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DOS



Lilith


En un rincón de la sucia jaula, Isabel y yo hemos observado y prestado atención a las rutinas y patrones de los verdanitos, el apodo que le dimos a los alienígenas, ya que son verdes y pequeños. ¡Ugh, seres asquerosos!

Hemos intentado aprender todo acerca de la nave espacial; sus controles, sistemas y puntos débiles. Hasta el momento, sin avances significativos, porque solo podemos mirar a través de los barrotes, y cuando nos sacan de a una al baño. Ha sido frustrante cada intento de estudiar la compleja tecnología de los verdanitos. La tecnología de los sistemas es muy avanzada, con códigos en un lenguaje desconocido.

Nos agarran con esas pegajosas y frías manos de tres dedos, amenazándonos con sus jeringas. Tenemos que caminar por un estrecho pasillo hasta llegar a una pequeña área y ocupar su versión de un baño. ¡Es solo una inútil bandeja! ¡Puaj! Pero, es mejor que hacer nuestras necesidades en esta horrible jaula.

Nos alimentan dos veces al día con una sustancia gris y viscosa, similar a la avena, pero con un sabor salado e intenso, y agua rancia que sabe a mierda, servida en unos baldes dentro de nuestra jaula. Estos seres son unos hijos de puta, pues nos tratan como animales salvajes.

Los verdanitos no llevan armas, lo que nos hace pensar que quizá tengan algún otro tipo de protección. No hay manera de saberlo. Creemos que hay siete de ellos en la nave espacial. El sector de la nave donde está ubicada la jaula es como una gran habitación de color gris oscuro. Según mis conocimientos en naves espaciales de películas y series de ciencia ficción, diría que donde estamos parece una plataforma de carga.

En la pared de atrás hay tres grandes tubos de color plateado, que constantemente botan vapor maloliente. Estos tubos se extienden hasta el techo y luego a la puerta de salida de esta habitación. Al lado de la puerta de salida, como también en la puerta de nuestra jaula, hay un gran panel con unos códigos o. ¿Letras? Tal vez es escritura alienígena. En el panel y en algunos tramos de los tubos hay luces verdes y rojas que, al entrar o salir de la habitación, cambian de color. En el suelo, cerca de la jaula, hay un panel que es desmontable, donde los verdanitos guardan y sacan objetos periódicamente, los cuales parecen herramientas o armas. Tal vez solo sea equipo médico muy extraño.

Con esta información, hemos elaborado un plan para escapar de la jaula, buscar recursos y prepararnos para un futuro escape. Nuestro objetivo principal es llegar al sector del suelo, donde se encuentra el panel desmontable que está oculto, para sacar objetos útiles como armas, cuerdas, algún artefacto tecnológico o cualquier otra herramienta afilada que también nos sirva para defendernos por si ellos intentan algo más con nosotras.

En el "baño" encontré un gancho de un material similar al metal, pero más pesado y de un color muy bonito. Planeamos utilizarlo para nuestro escape. Somos realistas: en estos momentos, las posibilidades de escapar son difíciles, pero es solo cuestión de observar, esperar que bajen la guardia y, si tenemos suerte, que la nave aterrice de nuevo en la tierra. Por el momento, nuestro plan es crear una distracción para buscar, robar y ocultar estas herramientas y objetos que podamos hallar.

—Hay una pequeña falla en tu plan, Lilith —comenta Isabel, y señala los barrotes de la jaula—. Estamos de este lado, y ellos están del otro.

—Por eso lo haremos cuando nos lleven al baño —le respondo en un susurro.

—Bien, eso no suena complicado —asiente con la mirada perdida—. Tengo miedo. No quiero llamar la atención y mucho menos que nos toquen.

—Lo sé. A mí tampoco me gusta la idea —le aclaro—. Pero ¿qué otra opción tenemos? Ellos igual nos están llevando a quién sabe dónde. Al menos buscando algún objeto o herramienta tendremos la oportunidad de defendernos.

—Tienes razón —se lleva las rodillas al pecho, pensativa.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo en intentarlo? —busco su confirmación.

—Totalmente. No perdemos nada con intentarlo. —Es arriesgado, pero es mejor que quedarnos aquí para siempre —responde con un brillo de esperanza en su mirada.

La contemplo. Es tan hermosa con su esbelta figura, su piel tostada, ojos verdes y pelo rubio muy largo, todo lo contrario a mi figura curvilínea, mi piel blanca, pelo negro y ojos azules. Isabel lleva puesto un pequeño pijama de short y polera con tirantes. Qué bueno que yo decidí ponerme mi pijama oversize la noche del secuestro.

Converso mucho con ella, siempre en voz baja para no molestar al resto de las chicas y no llamar la atención de los verdanitos. Hemos conocido detalles de nuestras vidas. Tiene una familia muy numerosa, que la tiene aburrida. En los últimos meses, decidió alejarse de su familia porque no aceptaban a su nuevo novio. Por lo que me cuenta, es un idiota tóxico que debería mandar al carajo. No le digo lo que pienso porque lo que menos quiero. es que se enoje y nos separemos. Necesitamos estar unidas si queremos escapar. Quizá este maldito "viaje" nos sirva como experiencia para empezar a tomar buenas o mejores decisiones. Si logramos regresar, claro.

La suave voz de Isabel me saca de mis pensamientos.

—¿Qué te preocupa? —me observa temerosa—. Sigues con esa mirada perdida.

Le ofrezco mi mejor sonrisa. —Nada, solo pensaba en nuestro plan. ¿Qué tal si lo repasamos nuevamente?

—Bien. Recuerda que las chicas no nos van a apoyar. Están demasiado asustadas.

—Lo sé —le respondo y las miro arrinconadas en una esquina de la jaula.

—Si logramos escapar, las obligaremos a seguirnos.

—Estoy lista —le digo y le muestro el gancho que encontré debajo de la bandeja del baño alienígena. ¡Puaj! Fue muy desagradable buscar entre toda esa mierda y luego guardarlo entre mis pechos, más no me importó. En ese instante, solo estaba agradecida de hallar algo que nos sirva para nuestro plan. No sabemos qué tipo de material es. Parece metal, pero mucho más pesado. Es del tamaño de un celular y de un bonito y brillante color turquesa.

Según la rutina de los verdanitos, planeamos actuar cuando nos lleven al baño, después de comer esa repugnante sustancia viscosa. Isabel fingirá estar enferma del estómago cuando la lleven al baño. Esto deberá desviar la atención de los verdanitos, haciéndolos concentrarse en su estado de salud. Mientras Isabel esté fuera, yo provocaré un alboroto dentro de la jaula, golpeando el panel con el gancho que encontré. Isabel se colocará cerca de la puerta de la jaula para que la lleven primero.

—Cuidado, ahí viene —aviso y me estremezco.

—Sí, también los escucho —responde en voz baja.

—Recuerda, necesito un poco de tiempo, pero si ves que es peligroso te devuelves —susurro, tratando de mantener la calma.

Mientras hablamos en voz baja, los verdanitos se acercan con sus pasos pesados. La tensión crece dentro de mí mientras nos preparamos para ejecutar nuestro plan.

Isabel me asiente, pero puedo ver en su rostro el miedo. «Carajo, solo quiero que este plan funcione», ruego en mi mente.

El verdanito entra a la jaula y agarra a Isabel del brazo. Ella se estremece al sentir esos dedos. Sé que se sienten fríos y pegajosos. Y juntos salen de la jaula.

En el momento en que Isabel sale de la plataforma de carga y la puerta ovalada se cierra, empiezo a golpear el panel de nuestra jaula. Con los primeros golpes no sucede nada. Lo golpeo con más fuerza. Luego de unos cuantos golpes más, empieza a sonar un ruido de electricidad muy fuerte y el panel explota en una nube de humo. La puerta de la jaula se abre y... comienza el caos.

La nave espacial emite sonidos metálicos muy fuertes. Todas nos cubrimos los oídos al mismo tiempo y nos miramos sorprendidas. Siento que la nave se mueve bruscamente. Somos lanzadas al aire y chocamos con violencia contra los barrotes de la jaula. La nave se inclina un poco, provocando que resbalemos por el suelo antes de que por fin se estabilice.

Se escuchan explosiones a nuestro alrededor, mientras que una alarma resuena por la nave. Hay humo por todas partes, lo que hace que comience a toser. Los sonidos de chirridos y silbidos que hacen los alienígenas para poder comunicarse son más fuertes, como si lanzaran órdenes. Miro a las chicas. Liz está mojada. Probablemente el balde del agua le cayó encima. En otras circunstancias, eso me habría divertido, pero, carajo, no es el momento.

Todas chillamos y gritamos. Gritamos como locas, de hecho. Estamos aterradas. Las voces de los alienígenas resuenan cada vez más fuertes. Están asustados, eso es seguro. Solo pensarlo hace que me enferme. Trago fuerte para no vomitar encima de todas. Maddie se arrastra cerca de mí y me aprieta la pierna.

Help! Help! —repite una y otra vez.

Sé que necesita ayuda, que todas la necesitamos, pero estoy en el suelo. Apenas puedo respirar del terror. La puerta de la plataforma de carga se abre y entra corriendo Isabel. Parece que la persiguen. Me estiro un poco para ver mejor, pero no veo a nadie detrás de ella. Me levanto lentamente, apoyándome en los barrotes de la jaula, y siento un intenso dolor en el costado. Supongo que son mis costillas.

—Los están atacando, Lilith. Los están atacando —grita y corre hacia la jaula.

—¿Qué? ¿Quién está atacando a quién?

—A los bastardos verdanitos. Otra nave los está atacando —responde con los ojos muy abiertos—, pero no logré ver quiénes eran.

Claro, ya lo sospechaba. La idea de romper el panel de nuestra jaula pudiera causar tanto alboroto era demasiado buena para ser verdad.

—¿Crees que es un rescate de la tierra, Isabel? —ruego por un maldito milagro.

—Lilith, ¿rescate de la tierra? ¿En serio? No existe en la tierra tecnología que lo permita.

—Quizá algún gobierno lo ha mantenido oculto.

Nuestros ojos se encuentran en un silencioso entendimiento. Aunque me cueste creerlo, estoy demasiado aturdida para pensar con claridad. Muevo mis manos en señal para que las otras tres chicas salgan de la jaula. El dolor en mis costillas persiste. Maldición, realmente me golpeé fuerte. El miedo amenaza con apoderarse de mí, pero no me rendiré. Necesitamos salir de la jaula y ponernos a salvo hasta que estemos seguras de lo que sucede. Ayudo a Emily y a Maddie a ponerse de pie, aunque me rechazan con la cabeza.

—¡Vamos, chicas, salgan! ¡Es un rescate! —grito.

—Tengo miedo, Lilith. ¿En serio crees que esto es un maldito rescate? — cuestiona Isabel y dirige una mirada a las otras chicas—. También podría significar que otros álienes nos van a secuestrar.

—Quizá una de las chicas es alguien importante en su país.

—¿De verdad piensas eso, Lilith?

—No lo sé. No sé qué pensar. Vayamos con cuidado, por favor.

—De acuerdo, solo avancemos. —Me agarra de la mano para que la siga.

Las dos temblamos mientras caminamos con lentitud, tomadas de las manos, agarrándonos de donde podemos, porque entre el humo y los movimientos de la nave espacial, temo volver a caer. Nos dirigimos hacia la puerta de salida. Miro hacia atrás y no veo a las chicas, solo a Isabel y Liz junto a mí.

—¿Por qué demonios Emily y Maddie se quedaron en la jaula? ¿Por qué no vienen? —exclamo para que me escuchen a través de todo este caos.

—No lo sé, Lilith. Vendremos por ellas cuando todo esto se calme. —Isabel y Liz intercambian una mirada de angustia.

Asiento para ambas. —Está bien, sigamos avanzando.

Nos apresuramos por el pasillo. El sonido de nuestras pisadas se mezcla con los ruidos de la nave. Me adelanto unos pasos de ellas.

—¿Es seguro por ahí? —pregunta Isabel.

—Sí. ¡Rápido, por aquí! —señalo un pasillo a la derecha que parece menos afectado por el humo.

—¿Estás segura? —inquiere mirando hacia la oscuridad del pasillo.

—Es nuestra mejor opción ahora mismo —contesto y trato de controlar mi miedo.

—¿Qué pasa si... si son otros mierdas de alienígenas?

—No pienses en eso ahora —respondo—. Concéntrate en el camino. Hay mucho material esparcido. Ten cuidado de tropezar.

Llegamos a una separación en el camino. Me detengo y miro, de un lado a otro.

—¿Por dónde? —pregunta Isabel.

—Izquierda —afirmo después de un momento de duda—. Creo que es por la izquierda.

Avanzamos con cuidado y el humo parece volverse más espeso de nuevo. Me cubro la boca y la nariz.

—¿Puedes ver algo?

—Apenas —admito en un susurro para mí misma.

—¡Ahí! —grita Isabel y señala una luz intermitente al final del pasillo.

—¡Vamos! —exclamo, sintiendo un poco de esperanza.

A medida que nos acercamos la luz se hace más brillante, y puedo ver una silueta.

—¡Estamos casi ahí! —dice Isabel. Su voz está llena de determinación.

De repente, un fuerte estruendo sacude la nave. Nos tambaleamos, tratando de mantener el equilibrio.

Estamos a pocos metros de llegar a una puerta que parece ser una parte principal de la nave. Sin embargo, comienzo a sentirme extraña: un pequeño tirón y calor en mi pecho. Por un momento, tengo la desorientadora sensación de que cada decisión de mi vida me ha llevado hasta aquí, en este preciso instante, como si todo mi camino estuviera dirigido hacia algo, o alguien, y tengo la certeza de que me espera al otro lado de esa puerta. «Cálmate, cálmate, cálmate». Estás en shock. Por eso sientes esto, me repito una y otra vez.

Estamos a solo un paso de atravesar la puerta. Entonces lo veo: un extraterrestre, un hombre hermoso, musculoso por todas partes. Su piel, lo que puedo ver de ella, es de un gris claro con pequeños bultos. ¿Cicatrices, quizá? Es alto, muy alto. Su cabello es negro y sus ojos son de un hermoso azul brillante. Siento que el tiempo se detiene, perdida en esos ojos.

Claro, mi parte lógica lucha contra lo que siento. ¿Estoy sorprendida o tal vez esperanzada por ser rescatada? No obstante, me rehúso a sentir esta atracción por un desconocido, peor aún, un extraterrestre. Eso es lo que claramente es. No lo sé, pero sigo perdida en la sensación de mirar esos ojos.

La nave emite otro ruido metálico, lo que me hace dejar de mirar al recién llegado alien. Intento cubrir mis oídos, pero otra explosión hace que seamos lanzadas al aire otra vez, solo que esta vez me golpeó la cabeza con fuerza. Mientras pienso en qué otro bastardo, pero muy lindo y sexi extraterrestre nos va a secuestrar, todo se vuelve negro.







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