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||SEDICI||

||16|| La estrella mas bella

Génova, Marzo de 2018

Un quejido salió de sus rosados y gruesos labios al mismo tiempo que daba vueltas por su cama, envolviendo su curvilíneo cuerpo en las sabanas magenta. Otra vez el recuerdo de aquel intenso beso de esa noche atormentaba su mente provocando no solo inmensas ganas de golpear la sonrisa engreída de Visconti como volver a besarlo con misma intensidad. Soltó un fuerte gruñido para después mirar el techo de su habitación; cual apenas era iluminada por los colores fríos del inicio de un nuevo día. Su corazón no paraba de latir con fuerzas al sentir de nuevo el calor que vivió ese momento. Se daba asco a si misma, si la Giulia de su infancia se enterara de lo que siente por el idiota de Ercole la mataría. Y no la culpaba hasta ella misma se quería matar, de todas las personas de que pudo haberse involucrado tenía que ser Ercole Visconti quien hace que su corazón acelerara con una simple mirada.

Dio un último giro para librarse de la trampa que ella misma se puso. No negaría que cada vez que pensaba en el mayor sentía ganas de vomitar aquellas mariposas de su estómago. Lo peor de todo es que él no la ha vuelto a besar desde esa madrugada afuera de su casa; obviamente Giulietta no le diría o reclamaría nada aun quería conservar su orgullo.

Habían pasado muchas cosas esas últimas dos semanas, su cercanía con el mayor ya era algo mucho más frecuente, siendo que ambos caminaban solos para dejarla a su casa; ya que Guido dejo de ir a la cafetería (no quería encontrarse aun con Ciccio, no se sentía preparado) y Alberto le parecía incomodo ir con ellos sin el castaño para que no lo ignoren.

Esa extraña oportunidad les dio un camino tranquilo a avanzar a lo que sea que se estaba formando entre ellos. No eran novios y por lo que se vio esa noche Visconti no quería que solo tuvieran relaciones. Sintió de nuevo el aleteo de las alas de las mariposas en su estómago, cada día que pasaba sentía unas ansias de que terminara el día para poderse irse juntos -obviamente nunca lo mostraría ni diría- pero le gustaba cuando Ercole le quitaba su mochila para llevársela o en muy raras ocasiones (mas cuando no estaban peleando) entrelazaban sus manos sin decir nada.

Tomo asiento en medio de su cama quito sus cabellos rojizos que cubrían su rostro. Hoy sería otro día pesado.

De un instante al otro el sonido de una notificación la saco de sus pensamientos, por el tono supo que se trataba de un mensaje, su corazón dio un brinco porque ya sabía de quien se trataba. Tomo su teléfono y sonrió tontamente al ver en la pantalla el mensaje de la persona quien tenía como registrada como <Pez Gato>:

<<"Mas te vale que ya estés despierta, idiota">>

Oh, si, ellos no eran nada románticos. Su comportamiento a veces era idéntico a cuando eran niños, la única diferencia era que siempre se sonreían o los insultos les parecían ¿lindos? Ellos no serían una pareja cursi como las demás. Claro, si es que surge algo entre ellos.

Ella no dudo en contestarle de manera insultante. Otra costumbre que surgió entre ambos ¿amantes? (Realmente ninguno de los dos sabia como definir su relación): era enviarse mensajes insultantes todas las mañanas. Dejo devuelta su celular sobre el mueble, si contestaba lo dejaría esperando un poco. Miro su mesita de noche donde mantenía dos porta retratos uno de ella junto a Luca festejando el año nuevo y otra donde estaba ella de pequeña en medio de sus dos padres sonriendo con emoción.

"Necesito una fotografía con Alberto", pensó de la nada. Alberto era su hermano si o si. Su relación con él también había mejorado, muy poco a poco pero iban en buen camino, gracias a los dos chicos podían hablarse con más tranquilidad y la incomodidad ya no se presenciaba con tanta recurrencia como en un principio. Los chicos tenían razón cuando le decían que deberían llevarse mejor, al fin y acabo ella es su única familia.

Suspiro con pesadez al mismo tiempo que sus pies descalzos tocaban el frio suelo de madera, desde hace días la temperatura era más agradable a comparación de las congeladas noches de invierno, los agradables como lluviosos días de la primavera cada vez se acercaban más. Ahora podía dormir con ropa más ligera, tomo una de sus batas y salió de cuarto directamente hacia las escaleras. Mantenía una expresión intranquila en su rostro y en su mente rondaban un montón de inquietudes; en especial la de Alberto Scorfano. Él no solo era su hermano, era su compañero de trabajo, amigo cercano de Guido y Ercole, y el enamorado de su mejor amigo. Seguirse ignorando o actuando como si nada pasara entre ellos no era una buena opción.

Al estar ya en los últimos escalones; el fuerte pero agradable aroma de un expreso recién hecho llego a su nariz. Cosa que la ayudo a tranquilizarse un poco. Tomo un gran bocado de aire, no quería preocupar a su madre. Encamino directamente a la cocina, al pasar por el umbral fue sorprendida al momento en que el pequeño perro de la familia salto sobre ella exigiéndole cariño. Giulietta sonrió acaricio la cabeza del animal con cariño.

Miro a su madre quien terminaba de colocar dos platos con fruta picada junto con el cartón de leche y cereal. Ambas se sonrieron, no era necesario para ellas decirse buenos días o hablarse.

La menor dejo de apapachar a su peludo amigo para después irse lavarse sus manos en el lavabo de la cocina. Lilian por su parte comenzó a desayunar con tranquilidad. Giulietta miraba atentamente sus manos mojarse, la inquietud volvió a invadirla.

-Mamá -llamo a la mujer en un susurro lo suficientemente alto para que la escuchara.

Realmente no sabía porque la llamo pero necesitaba su apoyo. Escucho un ruido proveniente de la mayor haciéndole entender que la estaba escuchando. La menor cerro la llave del lavado y giro su cuerpo para poder ver la reacción de su madre.

-Quiero invitar a Alberto a cenar con nosotras -dijo nerviosa haciendo un ademan con la mano como si no era de mucha importancia, aunque claro que sí lo era. Era un enorme paso para ellos.

Era más difícil invitar a Alberto que a Ercole, quien podría invitarse solo al igual que Guido con el único objetivo de molestarla.

Con el poco valor que le costó tomar miro a su progenitora; ella se encontraba sorprendida tenía su taza a poco centímetros de sus labios parecía que estaba procesando lo que le dijo. No la culpa ella también le sorprendió que sugiriera esa idea. Su madre estaba al tanto de la relación que tenían ambos hermanos. No mentiría que más de una vez le ha ganado la curiosidad de conocer al hijo adoptivo de su difunto ex esposo.

Bajo con lentitud su taza devuelta en la mesa, Giulia esperaba impaciente su respuesta. Lilian soltó una pequeña risa ahogada y miro con una pequeña sonrisa a su adorada hija.

-Me parece una idea maravillosa, cariño -respondió con dulzura- estoy sorprendida pero más feliz que te animes a mejorar la relación con tu hermano.

No mentiría que se sintió raro escuchar a su madre llamarlo así, siempre lo llamaba con su nombre, era algo que no se podría adaptar tan fácilmente pero en fondo -muy muy al fondo- le agrado escucharlo.

-Después del trabajo iré por todo para esta cena -dijo la matriarca volviendo con su objetivo principal; desayunar- me emociona saber que al fin conoceré al chico.

Giulia sonrió y se dispuso a continuar con su rutina con más humor de lo normal.

[...]

Caminaba sin muchos ánimos por los pasillos de su facultad. El nublado inicio del día se podía apreciar por las enormes ventanas del pasillo. Un horrible como lluvioso inicio de semana lo esperaba. Su rostro era adornado por un par de ojeras que lo hacían ver demacrado y una expresión amargada era visible incluso desde la lejanía. Realmente a pesar de no dormir ni comer (a pesar que Ercole y Alberto lo acorralan todas las mañanas para que comiera tan siquiera un pedazo de pan) no descuido en ningún momento sus estudios. Su corazón estaba pisoteado y roto pero su cerebro no dejaría que se descuidara y más estando a pocos pasos de las semanas de exámenes.

Suspiro con pesar cuando se adentró a su salón de clases. Estaba harto, enojado y decepcionado. Ciccio ni siquiera le ha mandado mensaje o llamado todas estas dos semanas que dejo de ir a su trabajo. Como si no notara su ausencia. Aun así el pequeño Guido de doce años de su mente decía que debe de entenderlo: "Debe de estar eufórico por su próximo compromiso".

El rubio no solo se casaría con su novia casi toda su vida, al igual que Ercole se graduaría este año, dejaría de trabajar en una pequeña cafetería para enfocarse en su futura familia. Él tenía planes y en ninguno de ellos estaba incluido.

Tomo asiento en uno de los lugares del medio, donde podía pasar desapercibido entre todos sus compañeros, cuales no tenía ninguna relación más allá que compañeros de estudio. Para él todos eran unos hipócritas que dicen que deben convivir entre ellos cuando son ellos mismos quienes crean rumores o chismes de todos.

Dejo caer sin ningún cuidado su rostro sobre la mesa, quería ignorar todo el ruido de su alrededor en lo que llegaba su profesor. Y estaría tranquilo, si no fuera porque escucho como una de sus compañeras lo llamo.

-Guido.

Escucho la voz gentil de una de las jóvenes más listas como la más promiscua del grupo. Ella era un error de la naturaleza ¿Cómo podía ser tan inteligente como tan puta?

Él levanto su rostro sin mucho interés encontrándose, no mentiría si dijera que no sabía su nombre y tampoco le interesaba saberlo. La castaña de cuerpo "perfecto" (como muchos la describían) le sonrió con falsedad. Noto como ella sostenía una pequeña caja blanca con el logo de su repostería preferida. Extrañado la miro con una ceja arqueada; a lo que ella contesto un poco irritada por el poco interés del castaño pero aun así sonreía como si tratara de seguir con su papel de buena compañera.

-Un lindo chico rubio me pidió que te lo entregara -explico ella.

Guido abrió los ojos con sorpresa, su corazón volvió a latir al escuchar las palabras de la joven, sus mejillas se adornaron de un tono carmesí. "¿No me olvido?"

Con nervios a flor de piel tomo con cuidado la caja, su rostro aun no salía de su expresión de sorpresa.

-Ah, ¿Gr-gracias? -tartamudeo sin saber que decir.

La chica asintió con una pequeña sonrisa, Guido era tierno cuando se sonrojaba. Se fue con su grupo de amigas dejando al castaño hundiéndose en un mar de emociones. Dejo la caja sobre su mesa y como si de un niño impaciente se tratara la abrió. Un brillo genuino adorno sus ojos castaños al ver una nota a un costado de lo que era un cupcake de Elmo.

Tomo la nota y sonrió con ternura al ver que estaba escrito con una letra perfecta y cursiva:

<"Te ves mejor sonriendo">

Guido tomo el postre sin borrar en ningún momento su sonrisa. Y comenzó a comerlo sin darse cuenta que cierto rubio lo miraba realmente feliz. Porque su crush había sonreído por su obsequio.

[...]

Las horas pasaron como si de un parpadeo se tratase. Luca iba caminando con una postura firme y con una mirada seria por los pasillos largos de la facultad de Astronomía y Planetología. Ignoraba olímpicamente todas aquellas miradas y murmullos que rondaban por todo el edificio. ¿Por qué carajos les importa su vida amorosa?

Desde que Alberto y él tomaron distancia, muchos rumores invadieron no solo su salón, llegaron a los maestros y a otras facultades llego la noticia de su "separación". La fama de ambos chicos no era fácil de olvidar. Un nerd y un fuckboy. Surgieron varios rumores sobre ellos, cada vez eran más patéticos como irreales. Algunos decían que solo Alberto estuvo con él para quitarle la virginidad (porque sí, muchos creían y creen que él era un virgen) como otros que decían que solo lo quería para que hiciera sus tareas o simplemente anduvo con él porque perdió una apuesta. Y luego estaba ese rumor que era él peor de todos: Alberto tiene otra víctima con la que según lo engaño. Ese rumor nació cuando vieron Alberto Scorfano rondar por los jardines con un chico proveniente de la facultad de robótica. Muchos miraban a Luca en espera que este se rompiera o se enojara, aunque lo único que provocaba en el menor era risa. Conocía a su amado mejor que nadie aparte que Ercole y Guido le dijeron que era patético esos rumores. Alberto hacia su esfuerzo para tener más amigos que no fueran ellos dos: como Guido no estaba de humor y Ercole nunca fue muy conversador. Comenzaba a llevarse mejor con un chico amante del arte como él. Que no se preocupara, siendo que Scorfano lo extrañaba.

Sonrió inconscientemente, él también lo extrañaba. El coraje desapareció por completo, se podría decir que ya estaba acostumbrado a los comentarios ofensivos. Casi toda su vida en Portorosso fue así.

Cansado y harto de todo ese día, se dirigía hacia la oficina del director. Lo habían detenido antes que se largara directo a la biblioteca a seguir estudiando. Él tenía claro que no hizo nada malo, aun, las ganas de golpear a los idiotas inmaduros no le faltaban. Podían hablar cualquier estupidez de él pero con el mayor no dejaría que se metieran. Dejo salir un bufido una vez que estuvo en frente de la puerta blanca con placa dorada. Solo quería acabar con ese día de una vez.

Y como la vida lo amaba tanto, sus ojos castaños se abrieron con completa sorpresa al ver no solo a su profesora de Astronomía parada a un costado del director y el joven profesor de robótica, si no que sus ojos se enfocaron en aquel rubio cenizo de ojos verdes quien también lo miro con sorpresa.

Muchos insultos de los que aprendió con los pescadores invadieron su mente en ese momento.

[...]

-¡¿Cuándo volverá Guido?! -Se quejó Rivera dejándose caer dramáticamente sobre la barra- extraño a mi vieja chismosa -expreso lo último en su segundo idioma.

Había aprovechado que solo quedaban un par de clientes (que no tardaban en irse) para expresar su quejas a su novio quien solo dejo salir un suspiro e ignoro por completo el drama del mexicano para seguir bebiendo su café. Hiro Hamada uno de los mejores profesores de la universidad donde iban todos los empleados. Era el novio de Rivera por más de cuatro años, ellos salían incluso antes de que el moreno entrara a la universidad. A veces venia al local a hacerles compañía o cerrar la cafetería de la familia de su amado.

-También me preocupa que él no venga -hablo en un tono triste Russell mientras salía de la cocina e iba limpiando sus manos con un trapo- ¿Crees que si le envió un pastel imposible, regrese?

Miguel pareció dudarlo, entre ellos habían enviado varios postres y dulces de leche al castaño. Lo único que sabían del porqué de su ausencia era que tuvo un rechazo amoroso y estaba muy afectado. No eran muy unidos pero lo consideraban su amigo: con el mexicano compartían uno que otro chisme o broma y con el estadounidense, Guido era quien lo ayudaba a probar y opinar sobre sus nuevas creaciones.

-La cafetería le hace falta que alguien diga las cosas sin pensar -hablo en un tono neutro el hombre de ascendencia japonesa y estadounidense.

Ambos empleados asintieron, el castaño era el único que no temía a decir lo que pensaba y a veces lo agradecían ya que evitaba los silencios tensos o problemas que nadie se atrevía a tocar.

-En especial cuando se siente la tensión sexual entre ciertas personas -añadió Alberto recargándose a la barra después de limpiar las mesas vacías- como nos hace falta ahora.

Al terminar de decir eso los cuatro miraron a Visconti quien mantenía una postura enfocada en la caja registradora pero era obvio que le dedicaba una mirada molesto de vez en cuando a la pelirroja quien atendía con una sonrisa -falsa- a ese par de jóvenes que parecían el típico estereotipo de los deportistas en las películas occidentales. Los dos miraban con encanto a la joven. Desde que ella comenzó a trabajar allí la atención de varios hombres se enfocaba en la única mujer del lugar.

Solo faltaba que ellos salieran para dar un final a su largo día trabajo pero pareciera que los dos clientes no querían dejar ir a Giulia que era obvio que quería que se largaran para poder irse a su casa con Ercole, aunque también tenía que hablar con el pecoso para invitarlo a cenar.

-¿Seguros que ellos no salen? -pregunto el pelinegro mirando a su novio.

Miguel dejo salir un suspiro y negó con la cabeza.

Cuando por fin se dignaron a irse los dos últimos clientes, la chica soltó un pesado suspiro en lo que se desparramaba sobre una las sillas de las mesas, estaba cansada, harta y fastidiada de que varios intenten coquetearle tan descaradamente. Rivera y Scorfano soltaron una risa, ellos dos estaban acostumbrados a ese tipo de tratos que sufrían por parte de sus clientes. Solo ponían un alto cuando los mismo se pasaban la línea entre coqueteo a acoso.

El cartel de la puerta estaba volteado; indicando que el negocio cerró. Visconti suspiro y miro a la pelirroja quien le sonrió con picardía y le guiño un ojo aprovechando que los demás no la veían. Él se sonrojo al mismo tiempo que soltó un gruñido que provoco la risa de ella. Comenzaba a gustarle verlo avergonzado. Molesto le mostro el dedo medio y se dirigió a los demás.

-Grazie por quedarte Russell -comento indiferente pero con un tono agradecido.

Él asintió. Fueron largos y pesados días para todos. La cafetería tenía que hacer arreglos para el cambio de estación; que iban desde el menú hasta darle mantenimiento para estar preparados para las lluvias que se aproximan esas primeras semanas de la primavera. Termino de dar indicaciones para que todos puedan cambiarse aprovechando que ya no estaban a tan bajas temperaturas y poder retirarse. Como solo había un pequeño vestidor en donde se encontraban los casilleros se lo dejaron a Giulia mientras que los demás podrían cambiarse en los baños.

Ercole fue el primero en salir, por no decir que los demás terminaron peleándose entre ellos por sus estupideces (aunque realmente solo eran Rivera y Scorfano quienes peleaban mientras que Fredricksen quería irse lo más pronto de ahí pero no lo dejaban). Y no olvidemos que los tres se encontraban sin camiseta.

Harto de todo y todos, se fue hacia el área de casilleros por su mochila, creyendo que la chica ya había terminado. Abrió la puerta sin mucho interés solo tomaría sus cosas e iría con la pelirroja para acompañarla como todos los días pero grata fue su sorpresa al ver dentro del pequeño espacio. Su rostro tomo un intenso color carmesí y su corazón comenzó a latir con fuerza. Sentía que saldría de su pecho al ver a la joven sin camiseta; portando solamente un brasier negro y sus pantalones, dejando que la luz artificial del foco iluminara aquellas pecas que lo enloquecían. Ella al verlo sonrió de lado, no le avergonzaba -más porque el mayor ya la había visto en ropa interior-. Le parecía gracioso como dulce al ver a Ercole respirar hondo y tomar compostura ante el asunto. Simplemente evitando mirarla paso por su lado y tomo sus pertenencias para irse. No se iba a disculpar o algo por el estilo. Ella se burlaría de él si lo hacía.

Al momento poder irse, Giulia lo detuvo con una expresión seria en el rostro. Él suspiro colgó su mochila en su hombro y la miro (aunque era casi imposible verla al rostro teniendo las pecas de su cuerpo al descubierto). Ella miro sus labios, no iba a rogarle por más que quería volver a besarlo, su acción hizo que él más alto riera en voz baja, verla así le hacía feliz como también le subía el ego.

-¿Sucede algo, Giulietta? -se burló con una voz ronca y sonrisa descarada.

Él descubrió como a ella le encantaba cuando el la llamaba por su nombre, nunca se lo dijo simplemente lo descubrió. Los dos se torturaban mutuamente. Ella se mordió el labio inferior, no quería perder ese estúpido juego que tenían. Ercole la miro y acaricio su mejilla con malicia, no negaría que también quería besarla desde esa noche pero ninguno de los dos lo diría. Giulia se paró de puntas para acercarse a él enredando sus brazos sobre su cuello. Marcovaldo tembló ligeramente al sentir las manos frías de Visconti sobre la piel de su cintura, miraron los labios del contrario, parecían dudarlo por más que sabían que querían hacerlo. Sus respiraciones se mezclaban en el escaso espacio que los separaba. Y cuando el mayor tomo el valor de por fin romper con aquella distancia, fueron interrumpidos por los leves golpes de la puerta.

-Giulia ¿Estás ahí? -pregunto en un tono inseguro Alberto tocando la puerta.

Ambos gruñeron en voz baja.

-Si, espérame, per favore -respondió ella, se había olvidado de que le dijo al pecoso que si podía hablar con él.

Los dos se separan realmente decepcionados que les mataran el momento, Giulia tomo su blusa de uno de los muebles y comenzó a vestirse como si no le importara la presencia del contrario. Ercole por su lado no se atrevía a salir y encontrarse con la sonrisa burlona de Scorfano, prefería esperar a que la joven saliera antes.

La pelirroja tomo su mochila, cual rápidamente fue arrebatada por el mayor quien volvió a tener su cara de amargado, ella no dijo nada solo sonrió. Tomo la perilla de la puerta pero no la abrió, el mayor la miro confundido. Ella en un rápido movimiento tomo una de las correas de las mochilas que cargaba, lo acerco en un fuerte movimiento hacia ella para darle un rápido y dulce beso en los labios.

Él la miro sorprendido como sonrojado. Ella no espero más; lo soltó y salió del cuarto dejándolo solo.

La sonrisa que se formó en sus labios se borró casi al instante al ver al pecoso recargado en la pared de a lado con la vista entretenida en la pantalla de su celular. Se sentía nerviosa pero aun así tomo aire y se acercó a él. Alberto al verla guardo su teléfono en el bolsillo de su pantalón de mezclilla y se paró correctamente frente de ella.

-¿Para qué querías que te esperara? -le pregunto dudoso y extrañado.

Giulia dejo salir un bufido y lo miro con determinación.

-Quiero presentarte a mi mamá -Scorfano la miro con la ceja arqueada y completamente confundido- Alberto quiero que te sientas cómodo conmigo, somos hermanos -se sintió extraño decirlo pero aun así le sonrió sinceramente- y quiero empezar bien las cosas contigo. Por papá...

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LAURAMARIAHG1 ¿Ya te he dicho que te quiero un chingo? En verdad lo ame. Muchas gracias.

Lo amo!!!

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