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Parte única

Estridente
adjetivo

1. [sonido] Que es agudo, desapacible y chirriante.
"música estridente"

2. Que es llamativo, presenta un contraste violento o produce una impresión fuerte.
"colores estridentes"

Porque para Yoongi todo lo que tenía que ver con Seokjin era como un remezón a sus sentidos.
 
 
  
  
   
  
  
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Yoongi tenía sentimientos encontrados respecto a su compañero de cuarto, a veces no sabía cuánto lo detestaba o cuánto lo quería. Bueno, eran puntos extremos, si sacaba cuentas del día a día había cierto equilibrio, incluso se arriesgaría a decir —no en voz alta, solo en su mente— que la balanza se inclinaba más hacia el lado del cariño.

Ellos habían alcanzado una relativa estabilidad. Algo familiar en esto de entrar a su habitación de la residencia universitaria y encontrar a Seokjin comiendo galletas mientras leía sobre la cama o escuchar sus pasos intentando ser cauteloso cuando llegaba tarde por la noche. A veces esa tranquilidad se rompía cuando su compañero gritaba escandalizado si entraba una cucaracha u otro insecto amenazante y Yoongi obligado tomaba un zapato para hacerse cargo.

Así funcionaba el equilibrio, alguien que se alteraba por la presencia de un insecto y alguien que suspiraba resignado y actuaba de verdugo, aunque en varias ocasiones era tocado por la compasión y pensando en el ecosistema, lo arrojaba por la ventana.

—Yoongi-yah, hay mosquitos, no podemos dormir así. —Era una queja recurrente en las tardes de calor.

Y el aludido solía prender la luz y comenzaba la cacería. Era eso o la vez en la que ambos casi se intoxicaron con el olor a insecticida que aplicó Seokjin, quien estaba cansado que entraran aquellas molestas criaturitas feas a su territorio.

Su hyung y sus malas ideas...

Anécdotas, las llamaba.

Ahora lo detestaba un poco, con mayor especificidad, estaba detestando su risa estridente, tan aguda y escandalosa que su concentración se dispersaba y tenía que volver a releer el párrafo —por tercera vez—. Ya intentó de forma civilizada pedirle, incluso con amabilidad, que no fuera tan bullicioso, la respuesta del guapo chico castaño fue un "sí, sí", pero no sabía si se lo decía a la persona con quien hablaba por teléfono o a él.

Resopló frustrado, se habría puesto los audífonos para aislarse de estímulos si no fuera porque se echaron a perder. Le duraron un buen par de años y su actual destino lo selló un contenedor de reciclaje de basura electrónica. Tenía que esperar a fin de mes, cuando fuera fecha de su paga y reajuste económico, para poder comprarse otros.

Necesitaba concentrarse, maldición que lo necesitaba. Escuchó rumores de una fuente confiable que el profesor pretendía hacer un asalto por sorpresa con una pequeña evaluación no indicada en el calendario de inicio de semestre.

Claramente con la armónica risa de su compañero de cuarto sería imposible. Sonaba como el chillido agudo y repetitivo de un limpiavidrios.

Antes me daba vergüenza reír.

Seokjin confesó aquello con una cerveza en la mano y ojos húmedos después de fuertes carcajadas compartidas. A Yoongi le dolía el estómago y esperaba que si existía justicia divina no se ensañara con ambos por reír del chascarro de una pareja ebria que tropezó cayendo sobre una mesa ajena.

—Sigue riendo con ganas, Jin hyung —dijo sin darse cuenta que tanto su mirada como su voz se suavizaron.

Esa fue la primera vez que la sonrisa sincera de Seokjin caló tan hondo. Le pareció tan, pero tan bonita que se sintió enrojecer y rogaba que la escasa luz del bar le ayudara a pasar desapercibido.

Uno era esclavo de sus palabras.

Terminó por tomar su libro y el set de post-it de gatitos —regalo de Seokjin—, saliendo de la habitación. Aún faltaba un par de horas para que cerraran la biblioteca.

—Yoongi-yah, ¡regresa!

Volteó apenas escuchó una voz dramática llamarlo por el pasillo.

Esa sonrisa en sus labios gruesos era tan bonita que Yoongi prefería detestarla que amarla.

—¿Qué? —masculló con tedio.

—Lo siento, es que me contaban un chisme muy divertido...

—Ok, otro día me cuentas, necesito estudiar.

—Ahora sí estaré calladito, como una hermosa plantita ornamental. ¿Te parece que compre café y snacks para sobrevivir a una noche de estudios?

Y así de simple era como el amor hacia su compañero de cuarto renacía de las cenizas del enojo, por lo que asintió y arrastró los pasos de vuelta.

Si era honesto, si su concentración seguía tan dispersa como el aire, no era culpa de Seokjin, no directamente, solo que aquel hyung invadía su mente sin un ápice de consideración. No tenía que hacer nada más que apoyar esos labios mullidos sobre la parte de atrás de su lápiz en tanto revisaba viejos periódicos y Yoongi quería tirarse por la ventana antes de admitir que envidiaba aquel delgado objeto entre sus dedos.

Grandes ojos oscuros examinando concentrado el papel impreso y él debería estar haciendo lo mismo, estudiando y no mirando de soslayo ese rostro precioso que cargaba el Worldwide Handsome —tan humilde que era su hyung, la universidad entera parecía rendirle culto a su belleza e inflar su ego todavía más—.

Atractivo.

Eso pensó la primera vez que lo vio cuando llegó en primer año, desorientado y abrumado, tratando de adaptarse a que ya no estaba en Daegu. Si bien no vivía exactamente en un oasis de paz en su ciudad, llegar a la capital fue un completo caos. El doble de ruido y gente. Entonces fue que chequeó una vez más estar frente a la habitación correcta en la residencia, un par de golpes y apareció este sujeto frente a él, sonriéndole, presentándose como Kim Seokjin "su atractivo compañero de cuarto" —porque la humildad no siempre tomaba la mano del hombre en cuestión— y con amabilidad le dijo que si se perdía lo llamara, ya que era muy probable que pasara. Apuntó su número por tema de cordialidad y para empezar con pie derecho.

Afortunadamente Yoongi tenía buen sentido de la orientación, que flaqueó un par de veces, pero el orgullo le hacía comerse las ganas de llamar al sujeto de rostro bonito e ingeniárselas por su cuenta.

Afortunadamente Seokjin así como ácido, podía ser gentil y en muchas ocasiones le hizo tours personalizados, le enseñó los mejores sitios para comer, sacar fotocopias y comprar con descuentos de estudiante.

Decir que simplemente se trataba de su compañero de cuarto, era muy frío, también lo consideraba su amigo tras ese año y medio de experiencias y durmiendo a dos metros de distancia de su cama. Salvo algunas excepciones, como aquella ocasión en que se asustó por vaya a saber qué y se metió bajo sus frazadas, Yoongi creyó que moriría. Volteó para darle la espalda, en lugar de suponer un alivio, la respiración de Seokjin hacía cosquillas entre su cabello y el calor que irradiaba casi quemaba su espalda.

Aunque nunca tanto como una mañana en que la vergüenza lo incendió de adentro hacia fuera tras abrir los ojos y encontrar que eran un enredo de brazos y piernas.

Ocurrió tras otra de las noches en que su hyung se metía en su cama con total confianza después de haber visto documentales de asesinos seriales un sábado frío y lluvioso. El cuerpo no siempre funcionaba bajo comandos conscientes, las erecciones matutinas surgían cuando querían, para Jin no pasó desapercibido al tenerla presionando su muslo, incluso le dijo al levantarse y con una sonrisa cargada de picardía, elevando las cejas: —te dejo para que te ocupes de ello, no la desperdicies, ayuda con el estrés.—La voz vibraba en sus oídos y su cara ardía a más no poder. Seokjin solo se limitó a desaparecer tras la puerta dejando el eco de su risa.

Esto de compartir un espacio reducido a cuatro paredes con él rozaba la tortura.
  
  
  
  
  
 
  
  
  
  
 
 
Mientras rendía aquella evaluación casi sorpresa, el contenido en su cabeza se mezclaba entre la materia y Seokjin, quien hizo pequeñas pausas en la sesión de estudio para contarle los nuevos chistes que añadió a su repertorio, de aquellos que tenían tan poca gracia que igual le arrancaban una sonrisa. Su compañero de cuarto reía cada vez que los entonaba con teatralidad.

Yoongi mentiría si dijera que no le gustaban sus chistes por más malos que fueran. Se trataba de todo el espectáculo, de su hyung gesticulando exagerado, alegre con los ojos entrecerrados. Hermoso.

Injustamente hermoso. Como si la belleza pudiera golpearte en la cara y dejarte noqueado.

Pero Yoongi tenía más que asumido que Seokjin estaba fuera de su liga. Pensar en él y fantasear con tener algo era semejante a cuando en su tierna niñez miraba iluso los comerciales de juguetes, entonces le pedía a sus papás uno de esos autos motorizados y ellos le decían "no, no se puede, no tenemos dinero". Lo veía de lejos, soñaba con tenerlo y hasta ahí llegaba, el resto eran los claros límites que le ponía la vida.

Seokjin podría estar a su lado, muy cerca, pero para Yoongi se sentía como inalcanzable.

Eso era porque había cavado su propia tumba al dejar que los sentimientos crecieran y tomaran rienda suelta cuando sabía que no. Que Jin nunca le dio señales que le gustaran los hombres, nada que pudiera leer entre líneas. A veces quería creer que era corto de vista y que el día que de forma casual le dijo que en su época de instituto recibía cartas de confesiones de chicos y chicas tenía algún mensaje implícito, muy escondido por alguna parte.

No era así.

Seokjin era afectuoso con él así como con el resto de sus amigos cercanos.

Seokjin salía con chicas.

Seokjin salía con chicas atractivas, casi tanto como él. Deslumbrantes como ver parejas de modelos que podrían aparecer en una portada.

A los pocos meses de haberse conocido, cuando ya agarraron confianza mutua, Jin le mostraba una foto en la que aparecían dos chicas, una de ellas era su interés ¿amoroso? ¿Sexual? O lo que fuera, de aquel entonces; una mujer pálida cursando su último año, mentón de diamante y largo cabello oscuro haciendo contraste con su piel impoluta y facciones suaves. Menuda y delicada como una muñeca. La encarnación del estereotipo de belleza hegemónico de su país. Se podía decir que era una especie de versión femenina de su hyung, bonita y admirada por una amplia mayoría, por lo cual no le sorprendía que su amigo quisiera salir con ella.

Juntos podrían ser más exitosos que Barbie y Ken, o así bromeaba Hoseok y Seokjin lo miraba ofendido, porque claramente consideraba que ese muñeco no le hacía una justa comparación.

Su compañero de cuarto le decía que podían ir a una cita doble, intentaba convencerlo señalando a la otra chica.

—¿Acaso no te gusta? ¿Cuál es tu tipo de chica ideal?

Yoongi resopló y negó.

Fue franco en su respuesta.

Ya no estaba en esos viejos tiempos en que intentaba mentirle a los demás y a sí mismo insinuando una heterosexualidad que casi no existía, porque siempre había una que otra excepción, de aquellas tan platónicas e inalcanzables por las que Yoongi diría que le podría gustar una mujer, improbable de todos modos, pero no imposible; imposible era traer a alguien de la muerte o que te creciera un brazo si te lo cortaban —imposible era sacarse a Seokjin de la cabeza—.

—No me gustan las chicas. —Simple y conciso, sin rodeos.

Jin no lo miró como si fuera algo de lo que sorprenderse. El sujeto de ojos gatunos lo agradeció internamente, porque rozaba sus límites de paciencia cuando alguien le decía "oh, ¿eres gay? Es que no pareces uno" y frases semejantes.

—Quizá tenga un amigo que...

—No, olvídalo.

Tampoco le interesaba que le estuvieran buscando pareja —y Seokjin no volvió a intentarlo a futuro—. Aún así con las manos juntas y miradita de cervatillo le insistió que lo acompañara a la cita doble porque su bella noona de rostro de muñeca no iba a primeras citas sin su mejor amiga que le daba la aprobación a sus pretendientes.

Al final lo de Seokjin y Joohyun no funcionó más allá de un par de citas adicionales, pero Yoongi consiguió una linda amistad con Seungwan.

Ella le sugería continuamente que debía abrirse a las posibilidades, que abundaban los chicos lindos que caerían rendidos por él si no estuviera poniéndole mala cara a medio mundo. Yoongi se limitaba a encogerse de hombros y decir que nació con esa cara, para luego evocar la voz de Seokjin diciéndole que sonreía muy bonito.

Estaba perdido.

Al menos ahora lo admitía.

Empezó a darse cuenta de ello alrededor de medio año de su compañía diaria. 

Fueron los gestos cotidianos y percatarse que su hyung además de condenadamente hermoso, era muy considerado.

La tarde que apoyó la palma en su frente, le trajo sopa y medicamentos para la fiebre supo que el extraño calor que invadía su cuerpo no era solo por la gripe. Se sintió como un niño cuando lo arropó y dejó a un costado de la cama los libros que necesitaba para estudiar, no sin antes advertir que durmiera y se preocupara por los exámenes cuando estuviera mejor; además de conseguir que viniera el médico a la habitación y le diera una corta licencia para faltar a clases y tener un poco más de plazo para entregar las evaluaciones —maquetas que consiguió terminar a contratiempo, en la madrugada y con ayuda de Seokjin—.

Jin regalándole un café por las mañanas para revivirlo. Invitándolo a comer cuando veía que se dejaba absorber por los deberes académicos olvidando cosas tan vitales como alimentarse y dormir bien.

Fue su preocupación y el afecto que le demostraba a diario que empezó a confundirlo. No debería. No le gustaba mezclar la señales cuando le ofrecían amistad.

Y fue por lo mismo que se obligó a censurarse. Porque quería devolverle a Seokjin el mismo tipo de cariño que le entregaba y no otro.

Eso otro unilateral estaba guardado bajo llave.

Era difícil cuando lo abrazaba o cuando se metía a su cama.

Quiso llorar la noche de San Valentín pasado cuando tuvieron un corto noviazgo.

Ninguno consiguió cita para esa fecha. Seokjin echaba humos porque la chica con la que iba a salir le canceló a última hora. Yoongi se encogió de hombros y le dijo que iría a buscar algún lugar abierto donde comer y esa palabra pareció iluminar a su amigo, quien afirmaba que el amor más sincero era con la comida. Tomó un abrigo, sujetó su brazo y afirmó que al final igual pasaría su catorce en buena compañía.

El viento soplaba fresco y el ambiente se sentía húmedo como si fuera a llover, el mayor reía entre dientes afirmando que deseaba que se largara el agua a caer del cielo y arruinara muchas citas y cabellos perfectamente peinados.

—Hyung, eso también nos afecta a nosotros.

—Verdad que a los gatos no les gusta el agua —bromeó con su expresión alegre.

Esa expresión que a Yoongi le parecía tan bonita que llegaba a doler.

A medio camino se dieron cuenta que traían poco dinero. Yoongi sugirió abortar misión y devolverse. Comprar fideos instantáneos o cualquier cosa rápida de comer hasta que Seokjin se detuvo tirando de su brazo y le señaló un sencillo restaurante con un cartel que anunciaba que las parejas tenían promoción de dos por uno, aperitivos con descuentos y un postre cortesía de la casa.

Ambos se miraron con la misma idea cruzando por la mente, aunque Yoongi en seguida quiso retroceder ante la posibilidad del peligro a sus pobres emociones y sentimientos revueltos.

—¿Entramos, bebé? —Seokjin guiñó un ojo.

—No me vuelvas a llamar así —se quejó negando brusco. Qué horror.

—Yah, tengo que sonar convincente, apuesto que no seremos ni los primeros ni los últimos en fingir por comida en oferta.

—Bien. —No se iba a negar a la comida.

Para qué mentirse, tampoco a Seokjin.

—¿Entramos, gatito?

Yoongi se quería morir. Su expresión se contrajo en rechazo frente al apodo.

Se quería morir cuando sintió el tacto cálido de la mano del castaño agarrar la suya, enlazando sus dedos.

Se quería morir de vergüenza al entrar, recibir las miradas y a la mesera con una sonrisa amable enunciar que las parejas podían optar a la promoción del día, solo tenían que acceder a una foto instantánea que pegaban en un mural con decoración de corazones y luces rosadas donde abundaban noviazgos felices —y quizá personas fingiendo como ellos—.

Jin quería matarlo una segunda vez de vergüenza cuando insistió que hicieran un corazón con los brazos y Yoongi, resignado a su destino, aceptó.

No pudo quejarse, los platillos estuvieron deliciosos. Una vez que se relajó pudo comenzar a reír y bromear. Se decían apodos melosos que usaban las parejas, intercambiaban comida, volvió a sentir que rozaba la muerte cuando Seokjin le dedicaba tiernos aegyo para dejarle devorar la última gyoza.

Y Yoongi se obligaba a recordar que todo era un juego y que eso de las citas haciendo tours gastronómicos, lo de ir de vacaciones románticas a Tailandia y adoptar un perro de pelaje crespo era solo parte del ambiente ficticio. Algo que al día siguiente no existiría.

Algo como tener un buen sueño, sufrir al abrir los ojos y contemplar que la vida seguía su curso insulso, aunque tuvo unos segundos de felicidad creada por su propia cabeza como una recompensa a los pesares cotidianos, al estrés universitario, a la tensión de tener a tan pocos metros cada día la persona que le gustaba.

Porque después fue solo una anécdota para reír, para contarle a sus amigos en común que fingieron ser novios para una promoción de San Valentín. Hoseok lo miró con compasión y Yoongi sintió que el gesto quemaba su orgullo.

Luego la normalidad siguió su ritmo con altibajos. Seokjin siguió en su postura de dejarse desear y de tanto en tanto tener citas, menos que al principio cuando lo conoció, casi era un alivio. Por otra parte, casi era un peso mayor a su corazón, ya que más tiempo libre era más tiempo en que buscaba panoramas juntos. Cine, salidas a comer, sábados de películas.

—¿Acaso no tienes una cita hoy? 

Contigo, salió otra parte de los documentales de asesinos.

—Creo, Jin hyung, que es tu excusa para no admitir que estás perdiendo tus encantos.

—Eso jamás. —Alzó la mirada y la sostuvo sobre los ojos gatunos—. ¡Yah! Dongsaeng desconsiderado —añadió con un codazo sin fuerzas—, deberías sentirte halagado de tener el privilegio de mi compañía.

Yoongi siguió como a la deriva, sin propósito en particular, ni intenciones de buscar citas con nadie. Lo más cercano a un norte era preocuparse de pasar sus materias y un trabajo de medio tiempo ayudando a investigadores en la pesquisa de información o transcribiendo entrevistas. Necesitaba dinero, arquitectura no se caracterizaba por ser una carrera económica.

El que no hubiera buscado citas —porque sus tardes con Jin no lo eran— no quería decir que no hubieran llegado. Fue un poco de esos quiebres, altos y bajos entre los periodos de monotonía.

Seungwan invitó a sus amigos a una salida por la noche para iniciar bien el nuevo año universitario. Conoció a Jimin y le pareció tan adorable que era fácil encandilarse con él, quien tomaba su mano y le pedía que bailaran juntos después de unos cuantos vasos de soju y cerveza.

Luego siguieron los mensajes e invitaciones a salir.

Pudo haber sido fácil, pero era imposible con Jin orbitando a su alrededor, sugiriendo la ropa para su cita, diciéndole que se pusiera ese otro pantalón negro porque le quedaba mejor y su culo se veía más redondito.

—¿Por qué me miras el culo? —Se quejó con la sangre subiendo a sus mejillas.

La risa aguda de Seokjin atravesó sus tímpanos.

—Te he observado entero al igual que tu ropero, créeme que puedo armarte los mejores outfits que destaquen cada uno de tus atributos —respondió un poco más serio, levantándose de la cama y buscando con total confianza entre sus prendas otra camiseta y una chaqueta delgada.

Se hubiera quejado de ser material de análisis ajeno, pero había hecho lo mismo, se había devorado a Seokjin con la mirada en secreto y sentido culpable por ello tantas veces que no tenía moral para reclamar. Había fantaseado con recorrer cada forma de su cuerpo, aferrarse a sus hombros amplios, sujetar su cintura estrecha, bajar por ella y amoldar bajo sus palmas las ligeras curvas que pronunciaban sus caderas.

No dijo nada. Solo tomó la ropa y como ya era costumbre, le dio la espalda al momento de cambiarse.

—Qué atractivo te ves, Yoonie —mencionó Seokjin con una sonrisa satisfecha—. Creo que debería cambiar de carrera y dedicarme a la asesoría de imagen —agregó con suficiencia, buscando accesorios para complementar su trabajo—. Si me fijara en un hombre, definitivamente serías tú.

¿Cómo era tan cruel para decirle algo así antes de una cita?

¿Cómo era tan despiadado para soltar una frase así cuando lidiaba con una batalla diaria para no aferrarse a sentimientos no correspondidos por él?

Por eso decía que sus bromas y chistes eran tan malos. Algunos dolían.

Seokjin creaba situaciones que no sabía cómo interpretar. De esas que alimentaban sus ilusiones, que le hacían desear estar leyendo señales entre líneas, para rematarlas como si fueran una buena broma y Yoongi se desarmaba por dentro.

Todavía recordaba como esa mirada tuvo un destello de algo. Algo inusual. Quizá podría ser un poco de dolor, ínfimo y fugaz, que surgió al segundo que le comentó que intentaría tener una relación con Jimin cuando aquel hoobae se le declaró. Pasaban un buen tiempo juntos, su compañía era grata y el chico era su tipo, entonces ¿por qué no?

—¿Me estás siendo infiel? —preguntó el mayor con expresión seria y ofendida.

Yoongi parpadeó confundido, pero es que lo decía tan serio con los grandes ojos de ciervo en los suyos que casi no distinguió que se trataba de una broma hasta que Jin comenzó a reír agitando su mano para restarle importancia.

—Digo, tenemos una relación, la foto en el restaurante lo prueba y yo que pensé que estabas yendo en serio conmigo. —Las carcajadas continuaron subiendo por su garganta y sus ojos se entrecerraron—. Es que tu cara, Yoongi-yah, fue muy divertida.

Maldito Seokjin que hizo que por un segundo su corazón se contrajera angustiado.

—No tienes gracia, hyung.

—Me siento herido —alegó con una mano en el pecho. Luego suavizó su expresión. Distinguía el matiz sincero cuando volvió a hablar—: Espero que su relación dure, se ven lindos juntos.

"Maldito hyung".

Su relación fue tan corta como un avión en picada.

Seokjin era una mala canción atascada en su cabeza. Ese tipo de cosas imposibles de suplir, aunque reproduciera sus melodías favoritas para taparla, la mala canción no se iba hasta que la escuchaba varias veces y se reconciliaba con la idea de que le gustaba algo que le avergonzaría admitir en voz alta.

Quizá primero debía superarlo antes de arrancar y aferrarse a la idea de forzarse a estar enamorado de alguien más, por más atractivo y dulce que fuera.

Jimin era demasiado bueno, merecía más que alguien deseándolo a medias.

La pregunta clave era: ¿cómo se supera a Kim Seokjin?
  
  
  
  
  
  
  
 
  
  
  
    

Su enamoramiento era como la marea. Podía estar en calma por periodos, podía llevar sus días con la noción de que estaba enamorado sin que eso significara que a cada instante la imagen de su hyung invadiera su mente y que los montones de recuerdos acumulados de todo el tiempo que se conocían no lo dejaran respirar. Otras veces el oleaje era implacable, tal como hoy, cúmulo de memorias que amenazaban con hundir su pequeña embarcación.

Yoongi seguía a la deriva y Seokjin era demasiado intenso.

—Es que soy un signo de fuego y tú uno de agua —comentó una noche de insomnio compartido. 

Ni siquiera creía en los horóscopos, pero era una cuestión innegable que su hyung ejercía algo intenso en él.

Tuvo que negociar consigo mismo, prometerse un momento solitario para fantasear —y sentirse culpable después de acabar en su mano— si le permitía responder bien la evaluación que tenía por delante.

Al salir de clases a pocos pasos del salón se encontró con el caótico invasor de sus tierras, con aquel que arrasaba con su paz mental. Seokjin sonreía y hacían un gesto con la mano a modo de saludo.

—Hobi está reservando una mesa para nosotros.

Era costumbre ir al sencillo restaurante a las afueras del campus constantemente asediado por estudiantes hambrientos. Los dueños sabían cumplir con las expectativas de estómagos hambrientos y poco presupuesto del universitario promedio.

Al llegar Hoseok estaba feliz coqueteando con el joven mesero que sonreía alegre.

—Me dio su número —mencionaba victorioso agitando su celular.

—Lo perdimos, pronto solo estaremos almorzando los dos porque Hobi nos reemplazará cuando consiga novio. —Seokjin suspiró dramático y Yoongi asintió de acuerdo.

Hoseok se quejó y enfatizó que él solía recordarle a esos dos que los amigos iban antes que las chicas o chicos.

El resto de la tarde avanzó rápido y Yoongi sentía que apenas podía seguirle el ritmo. Estaba cansado y se lamentaba que en lugar de quedarse tendido en su cama mirando el techo y perdiendo el tiempo, tuviera que ir a la biblioteca a juntarse con su grupo de trabajo designado —porque si fuera por él trabajaría solo en lugar de elegir a semejantes personajes—. Resoplando y con el ceño arrugado comenzó a buscar el cuaderno con apuntes, guardándolo junto a su computador portátil en la mochila.

Seokjin hizo su entrada alegre y estrepitosa, tirando su bolso sobre la cama, abriendo el armario compartido, buscando otra camiseta.

—Hoy se inaugura una cafetería cerca del campus, pensaba ser un buen hyung e invitarte, ¿estás libre? —propuso mientras desabrochaba su camisa—. Hoy tuvimos una presentación y había que asistir con ropa formal, me siento tan poco yo con estas pintas, pero me veía como un atractivo ejecutivo.

—Tengo que terminar de preparar con mi grupo la presentación de un proyecto para mañana —negó triste. Si tuviera que elegir salir con Seokjin y obtener comida gratis era infinitamente más tentador que sus planes actuales.

—Me debes una cita, Min Yoongi —afirmó batallando con el pantalón de mezclilla estrecho—. Nos vemos por la noche o mañana. —Fue lo último que dijo antes de salir.

"Puta vida", pensó quejumbroso con la mochila pesada al hombro rumbo a la biblioteca.

Y ciertamente no vio a Seokjin hasta el día siguiente cuando despertó y su hyung dormía desparramado en la cama con un par de extremidades fuera de las frazadas y medio rostro aplastado contra la almohada.

Bellísimo de todas formas, incluso así, desastroso y desordenado.
  
   
  
  
  
  
  
 
 
 
 
 
 
Debió suponer que se acercaba un desastre y la marea seguía agitada. 

Su cabeza estaba lejos de querer colaborar y concentrarse. O quizás estaba siendo injusto y quería ayudarlo con pensamientos lindos antes de sufrir y que mejor que mostrándole a su hyung, una imagen adorable de él durmiendo con la cara aplastada.

Para Yoongi su compañero de cuarto realmente podía ser como una mala canción, pese a que exudara belleza y tuviera un montón de cualidades positivas que destacar, no le daba derecho a meterse así y atascarse en sus fantasías y deseos. No quería, pero ahí estaba, incluso su risa aguda era un coro pegadizo que su mente evocaba en los momentos tensos. Justo como ahora que el profesor estaba haciendo una masacre moral y anímica, mutilando cada trabajo que exponían sus compañero en público, una ofrenda a su crítica despiadada y poco pedagógica.

Estaba nervioso porque se acercaba el turno de su grupo y sabía que su trabajo había resultado tan mediocre como los que presentaron los demás.

Y Seokjin era una mala canción. No podía sacárselo de encima.

Pensar en su risa le hacía querer reír y no solamente por los nervios cuando alzó la mirada y los ojos fríos del hombre contemplaba a cada uno de los integrantes alineados frente al resto de la clase.

Estaban perdidos.

Yoongi estaba perdido, asumiendo que tendría que repuntar con las evaluaciones individuales. Aspiraba a salvar con uñas y dientes la asignatura.

También estaba perdidamente enamorada de Kim Seokjin, pero ese asunto poco tenía que ver con el desastre que tenía por delante cuando apretaba la mandíbula para contenerse de reclamar. Porque su cerebro fue tan amable de darle algo grato antes de la frustración de lo tedioso que fue sacar ese trabajo adelante, de la cantidad de veces que le dijo a sus compañeros que no se hacía así y darse cuenta que si hubiera desarrollado el proyecto a su antojo la calificación sería mucho más alta.

Debió haber mandado a la mierda a su equipo ineficiente. De haber sabido que el maestro los iba a humillar en público, en vez de poner todo el esfuerzo teniendo algo de fe que podrían superar el impase, debió haber tenido su salida con Jin. Habría disfrutado mucho más de un café y de la sonrisa curvando los gorditos labios ajenos. De sus chistes malos y las carcajadas agudas.

Seokjin tenía una boca jodidamente antojable, más que el café mismo.

"Lo siento, hyung".

La frustración lo acompañó el resto del día y Hoseok escuchó su torrente de alegatos mientras almorzaban en los jardines. Hubiera querido contemplar a Seokjin, pero el mayor estaba envuelto en sus propias responsabilidades.

Antes bromeaba diciéndole a Jin que además de verlo a diario al despertar y acostarse, ¿también quería que almorzaran juntos? "Vamos a terminar saturados el uno del otro". Y ahora se encontraba a sí mismo deseando ahogarse en la compañía de su amigo aunque fuera un pequeño pinchazo doloroso en su pecho.

Al menos era viernes y mañana dormiría hasta que se pusiera el sol. Todo el día en la cama para recargar su batería en punto crítico.

Cuando regresó a su habitación se sintió más reconfortado que nunca. 

Al momento que supo que tendría que compartir cuarto, cruzó los dedos porque no fuera alguien semejante a un torbellino. Debía reconocer que Seokjin respetaba sus espacios la mayor parte del tiempo y cuando lo invadía era bajo el consentimiento de Yoongi, si decía "no", su hyung se alejaba.

También era pulcro, detalle que agradecía enormemente, además de ser un buen punto de partida a llevarse bien.

Quiso drenar la frustración tomando su guitarra negra. Fue un regalo de navidad de parte de su hyung. Él le enseñó a tocar y fue un desastre de cosquillas y retorcijones dentro de su cuerpo. Estuvo tan cerca, acomodando las posiciones de sus dedos en los trastes, aliento rozando su mejilla, mirada concentrada, gruesos labios entreabiertos y voz seria que vibraba en su sistema nervioso al borde del colapso. Una agonía placentera.

Seokjin le regaló la guitarra fingiendo estar indignado porque no era justo que en tan poco tiempo hubiera superado al maestro.

Ahora sus dedos se desplazaban con familiaridad, la melodía calmaba sus sentidos agitados y una sonrisa surgió espontánea al dejar que la música fluyera, haciendo que el instrumento fuera como una extensión más de su cuerpo.

El chico alto lo observaba desde el marco de la puerta sonriendo también.

—Envidio tu talento.

—Si fueras más constante no tendrías nada que envidiarme.

No quiso agregar que tenía una voz preciosa y podría complementarla con las melodías que deseara si tan solo destinara más tiempo en practicar. 

Jin podría lanzarse al estrellato si quisiera. Lo tenía todo para triunfar en el mundo del espectáculo.

—Touché. —Seokjin alzó las manos en signo de haberse rendido.

Como era costumbre de día viernes al anochecer, veía al castaño revolver sus ropas, quejándose irónicamente que no tenía nada que ponerse.

—¿Y ese cerro sobre la cama para qué es? —Yoongi apuntó las prendas amontonadas.

—Corrección: nada nuevo que ponerme —especificó en tanto examinaba qué hacer, qué usar—. Hay una fiesta...

—Siempre hay fiestas los viernes.

—Déjame terminar, una fiesta organizada por mis compañeros de clases, ¿quieres venir?

Se imaginó en un espacio reducido lleno de ruido y gente —posiblemente haciendo un viaje al estado de ebriedad, paraje que a Yoongi no se le antojaba visitar—, la idea no se le hizo atractiva. Imaginó lo que tantas veces había visto: su hyung rodeado de personas que lo halagaban y las sonrisa coquetas que repartía a medio mundo que colaboraban en inflar su ego. Una parte de Yoongi quería robarse todas esas sonrisas, que fueran solo para él y se sintió condenadamente egoísta.

—Paso, me siento muy cansado —acompañó la negativa con un corto movimiento de cabeza, ni siquiera tenía energía para levantarse de la cama y pensaba que como iban las cosas se limitaría a cenar la media botella de agua mineral y la caja de Pepero que le regaló Seungwan—. Diviértete por mí —agregó con una sonrisa suave.

Notó un pequeño deje de frustración colarse en su voz al pronunciar un "Ok" desanimado.

Yoongi se forzó a desviar la vista cuando su torso desnudo era el panorama más llamativo de la habitación. Volvió su atención a la guitarra, erró en un par de notas, su atención tiraba con fuerza la correa, demandando mirar, fantaseando con tocar. Sus dedos delineando la columna hasta perderse más abajo.

Tragó saliva y miró un poquito. Ropa interior apretada y pantalón ajustado subiendo por sus piernas.

Seokjin despejaba su frente al peinarse el cabello con los dedos, los mismos que aplicaban sobre sus labios mullidos un bálsamo que dejaban apenas un tinte ligero y un brillo apetecible. Yoongi estaba reteniendo el aliento.

—Nos vemos, Yoonie, descansa —se despidió desde la puerta.

Tuvo que dejar la guitarra a un lado. Permaneció tendido con los ojos en el techo y batallando por no aprovechar que tenía la habitación a solas para meter la mano dentro de su ropa, aunque una vocecita interna le decía "solo un poco" y le señalaba que ahí estaba sobre una de las sillas la camisa que utilizó su hyung durante el día.

Negó brusco para sí mismo. Pensó en acudir a alguno de sus amigos para una necesaria distracción, aunque era muy ingenuo de su parte creer que estarían libres un viernes por la noche. Hoseok habló toda la semana que tendría una cita con Jungkook, alias "conejito adorable" —el mesero— y Seungwan, para no variar, lo invitó a una fiesta —sospechaba que a la misma de Seokjin—. Parecía que media universidad planeaba ir, porque Namjoon también le avisó que podrían encontrarse ahí.

Descartado. Las fiestas. 

Quería un panorama tranquilo, como esas noches viendo documentales de asesinos seriales y comiendo galletas con su compañero de cuarto.

No supo en qué segundo le pareció buena idea ser responsable y productivo en el espacio de su semana dedicado a la procrastinación. Se colocó un cómodo pijama y adelantó la transcripción de una entrevista, también hizo un pequeño inventario tras revisar su caja de materiales para hacerse una idea de lo que necesitaba comprar. Ordenó sus apuntes y separó con los post-it de gatitos la información en apartados.

Tampoco fue consciente que las horas pasaban una tras otra, ni que tan tarde era hasta que Seokjin lo miró horrorizado.

—No puedo creer que hayas preferido quedarte un viernes por la noche  estudiando hasta la madrugada en lugar de salir conmigo, debería sentirme ofendido.

Había algo en la forma en que arrastraba las palabras y el brillo en su mirada que le daba a entender que por esas venas había un buen cóctel de alcohol.

Todavía tenía la carpeta con las hojas ordenadas sobre su regazo, permaneció quieto observando a Jin acercarse a su cama, sentándose a su lado.

Tan cerca. Olía a restos de tabaco de alguien lo dejó impregnado en su cabello porque sabía que su hyung no fumaba. Olía a algo dulce, quizás el retoque del bálsamo que mantenía esos labios con un aspecto jugoso. Si no tuviera eso que se llamaba autocontrol, habría mordido esa boca.

—Siempre tan ordenado, estás usando los post-it que te di —comentó con una entonación más cariñosa de la usual.

Yoongi quería sacarlo de su cama. Le hacía mal tenerle ahí, tan, tan cerca.

—Vuelve a tu cama, Jin hyung, tengo sueño y paso de dormir contigo y que dejes todo oliendo a cigarro —trató de excusarse, esforzándose para que su voz no sonara como a un ruego.

—Últimamente rechazas todos mis planes. —Su hyung parecía no querer hacerle caso y estar a completa disposición de llevarlo a una de esas conversaciones incómodas—. ¿Por qué no quieres salir conmigo?

—Jin hyung, tuve evaluaciones esta semana.

—Otras semanas también habías tenido evaluaciones, pero aceptabas una salida juntos —se quejó resentido.

Yoongi no sabía qué responder, su compañero de habitación permanecía sentado en su cama y no tenía intenciones de levantarse en los próximos minutos. Comenzaba a sentirse nervioso a medida que esos grandes ojos oscuros hacían un análisis completo de él, al punto llevarlo a pronunciar un tosco: —¿qué? ¿Tengo algo en la cara?

—¿Me consideras atractivo?

¿A qué venía esa pregunta? ¿Qué estaba pasando con su hyung?

Yoongi no sabía cómo leerlo.

—Como todo el mundo —respondió tratando de no flaquear. La tensión se anudaba en su estómago.

—No, no me importa todo el mundo, quiero saber si Min Yoongi piensa que soy atractivo.

—Lo eres —afirmó sincero. Trataba de no mirarlo aunque los bonitos ojos de Jin lo buscaban con insistencia.

—¿Por qué no has intentado ligarme? ¿No soy tu tipo? ¿No te gusto siquiera un poco?

Demasiadas preguntas en tan pocos segundos. Yoongi creía haber escuchado mal, pero tenía delante suyo un semblante determinado, un par de ojos casi negros exigentes de respuestas que no lograba pronunciar.

"No te imaginas cuánto me gustas".

¿Por qué ahora? ¿Qué quería Seokjin de él? ¿Que fuera uno más de los que alimentaban su ego?

—¿Por qué me preguntas esto? —Está seguro que su voz sonó cansada, lastimada. Un susurro suplicante a que lo dejara en paz. No podía con tanto. 

—Ah, me siento un pésimo amigo, no debería decirte estas cosas —dijo sin responder, como si hablara más consigo mismo que con el chico pálido que estaba desarmándose por dentro—. Sé que el hecho de que te gusten los chicos no es sinónimo de que tenga que gustarte yo. Tal vez es porque eres piscis y yo sagitario...

No sabía qué palabras expulsar, por dónde empezar a separar la emociones que se mezclaban. Una amalgama de anhelo, de miedo, incluso de rabia, pues su hyung no tenía un ápice de consideración con su triste intento de estabilidad.

¿Sabes?

No, Yoongi no sabía nada, su cerebro iba camino a una implosión.

—Esperaba gustarte —comentó como si nada luego de un suspiro resignado—. Eres tan duro o tal vez soy yo el que no sabe cortejar a alguien. La gente me suele buscar, nunca necesité hacer ese esfuerzo.

Ahí estaba de nuevo su risa, solo que menos aguda, más tenue y contenida.

—Jin hyung, ¿qué pasa contigo?

—Olvídalo, posiblemente tampoco lo recuerde mañana. Es una tontería

¿Cómo podía decirle eso?

Aferró sus dedos alrededor del brazo delgado del mayor. Sentía que si lo dejaba levantarse, lo perdería todo.

No podía.

No sabía si era un arranque de sinceridad o desvaríos de su hyung funcionando a medias, pero no quería perder ese alimento a su anhelo.

—¿Cómo se supone que sepa tus intenciones si nunca insinuaste nada? —se atrevió a reclamar, a escupir la única frase coherente que su cerebro fue capaz de elaborar.

—¿Cómo qué no? Dije que si me tuviera que enamorar de un hombre sería de ti, ¿eso no fue directo?

—Bromeas la mayor parte del tiempo —masculló apretando el agarre, jalando de forma no consciente al más alto para acercarlo—. ¿Cómo iba a saberlo?

—Puedo ser directo.

Yoongi notaba el tacto tibio de esos dedos que sujetaban su rostro. Percibía la caricia del aire caliente de alguien que repetía su nombre a escasos centímetros.

—Tan directo, Yoongi-yah, que no te queden dudas.

No estaba pasando. Lo imaginaba y abriría los ojos para encontrarse de lleno con el cotidiano y aburrido curso de su vida.

Debía ser culpa de estudiar un viernes por la noche y seguro que se durmió con sus apuntes encima.

Sus apuntes estaban desparramados en la cama y su palma aplastaba una de las hojas al intentar sostenerse.

Estaba pasando...

Había una boca tibia y blanda sobre la propia, una mano paseando por su costado antes de notar que un brazo estrechaba firme su cintura y su pecho empujaba el de Seokjin. Aquellos labios gruesos cubrían tan bien los suyos, presionaban y se movían lento como si quisiera tomarse su tiempo en robarle el aliento.

Ya no necesitaba sostenerse, Jin se encargaba de eso. Yoongi podía simplemente derretirse.

Podría hacer todo eso que fantaseaba, morder y chupar con devoción eso labios voluptuosos. Debatirse si empujarlo de espalda a la cama o subirse sobre su regazo. Podría aferrarse a sus hombros anchos o a sus caderas.

Podrían hacer tantas cosas.

Pero no así. Yoongi estaba en contra de aprovecharse del estado de borrachera de alguien, de saciar sus deseos a riesgo de ser egoísta y que Seokjin lo considerara un error. No podría con ello.

No así.

No si no tenía una certeza y consentimiento completo.

Seokjin intentó besarlo de nuevo, pero Yoongi apoyó una mano sobre su pecho para apartarlo con cuidado.

La mirada dolida que le dedicaba su hyung no tenía razón de ser, quiso compensarla con una sonrisa tranquila y una caricia en su mejilla. 

—Vuelve a tu cama e invítame a salir mañana, no tengo reparos en besar en las primeras citas.

Y esas palabras bastaron para que el mayor se iluminara feliz, brincando de vuelta a su cama, sin siquiera tomarse el tiempo de quitarse la ropa, prometiéndole que le daría la mejor cita de la vida.

Habrá quedado con las fantasías a medio cumplir, pero la consciencia tranquila y también con enormes montos de ansiedad surcando en su vientre. 

Expectante y anhelante. 

Su hyung dormía plácido y desastroso. Yoongi no podía dormir por más que mantenía los ojos cerrados.

Era un esclavo de sus palabras.
  
  
  
  
 
  
  
  
 
 
 
 
 
Yoongi-yah...

Y ahí estaba Seokjin, más radiante e intenso que el sol mismo golpeando su rostro al filtrarse por las cortinas, sonriendo cálido y con los dedos largos despeinando su cabello oscuro.

Vaya forma de despertar.

No era justo que su sola presencia tuviera un efecto tan fuerte en él. Que una caricia sencilla fuera una sacudida interna que lo forzaba a contenerse de temblar.

—Vamos, levántate. —Seokjin dejó un vaso de café desechable sobre la mesita y agregó—: Hoy tienes una cita conmigo.
 
 
  
  
  
  
 
  
 
 
  
  
 
***
Un pequeño oneshot para esta bella pareja irrelevante 🥺 y para una persona maravillosa que aguanta mis cascadas de audios 💕.

Muchas gracias a cada persona que le dio una oportunidad a esta historia. Espero haber traído dosis de dulzura a su semana.

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