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||OTTO||

||08||Las estrellas podrían volver a brillar (parte 2)

Estaba perdido en cada una de las pecas que adornaban su nariz y mejillas, eran iluminadas por las luces artificiales de la ciudad que escabullían por la ventana del autobús. Ya la noche gobernó por completo la ciudad de Génova, eran los únicos que quedaban en el transporte. Su amado se había quedado dormido en la mitad del viaje, utilizaba los muslos del menor en modo de almohada mientras su cuerpo se acomodaba por el pequeño asiento. Luca seguía peinándolo con sus dedos, las mochilas de ambos descansaban abajo. No faltaba mucho para llegar a su objetivo. Era la primera vez que llevaba a alguien allí, así que estaba ansioso de que el mayor lo viera.

Observo con detenimiento el rostro dormido de Alberto, sin poder evitarlo acaricio su mejilla con suma delicadeza -como si tocara el objeto más frágil del mundo-, sintió los vellos afeitados de sus mejillas. Retiro aquellos cabellos que obstruían su vista de sus pestañas y cejas. Ambiro sus labios y volvió a perderse en las manchas de pecosas que lo hacían recordar a las noches estrelladas del campo donde solían irse a besarse a escondidas. Una sonrisa apareció en su rostro, en su memoria aún estaban aquellos sentimientos que sintió cada vez que sus labios se encontraban; cosa que lo entristeció al instante al no volver a experimentarlo cada vez que lo besa.

Suspiro y giro su mirada a la ventana -que se había vuelto a empañar por las bajas temperaturas de la noche-, con la manga de su abrigo limpio cristal y abrió más los ojos al ver que estaban a punto de llegar.

Miro a Alberto y sin pensarlo se agacho para besar su mejilla para después susurrarle cerca de su oreja:

-Amore mio, ya llegamos.

Alberto sonrió con los ojos aun cerrados cosa que provoco que el menor también sonriera.

-Hace mucho que no te escuchaba llamarme así -susurro soñoliento al mismo tiempo que abría sus ojos mostrando el verde olivo de ellos.

El menor soltó una pequeña pero larga risa, ocasionado que un sonido semejante a la risa de un delfín se escuchara; cosa que lo avergonzó e hiciera que subiera su bufanda cubriendo su rostro. Alberto rezongó y tomo asiento en el lugar. Luca desvió la mirada, le avergonzaba mucho su risa pero el contrario no dejo que ocultara su rostro: lo tomo de las mejillas, bajo la tela morada de su bufanda y lo beso en los labios sin permiso. Fue un simple y corto beso.

Al separarse Paguro lo miro sorprendido y él le sonrió.

-Tienes la más encantadora risa -comento entre burla y coquetería.

Tardo unos segundos en reaccionar y solo soltó una risa ahogada mientras lo empujaba.

-Eres un idiota -expreso con una sonrisa.

Alberto termino riéndose también. Luca miro por la ventana y su sonrisa se agrando.

-Ya llegamos -murmuro.

El contrario no comprendía, miraba por la ventana y no había nada especial solo un par de casas rusticas más parecidas a un pueblo. Giro a ver a su amado quien tomaba ambas mochilas, realmente se veía emocionado. Inconscientemente sonrió y lo ayudo con una de las mochilas.

Juntos bajaron del transporte, Alberto miro al cielo donde lo único que se podía apreciar era la luna llena en el punto más alto de la noche, no había nubes ni estrellas solo la luna quien era testigo de su escapada como todas las anteriores.

Sí desde la ventana parecía un pueblo tradicional, una vez bajado del transporte en verdad pareciera que dejaron la ciudad para irse a otra provincia. Giro para ver a Luca, quien acomodaba su abrigo, se acercó a él y lo ayudo en acomodar su bufanda cubriendo la mitad de su rostro. El menor no dijo ni expreso nada solo lo miraba con sus grandes ojos oscuros. Al terminar obtuvo en susurro un <Gracias> cual respondió con un beso en su frente.

Maldito Luca que lograba ablandarlo con solo estar a su lado.

Ambos miraron la calle frente que iba de bajada y dejaba mostrar el bello paisaje de la ciudad en la lejanía. No podían tener las estrellas como en Portorosso pero ver cada una de las luces de distintos colores y tamaños es lo más parecido que podrían tener.

-¿Dónde diablos me trajiste? -bromeo Alberto sin despegar la mirada de la bella ciudad.

Luca no contesto solo tomo su brazo y comenzó a corres por una de las calles (como si supiera de memoria toda colonia). Alberto lo seguía entre risas, normalmente él era de las locas aventuras pero ver así a su amado le alegraba.

Un serio necesita alocarse.

Las luces de las pequeñas y sencillas casas se encontraban apagadas solo eran iluminados por las luces amarillentas de los faros, había silencio en las calles, de vez en cuando podían escucharse el crujir de las hojas que pisaban o los ladridos de los perros en la lejanía. Parecían dos locos corriendo en un pueblo.

Entre calle y calle llegaron a lo que parecía ser una plaza con algunos puestos aun abiertos y un enorme jardín donde había músicos tocando para algunas parejas que se animaban a bailar en esta helada noche bajo la hileras de luces que adornaban todo el lugar. Uno que otro niño aun despierto corría o jugaban entre ellos. Todo era muy animado para ser un simple jueves por la noche.

Asombrado volteo a ver al menor quien intentaba calmar un poco su respiración, ambos habían corrido no muy rápido pero aun así le afecto por la baja temperatura. Había bajado su bufanda para inhalar y exhalar sin problemas. Lo que en verdad le sorprendió es que no estaba preocupado o asustado, estaba feliz y emocionado.

Alberto sonrió.

-Es hermoso -le dijo- Nunca he llegado tan lejos -su sonrisa se borró y lo miro confundido- ¿Cómo lo descubriste? Esta casi saliendo de Génova.

Luca mordió su labio inferior, el contrario arqueo la ceja y no tuvo de otra que responder con un tono rendido.

-Una vez estuve enojado con todo el mundo, tanto que solo me subí a un camión sin ningún rumbo y termine aquí -explico- vengo aquí para desahogarme -miro a las parejas bailando y sonrió- es mi secreto. Nunca he traído a nadie más...bueno solo a ti.

El mayor lo miro sorprendido. En su interior maldecía a su corazón por no sentir nada por ese demonio con cara de ángel. Por otro lado el menor soltó una pequeña risa ahogada -que hizo que arrugara un poco su nariz- para después verlo con cariño.

-Ven vamos por algo de pizza aún tengo que mostrarte más cosas -comento mientras comenzaba a caminar (dando uno que otro brinquito de la emoción) hacia uno de los puestos de comida.

Alberto sonrió de lado y no dudo en seguirlo. Luca ya estaba sentado en una de las pequeñas mesas redondas que había afuera del establecimiento, el contrario dejo su mochila en la misma silla de plástico junto con la otra y fue directo a por las órdenes de ambos. Tenía suerte de aun recordar los gustos del menor, quien había aprovechado para sacar su teléfono de su bolsillo para mandarle un mensaje a su tío; avisándole sobre su ausencia. Una vez hecho aprovecho para perder tiempo en algunas aplicaciones. No le gustaban las redes sociales, aun así las tenía (abandonadas) pero las tenía.

-Mi scusi giovanotto -escucho la voz de un anciano.

Luca despego la mirada de su celular, se encontró con un anciano hombre (que rondaba ya más de los 90 años de edad) vestía de ropas viejas y en su esquelético brazo cargaba una canasta llena de rosas.

-¿Gusta una rosa para la sua bella amata? -ofreció amablemente.

El joven miro rápidamente a su acompañante quien ya estaba pagando por la comida, sonrió y le dedico la misma sonrisa al hombre.

-Deme cinco, per favore.

El viejo vendedor sonrió y le entrego cinco de las más bellas rosas que tenía, él le pago y tomo las rosas justo en el momento que Alberto llego a la mesa y coloco la cena de los dos junto con dos refrescos. Confundido y extrañado miro las rosas que tenía el castaño oscuro y él solo se las extendió con una gran sonrisa.

-Para ti, amore -dijo en un tono burlón.

Scorfano pellizcó el puente de su nariz soltando una risa avergonzada, Paguro seguía sonriendo aunque también hacia su esfuerzo para no reírse.

-Ay, corazón, no debiste -comento siguiéndole el juego y tomando las flores.

Ambos se miraron y no aguantaron más, comenzaron a reírse ante la mirada del viejo vendedor que en lugar de mirarlos con asco o mal; les regalo una dulce sonrisa.

-Se puede ver el amor que hay entre ustedes, giovani, hacen una muy linda pareja-ambos pararon de reír y miraron con una sonrisa inocente al hombre quien volvió a aferrar su agarre a su canas para irse- Les deseo una buona notte.

Los dos se despidieron con respeto y deseándole también una buena noche. Albero tomo asiento en frente de su acompañante quien tomo su porción de pizza y su refresco. Era una cena simple, ramdom y satisfactoria donde podían apreciar la música de los músicos bajo la luz blanca del establecimiento. Tomo una de sus rosas, rompió el largo tallo y se inclinó sobre la mesa para colocársela en su oreja. Haciendo que la flor adornara su cabello. Luca sonrió ante el tonto gesto, si fuera otra persona se hubiera molestado y ofendido. El mayor hizo lo mismo adornando con una rosa su propio cabello.

Ambos se miraron, uno reía con vergüenza y el otro sonreía con orgullo.

-¿Recuerdas cuando te di flores la primera vez? -pregunto Alberto para después darle una mordida a su comida.

El menor bajo su porción de pizza y lo miro con encogimiento al recordar esa horrible experiencia que al mismo tiempo fue tierno.

-¿Hablas cuando me diste hierba venenosa con flores que encontraste en el campo? -comento fingiendo molestia- Si lo recuerdo, tuve que mentirle a mi mamá para que no nos descubriera.

El mayor rio, recuerda que él intentaba imitar lo que hacían algunas de las parejas que había en la ciudad pesquera. Ya que quería ser un buen novio.

-No tenía dinero y era un niño idiota.

-Ahora eres un joven adulto con dinero e igual de idiota -expreso con una sonrisa fastidiosa.

-Auch, yo no tenía la culpa e intentaba dar lo mejor de mí -dramatizo colocando su mano en su frente y dando una pose exagerada - creí que me amabas.

Luca analizo sus últimas palabras, sabía que lo decía jugando pero no pudo evitar dar una expresión triste al pensar en la situación en donde se encontraban.

-También lo creía -murmuro sintiendo un nudo formase en su garganta.

Alberto dejo de comer, abrió la boca pero la cerro al instante. Sabía que tenían que hablarlo seriamente pero también le dolía pensar que es lo que pasara entre ellos.

-Hey, está bien -dejo su comida a un lado y coloco su mano sobre la suya- también me afecta saber que no siento nada por ti pero en mi pequeño cerebro solo estas tú.

El menor intento sonreír pero no lo lograba del todo.

-Escúchame bien, Paguro -dijo mostrando seriedad en sus ojos verde olivo- esto no nos puede afectar, ok, tardamos tanto para volvernos a encontrar. No huiré solo porque mi corazón se volvió un idiota por no ver a la gran persona de quien siempre estuve enamorado desde niño -tomo sus manos y las entrelazo sobre la mesa- Por algo la maldita vida nos juntó de nuevo en una ciudad completamente diferente a Portorosso.

Una sonrisa pequeña apareció en los labios del castaño oscuro.

-Entonces que sugieres, Scorfano -interrogo mirándolo con una ceja arqueada pero sonriéndole con cariño- ¿Volver a ser novios o intentarlo poco a poco como amigos?

Alberto soltó una risa.

-Tu y yo, nunca fuimos amigos ni amantes -acaricio sus manos con su pulgar y le sonrió- Éramos y volveremos a ser una combinación hermosa de ambas partes.

Luca parpadeo un par de veces y de la nada comenzó a reírse.

-¿Tenías preparado este discurso? -pregunto aun riéndose.

El mayor hizo un puchero, avergonzado solo desvió la mirada.

-Guido me ayudo -murmuro.

Volvió a reírse, le parecía tierno y tonto que haya practicado para hacerlo sentir mejor. Alberto siempre fue así, era una de las cualidades que más adoraba de su amado.

Soltó sus manos para levantarse de su asiento e ir hacia él (quien lo miraba confundido). Lo tomo de las mejillas y sin esperar a una respuesta lo beso en los labios con cariño. Como era de esperarse seguían sin causarles nada pero eso no los impidió que al separarse se miraran a sus oscuros como fríos ojos y sonreírse.

Luca aun sosteniendo las mejillas pecosas en sus manos, junto sus frentes.

-Intentémoslo, enamórame de nuevo, Scorfano, te lo pido per favore -comento en un tono seductor como anhelado- Quiero hundirme en el océano de estrellas de tus ojos. Porque yo te prometo luchar para conquistarte.

Alberto rio, amaba ese lado encantador del menor (el cual no sacaba mucho). Lo tomo por su cintura y acaricio la tela del grueso abrigo de su amado.

-No huiré, amore, no sin antes luchar -Susurro.

-Sé que no lo harás, ni yo me atreveré a dejarte ir.

Luca se separó dejando un casto beso en sus labios para volver a su asiento a comer.

[...]

La cena transcurrió entre miradas y sonrisas. La paz que había entre ambos era envidiable.

Ambos tomaron sus cosas, Alberto guardo las tres rosas restante en su mochila. Ya habían pasado más de las diez de la noche, pero parecía importarles menos. El mayor lo guio hacia el jardín justo cuando los músicos comenzaron a tocar <<Ti amo de Umberto Tozzi>>. Una canción lenta como clásica que ambos amaban.

Al llegar Luca enredo sus brazos en el cuello de su amado para después esconder su rostro entre su cuello y hombro. Alberto dejo sus manos en su cintura. Y simplemente comenzaron a bailar junto con las demás parejas. Era la primera vez que bailaban en público. Siempre lo hacían a escondidas cuando había eventos en la plaza de Portorosso. Paguro temblaba un poco, en cierta manera temía que los corrieran o discriminaran pero eso nunca paso. La canción era hermosa, la letra se la sabían de memoria. Lentamente la calma llego a él y empezó dejarse ir por la letra de la canción. El mayor quien tuvo que resistir por los dos sonrió al ver como su amado comenzaba a moverse con más libertad.

Ambos disfrutaban bailar juntos. Rieron cada vez que uno se equivocaba y terminaba pisoteando al otro. Era su momento donde nadie más les importaba solo eran ellos dos en su mundo. Y cuando la música estaba a punto de terminar Alberto lo alzo entre sus brazos haciendo que el menor riera, de repente cuando él estaba en el aire -con las ramas desnudas de los árboles y las hileras de luces de fondo-, ambos pudieron ver por unos escasos segundos el brillo de sus ojos, fueron unos segundos donde ambos se sonrojaron al notar que el otro también lo noto. Fue tan rápido que al bajar a Luca devuelta al suelo ambos no se atrevieron a mirarse. No querían volver a encontrarse con la oscuridad en sus ojos, querían devuelta esa luz.

Alberto lo miro de reojo, el menor tenía la mirada perdida en el suelo. Le hizo recordar aquella madrugada que también tenía la mirada perdida en el sartén.

-Luca, yo...

Fue interrumpido por un repentino abrazo que tardo en corresponder. Luca lo abrazaba con fuerzas rodeando ambos brazos por su cintura.

-Extrañaba hacer esto contigo -susurro ocultando su rostro otra vez en su cuello y respirar el aroma de su colonia.

Alberto preocupado lo separó para verlo a los ojos, encontrándolos cristalinos pero aun así el menor le sonreía.

-Hablaba enserio cuando dije que me enamores, Alberto -confeso mientras tallaba sus ojos con la manga de su abrigo.

El mayor lo tomo del mentón y lo beso, un beso completamente distinto a todos los demás, que aunque no existían emociones algunos ambos movieron sus labios. Era como si besaran un cristal que separara. No había chispa pero si amor.

Al separarse desviaron la mirada con claro dolor. Luca dejo caer su cabeza en su pecho y en un tono bajo de voz comento:

-Hay algo que quiero mostrarte ante de irnos.

Alberto no contesto y solo asintió. Volvieron a entrelazar sus manos y juntos comenzaron a seguir subiendo por una de las calles. Todo estaba solitario y silencioso. El mayor miraba a su amado quien estaba tranquilo como si conociera eso rumbos de memoria.

La alegría y el calor que experimentaron en la plaza fue remplazada por silencio y el frio de esas desoladas calles. Seguían subiendo, no le sorprendería que de la nada se encontraran con el campo o un bosque, se encontraban demasiado lejos de lo que era la ciudad.

Ambos no se atrevían a hablar tampoco era necesario. Aun así el pecoso lo miraba de vez en cuando perdiéndose en su rostro cual era iluminado por la luz blanca de esas calles haciendo que el rosado natural que adornaba sus mejillas resaltara al igual que los pequeñísimos lunares que tenía. El menor no lo miraba pero le hacía saber que él estaba enterado de sus miradas ya que apretaba el agarre de sus manos cada vez que lo atrapaba. Había amor en ambos pero la chispa estaba muerta. Haciendo que pareciera que están juntos a la fuerza.

Al cruzar la última calle donde solo había un farol (cual apenas iluminaba) a un costado de lo que pareciera ser un pequeño jardín al final de la calle. Confundido giro a ver a su amado quien solo sonreía a su izquierda con una hermosa sonrisa en sus labios.

-Cuando me perdí la primera vez, uno de los vendedores me dijo que si seguía hacia arriba encontraría las estrellas -susurro.

Extrañado porque la contaminación de la ciudad le impedía poder ver a las estrellas, giro su mirada hacia donde miraba el menor quedándose con las palabras en la boca. Sus ojos se iluminaron al encontrarse con un mirador donde se podía apreciar con totalidad la ciudad. Luca sonrió complacido al tener esa reacción, tal vez no podrían encontrar las verdaderas estrellas pero la vista desde allí hacía que las luces de la ciudad resplandecieran con totalidad como un enorme manto de estrellas.

Luca lo termino guiando hacia el borde del mirador donde con la poca luz que daba el poste le mostro a su amado un viejo texto escrito con plumón permanente sobre la desgatada barda, Alberto parpadeo incrédulo al ver la letra de Luca adornada -con una enorme cantidad de estrellas garabateadas- que decía:

<<Y nos volveremos a encontrar en las estrellas...>>

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