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Los labios de Tomioka volvieron a los de Iguro, besando y lamiendo con cariño a su querido chico.

Un par de días se convirtieron en semanas, y se podría decir que la confianza de ellos a la hora de convivir juntos iba en aumento, disfrutando de los cortos instantes donde compartían casi el mismo oxígeno.

Cada mañana, cuando alguno de los Pilares se despertaba, era libre de hacer dos cosas, la primera se resumía en despertar al contrario con besos en la frente, y la segunda era observarlo antes de volverse a dormir abrazando al contrario.

Sobra decir que Giyū siempre intenta ser el primero en despertar para tener la opción de escoger entre besar a su amado o simplemente acurrucarse contra él.

También había una tercera opción, era algo secreta y difícil de realizar, principalmente porque el mayor problema era la vergüenza y timidez que cada uno sentía en su corazón. Sin embargo, es la más disfrutada por ambos.

Besos en los labios.

Giyū, a palabras expresas del menor, tenía un derecho magnífico y sobretodo único, y ese era: ser la única persona sobre la faz de la tierra que puede quitarle sus vendas, sin importar el momento o el lugar (siempre y cuando haya soledad absoluta).

Era un derecho que Tomioka amaba tener y, en consecuencia, a veces abusaba de ello.

Está mañana, seguramente será uno de esos días donde su derecho sea usado consecutivamente.

Aún con un Iguro dormido, Tomioka quitó las vendas del rostro del Pilar más bajito con suavidad, cuidando de no despertarlo en un principio. Quería ver la paz durmiente en la expresión de Obanai, disfrutando de la manera en la que esos finos pero rosados labios se entre abrían para soltar pequeños ronquidos.

Era una vista linda, El Pilar del Agua se sentía verdaderamente afortunado de tener a su lado a un hombre tan espléndido como Iguro.

Y es que, si no fuera porque Obanai se lo vive negando constantemente, Tomioka pensaría que el más bajito es una especie de ángel enviado para ser su luz en el camino de la vida.

A Giyū, en secreto, le gustaba pensar que eso era Obanai para él, una especie de luz, aunque mejor que una simple luz, Iguro era una estrella, incluso su cuerpo tenía una en su espalda.

Obanai era la estrella de Tomioka, ¡una muy brillante y atrayente!

No fue capaz de controlarse cuando ya estaba sobre el menor, besando con suavidad los labios ajenos. Eso despertó por completo a Iguro.

Obanai abrió sus ojos en el beso, durando unos instantes sorprendido y algo somnoliento, pero no duró tanto tiempo aquella sorpresa, pues rápidamente correspondió el beso de Tomioka, bastante gustoso.

Obanai amaba esto, despertar y estar en los brazos de su Sol, porque al igual que Tomioka, Iguro amaba ver al Pilar del Agua como una luz potente que lo sacó de la oscuridad en la que habia estado sumergido.

En el fondo, Obanai era muy cursi, incluso mucho más que Tomioka.

Lastimosamente, el más bajito era muy penoso, de lo contrario, sería el que más besos robara de ambos, e incluso, pudiera hacer lo mismo que Tomioka hace cuando tiene sus pequeños momentos de "picardía".

A Obanai le gustaría tener la confianza y serenidad de desnudar a su amado con aquella torpeza que tanto caracteriza a Giyū.

Un momento, ¿desnudar?

—¡Gi-Giyū!— Exclamó Iguro sujetando las muñecas del más alto, sentándose en el futón deteniendo cualquier movimiento.— ¿Qué ha-haces?

El mayor no querrá hacerlo aún, ¿o sí?

No es que Iguro no quiera, la verdad es que se muere por entregarse en cuerpo y alma al mayor, sin embargo, no le gustaría que sea tan inesperado.

Quiere que sea especial, no solo para si mismo, también Tomioka, antes de hacerlo todo debe ser perfecto y no. Hacerlo de imprevisto en la mañana no es perfecto para la primera vez de ambos.

—Yo...— Las palabras quedan en la garganta ajena, avergonzado y tímido con temor de ser malentendido.— Quiero buscar lunares.

Un pequeño silencio se apodera de ambos tras ese deseo.

—¿Puedo? prometo no hacer nada raro.

Diablos.

¿Cómo Iguro puede decirle que no?

Tampoco es como si quisiera de todas formas.

—Pecho...— Susurra el más bajito llevando su mirada a un costado del cuarto, aunque después negó con la cabeza.— Digo, tengo uno cerca de mi ombligo...— Confiesa y aprieta los dientes.

Los ojos de Tomioka se iluminan y termina de quitar el yukata del delgado cuerpo de su novio, feliz de poder comprobar con sus propios ojos la pequeña manchita a lado del ombligo.

Beso rápidamente la estrella que cubría a su propia estrella.

Era un lunar lindo, pero más lindo fue levantar la mirada y visualizar un segundo lunar, pero este estaba muy alejado del ombligo. Estaba en el pecho de Obanai, reluciente y lindo, esperando a Giyū para ser besado.

Se alejó de la parte baja y subió hasta el pecho, besando el puntito sacándole un respingo a Iguro.

—También tienes uno aquí.— Susurra con una risa.

Obanai muerde su labio y evita mirarlo, disfrutando de la atención de su novio, ¡Tomioka se veía tan tierno en este momento!

Sin embargo, el pensamiento de ternura cambio a caliente cuando, sin aviso, los labios de Giyū se posaron sobre su pezón, besando y chupando con delicadeza.

—G-Giyū-. ¡mmgh!— La voz de Iguro es aguda y nerviosa cuando siente un diente rozar contra su sensibilidad.

—Siempre sabes tan bien.— Susurra con cariño, sonriendo al ver como la expresión de Iguro cambia por sus palabras.

Ambos estaban muy enamorados.

Sobra decir que, en esa mañana, ni Obanai ni Giyū fueron a la reunión tan importante que tenían como Pilares.

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