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ღ Capítulo 15 ღ

El día de hoy es un regalo que no quiero, así que me pregunto, ¿soy el único en este mundo que desea esconderse del sol y correr?
—Zombie; DAY6

El largo pasillo se encontraba silencioso a esa hora, apenas iluminado por las farolas del exterior porque una unidad residencial de nivel medio como ese todavía no podía permitirse costear luces con sensor de movimiento en los corredores que aseguraran que sus inquilinos no iban a terminar tropezando con su propia sombra; por suerte, a él nunca le había pasado algo como eso. Las puertas del ascensor se abrieron tras el pitido de aviso de que había llegado a su piso y Jungkook desfiló hasta su correspondiente apartamento, maniobrando para digitar el código y abrirse paso al interior disponiendo de una sola mano.

Encendió la luz desde el interruptor a su izquierda, y volvió a cerrar a sus espaldas, observando con curiosidad el sobre que había terminado pisando. Ugh, el señor Han otra vez estaba tirándole la correspondencia debajo de la puerta, a ese viejo cascarrabias no le gustaba compartir el cajón de correos, aunque el azabache no tenía muchas oportunidades para molestarse por eso, casi nunca recibía cartas. La última había sido una amenaza porque se había atrasado tres días con el pago del arriendo.

Eso había sido frustrante. Ya que gastaba la mayor parte de su miserable sueldo en pagar la renta en una unidad residencial decente, le parecía una completa falta de respeto que le enviaran cartitas amenazándole por un retraso imprevisto.

Lo recogió y terminó valiéndose de sus dos manos para darle vuelta con la intensión de abrirlo, no tenía ningún sello o lo que fuera que le diera alguna pista acerca de su destinatario. Entonces una espesa gota de intenso color carmín salpicó la blancura del papel, recordándole el asuntillo. Inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, conteniendo un resoplido, y dejó el sobre de lado para encaminarse al baño a mitad del pasillo.

No consiguió alcanzar su objetivo, se detuvo como si le hubiesen arrojado un balde de agua helada al notar que había dejado la luz de su habitación encendida al salir de ahí temprano. Sintió que el mundo se le venía encima en ese momento, su cuerpo dolía por todo el agotamiento físico que cargaba, sus músculos estaban resentidos de tanto que les había exigido a lo largo de la semana, para colmo de todo la luz se había quedado encendida durante más de medio día y el recibo de los servicios le iba a llegar con una cifra altísima.

Jungkook solo percibió esa aglomeración de emociones y no pudo evitar el pálpito doloroso que llegó antes de las lágrimas. Se sentía cansado, marchito, como si todo se hubiese acumulado para explotar al mismo tiempo, la extenuación, el agobio de la soledad, la mala alimentación que llevaba, el exceso de café, la falta de sueño, el sentimiento de insuficiencia. La opresión en su pecho estaba torturándole y lo único que pudo hacer fue presionar el puño contra esa zona, queriendo que se detuviera, queriendo que dejara de doler. Se estaba sobreesforzando y los resultados no eran lo que él quería, ya no podía soportarlo.

Su rostro se apreciaba pálido, las lágrimas se escurrían de sus ojos mientras la sangre seguía brotando de su nariz, haciendo de él una imagen seguramente lamentable para quienquiera que le mirase. Se dejó caer en el suelo, su espalda se deslizó por la pared hasta que pudo abrazar sus propias rodillas y refugiarse en sus temblorosos brazos, su cuerpo abatido ni siquiera tenía fuerzas para permitirle apagar la luz y que los ceros no siguieran aumentando. 

Estaba perdido, a la intemperie, sentía que nada de lo que hacía o lo mucho que lo intentaba traía algún resultado favorable. Namjoon tenía razón, la vida que había conseguido no le gustaba, no era suficiente para desprenderse de todo lo que le había pasado y que dejara de perseguirle, seguía sintiéndose un maldito inútil y un bueno para nada. No había podido seguir adelante solo y ahora estaba sumido en un miserable llanto, en un apartamento donde solo se escuchaban sus sollozos lastimeros.

Y, aun así, aun sabiendo todo eso, cada día parecía empeñarse en destrozarse un poquito más, en hacer de sí mismo algo todavía más despreciable. Wooyoung también tenía razón, ¿en qué se estaba convirtiendo? ¿Qué clase de persona estaba haciendo de él el dolor?

Incluso Jackson tenía razón, el que había sido su compañero de preparatoria no había dicho mentiras, él solo era un cabrón hijo de perra al que no le interesaba dar falsas ilusiones, ni siquiera había podido comprometerse consigo mismo, hacerse bien. Yeri... Yeri también tenía razón cuando le había dicho que no era tan fuerte como pensaba, no, él era débil, patético. Incluso le había pedido ese favor porque sabía que era un imbécil capaz de hacer mierda a las personas más buenas, solo porque él no podía ser tan bueno como ellas.

Quería culpar a Orione, quería culpar a las personas que le habían traído a un mundo tan vil a sufrir sin enseñarle primero cómo ser fuerte, pero buscar culpables no haría que se odiara menos.

El sonido del teléfono de pared ubicado en la cocina, al que solo se comunicaba el portero, interrumpió su hora destinada a deprimirse. El incesante timbrecito hizo que su cabeza doliera hasta que quiso golpearla contra la puerta, pero, en vez de eso, se levantó con la idea de tirar del aparato hasta arrancarlo de la pared y lanzarlo a la basura.

Bueno, eso iba a salirle caro después, quizá debería reconsiderar aquella ocurrencia.

—¿Qué? —preguntó de mala gana, luego de llevarse el auricular al oído, y escuchó al hombre carraspear incómodo del otro lado de la línea.

—Umh, disculpe, el señor Kim Taehyung está en portería, ¿le do-

—¿Qué ha dicho? —interrumpió, incrédulo, creyendo que tal vez había escuchado mal. Eran pasadas las diez de la noche de un miércoles, que aquel chico estuviese ahí sin un mensaje de aviso anticipado le resultaba poco razonable.

—El señor Kim Taehyung pregunta por usted y necesita cupo para parqueo, ¿le doy acceso?

—Huh... Claro, sí, mi... mi espacio en el estacionamiento está libre —le dijo, conmocionado.

—Entendido, hasta luego. —El azabache colgó el teléfono y se tomó unos segundos para terminar de procesar la situación. Al siguiente instante ya estaba corriendo hacia el baño, mascullando algunos cuantos improperios y lanzando grandes cantidades de agua sobre su rostro para retirar las lágrimas, la sangre y cualquier rastro de sudor, agradeciendo su costumbre de ducharse en la academia cada día antes de salir.

Se aseguró de que su nariz ya no sangraba y de que se veía más o menos presentable. La adrenalina del momento fue suficiente para recomponerse. No quería ser un completo desastre frente a Kim, por lo que se dignó a apagar las luces que no necesitaba y salir al encuentro del pelirrojo. Bien, él normalmente habría mandado a la mierda a cualquier persona que se dignara a molestarle en sus intocables horas de autodesprecio, sin embargo, ahí estaba, bajando las escaleras a toda prisa porque no tenía la paciencia para esperar el ascensor.

Sus piernas dolían en demasía con cada escalón, los músculos de sus brazos, hombros y espalda también se quejaban ante el más mínimo movimiento, su condición física no era la mejor en ese momento, pero no había razón para que nadie diferente a él mismo lo supiera o lo notara.

Tomó la salida que cruzaba el estacionamiento, siendo recibido por la frescura de la noche que le hizo sentir un poco entumecido, y reconoció su Renault negro terminando de acomodarse de frente en el espacio marcado con el número de su apartamento. Se acercó, exhalando una sonrisa burlesca porque justo al lado estaba aquel letrero donde se pedía estacionarse en reversa, y se cruzó de brazos hasta que las luces del coche fueron apagadas.

Pero Taehyung no salió del vehículo y el ceño del azabache se frunció ante la quietud por parte de su visitante. El cristal subido de las ventanas no le permitía ver el interior por lo que no sabía qué era lo que estaba pasando dentro.

¿Y si en realidad no era el pelirrojo? ¿Y si le habían robado el coche y otra persona se había metido a su hogar haciéndose pasar por él? No, eso no tenía mucho sentido. Pero ¿por qué no salía? ¿Y si le estaban violando ahí dentro? Oh, no, él no podía permitir que alguien más tocara a su hombre. Ugh, bien, ¿qué demonios acababa de pensar?

Negó con la cabeza en medio de un resoplido y avanzó hasta el asiento del piloto, sosteniendo la manija para tirar suavemente de ella, abriendo la puerta sin problema. El panorama que le recibió junto al ambiente desolador que estaba rodeando al mayor le hizo fruncir las cejas, le escudriñó con evidente confusión, pero él no le miró de vuelta. Tenía el rostro escondido entre sus brazos apoyados sobre el volante, su cuerpo estaba cubierto por una gabardina marrón que hacía resaltar sus cabellos rojos y desordenados en medio de la penumbra que consumía el habitáculo.

—¿H-hyung? —musitó, sintiéndose perdido, y se acercó un poco más para tocar su hombro, ejerciendo un poquito de fuerza para hacer que se incorporara, consiguiendo que se dejara caer contra el respaldo y que le mirara sin girar la cabeza en su dirección. Por un momento consideró que estuviera ebrio, pero al observar sus ojos se dio cuenta de que no era eso.

—Lo siento. —Le escuchó decir, en un tono tan bajo que le hizo inclinarse en su dirección para entenderle mejor—. No quería molestarte, es que yo... —Negó con la cabeza, haciéndole saber de esa manera que no podía continuar, por lo que el menor tiró de su muñeca para hacerle bajar del coche, sintiéndose adolorido por la acción, pero nada que no fuera soportable.

Cuando le tuvo de frente y a su altura, pudo observarle mejor y asimismo percibir un aire triste en sus expresiones, sus ojos se miraban brillantes y sus labios levemente fruncidos, como si estuviese conteniendo las ganas de llorar. Oh, de repente sentía ganas de llorar también, ya las tenía, en realidad. Bien, ahora eran dos críos llorones.

Volvió a tirar de su muñeca para atraerle a su cuerpo y se abrazó a su cuello, sus brazos dolían cuando los levantaba, pero que Taehyung rodeara su cintura con tanta firmeza hacía que le restara importancia a todo lo demás. Jungkook no era bueno consolando, pero, sin necesidad de más palabras, sabía que eso era lo que Kim quería, y en su fuero interno sabía que era lo que él mismo quería también.

El mayor escondió el rostro en el hueco de su cuello mientras se abrazaban con fuerza, los dos buscando ese calor, esa cercanía, ese apoyo. Ellos habían estado varias veces en esa posición, pero nunca se habían abrazado de esa manera; sus cuerpos estaban presionándose entre sí, pero ellos no estaban teniendo esos pensamientos pecaminosos que normalmente acompañaban a su cercanía, solo estaban dejándose envolver por la sensación de calidez, de seguridad. Enredó los dedos en los cabellos rojos de su nuca, sintiendo las suaves caricias que eran brindadas en su cintura y a lo largo de su espalda.

Se sentía bien, su alma cansada y sus músculos adoloridos era eso lo que necesitaban, pero no lo había sabido hasta ese momento. Percibió el cuerpo tembloroso de Taehyung y le apretujó con más fuerza contra su pecho, con el mentón apoyado en su hombro y los ojos cerrados, estaba disfrutando de eso, ahí en medio del estacionamiento con la puerta del coche abierta, de verdad estaba sintiéndose mejor.

Los puños del mayor se aferraron a su ropa por unos segundos mientras parecía recomponerse antes de mirarle finalmente, pasándose el dorso de la mano por sus mejillas para borrar el rastro que había dejado su dolor al desbordarse de sus bonitos orbes marrones, que no se miraban tan alegres y seguros como de costumbre.

—L-lo siento —murmuró, notando el sutil deje de incredulidad en la mirada que le dedicaba el menor. Se creía patético por la escenita que estaba montando frente a él, pero se había sentido libre teniendo su hombro para desahogarse.

—No, no, es solo que... No pensé que te vería así, tú siempre te miras tan fuerte... —musitó, sintiendo las manos picar ante el deseo de acariciar su rostro como consuelo, pero solo pudo fruncir el ceño al notar que se erguía, y de repente estaba sonriéndole como si nada hubiese pasado.

—Tienes razón, lo siento —dijo, dejando de lado su voz apagada y temblorosa—. Estoy bien.

—Basta, no hagas eso —demandó, mirándole como si estuviera riñéndole, Taehyung le regresó una expresión de confusión—. No es obligación estar bien. No ocultes lo que sientes conmigo. Yo no te estoy exigiendo ser perfecto. —La sonrisa del pelirrojo no tardó en comenzar a desvanecerse, sus hombros decayendo mientras sus ojos evadían el contacto visual, y Jungkook supo que había dado en el clavo.

El mayor tomó aire y exhaló despacio, su labio inferior tembló un poco cuando intentó hablar y deslizó la mirada por el cuerpo del azabache, observando la sudadera negra de por lo menos dos tallas más grandes que la suya y los pantalones de chándal del mismo color. Sus comisuras se curvaron en una sonrisa auténtica y diminuta, y sus ojos regresaron a los oscuros del chico.

—Te ves bien —le dijo con dulzura, nunca le había visto de una manera tan casual y le encantaba. Jeon soltó una risita un tanto irónica, negando con la cabeza mientras parecía divertido por eso.

—He lucido mi mejor ropa delante de ti y tú dices que me veo bien con esto. Eres raro, Kim —se burló, no queriendo profundizar todavía en el tema anterior al notar que el pelirrojo parecía un poco más animado hablando de su vestuario.

—Umh, es que así te ves adorable —se defendió, encogiéndose de hombros—. Me gusta. Además, no he dicho que no te veas bien con tu otra ropa. Eres muy guapo, luces bien de cualquier forma.

—Huh, yo n-no, es... ¡No me distraigas así! —balbuceó, haciendo reír al contrario.

—Te has puesto rojo, ah, todavía más lindo. —El menor estaba listo para quejarse, refutarle, o empujarle por hacer que su corazón latiera tan rápido, pero de repente estaba otra vez envuelto en los brazos del muchacho, que le estrujaban con fuerza pero al mismo tiempo con innegable delicadeza—. Me dan ganas de abrazarte y apretujarte mucho, eres como una bolita de ternura.

—Claro que no. Soy sexy, no adorable —refunfuñó, abultando los labios, teniendo la mejilla izquierda presionada contra el pecho del pelirrojo, quien seguramente era bipolar.

Taehyung rompió en una estruendosa carcajada, por lo que Jungkook se liberó de su agarre para mirarle con notoria indignación, apreciando la bonita sonrisa cuadrada que tenía y sintiéndose orgulloso de ser el causante de ella luego del estado en el que había llegado. Sintió la inmensa necesidad de sostener sus mejillas y, tal vez, llenar todo su rostro de besos, pero solo retrocedió un poco, ofuscado por las ideas que estaba teniendo.

—¿Subimos? —Su acompañante asintió y aseguró las puertas del coche antes de seguirle. Tomaron el ascensor en silencio y avanzaron hasta el apartamento del azabache, quien volvió a cerrar a sus espaldas. Se quitaron los zapatos en la entrada, Jeon se dirigió a la cocina para servirle algo a su visita mientras que él se quitaba también la gabardina, dejándola en el respaldo de uno de los asientos del comedor y quedando con un suéter de lana de color crema y sus vaqueros oscuros.

—Oh, lo arreglaste —mencionó, sentándose sonriente en el sofá, Jungkook se asomó por el umbral de la cocina.

—Huh, sí, pero no te muevas mucho. —Kim asintió frenéticamente, levantando la mano derecha.

—Lo prometo. —El menor sonrió y volvió para terminar lo que hacía, saliendo un momento después con un vaso de contenido amarillento para el de cabellos rojizos, quien se emocionó como un niño chiquito al verle.

—La leche de plátano siempre me hace sentir mejor, estoy seguro de que tendrá el mismo efecto en ti —afirmó, acomodándose a su lado con las piernas cruzadas sobre el sofá, y le escrutó en silencio por un momento.

—De verdad lo siento por no haberte preguntado antes de venir, sé que es tarde y tienes que madrugar —le dijo, en un tono bajo, sin apartar la mirada de su bebida—. Es solo que... quería salir de mi casa, sentí que estaba ahogándome ahí dentro.

—¿Problemas con Yoongi? —preguntó con sutileza, sin querer agobiarle más.

—No, no es eso. —Negó y suspiró, consciente de los ojos del menor clavados en su perfil—. Hyung no se dio cuenta de que salí, sé que se preocupará cuando no me encuentre, pero yo... solo pensé en buscar de ti y... Huh, n-no sé.

—Bien, yo... no soy muy bueno para consolar —comenzó, impulsándose para acercarse más a él— ni para dar consejos, pero soy bueno para escuchar y... creo que ese es el mejor consuelo, que sepas que tienes a alguien que te escucha, ¿no? —Taehyung le miró entonces, por lo que aprovechó para sonreírle y se atrevió a acariciar las suaves hebras rojas de su cabello, transmitiéndole mayor confianza.

—La cuestión es... que he estado trabajando en algo —contó, dando otro sorbito y evadiendo por momentos el contacto visual—. Es algo que me emociona mucho, un proyecto de inclusión que tengo previsto para la compañía. Le pedí ayuda a Seokjin hyung porque quería tener todos los puntos claros para el momento de proponer el plan a mis padres, ellos son... A ellos les gusta que las cosas les salgan bien.

Se refugió en el vaso de nuevo por unos segundos, a Jungkook le pareció notar que se encogía un poco en el sofá y esperó en silencio a que estuviera listo para continuar.

—Hoy volvieron a hablarme. Estaba emocionado, quería contarles porque sé que la idea les gustará, pero... ni siquiera me dejaron comenzar. Dijeron que contactaron con la sede de Seúl y que ellos tuvieron que hacerse cargo de algunos detalles pendientes de los que tenía que ocuparme yo, dijeron que había descuidado mi trabajo, que estaba dejando de lado mis obligaciones, que soy adulto y que se supone que tengo que ser responsable.

El mayor se inclinó para dejar el cilindro de cristal vacío a un lado, su ceño estaba fruncido en disconformidad, y se acomodó para observarle de frente también, quedando enfrentados mirándose entre sí. Jungkook sabía que estaba molesto por esa situación con sus padres, pero de la misma forma podía notar que le dolía todo lo que le habían dicho.

—No es justo —añadió, negando con la cabeza—. Siempre me he esforzado por ser el hijo impecable, el hijo que destaca, porque soy su único hijo y eso es lo que ellos esperan de mí. Pero es que ellos no se esfuerzan por ser los padres presentes que se interesan por algo diferente a la imagen que doy de ambos. Se conforman con remunerarme tal vez más de lo necesario, pero si yo cometo algún mísero error entonces... Ah, cielos, lo siento.

—No, no, te he dicho que escucharé todo lo que quieras decir —le recordó, tocando sus manos para que descubriera su rostro y hacer que le mirara a los ojos—. Yo... yo no sé mucho sobre las relaciones con los padres y eso —comentó, con una suave risita nerviosa, Taehyung moría por preguntarle al respecto, pero él muy bien sabía que hablar de ese tipo de cosas no era sencillo—, tampoco sé demasiado de tu trabajo, pero... estoy seguro de que si te esfuerzas tanto por hacer algo que te gusta saldrá bien, tus padres notarán tu empeño y tendrán que retractarse por lo que dijeron.

Miró hacia abajo, observando sus manos que todavía sostenían las del pelirrojo, y se entretuvo jugueteando con sus dedos, embelesado con ese inocente contacto.

—Sé que debería recomendarte que converses con ellos y les digas cómo te sientes, pero no me gustaría que alguien que no conoce la situación me aconseje que hable con ellos como si fuera tan fácil, así que te diré que en realidad no tienes que hacer eso. Tu proyecto hablará por ti, porque además lo has disfrutado y tus padres estarán muy orgullosos por todo lo que has trabajado. Tal vez dejen de verte como un hijo al que tienen que controlar en la empresa, tal vez comiencen a verte como el autónomo, excelente, atento y sexy administrador que eres.

El mayor exhaló una sonrisa ante eso, mirándole de una manera que casi deja al azabache sin aire, como si estuviera adorándole.

—No sé si mis padres deberían verme como un administrador sexy, Jungkookie —le dijo, inclinándose para recostarse contra su pecho, apoyando la cabeza en su pectoral, y suspiró con fuerza. El menor se sorprendió por esa acción y tardó algunos segundos en rodearle con ambos brazos—. Aquel día, en la fiesta, me preguntaste si todo estaba en orden porque comencé a beber desde muy temprano. Era eso, estábamos teniendo problemas, nosotros... nunca hemos tenido la mejor comunicación, quería distraerme un poco —murmuró, sumido en la suave ondulación de las cortinas que cubrían la salida al balcón—. Espero que tengas razón, yo... de verdad quiero que aprueben la idea, le vendrá muy bien a la empresa, pero principalmente es que es algo que me importa mucho. Gracias, me siento mejor ahora —añadió, abrazándose a su torso.

Se quedaron en silencio por unos segundos, un silencio que no era incómodo y que no se sentía asfixiante como a Jungkook solía resultarle cada vez que estaba en la soledad de su apartamento. Se sentía bien tener a Taehyung ahí, entre sus brazos, era como si la presión de antes se hubiera disipado, como si el calor corporal del muchacho aliviara la tensión de sus articulaciones, como si en él estuviera la cura para el dolor.

—Tu corazón está... latiendo muy rápido —musitó el mayor, repartiendo suaves caricias con las yemas de los dedos en la cintura de su acompañante—. Me resulta relajante escucharlo.

El pelinegro no pudo responder, sintiendo que se atragantaría con su propia saliva, incluso estaba seguro de que el ritmo de sus pulsaciones había aumentado todavía más. 

—¿Y tú? ¿No quieres hablarme de lo que te pasa? —le preguntó, mirando hacia arriba, sin moverse de su posición.

—¿Q-qué? —balbuceó, observando sus bonitos ojos desde bastante cerca—. ¿A qué te refieres?

—Me parece que te conozco un poco lo suficiente como para notar cuándo no estás teniendo tu mejor día. También soy bueno para escuchar, está bien si me usas para desahogarte.

—Umh, no es nada. Es que estoy algo cansado, hemos estado practicando como nunca en la academia, es... es solo eso —afirmó, manteniendo el tono bajo y relativamente íntimo en el que estaban llevando la conversación.

—Puedo irme ahora para dejarte descansar, todo lo que haces en el día debe ser muy agotador —le dijo, escondiendo el rostro en su pecho.

—No quiero que te vayas —respondió con honestidad, afirmando los brazos alrededor de su cuerpo. No quería dejar de sentir esa calidez.

—¡Ya sé! —Taehyung se incorporó, animado, y Jungkook estuvo a punto de hacer un berrinche cuando se soltó de su abrazo y se levantó del sofá, antes de que extendiera la mano en su dirección—. Ven. —El menor obedeció, aunque no comprendía absolutamente nada, y se puso de pie también—. Vamos a bailar —le dijo, sonriente, provocando una risita en el contrario.

—¿Esa es tu solución al cansancio por tanto bailar? ¿Seguir bailando? —Kim negó con la cabeza, manteniendo esa preciosa sonrisa cuadrada que iluminaba su rostro de la manera más sublime.

—Será diferente. —Se valió del agarre de sus manos para tirar de él en su dirección, sosteniendo su cintura con firmeza, manteniéndole cerca. El azabache terminó rodeando su cuello con el brazo libre, mirándole con una mezcla de diversión y ternura, y los dedos del mayor se movieron suavemente hasta entrelazarse por primera vez con los suyos; el contacto se sentía mimoso, cálido, agradable.

—Pero ni siquiera tenemos música —dijo, de todas formas siguiendo el pausado balanceo, sin poder dejar de sonreír.

—Oh, espera. —Soltó su cintura para sacar el móvil del bolsillo delantero de su pantalón y tecleó como pudo durante varios segundos, con Jungkook observándole embelesado—. Listo. —Arrojó el dispositivo al sofá, que comenzaba a emitir una suave melodía, y el menor se inclinó para mirar la pantalla con curiosidad.

—¿Música relajante para bailar en la sala, en serio? —se burló, su acompañante volvió a rodear su espalda, regresándole a su anterior posición hasta que sus rostros se encontraban a centímetros de distancia.

—Las búsquedas literales son las mejores —se defendió, retomando el sutil vaivén de antes. Jeon negó con la cabeza y se apegó más a él, soltando su mano para abrazarle con ambos brazos, siguiendo el ritmo y escondiendo el rostro en el hueco de su cuello. Sus cuerpos encajaban tan bien, como si así pertenecieran, como si así debieran quedarse.

Y tal vez estaba sintiéndose mejor de lo que debería, quizá estaba acostumbrándose a la presencia de ese chico más de lo que pudo haber llegado a imaginar o a proponerse. Puede ser que estuviera deseando permanecer por mucho tiempo así, en su compañía, entre sus brazos, sin preocupaciones, sin dolor, solo ellos dos.

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