||UNDICI||
||11|| Una nueva estrella
Los sorprendió una fuerte y helada ráfaga de aire al momento en que las puertas del supermercado se abrieron. Sus castaños cabellos terminaron obstruyéndole la visión, tenía ambas manos con bolsas de papel, soplar no servía de nada. Un sonrojo apareció en sus mejillas al escuchar la risa -nada desapercibida- de su acompañante quien se acercó a él para retirar sus largos cabellos de su rostro. Guido se sonrojo aún más al tenerlo tan cerca de su cara, mientras que el rubio no le tomaba importancia esa peligrosa cercanía. Coloco sus cabellos detrás de su oreja; el tacto delicado de las grandes manos de su mejor amigo lo derretían siempre había sido así con él.
El menor desvió la mirada ruborizado provocando que el mayor soltara una risa para después alejarse. Pareciera como si todo fuera un juego para Ciccio.
-No tenías que acompañarme -murmuro apenado Guido.
-Bueno, se podría decir que quería pasar tiempo con mi mejor amigo -comento el rubio con una sonrisa gentil mientras sacaba las llaves de su auto del bolsillo.
Guido mordió el interior de su mejilla pero aun así le sonrió a su compañero, ambos comenzaron a caminar por el vacío estacionamiento del lugar. Al parecer eran los únicos locos quienes salían en plena madrugada de San Valentín. Todo en su alrededor aún se encontraba en un matiz frio de colores, cuales se mesclaban con los amarillentos tonos de los primeros rayos del amanecer que aparecía poco a poco al final de la avenida.
Los dos amigos se habían levanto a la primera hora para ir por unas compras al supermercado, realmente Guido planeaba ir solo pero al hablar con su mejor amigo este se ofreció en llevarlo sin problemas. Obviamente no lo rechazaría. Al acercarse al único auto del lugar, el rubio no dudo en adelantarse y abrirle la puerta del copiloto a su amigo. Guido agradeció en un tono bajo, odiaba que el mayor se comportara así. Tomo asiento y la puerta volvió a ser cerrada.
Dejando las bolsas de compras sobre sus piernas; observo como él daba toda la vuelta al auto blanco para subirse en el lado del piloto.
-Tu novia se enojara por haberla dejado sola en la mañana de San Valentín -dijo en un tono neutro mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
-Ella tiene que entender que no es la única persona importante en mi vida -respondió con tranquilidad.
El castaño volvió a sonrojarse esta vez con más intensidad, su corazón latía como loco, agradecía internamente que su compañero se encontraba entretenido mirando por la ventana trasera en lo deba reversa al vehículo.
Guido podía ser juguetón y coqueto con los demás sin problemas pero cuando se encontraba a solas con el rubio no podía evitar sentirse débil y tímido. Ciccio había sido su crush desde los diez años. Tal vez por eso su mejor amigo creía que era normal verlo tan indefenso cuando estaba con él. Según Ercole: Ciccio lo ve como un hermanito a quien protege. No mentiría que cuando escucho eso se sintió tan patético. Al parecer había atravesado la barrera de la friendzone para ir a más al fondo.
Suspiro con tristeza, tratando de ignorar esos tortuosos sentimientos; saco su teléfono del bolso de su chaqueta para mandarle mensaje a Visconti de que ya iba de regreso. Quería dejar de pensar en tantas cosas. Él no era gay, ni bisexual, literalmente la única persona que le atraía era el rubio, nunca se fijó en nadie más. No mostraba ningún interés a mujeres o hombres, razón simple de porque no había caído a la lista de Alberto.
El primero en enterarse de sus sentimientos fue Ercole cuando aún estaban a finales de la primaria, Ciccio era uno de los chicos nuevos de la escuela se sentaba solo en los recesos y Guido -quien era un año menor que él- lo miraba con curiosidad todos los días. Cosa que no paso desapercibido para su único amigo en esos años, quien literalmente no le importo que gustaba de un niño, es más, el mayor invito al rubio a juntarse con ellos. Algo que hasta el día de hoy seguía agradeciendo.
Una sonrisa nostálgica apareció en sus labios y con la mirada perdida en la ventana o de vez en cuando a su celular, no noto la mirada nerviosa que le dedicaba el contrario cada cierto tiempo. No volteo hasta que comenzó a escuchar el constante toqueteo de los dedos en la superficie del volante. Sin decir nada, guardo su móvil dentro de una de las bolsas y lo miro con la ceja arqueada (solo hacia esa cada vez que intentaba llamar su atención) a lo que el rubio dejo salir un sonoro soplido.
-Guido -lo llamo en un tono preocupado y sin quitar la vista del camino- sé que nos hemos distanciado y en verdad lo siento.
Él no respondió solo lo miro aún más confundido ¿Desde cuándo le preocupo la distancia de ambos, cuando fue él el que se alejó de ellos?
-No importa, sabes que siempre estaré para ti -contesto en un tono decaído y volviendo a mirar por su ventana.
Ciccio mordió su labio inferior, aprovechando el cambio de luz roja en el semáforo, dejo salir un suspiro y miro al contrario con tristeza reflejada en sus oscuros ojos.
-Quise acompañarte porque quería aprovechar para hablar contigo a solas -confeso rascando su nuca con claro nerviosismo.
-¿Conmigo? -exclamo mirándolo con extrañes.
-Si, estoy preocupado por ti...-respondió colocando su mano en su hombro en forma de apoyo.
Guido con un ligero sonrojo, miro su mano. No entendía lo que sucedía. Parecía niño pequeño en ese momento. Ciccio intento sonreírle como siempre, se notaba que le costaba buscar las palabras correctas. Volvió a dejar salir un suspiro y afirmando con fuerza su agarre en el volante, tomo valor y le pregunto en un tono gentil como dulce:
-¿Cómo te sientes con todo esto de Alberto y Luca?
Ahí fue cuando todo se fue al carajo, el castaño lo miro confundido.
-¿Alberto y Luca? -repitió con extrañes.
-Si, ya sabes...con todo lo que está pasando ¿Cómo te sientes? -Pregunto mirándolo con atención y preocupación- me imagino que sigues enamorado de Alberto.
Oh, sí, se había olvidado de ese pequeño detalle. Le había mentido a su mejor amigo sobre de quien estaba enamorado tiempo atrás. Él le había insistido tanto que solo dijo el nombre de su nuevo -en ese entonces- compañero de piso. Lo más doloroso fue que él lo apoyaba y lo animaba a acercarse más al pecoso.
-Y ahora que toda la atención de él va dirigido a ese chico, me preocupa que te sientas mal. No entiendo por qué no me dejaste que te ayudara a que te confesaras. Parecías muy enamorado.
<<Porque yo no amo al puto de Alberto, te amo a ti>> quiso responder pero prefirió guardárselo para si mismo.
-Bueno...creo que no puedo interferir ya, ellos dos son el uno para él otro -perdió su mirada en las compras, sus palabras no eran dirigidas aquel par de idiotas- simplemente no le gusto, nunca me miro como yo lo miraba -murmuro con dolor las últimas palabras en ese intento de sacar lo que sentía por su acompañante.
La luz al fin cambio a verde y Ciccio volvió a poner en marcha el auto. Estaba preocupado y miraba discretamente al castaño de su lado.
-Alberto es un idiota -dijo molesto con la mirada atenta sobre el camino.
Guido lo miro sin entender a que vino ese comentario. A lo que el mayor continúo:
-Él se lo pierde, es un idiota por no ver el gran chico que tiene en frente, eres gracioso, listo y siempre estas para los que te necesitan. Alegras a todos con tu adorable sonrisa. Eres mucho para cualquiera -lo miro rápidamente y le sonrió mostrando sus dientes- eres un gran partido.
Parpadeo por unos instantes sin poder creerse todo lo dicho por él. Con cada palabra que salía de aquellos labios que tenían dueña lo rompía más. ¿Enserio cree que es un buen partido?
-Mi scusi por haber sacado el tema, debe ser doloroso hablarlo.
-Como no tienes idea -murmuro.
[...]
-¡A levantarse! -exclamo Giulia abriendo de la nada la puerta de la habitación mientras que en su teléfono reproducía el sonido de una trompeta.
Un quejido salió por parte del cumpleañero quien tomo una de las almohadas para evitar seguir escuchando ese horrible ruido. Ella sabía con claridad que él odiaba el sonido de la trompetas, ya que estas le hacían recordar los horribles años en los que estuvo en la academia militar.
Giulia rio al ver como su mejor amigo le mostraba el dedo medio mientras se envolvía entre las sabanas gruesas de la cama de Alberto. Señor Vespa -quien dormía sobre la ropa socia que tenía la silla de a lado- tampoco parecía contento de que lo despertaran con tan horrible ruido, estiro su cuerpo y miro con indiferencia a la intrusa. Ella sonrió con nostalgia, no negaría que el gato de su hermano le recordaba mucho al de su padre, Machiavelli. Pauso el video para después tomar al felino entre sus brazos y acercarse al cuerpo del castaño.
Luca retiro la almohada de su rostro y miro a su amiga con odio. Ella rio en voz baja y tomo asiento sobre el colchón (colocando al animal sobre sus piernas). Él imito su acción, sentándose en forma de indio en medio de la cama. No le sorprendió que Giulietta apareciera en el departamento de Alberto y Guido en plenas horas de la madrugada, sospechaba que ambos chicos tenían que ver con eso. También para la chica no era sorpresa que su mejor amigo prefiriera dormir aquí que en su propia casa, Luca se ha mostrado mucho más cómodo con ellos que con su propio tío.
Ambos mejores amigos compartieron una sonrisa tranquila, ella cerro los ojos y dejo caer su cabeza en el hombro del otro.
-Feliz cumpleaños, ragazzo -susurro.
Luca sonrió de lado y al igualmente dejo caer su cabeza sobre la de ella. Se podían escuchar los gritos de los demás en la sala cosa que hacia feliz al castaño. Giulia miro su sonrisa de reojo, estaba feliz por él.
-Espero que estés preparado para esta noche -comento en un tono tranquilo pero con cierta emoción.
-No sé por qué me pediste que le dijera a Alberto que ni se le ocurra tener planes conmigo esta noche -dijo peinando con su mano sus rulos hacia atrás aun así no borraba su sonrisa- Tuviste suerte de que él tiene planes con uno de sus proyectos.
-Bueno, se podría decir que tú y yo iremos a un aburrido evento de gala.
Él se separó y la miro con la ceja arqueada a lo que ella saco del bolsillo de su abrigo el mismo sobre blanco que le entrego Visconti noches atrás. Ella lo levanto en frente su cara, Luca tardo en comprender lo que pasaba. Sus pupilas se agrandaron al mismo tiempo que una expresión incrédula invadió su rostro. Tomo el sobre con asombro y al ver aquel par de entradas a la exposición que anhelaba ver.
-¿Cómo? -fue lo único que logro expresar, no podía creer que ella le consiguiera una invitación.
-Tuve algo de ayuda -admitió con una sonrisa mientras alzaba los hombros para que el no notara lo feliz que estaba ella por su emoción- entonces ¿Iremos?
Un par de brazos la rodearon de forma repentina. Ella no dudo en corresponderle. Y aunque le costara admitirlo tendría que agradecerle al mayor por conseguirlos.
-Iré por ti después de que termine mi turno -dijo Giulia al separarse- tenemos suerte que hoy cerraremos temprano.
-Eres la mejor -exclamo el castaño con una sonrisa.
-Lo sé -respondió con orgullo- Ahora cámbiate que los demás te esperan en el comedor -comento en un tono divertido al mismo tiempo golpeo su hombro de forma amistosa.
El asintió entre risas. Giulia dejo el gato sobre la cama para después levantarse y abandonar el cuarto. Al momento de cerrar la puerta su vista fue directamente a uno de los retratos que adornaban la pared del costado.
Sus ojos castaños miraron con sorpresa al ver una de las fotografías adornando la pared. Esta mostraba una imagen del décimo séptimo cumpleaños de Alberto, se podía saber eso por las velas que adornaban el pastel sobre la mesa. El pecoso (quien tenía la cara llena de acné, una barba mal crecida y estaba más flaco como debilucho de lo luce ahora) se encontraba sonriendo con completa alegría a la cámara al igual que todos los pescadores que estaban a su lado. Su mirada rápidamente se enfocó en la robusta figura su padre, él abrazaba a su hermano con su único brazo mientras sonreía discretamente al fotógrafo.
Ella sonrió inconscientemente, giro su mirada con discreción hacia el joven de ojos verdes, quien peleaba con Guido en el pequeño comedor. De repente las palabras de Visconti resonaron por su cabeza <<-Solo dale tiempo a acostumbrarse y él te querrá como su hermana>>.
No paso mucho para que el ruido de la puerta abriéndose la sacara de su mente. Luca (quien aún portaba la sudadera gris que utilizaba como pijama acompañados ahora unos pantalones departimos negros) al verla le sonrió y ella le correspondió con una sonrisa nerviosa. Juntos se acercaron a la cocina donde se podía apreciar a Ercole terminando de preparar unos waffles mientras que en el comedor estaban de espaldas los dos dueños del lugar, al parecer discutían entre ellos.
-Ponle más velas -reclamo Guido.
-Vas a destruir el pastel -respondió molesto Alberto.
-Esta cosa resiste. Tú tenle fe.
Paguro soltó una risa ahogada, mientras que Marcovaldo con los brazos cruzados los miraba seriamente. Ella carraspeo lo suficientemente alto llamando la atención al par que al voltear a verlos sonrieron avergonzados al cumpleañero. Luca por su lado se sentía conmovido, era la primera vez que le festejaban de esta manera. Odiaba su cumpleaños y más por ser día de San Valentín; recibió muchas burlas por eso toda su vida pero esta vez realmente estaba feliz.
Ambos chicos fueron a abrazarlo, a pesar que Alberto lo felicito en la madrugada cuando se levantó. Giulia miro el pastel de chocolate que el castaño le había comprado, sonrió de lado al ver el detalle de las velas en forma de estrella que adornaban el postre. Ella sabía de la obsesión de su amigo con las estrellas, creyó a que se debía por su amor hacia la astronomía pero ese pensamiento se esfumo al ver que Alberto también tenía esa obsesión pero él no mostraba ningún interés a la ciencia.
Guido se separó y dejo que ambos amantes siguieran abrazados, estaba feliz por ellos. Era la primera vez que Alberto mostraba mucho interés a una pareja. A todos los que una vez lograron tener un noviazgo con el pecoso (cuales escasos y no duraban más de tres días) decían que él era muy indiferente y grosero con los sentimientos ajenos.
-Feliz cumpleaños, amore mio -susurro con cariño tomando sus manos para después dejar un pequeño beso sobre sus nudillos.
Luca sonrió con ternura, el contrario lo guio hasta la mesa y lo dejo en la silla en frente del postre. Ercole apareció y coloco su desayuno a un lado. El castaño oscuro agradeció con una sonrisa genuina y aunque recibió un simple movimiento de cabeza por parte del mayor, cuál era su forma de expresarse.
Antes de que los demás tomaran asiento junto con él, los tres jóvenes fueron por sus obsequios. El primero fue Visconti quien le regalo un libro sobre astronomía como le aconsejo Alberto. El castaño oscuro parecía realmente sorprendido era uno de los libros que más quería, obviamente se lo presumió a su mejor amiga, ella rio ante su reacción infantil.
Guido le entrego una caja pequeña roja con un moño amarillo, él parecía realmente emocionado que abriera su regalo.
-¡Abre el mío! -Exclamo con alegría- ¡Es el mejor de todos!
Luca rio y abrió el obsequio con curiosidad. En el momento en que abrió la caja un sonrojo adorno su rostro pero en lugar de avergonzase sonrió en grande al sacar una tira de condones y una botellita de lubricante. Alberto casi se ahoga con el café que bebía al soltar una carcajada mientras Ercole y Giulia se sonrojaron y sin dudarlo le dieron un zape en la cabeza del castaño.
-¡¿Qué?! -Exclamo Guido sobando su pobre cabeza- ¡Mi regalo es muy útil! De que se quejan si ustedes no los escucharan -término de regañarlos para después ver a Luca ya calmado- solo avísenme para irme a dormir en casa de Ercole y evitar más traumas.
El castaño oscuro asintió aun riendo.
-Me encanto tu regalo -le dijo abrazando sobre su pecho los condones.
Guido sonrió, por un momento creía que el menor se ofendería o lo miraría raro pero se divirtió. Paguro guardo las cosas devueltas en la caja. En eso se acerca Alberto con dos cajas de regalo (una grande una pequeñita) junto con un enorme ramo de lirios africanos.
-Yo tengo, dos obsequios -aviso entregándole el ramo a su amado quien las tomo con una sonrisa- el primero es por San Valentín.
Luca dejo las flores a un lado y tomo el primer obsequio, era una pequeña caja color lila con un moño morado oscuro. Y con tranquilidad lo abrió ante los ojos curiosos de los demás. Alberto logro sentir un escalofrió recorrer por su espalda al ver (de nuevo) por solo unos segundos el brillo de las estrellas reflejados en los ojos de Luca. Su corazón latió con fuerza ante la mirada de asombro de su amado. Paguro no podía creer lo que había en la caja, de ella saco una figura tallada en madera de una vespa. Rápidamente busco la mirada de su amante quien mostraba nervioso y ruborizado.
Los demás miraron confundidos el regalo, creían que el pecoso se esforzaría mas para su regalo pero se quedaron con las palabras en la boca al ver la enorme sonrisa genuina del menor.
-Lo recuerdas...-susurro.
-Cómo iba olvidarlo, fue nuestra promesa -respondió mostrándole sus manos llena de heridas causadas al tallar la figura. Ahora entendía el porqué de todas esas heridas.
Luca sonrió como un niño pequeño al ver cada uno de los detalles que tenía.
-¿Por qué una vespa? -pregunto un confundido Guido.
Ambos amantes se miraron y sonrieron avergonzados.
-Luca y yo escapábamos todas las noches a la plaza de nuestra ciudad para ver las viejas vespas de un taller.
-Teníamos un sueño de que un día nos largaríamos de allí en nuestra propia vespa, Alberto me hizo una de madera mucho más mal hecha que esta para que no olvidáramos ese sueño pero mis papás lo quemaron cuando nos descubrieron -completo el menor dejando salir un suspiro triste al recordar como había llorado cuando hicieron eso. Se lo había dicho al mayor al recordar como tenia guardadas todos los obsequios que le daba en ese tiempo.
Alberto se acercó y lo abrazo por la espalda para después dejar un pequeño beso en su mejilla provocando que el contrario sonriera.
-Grazie amore -susurro cerrando sus ojos y apoyando su cabeza con la de él.
-Me alegro que te gustara -le respondió en el mismo tono.
-Me trae tantos recuerdos -dijo mirando cada detalle, que aunque no era muy bueno en tallado se mostraba un gran trabajo a mano.
Otra vez su sonrisa apareció en sus labios y miro a su amado.
-También tengo un obsequio de San Valentín para ti.
Alberto se separó y lo miro confundido, Luca dejo la figura a un lado del otro obsequio que tenía por pendiente. Se levantó de su asiento y se fue corriendo hacia la habitación donde dormían. El pecoso sonrió tontamente.
-No sabía que tuvieras un lado romántico -exclamo Guido en tono de burla.
-Porque solo lo saco con él -respondió sin ninguna pisca de vergüenza.
Guido iba hablar pero se quedó callado al ver como regresaba Paguro con un regalo delgado color verde lima con un moño azul cobalto. Con pena se la extendió a su amado quien no dudo en agarrarla con cuidado. Y bajo la mirada dulce y avergonzada del menor, rasgo el papel de envolver con delicadeza. Sus ojos verdes olivo se abrieron con completa sorpresa al ver un marco.
Los tres espectadores se acercaron curiosos y al igual que el pecoso miraron con atención el cuadro: era un dibujo antiguo que le hizo Alberto a Luca cuando eran unos simples niños (este mostraba marcas del paso del tiempo y una de las esquinas parecía quemada) y no solo eso, en el mismo también estaba enmarcado una tira de fotografías sacadas de un fotomatón. En las fotos (cuales también estaban adornadas con pegatinas doradas como plateadas de estrellas) se apreciaban un joven Luca y Alberto de quince y catorce años de edad. En las primeras tres de las cinco fotos ellos se mostraban juguetones y sonrientes mientras que en la penúltima se miraban a los ojos con una sonrisa nerviosa y en la última aparecían besándose.
-Estabas muy jodido, Beto, en cambio Luca parece el mismo -Guido fue el primero en habla
-Di un gran cambio después de la pubertad -respondió con simpleza al mismo tiempo que alzaba sus hombros.
-Uno enorme -dijo Ercole con burla.
Él soltó una risa ahogada, no lo negaba hasta él mismo le daba asco verse en esa etapa de su vida. No entendía por qué a Luca no le dio asco besarlo, con solo verse ya le daban ganas de golpearse.
-Recuerdo cuando fuimos juntos a la feria cuando nos tomamos esa foto en la cabina -dijo Luca sonriendo con nostalgia.
-Casi nos atrapan unos niños besándonos -respondió Alberto con una pequeña sonrisa.
Luca miro con tristeza el marco, recuerda como de todo lo que tenía de su relación pasada esas fueron las únicas sobrevivientes. Le entristece recodar como lo obligaron a ver como ardían sus cosas, sus padres nunca aprobaron su relación. Ellos lo alejaron de lo que más amaba, razón porque dejo de hablarles desde hace ya cinco años.
Alberto al ver su rostro triste volvió acercarse a él y le dejo otro beso en su rosada mejilla. El contrario se sorprendió y girando su mirada hacia él; se encontró con su sonrisa cual correspondió igualmente con otra.
[...]
Caminaba nerviosamente de un lado a otro en el baño del lugar, paraba de vez en cuando para verse en el espejo y verificar que su traje negro (cual no era de otro mundo, era sencillo al igual que cómodo) y peinado (esta estaba sujetada en una coleta baja adonada con un moño negro) se encontraban perfectamente. Esta noche era especial, Riley le había asegurado que todo iría de maravilla; la exposición vendió más invitaciones de lo esperado. Hay gente que pago mucho para ver la nueva exposición de Mostro Marino.
Saco su celular de su bolsillo para ver la hora, no faltaba casi nada para que iniciara. Inesperadamente los nervios se esfumaron y una sonrisa enamorada apareció en su rostro al ver un nuevo mensaje de Luca deseándole éxito en su proyecto. Le hubiera encantado decirle la verdad e invitarlo pero la rubia le aconsejo que no era un buen momento. Más que nada porque ella sabía que Luca Paguro asistiría ya que Visconti y Guido le pidieron las entradas para que él asistiera el evento junto a la hermana de Alberto. Cosa que sorprendió a la joven al no saber que su socio tenía una hermana y un amante.
Tomo aire, se sentía un poco más calmado. Salió de su escondite y empezó a indagar por los pasillos blancos de la galería. Aprovecho para tomar una de las copas de vino blanco que ofrecían.
Podía apreciar como el cáterin se movían por todos lados asegurándose que todo esté en su lugar. Al parecer no era el único alterado de esa noche. Miro cada una de las obras que realizo este año y medio. Se sentía orgulloso de cada uno de ellos pero sentía completo orgullo por su última y gran creación. Bajo los peces. La pintura de una torre en lo más alto de una isla rodeada de un mar de estrellas, había peces adornando el cielo nocturno y la luna era un enorme e iluminado pez luna que pareciera que guiaba a toda el cardumen de peces estrellas.
Sonrió con orgullo y bebió de su copa contemplando cada detalle que hizo.
-Es una de las mejores obras del pintor -escucho una voz suave y elegante a su lado.
Alberto giro su mirada hacia la persona que hablo, encontrándose con un rubio cenizo de ojos verdes encantadores al igual que él vestía de gala. Ambos tenían una estatura similar, siendo el rubio unos centímetros más altos. En su fino rostro una sonrisa tranquila se reflejaba. Era sorpresa para el pecoso encontrarse con gente de su edad en eventos como este, normalmente asistían gente mayor y con dinero pero el rubio parecía alguien amable e inteligente. No le sorprendería que el fuera el hijo rico de papá. Realmente no había nada en él que no haya visto ya.
-¿Enserio lo crees? -pregunto volviendo a mirar la obra.
El desconocido soltó una risa ahogada, cosa que hizo enojar en el interior a Alberto. El rubio al ver la expresión seria del joven de piel bronceada, desvió su mirada de forma decaída.
-Perdonami -se disculpó en voz baja, cosa que extraño a Alberto- Creí que era el único joven loco amante del arte, no conozco a nadie con quien hablar de este tipo de temas sin sonar como un anciano -comento alzando sus hombros de forma lamentable.
El pecoso sintió pena por él pero aun así se mostró serio, cosa que hizo se sintiera nervioso.
-Sé que vas en Bellas Artes, he visto tus trabajos por los pasillos de la facultad, tienes talento. Lo malo es tu mala fama entre los hombres, no digo que está mal acostarse con hombres, o sea cada quien con su vida sexual...-entre más hablaba más nervioso se ponía- solo digo que es malo que lo demás juzguen solo por tus gustos. Está bien ser gay no hay...Dios, soy un asco ahora creerás que soy un acosador pero no lo soy -el pobre chico se ponía cada vez más nervioso, no quería admitir que desde hace ya un tiempo quería hablar con él, ya quería una simple amistad con Alberto pero al parecer lo único que conseguía era molestarlo o incomodarlo- Mostro Marino es mi pintor favorito, crea obras mágicas -murmuro rápidamente que apenas se entendió, la vergüenza invadió al joven.
Fue lamentable, Scorfano parecía estar procesando todo lo que paso. Sintió lastima por él. Rasco su nuca con incomodidad y lo miro:
-Oye, ya no estoy buscando un lig-
-¡No, no es eso, no quiero acostarme contigo! -exclamo rápidamente moviendo ambas manos.
Alberto lo miro con la ceja arqueada, ahora si estaba perdido. El rubio se dio un golpe en la frente ante lo idiota que se vio exclamando eso en voz alta.
-Yo realmente quería conocerte porque te admiro -dijo en voz baja dejando salir un suspiro- no tengo amigos y sé que suena patético pero todos los días paso por la facultad de Bellas Artes me encontró con varias de tus obras, son increíbles. Y sabía que alguien como tu estaría en un evento como este...
Alberto sonrió de lado, le alegraba saber que alguien le gustaba su trabajo. Era cierto que aún se sentía incomodo ante todo el show, pero se vio a sí mismo en él. Antes de conocer a Luca estuvo mucho tiempo solo y no sabía cómo interactuar con los demás.
-Alberto Scorfano -saludo de forma educada y estirando su mano hacia el rubio.
El contrario miro con asombro su mano y sonrió con alegría.
-Antoni Bianco, es un placer -exclamo estrechando su mano.
Alberto asintió con una pequeña sonrisa en los labios. Al fin y acabo ¿Qué podría salir mal?
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