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Los ojos de Tomioka se abrieron un poco cuando se dió cuenta de una pequeña peculiaridad en la piel de su amor.

Era de noche, los hombres compartían habitación por primera vez, y como era de esperarse, ambos estaban coquetos entre ellos.

Los labios de Giyū besaron con suavidad el cuello del Pilar más bajito, pasando suavemente su lengua en la ternura de la piel mientras saboreaba el sabor tan exquisito de su novio, junto al aroma agradable que desprendía.

Se estaba intoxicando así mismo, estando tan feliz de sentirse mareado y emocionado al por fin haberse decidido dar el primer paso en la intimidad.

Dormir juntos, en el mismo futón, acurrucado junto a Obanai era espléndido.

Pero muchísimo mejor que simplemente tenerlo consigo compartiendo una noche de paz, era la sensación de ser recibido con amor.

Obanai respiraba acalorado detrás de sus vendas, sosteniendo los hombros del mayor con fuerza, pero no busca hacerle daño a Tomioka. No. Para nada. Lo quiere acercar más, se nota que Iguro quiere mucho más que unos simples besos adormilados por como su voz sale con pequeños escalofríos y jadeos.

¿Podria ser el momento de hacerlo? Giyū no quiere malinterpretar las señalas.

Pero es casi imposible fallar cuando Obanai parece enojado por como todo se detuvo de repente.

Y es que, como se dijo en un principio, Tomioka había visto algo.

Similar a una estrella solitaria en el basto cielo nocturno, una pequeña manchita de color negro se encontraba en la curvatura de su cuello.

Era linda, como todo lo relacionado con Iguro, y como el mayor no tiene idea de cómo es la piel de su amor detrás de las enormes capas de tela, se ha quedado en blanco.

Y de repente, Tomioka estaba curioso.

¿Cómo será el resto de Obanai? Fuera de su rostro tan bello, de su cabello brillante y suave, más allá de sus ojos dispares y hermosas grietas adornando su cara.

Más allá de todo eso...

¿Qué debe haber?

Su tan tierna piel, ¿cómo será debajo del uniforme o de los yukata que siempre lleva puesto en su presencia?

Tomioka no pudo evitar tocar, fascinado por el pequeño lunar en la piel de su amor.

—¿Qué... Qué pasa, Yuu?— Iguro pregunta, su enojo había sido cambiado por vergüenza.

—Tienes un lunar aquí.— Susurra, pasando la yema de su dedo por encima del sitio. Siente el escalofrío de Iguro tras el tacto y después no puede evitarlo, acerca su rostro otra vez y besa la mancha.— Es tan lindo.— Murmura entre los besos cálidos y amorosos que reparte generosamente.

Obanai parpadea, siente su rostro calentarse aún más y su cuerpo da otro brinco en su sitio por los besos seductores.

Simplemente no supo qué responder, aunque de todas formas la timidez lo corría demasiado como para abrir la boca, prefería seguir manteniendo la cercanía con Tomioka, escuchando como este último seguía adulando su cuerpo.

Y Obanai no puede evitar preguntarse en ese momento...

¿Debería decir que tiene más, en lugares vergonzosos?

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