Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2|[Un Helado]

— Mis amores, hemos llegado.

La voz de papá provoca que caiga a la realidad, gracias a que me había perdido por completo en la letra de la canción que está puesta.

— Oh... —exclamo cogiendo el bolso blanco y me quito el cinturón—. No te preocupes papá, yo me bajo sola. —anuncio cuando noto que tiene intensiones de ayudarme.

Él sonríe asintiendo con la cabeza y entonces salgo del auto.

Cuando mi vista choca con esa imagen mi estómago se revuelve ante los nervios.

Es Samanta frente a la heladería, está guapa como siempre, pero ella no es el problema. El problema es el chico que está al lado de ella.

Es alto, de cabello castaño, delgado pero aun así, gracias al jersey en tres tonos diferentes de gris —de forma horizontal— se nota que hace ejercicio.

Lo detallo espaldas, pero cuando escucho las puertas detrás de mi cerrarse ya sé que es momento de acercarse.

«Ni me dijo que traía a un invitado»

— Cariño vamos. —la voz de mamá llama mis ojos y éstos, desorientados, chocan con los suyos.

Asiento inconsciente, pero nos ponemos a caminar.

Mientras logro tener un mayor campo de visión del chico, noto sus ojos almendrados, su nariz proyectada, y sus labios finos con su rostro un tin cuadrado.

«En fin, las habilidades de una escritora»

— Buenos días. —la voz de papá provoca que parpadee relamiendo mis labios y aparto la vista.

— Buenos días para usted también. —Samanta devuelve el saludo.

— Buenos días. —mamá también se suma, y todos me miran a mí esperando algo.

«Me he perdido»

— ¡Ah!, eh... Buenos días —saludo torpe gracias a mis nervios.

Pero mi mejor amiga me echa una miradita cómplice.

— Les presento a mi primo Darking Ross. —anuncia mirándome traviesa.

— Un gusto —el mencionado asiente con la cabeza.

— Igual —mis padres y yo devolvemos el saludo casi al mismo tiempo.

— Entonces ¿vamos? —madre anima, y me dispongo a seguirlos, mirando por unos instantes la espalda del chico que me queda más alto de la cabeza.

Sólo hasta que una mano agarra el brazo y me separa de ellos.

— Darking no me trae paz. —la voz ronca de papá en ese tono molesto no me pasa desapercibido.

Le ha caído mal, eso es seguro.

— Papá, no sabía que vendría alguien más —confieso sintiéndome incómoda—. Además ¿por qué lo dices?

— Porque noté su mirada —trago en seco conociendo lo que dice— y te puedo decir que no es de fiar —tomo aire para responder pero él continúa—: aunque sea primo de tu mejor amiga.

— Lo sé, papá —aseguro—. ¿Cómo crees que después de verme así en la casa voy a lanzarme a los primeros brazos que se extiendan? —pregunto sonando obvia, pero el nudo en la garganta me delata.

Él se relaja entero, y me dedica una mirada en disculpa.

— Sí perdón... —murmura soltando mi brazo—, es que no quiero que te suceda otra vez.

Me giro completamente hacia él, regalándole una sonrisa cerrada.

— Gracias papá —lo envuelvo en un abrazo—, sé que lo haces por mi bien.

Nos separamos, me regala una sonrisa, y toma mi mano para ambos dirigirnos dentro del local.

Al entrar la campana suena y mi vista se pasea por todas las mesas, hasta que encuentro a mamá y los otros dos sentados en una de las mesas traseras.

— ¿Ya pidieron algo? —pregunta papá colocando su abrigo detrás de la silla y se sienta al lado de mamá, quien le regala una sonrisa dulce.

Yo copio su acción, sentándome entre mi mejor amiga y su primo.

— No, todavía, quisimos esperarlos. —mamá responde, y acaricia con suavidad la mejilla de papá.

Siempre son así.

— Yo quiero uno de naranja piña —pido alzando mi índice, y no puedo negar sentirme algo emocionada por comer un rico helado.

— Yo de fresa con jarabe del mismo y unas pasas secas —Samanta también pone su pedido sobre la mesa.

— Yo quiero de chocolate con jarabe del mismo sabor. —papá promone, y mamá asiente con la cabeza insinuando querer lo mismo.

Todos nos quedamos callados y es cuando me doy cuenta que miran al chico sentado a mi derecha.

— ¿Quieres algo, Darking? —mi madre pregunta curiosa.

— Chocolate con maní, por favor. —elige por fin, y entonces esperamos a la que toma pedidos.

Mientras, de imprevisto mi mirada choca con la de Darking y ahí me doy cuenta de sus ojos tan peculiares. No creo que haya visto algo parecido.

— Vaya, que ojos tan... —murmuro pero cuando me doy cuenta que no lo he pensado, callo mis palabras.

— ¿Distintos? —su voz ronca capta mi atención cuando intenta completar la frase, y lo miro curiosa.

— Sí —asiento con la cabeza.

— Todos me preguntan lo mismo, así que estoy acostumbrado.

Me quedo observándolo, y repentinamente algo provoca que un escalofrío recorra mi columna dorsal. Pues una línea color negro ahumado se pasea por ellos desde arriba hasta abajo.

«Estás ilusionando cosas ya, Beky»

«Mejor traigan ese helado rápido...». Pienso nerviosa, apartando la vista y relamo mis labios, descartando por completo la idea de preguntar qué rayos ha sido eso.

Pero no. Me vería como una loca. Tampoco quiero hacer huir a todos con mis cosas.

Nuestros helados llegan y lo disfrutamos mientras la mesa se llena de risas y chistes, hablando de todo y a la vez de nada. A cada rato la imagen del gesto que hicieron los ojos del primo de mi mejora llega a mi mente, y por un momento me pregunto el porqué, pero solo me distraigo con los comentarios de los que están a la mesa.

***

Miro mi móvil para quitar la música que suena por todo el baño y la estancia se suspende en un denso silencio que a la vez es agradable.

Noto que son las 8:25 de la noche y alzo mis cejas sorprendida.

Rayos, que rápido pasa el tiempo.

Salgo de la ducha envuelta en mi toalla blanca para colocarme el pijama verde azul con las palabras love escritas en la prenta inferior.

Luego de secar mi cabello, dejándolo algo húmedo, me siento sobre la cama en posición mariposa y tomo mi laptop para llamar a Samanta.

Estuvimos hablando durante unas dos horas aproximadas.

— Ey Beky.

Frunzo el ceño al percibir el tono curioso que emplea cuando realmente hemos pasado tiempo hablando.

Am... ¿si? —inquiero dudosa enarcando una ceja.

¿Que sucedió en la heladería con respecto a Darking?

Su pregunta hace que trague en seco y tenso mis labios escondiéndolos, al sentir mis nervios sufrir una alteración.

¿Disculpa? —inquiero fingiendo no entender, y entornando los ojos me dispongo a esperar una respuesta.

Es que me di cuenta que te separaste de nosotros por, tu papá... —lo último lo murmura temerosa, y eso me extraña.

Samy, padre solo intenta cuidarme —aclaro—, y aprecio que lo haga.

— ¿Pero no te parece obsesivo su trato?

— ¿Qué? —exclamo sorprendida— ¿de verdad preguntas eso?

— Pero es que.

— Samanta entiendo que mi papá a vivido más que yo en este mundo hostil —intento no sonar molesta por sus palabras, pero parece inútil—, así que se supone que me está cuidando cuando vea algo que él sabe que es malo.

Su mirada se vuelve triste y mira hacia abajo avergonzada.

— Perdón, mi figura paterna es la obsesiva se me olvidaba eso. —ese susurro en un tono molesto e irritable me ha recordado que he sido dura.

N-no te sientas mal —murmuro mirando hacia otro lado sin mover la cabeza, y luego hacia abajo—. Cada una tiene un problema, y al parecer nos tenemos la una a la otra. —alzo la vista para ver esos ojos tristes y medio cristalinos—. Samanta puedes contar conmigo para lo que necesites. Si necesitas un papá te presto el mío, y si necesitas una mamá, a la mía pero no quiero que dejes de ser amada.

Un silencio por su parte hace que escuche su respiración un poco agitada. Lo más seguro es que está aguantando el llanto.

Gracias... —murmura bajando su mirada—. Nos vemos mañana.

Justo cuando veo que va a colgar abro mis ojos amplios.

¡Samy espera!

Pero es por gusto. Ya ha cortado la llamada.

***

Quito la alarma que suena con más ánimos que los que tiene la dueña del teléfono y vuelvo a cerrar los ojos.

El sueño me vence y por un instante me levanto asustada pensando que me ha cogido tarde, pero luego me doy cuenta de que no es así, al escuchar unos pasos cerca de mi habitación. Ante lo cual resoplo aún somnolienta y me tapo la cara con la sábana.

Obviamente tienen que venir a despertarme porque no soy capaz de hacerlo por mi cuenta.

— Papá basta —me quejo sintiendo unas manos halar mis pies.

No me hace caso y continúa hasta que, de manera increíble e inexplicable, termino enrollada con mi sábana en el suelo.

— Arriba preciosa —papá habla riendo y yo arrugo mi nariz dándole una mirada acusadora a los dos—, la escuela te espera.

— Los lunes son los peores... —vuelvo a soltar otra queja y me dispongo a apartar la sábana de mi rostro, pero la luz que irradian las que están encendidas fuera de la habitación llegan a molestarme y vuelvo a cubrirme.

— Vamos —mamá insiste quitando lo que me impide verla—, no puedes llegar tarde.

— Ya estoy despierta —refunfuño dejando caer los párpados cargados de sueño.

— Tenías los ojos abiertos, no estabas despierta —ella me coge por debajo de los brazos y me sienta en el borde de la cama mientras yo abro los ojos despacio—, arriba princesa que ya tenemos que irnos.

— ¿Qué? —abro mis ojos como platos de golpe al escuchar eso—, ¿es tarde o algo por el estilo que ya se tienen que ir?

— No. —ambos responden rápido.

— Tranquila pequeña —papá añade—. La reunión del domingo fue para eso —informa sentándose a mi lado y mamá se queda frente mío— porque nos ascendieron a ambos y tenemos que estar más temprano si queremos llegar también temprano a casa.

Una sonrisa quiere abandonar mis labios y dejo que salga.

— Significa que...

— Vamos a tener más tiempo juntos. —mamá termina por mí, con voz emocionada.

— Y, podremos ir a tomar helado tantas veces quieras. —papá añade con su voz también contenta y yo miro a ambos sintiéndome feliz.

Puede que no lo muestro por fuera, pero espero que con la sonrisa que estoy esbozando sea suficiente.

— Me alegro mucho. —confieso con voz fina y abrazo de lado a papá.

— Nosotros también.

=Narra Samanta=
«Otra ves mis padres discuten, que horrible ejemplo de familia para Em». Pienso en medio de la discusión de mis padres y juego inconscientemente con el desayuno frente a mí.

— ¿Sabes qué? —papá da un grito exasperado que logra hacer callar a mamá—, me cansaste mujer. Samanta nos vamos.

— Padre, por favor... no, no me lleves a Nueva York —el dictamen de papá me toma por completo desprevenida, y el desconcierto queda estampado en mi rostro.

La vista se me ve interrumpida por las lágrimas que salen, un nudo se forma en mi garganta y la primera persona que me viene a la mente es:

— Beky, ¿me vas a alejar de ella? —expongo y mi voz se quiebra—. Tengo amigos muy cercanos aquí casi como una familia.

El hombre parado frente a mí está demasiado alterado. Su pecho sube y baja anunciando su enojo extremo, sus ojos cargados de ira me miran perdidos, pero sus cejas se relajan un poco y comienza a dar pasos hacia la isla donde estoy.

— Sam, vamos, te comunicas desde allá con ellos para eso está la tecnología.

— ¡Pero no va a ser lo mismo! —grito conmocionada—. ¿Por qué tiene que ser así?, ¿por qué te casaste con una mujer como esta?, ¿acaso te dió algo que no tenías?

— Samanta... —menciona sin separar los diente, lo cual entiendo como un regaño.

— ¿Acaso no te has preguntado el porqué de su interés por ti? —sigo sin mostrar debilidad—. Papá abriste los ojos demasiado tarde —expongo sintiéndome impotente—. Los dos me odian, y no solo a mi, sino que también a Em. —concluyo harta.

No espero una respuesta de nadie al correr escaleras arriba hasta el tercer piso donde se encuentra mi habitación, y después de cerrar con seguro me aviento en la cama, y agarro una almohada. En la cual grito con todas mis fuerzas así dejando escapar las lágrimas y aliviar el nudo en mi garganta.

«Me odian, eso es un hecho... ¿por qué nos hacen esto a Em y a mí?». Pienso frustrada.

Ante la cantidad de cuestionamientos y escenas que farbico en mi mente sobre el divorcio y las cosas que pueden provocar en Amy, mi hermana menor, el nudo crece, y mi cabeza se siente más presa, hasta el punto de que me encuentro en la necesidad de gritar de nuevo, pero esta vez sin la almohada amortiguando el sonido.

Es tan fuerte que escucho cómo los pasos apresurados en las escaleras se acercan, y un puño furioso estremese la puerta de la habitación tres veces.

— Samanta —esa voz amargada— ¿qué es esa locura de gritar así? —reprocha.

Una fulminante ira impregna mi sistema causando que mi mandíbula se tense hasta que los dientes crujen, y me dispongo a responder.

— ¡Cállate, no quiero hablar con nadie ahora! —grito enojada—, menos contigo.

Se me olvida por un instante que la mujer del otro lado es mi mamá al gritar esas palabras, y abro mis ojos asustada cuando me doy cuenta de lo que he hecho.

La puerta de la habitación es aventada y justo antes de yo poder siquiera reaccionar o mirar, alguien agarra mi pie izquierdo con una fuerza y furor atemorizante, y mi cabello es halado con fuerza sacándome de la cama, para sacudirme con ira.

— ¡Por Dios Ellis! —chillo intentando safarme pero el agarre es muy fuerte—, ¡papá tiene que ver lo que haces bruja! —grito angustiada por el dolor de cabeza que me está dando.

— ¿Pero qué es esto? —la voz imponente de papá suena en toda la habitación provocando que la mujer se detenga, y entonces escucho el sonido de una buena cachetada acompañado con la libertad de mi cabello.

Las lágrimas salen a chorros por el maltrato y el dolor de toda esta situación. Cubro mi rostro con ambas manos frustrada y escucho a mamá sollozar.

— Amor, ¿pero por qué...? —mamá es interrumpida por otra cachetada, y aunque suene egoísta me alegro por saber que esa cobra está teniendo su merecido.

— Te prohíbo tocar a hija —mi padre masculla con un tono vehemente que me llega a erizar la piel.

Por un momento espero a que ella se canse, pero repentinamente suelta una risa sarcástica, y ante eso no puedo evitar intentar pararme para verle ese rostro sinvergüenza.

Termino mareada, pero decido ser fuerte y ver la escena; papá tiene su mano agarrando la mandíbula de mamá con fuerza, y tiene el ceño fruncido.

— ¿Quién dice que es tu hija? —escupe con veneno ella y papá gruñe.

— ¿¡De qué hablas!?

— De que Samanta es hija del Sr. Swift. —responde en un tono descarado a penas papá pregunta.

Mi rostro demuda, y siento que la sangre se ha esfumado de mi cuerpo.

«¿Qué?, ¿que yo qué?»

=Narra Beky=
— Listo mi niña —la voz de papá vuelve a sacarme del embeleso con la canción—, que pases una mañana maravillosa.

Mis padres me han llevado a la escuela como de costumbre.

Me bajo del auto para despedirme de ambos con un beso en la mejilla.

— Nos vemos al medio día —me despido con la mano, y quedo viendo la parte de atrás del auto por pocos minutos.

Me dispongo a entrar al centro y cuando me doy cuenta de que hay pocos estudiantes por aquí, siento un alivio grande en mi sistema tenso.

Decido esperar a Samanta ya que normalmente siempre llega antes que yo, pero en esta ocasión pasan los minutos mientras más estudiantes se suman, menos espacio hay, y pocas señales de ella.

Vuelvo a barrer con la vista fugaz los rostros buscando el cabello ondulado de mi amiga, pero nada.

— Ey Beky —una voz familiar saluda de repente.

Miro hacia los lados buscando con ojos expectante quién puede ser, hasta que alzo ambas cejas al notar a Darking acercarse con una chica agarrada a su brazo. Parece extranjera.

— Darking... tiene novia —murmuro sin poder dejar de ver los ojos peculiares del chico.

Cuando están cerca los saludo con la mano.

— ¿Cómo estás? —pregunta él.

— Estoy bien —respondo estrechando mis hombros sin darle importancia.

— Me alegro —una sonrisa cariñosa se dibuja en sus labios y siento una extraña punzada en mi estómago—. Quiero presentarte a Baileys Watsonville, ya que no tuviste la oportunidad de conocerla porque andaba de viaje. —suelta una risa—. Ella es mi novia, y estamos en planes para la boda.

Cubo de agua fría le llaman a las cosas que trae de inesperado la vida.

«¿Disculpa qué?. ¿Qué edad se supone que tenga?»

— Vaya, felicidades. —digo sorprendida, sintiendo de repente la mirada pesada de la chica sobre mí—. ¿Sabes sobre Samanta? —pregunto sin darme cuenta de lo inapropiado que ha sonado, pero da igual no sé qué comentar sobre su boda.

El ceño fruncido es su reacción, y no me pasa desapercibido su extrañeza.

— ¿Sucede algo? —pregunta y ahora la confundida soy yo.

— No lo sé, creí que estabas con ella. —insinúo obvia.

— No dormí en su casa. —informa.

Un silencio inquietante y tenso se forma en el ambiente. Despego mi mirada de la de Darking porque la chica no deja de asesinarme con la suya, y veo sin mucha intensión hacia los lados.

— Es extraño... —murmuro sintiendo una preocupación pequeña de repente.

— ¿Ya la llamaste? —pregunta indagador, y lo miro curiosa.

— Ah, pues no —suelto una risa pequeña tras mis palabras, para volver a mirar hacia otro lado—. En fin nos vemos Darking —me despido rápido—, un gusto conocerte Baileys Watsonville —extiendo mi mano pero la extranjera se rehúsa a darme una última mirada despectiva, para empujar a al chico fuera de allí.

Guardo la mano en el bolsillo de mi jeans ajustados, y me dispongo a buscar algún banquito de la escuela para sentarme.

Cuando me acerco a uno que está vacío me acuerdo sin razón de lo que dijo Darking sobre llamarla. Tal vez no se me ha ocurrido antes porque ella siempre me esperaba a mí y no como ahora.

Saco mi móvil, y veo un WhatsApp de la persona que estoy buscando.

ELLA: Beky Harrison, soy el padre de Samanta. Te escribo por su número para darte el nuevo.

6:21 A.M

Mi ceño se frunce al instante de leer el mensaje.

¿Qué hace su padre con su teléfono?

¿Por qué me escribe él y no ella?

¿Será un hacker?

Decido hacer una llamada por el número natural de mi mejora pero no da ni un timbre cuando sale que no está en servicio.

— Rayos... —murmuro mirando el número nuevo.

No es tan malo intentarlo ¿verdad?

Qué cosas digo. Claro que es malo, pero necesito saber de ella.

Copio el número y llamo. Los timbres suenan, y suenan sin parar. Por unos segundos siento cómo la impotencia llena mi sistema al no recibir respuesta.

— Maldito aparato...

— Hola Beky —capto una voz masculina conocida con agrado, y no espero para girarme sobre mi eje.

— ¡Lukas! —alzo la voz al mismo tiempo que lo envuelvo en un abrazo por encima de sus hombros, solo por unos instantes—. Dime, ¿cómo estás?

— No hablemos de mí —murmura apartando un mechón de cabello y colocándolo detrás de mi oreja—, porque Samanta me ha informado de todo.

Abro los ojos como platos.

— ¿Disculpa? —inquiero cruzando mis brazos a la altura del pecho—. ¿Desde cuándo Samanta y tu esconden secretos?

Él suelta una risita ronca revolviendo mi cabello.

— ¡Oye!

— Nada de secretos pulguita —confiesa con una sonrisa, pero no me pasa desapercibido su tono triste—, solo nos compartimos criterios sobre nuestra mejor amiga.

— Eso es crueldad —manifiesto haciendo un puchero—, ustedes no deberían hablar de su amiga por las espaldas.

— ¿Está permitido hablar de ti si es sobre cómo ayudarte a superar lo de Jack?

Su pregunta provoca que, inconscientemente, mi expresión abandone todo rastro de alegría y siendo un frío en mi estómago.

No sé qué responder. Tampoco tengo intenciones.

¿Cómo puedo ver esto que me acaba de decir?

¿Como algo bueno?, porque me ha recordado el nombre de ese malnacido.

Gruño inconsciente cuando una imagen de él aparece en mi mente, pero sigo mirando ausente el pecho de Lukas.

— Beky no... —murmura de repente abrazándome.

«¿Qué?, ¿qué sucede?»

No tengo que preguntar en voz alta para saber, porque cuando caigo en la realidad el hombro de mi mejor amigo tiene una mancha redonda y pequeña.

Estoy llorando.

Frente a todos.

Beky.

Mis ojos se abren de par en par cuando escucho esa voz quebrada desde lejos.

«La llamada»

Rápido me aparto de Lukas para observar con inquietud la pantalla donde sale el número que no tengo registrado, y lo pongo en mi oído.

— Samanta me tenías preocupada ¿qué hacía tu padre con tu teléfono?

— Beky no me odies por favor no fue mi culpa él tomó la decisión sin pensarlo mejor lo siento mucho... —cuando su voz quebrada y el llanto llega a mis oídos mi corazón se derrumba, y un corrientazo en mi columna vertebral activa los nervios.

— Toma aire por favor —pido no entendiendo todavía lo que sucede—, coje calma ¿vale?

— Vale... —solloza.

Yo trago en seco, esperando a que pueda explicarme mejor, y mientras escucho su respiración afectada.

Y-yo... —tartamudea.

— ¿Tu...? —animo a que continúe.

— Yo me voy para Nueva York.

***

Si les va gustando la trama, no olviden dejar su voto y comentarios al respecto♡

✅Atte: Bookslove701🌻

~○°•♡•°○~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro