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SEIS



Lilith

Estoy completamente agotada y mis pies arden como si hubiera recorrido un desierto en llamas. No me atrevo a mirarlos, pero sé que están llenos de ampollas después de esa larga caminata descalza en aquel enorme mercado. Mierda, nunca podré borrar de mi mente la multitud de especies que vi. Fue una experiencia abrumadora.

Nos miraban con una mezcla de curiosidad y extrañeza. Sin embargo, Zenithar aseguró que es una de las pocas estaciones espaciales seguras para mujeres humanas. Aunque era muy inusual vernos comprando allí, comprendo por qué. La horrible realidad es que muchas de nosotras somos secuestradas de nuestro propio planeta para convertirnos en mascotas o esclavas sexuales de algún maldito alienígena. En este enorme universo, son muy pocos los lugares donde podemos sentirnos seguras.

Me recuesto en la enorme silla en la que estoy sentada. Mi cuerpo me duele como si hubiera corrido un maratón. Zenithar me observa y, luego de un momento, me avisa que irá a buscar algo. Me pongo muy nerviosa por su ausencia, pero él me asegura que volverá pronto y que no tiene pensado abandonarme. Y yo... le creo. Sé que puedo confiar en él.

Cuando regresa, trae algo en sus manos. Se agacha y, cuidadosamente, limpia mis pies para después aplicarles una crema que parece mágica. Ante mis propios ojos mis llagas desaparecen y el dolor se desvanece. Eso me hace muy feliz.

Suspiro con alivio y le ofrezco a Zenithar una sonrisa de agradecimiento.

—Gracias. Eres muy dulce.

—No me tienes que agradecer. Estoy para ti siempre.

Desde que llegué a la Vórtice Errante, Zenithar solo se preocupa por mi bienestar. Debo admitir que nunca en mi vida me he sentido tan segura y querida en algún lugar, y esto me asusta. Siempre he buscado un hogar, un lugar donde ser amada y valorada por lo que soy, y con Zenithar siento todo eso. De verdad pienso en quedarme con él. Esta idea cruza mi mente con frecuencia.

Pronto nos reuniremos con la Federación Estelar, y debo tomar una decisión. He hablado con las chicas, Isabel y Liz. Quieren quedarse con sus chicos. Me han confesado que ya están perdidamente enamoradas, ¡hasta ya han tenido sexo! Maddie quiere ir al planeta de refugiadas, porque odia esta nave, y Krylok ha declarado su decisión de ir con ella. A Zenithar esto no le agrada, pero aceptará su decisión. Estoy feliz por las chicas. Ellas se sienten tan esperanzadas por su futuro. Me gustaría ser menos insegura con mis sentimientos.

Pienso en ellos mientras contemplo a Zenithar. Está un poco irritable hoy. No entiende por qué quiero seguir durmiendo en su silla de capitán. Bueno, mi espalada empieza a doler. Tal vez sea hora de ceder un poco. Me estoy quedando dormida en la cómoda silla, pero Zenithar me levanta y me rodea la cintura con un brazo. Me apoyo en él, no tengo opción. Estoy cansada y, bueno, es agradable estar cerca de él.

—Cariño, nos vamos.

—¿Nos vamos? ¿A dónde?

Zenithar me sonríe.

—A mi cama, por supuesto.

De pronto, su brazo alrededor de mi cintura no se siente tan reconfortante.

—Dijiste que no me tocarías.

—No te tocaré sin tu permiso —responde con calma, aún sonriente.

—Entonces, ¿qué te hace pensar que dormiré contigo?

—Es mejor que seguir durmiendo en mi silla. No hay otro lugar donde dormir. La nave es pequeña, solo para una tripulación de cuatro, y en este momento somos ocho. —Se lleva una mano al mentón, pensativo—. Y no creo que los demás quieran compartir.

Estoy confundida, y le frunzo el ceño.

Él ve mi desconfianza y me dice con amabilidad:

—Nada de sexo. Te di mi palabra. No te tocaré sin tu permiso.

—¿Y se supone que confíe en ti?

—Soy muchas cosas, pero no un violador. No te tocaré sin tu permiso. —Señala una puerta y toca el panel de la entrada. La puerta del puente de mando se abre.

—Sigues mencionando «mi permiso» —comento.

Él me mira con una sonrisa burlona.

—Es porque, mi dulce compañera, planeo obtener tu permiso, mas no hoy.

—Bueno, estaré esperando —respondo divertida, mientras avanzamos por el pasillo.

Finalmente, llegamos al camarote de Zenithar. La puerta se desliza con suavidad hacia un lado, revelando un espacio acogedor y ordenado. Las paredes están decoradas con algunas fotografías y artefactos espaciales, mientras que la cama está cuidadosamente hecha con sábanas blancas y almohadas mullidas.

—Bien, este es mi camarote, nuestro dormitorio desde ahora. Está muy limpio y ordenado. Soy algo obsesivo con la limpieza —revela.

—Sí que eres ordenado. Nunca imagine que un tipo como tú tendría todo bajo control en su dormitorio.

—Bien, acomodemos tu ropa. Pronto llenarás este armario con ella.

Lo abrazo y le doy un beso en la mejilla porque me gusta que me cuide y sentirme segura y feliz a su lado.

Zenithar me ha estado cuidando estos dos días de una forma que jamás pensé que alguien lo haría por mí. Cada mañana me despierta con una sonrisa y una bandeja con diferentes alimentos para probar. Hoy me trajo frutas de colores brillantes, que sabían como una jugosa sandia. Su preocupación me hace sentir especial.

Aún falta para llegar a nuestro destino. He deambulado por la nave estos días. Zenithar me da pequeñas tareas, pero necesito hacer más cosas y sentirme útil. En eso estoy ahora, buscando a Zenithar para preguntarle en qué puedo ser de ayuda.

Me dirijo a nuestra habitación, y ahí está él. Lo encuentro sentado en la cama, con una expresión culpable y un trozo de algo que no puedo identificar en la mano.

—Zenithar, ¿qué estás haciendo? —Levanto una ceja.

Se sobresalta y rápidamente intenta esconder lo que come detrás de su espalda.

—¡Lilith! No esperaba verte tan pronto —responde, y mastica con torpeza.

—¿Estás comiendo a escondidas? —Trato de asomarme detrás de él para ver qué

tiene.

—No, claro que no. Solo... probaba algo —dice nervioso.

—¿Probando algo? —Cruzo los brazos y lo miro con curiosidad—. ¿Qué es eso?

Suspira y muestra el trozo de dulce verde y viscoso.

—Es un dulce muy popular en mi planeta. Me encanta, pero Vortek dijo que a las humanas les da asco, así que lo comía a escondidas.

Hago una mueca al ver la sustancia pegajosa y brillante.

—Zenithar, parece moco. ¿Realmente te gusta eso? —Intento no reírme.

—Sí, me encanta. Es dulce y tiene una textura muy agradable. ¿Quieres probarlo? —Me extiende un trozo.

Doy un paso atrás y levanto las manos. —No, claro que no, y ya no me lo muestres.

Se ríe aliviado.

—Bueno, cariño — se levanta, se acerca y me agarra de la cintura—, tengo que ir a revisar los sistemas de navegación. ¿Quieres acompañarme?

—Sí, quiero ir a ayudarte. De hecho, a eso venía. Por eso te estaba buscando —contesto sonriente.

—Bien, vamos.

Duermo profundamente estos días. Ahora que confío en Zenithar no tengo que pasar toda la noche preocupada por si me hará daño. Me despierto con un bostezo y me acomodo. Esta cama es tan cómoda que no me quiero levantar. Estoy rodeada de almohadas, y la manta en la que estoy enrollada es una de las más suaves y cálidas que he tocado en mi vida. Miro por la ventana y contemplo la galaxia y las miles de estrellas. Es un espectáculo sobrecogedor. Podría quedarme todo el día en la cama, acurrucada.

A mi lado, Zenithar ronca y sus pestañas se estremecen en sueños. Su boca se mueve un poco y entonces vuelve a roncar. No puedo evitar reírme. Parece tan humano en este instante. Sí, sigue siendo de un color gris claro con esos pequeños bultos sobre su piel, todavía mide casi dos metros y aún posee esos ojos brillantes, pero duerme como cualquier otro, y eso me consuela.

Me levanto en silencio y busco la puerta del baño. La encuentro y entro. Es muy parecido al baño en la tierra, solo que todo es un poco más grande. Toco y pruebo varios botones del compartimiento de la ducha hasta que encuentro el de agua tibia. Aún no me aprendo todos los botones y siempre termino armando un desastre. Me baño rápidamente, y cuando salgo, un viento cálido sopla a mi alrededor y mi cuerpo está seco en segundos. ¡Guau! Es asombroso. Creo que nunca me acostumbraré a esto. Me pongo una de las túnicas. Nada de ropa interior. Los alienígenas creen que es una prenda innecesaria. Cuando estoy lista, pienso en que iré a despertar a Zenithar porque ya quiero saber qué planes tiene para hoy.


Zenithar

Mi hermosa compañera... Claramente, mis palabras la afectan. Sé que una parte de ella no puede evitar esta atracción mutua. Es parte de ser parejas predestinadas. Lilith se sonroja cada vez que me mira. Me encanta ver su lindo rostro y me encuentro fascinado con sus expresiones. Bueno, no todas. No me gusta verla enojada, asustada o triste, pero ¿alegre y sonriendo? Sí. ¿Deseosa? Sí. ¿Esperando ansiosamente por mí? Oooh, sí. Me fuerzo en prestar atención a pesar de esos pensamientos fantasiosos. No quiero que Lilith se asuste o enoje.

Estoy feliz de que mi compañera esté contenta de dormir en mi cama. No importa que no vayamos a.... hacer el amor todavía. Puedo esperar. Es mía, y yo puedo ser paciente. Cuando deje de sentir miedo y confíe en mí, la seduciré. Hasta entonces, debo hacer que esté lo más cómoda posible. Mi camarote es el más grande de la nave y mi cama es lo suficientemente enorme para que duerman dos. Miro a Lilith. Ella es mi pareja, y merece lo mejor.

Sé que podríamos mover algunas cajas de la zona de carga y acomodar una cama para que yo duerma ahí, para que Lilith esté cómoda. No me molestaría, pero quiero despertarme y verla. Quiero oler su aroma y que duerma acurrucada junto a mí, que frote sus pechos y su trasero en mi cuerpo, que me exija que tengamos sexo.

«Una cosa a la vez —me digo—. Tienes que cumplir tu promesa. No tocar sin su permiso». Observo a mi hermosa compañera hasta que el sueño me vence.

Cuando me despierto, me sobresalto al notar que Lilith no está en la cama. Me levanto para buscarla, pero escucho ruidos en el baño. Ahí es donde ha ido. Me acerco a la puerta del baño, y Lilith la abre. Ella da un paso adelante para salir al mismo tiempo que yo doy uno para entrar. Entonces ella se da vuelta y su trasero roza la parte delantera de mis pantalones.

Ay, mierda, todo mi cuerpo se pone de punta y mi pene se endurece de repente. Lilith se aparta un poco y me observa con sus enormes ojos. No sintió eso, ¿verdad? Claro que lo sintió. Lo tengo duro gracias a ella y a su dulce aroma.

Decido hacerme el idiota.

—¿Algún problema? —le pregunto.

Lilith me mira por un largo e incómodo momento. Puedo ver cómo las ideas corren por su mente, pero ella entrecierra los ojos y niega con la cabeza.

—No, no hay ningún problema. Solo me estaba dando una ducha. Lo siento si te desperté —responde con una sonrisa nerviosa.

Respiro aliviado, intentando ocultar mi reacción obvia.

—No te preocupes, cariño. No me despertaste. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

—ofrezco, y trato de mantener la conversación ligera.

—Sí. Quería saber si teníamos algún plan para hoy.

—Claro que sí. Voy a pasar al baño ahora. Si quieres, me esperas en el comedor —le informo, e intento ocultar mi vergüenza.

Entro al baño para trabajar en mi dolorido miembro. Por un momento me siento tentado a seguirla de inmediato, pero me contengo. Les doy espacio a mis propios pensamientos y emociones. Paso un instante en el baño cuando, de pronto, la nave da un movimiento muy brusco. Una fuerte sacudida hace que la puerta del baño se abra por completo, revelándome ante Lilith desnudo y con la mano en el pene. Mierda, me ha descubierto. No hay forma de ocultar lo que hacía. Esto es humillante.

Ella está, por alguna razón, en el suelo. La nave se inclina, y Lilith se resbala cerca de la puerta del baño. Ella no se mueve de su sitio en el suelo. Por un instante creo que está herida, pero respira hondo y estremecedoramente, y nuestras miradas se cruzan. Es entonces cuando me doy cuenta de que su mano está entre sus muslos. Un momento después, el olor de su excitación me llega. Se estaba... tocando.

Nos contemplamos. Ella se ve sonrojada. Ninguno de los dos dice nada. Es como si esperáramos que el otro hablara para señalar lo que ambos hacíamos.

—Ah, ¿qué acaba de pasar? ¿Qué fue esa sacudida de la nave?

Me muevo y regreso al baño a buscar mis pantalones y me los acomodo.

—La nave ha corregido nuestra ubicación —respondo, y busco alguna forma de salir de esta bochornosa situación.

Lilith se levanta del suelo bajando su túnica y me mira por encima del hombro. Frunce el ceño, preocupada por la situación.

—¿Eso... es malo?

—No te preocupes, estoy seguro de que todo estará bien. La nave está en buenas manos. —Trato de transmitir confianza.

Lilith asiente, y siento el peso de su mirada en mí.

—¿Qué hacemos ahora?

—Vamos al puente de mando para averiguar qué ha pasado.

Salimos de nuestro dormitorio. Quiero tocar a Lilith, abrazarla. Sin embargo, creo que es mejor mantener la distancia. Qué bueno que los dos seamos buenos en hacernos los idiotas. Es obvio que Lilith ha decidido no decir nada sobre el hecho de que nos hemos atrapado en pleno acto... Bien, entonces yo tampoco diré nada. Solo espero que Lilith no se asuste y que esta situación no la aleje de mí.

Mientras nos dirigimos al puente de mando, no puedo evitar sentir la tensión en el aire. La nave se mueve bruscamente y me esfuerzo por mantener a Lilith en pie para evitar que caiga. Las pantallas del pasillo parpadean con frenetismo. Observo mi alrededor, buscando alguna pista sobre lo que ocurre.

Lilith busca mi mano y la aprieta con fuerza.

—¿Crees que sea algo grave? —susurra, y sus ojos miran los míos en busca de tranquilidad.

Me muerdo el labio inferior, intentando encontrar las palabras adecuadas para no alarmarla.

—No lo creo, pero lo sabremos cuando lleguemos con los demás. —Intento ocultar mi propia preocupación.

Al entrar al puente de mando, nos recibe Arkanor.

—Tenemos un problema —anuncia. Su tono es grave.

Lilith aprieta aún más mi mano, y yo le devuelvo el gesto para transmitirle seguridad. 


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