Epílogo
El los años siguientes a mi unión con Jaime fue un período bueno y bastante tranquilo. Sin embargo, en retrospectiva veía como cada experiencia, cada momento de duda y cada desilusión me habían llevado a un punto donde había cierta estabilidad emocional.
Después de la publicación de mi libro, ,«Encrucijada», recibí un montón de mensajes de apoyo de personas de todo Estados unidos. Mi historia había tocado el corazón de muchos, dándoles esperanza.
A través de sus mensajes, descubrí que mi experiencia no era única; muchas personas habían enfrentado traiciones similares en la web y habían emergido. Mi libro se convirtió en una llamita de esperanza, y yo, en una voz para aquellos que buscaban redención y sanación mental.
Viajé a las ferias de libros por algunos estados del país, compartiendo mi historia y conectando con personas que notaban banderas rojas en sus relaciones a la distancia.
Por otro lado Lavanda, mi hija, se mostró increíblemente orgullosa de mí y ella encontró su propio camino hacia la felicidad con su novio, el comisario Albert.
Después de años de dedicación en la policía, decidió estudiar psicología.
Por otro lado, Dolores, mi sobrina, también encontró un nuevo rumbo. Su experiencia en Argentina con Kyd le enseñó a ser fuerte. Ella decidió mudarse a otra casa independiente, al convertirse en coucher en la fábrica de chacinados, ayudando a otros empleados nuevos a navegar el complejo sistema que tiene la empresa. Su trabajo fue un éxito y pronto se convirtió en una figura clave en su campo, respetada por su dedicación y empatía.
En cuanto a Kyd, después de nuestra última interacción, su presencia en mi vida disminuyó considerablemente. A través de la lectura de mi libro y nuestras últimas comunicaciones, parece que él también encontró una forma de seguir adelante. Aunque nunca supe los detalles exactos de su vida después de lo nuestro. Yo confié en que había aprendido de sus errores.
Mi relación con Jaime me favoreció de maneras que nunca imaginé. Juntos, construimos una relación basada en el respeto mutuo. Nos apoyábamos en cada proyecto, también celebrábamos cada logro y enfrentábamos cada desafío con muchas ganas. Su amor por mí nunca flaqueó, y su paciencia me hizo comprender muchas cosas que antes no entendía.
En casa hacíamos pequeñas cosas: compramos un perrito caniche llamado Max, comenzamos con jardinería del patio trasero, hicimos cenas familiares con Lavanda y su prometido, y largas caminatas al atardecer para mantener mi cuerpo activo y lejos de la vejez.
A pesar de todo, mi pasado con Kyd nunca desapareció por completo. De vez en cuando, algún recuerdo o una mención casual de su nombre en una conversación me hacía revivir brevemente esos momentos de dolor. Sin embargo, en lugar de sentirme atrapada por esos recuerdos tontos, aprendí a verlos como capítulos de mi vida que me habían llevado a donde estaba ahora.
Con el paso del tiempo, mi compromiso con la escritura, se convirtió en una carrera. Mi segundo libro, «Renacer como ave fénix», fue como si fuese un viaje emocional. Este libro fortaleció aún más mi conexión con mis lectores más ávidos.
Con todo esto me sentí tremendamente optimista y llena de propósito. Había encontrado mi voz interior y mi camino, y estaba decidida a seguir intentando ayudar a dar luz a todos los que piensen que los romances por internet son falsos.
Finalmente, comprendí que la verdadera felicidad no reside en evitar el dolor, sino en aprender a olvidar y encontrar una luz en las experiencias que nos tiraron la moral al piso. Acepté mi pasado con todas sus complejidades y les recordé a todos que la mística que encierran las relaciones a las distancia pueden ser puro humo.
Así, cerré el capítulo final de mi historia con una mente abierta y una autoestima elevada. Ya había encontrado el amor verdadero. Y así supe cómo es vivir la vida.
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