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Las manos junto a los labios sobre él se sentían muy bien.
Obanai siempre tenía la habilidad de volverlo loco con solo estar sentado en su regazo, besando dulcemente su cuello mientras sus manos luchan desesperadas para quitarle la ropa.
Era bastante encantador, sentirse tan embriagado por sus dulces caricias y suaves halagos.
Los halagos...
Dios, como ama las suaves palabras de Iguro cerca de su oído
Hace un par de días, desde su pequeño avance en la Finca de las Glicinias, Obanai ha decidido ser mucho más expresivo y activo a la hora de la intimidad. Ya no tenía vergüenza de robarle besos asfixiantes o de tocarle partes privadas, mucho menos de intentar desnudarlo si se puede dar la oportunidad.
Y aunque Tomioka ame verlo nervioso y sonrojado, tanto hasta el punto de no poder hablar, no puede mentirse. Ver a Iguro con aquella mirada brillando en picardía mientras sus manos hacen milagros con su cuerpo, era hasta incluso más excitante.
—C-Cariño, me encantas, eres tan hermoso.— Al principio le cuesta al menor, tartamudea y entrecierra los parpados evitando mirar a Giyū a los ojos.
Pero después tendrá más confianza, comenzara a acercarse más a Tomioka, tomara las manos ajenas y las pondrá en su cintura o posaderas para también ser tocado. Y después, cuando ya no pueda más, seguirá besando y mordiendo el cuerpo de su amor a la vez que sus pequeños dedos intentan desabrochar los botones o pantalón del uniforme.
—Deseo desnudarte, ¿me ayudas?— La pregunta recorre la espina dorsal y hace que Tomioka comience a sudar.
—¿Y para que quieres hacerlo?— Giyū toma la muñeca de Iguro de una manera dulce, no quita la mano de su entrepierna, en su lugar, es una manera de hacer que Obanai deje de jugar con la hebilla y baje hasta su bulto.— ¿A caso quieres tocar allá abajo, amor?
Pensó que Iguro se pondría nervioso y quitaría su mano inmediatamente, sonrojándose con violencia para darle la oportunidad a Giyū de tomar el control.
Sin embargo, tal parece que Iguro hoy no conoce la vergüenza.
De manera imprevista Obanai se baja de las piernas de su amor, pero no quita la mano del bulto, en su lugar sus dedos se aprietan con necesidad contra el lugar. Pero lo que de veras hace que Tomioka casi salte de su asiento con vergüenza, es la manera en la que Iguro se arrodilla entre sus piernas.
—En realidad...— Comienza Obanai susurrando.— Me encantaría besarte aquí abajo,— Por la manera en la que lo dice, con sus ojitos brillando en fuegos artificiales incendiados por la lujuria y el deseo, incluyendo su voz segura y coqueta. Sin contar como su mano seguía presionando contra su intimidad y su rosada lengua sale de sus labios.— Por favor, ayúdame...— Aquel suave músculo se posó sobre la tela, justo en dónde se podía ver la punta humeda.
Tomioka dió un gemido patético desde el fondo de su garganta y apretó los dientes, ¿se verá mal decir que casi se corre por eso?
Giyū suelta un suspiro en busca de calmarse.
—O-Obanai, ¿es-estás seguro?— Hace lo que puede y lleva sus manos temblorosas hasta la hebilla del pantalón, haciendo un sonido metálico cuando lo desabrocha y tira del cierre. Después, como si quisiera darle ternura a la situación, lleva su mano al cabello de Iguro, dónde se limitó a acariciar dulcemente.— No es necesario, ¿lo sabes, verdad?
Iguro asiente, no se molesta en desperdiciar saliva en una confirmación que es más de rutina que cualquier cosa. El menor sabe, perfectamente, que Tomioka quiere esto, e Iguro como buen novio que es, quiere complacerlo en todo.
Es por eso que Obanai se preocupa en parecer lo más 'sensual' posible, aunque en el fondo es obvio que se muere de la vergüenza, ¿el está seguro de esto?
Oh, por supuesto que sí.
Él mismo se estaba emocionando por como Tomioka parece temblar bajo sus manos, y el gran miembro visible a sus ojos, tan de cerca, lo hizo babear sin querer.
Era la primera vez que lo veía así, puesto que la única vez que se atrevió a mirar a Tomioka sin nada puesto fue el dia del baño, pero sabe que eso no es lo mismo.
Esa vez fue rápido, Giyū estaba "dormido" e Iguro no hizo más que verlo de pasada.
Pero ahora...
Su lengua paso por todo el falo con una velocidad tortuosamente lenta, bastante decidido en agradecer todos los placeres que había sentido gracias a Giyū.
Siente como el cuerpo de Tomioka se estremece bajo su lengua e Iguro solo puede sentirse orgulloso de si mismo, gustoso por el sabor almizclado y adictivo que tiene su amor. Los labios de Obanai se aprietan alrededor de la punta y succiona un poco, llenando su boca de un sabor salado.
La mano de Tomioka que había subido a su cabeza se mantuvo allí, no apretaba pero tampoco soltaba, y de vez en cuando le quitaba el cabello a Iguro de la cara pues, con cada movimiento, mechones lacios le tapaban el rostro.
Para Giyū era mucho, ¡su estrella lo hacía muy bien! Observa su rostro, sus ojos cerrados que se niegan a verlo mientras lo complace, las mejillas, junto a las cicatrices, que se hacen cada vez más rojas y esos labios hinchados, puesto que ya lo habían besado demasiado. Aquella vista tan hermosa solo aumentaba la excitación acumulada en su abdomen.
No tenía palabras, estaba muy nervioso como para regalarle alguna frase de aliento al menor, sin embargo, no importa, de recompensa por su esfuerzo soltaba gemidos que alegraban el humor de Obanai.
Y entre un gemido mucho más fuerte, fue que pudo sentir la manera en la que Iguro se estremece y dejó de llenarse la boca con su pene.
Sus músculos parecen tensarse y su cabeza descansa encima de una pierna de Giyū.
—Oh, Dios...— Susurra Obanai, exhausto, como si acabara de...
—¿T-te veniste?— La pregunta de Tomioka es silenciosa, y sus ojos se abren más cuando se percata dónde había estado metida una de las manos de Iguro.— Obanai...
—Y-Yo sé, yo sé.— Se adelanta, sacando su propia mano de sus propios pantalones, secando aquella mancha blanca en el suelo de Tatami.
Se quedan en silencio, aunque vagamente Obanai seguía haciendo un vaiven suave con la mano que sostenía el miembro de Giyū, aquello solo subía la aceleración del cuerpo del Pilar del agua.
Obanai sintió, de alguna manera, que debía dar una explicación.
—T-Tus gemidos son... son fantásticos. Me gustan mucho y-y, bueno, me ví en la necesidad de...— Su voz se pierde, puesto que llegó un momento en el que Obanai solo hablaba por hablar, dejando ver que estaba nervioso y que no sabia cómo cambiar el ambiente.
Todo estaba bien, pero ¿en serio Iguro se había estado masturbando como un necesitado? Hasta parece que quien disfrutó más de tener la boca llena fue Obanai, no Tomioka.
De todas formas, mientras Iguro sentía que su cuerpo filtraba la picardia y solo dejaba la vergüenza, Giyū se sentía cada vez más excitado.
Acaba de descubrir que su hermosa estrella es muy feliz complaciendolo, ¿qué cosa podría ser mejor?
La mente de Tomioka era tormentosa, a pesar de su actual estado tan silencioso, su cerebro maquinaba mil cosas. Cosas que se moría por cumplir a lado de Obanai.
Mientras Giyū seguía volando entre nubes y sueños pomposos, Iguro estando en su propio bochorno sonrió, después se rió con mucha diversión.
—Oh, Yuu..— La voz de Iguro es suave y muy agradable de escuchar, después, sus ojos subieron hasta los fanales azules de su novio.— Tú también tienes lunares. Mira.
Los ojos de Tomioka se posan dónde señala Iguro, en su pelvis, tal vez un poquito más arriba, había un círculo negro, pequeño.
—Oh, sí, creo que es el único que tengo-.
—Yo tengo uno similar, solo que más abajo.— Interrumpe, sabiendo perfectamente lo que esas palabras harían en el mayor.
Tomioka lo ve, de una manera familiar, perfectamente familiar, e Iguro solo pudo pensar en lo mucho que amaba ser comido de esa manera por el hombre que ama.
Y así fue que, sin necesidad de palabras, Giyū y Obanai pensaron en sus nuevas opciones, sus sentimientos y, sobretodo, las ganas que ejercían presión en lo más profundo de sus cuerpos.
Tal vez...
Tal vez sea momento de dejar de jugar y llegar al plato principal.
No tiene que ser perfecto, porque al final de cuentas, solo importa que ambos lo disfruten.
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