
6|[Práctica Inesperada]
|Ataque Crítico I|
⟨Narra Beky⟩
«Es imposible que esto sea real pero tampoco puedo decir que es un sueño»
«En los sueños todo se ve borroso en la mayoría de los casos, y no siento dolor, ni estas emociones tan reales»
«Tal vez sí es un sueño y estoy esperando a que me despierten»
Gruño bajito cubriendo frustrada mi rostro, abrumada por mis pensamientos.
Me acomodo boca arriba apartando las manos, y miro perdida hacia la hoja enorme encima mío.
Debo dormir, la menos tener la esperanza de despertar e imaginar que todo fue exactamente lo que creo.
«Pero es demasiado real». Pienso soltando un gimoteo de cansancio mental.
Necesito detener esto. Necesito parar de pensar. Necesito dormir o al menos intentarlo. Necesito despejar.
—Luna.
La mención de ese nombre provoca que meta un respingo, gracias a que su tono susurrante me ha asustado, y miro hacia la derecha expectante. Sin embargo todo está tan oscuro que no soy capaz de distinguir de donde viene la voz.
—Hey —la misma insiste—, frente a ti.
Hago caso entornando los ojos y sentándome en la cama, para dejar caer mis pies.
Justo cuando la encuentro, o al menos su silueta sentada sobre lo que parece ser una cama, noto sus cejas undidas y su mirada triste.
—Lamento haber sido impertinente —anunica de repente—, pero supongo que entiendes mi desesperación por regresar —alza ambas cejas por segundos sonando obvia.
Parpadeo sorprendida por sus palabras, pero también por su tono de voz medio neutro y a la vez cansino, tal vez hasta ha dejado de ser “inalcanzable”.
Frunzo ligera y discretamente el ceño.
—Bueno sí —respondo con voz somnolienta—, por tu aspecto parecía que estabas huyendo del mismo mal con “m” mayúscula. —bromeo un poco ladeando una sonrisa y llego a ver una pequeña en su rostro dibujarse.
—Eso era todo —hace una pequeña pausa—, por cierto me llamo Inish Frex—, informa mientras dispone a acostarse tendiendo sobre sí una sábana que parece calentita—. Buenas noches.
«Ojalá lo fuesen»
***
Me muevo de tal manera que quedo de lado mientras estiro los músculos contraídos, y respiro profundo soltando luego un bostezo.
Abro mis ojos media asta somnolienta, y frunzo el ceño al notar una especie de cama extraña como de algodón, y una hoja enorme sobre ella.
«¿Qué es eso?». Cuestiono mentalmente, y entorno los ojos cuando la luz que proviene de alguna parte me molesta en éstos.
Tomo un suspiro cerrando los ojos para luego abrirlos mientras me dispongo a sentarme.
Cuando mi vista medio borrosa choca con una ventana extraña, sin forma, mi ceño se frunce más aún, sin embargo pestañeo para abrir mis ojos como se debe.
«¿Y esas dos por qué visten así?». Cuestiono al notar a una pelirrubia dirigirse hacia donde estoy, con otra que tiene tirabuzones rubios también, con ojos redondos y pequeños; ambas llevan una armadura sencilla arriba, entre cuero, hebillas de metal, y un cinto.
Mi corazón se dispara instantáneamente y me levanto de súbito, torpe por el pasmo, pero miro hacia todos los lados fijándome con horror que todo sigue idéntico como antes de dormirme.
Inesperadamente varias imágenes extrañas, desde mi perspectiva, comienzan a abarrotar mi mente provocando que ni aun cerrando y abriendo los ojos con fuerza, desaparezcan.
Me llegan a abrumar tanto que pongo ambas manos en mis sienes, arrugando los dos óvulos oculares.
Flechas con un humo alrededor de las puntas y listas rubí centelleante que salen de unas manos...
Una pelirroja de ojos grises mirándome con odio...
Un círculo de fuego alrededor mío que se movía descontrolado...
Cuando todas se detienen de la misma manera en que comenzaron a atormentarme, miro de golpe hacia el frente.
—Sigo aquí... —murmuro perpleja, con mi respiración agitada gracias al subidón de adrenalina.
No estoy con mis padres. Samanta tampoco está. Sigo en la supuesta galaxia “real”.
—Las imágenes... —tartamuedo respirando con más dificultad—, la conversación rara que tuvimos... —hago otra pausa corta para tomar aire—, Ma-max... I-inish... J-jean... —menciono los nombres estupefacta, tomando aire entre uno y el otro.
Mi boca entreabierta desprende el aire atropellado mientras recuerdo todo de golpe.
—Es real... —murmuro pasmada—, es real y sigo aquí.
Meto un respingo y un suspiro asustado cuando un toque del otro lado de una puerta de madera se escucha, provocando que mi cuerpo entero se tense.
—No... —susurro abriendo mis ojos amplios.
Las ganas de salir de ahí parecen más una necesidad cuando la inquietud y la famosa ansiedad impregnan mi sistema. Eso me obliga que, inconscientemente tome mis zapatos —que parecen más bien botas de cuero—, y observando escrutadora y nerviosa, encuentro una puerta detrás de la cama donde estuve descansando.
«Salir de nuevo se ve peligroso». Mi consciente alerta.
«Pero no puedo estar aquí... No por ahora»
⟨Narra Max⟩
—Max —la voz conocida de Axier saluda de momento—, mi viejo compañero, ¿todo listo?
—Buenos días Axier —saludo de vuelta cerrando la puerta tras mío—, sí todo está listo. —aseguro guardando la información en la constars.
Me he levantado temprano como suelo hacer. Ya he echo varias cosas para ponerme al día con mis antiguas obligaciones de valiente; tener controlada la cantidad de personas con mercancías que entran por día, los soldados que tenemos disponibles para la batalla que se aproxima, las diferentes funciones de algunas estrellas, por ejemplo, los que se encargan de vigilar día tras día el reino.
Cosas que antes hacía y que milagrosamente soy capaz de acordarme.
—Lo único que me falta es supervisar los entrenamientos de los soldados avanzados y los recientes. —informo concluyente.
—Excelente —afirma asintiendo con la cabeza—. Yo ahora mismo terminé de hacer el recorrido por todo en derredor —mira con el ceño inconscientemente fruncido hacia los lados—, las aldeas pequeñas cercanas y lejanas, en las raíces y la guardia —menciona apuntando hacia los lugares.
—¿También la guardia? —inquiero confundido frunciendo el ceño, provocando que me vea analítico.
—Claro —asegura con aire superior y esa voz distante que siempre usa—, tengo que encargarme también de supervisar las cosas que hacen mis valientes.
Asiento con la cabeza sonriendo forzado.
—¿Qué tal estás? —pregunto a cambio.
—Pues bien —responde obvio—, ¿y tú?. Hacía mucho que no nos veíamos, como... ¿nueve años? —ríe forzado.
—Sí... —respondo con desgana—, la he liado la verdad.
Su ceño se frunce.
—¿Cómo? —inquiere sonando más distante, esta vez exigente.
—En la galaxia donde vivía Luna conocí a su mejora que.
—¿Qué es eso? —la voz conocida de Mathew llega a mis oídos cortando mis palabras, y miro hacia la derecha para encontrármelo—. ¿Es una enfermedad?
No puedo evitar reír ante su pregunta.
Termina de acercarse y yo pongo mi mano sobre su hombro en saludo.
—¿Cómo has estado estos años? —pregunto dando unas pocas palmaditas.
—Estoy bien —insinúa con voz andina y mira hacia otro lado, misterioso—, dentro de lo que cabe —continúa enigmático.
Luego perderse en algún lugar del Planex es sencillo para él.
—¿Qué es mejora? —insiste mirándome de golpe con una cierta curiosidad en sus ojos.
Eso provoca una risita divertida en mis labios.
—Es un dicho que las personas de la Tierra usan para referirse a su mejor amiga —explico con fluidez.
Pero esas palabras provocan que mi mente vuele muy lejos. A esos recuerdos que no creo pueda olvidar e inconscientemente mi vista se pierde.
—Oh entiendo —parpadeo repetidas veces al escuchar la voz de Mathew irrumpir en mi mente—. Entonces ¿qué ocurrió con la mejor amiga de Luna?
—¿Estuviste...? —entorno los ojos dejando la frase en el aire.
—Lo siento —hace una mueca—, sabes que se siente como si estuviese ahí en el momento exacto así que —toma aire de manera sonora—, a veces no lo controlo como quisiera —desprende aire por su boca, y la mirada se torna culpable.
«No sabía que le afectara su don... ¿se avergüenza de él?»
—Tranquilo Math —le doy una palmada en la espalda y retiro mi mano—, es tu don natural, pero supongo que debas conocer que depende de ti explotarlo.
—Sí... —murmura mirando hacia abajo—, en mi nivel diez puedo hacer proyecciones. —informa un tin más animado.
—¿Proyecciones? —Axier inquiere sobresaltado.
Primera vez que se ve interesado, así que la sorpresa en Mathew se hace evidente cuando alza su vista con su ceño fruncido.
—Sí.
—Eso es excelente —asegura copiando la acción de Mathew—. Nos va a ayudar muchísimo cuando tengamos misiones más complejas —anuncia para luego sobar su menton mirando hacia abajo, analítico—. Tal vez hasta para engañar a los enemigos nos sirva, y poder sorprenderlos de golpe. —golpea con su puño la palma de su mano.
—Axier, no he llegado allá —el de ojos grises manifiesta alzando ambas cejas por instantes—, no puedes contar con eso.
El pelinegro le dedica una mirada desaprobadora.
—Sí puedes —asegura con voz distante—, para eso están los entrenamientos.
—Está bien —suspira resignado bajando su mirada para luego verme—. ¿Decías...?
—Ah cierto —abro mis ojos alzando las cejas por segundos—, decía que Samanta, la mejora de Luna —aclaro—, y yo, nos hicimos novios.
El rostro de Axier se amarra más de lo normal ante mis palabras, y Mathew abre sus ojos pero intenta disimular su sorpresa.
—Rayos... —murmura el de ojos grisáceos entre dientes—, eso está.
—Estrictamente prohibido... —repito rodando los ojos, hastiado de las mismas palabras—, lo sé Math.
—¿Y si lo sabías por qué razón desobedeciste? —Axier reprocha, cosa que no me extraña en lo absoluto.
—Porque tardaba en encontrar a Luna —expongo obvio—, ¿ya?, ¿feliz y contento? —pregunto sarcástico para luego soltar un suspiro irritado, y mirar hacia otro lado—. Fueron tres malditos años.
—Las groserías Max.
—En los que no me pude contener por la belleza de ella —sigo, ignorando las palabras de Axier—, así que comencé a enamorarla.
—No me interesa tu historia. —el pelinegro alza la voz por encima de la mía con autoridad, colocando ambas manos en su espalda baja—, lo único que me interesa es el castigo que tendrás por esto.
Dejo escapar otro suspiro atropellado e irritado, mientras experimento una ola de enojo surcar con facilidad mi sistema.
El tiempo que estuve con los humanos me hizo dudar si volver o no, porque consideré varias ocasiones abandonar la misión, quedarme en la Tierra con Samanta, y olvidar que un día todo esto existió.
Sin embargo no pude.
Land of the Stars me reclamaría sin dudarlo, pediría explicaciones también, y no creo que por asuntos del corazón me dejasen allí.
⟨Narra Beky⟩
Termino de ajustar las botas por los cordones que parecen ser de lana, estando sentada en una especie de parque, ya que hay banquitos de lo que creo debe ser granito blanco pulido. También un granito rojizo caracteriza los caminitos que llevan hacia distintas partes, todo rodeado de arbustos con flores extrañamente preciosas.
Acomodo mi cabello castaño hacia atrás para peinarlo, mientras miro vigilante hacia los lados.
De repente una extraña luz azul clarísima parpadea desde mi cinturón, emitiendo un sonido como si se hubiese cargado o finalizado algo.
«¿Qué?»
La famosa curiosidad azota mi sistema más intenso de lo normal y termino dándole a la mochilita pequeña —de la cual sale esa luz—, para sorprenderme. Pues una especie de pantalla azul se presenta de inesperado frente a mí y yo meto un respingo hacia atrás, ahogando un grito en sorpresa.
—¿Qué rayos es eso? —pregunto exaltada pero susurrante.
Tres hojas pequeñas de un azul marino aparecen en el centro de la pantalla, moviéndose en círculos, ante lo cual mi ceño se frunce y abro los ojos extrañada.
Sin embargo espero a que termine, lo cual no dura mucho y a los pocos minutos aparece toda lo que parece ser Land of the Stars.
—¿Es una laptop o algo por el estilo? —inquiero en un susurro arriesgándome a ampliar el plano del reino.
«Efectivamente, es un árbol. Estoy en un árbol». Pienso sorprendida, observando maravillada toda la información que me está dando esta pantallita azul.
Inconscientemente suelto una risa graciosa al notar unos puntitos blancos moverse con regularidad y precisión hacia determinados puntos, los cuales esta especie de laptop señala como “importante”.
«Tal vez puedas vigilar a Jean»
Resoplo irritada ante mis pensamientos haciendo una mueca al final, sin embargo no dejo de observar escrutadora y analítica los datos que me ofrece; caminos, atajos, casas, guardias, jardines, parques, centros más poblados y menos poblados, más casas en lo que parecen ser las raíces del árbol.
Me detengo en seco cuando encuentro lo que busco y una sonrisa amplia ilumina mi rostro.
«Un atajo»
«A unos cuantos metros del parque donde estoy»
Punto a mi favor; todo está rodeado de arbustos que me permiten pasar desapercibida.
Termino de chequear por última vez la ruta que debo coger, para luego entonces disponerme a escapar. Pero me detengo al darme cuenta de algo.
—¿Y ahora qué hago con esto? —murmuro arrugando la nariz por la confusión, ya que no tengo la menor idea de cómo guardar la pantalla.
Por curiosidad pruebo dándole a la mochilita como mismo la he abierto y para sorpresa mía, funciona.
«Esa es la manera entonces»
***
Por fin logro salir de los extremos de Land of the Stars para encontrarme en medio del bosque, caminando sin apuros y menos alterada con el tema de las direcciones gracias a la pantalla que me puede guiar.
Los sonidos de la mañana en el bosque llegan a ser armoniosos y hasta el de mis zapatos pisando las hojas llegan a ser agradables.
Mientras miro escrutadora casi todas las esquinas del bosque, incluyendo las plantas que nacen pegadas al suelo, me doy cuenta de que todo es muy colorido.
Las hojas de los árboles, de lo cual no me había dado cuenta antes, son verdes pero tan llamativas, que mis ojos se pierden en ellas hasta que éstos se iluminan cuando me doy cuenta de que exactamente, hay un brillo doradito casi invisible rodeándolas, y moviéndose de tal manera que transmiten tranquilidad.
Me acerco a uno de los árboles más pequeños y por consiguiente a la maravilla que estoy viendo, para luego arriesgarme y tocarla.
«¿Sentiré cosquillas?»
Mis ojos se abren de golpe mirando hacia el frente, cuando un sonido nítido de hojas moviéndose lejos de donde estoy es captado extrañamente por mi oído, y me tenso por completo cuando delante de mí, a unos metros, veo un círculo de humo que se nota extinguido.
«Aquí ocurrió lo de los elfos»
«La pelirroja de ojos grises»
«Los elfos de cabello blanquecino»
—Sarah.
Instantáneamente un sonido seco se escucha acompañado con el dolor agudo de golpe.
Mi estómago da un vuelco ante el nerviosismo y yo doy un paso hacia delante para conservar el equilibrio.
«Mi hombro...». Pienso al mirar horrorizada la zona, y el aliento se me es robado cuando noto la punta de una de las flechas —de titanio—, de los elfos con restos de mi sangre
Trago grueso sintiendo la inquietud abrumar mi sistema en un santiamén.
—Una flecha... —susurro pasmada para convencerme.
Agarro mi brazo con fuerza jadeando cuando de imprevisto una punzada aguda provoca que me doble hacia delante, arrugando la nariz.
Esto solo significa una cosa; no estoy sola, y otra muy importante...
Son mis enemigos.
Los elfos.
—¡Arrojen a ese insecto a la cápsula! —una voz autoritaria grita en una orden con exigencia.
Pero me resulta tan familiar ese odio que desprenden sus palabras, que mi piel se eriza y llego a sentir una punzada en mi estómago.
Al alzar la vista compruebo que es real.
Los mismos elfos de antes.
Sin embargo ya no pueden usar a su favor la oscuridad de la noche y puedo detallarlos mejor. Me sorprende el echo de que no todos tienen la piel del mismo color.
Algunos puedo clasificarlos como albinos gracias a su cabello más blanco que los otros, y su piel más albugínea todavía. Aun sus ojos los caracterizan, pues algunos son rojizos, otros grises, y otros parecen no tener porque sorprendentemente son cándidos, pero de manera irónica, el “toque oscuro” que desprenden sigue siendo opresor.
Trago grueso cuando la misma chica pelirroja de las imágenes cae de nuevo frente a mí, de súbito, y me dedica la misma mirada odiosa al enderezarse.
—¿Creíste que escaparías? —inquiere para luego apuntar con su mentón detrás mío.
Miro asustada para toparme con elfos esta vez más en cantidad que la primera vez. Algunos con sus arcos tensados, y uno de ellos —en este caso varón—, lleva un pequeño círculo transparente en su mano flexionada.
«¿Qué es eso?»
«¿Qué están haciendo?, ¿por qué todos me rodean?». Trago más que grueso ante mis pensamientos.
Todos me acorralan activando el miedo en mi sistema, y esta situación me remonta sin estorbos a Jina Lee y lo que me hicieron sus matonas. Sin embargo en esta ocasión no son puños, no son patadas, son armas.
Doy pasos perpleja hacia atrás, y de repente alguna fuerza invisible me empuja con brusquedad.
Jadeo del miedo y la sorpresa cuando mi espalda choca contra el suelo y, para mi desgracia, la flecha que me han lanzado se mueve en mi hombro causando un dolor aún mayor.
—Maldición... —me quejo con voz andina y doliosa mientras intento sentarme al menos.
Mi respiración se agita mientras siguen encerrándome en un círculo. Mis ojos desorientados miran hacia todos lados estupefactos. Mi cuerpo entero tiembla siendo víctima del temor.
Cuando creo que ya todo va a terminar, ese algo activa el fuego peculiar dentro de mí.
Sin embargo no se queda ahí, porque inesperadamente ese algo barre al instante las emociones que experimento, dejando una ira furiosa mezclada con odio dentro de mi sistema.
Toma el control de mi juicio.
Mi expresión cambia drásticamente tornándose sádica.
—Ustedes de nuevo —mis propias palabras envueltas en hostilidad revuelven mi estómago, o al menos eso creo.
Es dado por hecho, estoy siendo controlada.
—Me están hartando —vuelvo a decir sin pensarlo, entre dientes.
Me asusta. Me asusto a mí misma. Sin embargo eso no quita que me siento poderosa, así que dejo que fluya esta corriente extraña por mi cuerpo.
Tenso mi mandíbula para darle una mirada fulminante a la tal Sarah, y de inesperado el fuego activado se vuelve más fuerte, y comienza a recorrer por mis venas y mi cuerpo, intensa y peculiarmente poderoso.
Todo se acumula en mis manos; la electricidad, el calor, y algo más.
«Fuego...». Pienso impactada por dentro al notar que ambas manos están siendo abrazadas por dos círculos de ese elemento que quema, y tengo que separarlas del cuerpo gracias al vapor que emanan.
Repentinamente extiendo mis manos bruscamente hacia delante sorprendiéndome así, cuando veo dos olas furiosas de fuego, chispeantes, salir alocadas de mis manos directo a Sarah para enrollarse alrededor de su cuello no dándole tiempo a nada, y ahí me doy cuenta de que todos se han separado de mí.
Las olas alocadas elevan a Sarah, separándola del suelo hecatombes y provocando que la pelirroja suelte, entre jadeos y gimoteos, uno que otro gruñido, despidiendo también una mirada asesina hacia mi persona.
«“Desgraciada”»
Abro mis ojos de golpe cuando una voz distinta resuena en mi mente.
¿Ha sido ella?
¿He sido yo?
¿Ha sido ese fuego que me controla?
No puedo terminar de pensar cuando escucho nítidamente los pasos de los demás alrededor mío, y los arcos siendo tensados para atacarme.
Me siento perdida de repente, por el hecho de no saber qué hacer ahora.
Sin embargo, lo que me controla me obliga a mirar hacia la izquierda fulminante, la misma mano se mueve en esa dirección a la cantidad de elfos que se encuentran allí, y yo, mirando mis propios movimientos embobada, veo que abro la mano, vuelvo a cerrarla, y así tres veces, por lo que me confundo en un primer instante.
Sorpresivamente, al mi mano terminar abierta contra ellos la misma ola chispeante se divide súbitamente entre todos los elfos que hay de ese lado, y moviéndose como serpientes sedientas golpean sus arcos haciéndolos cenizas para tomar sus cuellos y cortar sus cabezas en menos de un segundo.
«Sus... cabezas...». Pienso atónita cuando veo sus cuerpos caer atestados de una sangre espesa, y misteriosamente se quedan flotando sobre éstos, un humo en forma de llama —como las de fuego que Inish usó—, que en el centro albergan un puntito que se mueve de un lado a otro, color escarlata.
De repente escucho con la misma nitidez de antes un arco siendo tensado a una velocidad increíble.
De ahí todo pasa muy rápido.
Miro de golpe hacia la derecha intercambiando en un santiamén mis manos y detengo con la mano respectiva, la flecha que ha estado a punto de tocarme.
Le cambio la dirección.
Miro a la causante una última vez.
Lanzo la flecha con la misma velocidad y locura de las olas de fuego que controlo.
Un hoyo enorme se forma en su estómago.
Cae de rodillas chorreando por la herida cascadas espesas de sangre.
Sus ojos se quedan abiertos, sin vida.
Al ver que tanto por éstos, como por su boca y nariz, salen hilos e hilos de sangre sin parar, quedo petrificada.
«¿Yo he echo algo así?»
«¿Yo?, ¿Beky Harrison?»
Un jadeo sorpresivo abandona mi garganta al igual que mi aliento cuando de la manera menos esperada algo atraviesa mi otro hombro.
Pero en esta ocasión ha sido diferente.
Todo mi cuerpo es absorbido por una debilidad inusual, y un dolor punzante en las articulaciones recorre como veneno.
Mi estómago se revuelve anunciando náuseas y mi cabeza comienza a dar ligeras vueltas.
Ese solo flechazo sirve para que ese algo que me controla me abandone, y lo sé gracias a que las olas que salen de mis manos y estrangulan a Sarah, están centelleantes y se notan a simple vista débiles.
Mi vista se pone borrosa a pesar del mareo y frunzo el ceño incrédula, porque ya vuelvo a experimentar mis emociones reales así que el mismo miedo que estaba al principio conmigo, ha vuelto.
«¿Por qué hice algo así?, ¿por qué no me podía controlar?»
—¿Qué rayos hicieron conmigo? —exijo desesperada, sin pensarlo mucho.
¿Cómo es posible que quede alguien con vida después de lo que supuestamente yo acabo de hacer?
El hecho de no poder ver nada provoca que mis miedos sean peores, y los nervios en mi sistema estallan por la impotencia.
—Tu... —una voz familiar tartamudea jadeantemente átona—, tu tranquila —me asegura sarcástica—, cuando te despiertes lo sabrás.
Para mi desgracia mis piernas ceden ante el cansancio extraño y termino cayendo contra el suelo fuertemente.
***
Sigo respirando.
—Maldición... —murmuro arrugando los ojos y la nariz ante el dolor punzante en mi cabeza.
Un jadeo dolioso abandona mis labios y por inercia me acomodo de lado para abrazar mis piernas.
De repente el aire se vuelve atropellado y difícil de captar por mis pulmones, así que dejo mi boca entreabierta para recuperarme.
«¿Dónde estamos?». Mi consciente pregunta de golpe y mi expresión en sufrimiento se relaja ligeramente.
Trago grueso ante la incertidumbre que inquieta hasta mis entrañas al no obtener respuestas sobre donde estoy, y el impulso de la ansiedad me obliga a abrir mis ojos para tener información, al menos por esa vía.
Sin embargo me he olvidado del dolor agudo en estos y dejo escapar un suspiro cansino cerrándolos nuevamente.
—Maldición, duelen... —susurro dejando escapar sonoramente el aire de mi boca.
—¿Luna?
Esa voz ronca. Esa voz gutural.
Una punzada de nervios invade mi estómago en un santiamén y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, volviéndose tenso. Abro los ojos despacio para comprobar que no estoy alucinando sin embargo, cuando esos ojos de color miel chocan con los míos desorientados ahí mi mundo entero se quiere caer.
Tomo aire de manera sonora sentándome de golpe.
—Jean —menciono sobresaltada.
Una inesperada sonrisa pequeña se forma en sus labios y me dedica una mirada comprensiva, causando que mi cuerpo sea víctima de un corrientazo.
«Dios santo esos hoyuelos...»
Trago grueso ante el subidón de adrenalina momentáneo, sin poder dejar de ver su sonrisa. Pero me obligo a mí misma hacerlo y cuando me doy cuenta de que esta cama en donde estoy es mucho más elegante, grande, y suave que la habitual, frunzo el ceño.
Al recorrer con la vista mis piernas hasta llegar a mis pies, noto la mano de Jean por encima de ellos y me corro hacia atrás para alejarme y sobrevivir unos minutos más.
Al mismo tiempo él parece darse cuenta de mi incomodidad y apartando la mano se levanta.
—Disculpa.
Tomo aire cerrando los ojos para calmar mis nervios, y las famosas mariposas en mi estómago se revuelven.
«¿De dónde sacó esa voz ronca?»
«Antes no era así...»
Sin embargo un enojo surca mi sistema al ser víctima de mis recuerdos desagradables.
«Ni se te ocurra...». Me regaño a mí misma.
Simplemente no me lo puedo permitir. No nos conocemos. Tampoco es que lleve tiempo viva aquí.
Me propongo no mostrar señales de enojo, o disociación, pero cuando me doy cuenta de que mi vista perdida, y mi ceño ligeramente fruncido están gritándolo, parpadeo suspirando por la boca.
—Disculpas aceptadas —murmuro bajito pero inesperadamente eso provoca que una molestia se presente en mi garganta.
Comienzo a toser seco de imprevisto, y frunzo el ceño confundida, colocando una mano en mi pecho por inercia.
«Que suerte la mía»
«Es la que tienes»
«Cállate, por lo menos tengo...»
De repente el de ojos miel desaparece de mi campo de visión dejándome sola.
«¿Pero qué...?»
No puedo terminar de quejarme cuando su melena castaña aparece a mi lado derecho en un nanosegundo, y veo en sus manos un vaso de agua.
Ese repentino movimiento provoca que abra mis ojos de la impresión. Pues está agachado a la altura de la cama y aunque no quiero verle a los ojos me encuentro a mí misma mirándolo deslumbrante.
«Aterriza Beky»
«¿Qué?»
«Sigues tosiendo como una vieja»
Ante mi cruel consciencia aparto la vista para tomar un pequeño sorbo de agua.
Por la inquietud en mi sistema, y lo tenso que me ha puesto su cercanía, me levanto para caminar unos tontos pasos, ignorando la preocupación ajena que noto en sus ojos.
Cuando bebo otro trago, y relamo mis labios tomando aire, relajo mi cuerpo y hombros.
Sin embargo cuando me doy cuenta de que esta no es para nada la casa de Inish, y que la madera aquí adentro es más oscura que la usual aquí —o eso creo—, mi corazón se acelera un poco por la inquietud.
—¿D-dónde...? —corto mis palabras al girar mi cabeza hacia la izquierda.
Pues hay un balcón separado por una puerta exquisitamente decorada con cristal y madera que puedo clasificar como teja.
—Estás en mi casa.
Jean responde con el mismo tono ronco de antes provocando una punzada de nervios nuevamente.
«Maldición, paren...». Ordeno cerrando los ojos por unos segundos en señal de enojo, y muerdo mi labio inferior de igual modo.
—Es... —tartamudeo intentando decir algo, pero cuando mi voz se quiebra carraspeo—, es hermoso. —anuncio haciendo una corta pausa—. ¿En qué parte de la ciudad vives?
Se supone que mi voz debiera sonar normal, pero ni eso puedo hacer cuando está él.
¿Qué me pasa?
¿Por qué me comporto así con Jean?
«Tampoco es que te esfuerces»
—Estamos en el Palacio.
Trago grueso ante su repentina respuesta.
—¿Q-qué? —inquiero en un jadeo girándome para verle.
Sin embargo me arrepiento luego cuando veo que está recostado a la pared cerca de la cama, de brazos cruzados, mirándome de manera inescrutable.
Su expresión es neutral, pero causa un nivel de curiosidad en mi interior que provoca también una alteración en mis nervios.
De inesperado suelta una sonrisa que puedo notar espontánea, gracias a que aparta la mirada hinchando sus pulmones.
Comienza a caminar igual que aquella vez, titubeante, hacia mí.
Le sostengo la mirada sintiéndome arrebatada por la suya enigmática hasta que se coloca frente a mí.
«¿Cómo se respiraba?»
—Haz estado durmiendo cinco horas seguidas —informa con ese tono de voz más ronco de lo normal—, ¿no tienes hambre? —pregunta repentinamente, frunciendo un poco el ceño.
Su pupila vuelve a dilatarse extrañamente al notar una centelleante preocupación en sus ojos.
Mi columna vertebral sufre un corrientazo, provocando, para mi desgracia, que sienta el calor teñir mis cachetes de un ligero tono rosado.
«Definitivamente el destino quiere dejarme sin corazón»
«¿No se dice que todos los días te nace un nuevo corazón?»
Aparto la mirada, nerviosa.
—A-ahora que lo dices... —dejo la frase en el aire al notar mi voz susurrante, e intento hablar como se debe—, sí.
Al darme cuenta de que mis manos tiemblan un poco y que mi corazón está golpeando mi pecho, el deseo de salir de allí para seguir viviendo parece más una necesidad.
Pues necesito pensar, y con Jean mi cerebro parece dejar sin salario a la mayoría de mis neuronas.
—¿Quieres algo en específico? —su repentina pregunta en ese tono ronco llaman mis ojos desorientados.
Veo que me examina escrutadoramente con la mirada.
¿Qué busca?
¿Provocarme un paro cardíaco?
—N-no sé... —carraspego mirando hacia otro lado, y doy un paso hacia atrás para prometerme unos minutos más de respiración—, soy nueva aquí así que... supongo que lo dejo a tu consideración. —me arriesgo a mirarlo de nuevo.
Pero me arrepiento cuando vuelve a sonreír; cuando vuelven esos hoyuelos.
—Ya te traigo algo —sus palabras rompen el hipnotismo que me ha absorbido repentinamente.
Cuando escucho la puerta cerrarse tras su paso, comienzo, como la primera vez, a tomar grandes bocanadas de aire sonoramente.
—Esto no puede estar pasando... —murmuro pasmada—, no, no, no... —niego de manera frenética con la cabeza, dando pasos hacia atrás e intentando recuperar el aliento—. No me lo puedo permitir.
«Pero sucede. Tal vez no sea tan malo»
«He dicho que no lo conozco... Y no, no pienso seguir alimentando estos sentimientos»
Sin embargo tengo miedo de lo que pueda suceder después de esto.
Para empeorar mi estado altamente nervioso y dislocado, vuelve a suceder lo de aquella vez en casa de Inish. Pues varias imágenes comienzan a aparecer en mi mente como una TV.
Una pelirroja siendo ahorcada por una ola extraña de fuego...
Arcos siendo destruidos por la misma ola alocada...
Los cuerpos sin vida de los elfos...
La chica que atravesó una flecha que yo lancé y quedó con un escalofriante hueco en el estómago...
El aire se me esfuma. Mi corazón se desemboca. Mis nervios estallan como locos.
«Yo no hice algo así». Me aseguro a mí misma con incredulidad.
«Sí... lo hiciste»
—No... —niego con la cabeza, buscando de dónde sujetarme gracias al mareo—, yo no pude haber hecho eso, nunca he matado a nadie...
«Esta es tu primera vez Bekita... felicidades»
«¿Andas drogado?»
«Si tu no lo estás, dudo que yo lo esté»
«Entonces deja de decir esas sandeces»
Trago más que grueso, pasmada e incrédula.
Sin embargo, aunque la mayoría de mi cuerpo y sistema gritan que está mal lo que según las imágenes hice, algo dentro de mí, una pequeña parte, se siente poderosa.
¿Por qué?, no tengo idea.
¿Será que en el fondo me siento bien con asesinar a sangre fría?
«Yo no le llamaría asesinar porque ellos son tus enemigos»
Eso no justifica nada porque así mismo como nosotros tenemos vida y familia, ellos también.
«La diferencia es que tú sientes arrepentimiento por matar, y ellos lo hacen por placer». Trago grueso ante el razonamiento de mi consciente.
«Vale tu ganas. Ahora déjame ver si sobrevivo a esto»
Con mis ojos abiertos, y mi corazón a mil por hora, decido comenzar a respirar profundamente abriendo también mi boca para facilitar el viaje del oxígeno.
Mientras camino por la habitación, sigo dándole vueltas a las imágenes que extrañamente recuerdo con lujo de detalles. Sin embargo estoy segura de que no son reales.
No pueden ser reales.
Yo no era esa.
Algo... un segundo.
Me detengo súbitamente a los pies de la cama.
—Había algo... —murmuro sintiendo mi sistema aliviarse un tin—, algo que me estaba controlando. —comento analítica, y pongo una mano en mi mentón girando sobre mi eje para toparme con un espejo enorme, de arriba a abajo.
Mientras lo observo impresionada mi boca se queda entreabierta por inercia.
«Ni teniendo miles de dólares se consigue algo así en Canadá». Pienso al notar unos ligeros arreglos de oro decorar los bordes irregulares del espejo.
—Wow... —articulo al darme cuenta de mi vestimenta.
Pues traigo un vestido entre beige y blanco por las rodillas, ajustado en la cintura por un hermoso corset de cuero negro.
Inesperadamente algo refracta la luz metálica de un objeto en mi ojo izquierdo, haciéndome cerrarlo por el golpe.
—Auch... —me quejo irónica mirando hacia el mismo lado del ojo dañado.
«El balcón». Pienso acercándome a paso mesurado, mientras observo escrutadora la puerta, el balcón, y lo siguiente que noto provoca que de mis labios salga un jadeo de sorpresa.
Pues es de noche, hay luces flotantes y redondas por todas partes de color azul, los habitantes las recogen, y a pesar de que a simple vista se ve agradable, el ambiente que abraza todo el silencio nocturno es tranquilizador.
Abro mi boca más que maravillada y mis ojos cuando las luces comienzan a bailar.
Sí, a bailar.
Todas juntas.
Inconscientemente me dejo atrapar por la calma que desprende el ambiente ahí afuera, y no puedo parar de contemplar los movimientos de las luces y las ondas que sueltan de su centro.
Un resplandor celeste capta la atención de mis ojos al notarlo por el rabillo y cuando giro mi cabeza hacia la izquierda, pego un respingo hacia atrás, asustada.
Pues una de las luces está muy cerca de mí.
—¿Qué eres, bonita...? —un grito sorpresivo abandona mis labios cuando la luz se mueve hacia arriba de golpe.
Miro analítica dentro de las grandes hojas encima del balcón para buscarla, sin embargo no hay ni rastro de ella.
Dejo escapar un suspiro derrotado para girarme y volver a apreciar el paisaje cuando de repente, mis oídos vuelven a captar nítidamente el sonido de una flecha atravesando algo.
—¡No!
Un grito desgarrador resuena en mis oídos haciéndome tomar aire por el repentino susto, y pongo una mano en mi pecho recuperando el aire.
—Dios... ¿todo aquí me quiere muerta? —corto mis palabras cuando creo ver un punto rojo entre los árboles que abarrotan el bosque.
Entorno los ojos dando pasos mesurados hacia delante, aprovechando el poco espacio que hay, y me dedico a observar mejor. Pero arrugo la nariz parpadeando rápido.
—Debo estar alucinando... —susurro alzando ambas cejas por instantes—. ¿Será por el sueño que...?
—¡No, por favor! —el mismo grito resquebrajado revuelve mi estómago.
—Ay rayos... —gruño ante el acelerón que ha dado mi corazón.
Pero inesperadamente, vuelvo a sentir ese algo activar el fuego en mi interior.
—Oh no... —murmuro asustada—, no otra vez.
Cierro mis ojos esperando lo peor, y cuando abro un tin el derecho, los dos óvulos oculares ocupan toda la cuenca de golpe.
—Elfos... —murmuro dándome cuenta de las criaturas con capucha frente a mí, uno con su arco tensado, y otro con una espada.
Tampoco estoy en la habitación aquella.
No hay luces.
Todo está oscuro.
Estoy en el bosque.
—Por favor —una voz quebrada llama mis ojos a mis espaldas, y cuando giro mi cabeza para ver, una punzada azota mi estómago—, ayuda a mi hija.
Es una mujer, pero está llena de sangre y su rostro empapado de lágrimas. Sus ojos cristalinos cargan con tanta agonía que un nudo sin sentido se forma en mi garganta.
—¿T-tu hija?
Ante mi pregunta ella señala con su índice a mi izquierda y cuando le hago caso ahogo un grito cuando veo a una pequeña de cabellos claros verdosos amarrada a un árbol con una soga, y su cabeza cae hacia delante.
Ese algo vuelve a controlarme y lo sé porque ya me encuentro frente a frente con los dos elfos amenazadores, sin una pisca de miedo, asombro, o temblor.
El mismo calor vuelve a recorrer mi cuerpo y mis venas para en un nanosegundo sentir que todo se concentra en mis manos otra vez, y mis puños se cierran por voluntad propia aumentando dentro de mí un furor sin límites.
La mirada asesina y hostil que traigo me mataría si estuviese en otro lugar, sin embargo aquí estoy, siendo controlada por algo que no sé definir.
Mis manos hacen como si tuviese una especie de cuerda y lo sé porque luego de ello hago como si azotara éstas mismas, percibiendo una fuerza diferente a mis lados.
Hago dos vueltas con ambas manos hacia adentro para luego gruñir lanzándolas contra ellos, las cuales me sorprenden que son de fuego, chispeantes, alocadas.
«Las imágenes son reales...»
Los elfos son envueltos por esas dos olas hechas cuerdas como si fuesen carnada fácil y los elevan a ambos, provocando que se le caigan sus armas, y que suelten entre jadeos uno que otro gruñido exasperado.
Mi mandíbula se ha tensado, y sorprendentemente estoy en el aire para acercarme a ellos, a su altura.
Entonces mando a las cuerdas que controlo a quitarles las capuchas para llevarme una sorpresa, ya que ambos son albinos y parecen gemelos.
—No debieron meterse con mi gente... —escupo despacio, con hostilidad.
«¿Por qué dije eso?»
—¿Quién eres? —el de la derecha pregunta jadeante, pero sus ojos desprenden entre miedo y odio una centelleante ira.
—Luna idiota —el otro responde de inesperado, jadeando dolioso y enojado—, ¿qué estrella puede hacer algo así?, ¿quién podría tener ese poder que no fuese una Luna?
Si estuviese en mi razón la confusión en mi rostro sería la respuesta a sus palabras.
«¿Qué rayos hablan?»
Suelto una risa sardesca cargada de veneno en una sonrisa ladeada, alternando superior mis ojos entre ambos, y me alejo.
Inesperadamente cruzo mis brazos, y dándole una última mirada, las cuerdas hacen su función al yo hacer con mis manos una equis.
Ambos terminan exprimidos no quedando nada.
La sangre salpica y chorrea por todas partes, manchándolo todo.
«“Último ataque”». La misma voz diferente resuena en mi mente victoriosa, despidiendo una ola de alegría y alivio por mi cuerpo, distinta.
—¡Ay gracias! —la voz femenina de la mujer chilla detrás de mi con dolor—, gracias Luna...
«Di “de nada”». Mi consciente habla repentinamente cuando me giro para verla correr y sacar a su hija de las sogas que la aprisionan.
—¿Está bien? —pregunto extendiendo mi mano pero me confunde el hecho de que no he sido yo.
—Sí... —suelta un gimoteo abrazando a la pequeña entre sus brazos—, gracias...
Esa escena me recuerda a mamá. Ese amor que desprenden sus ojos hacia su hija es admirable.
Undo mis cejas sintiendo un nudo amenazar con llorar, e inesperadamente, después de parpadear, aparezco frente a frente con el pecho de alguien a quien no quiero ver.
—Jean... —murmuro abriendo un poco mis ojos levantando la cabeza para verlo, y doy dos pasos hacia atrás.
Él traga en seco de repente, abriendo también sus ojos con una sorpresa en ellos genuina, y es su turno de dar un paso hacia atrás.
—Luna ¿qué te ocurrió?
Esa preocupación en su voz susurrante me toma desprevenida y trago grueso, ya que mis nervios han sufrido una pequeña alteración.
—N-no sé de qué hablas... —trago grueso tras mis palabras en un tono bajito.
Sin embargo eso no provoca que Jean deje de mirarme de pies a cabeza con esa mirada escrutadora, causando nuevamente que el fuego tiña de rosado ligero mis cachetes.
—¿Cómo que no sabes? —reprocha mirándome a los ojos de golpe, con el ceño fruncido—. Te exijo saber porqué estás así.
Trago grueso, confundida.
—J-jean no tengo idea de qué rayos... —corto mis palabras cuando él apunta con su mentón mis ropas, relajando su expresión.
Le hago caso omiso y cuando me doy cuenta de que todo el hermoso vestido se ha manchado de manera grotesca de esa sangre extraña de los elfos, por todas partes, abro mis ojos de golpe, sorprendida.
—Ah... —articulo nerviosa.
Levanto la vista mientras busco como decirle que acabo de asesinar a dos elfos.
—Bueno... —murmuro haciendo una pequeña pausa—, ¿y si te digo que fue una pequeña pelea? —inquiero arrugando la nariz en una mueca.
—¿Pequeña pelea? —pregunta enarcando una ceja, sonando con más autoridad, y cruza sus brazos dándome una mirada fugaz de pies a cabeza—, ¿una pequeña pelea termina así?
—M-mientras las luces bailaban escuché un grito y por culpa de ese algo tuve que matar a los elfos de lo contrario habrían asesinado a una madre y...
—Oye detente —pide haciendo una seña con su mano—. Ve suave, hasta me perdí en el orden de los hechos. —bromea volviendo a sonreír espontáneo.
Un corrientazo azota mi columna dorsal y tengo que tragar en seco.
«Esos hoyuelos...»
—Ah, eh... —suelto una risita nerviosa cambiando la mirada—, lo siento.
—Está bien —asegura con esa voz ronca.
«Sigue respirando Beky»
«Al menos para que le cuentes lo que pasó»
Tomo aire cerrando por esos instantes los ojos.
—Bien, primero estaba en el balcón contemplando las luces, cuando de repente escuché un grito desde el bosque —él asiente alzando una ceja por segundos—, luego ese algo se encargó de llevarme.
—O sea —corta mis palabras analítico, pero no me pasa desapercibido su curiosidad—, te teletransportaste sin entrenar todavía... —comenta para sí sobando luego su mentón—, interesante.
—¿C-cómo dices...?
—No no —hace un gesto desdeñoso con la mano frunciendo el ceño—, sigue con la historia.
—¿E-estás seguro? —inquiero arrugando ligeramente la nariz.
De repente otra sonrisa espontánea abandona sus labios dejándome sin palabras.
—Que desconfiada enanita —bromea en un susurro para luego relame sus labios—, lo prometo, todo bien. —asegura sonriente—. Tu continúa.
Entorno los ojos por instantes.
—Va-le... —tartamudeo, y tomo aire para seguir—. Bueno, como decía, tuve que enfrentarlos y les exprimí hasta las entrañas en menos de un segundo, cosa que no he hecho yo, fue ese algo. —concluyo nerviosa.
Pero cuando Jean cambia su expresión a una de sorpresa y pasmo, con sus ojos abiertos como platos, no puedo evitar soltar una carcajada.
—Perdón... perdón —pido cubriendo mi boca sin embargo, es su turno de reír ronco.
Eso provoca que frunza el ceño.
«¿Qué es gracioso?»
«Que te acabas de reír como una foca con ataque epiléptico»
«A veces cuestiono si eres mi consciente o el esclavista»
Cubro mi rostro tímida al no poder reprimir mi sonrisa ante la suya, la cual me deja sin aliento por unos instantes, y él parece tener el mismo problema ya que aparta la vista cuando noto que está algo nervioso.
—Pareces una niña pequeña.
Sus palabras provocan que mi corazón se acelere súbitamente, y no ayuda a que mi sonrisa desaparezca ya que tenso mis labios intentando reprimirla pero es imposible.
Repentinamente revuelve mi cabello, dejándome paralizada por unos instantes al sentir cómo mi cuerpo se estremece ante su contacto, y cuando veo sus ojos sorprendida, su mirada expresiva acelera aún más mi corazón.
Sin embargo parpadeo sintiéndome incrédula.
Creo que ahora mismo me puede tragar la tierra.
«Pero no sucederá»
«Deja de quitarme esperanzas»
—Ve anda —manifiesta deteniendo su mano sin quitarla de mi cabeza—, date un buen baño para quitarte esa sangre de arriba.
No sé que decir. Tampoco me pasa nada por la cabeza. Lo único que sé es que mis manos cubren mis cachetes rosaditos.
«Que vergüenza»
—Hey... —esa voz guturalmente ronca provoca que mi estómago se quede sin jugos gástricos.
Sin embargo eso no es todo, ya que agacha su cabeza hasta llegar a mi campo de visión, buscando con curiosidad mis ojos.
«No, no mires Beky»
«No mires»
Tarde, ya le he devuelto la mirada.
—La pena conmigo no es necesaria —informa en un susurro que me garantiza una muerte bonita—, soy como tu familia ahora así que siéntete cómo en casa conmigo.
Dicho esto, me guiña el ojo apartando su mano de mi cabello y enhiestrándose yo lo detallo con curiosidad y admiración.
Sin embargo él también se dispone a sostener mi mirada, y su pupila se dilata.
—Puedes tomar ropa de mi clóset sin miedo —anunicia mirando de manera fugaz mis labios.
«Sobrevive Beky»
—Seguramente te va a quedar grande —cuestiona soltando una risita ronca y cruza sus brazos para verme directo a los ojos—, pero bastará una de mis camisas para que te veas igual a un fantasma.
—¿Disculpa? —inquiero apartando de golpe mis manos y frunciendo el ceño—, ¿cómo que un fantasma?
—¿Los fantasmas no son los que usan ropas gigantescas? —reprocha enarcando una ceja—, eres pequeña Luna —arrugo mi nariz de golpe dándole una mirada desaprobadora—, no te me ofendas.
—N-no tienes que hacerlo —tartamudeo nerviosa, parpadeando de igual modo.
—Tu tranquila niñita —susurra más ronco de lo normal provocando que aparte la vista al sentir mis cachetes querer teñirse de nuevo—, hoy es tarde y no podrás salir a comprar pero mañana será otro día.
Sin decir nada más se voltea colocando sus manos en la espalda baja, caminando en dirección a la puerta mientras me pillo a mí misma observando su figura imponente, masculina, y cautivadora.
«¿Lo sacaron de algún libro que leí o qué hace en este mundo imperfecto?»
Callan mis pensamientos el repentino golpe de algo cayendo contra el suelo de la habitación, causando que tanto Jean como yo nos tensemos, y él se detiene justo antes de poner su mano en la perilla para mirar hacia su derecha.
Noto su espalda hincharse anunciando que ha respirado profundo y frunciendo el ceño me dispongo a mirar hacia donde él ve.
Trago grueso ante el corrientazo que azota mi columna vertebral cuando veo a ese chico pelinegro agachado en el balcón, y al enderezarse comienza a caminar, demostrando sus 1.80 metros de alto.
Sus ojos negros que parecen vacíos atrapan irremediablemente los míos y éstos se abren ligeramente.
Su rostro es cuadrado, sus ojos asiáticos almendrados, su nariz ligeramente ancha, sus labios con un toque fino, y su piel más blanca de lo que estoy acostumbrada a ver.
Lleva puesta una especie de ropas antiguas de cuero muy negro y alrededor de sus manos en forma de guantes el mismo material, ajustando por unas cuerdas finas que parecen de lana, negras.
«Decir que le gusta el negro sería estar bromeando nivel Pro»
«Silencio»
—Hola chicos —su voz imponente e impostada revuelve mis entrañas.
«¿Aquí todos hablan para querer matar?»
Sin embargo no me pasa desapercibido el desagrado en su voz así que mi nariz arrugada es la respuesta a sus palabras.
Miro de manera fugaz a Jean sin mover la cabeza, el cual se gira hacia el pelinegro tenso y comienza a caminar para acercarse a mi lado izquierdo.
Cuando los ojos más que negros del chico que acaba de entrar se posan en mí trago grueso rogando que no me mate con su mirada tan pesada.
Sin embargo de manera inesperada parpadea repetidas hallándose entre sorprendido e impactado cuando me ojea de pies a cabeza.
Eso provoca que tense los puños inconscientemente por la razón de que mis nervios han sufrido una alteración de momento.
«¿Por qué me ve así?»
—¿Es esa cosita? —habla repentinamente, en un tono entre burlón y sarcástico.
«¿Qué, acaba, de decir?»
Mi rostro se amarra casi instantáneamente y la adrenalina circula por mis venas más rápido de lo normal, gracias al enojo que comienzo a experimentar en mi sistema.
Pero antes de poder pensar en qué responder a su evidente decepción hacia mi persona, Inish, Max, y dos chicos más aparecen detrás del pelinegro.
Uno de los dos chicos es la misma rubia que venía con Inish la segunda vez que me escapé, pero el otro chico no lo había visto y su aspecto me resulta muy curioso.
Su cabello es verde, el cual cae en su frente dándole aires misteriosos, al igual que sus ojos almendrados. Su nariz es pequeña, sus labios ligeramente gruesos, su piel es un blanco medio bronceado, y su rostro rectangular.
Cuando dejo de detallar a todos como una acosadora caigo en la realidad para darme cuenta de que todos, sin exagerar, me miran.
«Tierra trágame»
—Vaya... —la repentina voz analítica de Inish llama mis ojos para notar que me observa indagadora—, al parecer es nuestro turno de pedirte ayuda.
—Basta —la voz gutural en autoridad del pelinegro corta tajantemente las palabras de la pelirrubia—, ¿cómo es que pasó?
Trago en seco cuando su voz cambia drásticamente al referirse a mí, pues se ha tornado serena, y menos áspera.
—¿D-de qué hablas? —tartamudeo escondiendo mis manos tras mío, nerviosa.
—De tus ropas —anuncia sin que su rostro neutro e inexpresivo varíe—, ¿por qué tanta sangre de los elfos sombra?
—¿Elfos... sombra? —inquiero entornando los ojos por instantes, y relajo mis brazos—, con que se llaman así, con razón son tan feos.
—Basta de despistes —él vuelve a alzar la voz provocando un pinchazo en mi estómago—, escupe qué fue lo que sucedió con exactitud.
—Nadie la vio, Axier —la voz neutral y discretamente desdeñosa de Jean capta mi atención tanto como el nombre que acaba de decir—, si esa es tu verdadera preocupación... —deja la frase en el aire con ligera ironía—. Pero si quieres saber mi punto de vista, sí, ella acaba de usar sus poderes de luna sin sufrir daños, y hasta se teletransportó sin entrenamiento.
—Ya... —el tal Axier corta las palabras de el chico ojos miel chasqueando la palabra, y su nariz arrugada con esa mirada desaprobadora hacia mi persona me causa enojo—, no me interesa lo que haya hecho y lo sabes. —escupe con desdén, y toma aire—. Mañana entonces nos vemos para entrenar.
—Por fin... —masculla Inish de repente—. Puede que hayas usado tus poderes sin saber, pero debes recibir entrenamiento —anuncia colocando ambas manos en su espalda baja—. Los poderes comunes cansan a los humanos, imagínate los tuyos.
Frunzo mi ceño al no entender ni una palabra mostrando que me he perdido.
—Tranquila —la voz de Max llama mis ojos desorientados, y su mirada comprensiva me alivia en cierta manera—, te explicaremos todo.
***
Si les va gustando la trama no olviden dejar su voto y comentarios al respecto♡
Constars*: Es el tipo de cinturón, dependiendo del sexo (F) o (M), que se utiliza para obtener información importante del reino.
Planex*: El nombre del planeta donde están.
✅Atte: Bookslove701🌻
~○°•♡•°○~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro