4|[La Última Vez]
=Narra Beky=
Los minutos pasan mientras el silencio y la falta de movilidad permiten que mi mente comience a gastarme malas jugadas.
Los recuerdos desagradables comienzan a llegar pero intento en todo lo posible impedirlo. Sin embargo es por gusto, porque ya el nudo en mi garganta está, y una que otra lágrima ha saltado de mis ojos a las ropas que me han puesto en el hospital.
- ¿Está todo bien? -una voz femenina llama mi atención, y cuando me doy cuenta de que es la enfermera que viene entrando, seco rápido mi rostro mirando hacia abajo.
- Sí... -tenso mis labios.
«Que horrible. No soporto esto. No soporto los ataques depresivos no, no». Pienso frustrada, apretando luego los ojos hasta arrugalos y conseguir que esas lágrimas aglomeradas dejen de molestarme.
Como si comienzo a experimentar los brazos de la vida, los toques desde el otro lado de la puerta llaman tanto mi atención como la de la enfermera.
- Enseguida.
La de batas blancas abre la puerta y miro expectante.
Mis ojos se abren amplios cuando veo a mis dos desesperados padres entrar con sus rostros angustiados, y vienen hasta donde estoy tocándome y comprobando que estoy bien.
Eso, no sé de qué manera, obligan a mis lágrimas para que salgan todas las que quieran y el llanto que he venido reprimiendo abandona tanto mis labios como mi rostro antes neutro, el cual cubro con ambas manos avergonzada.
- Déjanos a solas por favor. -la dulce voz de mamá es aceptada por mi sistema.
Cuando asomo mis ojos y veo que mamá me ve con angustia, la abrazo por encima de los hombros escondiendo mi rostro en su cuello, sin dejar de llorar.
Me habían dejado ayer en el hospital, pero nadie le había avisado a mis padres y yo estaba inconsciente. Tal vez Lukas dijo algo, sin embargo no estoy del todo segura ya que no lo he visto más.
- Me dieron en todas partes mamá... -me quejo susurrante y con voz trémula- me dolía todo...
- Ya mi niña -su voz quebrada provoca que mi corazón se derrumbe-, no volverá a pasar.
Resoplo entre el llanto con ironía, pero no digo más nada, sino que me quedo en el cuello de mamá llorando hasta desahogarme.
Los minutos transcurren, mis padres han salido un momento para hablar con el doctor que lleva mi cuidado, y yo me quedo de nuevo sola, mirando ausente a través de la ventana a mi derecha.
Algo en mí tiene la necesidad de acercarse allí, así que decido mover con cuidado mis piernas primero, pero cuando enderezo mi torso para hacerlo un dolor punzante lo azota y jadeo arrugando la nariz.
«Duele...»
Intento nuevamente, esta vez moviendo también mis manos, y aunque me duele es menos que antes.
Camino con demasiada dificultad, y mis pies descalzos sobre el suelo captan ese frío agradable que emana. Mientras los miro sin razón, avanzo hasta la ventana, y cuando veo donde comienza el cristal cubierto por las cortinas, alzo la mirada para entonces apartarlas.
Tras eso la ciudad luminosa se ve maravillosa frente al nocturno silencio de mi habitación.
Miro con mucha curiosidad los vehículos que pasean de un lado a otro por la carretera, y me distraigo allí, dejando volar mi mente.
Repentinamente la puerta se abre provocando en mí un respingo pequeño en el lugar.
- ¡Beky!, ¿¡qué haces de pie!?
Antes de poder reaccionar la voz de mamá capta mi atención y cuando giro mi cabeza la veo expectante.
Lleva lo que creo debe ser mi comida en sus manos, y al sentir que mi estómago no responde nada a eso, la miro reprobada.
- No tengo hambre. -anuncio con desgana.
Ante lo cual recibo un suspiro de mamá.
- Beky -menciona serena acercándose a mi-, sé que para ti esto es fuerte, pero debes alimentar tu cuerpo -extiende sus manos, indicando que quiere ayudarme a regresar a la camilla, pero niego con la cabeza.
- Quiero estar cerca de la ventana... -manifiesto mirándola a los ojos con intensión de hacer que diga que sí.
- Está bien. -acepta.
De inmediato deja su bolso negro a un lado y arrastra uno de los asientos cómodos del hospital hacia donde estoy.
- ¿Quieres que te traiga tu cuaderno...?
- No -niego rotundamente, mirando vacío hacia la ciudad.
- Vale... -suspira.
Luego regresa con otra silla para sentarse a mi lado y con mi comida en manos. Solo que la pone de lado, y observa como yo hacia afuera.
El silencio confortante y plácido absorve nuestra realidad en un santiamén, y mi mente se queda suspentida en el aire, en blanco.
Nada pasa por mi mente, no siento dolor. Este es el momento cero de la depresión, en donde siento que simplemente respiro, y existo.
- ¡Beky Harrison! -un grito rasgado provoca que mis ojos se abran de par en par en cuestión de nada y miro hacia atrás asustada, para sorprenderme.
- S-sama...
- ¿¡Por qué no me llamaste!?
- Y-yo lo intenté -tartamudeo.
- ¡Hubieras insistido! -cierro mis labios ante sus palabras, y me dispongo a levantarme, lo cual provoca dolores por todas partes.
- Es cierto pero... -detengo mis palabras cuando su mirada, que se torna horrorizada y cargada de culpa, me observa de pies a cabeza-. No, Samy, esto no es.
- Es mi culpa. -murmura y yo suspiro derrotada.
- Es lo primero que te digo y es lo primero que haces -me quejo frunciendo el ceño-. No puedes culparte por algo que sucedió cuando no estabas.
- Soy tu mejor amiga -hace énfasis-, debo estar contigo en todo momento y ahora... -un suspiro corta sus palabras, y miro conmovida sus ojos cristalinos.
- Samy -me detengo frente a ella-, no tienes porqué sentirte culpable por la decisión de tu padre -una lágrima recorre su mejilla-. La que debería estar molesta y triste soy yo -undo mis cejas un poco dándole una mirada sosegada-. ¿Por qué nunca me dijiste sobre tu mamá?
- Porque ya estabas bastante mal con lo de Jack -confiesa provocando que trague grueso ante el nombre- pero tenía a Max.
- Me sigues teniendo.
Miro sorprendida hacia la puerta porque Max Derbez está parado justo allí, y es quien ha hablado.
Mi mejor amiga mira hacia atrás con recelo a penas lo escucha, y entonces veo como su mirada se transforma entre triste y escrutadora.
- Max... -ella balbusea, y sus ojos se iluminan cuando el mencionado se acerca.
- ¿Por qué estás llorando? -pregunta él, limpiando luego una lágrima y mi mejora cierra los ojos undiendo las cejas.
Se llama frustración y angustia. Eso es lo que ella siente, y lo que indica que no le ha dicho nada.
- ¿No estás enfadado porque no te he permitido verme? -ella inquiere abriendo sus ojos y dándole una mirada expectante.
- Beky ven... -la voz susurrante de mamá detrás mío acompaña su mano en mi brazo, y miro hacia mi izquierda para comenzar a caminar hacia la camilla.
- No importa, solo quería saber qué estaba sucediendo porque Beky me escribió, y me pareció extraño que tu celular no contestara. -la voz de Max llega a mis oídos en ese tono gutural y medio triste.
Eso comprime mi pecho, pero no soy capaz de ver la escena. Es demasiado para mi el hecho de escucharlos hablar así, menos que menos mirar.
Trago grueso cuando siento el nudo anunciar que estoy a punto de llorar pero me aguanto, y cuando estoy en la camilla, miro mis dedos nerviosa.
- Es que... -Samanta solloza-, es que me tengo que mudar.
- ¿Qué? -Max corta sus palabras en una exclamación entristecida.
- Sí... -murmura ella-, tendré que irme a Nueva York.
- ¿Por qué? -indaga con voz susurrante y triste- ¿qué sucede?
- Fue decisión de papá -suelta con algo de desdén y descontento en su voz-, todos los días él y mamá discutían, en el desayuno, en el almuerzo, en la comida, viendo la TV -siento el nudo en mi garganta crecer cuando la escucho confesar con dolor-, y todo tiene un límite Max, y mamá llegó al suyo.
- Toma... -mi madre me presenta la comida, y yo niego cuando el olor me provoca un revoltijo en mi estómago-. Al menos déjame dártela yo... -suplica, y alzo la mirada para toparme con la suya inquieta.
Suspiro resignada, y asiento en respuesta, para luego ver que coge una cucharada y la acerca a mi boca.
Un sollozo largo y cargado de agonía llega a mis oídos provocando que mi corazón se acelere.
- Está bien -Max asegura-, todo bien.
- ¿Nos mantendremos en contacto? -mi mejora pregunta indagadora, con voz triste.
- Eso no hay que preguntarlo. -él responde a penas termina.
Escucho la risa aliviada de Samanta, y luego miro de rehojo cómo se abrazan. Pero eso no es lo que me pone peor, sino cuando Max le da un beso en el cabello a ella, y acaricia con su mano sus ondas castañas.
La comida parece estar demás en mi boca cuando un sollozo se me escapa. Ya estoy llorando de nuevo.
***
Pasan las semanas de mi recuperación como agua, y gracias a Dios Lukas me trae los apuntes de una amiga que él tiene en mi curso, de lo contrario estaría perdida en los contenidos actuales.
Samanta se fue para Nueva York en la madrugada, el día después en que fue a verme al hospital. Desde entonces no paran las videollamadas, día, tarde, y noche nos la pasamos hablando.
Termino de abotonar mi camisa a cuadros de mangas cortas, cuando mi teléfono celular vibra sobre mi cama anunciando la entrada de un mensaje.
Miro hacia atrás con curiosidad, y me separo del espejo para tomar el objeto entre mis manos y al notar que es un WhatsApp de mi mejora, mis comisuras se elevan.
ELLA: Necesito hablar contigo algo.
Me lo acaba de mandar, así que aprovecho que me queda algo de tiempo y texteo.
YO: ¿Qué sucede?
Entra al chats segundos después que envío el mensaje, y debajo de su foto de perfil anuncia que está escribiendo.
ELLA: Es sobre Max.
ELLA: Ha estado distante y extraño estos últimos días.
ELLA: Pero eso es poco, porque hace una semana ya que intento contactarlo y nada.
Frunzo el ceño, pero siento mi corazón acelerarse ligeramente de preocupación por ella.
YO: Tranquila Samy, seguro tiene sus razones.
ELLA: Si tan solo las dijera.
- ¡Beky ya llegas tarde!
El grito de mamá capta mi atención y miro de golpe la hora; 7:01 de la mañana.
- A correr -murmuro abriendo mis ojos por la impresión.
YO: Llego tarde a la escuela, pero prometo contactar a Max para preguntarle.
Envío el mensaje y apago el teléfono para rápidamente coger mi mochila con mis otras cosas y bajar las escaleras corriendo.
***
- Buenos días pulguita.
La voz de Lukas provoca que mire hacia mi izquierda con curiosidad. Sus ojos asiáticos chocan con los míos, y esa mirada escrutadora acelera mi corazón.
- Buenos días... -murmuro devolviendo el saludo, y le dedico una sonrisa pequeña pero cariñosa.
Cierro mi taquilla, y me giro hacia él.
- No te voy a preguntar como estás porque se nota. -sus palabras me confunden por lo que frunzo el ceño.
- ¿A qué te refieres? -indago-, ya estoy bastante bien y no me duele nada.
Detengo mis palabras cuando veo que niega lento con la cabeza.
- No estoy hablando de tu salud Beky... -deja la frase en el aire, causando que suspiro algo molesta, mirando fugazmente hacia los lados.
- Estoy bien.
- Tus ojos no dicen lo mismo. -confiesa.
- Lukas -me corto de tajo a mí misma cuando juro ver el traje de negocios de Max Derbez entre la multitud de estudiantes que van en ambas direcciones.
«No puede ser ¿qué hace aquí?»
- Te-tengo que irme. -me despido sin dejar de vigilar a Max con la mirada y salgo disparada tras él.
Por un momento se me pierde porque hay muchos estudiantes afuera, pero luego noto su cabello castaño oscuro y desorganizado. Así que me dispongo a acercarme lo más que pueda.
Cuando extrañamente los chicos se apartan mientras voy pasando apresurada, logro agarrar con fuerza a Max por la muñeca. Él se detiene, yo también, y e mira confundido sobre su hombro.
- ¿Qué te sucede? ¿por qué no hablas casi con Samanta? -dirijo las preguntas rápido y alzando la voz gracias a que hay un tumulto hablando a nuestro alrededor.
Espero respuesta con impotencia en mi sistema, y cuando frunce el ceño, rehusándose a safarse de mi agarre, gruño enojada viéndolo desaparecer entre la multitud.
«Tarado...»
***
Abro la puerta de mi habitación y lo primero que hago es encender mi teléfono para pasarle mensaje a Samanta.
La escuela no ha estado tan mal, de hecho, ya había comenzado a extrañar más de la cuenta Matemáticas.
YO: Estoy en casa, dime si te puedo llamar por la laptop.
Alzo la vista, y observando por un momento todo el cuarto, decido organizar y cambiar algunas cositas de sus lugares. Pero antes, escojo una blusa de tirantes y un shorts por las rodillas.
Entro a la ducha, y disfruto sentir el agua tibia caer en mi rostro, en mi cuerpo.
Después de salir lista con mi ropa y todo puesta, decido mirar mi celular para verificar si Samanta me ha respondido.
ELLA: Claro.
ELLA: Estoy disponible.
Dejando a un lado mi teléfono enciendo la laptop y rápido la llamo.
La primer imagen que obtengo es la de cabellos ondulados frente a la cámara, pero su rostro apagado y su mirada inescrutable inquietan mi corazón.
- ¿Qué sucede? -pregunto undiendo las cejas.
Ella agacha su mirada.
- No quiero seguir aquí -confiesa con voz quebrada-, estoy muy alejada de los que amo.
- ¿No has echo ningún amigo allá?
- No -responde sin darme tiempo a procesar.
- ¿Por qué?
Suelto un suspiro tras mi pregunta cuando ella se estrecha de hombros.
- No sé... -murmura con voz susurrante-, tal vez porque he perdido el toque extrovertido.
- ¿Tú?, ¿perder el toque? -cuestiono sonando obvia-. Samanta no te puedes quedar solamente con nosotros -logro hacer que me mire-, porque estamos lejos no significa que también lo esté tu vida.
- Lo que está haciendo Max me está cambiando ¿vale? -manifiesta con voz trémula y ante eso, no puedo evitar sentir crecer el nudo en mi garganta.
- No permitas que esto quite lo que te caracteriza. -le aconsejo, recordándome a mí misma cuando estuve en su lugar-. Jack hizo las cosas distintas a las de Max, pero siempre el resultado de una ruptura es el cambio para mal que damos nosotras y lo más chistoso es que a ellos le importa un bledo.
- Eso es cierto.
- Pero Max no es como Jack, Samy -le aseguro de inmediato-, y yo dudo que Max Derbez esté haciendo estas cosas a propósito.
- ¿Y a qué crees que se deba? -inquiere ella acomodándose en el lugar, y mirándome curiosa.
- A la empresa -digo obvia alzando ambas cejas por instantes-, supongo que eso lo tiene muy ocupado.
El ceño fruncido es la respuesta que obtengo de ella, y eso me llega a confundir.
- ¿Qué suc...?
- ¿Empresa? -hace énfasis alzando ambas cejas y es más que evidente su enojo.
- Si.
- Él nunca mencionó nada -expone con voz molesta.
- Samanta...
- No -me corta tajantemente-, no me digas que me calme.
- Pero...
- Tampoco que no tome decisiones apresuradas porque te conozco. -vuelve a impedir que diga algo, y cierro mis labios mirándola con tristeza-. Entonces todos sabían lo de la empresa menos su novia -masculla para ella, con esa voz irritante que siempre pone cuando algo la enoja mucho.
- Al parecer pero.
- No, no quiero que lo defiendas -vuelve a interrumpirme
- ¡Samanta Robinson cállate y deja que hable! -exijo sintiéndome frustrada, y ella me observa sorprendida con sus ojos abiertos-. Max no te está engañando con otra, pero si para ti esa "otra" es la empresa ya la culpa no es suya.
- ¿No entiendes? -cuestiona sonando dolida-, ¿Por qué razón no me diría nada sobre la empresa si no escondiese algo?
Parpadeo con mi boca entreabierta, sin poder formar una oración en respuesta porque realmente no la tengo.
- Debo colgar.
Sus repentinas palabras provocan que abra mis ojos amplios por la sorpresa.
- No vayas a hacer una locura.-pido casi en un ruego undiendo mis cejas.
Ella alterna sus ojos en los míos antes de suspirar sonoro.
- Dicen que es mi segundo nombre.
- ¡Samy!
Corta la llamada sin darme tiempo, pero tras eso, la ansiedad inquieta hasta los sesos y decido mandarle al menos un mensaje.
YO: Prometo encontrar respuestas, pero por favor Samanta no hagas nada de lo cual te vayas a arrepentir.
Inesperadamente una lágrima cae sobre el teclado y el nudo que se hace notar comienza a crecer conforme mi celular empieza a llenarse de gotitas que caen de mis ojos.
Ver la reacción de Samanta es como estar viéndome a mí misma en el pasado. Sus ojos inquietos y llenos de dolor, decepción, provocan que reviva en mi mente momentos como estos en mi pasado.
Apago el celular cuando cierro los ojos, colocando una mano en mi frente, y lanzo el objeto sobre la cama.
Mi expresión de angustia está sin impedimentos al igual que las lágrimas. Mi corazón acelerado golpea fuerte contra mi pecho, y mi respiración agitada me indica que estoy mal.
Es obvio.
No estoy bien.
"- No estoy hablando de tu salud Beky..."
El flashback aparece en mi mente al instante y me derrumbo sentándome en el suelo. Me abrazo a mí misma agachando la cabeza, y siento las lágrimas caer en mi shorts.
«Estoy cansada de esto... Ojalá existiese una máquina para revertir el tiempo»
«¿Habrían sido las cosas diferentes?». Mi consciente pregunta de repente.
«¿Qué hablas?»
«Si el tiempo se pudiese revertir habrías tomado las mismas decisiones porque no serías consciente de las consecuencias». Trago grueso ante mis pensamientos.
***
A eso de las 11:35 de la noche decido bajar a la cocina para beber algo de agua.
Hace unas cuantas horas estuve trancada en mi cuarto sin poder ver a nadie, solo necesitaba -y necesito- estar sola, sin otros comentarios que no sean los de mi cabeza.
Bajo las escaleras con cuidado, enciendo la luz de noche en la cocina, y voy directo a la nevera para coger un vaso y llenarlo de agua. Mientras juego con él sentada en la isla, me dispongo a pensar en cómo contactar a Max para ayudar a Samanta.
Por suerte no tengo que volver a preocuparme por Jina. No sé que sucedió con ella y sus matonas pero no las he vuelto a ver, ni aun en los recesos.
Un frío pincha mi estómago cuando escucho un bostezo provenir de Jacob, mi dálmata, y giro sobre la silla para recibirlo con una sonrisa cerrada. Está estirándose, y cuando termina le hago una seña dándome en los muslos para que salte en ellos. Cuando lo hace, me dedico a acariciar con cariño sus orejitas.
- Precioso de mami. -murmuro con voz fina sin poder dejar de sonreír.
De inesperado un ruido extraño en mí habitación provoca que mi estómago de un vuelco, que un escalofrío recorra mi columna vertebral, y que mire de golpe hacia arriba.
Mi ceño se frunce.
Solo ruego con todas mis fuerzas que Jacob no ladre o todo el vecindario se va a levantar.
***
Si les va gustando la trama, no olviden dejar su voto y comentarios al respecto♡
✅Atte: Bookslove701🌻
~○°•♡•°○~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro