alfa.

—Demoró mucho la reunión con la corte—exclamó con una mueca leve.

—Sí, y lamento no poder ir a dar nuestro paseo vespertino—comentó el alfa tomando la mano del de hebras celestes—. Por tal razón te tengo un regalo.

—¿Un regalo?—un asentimiento del chico de 16 años.

—Ven.

Ambos se levantaron del sofá y JungKook guío a Enosi hacía el invernadero. El Jeon abrió la puerta de cristal y Enosi entró confundido y mirando a su esposo sin comprender.

—No veo nada, Kookie—refunfuñó el omega mirando a todos lados. El alfa se puso a su lado con una sonrisa—. Me engañaste

—Estás en un error, mi pequeño—comentó con una sonrisa, antes de silbar.

El golpeteo de patas contra el piso del invernadero llamaron la atención del omega, que se apartó para fijar su vista hacia donde provenía el sonido. Pronto observó un felino ante él y sonrió asombrado.

—Ese es tu regalo.

Y ante eso Enosi observó los rasgos del gatito frente a él. Quizás cuatro veces más grande que el felino que tenía Rioyi en brazos hace unas horas. Tenía orejas altas y esponjosas, recubiertas de mechones de pelaje oscuro y puntiagudo, era de un tono ámbar también oscuro y con manchas negras por su pelaje. Una cola corta se movía; las iris azafranes con un extraño delineado natural en tono negro enmarcando sus ojos, maravillaron al chico.

El omega extendió su mano y acarició la cabeza del animal, los bigotes suaves provocaron cosquillas en la mano del niño. Enosi se inclinó para ver mejor al felino, y entonces la lengua áspera y rosada lamió su mejilla. El Zhou quedó fascinado ante esa acción.

—Que lindo—chilló feliz para abrazar al animal contra su pecho—. Lo amo, es tan bonito. Que lindo gatito.

—Mi pequeño omega, ese no es un gatito, es un lince, el animal insignia de nuestra monarquía—y Enosi lo miró asombrado—. Los linces son fieras que no obedecen, fuertes, seguros, protectores, cuando no esté para cuidar de tí, este lince lo hará. Su nombre es Tahoe, y estará siempre contigo, ¿comprendes, Enosi?

—Sí—respondió acariciando el pelaje del animal, con una sonrisa en sus labios.

JungKook tomó asiento en uno de los sofás disponibles en el invernadero, para observar cómo Enosi se sentaba sobre los talones de sus pies, para jugar con Tahoe.

Enosi era algo inesperado, cuando sus padres fueron reclamados por la muerte, y él fue coronado como rey con solo 14 años sabía que sería comprometido, no esperaba conocer a un niño tan tierno y adorable como Zhou Enosi. Ese omega de cabellos celestes que llenó de felicidad al castillo los últimos dos años.

Felicidad, Enosi era el significado de felicidad.

Cerró sus ojos encontrándose en completa tranquilidad, mientras su mentón se apoyaba en su puño cerrado.

Duró minutos así hasta que volvió a abrir los ojos encontrándose con Enosi sentado frente a él con Tahoe en sus brazos.

—Kookie, muchas feromonas—comentó Enosi algo aturdido, provocando que el alfa se enderezar—. ¿Kookie?

—Pequeño, sal de aquí—ordenó apresurado al notar cómo su cuerpo comenzaba a calentarse.

—Pero…

—¡Sal de aquí y busca a Wendy!—ordenó más fuerte asustando levemente al chiquillo, que abrazó a Tahoe contra su pecho.

Enosi torpemente se levantó, para a pasos apresurados salir del invernadero. JungKook se levantó para caminar por el pasillo a pasos atropellados.

Salió del palacio interior apoyándose en las paredes.

—¡Su Majestad!—la exclamación de la doncella Wendy caló en su mente. Trató de abrir bien los ojos y se encontró al gran maestre aproximándose a él para sujetarle.

—Está en celo—dijo el hombre antes de mirar tras de él. JungKook brevemente siguió su mirada encontrándose a Enosi preocupado y con lágrimas manchando su carita, Tahoe seguía en sus brazos.

—Rey consorte, venga por aquí—dijo una de las doncellas, a lo que Enosi negó.

—Jungkook se ve muy mal—comentó preocupado, notando como a su alfa se lo llevaban entre el gran maestre y un soldado.

—Rey consorte por favor, acompáñeme, el rey Jeon está en celo, algo que durará todo el día, así que será mejor que nos acompañe—miró al alfa, y luego asintió sosteniendo a su lince en brazos.

Estaba preocupado, muy preocupado.

Mientras la doncella le acompañaba a una habitación, un olor fuerte llenó sus fosas nasales, cosa que le hizo girar, pero solamente notó la espalda de un joven pasando cerca de él.

De un alfa.

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por fis.

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