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12»𝐒𝐭𝐚𝐫-𝐜𝐚𝐝𝐫𝐨𝐧𝐭«

Parte I
Decisiones radicales.

— No hagas más fuerza, te estás lastimando —vuelve a pedir, suplicante, y noto sus cejas undidas.

Su voz sigue afecta por la fuerza que hace, y yo miro hacia la puerta en busca de Jean, o Axier, alguien con más fuerzas que le pueda ayudar con eso, pero nadie entra por los próximos segundos, así que corro para ayudarla.

— ¿Qué necesitas? —pregunto algo agitada, mirando la escena asustada e inquieta.

— Necesito que me traigas una jeringa que está al lado de unas compresas, frente a las cortinas. —pide con voz igual que antes.

Yo asiento a pesar de saber que no me ve, y corro para tomar lo que ella me ha pedido. Entonces regreso trotando, y mi respiración afectada.

— Toma —le acerco con la mano el objeto.

— Gracias —jadea exhausta, y entonces me vuelvo a fijar en su piel—. Por favor, sujétalo por los hombros. —parpadeo ante su petición, y miro a Ralph, el cual yace de lado.

— Está bien. —asiento.

Agarro sus hombros con fuerza para evitar que deje de moverse con violencia, y Thalía incerta la jeringa con el líquido en su glúteo derecho. Ante eso jadea del dolor.

— No está bien que lo haga con sus ropas, pero es lo que debo hacer en estos casos —informa al notar que observo sus movimientos precisos, y le miro regalándole una sonrisa.

Ella también esboza una, mientras sigue sujetando al chico por las piernas.

— Le he incertando algo nuevo que creé con el Labermed, algo de la escencia de Lando of the Stars, y bueno, un poco de llyumins —hago una mueca de extrañeza, elevando mi comisura hacia la izquierda, y ella ríe un poco ante mi gesto enseñando sus dientes blancos y perfectos—. La llyumins es algo que fabrican y extraen los astréamos de —se detiene tajantemente, y parpadea—, no es algo que debas saber ahora o tener conocimiento, pero dentro del árbol están las venas que le dan vida a todo esto, y entre ellas, nacen en una especie de diamante azul con dos puntas a lo largo más que los dos extremos cortos, algo más pequeño a lo cual nombramos “llyumins” —hace una pequeña pausa y yo parpadeo incrédula e impactada, pero a la vez, curiosa—, que es fabricado y extraído por las personas encargadas, gracias a su estrecha conexión con el árbol y la Raizbal.

Suspiro sonoro, y sorprendida.

— Esto debe de provocar que de una vez por todas Ralph despierte, se recupere, y su herida se cure rápidamente. —continúa, y mira con algo de tristeza al chico que ha dejado de moverse—. Sólo espero que está vez surta efecto, porque nada de lo que pruebo en él —su voz decae, y sus ojos se apagan detonando su preocupación— funciona. —unde sus cejas al mirarme.

Copio su acción, y le regalo una sonrisa triste, acompañado con la mirada de apoyo que intento ministrar.

— Tranquila —hago una pausa, y pongo una mano sobre su hombro izquierdo—, vas a conseguirlo esta vez.

A penas termino la última palabra, algo traquea en mi cabeza llegando a doler de manera aguda y punzante. Eso provoca que cierre los ojos de golpe, y ponga mis dedos de la mano derecha en la sien respectiva. Un jadeo de dolor abandona mi garganta, y escucho a Thalía contener el aliento con sorpresa de manera sonora.

— ¿Estás bien? —pregunta asustada y su voz alterada, y luego siento su mano sobre mi hombro derecho—. ¿Qué te sientes?

Gruño separando mis dientes y dando pasos inconscientemente para atrás, así dejando a la morena, ante el dolor repentino en mi cabeza.

— Es... —me detengo súbitamente al sentir otro traqueo extraño en mi cabeza, del mismo modo pero más intenso, y doloroso.

Pongo los dedos de mi otra mano sobre la sien izquierda, y sigo dando pasos hacia atrás, sin mirar, hasta que siento que choco con algo duro detrás de mi. No algo, sino alguien. Por cómo dos manos me sujetan por ambos lados de mis hombros tensos.

— Te tengo.

Aquellas dos palabras son suficientes para saber de quién se trata, y su reacción es guiarme hacia una silla. Pero ya sentada, algo más sucede; las escenas extrañas de un sueño y de Ralph despierto durante la noche, una mano, dos ojos rojos intensos, aparecen de la nada en mi mente como una película a la cual le haz aumentado la velocidad con la que proyecta, y ahora es un montón de sucesos tajantes que golpean mi realidad.

Cuando termina, abro los ojos de golpe, tomo una bocanada de aire sonora, y miro perdida hacia la puerta mientras proceso esto.

«¿Qué fue...?». Pregunto en mis adentros atónita.

¿Realmente sucedió?

¿Realmente desperté en medio de la noche?

¿Realmente Ralph estaba bien y dijo esas palabras tan acres?

¿Realmente... Viví eso?

Ya no sé qué pensar, porque me sucedió lo mismo cuando llegué aquí.

«Oh Dios... Dime qué está pasándome». Pido en mis adentros en una especie de súplica, y con mis manos fuera de mis siens, pongo la izquierda sobre mi frente, aún mirando hacia la nada.

— ¿Son uno de esos ataques? —escucho la pregunta, como si fuera la última y ya habían sido otras más antes que ésta.

— ¿Qué? —pregunto en un jadeo, que falta poco para que no se escuche.

— ¿Qué sucede Luna, es uno de los ataques? —noto que insiste con la voz alterada, y ante eso, miro algo perdida hacia el sonido, hacia mi izquierda, y choco con la mirada de Jean.

Iluminada, encelada, y muy, muy preocupada. Sus cejas undidas, y su expresión angustiada. Siento de repente un calor abrirse paso por mi muslo izquierdo, y miro en esa dirección para que en un nanosegundo, mis cachetes se tiñan, y mis nervios estallen por todo mi sistema en menos de lo que canta un gallo; la mano de Jean está ahí.

Ya ruborizada, lo miro a los ojos nuevamente, entre perpleja y sorprendida.

«¿Somos amigos?, ¿Esto es ser amigos?». Mi subconsciente me pregunta en un tono sarcástico, de vergüenza, y trago en seco cuando veo que sus bellos ojos miel se posan por unos segundos en mis labios, para luego verme. Entonces me doy cuenta de que estamos bastante cerca. Lo suficiente para que cualquier persona entienda que somos más que amigos.

— No-o —tartamudeo en un susurro a penas audible, que aún así, es suficiente para que él escuche.

— ¿Segura? —pregunta en un tono bajo y ronco, y hace lo mismo que hace unos segundos, mira mis labios, y luego mis ojos.

— S-Sí... —mi voz tiembla, delatando así mi estado de confusión y, a la vez, sorpresa.

Sus cejas se alzan, dando a entender que no se ha convencido.

— Vale —dice por fin, en el mismo tono ronco de antes, y relaja las cejas—, pero si necesitas otro abrazo, sabes que aquí tienes un diario humano. —me guiña un ojo, y se incorpora, quitando su mano de mi muslo, y poniéndola en su bolsillo.

Miro entonces por inercia hacia delante, choco con el rostro y mirada preocupada de la morena, y sus cejas undidas. Entonces vuelvo a fijarme en su piel, y la curiosidad e inquietud me abruman. Tengo que preguntarle qué le sucedió.

Justo cuando me levanto de la silla, aún mirándola, noto que alguien con un vestido blanco azulado entra por la puerta, y la enfoco. Mi estómago se revuelve, y mi ceño se frunce. ¿Por qué la piel de Inish está igual a la de Thalía?

— Thalía —menciono su nombre aún mirando a Inish, y entonces enfoco a la morena—, ya que Ralph está mejor, y bueno, yo también —hago una pausa cuando mi voz tiembla al final, tragando en seco— ¿Podrían decirme qué les sucedió a ustedes dos? —undo mis cejas a penas termino la pregunta.

Ella parpadea repetidas veces, traga en seco, y me mira algo nerviosa, y hasta tensa. ¿Qué sucede?. Noto hasta un destello en sus hermosos ojos violetas, como indicando su estado alto de nervios.

— Bueno Luna —se detiene, y noto que duda en seguir.

— ¿Qué? —insisto en dos tonos más alto de lo normal, animando de alguna manera a que siga, y abro mis ojos, expectante, e inquisitiva.

Suspira sonoro cerrando los ojos, y al abrirlos, unde ligeramente sus cejas.

— Cuando Inish y tú pelearon, yo estaba dentro del Labermed —trago en seco al escuchar sobre la lucha, ante el nudo en mi garganta, y también lo que representa que ella estuviera aquí—, así que, como mismo Inish se quemó por aquella esfera humeante y agresiva de fuego, yo quedé... —su voz tiembla al final dudosa—, quedé igual que ella.

Mis ojos abiertos terminan su trayectoria para ocupar toda la cuenca. Mi corazón golpea fuerte contra mi pecho repetidas veces, y éste mismo se comprime ante la culpa. Miro horrorizada hacia el suelo perdida.

— ¿Entonces quiere decir que yo les hice esto? —balbuseo pasmada, y mi corazón sigue latiendo alocado por la culpa.

— Bueno.

— Ni se te ocurra, decir, que ella es culpable —de repente alguien se sobresalta detrás de mi, y coloca una mano alrededor de mis hombros.

Miro de golpe hacia arriba, y choco con el rostro endurecido y enojado de Jean.

— Para nada gobernador —Thalía habla en un tono apagado, y la miro de golpe, aún impactada, notando que su cabeza está gacha, y su mirada avergonzada.

— No —digo con el nudo en mi garganta amenazando con cortar mi voz, y las lágrimas casi listas para salir a chorros por mis ojos—. Dime, ¿Fui yo?

— No Luna —Jean habla algo indignado por mis palabras, y yo niego, dándole a entender que no necesito ayuda, que me sé defender sola.

— Basta. Quiero saber —miro su rostro, el cual se encuentra entre preocupado, impresionado por mi insistencia, y enojado.

Luego miro a Thalía de golpe, y dando pasos lentos, con mi cuerpo siendo víctima de mi estado vulnerable de culpa, insisto en escuchar su respuesta.

— Dime —hago una pausa, y me detengo frente a ella—: ¿Yo hice esto?

Un silencio lúgubre se adueña del lugar sin obstáculos, y lo único que se llega a escuchar, nuevamente, son las respiraciones distintas de todos. Sólo hasta que Thalía suspira profunda, y sonoramente.

— Si Inish terminó mal después de que peleó contigo, y yo también quedé así... —deja la frase en el aire, y llego a entender que es con intención de que yo saque mis propias conclusiones, y que se niega a decirlo en voz alta.

«Entonces fui yo». Respondo en mis adentros mirando hacia el suelo, pero en vez de tirarme a llorar, en vez de creerme menor o inferior; en vez de dejar que las lágrimas sigan amenazando al igual que el nudo en mi garganta, éstos dos se cortan por el enojo que surca mi sistema en un santiamén. Tenso mis puños, y frunzo el ceño; porque acabo de decidir destruir a la chica fracasada, débil, y boba que fui.

«Basta de huir...». Mi mente repite.

«Basta de ser ayudada...». Mi subconsciente añade.

«Basta de depender...». Mi mente vuelve a decir, sonando determinante.

— Si yo lo causé —levanto la vista para pasarla por todos los rostros, con mi expresión endurecida—, yo lo voy a arreglar.

Sin decir nada más, comienzo a caminar decidida en dirección a la casa de Inish, para ponerme ropa, e ir a buscar todo el poder de mi don. Sí, voy a entrenar.

Pero justo cuando estoy a punto de salir por la puerta, y el sol golpea ligeramente mis ojos, escucho que Jean habla detrás mío.

— ¿Qué vas a hacer? —noto su tono de voz entre severo y preocupado—. ¿A dónde vas?

Sin embargo no me detengo, y sigo mi camino, más decidida que nunca.

***

Pasan las horas, y cuando me refiero a horas, son varias horas, ya que el sol está escondido, y el color acogedor del atardecer ilumina agradablemente el salón de entrenamientos, mientras las bolas de fuego, flechas, lanzas, y otras armas que salen de mi creación, hacen que todo el lugar se llene de destellos.

Me pasé la tarde entre entrenando, y llenando de nuevas pautas y estructuras mi mente, para hacer como Jean ha dicho; crear una Luna nueva y mejorada. Y voy a demostrarlo, demostraré a todos que puedo ser capaz; pero más importante, a mí misma.

Me giro brusco al escuchar pasos muy sigilosos, y, en ese solo movimiento, creo un escudo, y dos lanzas grandes que ahora flotan a ambos lados. Mi posición es de batalla; piernas flexionadas, manos hacia delante de igual modo, apuntando con el dedo índice y el del medio unidos, en dirección al sonido. Mi ceño fruncido, respiración jadeante y fatigosa, y el sudor corriendo por toda mi piel.

Veo que se trata de Axier. Está parado con los brazos en su espalda baja, y su rostro neutro, con una especie de sonrisa ladeada esbozada.

— Llevas muchas horas entrenando. —su voz ronca, firme e impostada sale de sus labios con autoridad—. ¿Cansada?

— ¿De fracasar?, sí —dictamino sin variar, ni mi posición, ni mi expresión—. ¿Quieres probarme? —demando, y alzo una ceja ante la pregunta, para luego fruncirla.

Axier sonríe sin mostrar los dientes de manera afirmativa, y entonces separa los brazos de su espalda baja para formar dos dagas largas y rojas en el aire, pero cerca de su manos abiertas, y luego suelta un susurro para sí que lo llego a escuchar;

— Vale.

«Que comience la pelea». Dictamino firme en mi mente, y comenzamos a luchar.

Axier cruza los brazos hacia mi dirección en una orden a sus dos armas para que me ataquen, y yo por no ponérsela difícil, hago que el escudo desaparezca, y me agacho para en un nanosegundo saltar muy alto. Decido en ese instante que sus armas se han encajado en el suelo, lanzar mis dos lanzas en su contra. El pelinegro las contrarresta haciendo dos más para festruirlas y lo consigue.

Cuando ya estoy en el suelo más lejos de él, comienzo a crear bolas, tanto de energía como de fuego, y mientras las hago, voy lanzándolas en su contra una tras la otra sin piedad, caminando sin mucho apuro, con mi expresión invariable. Axier no se queda atrás, comienza a retroceder, corriendo y esquivando mis ataques.

Hasta que me llego a cansar, y siento de nuevo aquel fuego recorrer mis venas con brusquedad y sin obstáculos. Tengo que abrir mi boca para permitir el oxígeno circular, mientras la intensidad con la que mi pecho sube y baja aumenta conforme se apodera de mi.

Las listas chispitantes y alocadas de fuego ya están por mis brazos, mientras sigo lanzando las mismas bolas, pero con más rabias e ira; como si hubieran estado acumuladas, y al primer chance, estallaran.

Mi mandíbula se tensa, mi ceño ya no puede fruncirse más, y mi corazón quiere salirse de mi pecho.

Grito ronco y harta, y en menos de un segundo, hago una lanza extraña roja, mis manos que están unidas ahora se separan hacia los costados en una orden a aquella cosa entre las mismas para que arremeta contra él, y sin pasar un segundo, siquiera uno, ya ha atravesado el cuerpo de Axier, dejando un hueco enorme en su pecho y estómago.

La sangre comienza a chorrear como cascada por sus ropas, y con una mirada de shock casi muerta, su cuerpo se balancea hacia mi derecha a punto de caer en el suelo.

Al darme cuenta de lo que he hecho, mi estado anterior es reemplazado por el de la Luna normal que soy, y corro hacia él para atraparlo, cayendo sobre mis rodillas.

Mi corazón late como loco, y mi sistema estalla en nervios y adrenalina. La sangre caliente de Axier se adentra por mis ropas mesuradamente, pero lo ignoro.

— Dios, Dios, Dios... —digo bajo y perpleja, pero a la vez sorprendida, mirando los ojos del pelinegro totalmente abiertos, alberganzdo más que horror—. Tranquilo Axier, solo déjame arreglarlo. —las palabras salen de mis labios sin que pasen primero por mi cabeza.

Pongo su cuerpo que ha comenzado a ponerse frío y tieso boca arriba. Cierro los ojos para poder concentrarme, y no echar a perder todo. Uno mis manos a la altura de mi pecho, y decido hacer callar las miles de millones de preguntas que ahora abruman mi mente como; “¿Por qué ataqué a Axier si somos conocidos?”, “¿Por qué me he enojado tanto esta vez?”, “¿Qué fue esa lanza extraña?”, y bueno, muchísimas más.

Hasta que por fin funciona. Logro cayar las voces de la adolescente asustadiza que soy, y siento que todo es silencio. Como si acabo de entrar en el espacio blanco de hace unas visiones atrás.

Entonces un calor diferente, más tranquilo, pasivo, y sereno, se activa desde otra parte de mi cuerpo, recorriendo mis brazos, hasta mis manos. Luego me veo a mi misma, frente a Axier.

Me parece extraño por unos segundos, pero decido apurarme para evitar que muera. Así que mis manos se separan lentamente como si tuvieran voluntad propia, y entre ellas, comienza a crearse una especie de llama azul clara, sin chispas, solo una pequeña llama que baila sobre las palmas de mis manos.

Veo que mis ojos están cerrados, pero gracias a que estoy observando desde otra perspectiva, me guío a mi misma para llevar dicha llama hacia la herida en el cuerpo de Axier —siendo honesta, no se qué rayos estoy haciendo—. A penas se acerca, muchas listas o hilos azul claro comienzan a adentrarse desde la herida, hasta todas las venas de su cuerpo.

Separo mis manos con brusquedad del susto, y abro mis ojos.

Choco entonces con la escena más increíble de toda mi vida; aquella llama azul clara ya se ha convertido en un destello que cubre la herida, pero con todo y eso, puedo ver el movimiento de ese destello, como si estuviera creando desde cero todos los huesos, tendones, ligamentos, órganos, venas y mucho más, que fueron dañadas por mi lanza.

Parpadeo incrédula y estupefacta, mientras digo en mis adentros; «¿¡Qué!?».

Cuando desaparece, choco con un cuerpo como nuevo, y vale, las abdominales y pecho definidos de Axier quedaron descubiertos. ¿Razón?, no sé. Tiene sus ojos cerrados ahora, y una expresión neutra.

— ¿Axier? —menciono su nombre en un hilo, despidiendo aire sin que mi preocupación desaparezca, y entonces noto que sus ojos se mueven—. Oh Dios mío. —suspiro aliviada con una sonrisa esbozada, poniendo ambas manos sobre mi pecho, respirando sonoro y medio agitada.

Sus ojos negros y profundos se abren lento, pero me miran algo desorientados.

Pienso por unos instantes entre asustada y amedrentada que él va a huir, o me va a regañar, o arrastrarse sobre el suelo hasta alejarse de mi; pienso que me mirará con horror, miedo, o desprecio, pero sucede algo inesperado.

— Creo que debemos trabajar en el control de tus poderes de luna. —río bajo, divertida, aliviada, y alegre, por ver la sonrisa enseñando los dientes de Axier en aprobación.

Luego se levanta hasta sentarse en el suelo, provocando que sus músculos se tensen, y mira meditabundo hacia la derecha suya.

— Me sorprendiste —susurra en un tono muy ronco y bajo, tanto que hace que mi estómago se revuelva, pero que aún así, sus palabras me dan más alegría aún.

— ¿De verdad? —pregunto como si esas fueran las palabras más anheladas por mis oídos; la aceptación.

Gira su cabeza para chocar con mis ojos, su sonrisa se hace más amplia, y luego asiente en respuesta.

— Sí. —grito ronco, haciendo mis manos puños en señal de victoria, mirando sin razón hacia el suelo.

Lo miro de nuevo, y dedicándole una sonrisa, me levanto rápido, y comienzo a caminar apresurada hacia el Labermed, para poder contarles a los chicos, y mejor aún, para poder curar por completo a Thalía y a Inish, y bueno, tal vez Ralph lo necesite también.

— Oye Luna. —detengo el paso al escucharlo, justo en el umbral de la puerta, y giro sobre mi eje para verle a los ojos los cuales están brillando.

Al notar que ya está de pie, pone sus brazos cruzados sobre su pecho, sin que su sonrisa desaparezca.

— Estás lista para la Star-cadront.

Mi corazón se acelera de la alegría, y mi sonrisa amplia separando los dientes no tarda en aparecer.

— Gracias. —grito entusiasmada, y me echo a correr.

— Oye espera. —su voz fuerte y firme se hace sentir en todo el salón en una especie de ademán, y yo retrocedo algo asustada por su sobresalto—. Tus ropas tienen mi sangre. —ante eso, mis ojos se abren y miro impactada hacia lo que ha dicho.

— Ay... —alargo la consonante dejando caer mis hombros.

Él ríe ronco sin separar los dientes, pero sí mostrándolos. Hasta se ve más amigable que su famoso rostro neutro o endurecido.

Lo miro con las cejas undidas, y los labios tensos.

— Tranquila. —dice sereno—. Date un baño rápido en Palacio, y ponte alguna de mis ropas.

Ante eso no puedo evitar recordar a Jean cuando mencionó algo parecido, y tengo que tragar saliva. Sólo que mi cerebro decide salvarme.

— Gracias, pero tengo una idea para deshacerme de esto.

“Buscaré la ropa que Thalía me compró por orden de Jean, que está en la habitación del mismo gobernador”. Me hubiera gustado seguir con eso, pero solo le dedico una sonrisa cerrada, y me echo a caminar.

***

A penas llego al Labermed toco con los nudillos la puerta, y espero respuesta mientras recupero el aliento. La misma se abre a los pocos segundos, dejando ver a Thalía, con los dibujos en sus mejillas brillando y sus ojos en esa coloración característica y pasiva.

Me dedica una sonrisa amplia sin mostrar los dientes, sus ojos se hacen pequeños ante el gesto genuino, y yo se la devuelvo.

— Ya sé qué hacer para curarlas. —informo con entusiasmo, haciendo señas con mis manos y mostrando mi estado alegre.

Ella deshace su sonrisa transformándola en una expresión de asombro, con las cejas alzadas.

— ¿De veras? —pregunta parpadeando, pero no por duda, sino por sorpresa.

— Sí —afirmo sin que mi sonrisa desaparezca—. Aunque fue sin querer —mi expresión se vuelve triste al recordar lo que le he echo a Axier con la lanza—, pero lo conseguí.

Sus ojos se abren de la maravilla que le causan mis palabras, y me invita a entrar en una seña con la mano. Cierra la puerta tras sí, y me señala que puedo sentarme en una de las sillas que descansa en la mesa pegada a la cortina.

— ¿Cómo fue que lo lograste? —pregunta con una clara curiosidad, y su mirada brilla por ello.

— Desde que me fui de aquí, hasta ahorita mismo, me la pasé entrenando. Axier llegó de repente, y nos pusimos a pelear —su sonrisa se vuelve tenue de repente al escuchar la última palabra, así que decido aclarar las cosas—. Es decir, un entrenamiento. —hago una pausa, y ella asiente ligeramente—. Hasta que sin querer hice una lanza bajo mis poderes especiales —miro sin mover la cabeza hacia la derecha—, que atravesó el cuerpo de Axier, y estuvo a punto de morir.

— ¿Qué? —grita cortado, sobresaltada, levantándose bruscamente corriendo la silla hacia atrás.

La miro de golpe, y sus ojos están abiertos de par en par.

— No, no. Axier está bien, muy bien. —la tranquilizo, pidiendo tanto con la vista y mis manos que se siente nuevamente, hasta que lo hace—. Logré... —dudo en decirlo, pero siento que puedo confiar en ella—, logré hacer todos los órganos y tejidos dañados por la lanza gracias a la extraña llama azul que se creó entre mis manos. —su ceño se frunce un poco.

— ¿Llama azul? —inquiere con una expresión de confusión extrema.

¿Y yo?, ¿Qué diremos de mi si no sé nada de este mundo y sus leyes?. Mi expresión alegre se transforma en una parecida a la de Thalía, solo que sin tener la noción de las posibles causas.

— Sí —afirmo dudosa y analítica—, una llama azul, sin chispas ni movimientos alocados. Ministra tranquilidad, paz... —hago una pausa bajando mi tono de voz, y lo siguiente lo susurro—: esperanza.

— Vale, vale —parpadea repetidas veces mirando meditabunda hacia la mesa, y me mira—. Sigue.

— ¿Segura? —pregunto undiendo las cejas, con más dudas que antes, pero ella asiente con firmez—. Vale, entonces —respiro profundo—: Cuando acerqué esa llama, muchas listas o hilos, del mismo color, comenzaron a tomar el cuerpo de Axier y sus venas. —me detengo al notar que Thalía ha alzado las cejas, abiertos los ojos sorprendida, al igual que su boca—. ¿Qué...?

— ¿Dices que muchas listas del mismo color? —inquiere enigmática, como cuestionando algo en su mente, y yo me confundo, poco a poco hasta el borde, con sus expresiones y preguntas.

— Sí.

— Creo que tienes un poder curador muy superior al mío —dice a penas termino, con una sonrisa esbozada, y el asombro queda estampado en su rostro.

Mi ceño se frunce.

— Tanto es así, que hasta yo necesito del Labermed para poder hacer mi trabajo mejor y más eficiente —confieza mostrando su sorpresa, sin embargo noto algo más, y lo voy a llamar “alegría genuina por encontrar algo nuevo”.

Simplemente no tengo palabras para su mirada brillante y envuelva en curiosidad.

— ¿Dices que tengo una habilidad a parte del fuego y las armas? —pregunto queriendo procesarlo en voz alta.

— Sí —afirma asintiendo, con una sonrisa muy amplia—. Podría decir que es el opuesto a tu poder habitual.

— ¿Opuesto? —inquiero dejando la confusión a un lado, y dando libre acceso a la curiosidad que me caracteriza.

— Sí. Tu fuego natural es alocado y chispeante, brusco, imponente y severo, sin embargo, tienes un poder a parte pasivo, tranquilo, que ministra paz y hasta esperanza. —analiza junto conmigo, y yo asiento en repuesta de que le estoy pillando el punto—. ¿Qué sentiste cuando la llama se hizo en tus manos? —pregunta queriéndome llevar a una respuesta en concreto.

Entonces me doy cuenta de que tiene razón.

— Sentí que ese nuevo fuego se activó desde otra parte. —afirmo todavía armando las piezas.

— Desde el centro de tu tranquilidad —agrega notándose en su voz alegría—. Cuando provocamos que nuestra mente se cierre, y obedezca a las órdenes apremiantes del momento, ya hemos dado un paso grande hacia el avance. —concluye sin que su entusiasmo disminuya un pelín.

Alzo ambas cejas parpadeando, sorprendida por eso.

— Wow —suspiro impactada, soltando luego una risa nerviosa—. Gracias Thalía. En cierto modo necesitaba pensar mucho mejor.

— No tienes qué agradecer. —me dedica una sonrisa sin mostrar los dientes, y yo se la devuelvo.

— Por cierto —hago una pausa, acomodándome sobre el lugar—, ¿sabes dónde está Inish?. Ya quiero curar la piel de ambas, y arreglar el daño que he echo.

— Oye —dice a penas termino, y levanta un poco mi mentón con su mano izquierda—. Tienes que entender que eras una chica inexperta y con tus sentimientos muy alterados por la nueva realidad. —comienza ya seria, y serena—. Pasé por lo mismo Luna, pero no lo veas como lo peor, sino como la mejor oportunidad para explotar todo tu potencial. —hace una pequeña pausa—. Cuando naces en un ambiente así, ya los desafíos son los habituales; entras a la escuela, luego instituto, luego el trabajo escogido por la Raizbal según tu estrella, hasta que tengas el privilegio de entrar en la guerra y probar lo que has aprendido. —alza ambas cejas haciendo una mueca de que es aburrido, y luego relaja su expresión—. Sin embargo, tu y yo, que hemos venido de realidades muy distintas a esta, pasamos por momentos en los que, los conceptos que construyeron nuestras mentes limitadas y carentes de conocimiento sobre estas cosas extraordinarias y fuera de lo normal, chocan con los que ahora tenemos, casi obligatoriamente, que abandonar.

— ¿Por qué? —inquiero tomando el espacio en el que ha cogido aire para seguir, y noto que le sorprende mi pregunta—. ¿Por qué casi obligatoriamente?

— Ya lo experimentaste, y lo seguirás experimentando conforme pasen los días, las horas, y los minutos. —responde simple, sin que su tono pasivo varíe—. Pero, independientemente de los grandes obstáculos, ganamos mucho más en madurez que ellos. —alza ambas cejas ante las siete últimas palabras, y luego las relaja—. Y creo, que ya debes de suponer porqué.

— Sí —asiento sonriendo—. De alguna manera u otra, el cambiar de realidades, y tener que hacerlo también en nuestros conceptos y pautas, es mucho más difícil y procesado que los que ya viven aquí. Eso crea un carácter maduro.

— Exacto —me guiña el ojo—. Eres inteligente, y captas rápido. No me sorprende que el gobernador esté enganchado contigo. —mis cachetes se tiñen casi instantáneamente.

— ¿De qué habla? —miro apenada hacia otro lado.

— De nada. —bromea. Yo río divertida ante su cara de “yo no he echo nada”, y mirando graciosa hacia su izquierda.

Ella copia mi acción relajando su rostro, y de repente escuchamos que alguien llama a la puerta. Es detiene nuestras risas.

— Thalía. —la voz de Inish hace que mis nervios estallen, pero no, estoy lista para enfrentarla, pedir perdón, y arreglar las cosas.

Así que me levanto rápido de mi silla sin arrastrarla.

— Voy yo. —pido ya caminando hacia la puerta, y la abro.

Mi mirada choca con sus ojos vivos de siempre, y ella se sorprende al verme. Lleva su traje de guerrera sencillo, y trae algo en las manos, una especie de pergamino.

— Hola Luna. —saluda mientras aún observo curiosa el objeto en sus manos, y la enfoco.

— Hola —sonrío—. Puedes pasar. —hago una seña con mi mano invitándola, apartándome de la puerta, y cierro después que ya está adentro.

— Vamos a reunirnos hoy a las 10:00 de la noche para la Star-cadront y Axier nos va a dar nuestras funciones individuales. —comunica para ambas, y abre el objeto en sus manos.

Justo cuando toma aire para decir algo más, y yo espero curiosa, Thalía habla.

— No, sabes que me gusta quedarme con mis gentes. —alza la mano derecha en señal de que Inish no siga, y luego la devuelve a su sitio.

La pelirrubia suspira sonoro, guardando el pergamino.

— Hace tiempo que no vas con nosotros —insiste con voz severa—, y de alguna manera te necesitamos.

— Mis alumnos también.

— Pero nuestra misión es más apremiante.

— Garantizar médicos como yo en Land of the Stars tiene el mismo peso.

— Pero es una orden de tu líder.

— Renuncio a la orden. —Thalía dictamina, y noto que su voz ha variado un poco, formando un tono severo—. Me lo van a agradecer en un futuro. —miro que levanta ligeramente su cabeza, haciendo presión con su mirada a la pelirrubia.

Un silencio se adueña del lugar, mientras miro como planta la situación, expectante y tensa.

— Bien. —dice por fin Inish, la cual ya tiene sus manos en su espalda baja con el objeto en sus manos—. Espero que tengas razón.

— Siempre la tengo Inish —Thalía dice obvia, y se levanta lentamente y sin apuros de su silla—. Y ya que estás aquí —me mira la morena—, Luna.

— ¿Si? —tartamudeo algo nerviosa, y ella alza ambas cejas.

— Querías hablar con Inish.

— Cierto. —miro de golpe a la pelirrubia, y ella ya está observándome con curiosidad.

Tomo aire, preparándome.

— Primeramente lo siento mucho Inish —su expresión seria se suavisa ante mis palabras—, no sé todavía cómo controlar mis poderes de luna sin salirme de control, y terminé haciéndote daño, haciéndoles daño.—undo mis cejas, y un nudo extraño en mi garganta se forma—. Es cierto, nunca debí de haberme puesto así, y menos dicho que soy mejor que tu... Solo quería ser aceptada por lo que soy. Sólo quería eso... —mi voz baja dos tonos más bajo de lo normal— ...tu aceptación.

— No —dice a penas termino en un tono firme, pero sereno a la vez, y miro expectante para chocar con sus cejas undidas, y su mirada apenada—. Soy yo la que debería pedirte perdón —su voz se quiebra ligeramente en un hilo, y relaja sus brazos—. Es cierto, tengo un carácter fuerte y eso no lo puedo negar, ni cambiar por el momento —unde más sus cejas, y lo siguiente, lo suelta de la manera mas sincera y honesta que he oído—: Pero lamento haberme puesto celosa por las reacciones de Jean hacia ti. Estaba tan ennegrecida mi mente por su actitud que la tomé contigo sin darme cuenta que no tenías ni la menor culpa de ello. Que mi dolor y rabia no tenía que recaer sobre ti ¿es qué sentido tiene? —pregunta con la voz medio aguda, sin esperar respuesta—. Si tienes idea de lo que significa la traición, o que te den la espalda sin explicaciones, o que te eviten sin razones, entonces puedes entender mi enojo. —su expresión se vuelve angustiosa tras sus palabras.

Una sonrisa cerrada y triste se esboza en mi rostro, undo mis cejas, y le miro comprensiva.

— Sé lo que se siente —comienzo con voz susurrante, intentando ministrar apoyo—. Pasé por lo mismo Inish —al escucharme, ella abre sus ojos ligeramente—, pasé por la traición, y todavía sigo arrastrando traumas de ese pasado silenciado y pernicioso. Con todo y eso, tuve que sobreponerme a las cosas, para poder aceptar este destino. —hago una pausa pequeña, y digo serena—: Vamos a ser capaces de lograrlo, de lograr superponer nuestras luchas internas, nuestras inseguridades, transformándolas en obstáculos que nos ayuden a madurar y crecer, hasta el punto de que nunca más esos recuerdos desagradables nos van a debilitar, castigar, o perturbar la realidad; la cual debemos —hago énfasis en la última palabra— vivir en todo su plenitud y belleza.

El rostro de Inish se vuelve nostálgico, alegre, y triste a la vez.

— La vida es corta, la muerte impredecible, y el futuro, no se le puede garantizar a nadie —continúo, sacando palabras de algún lugar maduro dentro de mí, y no lo sabía—. Pero algo sí tenemos en manos, y es el presente, es el ahora —hago énfasis en ambas palabras—. Es el momento de decidir cómo queremos nuestro futuro, muy lejos de nuestro pasado, cómo queremos pasar el resto de nuestras vidas, opuesto a lo que sufrimos. —lo último que digo, lo hago con mi voz impostada, y mi corazón ya golpeando con fuerza—: Las heridas no te debilitan si no se lo permites Inish. Decide hoy, como yo, construir un presente, para cimentar un futuro.

Un silencio nostálgico y reflectivo reina en todo el lugar, y ahí es cuando me pregunto: «¿¡De dónde sacaste esas cosas Luna!?». Y mi consciente me responde: «Es el momento de hacer lo que dices...». Entonces entiendo; mi corazón ha hablado, y ha dicho lo que anhela que haga; superar, ser fuerte y osada. Porque como he dicho; la vida es corta, y la muerte, impredecible.

Miro a Inish con una sonrisa amplia esbozada, y ella me la devuelve. De repente se acerca a mí, y sin esperarlo, me envuelve en un abrazo.

Al principio me he quedado algo confundida, pero luego se lo devuelvo, sonriendo, y sintiendo que de mi pecho se ha quitado una pesada carga de culpa.

— ¿Amigas? —inquiere con su voz fuerte de siempre, y se separa de mi para chocar con mi mirada en sorpresa.

— Amigas. —digo a penas sonrío nuevamente, y ella asiente, quitando sus manos de mis hombros, y colocándolas en su espalda baja.

— Nos vemos a las 10:00 entonces. —comunica sin dejar de sonreír cerrado, y yo asiento con mi cabeza en respuesta.

Ella le da una mirada a Thalía, la cual puedo definir como suave, insegura, y analítica, y gira en dirección a la puerta para irse, sólo que de repente esuchamos balbuseos muy enredados, y todas nos detenemos en seco. La morena ya ha corrido super rápido hacia Ralph, y yo e Inish nos acercamos para observar.

Su cuerpo ni se mueve, pero noto sus músculos tensos, y está de costado.

— Yo no te había dejado así —la morena murmura para sí—, ¿Cuándo despertaste o te moviste y no me di cuenta? —inquiere analítica.

— ¿Está mejor? —pregunto entre inquieta y sobresaltada.

— Sí —ella responde mirándome con una sonrisa—, y la herida está muchísimo mejor. —celebra.

— Lo lograste. —exclamo entusiasmada y contenta por su progreso.

— Sí —afirma en una risa pequeña, y sus comisuras siguen elevadas. Mira de nuevo al pelinegro que ya está boca arriba—. Sólo hace falta que despierte para saber de dónde viene, y cómo le podemos ayudar.

— Sí —Inish afirma a penas la morena termina de hablar—, y aprovechamos para, antes de la reunión, citar a Axier y los demás valientes. —suelta un suspiro cansado—. Necesito que dejen de preocuparse por algo tan superfluo. —tensa los labios.

Justo cuando voy a decir algo, Ralph habla.

— ¿Dónde... Estoy? —pregunta con la voz ronca pero trémula e irregular, mirando con el ceño fruncido a Thalía.

— Estás en el Labermed de Thalía Dask —la chica responde serenamente—. Me alegra que te hayas recuperado rápido Ralph.

— ¿Cómo sabe mi nombre? —inquiere frunciendo más el ceño, con su voz algo más fuerte que antes.

— Hola Ralph —Inish se acerca a la camilla, con voz impostada, pero serena, y él la enfoca con la vista—, soy Inish Frex, fui la que te trajo de las afueras de Land of the Stars hasta aquí. —hace una pausa pequeña, alzando ambas cejas, y yo decido acercarme un poco más, a pesar de que mi estómago se está revolviendo suavemente—. Tenías una herida monstruosa amigo —la pelirrubia manifiesta con su voz medio fina—, por suerte llegaste al lugar indicado. ¿De dónde eres?

Un pequeño silencio se vuelve denso en el lugar, hasta que, después de parpadear pausadamente, y relajar su ceño, el pelinegro toma un poco de aire para contestar.

— De Las zonas lejanas del Reino.

Aquellas palabras llegan a mi tímpano en un santiamén, y una punzada de nervios abrupta golpea mi estómago y sistema.

— ¿Me estás diciendo que allí te atacaron? —Thalía indaga, serena como siempre, pero a la vez preocupada.

Él asiente dificultosamente, y yo suspiro sonoro, asustada.

— ¿Sabes si...? —Inish comienza, pero duda por unos instantes, hasta que lo suelta—: ¿Fueron de Las Sombras?

Su ceño se frunce, mientras otro silencio extraño se vuelve a formar. ¿Qué sucede?, ¿Por qué tarda tanto en contestar?. ¿Es RM o qué?

— No sé decirlo, con exactitud —su voz falla, y se vuelve un hilo ronco—, pero hay mucha probabilidad, y más cuando cosas extrañas han estado pasando.

— Habla de las señales en el tiempo de la siega. —Inish agrega susurrando, y pasmada.

Mi ceño se frunce, y una valentía extraña se adueña de mi sistema.

— Debemos de hablar con Axier —dictamino determinada, e Inish me mira de golpe sorprendida por mi firmeza—. Si seguimos esperando más, posible y ya nada quede allí.

— Y si Ralph quedó así, no me imagino qué más podrían haber echo esas personas sanguinarias. —Thalía añade al acabar de hablar, y mirando a Inish, ambas asentimos, y se echa a caminar en dirección a la puerta.

— Vamos Luna, debemos de avisarle a los valientes —la pelirrubia informa abriendo la puerta, y yo la sigo cuando ya estamos las dos afuera—, y tiene que ser ahora, de lo contrario, puede que no logremos salvar más nada de Las zonas lejanas. —sus cejas se unden, y noto una preocupación genuina en su mirada intensa.

— Vamos a arreglarlo —le doy ánimos, pero mi corazón en estos momentos necesita tiempo para procesar las cosas—. Seguro Axier acepta.

— Eso espero. —dice a penas termino, y noto que por su tono de voz, lo duda un poco—. Aunque es sobre el mismo reino y su sostén —analiza en voz alta—, así que no creo que vaya a aplazarlo más. —me mira por un instante, tal vez buscando apoyo, y luego apresura el paso enfocando la vista al frente.

Entonces le sigo, y después de pocos minutos, llegamos a las puertas hermosas de Palacio con un mármol muy pulido, y las decoraciones doradas.

— ¿Crees que estén en el salón de reuniones? —inquiero cuando ya estamos cruzando los pasillos con premura, y nuestras respiraciones agitadas ya son sonoras.

— Espero que sí, porque son las 8:22 de la noche —mira rápido un reloj extraño en su mano izquierda, y luego al frente—, y la reunión es en dos horas. —responde jadeante por la caminata que llevamos, y yo asiento aun consciente de que no me ve.

Mientras cruzamos por varios pasillos que me parecen interminables, la tensión en mi cuerpo aumenta, la preocupación también, y la ansiedad comienza a anunciarse; puesto que, por mi culpa y mi tardanza, personas fueron atacadas y no pudieron tener alguien en qué esperanzarse, porque estaban todos concentrados en mi.

Así que, por nuestro propio bien, y gracias a mi nueva versión, decido hacer hasta lo imposible por recuperar esas tierras, y salvar a las personas que quedan, vivas.

Llegamos, por fin frente al salón de reuniones, e Inish toca con los nudillos la puerta repetidas veces, exasperada y tensa, sin parar, y mientras mas golpea la madera, su mandíbula se tensa, y sus dientes se dejan ver.

Las venas de su cuello se comienzan a notar sobre su piel, y yo miro la escena entre shockeada, y pasmada. Nada me pasa por la cabeza, sólo puedo mirar como aprieta el pergamino en sus manos con rabia.

— Ey, ey, ey. —una voz ronca familiar se escucha detrás de mi, pero Inish no deja de golpear con fuerza, y yo doy dos pasos hacia atrás, con mis ojos bien abiertos, estupefacta—. Oye, oye. —vuelve a insistir la misma voz—, deja de golpear, así —Axier de repente aparece por detrás suyo, sujetando sus manos con fuerza, viéndose sus músculos tensos, y a pesar de eso, la pelirrubia con el entrecejo más fruncido que nunca, mejillas rojas de la ira que se le nota, y unas pocas lágrimas rodando por las mismas, sigue forcejeando.

— Inish basta. —grito entrecortado, ya nerviosa por su comportamiento vehemente e iracundo.

Sin embargo, ella sigue haciendo fuerza contra Axier, sin despegar la vista de la puerta.

Lila. —una voz impostada, ronca, firme, y muy fuerte, resuena por detrás mío erizando mi piel, con una autoridad que me parece irreconocible.

Sólo hasta que siento un calor abrirse por mi hombro derecho, y mi espalda, para luego mirar hacia la izquierda, y chocar con un Jean tenso, pero que aún así, rostro indescifrablemente endurecido.

Al escuchar ese nombre, la pelirrubia sí se detiene tajante, pero mirando perdida hacia el suelo, y las lágrimas ya no son pocas, sino que hasta en el suelo cayeron unas cuantas.

Tengo que tragar saliva, mientras observo su estado vulnerable. Muerdo mi labio inferior undiendo mis cejas, ignorando por completo las mariposas en mi estómago por la cercanía de Jean, y mis cachetes amenazando con ruborizarse.

— ¿Qué sucede? —susurro para Inish, y al no obtener reacción, ni respuesta, me separo del de ojos miel, y me acerco a ella—. ¿Inish? —menciono su nombre en un hilo, menos pasmada que antes, pero aún así nerviosa y tensa.

Antes de poder decirle algo, Axier la suelta, separándose de su cuerpo porque tuvo que pegarse lo suficiente como para detenerla, y ella contiene el aire por unos instantes, hasta que lo desprende en un sollozo.

Mi expresión triste se vuelve aún más; undo más mis cejas, tenso más mis labios, arrugo mi nariz. Mi corazón se comprime e irónicamente golpea contra mi pecho.

— Estoy cansada de las pérdidas —un sollozo se le escapa cortando la voz, y se cubre la boca con su mano derecha, con la que ha golpeado la puerta, y al notar la sangre en sus nudillos mis ojos ocupan toda la cuenca, y miro por un segundo hacia la puerta.

Está manchada con sangre. Sus muñecas están rojas del forcejeo. Miro de nuevo hacia ella, y me acerco.

— Las malas noticias, las personas con más incertidumbre y medio, otras muriendo sin esperanza... —un llanto genuino abandona su garganta, y yo decido abrazarla en ese instante.

— ¿Muertes?, ¿Cuándo? —Axier inquiere preocupado, pero aún así, su voz ronca y envuelta en autoridad revuelve mi estómago ligeramente.

Entonces me separo para darle espacio a la pelirrubia.

— ¿De qué hablas si hemos reforzado, o más bien has reforzado la guardia diez veces más? —Jean habla esta vez, entre indignado y alterado, y escucho el sonido del golpe de sus manos con sus muslos. Luego suelta un suspiro profundo y enojado.

— Ralph ha despertado —vuelve a sollozar, pero su voz tiene un tono más severo que antes—, viene de Las zonas lejanas del Reino. —seca las lágrimas de su rostro mesuradamente.

— ¿Estás diciendo que esa herida que tenía se la hicieron los elfos sombras? —Axier a mi derecha pregunta.

— ¿La viste? —Jean detrás de mi, ya a mis espaldas, le comenta al pelinegro.

— Sí. —Axier asiente mirándolo, luego posa su mirada intensa en mi, y luego en la espalda de Inish—, y si Ralph tiene razón —hace una pausa pequeña—, entonces estamos siendo atacados antes de lo previsto, como Luna ha dicho semanas atrás.

Un silencio se abre paso, y trago en seco. Luego enfoco mi vista en Inish.

— ¿Estás mejor? —susurro con mi expresión más relajada.

Noto que traga en seco, y luego me mira. Sus ojos están medio rojos, y su nariz igual.

— Sí. —dictamina severa.

Eso provoca que parpadee algo confundida. Luego aclara su garganta, y suspira profundo.

— Tenemos que adelantar la reunión Axier Siz —menciona el nombre con cinismo—, de lo contrario nos vamos a quedar sin gentes a quién proteger. —tras sus palabras, se gira al pelinegro, le entrega el pergamino estrujado con desdén, y sale caminando a mis espaldas.

Suspiro un poco, mientras intento relajar el estado nervioso en el que mi cuerpo se encuentra.

— Te pasaste todo el día desaparecida —Jean menciona de repente, con voz ronca y gutural.

Eso provoca que mis nervios por la situación, se transformen en nervios de chica adolescente enamorada. Me rodea hasta quedar frente a mi, y me mira expectante.

— Tampoco me obedeciste cuando te pregunté qué ibas a hacer. —continúa, sin variar el tono de su voz—. ¿Te recuerdo que soy tu gobernador, y que debo de cuidar de ti todo el tiempo? —su voz baja dos tonos más ronco de lo normal, y ahí la electricidad golpea mi estómago, mientras mi corazón se acelera.

Muerdo mi labio inferior al posar mi vista en los suyos y sentir el deseo carnal de besarlos.

«No Luna... ¿Qué sucede contigo?». Me regaño, y a pesar de que mi voz en la mente es normal, cuando voy a hablar, se vuelve temblorosa y suave.

— Estuve entrenando —respondo y miro apenada hacia abajo—, perdón.

Tras la última palabra, él se echa a reír bajo, y yo lo miro de golpe, para chocar con una sonrisa cálida dejando ver sus dientes, y una mirada entre intensa y bonita.

— Tranquila pequeña traviesa —revuelve de repente mi cabello, y me quedo pasmada por unos unos instantes—. Axier me lo ha dicho —ante eso, frunzo ligeramente el ceño—. También me dijo que casi lo matas.

— Sí. —el pelinegro afirma en una risita ronca, y luego noto que se retira.

Miro a Jean, quien observa a Axier por unos segundos, hasta que vuelve a verme, sólo que en esta ocasión es tan intenso, que siento que me desnuda con la mirada. El silencio lo favorece a él, pero a mi sistema hormonal no, puesto que mi cuerpo entero tiembra ligeramente.

«Auxilio». Pido en mis adentros en un chillido bajo.

— Tienes que bañarte, vestirte, comer, y regresar para la reunión. —dice por fin, y suspiro un poco para aliviar mi sistema—. Si quieres, ve a casa de Inish, si no, puedes venir conmigo y comemos juntos.

Ante eso, el recuerdo de mi torpeza golpea mi mente, y mis cachetes se tiñen de la vergüenza.

Sin esperarlo Jean suspira sonoro, y desviando la mirada por un segundo, vuelve a enfocarme.

— ¿De nuevo avergonzada? —inquiere alzando ambas cejas tomándome por sorpresa.

— ¿Cómo sabes? —pregunto con los ojos algo abiertos del asombro.

En mis adentros, grita: Como me conoce...” en plan alegre. En mi razón, es: “Un terrible problema”, y mi voz interior: “Esto se pone bueno”. Así que sí, soy un caos de pensamiento contrariados ahora mismo.

Él sonríe mostrando sus dientes, y eso me parece tierno.

— Tus cachetes se ponen rojos cuando sucede —revela sin dejar su sonrisa—, y bueno, también cuando... —hace una pausa pequeña y me da una mirada traviesa.

— No —pongo mi mano derecha en su boca en menos de un segundo, y eso provoca que sus ojos se abran de la sorpresa, y mi cuerpo se electrifica—, no lo digas Jean. —frunzo el ceño intentando ponerme firme y fuerte.

Él suelta una risita, toma mi mano con delicadeza para apartarla de su boca, y sin dejar de sostenerla, dice;

— Vale niñita —susurra ronco—, si quieres quedarte sería lo mejor, pero si te sientes más cómoda con Inish, no hay problema.

«Oh-oh». Pienso nerviosa. Ahora tengo que elegir, entre la razón, y mi corazón.

¿Qué hago?

¿Qué decido?

¿Me quedo y me la paso bien, o me voy y me la paso tranquila, sin adrenalina ni momentos de risa?

Sea lo que sea, aquí va mi respuesta con una mirada dudosa, y una sonrisa pequeña.

— Vale, me quedo.

***

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