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ღ Capítulo 19 ღ

Estoy llorando a gritos, me estoy rompiendo, le temo a todo. Dime que hay esperanza para mí. ¿Hay alguien por ahí escuchando? ¿Puedes oír cuando te llamo? ¿Vienes por mí ahora? He estado esperando que vengas a rescatarme.
—I'm in here; Sia

Apenas un vistazo de lo que era una hermosa luna menguante estaba colándose en medio de las enormes nubes grisáceas que cubrían el cielo de manera sublime y melancólica esa noche. Cuando parecía que el invierno comenzaba a despedirse un poco antes de tiempo, regresaban las bajas temperaturas con incluso más potencia. La lluvia que se avecinaba no podía negarse, la cuestión es que podría desatarse en cualquier momento y él no estaba dispuesto a abandonar ese lugar todavía.

Taehyung suspiró, le hubiese gustado abrigarse mejor antes de salir, pero en aquel momento el clima le había engañado haciéndole creer que el resto del día se mantendría cálido y, ahora, con solo esa camisa manga larga de tela fina cubriendo sus brazos, el frío estaba haciéndole fantasear con el calor de sus almohadas y frazadas.

No era como que no supiera que su cerebro podría estarle jugando en contra, haciéndole encontrar demasiados motivos para irse y abandonar su ya tomada decisión, pero tampoco era como que no supiera que era demasiado estúpido aferrarse a esa idea para no ver la realidad y no terminar de mandar su autoconfianza al carajo.

No, no iba a permitir que sus experiencias previas le impidieran avanzar, ya no más. Ese sería el día, estaba decidido. Sin embargo, ¿qué podría hacer si no llegaba? ¿Acaso algo de lo que había planeado tendría sentido si estaba solo?

Se levantó para estirar las piernas y buscar un poco de calor con el movimiento físico. El parque estaba lo suficiente frecuentado como para que no se mirara despejado, aunque sin que pareciera abarrotado de personas. La concurrencia era justa, pero todavía faltaba él.

Dio media vuelta sobre sí mismo para apreciar la imponente torre de Busan elevándose por encima de las cabezas de todos quienes paseaban por ahí, un espectáculo que ya había apreciado en varias ocasiones y que había esperado que en esa fuera diferente. Bueno, sí lo era, pero no precisamente como habría deseado.

—¿Taehyung hyung?

El aludido se volvió como si acabaran de decirle que se ganó la lotería, aunque la expresión de su rostro cambió sin disimulo cuando se topó de frente con una persona diferente a la esperada, el muchacho rubio hizo una mueca.

—Uy, decepción al máximo exponente. —Kim liberó una risa suave, negando con la cabeza ante el semblante divertido del contrario.

—Lo siento, ¿qué haces aquí? —preguntó, por un momento temiendo el estar viviendo uno de esos rechazos que se dan por medio de alguien más.

—Oh, voy a verme con San-ah, pero llegué unos siete minutos antes y él es muy puntual. Me atreveré a adivinar que tú estás esperando a Jungkook.

—Sí —musitó apenas, llevando la vista al frente.

—¿Llegaste temprano también? —dudó, notando que guardaba las manos en los bolsillos, seguro intentando mantenerlas en calor. Le invadió una punzada de pena al ver lo poco abrigado que estaba y que solo se encogía de hombros como respuesta—. ¿Cuánto tiempo llevas esperándole? ¿Una hora?

—Más de dos —respondió, evidentemente cohibido. Wooyoung suspiró, un suspiro que decía que ya entendía lo que pasaba.

—¿Le llamaste?

—Claro, pero no atiende. Ayer acordamos que nos encontraríamos aquí, no quiso que le recogiera en la academia, dijo que podía llegar sin problema. ¿Crees que pudo pasarle algo?

—No... Hyung, Jungkook no va a venir.

—¿No? —murmuró, como si incluso luego de ese tiempo todavía conservara las esperanzas intactas. El menor maltrató su propio labio inferior con brusquedad, odiando lo que su amigo y hasta él mismo estaban haciéndole a ese hombre.

—Lo sé porque... sabía que esto pasaría en algún momento. —Sintió que Taehyung le observaba, pero sus ojos le evadieron de inmediato, ¿cómo podría mirarle a la cara ahora?

—¿Qué significa?

—Hay muchas cosas que no sabes, pero es que ninguna de ellas me corresponde a mí decírtelas.

—Espero que sepas que no estoy entendiendo nada.

—Ya, lo sé. Seguro me odiará por esto, tal vez me odie yo también... —masculló, pensativo, con la vista clavada en sus zapatos mientras fruncía el ceño—. Le conozco desde que entró becado a la preparatoria, en primer año, nos hicimos amigos muy rápido porque a mí me gusta hablar mucho y prácticamente le obligaba a ponerme atención, él solía decirme que soy un confianzudo.

Sonrió con gracia, gesto que en realidad duró poco, y el pelirrojo se giró por completo hacia él para estudiar bien las expresiones que le mostraban su perfil, un poco extrañado por aquel mar de palabras repentino.

—Jungkook es muy guapo, ya sabes, tiene ese hálito que le hace tan atrayente, con cuerpo de hombre pero cara de bebé. Tenía a hombres y mujeres suspirando por él por más que solo era un adolescente —continuó, Taehyung tuvo que hacer el esfuerzo por no distraerse en sus recuerdos con el azabache y concentrarse en lo que el muchacho le estaba contando—. Nosotros solíamos hacer apuestas, quién conseguía hablarle a alguien primero, quién obtenía más números telefónicos en menos tiempo, ese tipo de cosas.

Wooyoung escondió las manos en los bolsillos de su cazadora y avanzó un par de pasos, manteniendo la vista clavada en el suelo bajo sus pies, todo bajo el atento escudriño de su acompañante.

—Así conocí a San, me enamoré y dejé esos tontos juegos de críos, estuvimos un año saliendo y ya llevamos otros tres juntos. Pero Jungkook... él nunca pudo gustar de alguien —dijo, pateando algunas piedritas para soltar la tensión—, solo siguió viéndose con diferentes personas, sin entrometerse más de lo necesario con ninguna de ellas.

Titubeó algunos segundos más antes de volverse hacia el mayor y decirle todo lo que ya no podía contener. Lamentablemente no era tan fuerte como su amigo, pero por fortuna era mucho menos orgulloso y sabía aceptar cuando necesitaba ayuda.

—Jungkook fue abandonado cuando era tan solo un bebé —formuló, clavando por fin sus ojos en los oscuros del contrario—, no ha sentido demasiado lo que es el amor, ni siquiera lo tuvo de sus padres, que se supone deberían ser los primeros en el mundo en amarte. Él siempre ha estado solo y por eso cree que está bien así, porque no conoce algo mejor.

El pelirrojo le regresó la mirada con la misma profundidad y con la misma falta de firmeza, como dos pilares que podrían derrumbarse con un soplido o venirse abajo al más mínimo toque. Que su menor acarreaba una vida solitaria ya lo había notado, pero, aunque había tenido que morderse la lengua muchas veces para no preguntarle, no esperaba que cargara con un peso como ese. El azabache nunca se miraba mal, y pensar que ocultaba sus verdaderos sentimientos le hacía sentirse terrible.

—En donde le cuidaban eran muy rudos con él, solían decirle que era un mantenido bueno para nada, que no llegaría lejos, que no tenía talento, que no tenía futuro. He intentado hacerle entender que es un chico increíble, que es talentoso, que tiene un corazón inmenso, pero él era muy pequeño, escuchó todo lo opuesto a eso primero.

Se pasó una mano por el cabello para correrlo hacia atrás, notando que sus palmas estaban sudando, por lo que las frotó en los costados de su pantalón, llenando sus pulmones con una gran bocanada de aire.

—Ahí le rechazaron, sus padres le rechazaron y él cree que seguirán rechazándole, por eso se esfuerza en ser quien rechaza primero, es su forma de protegerse. Y sé que puede parecer cobarde —añadió—, pero estoy convencido de que es algo jodidamente valiente, él ha soportado mucho... Yo le admiro.

—No tenía idea —fue todo lo que consiguió decir, en un débil susurro que el rubio pudo escuchar bien—, nunca mencionó nada de eso.

—Somos muy pocos los que lo sabemos —confirmó—. Una de esas pocas personas le pidió hacer algo, algo que no está bien. —Abrió la boca para continuar y su labio inferior tembló, por lo que lo apresó entre sus dientes y parpadeó un par de veces para continuar, cuestionándose hasta dónde había llegado para decirle eso a él mientras le miraba a los ojos—. Quiero a Jungkook, es mi amigo y me duele lo que le duele a él. Esa persona dice quererle también, pero yo no lo creo, hyung, porque estoy seguro de que sabía que ese plan suyo le haría mierda y no le importó.

Taehyung le observó casi perplejo, era evidente que ese era un tema difícil para Wooyoung, era evidente que toda esa situación le superaba. Y lo hacía. Era de sus dos buenos amigos de quienes estaba hablando.

—Hay una razón por la que estás diciéndome esto —aseguró, leyendo en cada uno de sus gestos que había mucho más detrás de esas palabras, sabía que se lo estaba diciendo porque quería algo de él.

El menor asintió, dando un paso en su dirección como si lo que estuviera por revelarle fuera su condena, y tal vez lo era. El azabache seguramente querría atravesar su cabeza con una estaca si se enteraba de todo lo que le había dicho y estaba por decirle, pero por lo menos dejaría de sentirse tan impotente, tenía la certeza de que le ayudaría.

—Jungkook creció en un orfanato. Toda su vida ha estado perdido, creo que... el amor es lo único que puede salvarlo —soltó, percibiéndose un poco más libre con cada palabra, preguntándose cómo podía vivir él con todo eso dentro—, pero cerró esas puertas por completo, es a ti a quien ha dejado llegar más lejos. Estás haciendo polvo sus barreras y por eso ahora está huyendo.

Su mano viajó hasta el brazo contrario, en un ansioso agarre del que se valió para inclinarse más hacia su rostro. Quería que viera lo desesperado que estaba, quería que comprendiera que a quien Jungkook estaba haciéndole más daño era a sí mismo. Quería que Taehyung se quedara, que no se rindiera con su amigo, que no se alejara de él ni aunque descubriera lo que había aceptado hacer. Ya que no pudo desde su posición de colega, necesitaba que Kim le devolviera todos los motivos que le habían arrebatado a ese chico desde que no era más que un indefenso crío.

—Sálvalo, Kim Taehyung. Estoy convencido de que eres tú el que puede hacerlo. Solo, por favor, no le mires diferente ahora.

El aire se volvió denso una vez que las palabras terminaron, o quizá es que se les estaba dificultando respirar a ambos. Wooyoung no apartó la mirada, el pelirrojo seguía observándole con esa expresión perdida y ojos vacilantes, sintiéndose al borde. El de cabellos rubios reaccionó cuando alguien se aclaró la garganta, notando la presencia de su novio a pocos pasos de ellos.

Soltó al mayor y se apartó para recuperar y regresarle a él su espacio personal, ajustando su cazadora a la vez que suspiraba con fuerza, intentando recobrar la compostura.

—Hola, Sanie.

—Woo, ¿estás bien? —musitó, acercándose a los dos, advirtiendo que algo les tenía muy afectados—. Hola... —susurró en dirección a Taehyung, quien hizo el ademán de contestar, sin conseguir articular nada al principio, y sus vidriosos orbes marrones viajaron inquietos entre la pareja.

—Permiso —logró murmurar, antes de dar media vuelta y alejarse de ahí.

—¿Yo lo espanté? —Escuchó preguntar al castaño por lo bajo mientras caminaba, pero, vamos, no habría podido reír ni aunque quisiera.



En la dirección opuesta de la ciudad, la música alcanzaba un nivel que calaba en su cuerpo hasta erizarle la piel, pero sin dejar de ser lo suficiente prudente como para escuchar el sonido de sus zapatos contra las baldosas. Estar en alguna discoteca en un momento como ese, rodeado de personas que se lo devoraban con la mirada, ya jamás podría igualarse. Incluso se preguntaba cómo ese había sido un día su mejor plan.

Jungkook agradecía sobremanera que las paredes ahogaran el sonido en el exterior, de esa forma nadie le molestaba y todo lo que había u ocurría ahí dentro se mantendría ahí dentro, todo.

Tal vez por eso le gustaba tanto ese lugar. Cuando los demás se iban, bailar en ese salón se volvía todavía más apasionante, más privado, más sombrío.

No iba a negar que estaba a nada de desplomarse sobre el lustrado mármol, su cuerpo entero le exigía detenerse por ese día, que dejara de tratarse a sí mismo como si tuviera resistencia infinita. En definitiva no era así, él estaba cansado, exhausto, pero por alguna razón continuar en ese estado se sentía más que satisfactorio, como un voluntario y adictivo castigo.

Sus pies se toparon de forma brusca en lo que debió ser un cruce impecable, y trastabilló. Se había equivocado, otra vez. No paraba de hacerlo mal, era solo errores todo el tiempo.

Sus ojos viajaron hasta el enorme espejo que tenía enfrente, encontrándose con sus pupilas cansadas, con sus hombros abatidos, con toda su imagen lastimera. Se pasó una mano por el cabello para despejar su sudada frente, resoplando con frustración mientras los parlantes continuaban a tope, obligándole a seguir, como si le preguntaran por qué demonios había parado en primer lugar.

Retomó la coreografía en donde la dejó, logrando el cruce y girando sobre su cuerpo después, terminando en el mismo punto para ir a por el siguiente paso, a por el siguiente error. Su zapato golpeó con fuerza el suelo, no estaba resultando, ¿cómo podría hacer una audición si no podía con un simple baile?

Caminó hacia el espejo, apoyando ambas manos en él y observándose con desprecio desde muy cerca. Su pecho subía y bajaba violentamente, pero la presión que sentía en él era más intensa. Estaba mal, estaba tan mal que ya no sabía qué hacer, ya no sabía cómo aparentar lo contrario. Ya ni siquiera podía verse como alguna vez lo había hecho.

Ahí, con la piel mucho más pálida de lo normal, con esa ropa de chándal que poco a poco perdía el color que un día tuvo, con esas zapatillas desgastadas que no pudo cambiar; no entendía cómo es que en algún momento llegó a gustarse.

Pero no era por su imagen, no, era porque se conocía. Sabía que no merecía quererse. Si tan solo pudiera volver a escapar... Aquella vez había sido demasiado difícil, pero escapar de sí mismo era algo imposible.

Y, a pesar de todo, ¿por qué sentía eso? Era como si quisiera rendirse pero no debiera hacerlo. Como si una parte suya quisiera seguir hasta desgarrarse o hallar salvación, era como si tuviera motivos para quedarse, como si existiera una razón para no irse.

«—Le quieres, le jodidamente quieres como no puedes soportarlo».

—Mierda, mierda, mierda —susurró, ¿que Wooyoung no podía dejarle en paz ni siquiera cuando pensaba en morir? Y ahora Taehyung estaba ahí otra vez, como si acaso alguna vez se hubiese ido, como si fuera posible que desapareciera de sus pensamientos aunque sea por un segundo.

Nadie le había dicho, ella no le advirtió que eso podría pasar, no se suponía que su corazón por fin decidiría latir de forma diferente. Si esa posibilidad hubiese estado en el contrato jamás habría aceptado. Si fuese una mejor persona tampoco lo habría hecho.

No, nadie le hizo cambiar nunca, no tenía por qué ser diferente ahora, no lo permitiría. Porque ya sabía que si no era fuerte se rompería. Y tal vez ser un hijo de puta era lo único que le había mantenido con vida todo ese tiempo, no existía quien tuviera el derecho de juzgar eso.

—No cambies —musitó, observando sus oscurecidos ojos—, no cambies, no quieres cambiar, porque si lo haces te condenas —se espetó.

Pero cuando un hilo de color carmín brotó de su nariz hasta su labio superior, supo que quizá había llegado al límite. Se apartó del espejo de inmediato y llevó la mano a ese lugar para limpiarse, manchando sus dedos medio y anular. Regresó la mirada a su reflejo, notando que seguía sangrando, así que solo atinó a inclinar la cabeza para mirar el techo.

—Espera, no hagas eso. —Jungkook se giró hacia su derecha a toda prisa, quedándose estupefacto al ver a la persona que acababa de entrar al salón y que se acercaba rápido—. Jamás debes volver la cabeza hacia atrás, vamos al baño —le dijo, sosteniendo su brazo con preocupación para guiarle hasta ahí.

—¡No, déjame! —soltó, liberándose de su agarre con brusquedad porque el contacto con su piel le estaba perforando por dentro—. Puedo hacerlo solo.

Taehyung se quedó estático ante su dura mirada, el azabache apagó la música y le dio la espalda para dirigirse a la puerta que conducía a las duchas, así que optó por seguirle en silencio. Le observó mojarse el rostro y luego tomar una toalla de papel para presionar contra ambas narinas.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó, observándole a través del espejo que cubría la mitad de la pared sobre los lavamanos.

—Fui a tu apartamento, pero el portero dijo que no habías regresado desde la mañana. Esta fue mi siguiente opción —dijo, guardando las manos en los bolsillos traseros de su pantalón—. Deberías parar por hoy.

—Pararé cuando considere que ha sido suficiente.

—¿Y eso será cuando acabes en el suelo sin conseguir levantarte? —contraatacó—. Dime, ¿te ha pasado antes? —añadió, con un movimiento de cabeza en su dirección, el contrario se encogió de hombros.

—Solo es cansancio.

—Entonces descansa. —El menor clavó la mirada en el reflejo de sus ojos marrones, esos que conseguían que algo dentro suyo revoloteara sin permiso, y mantuvo un semblante tenso—. Jungkook, tu nariz no sangra solo porque estés algo cansado. Se llama sobreesforzarse, así que por favor ya detente.

—¿Y tú qué sabes?

—Trabajo con artistas, por supuesto que lo sé. ¿Crees que te lo diría si no estuviera seguro? Tienes un límite también, estás poniendo en juego tu salud si sigues excediéndolo como si nada.

—Tú quédate con tus artistas, que de mí no tienes ni puñetera idea. —El pelirrojo suspiró, comprendiendo que debía tomar las cosas con calma si no quería que su conversación terminara en gritos.

—Como sea, no vine a pelear, vine a llevarte a casa, así que prepárate. —Su acompañante negó, arrojando la toalla de papel a la basura, comprobando que la sangre había cesado.

—Ahora quiero estar solo.

—Pero-

—No estoy pidiendo demasiado —interrumpió, por fin volviéndose para mirarle de frente—. Quiero que te vayas ahora que no es tan tarde para ti.

—No lo entiendo.

—Hyung —le dijo, antes de que pudiera agregar algo más—, solo váyase.

Taehyung cerró la boca, tragándose cualquier palabra con la que pensaba refutarle. No sabía qué estaba pasando con él, Jungkook nunca le había hablado o tratado mal, pero estaba entendiendo perfectamente el mensaje que le daban sus ojos con tanta desesperación.

Retrocedió un par de pasos sin romper el contacto visual, antes de lograr convencer a su cuerpo para dar la vuelta y salir de ahí. El azabache exhaló con fuerza cuando se quedó solo, sintiendo que su corazón era estrujado sin piedad.

Corrió a asomarse al salón de baile y lo encontró vacío, se había ido, y haberle visto durante esos cortos minutos le dejó todavía más destrozado, como si solo hubiese sido un sueño, una ilusión causada por el deseo ferviente de tenerle a su lado todo el tiempo. Pero lo había echado a perder, se había ido por su culpa.

Alcanzó su mochila para regresar a las duchas, se quitó la ropa y se metió bajo la regadera, con el agua tibia cayendo sobre su cabeza mientras mantenía la vista en el suelo. Quería gritar del dolor que estaba sintiendo. Quería gritar porque en realidad no había querido que se fuera, porque no quería que él le dejara como solían hacer todos. Quería gritar porque estaba odiándose, estaba odiando la vida que tenía, odiaba alejar a todos a quienes quería cerca y odiaba quererlo a él.

Las lágrimas se mezclaron con el agua en el camino por su rostro hasta las baldosas. También odiaba llorar, siempre le dijeron que los hombres no lloraban, que era débil cada vez que lo hacía, y llegó a temer que las personas le dejaran por ser débil. Pero eso fue antes de decidir que tener o no gente a su lado no le importaba. Prefería estar solo porque nadie podía ayudarle a cargar con el dolor y cuando se iban solo quedaba más.

Apoyó la frente en la pared de azulejos, llorando en silencio, como hizo durante tantos años para que ellos no lo notaran y creyeran que por fin se había vuelto valiente, guardándose su sufrimiento para sí mismo, alimentándose de él, cuestionándose si es que acaso no era valiente soportar tanto.

Cerró la llave cuando hubo retirado por completo el sudor. No supo cuánto tiempo pasó ahí dentro, pero se vio obligado a salir cuando el calor del agua comenzó a batallar con el frío que llevaba en el interior, o cuando se cansó de dar pena a las paredes que no tenían la culpa de nada, tal vez una mezcla de ambas.

Se secó con su toalla y se vistió con unos vaqueros simples y una camiseta, sosteniendo la mochila de una de las asas para regresar al salón con pasos abatidos. Tal vez sí que ya había sido suficiente por ese día. Demasiado de sentirse como la mierda, necesitaba dormir para no pensar en nada hasta que volviera a despertar.

Sin embargo, su plan de posponer su autodesprecio se vio interrumpido cuando visualizó la figura de alguien en la pared opuesta, con el hombro apoyado en el espejo y los brazos cruzados.

—Estás aquí —susurró, percibiendo que sus ojos volvían a humedecerse. Él de verdad estaba ahí, no se había ido, no le había dejado.

Dejó caer la mochila cuando Taehyung se acercó a pasos rápidos, deteniéndose solo cuando sus cuerpos estuvieron juntos, envolviéndole en un apretado abrazo que hizo a Jungkook desarmar todas sus defensas. Cerró los ojos con fuerza, aferrándose a él, rompiéndose en pedazos entre sus brazos pero sintiéndose curado por su consuelo.

Estaba sintiéndose querido y dolía, que fuera ese hombre quien le ofrecía delicadas caricias lastimaba sin misericordia. Tenía tanto encima en ese momento, que su corazón era oprimido por un tormento al que no le hallaba comparación.

—Está bien, pequeño, lo estás haciendo bien. —Su llanto dejó de ser silencioso mientras sus dedos arrugaban la tela de la camisa de su acompañante, sus piernas flaquearon pero él le impidió caer, abrazándole firmemente, conteniéndole.

Esas palabras, Taehyung le había dicho las palabras que su alma se desvivía por escuchar, aquello era todo lo que había deseado siendo solo un niño y, no tan al fondo, sabía que siendo adulto también. Y se sentía bien, que él no le exigiera resistir, que sí viera que se esforzaba por continuar era liberador.

—E-estás helado —sollozó, palpando sus brazos por encima de la delgada tela, saliendo del refugio que había encontrado en su pecho para mirarle a los ojos—. Perdóname, yo no quería, no quería que te fueras.

El muchacho le dedicó una cálida sonrisa, pasando a rodear su cuerpo con una sola mano para limpiar con la otra sus mejillas, con un cariño y una delicadeza que por poco hace al menor largarse a llorar otra vez.

—Lo sé.

—Tampoco quería dejarte plantado allá —se precipitó—, quería verte, quería que tuviéramos nuestra cita, pero no pude ir, no pude hacerlo...

—No importa, estoy aquí ahora.

Los labios del azabache formaron un puchero culposo y el mayor revolvió sus cabellos con ternura, Jungkook se apresuró a alcanzar su mochila para sacar su sudadera y casi se la puso a la fuerza para que no se negara a aceptarla. Le acomodó bien el cuello, percibiendo su mirada fija en su rostro. Se sentía culpable, sabía que el exterior estaba frío y él le había dejado esperando, pero es que todo eso le había superado y no había podido contra la necesidad de huir.

—Quiero contarte algo —musitó, afirmando las manos en sus hombros, como si pretendiera asegurarse de que de verdad estaba ahí, como si quisiera impedir que se desvaneciera—. Quiero contarte todo.

El pelirrojo le miró con curiosidad y le esperó con paciencia, recordándole que le tenía ahí para escuchar todo lo que quisiera decirle. Se inclinó para besar su frente y el menor cerró los ojos, suspirando ante ese tierno contacto.

Entonces Jungkook volvió a abrazarle con fuerza, queriendo llenarse de su calor una última vez, en caso de que comenzara a pensar diferente de él después de ese momento.


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