Poema #9
Siempre me pareciste una chica valiente,
de las que dan un paso al frente.
Nadie negará que lo fuistes.
Sólo no entendíamos por qué lo escogiste.
Tal vez a solas era amable contigo
o, quizás, creías que podías cambiarlo.
Grisel pensaba lo mismo sobre mí.
Decía que lograría hacerme más sociable.
Y, aunque iba a las fiestas, me retiraba temprano
o me ocultaba cerca de alguna puerta.
Eso me trajo problemas.
Con una novia estrella local,
tenía que sonreír cada vez más.
Probablemente eso le ocurría a él.
Quizá no sabía cómo reaccionar
ante una chica sensacional.
Yo me sentía abrumado.
Rodeado siempre de conocidos-extraños.
Asentía de vez en cuando,
devolvía los saludos
y esperaba a que los fotógrafos terminaran su trabajo.
Grisel era de lo más fulgente,
recibía comentarios agradables
y regalos constantes.
Muchos quería su atención,
una mirada de amor
y tal vez un beso lleno de pasión.
Sin embargo, nunca le reclamé.
Ella me eligió a mí.
No fue por miedo a la soledad.
Sólo veía algo invisible a los ojos de los demás.
No le reclamé nunca por acciones que no eran su culpa.
Al contrario, le agradecí por darme alegría.
Incluso cuando me enteré que iba a dejarme.
Son cosas que pasan.
En mi relación.
En la tuya.
En la de otros.
El final siempre va a llegar.
Grisel no me lo dijo de frente.
Lo leí accidentalmente en un mensaje.
Pretendí no saber nada
y esperé a que ella me lo contara.
Las chicas como ustedes nos dejan,
así es la naturaleza.
Ustedes son demasiado brillantes
para nuestra alma opaca.
Admirarlas debería ser suficiente,
pero algunos quieren controlarlas.
Se autodenominan valientes por destruir alas,
aunque nunca han sabido volar.
Es tiempo de confesarlo,
yo también te habría cazado.
Tarde o temprano,
la naturaleza me haría pagar mi pecado.
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