Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5|[¿No es un Sueño?]

«Un ladrón»

Eso es lo primero que llega a mi mente, y la inquietud se activa de instantáneo cuando la curiosidad regresa.

Jacob, bebé —miro de nuevo hacia él, susurrando—, vamos.

Lo guío hacia su camita para perros en una de las esquinas de la sala de estar, mirando de vez en cuando con cautela hacia las escaleras.

«¿Qué será?»

El dálmata se queda dormido, algo que me parece extraño y demasiado en primera instancia. Pues no se veía cansado, más bien sus ojos abiertos como platos y cariñosos me miraban con encanto.

«Bueno, tal vez es cosa mía»

— Estás ilusionando cosas —murmuro para mí— quizá sea porque es muy tarde para andar deambulando por la casa. —alzo ambas cejas parpadeando pesado, y suelto un bostezo sin hacer ruido—. Supongo que sí, es por el sueño.

Cuando me dispongo a subir, y camino para coger el vaso de agua un ruido aun más fuerte se vuelve a escuchar en mi habitación provocando un pinchazo fuerte en mi estómago, y ni hablar de mis nervios.

Miro de súbito hacia las escaleras arriba, y mi ceño se frunce cuando veo una luz azul y celeste al mismo tiempo.

— ¿Disculpa? —inquiero incrédula, y decido estrujar mis ojos para comprobar estar soñando.

Pero cuando vuelvo a mirar, la luz sigue intacta. Hasta parece que se hizo un poco más intensa.

Trago en seco sintiendo mis nervios sufrir un súbito subidón de adrenalina. Pero decido no paralizarme. Si tengo que enfrentar a un asesino en serie, un ladrón armado, tengo que perder el miedo.

Sin pensarlo mucho escojo uno de los cuchillos anchos para cortar carnes y cuando apago la luz de noche me dispongo a caminar con sutileza escaleras arriba.

Aprieto el cuchillo en mis manos como si de eso depende mi vida y así parece.

«¿Emocionada?». Pregunta repentinamente mi consciente.

«¿Es en serio?»

«Sí, mucho. Tampoco es que tu vida aburrida sea interesante ¿verdad?»

Si mi consciente estuviese parado frente a mi ya le hubiese dado tremenda cachetada.

Mi curiosidad aumenta cuando la luz azul y celeste toma un color más intenso todavía, mi corazón se vuelve a acelerar de golpe, y trago en seco relamiendo mis labios dispuesta a contrarrestar lo que sea y a quien sea.

Cuando abro la puerta y la escena es captada por mi entero campo de visión, mi boca se abre de la impresión y la sorpresa queda estampada en mi rostro. Pues hay una silueta de una chica sobre mi cama y eso es algo inusual. Pero eso no es todo, porque la luz que parece provenir de sus manos —las cuales están unidas hacia delante— me llega a cegar por unos instantes.

Decido abrir mis ojos, y mi rostro demuda abruptamente al verla mejor.

El cabello rubio curioso de la chica está alborotado, sus ropas deslucidas y no se porqué razón son tan extrañas. Son como hechas de cuero, telas de algodón, y hebillas que parecen ser de metal por su color plateado, que aun así se notan oxidadas. También lleva unas botas altas —entre los tobillos y las rodillas—, que parecen ser de cuero también.

«¿Será que lo de regresar al futuro es cierto?». Inquiero incrédula con ironía.

«Pero parece del pasado, no del futuro». Mi consciencia analiza.

«Pero por donde vino tiene que regresar ¿verdad?»

Mi cuerpo entero se tensa cuando la mirada analítica de la chica se posa en mí, así callando mis pensamientos, y luego, con una inescrutable enfoca el cuchillo en mis manos haciéndome dar un paso dudoso hacia atrás y soltar el objeto.

«¿Qué no sabe que ahí duermo?». Pregunto irónica.

Me he quedado paralizada gracias a su pesada mirada sobre mi, pero aun así me doy cuenta de que su pecho sube y baja sin ser pausado o regular, todo lo contrario, parece salir de una matratón.

La pregunta lógica es; “¿Cómo está aquí?”. Porque la ventana que hay en mi habitación es pequeña como para que alguien entre por ahí. Pero por favor estoy en un cuarto piso.

¿Cómo subió?

¿Cómo hizo para que esa luz azul aparezca?

¿Por qué tiene ese aspecto?

— ¿P-puedo ayudarte en algo? —tartamudeo sintiéndome en extremo nerviosa, pero lo gracioso es que ni siquiera se ha escuchado mi voz.

Ella hace silencio, tal vez para recuperar su aliento, y detallo mejor sus rasgos; ojos redondos almendrados de color verde, nariz proyectada sin ningún hueso sobresaliente, y rostro cuadrado discreto.

Es hermosa, pero su piel sucia de lo que parece ser tierra mezclada con sangre seca me inquieta y mucho.

— ¿C-cómo llegaste? —pregunto con voz temblorosa, sin embargo me arriesgo a dar pasos lentos hacia ella—, ¿p-por qué razón estás así?

Un jadeo sorpresivo abandona mi garganta cuando salta inusualmente de mi cama hacia donde estoy, deteniendo así mi paso, y entontes noto es brillo totalmente peculiar en sus ojos. Puedo clasificarlo como un “brillo de vida” pero creo que se queda corto.

— Vengo de Land of the Stars” —su voz envuelta en autoridad e impostada me toma por sorpresa— una galaxia distinta a esta con todo tipo de seres y criaturas que ustedes los humanos suelen llamar “místicos” —trago en seco, dando un paso hacia atrás—. Las probabilidades de que ustedes sean llamados por la Raizbal es casi cero, pero sí un 0.001%.

Resoplo para dar cabida a una carcajada ruidosa cerrando mis ojos.

— ¿Qué cosas...? —me detengo cuando veo que su rostro no se ha inmutado— ¿…dices?

Garraspeo nerviosa tensando los labios.

— No hay tiempo para estas cosas absurdas que suelen hacer ustedes —expone con voz apresurada, y repentinamente toma mi mano—, debemos irnos Luna.

Mi ceño se frunce instantáneamente.

— Estás equivocada de persona —manifiesto safándome de su agarre y lo consigo porque no hace resistencia—, me llamo Beky Harrison.

Ella repentinamente resopla rodando los ojos, como cansada de algo.

— Estos humanos... —murmura cerrando los ojos por segundos.

— Ey te escuché —reprocho haciendo mis puños, con ceño fruncido.

Ella me mira con ojos de gata sin mover la cabeza, provocando que mi estómago se revuelva, pero entorno mis ojos al darme cuenta de algo.

— Tremendo sueño que me he echado. —manifiesto sarcástica y río en mis adentros.

Un gruñido de su parte me asusta.

Súbitamente agarra con más fuerza mi antebrazo, me obliga a caminar, saca la luz azul y celeste que viene a ser como una llama pequeña de fuego, y la lanza al aire.

«¿Piensa quemar la casa o algo?»

— ¡Oye ¿qué...?! —corto mis palabras cuando un enorme portal se forma de extremo a extremo en mi habitación.

Todas las luces se apagan dando cabida a la única que está brillando preponderable desde aquél círculo azul y celeste el cual suelta ondas unas más gruesas que otras de los dos colores pero brillantes, distintos.

— No sabía que los sueños ficticios eran tan reales. —murmuro impactada, sin parpadear.

— Esto no es un sueño.

— ¿Eh? —la miro de golpe.

Pero no me da tiempo a procesar nada porque aquel portal extraño nos hala a ambas tan fuertemente que comienzo a gritar, intentando evitar caer adentro.

— ¡Cállate! —ella grita repentinamente tapando mis labios con su mano y haciendo fuerza conmigo, me empuja hacia adentro.

=Narra *****=
— Felicidades —expongo jadeante y sarcástica—, lo lograste después de tres años sin noticias.

Le doy una mirada de sumo regaño, y alzo una ceja con aire superior.

— Tuve que observar mejor —se excusa pobremente con voz que logro definir como triste—, no quería meter la pata, tampoco que la Raizbal nos ayudara con encontrarla.

— Claro que sí —aseguro sonando obvia con el ceño fruncido de golpe—, nos dijo que estaba en Buff, Canadá.

— Pues Buff, Canadá, no es pequeño ¿sabes? —reprocha mirándome con culpa—. Cierto no estuviste allí para averiguarlo —cuestiona con burla ante lo cual doy contra la mesa del centro, y gruño enseñando los dientes.

— Tu misión era esa —me rehúso a solo hablar lo necesario—, te tocaba pasar de todo así lo quisieras o no.

— Pero no creí que doliera tanto dejar de lado a alguien que amé mucho. —sus palabras activan en mi la inquietud, y lo miro analítica.

— ¿De qué esas hablando? —exijo saber con voz impostada.

— ¡De Samanta, Inish! —grita exponiendo con obviedad, pero ese dolor en su voz me llama la atención.

— ¿De qué Samanta me hablas? —sigo indagando al sentir que mi preocupación va aumentando poco a poco y el enojo está cobrando espacio en mi sistema.

— De la mejor amiga de Luna —responde pobre.

— No sólo es la amiga de Luna —manifiesto escrutando sus reacciones— ¿o me equivoco?

— No, genio —hace énfasis sonando irritado— fue mi novia en la Tierra —tomo aire para reprenderlo pero él continúa—: y sí ya sé que eso está prohibido.

— Tenías una sola misión —dictamino ya enojada—, involucrarte con los humanos está completamente prohibido —se lo recuerdo con voz hostil—. Ahora tengo más trabajo por hacer, gracias. —suelto con sarcasmo lo último.

Él resopla de repente, aplaudiendo.

— Vaya que fácil dices esas cosas Inish —eso provoca que lo mire con desdén, y me doy cuenta de las venas en su cuello.

Max se pone de pie completamente tenso, y revuelve su cabello con ambas manos mirando hacia abajo, comenzando a dar pasos hacia mi.

— No has cambiado en nada —reprocha cuando está más cerca y deja su cabello alborotado tranquilo—, sigues huyendo al mismo tema de siempre, el amor. —hace énfasis intensionalmente, y eso explota mi ira en otra dimensión—, y cuando otra persona lo vive lo atacas hasta hacerlo cenizas —sus palabras de alguna manera golpean con fuerza mi orgullo, y trago en seco tratando de calmarme—. Puedo jurar por la Raizbal.

— Max ve a ver lo que dirás —corto sus palabras abriendo mis ojos de par en par, sintiendo mi corazón acelerado y mi respiración agitada.

— Puedo jurar por la Raizbal que nadie del equipo tiene romance o pareja por tu culpa. —gruño irritada enseñando mis dientes ante sus palabras.

— ¿Dónde está tu respeto hacia mí? —exijo alzando la voz casi en un grito.

— Murió cuando me fui de la Tierra —dictamina burlón, pero su expresión airada me sorprende en cierta manera.

Relamo mis labios nerviosa.

— Como te dije —trago grueso—, tú misión era una sola —insisto dejando a un lado el tema—. Te aconsejo que olvides esa vida porque si Luna no puede ni va a volver a ese lugar, menos que menos tú. —cruzo mis brazos, y decido relajar mi expresión a pesar de sentirme muy enojada—. Al menos admite que la decisión que tomaste tiene consecuencias terribles porque voy a tener que pasar más trabajo para borrarte de la mente de la pobre chica —sus ojos se llenan de miedo, culpa, y noto que traga en seco—, la cual tristemente se va a quedar con el recuerdo de tu desinterés sin razón aparente.

Inish...

— Pero no te sientas mal —le aseguro sarcástica— no te va a recordar, tal vez en otra vida pero no en esta. —sonrío irónica.

Max gruñe a penas su pecho sube y baja con brusquedad y comienza a lanzar puños al aire furioso por cómo las venas en su cuello lo delatan, terminando de espaldas a mí.

De repente me siento mal por haber sido así, pero ya está hecho.

— Max —menciono su nombre cero sarcástica, pero mi voz fuerte no ayuda mucho— intenta calmarte.

Aparta sus manos de la cabeza, anunciando que ha estado turbado por esto.

Un silencio tenso se forma en el ambiente o por lo menos lo es para mí. Espero unos minutos más y después de relamer mis labios salgo de detrás de la mesa que nos separa para darle unas palmaditas en el hombro.

Que lo tome como ánimo, o que lo tome como quiera.

Decido entonces darme el baño que he esperado durante estos nueve años sin rumbo y viajando —o brincando— de galaxia en galaxia, gracias a que la nuestra no parece tener conexión directa con la que alberga la Tierra.

Si tan sólo la Raizbal nos hubiese dicho que Luna estaba en el régimen más central de las galaxias tal vez no habría pasado tanto trabajo alejándome de la galaxia objetivo.

***

=Narra Beky=
Respiro.

Estoy respirando.

Mi cuerpo duele extrañamente, como por dentro de mis huesos o algo por el estilo, y vaya sueño el que tuve anoche que me tiene adolorida.

Suelto un quejido al sentir el dolor agudo y punzante en mis ojos, los cuales he intentado abrir, pero por gusto porque es insoportable.

Cuando un cansancio inusual se pasea por todos mis músculos y articulaciones frunzo el ceño tensando mi mandíbula, y pongo mi mano derecha en la frente reflejando mi estado.

Gruño bajito por el dolor de cabeza que me azota, y del cual me doy cuenta porque he intentado levantarme.

¿Por qué todo duele?

¿No me había recuperado del todo?

«No, pero este dolor es extraño»

Tomo la valentía de abrir mis ojos mesuradamente y cuando veo que el techo violeta pastel ha sido reemplazado por una hoja gigantesca —la cual cae en punta con la esquina de la cama donde me encuentro— un jadeo de sorpresa abandona mi garganta.

De inmediato escucho murmullos cerca y me levanto de golpe con mis ojos amplios, y mi mirada atisbadora choca con dos personas, pero una de ellas en particular provoca que mi corazón se acelere abruptamente.

— Tú... —murmuro pasmada al notar a la chica que antes había estado en mi habitación.

Pero ahora sus ropas son con telas de algodón, y cuero verde —que creo son hojas— con adornos esquisitos de espirales y otros detalles con oro que hacen ver esa armadura sencilla que lleva puesta muy peculiar y bonita. Lleva un maquillaje sencillo lo que me sorprende, y un adorno que creo debe ser de oro en su oreja.

Aparto la mirada de la suya porque llega a ser muy indagadora y cuando me doy cuenta de quién es el que está parado justo a su lado, un enojo automático se desprende desde algún lugar y toma el control de mi sistema.

— Max... —murmuro impactada, intentando levantarme—, ¡Max!

Él me pide en una seña con sus manos que me calme, dando pasos lentos hacia mí y dándome una mirada en apoyo y súplica pero no logro entender esto.

— ¿Qué está sucediendo? —exijo saber mirando analítica pero desesperada a ambos—. T-tú... ¿qué haces aquí? —apunto acosadora a Max sin que mi expresión asustada varíe, y luego la veo a ella—, y tú... ¿p-por qué estamos aquí?, ¿d-dónde estamos?

— Se nota que son humanos... —la pelirrubia de brazos cruzados murmura en burla contra mí y eso provoca que trague en seco.

— Beky tienes que calmarte primero —miro de golpe a Max, y ante sus palabras, y sus pasos próximos a mi, yo doy varios hacia atrás hasta chocar con la cama de algodón—. Tranquila por favor, hay cosas que hablar, son muchas y no puedes entenderlas si te alteras así.

— N-no —tartamudeo sintiéndome en shock—, n-no te me acerques —mi voz sale en un hilo tembloroso, y como él no escucha tomo aire sonoramente—. ¡No te acerques!

Mi respiración atropellada se dificulta cada vez más, mi corazón parece querer salirse de la caja torácica, y mis manos temblorosas hacen señal de que se aparte.

Miro horrorizada los ojos apagados de Max el cual se detiene gracias a Dios.

— Beky.

Luna —la pelirrubia corrige el nombre tajantemente pero no la observo, solo miro aterrada a Max.

Luna escucha, ya no estás en casa, estás en “Land of the Stars” —comienza sereno pero a pesar de mi estado no me pasa desapercibido su tono medio triste—, tal vez Inish te explicó algunas cosas sobre lo que está pasando... —niego frenéticamente ante sus palabras y él suspira—. Pues bien, ahora estás en una galaxia distinta en otro tiempo, para ser exactos el doble de años en la tierra.

— Basta —corto sus palabras—, basta de bromas quítense los trajes.

— Cálmate por favor —él ruega—, todo va a estar bien.

— ¿Bien? —contradigo en un jadeo—, Max estar bien es dejar de ilusionar con ese mismo tema de galaxias —expongo obvia—. Y por favor, deja de insistir, y sólo regrésame a casa. —miro hacia todos lados observando que la casa es de madera pero una tan pulida, sin uniones, que se ve hasta antinatural.

— No se puede Luna —la voz imponente de la pelirrubia llama mi atención y la veo recostada a la pared—, bastante me costó aparecer en tu cuarto ahora no se puede más —trago grueso—. Las llamas no están disponibles.

— ¡Basta! —grito rasgado llevando mis manos a ambos lados de mi cabeza y cerrando los ojos—. ¡Dejen de inventar tanto! —una lágrima de horror rueda por mi mejilla.

Luna si esto te sirve de consuelo todos en la Tierra están bien ¿okey?

Las palabras del de ojos marrones me recuerdan instantáneamente a Samanta y en mi mente la imagen fotográfica del mensaje que le envié, prometiendo justificar el desinterés de Max.

¿Pero cómo le voy a decir esto?

Parece mentira. Parece un truco.

— Llévame con Samanta. —exijo alzando la vista, y seco las pocas lágrimas.

— Inish te ha dicho que no se puede. —insiste undiendo las cejas.

— ¡Que me lleves con Samanta! —grito cortado mirándolo con exigencia.

— Que no se puede —la pelirrubia masculla insistente—, ¿no estás escuchando nuestras palabras?

— No —contrapongo tajantemente, mirándola en reproche—, no quiero escucharlas, no quiero escucharlos a ustedes. —expongo airada.

Me echo a caminar a toda prisa fuera de la casa, apartando la mano de la chica que impide mi paso a través de la puerta de madera.

«¿Qué está sucediendo?, ¿qué estoy haciendo aquí?, ¿por qué todos actúan tan raro?». Cuestiono desesperada al ver a las demás personas fuera.

Lo primero que veo, es que tienen ropas de guerra pero sencillas, sin embargo llevan armas en un cinturón peculiar alrededor de la cintura, en el caso de la mujer más femenino, y en el caso de los hombres como un cinto masculino.

Mis pasos apresurados por el furor en mi sistema se barren cuando noto unas hojas enormes en unos tallos aún más grotescos en su tamaño. Sigo caminando sin mirar hacia abajo al detallar con mi mirada escrutadora todo el cielo y en especial el Sol extraordinariamente peculiar, pues se ve mucho más grande que en la Tierra, y de sus bordes salen unas ondas de su mismo color que visiblemente se ven distintas. Se nota que no son rayos de Sol pero tampoco quiero creer que es otra cosa diferente.

Gracias a mi distracción algo choca con mi cabeza con fuerza haciéndome parar, y suelto un jadeo masajeando la zona y girándome para ver con qué ha sido.

Bueno, será; “Con quién fue”.

Sus ojos miel cargados de ese mismo “brillo de vida” que vi en la pelirrubia que se hace llamar Inish me dejan sin palabras, sin pensamientos, y sin razonar mucho el hecho de estar mirando a los ojos a un desconocido.

— Disculpa por el golpe. —pide tensado una comisura y undiendo las cejas.

Pero al siguiente segundo su rostro cambia para ser uno indagador.

— Espera eres... —hace una corta pausa, y su pupila se dilata—, eres Luna, ¿cierto?

Si hasta ahora ha sido raro mi comportamiento con este chico, ya ha cambiado drásticamente gracias a sus palabras. Pues mi rostro sorprendido cambia a uno de molestia, y mi mirada se vuelve acusadora.

— No —mascullo irritada—, soy Beky Harrison, ya dejen todos de hablar la misma cosa.

Parpadea confundido en un primer instante, pero luego alza ambas cejas suspirando profundo.

— Ya entiendo —anuncia sonando sereno—, te está pasando lo mismo que a una de los nuestros pero tienes que intentar calmarte si no.

— ¡Basta! —grito arrugando mi nariz con ojos cerrados, y doy pasos hacia atrás—. ¡Dejen de decir siempre lo mismo! —exijo desesperada.

Él intenta hablar tomando aire sonoramente pero yo hago una seña con mi mano de que se detenga y me hecho a caminar hacia algún lugar, sin rumbo fijo.

El enojo que ahora mismo experimento se mezcla con la decepción y lo confundida que me encuentro, que mientras camino observando sin mucha conciencia el suelo, cuestiono las cosas extrañas que acaban de sucede.

«¿Por qué no me persiguen?, ¿por qué no me buscan o me detienen?»

Ante las interrogantes de mi cabeza no puedo evitar fruncir el ceño. Han sido tantas cosas extrañas de golpe que por un momento asiento más cabeza y me doy cuenta de que mi cuerpo entero sigue estando adolorido y en extremo.

«Prefiero enojarme a tener que aguantar este dolor». Pienso arrugando la nariz por unos instantes.

Camino ya más en mis casillas, y lo sé gracias a que mis nervios están alterados por la razón de que encuentro nuevo y extraño todo a mi alrededor. Este lugar —o reino—, al cual llaman “Land of the Stars” me intriga hasta tal punto de que no puedo parar de observar con atención todo, y como cuestioné al principio, estos tallos enormes y las hojas en menor tamaño me inquietan.

«¿Estoy en un árbol o algo por el estilo?». No termino de pensar cuando de repente mi vista choca con una estructura gigantesca justo en lo que parece ser el centro del árbol por el tamaño grotesco de éste.

Me pillo a mi misma con mi boca entreabierta por la impresión y que he detenido el paso frente con frente a ese lugar. Miro por inercia los alrededores y cuando capto a la cantidad de guerreros —con una especie de armadura de metal, tal vez de hierro— mucho más pesada que las que creo son usuales aquí, me cuestiono de que tal vez sea el Palacio o algo así.

«Ojalá tuviera mi teléfono para describir todo esto». Es inevitable fruncir el ceño ante mis pensamientos pero viéndolo desde otra perspectiva más loca, sí me gustaría.

También me he dado cuenta de algo; las casas en donde viven.

Por fuera son totalmente diferentes a lo que habitualmente conozco. Pues están hechas al parecer del mismo árbol en donde estamos, sin uniones o ranuras, y las únicas cosas que son algo parecidas a mi planeta —cayendo más en contexto—, son las ventanas inusuales sin forma definida.

De inesperado alguien choca con mi hombro provocando que suelte un jadeo, gracias a que mi cuerpo todavía duele, y miro hacia mi derecha acusadora, sin embargo cuando noto que es una chica que lleva una canasta y me mira en disculpa, parpadeo entre sorprendida y culpable relajando mi expresión.

— Disculpa... —murmuro apenada.

— No se preocupe. —me regala de imprevisto una sonrisa cariñosa—. Que tenga buen día.

Trago en seco ante sus palabras y veo que se retira sin dejar de verse contenta.

«¿Nadie aquí tiene problemas excepto esa Inish?». Inquiero al darme cuenta de que todos, sin exagerar, todos tienen rostro iluminados, con ese “brillo de vida”, y con esas ganas de vivir.

Todos caminan de un lado a otro. Comerciantes presentan con amabilidad sus productos peculiarmente coloridos, aun en su forma, mientras pueblerinos escojen lo que desean y pagan con una moneda que no reconozco.

Ante eso frunzo el ceño.

Justo cuando algo de activa dentro de mí —lo cual se siente como un calor, pero no el de verano—, la curiosidad me hace mirar hacia mis pies, y sólo hasta que veo que altededor de mi cintura hay unos aros irregulares de los mismos colores del portal —que es donde me doy cuenta también que estoy vestida parecida a ellos—, grito asustada cuando se mueven bruscamente para adentrarse por la zona de mi estómago y desaparecer. Sin embargo es el turno de mis pies sentir ese calor, y entonces me doy cuenta de que esos aros, ahora como venas, han salido corriendo hacia el centro del reino.

Quiero quedarme observando a pesar de sentirme asustada e inquieta por lo que acaba de pasar, pero al darme cuenta de una melena rubia, y un rostro airado con ceño fruncido buscando algo entre la gente, mi corazón se dispara e inconscientemente comienzo a caminar apresurada hacia algún lugar en donde no me encuentren.

Es cierto que todo esto es interesante y nuevo para mí. Tampoco voy a mentirme a mí misma diciendo que no me ha sorprendido y que me gusta todo esto, pero debo huir. Debo irme.

Debo regresar por mis vías.

Porque me asusta todo esto. Me asusta que no pueda regresar. Aún me asusta que ellos sean mis enemigos. A juzgar que estoy en un reino, deben haber guerras como en los tiempos de antes, lo que indica que sí hay uno enemigo y por el momento no tengo la menor idea de cuál de ellos estoy.

«Si estoy en un árbol entonces alguna raíz me llevará afuera, y cuando un lugar tiene menos personas, es porque hay un escondite cercano»

Frunzo el ceño de golpe ante el cuestionamiento de mi consciencia pero tiene razón, así que me dedico a observar sin llamar mucho la atención un mejor lugar para huir.

***

No tengo la menor idea de dónde estoy pero la noche parece querer tomar lugar de todo a mi alrededor. Los sonidos distintos que parecen ser nocturnos abarrotan mis oídos sin llegar a ser incómodos pero sí inquietantes, y undo las cejas preocupada.

No sé cuánto he caminado. Tampoco entiendo de direcciones y menos rodeada de árboles. Pero de algo estoy muy conciente; mis pies arden a pesar de que las botas que llevo puestas son cómodas, mi estómago no deja de rugir por el hambre, y la deshidratación en mi cuerpo se refleja de a lleno en mis labios, y en mi falta de saliva.

Por si eso es poco hace horas que siento a alguien siguiéndome, y lo peor es que no escucho nada que me pueda dar indicios de si estoy delirando o es verdad.

Mis ojos cansados luchan por no cerrarse ante el sueño y el agotamiento, hasta que mis piernas temblorosas fallan y termino cayendo al suelo sobre mis rodillas y manos.

Justo cuando noto que mi respiración viene agitada desde hace rato, y que algo en mi pecho duele, mi cuerpo entero se tensa cuando escucho una maratón de sonidos.

Hojas crujen, pies corrien o saltan, árboles son sacudidos con fuerza, y una lluvia de lo que coronan a estos amigos de madera me rodea.

Al levantar mi mirada cansina un jadeo sorpresivo abandona mi garganta cuando me doy cuenta, en un primer instante, de arcos tensando flechas con un humo extraño alrededor de sus puntas, y una lista roja centelleante que la rodea completa, la cual parece alimentarse de las manos de los que la portan.

«Esto es muy extraño». Pienso amedrentada al notar que sus portadores son capaces de atravesarme sin mucho esfuerzo.

Sin embargo, la confusión queda más que evidente en mi expresión cuando noto debajo del cabello blanquecino unas orejas puntiagudas.

«¿Elfos...? Esto se pone bueno»

— No muevas ni un cabello de tu cabeza niña —una voz impostada envuelta en sarcasmo y hostilidad resuena por todo el lugar, pero no logro ver de quien se trata porque no hay casi luz—. Tampoco respires, ni siquiera pienses.

Resoplo con ironía al escuchar sus palabras fuera de lugar, pero trago grueso cuando uno de ellos cae desde algún lugar arriba con fuerza frente a mí, gruñendo.

Agachada, sus manos apartan una especie de capucha negra que le cubre todo el rostro mientras se endereza poniéndose de pie, y cuando su cabello rojo recogido en un moño alto se deja ver, su piel plateada, y sus ojos asiáticos grises envueltos en una oscuridad que me revuelve el estómago, mi cuerpo tiembla de miedo.

«Creo que estos son los enemigos». Cuestiono con ironía.

— ¿En serio te crees suficiente para enfrentarme? —su voz envuelta en autoridad, con ese toque oscuro, me obligan a tragar grueso ante le nudo en mi garganta.

«No». Respondo en mis adentros  incapaz de hacerlo en voz alta.

— Porque ahora mismo puedo hacer que ni tus huesos queden como recuerdo. —continúa amenazadora, y colocando ambas manos en su espalda baja, comienza a dar pasos a mi alrededor—. ¿Quién eres, y qué haces por aquí?

— Me parece novata Sarah —otra voz imponente, pero femenina, se hace escuchar de entre los demás elfos llamando mis ojos a perderse en la oscuridad extraña que me impide verlos con exactitud.

La tal Sarah ríe sarcástica, mirándome con burla y desprecio, sin embargo cuando ya ha dado una vuelta y está frente a mí, su rostro demuda abruptamente, como en miedo y sorpresa al mismo tiempo.

— ¿Eres Luna?

De nuevo con esa pregunta.

A pesar del enojo que ahora mismo abarca todo mi sistema, y de las ganas inmensas que tengo de volver a gritar, estando harta de esto, me rehúso a sólo tensar mi mandíbula y apartar la mirada de sus ojos.

Voy a llamarle “toque oscuro” a lo que desprenden éstos, porque realmente oprimen con sólo mirar.

Sin esperar un segundo más toma con fuerza mi mandíbula obligándome a verla de nuevo, pero en esta ocasión esos ojos grises centellean de ira, más el “toque oscuro”, creo que no necesita usar armas.

— Te hablé —masculla sin soltarme—, y cuando yo hablo me responden quieran, o no. —doctamina apretando cada vez más.

— No puedes sacar mis palabras así por así.

Mis ojos se abren de sorpresa al escucharme a mí misma decir esas palabras envueltas en hostilidad, y ella no se queda atrás.

«¿Beky qué...?»

No puedo terminar de escuchar a mi consciencia cuando de imprevisto, una flecha con la punta atestada de una pequeña nube celeste atraviesa la mano de la elfo, para luego, dicha nube, adentrarse a su piel.

Mis ojos se abren aterrados de golpe mirando cómo su mano plateada se está poniendo de un azul oscuro comenzando por sus venas, e hilos de algo espeso, negro, con brillitos rojos parecidos a los de las flechas, comienzan a salir de la herida.

«¿Lo que tienen las flechas es la sangre de ellos?»

Ella sostiene su muñeca haciendo presión y soltando gruñidos. Cuando veo en su rostro la expresión que es de extremo sufrimiento, con su mandíbula tensa hasta que se ven sus dientes, mi corazón acelerado se asusta de abrupo.

«¿Qué fue eso?»

La chica, Sarah, mira con una furia centelleante en sus ojos detrás de mí.

— Aléjate de ella.

Esa voz imponente envuelta en amargura me la conozco poco, pero sí lo suficiente para saber de quién se trata.

— Tú... —la elfo espeta en un tono tan acre, que me llega a revolver el estómago en segundos, y su nariz arrugada me dice que la conoce bien—. Dime quién es ella.

— Deberías suponerlo ¿no? —la misma voz femenina detrás de mi rebate con una hostilidad parecida.

— Cómo vuelvan a decir que soy Luna... —mascullo cerrando mis ojos despacio.

— ¿Luna?

A penas la voz burlona de la elfo penetra mis oídos un enojo inusual despierta desde adentro y comienzo a sentir el calor peculiar de antes, el cual se va acumulando tan rápidamente en mi interior, que al abrir mis ojos de golpe en respuesta a la pregunta, abro también mis manos echas puños inconscientemente.

Entonces me deja sin aliento el hecho de que un muro alto de fuego, en círculo alrededor mío, se ha echo por sí solo empujando con bursquedad a la elfo llamada Sarah, la cual termina cayendo de espaldas contra el suelo, y gime del dolor.

Suspiro quedándome con el aire adentro, asustada, y sin poder creerlo o esperarlo.

— ¡Disparen hasta matar! —un grito rasgado pero cargado de furor capta mi atención en nanosegundos.

Me levanto rápido, sin embargo con dificultad gracias a mi alto nivel de nerviosismo en estos momentos, y miro entre desesperada y demandante a mi alrededor.

«¿Dónde se supone que estén los chicos?». Pienso sintiéndome ansiosa e inquieta porque no los veo a mi alrededor, y por encima de eso el sonido de las flechas que vienen y van.

Sin embargo espero no estar alucinando, pero creo que el muro de fuego se ha hecho más grande, más alto, y más descontrolado, mientras observo a todos lados.

— Te advertimos Sarah —una voz que me parece extrañamente conocida retumba a mis espaldas.

«¿Es un enemigo...?»

«No, no puede ser, si no sus palabras no tendrían lógica». Mi consciencia razona rápidamente.

Pero me detengo en seco sin moverme, inconsciente.

Escucho un gruñido, y luego un jadeo dolioso pero con ira, provenir de algún lugar que no llego a ver.

— Salgan de estas zonas —mi piel se eriza cuando la misma voz suena mucho más cerca que antes, y luego suelta una sola palabra con autoridad—: Ya.

Instantáneamente giro mi cabeza hacia mi derecha, y mis ojos chocan con una manzana de Adán —la cual me llega a la misma altura de mis ojos—, y alzo la mirada recorriendo su rostro.

Es el chico de ojos miel. Aquel con quien mi encuentro fue extraño.

Justo cuando miro nuevamente hacia el frente expectante y tensa ante el ambiente de incertidumbre, a ver qué va a suceder, todo el panorama caótico desaparece en un parpadeo para ver entonces un nuevo paisaje.

— De nuevo aquí... —cuestiono con voz susurrante al ver la casa de la pelirrubia llamada Inish.

Sin embargo me encuentro en shock, y mi boca sigue entreabierta, pasmada.

— Antes de que me sigan bombardeando con más cosas raras... —dejo por unos segundos la frase en el aire mientras busco con mis ojos desorientados un lugar fijo donde sentarme al menos—, déjenme respirar un segundo por favor.

Cuando noto la cama en donde desperté aquí, detallando un poquito mejor la enorme hoja que la cubre como si fuese un adorno —que en mi mundo es de tela—, decido caminar, aunque un poco torpe gracias al pasmo, pero continúo con la intención de llegar.

Jean, ven aquí —la voz de Inish demanda con exigencia cuando ya estoy sentándome.

«Se llama Jean...»

Suelto un suspiro profundo y pesado, mientras miro disociada hacia el suelo, perdiéndose luego mi vista. Luego apoyo mis codos en las rodillas y masajeo con mis manos mi cabeza entera.

— ¿Te encuentras bien?

La repentina pregunta de Max provoca que parpadee, detenga de súbito mis manos, y que mire de golpe hacia donde creo debe estar; agachado a mi altura y observándome de manera escrutadora y analítica.

— Mi corazón palpita y quiere salirse, casi muero en manos de una elfo loca, creí que los poderes no existían y resulta que lo compruebo con los que me quieren matar, y por si fuera poco ¿me preguntas si estoy bien? —suelto todo con voz susurrante y fingiendo serenidad con sarcasmo, sonrío forzado por un segundo—. ¿Estás de mente?

Él parpadea repetidas veces notándose nervioso, y toma aire.

— ¡Es obvio que estoy mal! —expongo levantándome súbitamente y tensando mis puños.

Le dedico una mirada desaprobadora arrugando la nariz y tensando la mandíbula. Sin embargo no estoy del todo enojada, sino confundida, desesperada y en extremo.

Las cosas se acumulan hasta que llegan a un punto, pero en este caso, todo llega muy inesperado.

Su mirada apagada me dice que se disculpa por algo que no sé si estoy del todo segura, pero se debe a Samanta. Sin embargo lo ignoro manteniendo firme mi posición.

Él se endereza con las cejas undidas y pidiéndome con una seña en su mano que me calme, trago saliva, nerviosa.

— Tienes que calmarte —pide de repente, y yo frunzo el ceño ladeando la cabeza—, hay mucho que explicarte y así no vas a conseguir nad.

— ¡Pero Max! —grito obvia dando dos pasos hacia atrás—, ¿¡acaso no te das cuenta!? —él arruga la nariz ante mi pregunta, y yo me tenso completa—. ¿No te das cuenta de lo irreal que es todo esto?, ¿todo eso que sucedió allá afuera? —apunto hacia ningún lugar en concreto con mi índice por unos segundos.

— Esa es la razón por la que te pido que te tranquilices porque esta conversación se acepta estando en las casillas. —aclara alzando ambas cejas, y su voz ronca envuelva en tristeza me sigue pareciendo extraña.

— ¿Qué le sucede a la gente aquí? —murmuro para mí acomodando mi cabello con ambas manos hacia atrás.

Pero a mitad de cabeza lo suelto colocando ambas manos en mi boca.

— Cálmate —la misma voz arrogante exije cero amable, y la portadora entra a la casa—, si hablaras menos, si te quedarás quieta aunque sea por un segundo —une su dedo índice con el dedo gordo hacia arriba—, y nos hubieses escuchado no te habrías perdido en el bosque, y comprenderías la razón por la que estás aquí.

— Pero no me interesa —reviro con mi voz medio temblorosa gracias al nerviosismo, apartando las manos—, tampoco quiero estar aquí y si es verdad que estamos en una “galaxia” —hago las comillas— ¿por qué razón no me regresan?, ¿acaso es obligatorio o algo por el estilo?

Tras mis preguntas el chico de ojos miel entra, y sus ojos, con su pupila dilatada, y ese “brillo de vida”, es lo primero que choca con mi mirada turbada, acelerando sin motivos mi corazón.

«¿Qué ocurre?»

— Créeme Luna —ruedo los ojos apartando la vista por el nombre— son muchas cosas, pero no vas a resolver tus conflictos internos si sigues dándole rienda suelta a la primera reacción que te pase por la mente. —explica el chico de ojos miel, quien se hace llamar Jean.

Lo miro estudiosa sin que mi cabeza deje de estar a la derecha, por unos segundos.

— Entendemos que todo esto es nuevo para ti ¿está bien? —la voz de Max llama a mis ojos y lo enfoco sin muchas ganas, el cual me mira con atención, ministrando apoyo de alguna manera—, pero debes estar centrada para entender.

— ¿Centrada en qué? —inquiero con voz nerviosa, y trago grueso.

— En tu propósito. —la pelirrubia responde a penas pregunto.

La miro fugazmente y analítica.

— ¿Propósito? —indago haciendo una mueca de duda.

— Sí —el de ojos miel responde cruzando sus brazos.

— Pero... —mi voz se quiebra mientras pienso—. Esto es una locura, dejen de manipular mi mente —arrugo los ojos para luego pasear mi mirada acusadora en todos—. Lo único que quiero es que me lleven a casa, que me despierten de este sueño —mi respiración se vuelve agitada conforme me doy cuenta de las cosas—. Los poderes no existen —aseguro frunciendo el ceño de golpe—, esto debe ser un mal sueño, sólo un mal sueño.

— Te dije que es real. —la voz demandante de la pelirrubia insiste con un tin de molestia.

— No —contradigo nerviosa—, no, no, no, mi vida estaba bien, mis padres estaban bien y yo estaba bien ¿por qué estoy aquí? —hago una pequeña pausa mirando mis manos con atención.

— ¿Puedes justificar la razón por la cual haz hecho la conexión con nuestro mundo? —una pregunta repentina de Jean provoca que lo mire confundida de golpe.

— ¿Cómo...?

— Todo Land of the Stars sabe que estás aquí. —la pelirrubia responde cortando mis palabras.

Su confesión provoca una punzada de nervios en mi estómago.

— ¿E-en serio? —tartamudeo dando un paso hacia atrás, y colocando una mano en mi pecho.

Sólo puedo alternar mis ojos en los tres chicos vestidos con ropas de los tiempos antiguos frente a mí; Jean de brazos cruzados, Inish recostada a la pared de igual modo, y Max simplemente con ambas manos en su espalda baja.

— No puedes justificar que no existen los poderes porque tú misma hiciste uso de ellos en el bosque. —la repentina voz de Inish con autoridad y medio molesta atrapa mis ojos asustados.

— Perteneces aquí aunque no lo creas —Max agrega y su voz es la más familiar, cosa que provoca un poco de alivio en mi sistema—, y si la Raizbal no se equivocó al escogernos a nosotros, no se puede equivocar al escoger a la clave del éxito en la batalla.

— ¿Batalla? —inquiero provocando que un silencio inquietante y de incertidumbre absorba el ambiente.

En cuestión de segundos solo compartimos miradas yo, y ellos.

No me puedo creer nada de lo que están hablando. Ni siquiera si lo intentara. Todo parece sacado de una película, de una serie o de un libro. Todo parece una mentira bien elaborada para añadir más drama a mi existencia de la que puedo soportar.

Trago grueso siendo víctima de mis nervios, la adrenalina, la preocupación, y las preguntas.

— ¿Qué tal si descansas hoy? —la voz serena de Jean, sin embargo ronca y gutural, llama mi atención acelerando de nuevo mi corazón, sin motivos.

Mis ojos chocan con los suyos y su pupila sigue dilatada.

«¿Por qué está así?»

— Creo que es lo mejor. —Inish agrega separándose de la pared, y dando pasos escasos hacia mí.

Yo la miro expectante, y sus ojos apagados provocan que el enojo acumulado se vaya, y mi expresión se relaja por la sorpresa. Pues no me había dado cuenta la primera vez que la vi de esa sombra extraña que desprenden.

Ella no dice nada ni yo tampoco, y por un momento me cuestiono qué está haciendo con solo sostener mi mirada, hasta que me percato de que busca algo en la mía que no soy capaz de comprender.

— Inish —una voz impostada menciona tan de repente que llego a sentir una punzada en mi estómago.

La pelirrubia parpadea alzando ambas cejas, y luego relame sus labios mirando hacia atrás.

— ¿Sucede algo?

Cuando me doy cuenta de que se trata de Jean, trago grueso sintiendo mis nervios sufrir una alteración ligera.

«¿Por qué me sucede esto?»

— No... —responde dudosa, pero luego se echa a caminar en dirección a la puerta—, mañana sin falta hablamos Luna —mira sobre su hombro para enfocarme—, y espero que estés preparada.

Dicho esto, se va definitivamente.

Miro entre curiosa y atenta los dos chicos, quienes me miran de distintas maneras que puedo entender como lástima, o tal vez exagero.

Max se retira sin decir nada, sin embargo cuando miro a Jean con la esperanza de que también se marche, éste comienza a caminar en mi dirección titubeando, pero sin dejar de mirarme analíticamente.

— Escucha —comienza sereno—, Inish a veces puede ser alguien escasa de expresiones —confiesa provocando que frunza discretamente el ceño—, pero tiene un gran corazón si te dispones a conocerla mejor. Max lo sabe, todos lo saben.

— No entiendo... —entorno los ojos negando lentamente con la cabeza—, ¿a qué te refieres? —trago grueso cuando se detiene frente a mí a una distancia que me permite vivir al menos unos minutos más.

— Mañana conocerás a todos los del equipo —anuncia, y coloca ambas manos en su espalda baja para regalarme una sonrisa—, seguramente les vas a caer bien.

Trago más que grueso intentando en todo lo posible no mostrar lo impactada que estoy por su simple sonrisa.

«Tiene hoyuelos...». Pienso totalmente fuera de mí misma.

«¡Reacciona Beky!»

— Nos vemos. —se despide repentinamente, y gira para retirarse.

A penas sale por la puerta abro mi boca tomando grandes bocanadas sonoras de aire, y abro mis ojos perpleja.

No me puedo permitir esto.

Primero estoy en una galaxia supuestamente real, y segundo ese chico que me ha cautivado con tan solo sonreír. Ni siquiera soy capaz de creerme lo primero, ¿voy a poder procesar lo segundo?

No inventen.

Decido al menos sentarme sobre la cama, y mi sistema se alivia solo un poco cuando veo la puerta cerrarse por voluntad propia.

«Nada escalofriante». Mi consciente se burla con ironía.

Mi vista se pierde entre el suelo perfecto de la casa, mientras comienzo a cuestionarme —o sobrepensar— todo desde el principio, y las ganas de regresar a casa provocan que el sueño que creí tener por el cansancio extremo de mi cuerpo, se esfume.

=Narra Inish=
— Es solo cuestión de aceptación —hablo cuando veo a Jean terminar de salir de mi casa, y la puerta se cierra por orden mía—. Ella va a entender porqué está aquí, y para qué nos sirve. Solo está exagerando.

— ¿Qué? —la voz expresiva de Max llama mi atención y lo veo sin expectación—, ¿en serio has dicho algo tan sínico como eso? —continúa frunciendo el ceño, y abre sus ojos sorprendido.

Al contrario relajo todo lo que puedo mi expresión, dejando mis ojos a media asta.

— Max —menciono con voz y sonrisa burlona—, ella no es una niña.

— Pero sí es una adolescente con cambios hormonales y que le puede afectar su nueva realidad. —habla rápido sin hacer pausas, mostrando su alteración.

Enarco una ceja viendo las venas en su cuello.

— Que rápido te enojas... —susurro sin mover mis labios.

— ¿Qué balbuseas? —exije saber con voz gutural.

Suspiro profunda y sonoramente.

— Basta —mi estómago da un vuelco a penas la voz impostada de Jean nos interrumpie—, dejen sus discusiones de lado.

Muerto mi mejilla por dentro de manera discreta tras sus palabras, entre irritada y nerviosa.

«Deja de hacer eso cuerpo...». Ordeno en mis adentros.

Luna solo necesita pensar mejor, relajarse, y no estar rodeada de disputas —acentúa su voz en la última palabra, sin embargo sigue mirando hacia la casa sin variar— que suelen terminar en cosas peores. Así que dejen de ser como dos niños infantiles y preocúpense por ir suave con las cosas que tiene que aprender.

Miro hacia donde él está observando, ya que noto su pupila dilatada y me extraña. Pero cuando me doy cuenta de que sigue mirando a Luna, la cual está sentada en la cama provisional, viéndose entre en shock, meditabunda, y preocupada, trago grueso sintiendo el comienzo de un absurdo nudo en mi garganta.

— Solo necesita algo de tiempo, dormir —expongo obvia y relajada—, de todos modos nada va a provocar que regrese ni siquiera que su respuesta sea no.

— No la puedes obligar —ruedo los ojos para darle una mirada fulminante a Max, el cual me mira de igual modo con su ceño fruncido, retante.

Justo cuando tomo aire para rebatir, Jean nos vuelve a detener con la misma voz de antes.

— Basta dije —insiste alternando la vista fugarmente entre el castaño y yo—, Luna ya está aquí, dejen sus problemas de lado, ya —acentúa lo último—. Nuestras vidas dependen de cómo ella se tome esta misión.

— Propósito —corrijo rápidamente, y aparto la mirada ante la suya que se ha vuelto pesada a penas me ve.

— Es que Inish nunca piensa en los demás —Max continúa irritado—, no muestra absolutamente nada de afecto desde que.

— ¿Desde, qué? —abro mis ojos de par en par cuando todo mi enojo se posa en ellos, y miro fulminante al castaño con mi respiración agitada.

Él solo parpadea dudoso sin cerrar por completo sus ojos, traga en seco tensando luego su mandíbula, y aparta la mirada para entonces darme cuenta de las pocas venas alteradas.

Batallas verbales se llaman. Hacía mucho que no se daban, así que supongo que los nueve años separados fue para tomar un receso.

Gruño bajito mirando hacia adelante.

— Vale... —murmuro tensando mis comisuras en una mueca—, vamos a ponernos serios. Las Sombras no tienen planes de dejarnos respirar por mucho tiempo. —enarco una ceja por segundos.

— ¿Aceptas así no más tu derrota? —Max pregunta repentinamente, provocando que le vuelva a dedicar otra mirada fulminante por nanosegundos.

Hago silencio observando a la chica castaña algo estresada, y en específico esas pequeñas marcas en sus muñecas.

¿Qué son?

¿Por qué las tiene si no hemos luchado todavía?

— Es hora de poner fin a estos quince siglos de guerra —murmuro sintiendo mi pecho comprimirse—, ya no aguanto ver la incertidumbre en algunas estrellas.

— Yo voy a ponerle fin a mi falta de sueño.

Rruedo los ojos ante el absurdo comentario de Max.

Este es mi pueblo desde que tengo uso de razón, y me duele ver a las personas sufrir por todo lo que ha traído consigo los quince largos siglos de maldición.

Cosa que no ha sido nada fácil para los valientes.

Somos ocho con Luna pero antes de saber que ella es la clave, fue difícil para nosotros encontrar guianza y estabilidad entre las estrellas.

— Realmente espero que esto se acabe... —ruego al aire con voz susurrante y quebrada.

Pero al darme cuenta, garraspeo rápido mirando hacia otro lado.

Repentinamente un calor de abre paso en mi hombro izquierdo, provocando que me sorprenda y mire de golpe.

— Ella aprenderá rápido —me regala una sonrisa cerrada, con las cejas ligeramente undidas—, verás.

Arrugo mi mentón tensando mis labios, pero decido asentir en respuesta.

— ¿Tregua? —el castaño pide sorprendiéndome.

Dudo al principio, pero luego dejo escapar un suspiro con una pequeña sonrisa, y extiendo mi mano para corresponder su declaración.

— Tregua.

***

La pregunta mundial es; “¿¡Qué está pasando!?”


Si les va gustando la trama, no olviden dejar su voto y comentarios al respecto♡

✅Atte: Bookslove701🌻

~○°•♡•°○~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro